Touhou Dierite: La Mascota De La Familia Scarlet Devil
Chapter 9: 9. Episodio 09
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Abrí la puerta de la entrada de la mansión. Aspiré alegre el aire matutino de Gensokyo. Al fin llegó mi día libre, y lo quería aprovechar al máximo.
"No vengas tarde," dijo Ojou-sama a mis espaldas.
"¿Y que es tarde para ti?" pregunté mirándola.
"Si para la hora de dormir no estas aquí, te castigare," dijo Ojou-sama como ultimátum.
"De acuerdo," dije sonriendo. Remilia me devolvió la sonrisa.
"Pásalo bien."
Cerró la puerta tras decir eso. Ni un abrazo ni un gesto de despedida, que Tsunderes son aquí todos. Bueno, a excepción de Flandre y Meiling.
Hablando de la china...
"¡Hey, Salty-chan! ¿Ya te vas?" preguntó Meiling con su usual ilusión.
"¡Eeyup! Tengo mucha ilusión por este día. ¡Voy a intentar a hacer de todo!" dije con gran ilusión.
"¡Me alegro mucho! ¿Y donde va a empezar tu aventura?"
"¡En casa de Marisa!"
Silencio repentino. La cara de Meiling seguía siendo alegre, pero diría que estaba paralizada.
"¿E-en casa de esa bruja? ¿P-por que?" preguntó Meiling empezando a sudar.
"Quedé con ella hace unos días. Va a ayudarme a conocer mejor a Reimu," aquello sorprendió a Meiling.
"¡¿Reimu Hakurei?! ¡¿La antisocial esa?!" preguntó como si hubiera dicho una locura.
"¿Antisocial?" pregunté curioso.
"Salty... Reimu es muy antipática y no le gusta nada la gente. Marisa es la única amiga que tiene, y porque Marisa es Marisa," explicó Meiling con los brazos cruzados.
"Eso lo juzgare yo mismo Meiling. Además, ni yo ni Sakuya somos tan-"
"¡TU NO TE PARECES EN NADA A REIMU!" dijo Meiling de repente.
"Puede que ahora no, pero en el pasado fui de esa forma. Y Sakuya es-"
"Bueno esta bien, haz lo que quieras. Al menos ten cuidado de esas dos. Pueden hacerte daño," dijo Meiling preocupada.
"Meeh, estaré bien. ¿Vas a dejarme decir que Sakuya es-"
"¿Vas a irte de una vez o que?" dijo Sakuya de detrás nuestra. Nos giramos para verla.
"¡Oh Sakuya! Ya me voy, si... ¿Me echaras de menos?" dije contento.
"No," dijo con su compostura seria.
"Yo también te echaré de menos," dije dándole un abrazo a sus piernas (Pensad que soy mas bajito al ser un poni).
"¡Q-QUITA BICHO!" dijo Sakuya poniéndose roja como un tomate.
Meiling rió por lo bajo, recibiendo una mirada asesina de Sakuya. Le retiré el abrazo y abracé también a Meiling. Esta se agachó por lo que la pude abrazar bien. Tras esto, di una ultima despedida con la pezuña y partí mi camino.
Ahora que caigo... ¿Donde esta la casa de Marisa?
Tras trotar por varios caminos confiando en mi instinto, llegué a un pueblo. El pueblo estaba repleto de gente (como es normal) y el diseño de las casas junto a las vestimentas de la gente, daba un toque y ambiente muy japonés al pueblo. Era la mar de curioso.
"Este debe ser el pueblo humano que me contó Patchouli en sus clases."
Empecé a trotar por el pueblo. El ambiente era muy alegre, pero la gente empezó a quedarse mirándome y a susurrar entre ellos. Sabía que ocurriría esto, así que no estaba sorprendido. Aun así, tantas miradas fijas sobre mi no me ponía nada tranquilo.
"¡Mira Mama, un caballito!"
Miré a la niña que dijo eso. Esta empezó a correr hacia mi. La madre intentó detenerla, pero no pudo. La gente se quedó contemplando la escena, temerosos sobre lo que podría pasar.
"¿Me puedo montar?" dijo la niña ya delante mía. Me quedé unos segundos quieto y confuso, pero terminé sonriendo y asistiendo con la cabeza. "¡BIEEEEEN!"
La niña se montó sobre mi lomo. Pesaba un poco, pero podía con ella. Empecé a trotar con la niña feliz a mi lomo. Me sentí bien.
"¡Mírame Mama, soy una Yinsha!"
No sabía que era eso, pero no importaba. Aquella simple escena hizo a la gente sonreír, desapareciendo por completo la desconfianza que me tenían. La madre se acercó y nos siguió de cerca, acariciándome la cabeza agradecida.
La gente es igual en todos los mundos...
La niña se bajó después de un rato, despidiéndose de mi con un abrazo. No dude en devolvérselo. No pude evitar pensar en como de distinta habría sido la situación si en vez de una niña, hubiera sido un niño.
Tras trotar un rato por el pueblo, terminé llegando a las afueras. Aquí, unas escaleras que llegaban muy alto me llamaron la atención. Mi curiosidad me armó de valor y las subí. Me llevo unos minutos, pero lo conseguí. ¿Por que demonios tantas escaleras?
Miré al frente tras recuperar el aliento. Un pasillo de piedras llevaba a una casa no muy grande pero notablemente diferente a las casas del pueblo. Poco antes de la casa, había una extraña caja de madera junto a una pequeña campana colgando del techo. Y un poco antes de eso, un arco rojo con una forma extraña.
Troté con curiosidad hacia la caja de madera, pasando por el arco. Fue entonces cuando vi un cartel clavado en la caja en el que ponía "Donaciones". Mire a mi alrededor.
"No pasara nada si..."
Usé un poco de mi magia e hice aparecer un par de monedas de la nada. Las cogí con magia ya que mis pezuñas eran inútiles para eso, y las eché en la caja. Nada mas echarlas, la campana que colgaba del techo sonó brevemente.
Fue sonar la campana, y ver como una de las puertas correderas de la casa salía volando por los aires. Una mujer vestida de rojo apareció de allí, agachando su cuerpo a modo de agradecimiento.
"¡Gracias por su donación!" dijo la mujer casi con emoción.
Aquella voz... Y ese lazo rojo en el pelo... La mujer miró al frente tras su gesto de agradecimiento. Me vio... Su cara cambió a seria.
Oh shit...
"H-hola Reimu..."
"¿Que haces aquí?" dijo Reimu muy seria.
"E-emm... E-es mi día libre y... B-bueno..."
"Fuera de mi propiedad," dijo Reimu como Ultimátum.
Tenia las orejas para atrás cabizbajo. No me hacia gracia esto... Quería ser su amigo.
"Mi reputación cayó desde que me derrotaste..." dijo Reimu.
"¿E-eh? ... P-pero si la gente cree que fuiste tu quien-"
"¡QUE TE LARGUES DE MI PROPIEDAD!"
Reimu me lanzó cabreada un orbe Ying-Yang a la cara. Justo cuando me iba a dar, una coraza apareció de la nada parando el orbe. Acto seguido, una bruja montada en su escoba aterrizó cerca de nosotros.
"¡¿Que forma es esa de dar la bienvenida a tus invitados?!" dijo Marisa con su típica sonrisa optimista.
"¡Marisa! ¡¿Le has traído tu aquí?!" dijo Reimu sorprendida.
"Nooo ha sido Cirno, ¿Tu que crees?"
"¿Esa hada idiota?"
"¡Que he sido yo, Reimu!"
"¡¿Y por que le has traído?!"
"¡Porque si le conocieras un poco, te caería bien!"
"¡¿Ese caballo azul?! ¡JA!"
Reimu dio la vuelta y caminó con fuerza al interior de la casa. Marisa me miro cabizbajo y triste.
"¡Creo que le gustas!" dijo Marisa sin perder la sonrisa. La mire de reojo todavía triste. "¿Siempre haces eso ante la mas mínima critica que te hacen? ¡Eres un endeble!"
Marisa caminó al interior de la casa. La seguí con miedo. Llegamos a una habitación donde solo había una mesa de madera junto a unos cojines morados en el suelo. Reimu estaba... ¿Sentada? La verdad es que estaba sentada extraña... Es como si estuviera sentada sobre sus piernas. Tomaba una taza de te verde con los ojos cerrados.
"¡Con permiso!" dijo Marisa. Marisa la miro de reojo.
"¡¿Por que le dejas entrar, Marisa?!" dijo Reimu muy seria.
"¡Por que quiero que le conozcas! ¡Te va a caer bien!" dijo Marisa saltarina.
"Que te caiga bien a ti es normal porque eres una bruja, pero yo solo soy una sacerdotisa. A mi la gente no me teme," dijo Reimu. Marisa empezó a reírse.
"Ooh sii, nadie te teme, que vaaaa... Espera, ¿Que has querido decir con lo de que le caigo bien a todos porque soy una bruja?" dijo Marisa acusadoramente.
Reimu bebió otro sorbo de su té, ignorando a Marisa. Me llamó la atención lo calmada que parecía cuando bebía ese té.
"¡Además, juntos hacéis una pareja cojonuda!" dijo Marisa de la nada.
Reimu escupió el té con fuerza. Se levantó y miró a Marisa muy cabreada mientras le lanzaba un orbe de los suyos a la cabeza.
"¡¿PERO QUE DEMONIOS DICES, PEDAZO DE IMBÉCIL?!"
El silencio era muy incomodo. Yo estaba a la derecha de la mesa, cabizbajo y sin decir nada. Miraba de reojo a Reimu, que seguía bebiendo su té. Al otro lado de la mesa Marisa se había quitado su sombrero, mostrando una tirita en su roja frente. Reimu paró de beber por un segundo.
"¿Por que quieres que conozca al que estuvo a punto de matarme?" dijo Reimu seria. Esta seriedad era distinta... Tenia un toque melancólico.
"Porque se que te va a caer bien. Además, lo de aquella vez fue un caso especial. Salty nunca mataría a nadie, ¿Verdad?" dijo Marisa sonriendo y mirándome.
"Que cabezota eres..." dijo Reimu.
"¿En esta vida? No; nunca." dije sin mucha fuerza en mi voz. Ahora Reimu me miraba de reojo.
"¿Lo ves? ¡Es un trozo de pan!" dijo Marisa.
"¿Como que en esta vida?" preguntó Reimu.
Silencio...
"¿Por que eres la mascota de una vampiresa? Eres un animal inteligente y parlante. ¿Por que no vives por tu cuenta?" preguntó Reimu, esta vez mirándome.
Tardé un poco en contestar. Marisa miraba insegura la escena.
"La vida me quiso matar... Pero ellas lo evitaron," dije cerrando los ojos. Reimu agrandó los ojos.
"¿E-eres un superviviente de...?"
"Yo no soy humano... ¿Por que todas creéis eso?" pregunté un poco harto por aquellas confusiones.
"Porque actúas como tal." Reimu bebió otro sorbo de su té. "Vaya un gusano... Esta bien, hagamos un trato."
Marisa y Yo la miramos curiosos. ¿Un trato? ¿Que estaba tramando? Reimu tenía los ojos cerrados, sonriendo malvadamente.
"¿Quieres ganarte mi amistad? Muy bien, pues tendrás que pagarme lo que hiciste la ultima vez." dijo Reimu mirándome con maldad. Tragué saliva.
"¿Y-y como haré eso?"
"Pues puedes pagarme 100.000 Yenes."
"¡¿PERO QUE DICES?!" dijimos Marisa y Yo a la vez.
"O puedes ser nuestro esclavo por el resto del día," dijo Reimu mirándome. Pegué un suspiro.
"Esta bien, lo que queráis... Pero advierto, como os paséis de la raya os lanzo un borrador de pizarra."
"Trato hecho."
Reimu y Yo afirmamos el acuerdo dándonos las... ¿Manos? Bueno, ella la mano y Yo la pezuña. Marisa nos miraba sin estar convencida de esto.
"Bueno, pues empecemos..."
Reimu caminó hacia una pared del cuarto. Cogió algo y movió la ¿pared?... ¡Aah, es una puerta corredera! En fin, que la abrió. De dentro, sacó una escoba de madera que parecía mas bien un rastrillo. Me lo lanzó y yo lo cogí con la boca por acto reflejo.
"Ahí tienes. Date prisa y ponte a limpiar mi reino. Las hojas van a acumularse," dijo Reimu con un tono desagradable.
"¿En serio vas a hacer que haga eso?" preguntó Marisa con cierta decepción.
"Si es capaz de hacer mi trabajo, es digno de ganarse mi respeto."
"Porque el ser derrotada no ha sido suficiente, ¿No?"
"¡Cállate Marisa! ¡Y tu, a barrer!"
"Vaya un día libre..." dije dando la vuelta cabreado.
Salí fuera y empecé a barrer mientras Reimu y Marisa me miraban. Mi enfado fue muy notable.
"¿Vamos a beber té?" preguntó Reimu a Marisa. Marisa pegó un suspiro.
Ya estaba atardeciendo. Arrastraba con la boca una bolsa llena de hojas otoñales. Llegue a la parte trasera de la casa, donde Reimu y Marisa hablaban de sus cosas. Me miraron al verme llegar con la bolsa.
"¡Ya esta, aquí tienes tus putas hojas!" dije cabreado.
Dejé la bolsa de hojas junto a las otras diecinueve. Marisa miró seria a Reimu cruzándose los brazos. Reimu la vio de reojo y suspiró. Esta se levantó y camino hacia mí. Yo la miré a la cara con mucha furia.
"Esta bien... Te perdono," dijo Reimu a regañadientes.
"Me alegro," dije cabreado mientras troté hacia Marisa. Reimu pegó un suspiro.
"¿Que ocurre?" dijo Reimu mirándome de reojo y sin paciencia.
"Me has jodido el único día libre que he tenido en meses. Ahora el que no te perdona soy yo."
Caminé al interior de la casa y me acosté a espaldas de Reimu y Marisa. Reimu se llevó una mano a los ojos.
"De acuerdo, de acuerdo... Mira, hoy me has hecho un gran servicio. Limpiar las afueras del reino es algo de valientes. Hablare con Remilia, ¿Vale?" dijo Reimu mirándome seria. Marisa le sonrió.
"¡Esa es la Reimu que yo conozco!" dijo Marisa sintiendo orgullo por su amiga.
"Si si si, no lo digas muy alto..." dijo Reimu mirando a otro lado sin perder la seriedad.
"¿En serio crees que la vas a convencer?" dije sin moverme ni un ápice. Mi voz ahora estaba vacía.
"Puedo intentarlo. Te lo debo después de todo."
"¡Y tendrás que intentarlo veinte veces!" dijo Marisa recuperando su alegría.
"¡¿Pero que dices?!" dijo Reimu sorprendida.
"¡Eh vamos, se lo debes! ¡El te ha recogido las hojas en veinte bolsas! ¡Si tu no llegas ni a diez!" dijo Marisa captando mi atención. Solo miré de reojo a Reimu, que estaba sonrojada.
"B-bueno... Vale, esta bien."
Me levanté. Troté hasta ponerme al lado de Marisa. Esta me puso una mano en la cabeza al verme llegar. Seguía mirando serio a Reimu, aunque ahora estaba un poco mas calmado.
"Pues vamos entonces. Pronto se hará de noche, y Gensokyo de noche..." dijo Reimu concentrándose y empezando a flotar en el aire.
"¡Si señora!" dijo Marisa con ilusión.
Marisa sacó su escoba de la nada y se montó en ella. Yo tuve que respirar hondo antes para poder concentrarme en flotar. Me seguía costando hacerlo, aunque el cabreo estaba dando su grano de arena.
"¡Por ultima vez, Torpelirroja! ¡¿Donde están mis 100 Yenes?!" gritó Sakuya persiguiendo a una asustada y confusa Meiling por la mansión.
"¡Que yo no te he cogido nada, Sakuya!" dijo Meiling al borde de llorar.
"¡A MI NO ME ENGAÑAS, MALDITA DORMILONA!"
Desde lo alto de las escaleras del vestíbulo, Remilia disfrutaba del espectáculo junto a su hermana pequeña. Patchouli también estaba allí, con su cara pegada a un libro de piromancia. A pesar de aquello, algo molestaba a Remilia. Presentía que había un cabo sin atar. Fue entonces cuando miró a Flandre de reojo. Estaba apagada, cabizbaja. Llevaba todo el día así. Remilia sabía porque era, por eso no dijo ni una palabra. Era algo a lo que tendría que acostumbrarse, pero el primer día siempre es el mas duro.
Sonó el timbre de la mansión. Todas miraron a la puerta de la entrada, al otro lado del vestíbulo. Se produjo un silencio chocante durante unos segundos, hasta que Sakuya recobró su compostura y caminó hacia la puerta. Sus tacones resonaron por toda la mansión, impactando en los oídos de Remilia.
Este vacío no me gusta...
Sakuya abrió la puerta. Se asombró al vernos a mi, a Marisa sonriendo y a Reimu seria. A pesar de ello, Sakuya no dejó mostrar su asombro.
"Que sorpresa verla aquí señorita Hakurei," dijo Sakuya con formalidad.
"¿Señorita? ¿Pero tu quien te crees que soy?" dijo Reimu arqueando una ceja.
Remilia reaccionó rápido ante la mención de aquel apellido. Prendió el vuelo, voló por el vestíbulo y aterrizó junto a Sakuya en tres segundos exactos. Esta nos miró a los tres con curiosidad.
"Que puntuales sois. Me lo habéis traído justo al comienzo de la noche," dijo Remilia sonriendo.
"En realidad... He venido para hablar con usted sobre..." Reimu me miró de reojo por unos segundos. Mi expresión estaba seria, como la de ella. "...su día libre."
Remilia dejó de sonreír. Mis orejas retrocedieron. Me se demasiado bien las reacciones de Ojou-sama.
"¿Así aprovechas tu día libre?" me dijo con seriedad. Lo sabia...
"Espere... ¿Es que sabe lo que ha pasado?" preguntó Reimu con cierta impresión.
"La manía de los humanos de hablarme como si fuera una anciana... Y si, me imagino lo que ha pasado," dijo Remilia con los brazos cruzados y una seriedad penetrante.
"¡Reimu le hizo recoger hojas toda la tarde!" dijo Marisa alertando a Reimu.
"¡Pero no lo digas de esa forma!"
"Ya veo... Disculpad a mi mascota, todavía es muy ingenua," me dijo mirándome con esa mirada castigadora. Esa mirada siempre era horrible.
"¿Como? Pero si fui yo quien le obligo a hacerlo," dijo Reimu algo confusa.
"Y el acepto sin luchar siquiera. Se rindió con tal de conseguir tu amistad."
"...La verdad es que eso me suena bonito. No mucha ge-"
"¡Pues claro que te suena bonito; eres humana! Mi mascota ha aprovechado tu debilidad para hacerse con tus sentimientos sin que te dieras cuenta. Es un acto tan manipulador y egoísta que casi siempre pasa desapercibido entre muchos seres. Aun así no le culpo, todavía tengo mucho que enseñarle."
Se produjo el silencio. Reimu y Marisa no entendían nada, mientras que yo miraba al suelo. Las perspectivas de mi ama eran a veces difíciles de entender, y no siempre tenía claro que opinar de ellas... Eso es algo que Ojou-sama no perdona de sus súbditos: la duda.
"Sin duda esa es una forma de verlo." dijo Reimu de la nada, captando la atención de todos. "Habría que castigarle con otro día libre, ¿No crees?"
...¿Que?
"Astuta, pero no cuela. Su siguiente día libre será el mes que viene. Y nada me hará cambiar de opinión. Vamos, Salty."
Remilia dio la vuelta y se adentró en la mansión. Estaba triste... Noté un abrazo. Me fije que era Marisa. Se lo devolví con una sonrisa.
"No pasa nada. Ya nos divertiremos otro día," dijo Marisa.
"Ya..." dije sin mas.
Marisa me retiró el abrazo. Se levantó y ahora Reimu es quien se agachó. Pensaba que iba a darme un abrazo, pero no hizo nada.
"Lo siento, lo he intentado."
"No pasa nada."
Nos quedamos un rato sin hacer nada. Ella esperaba a que yo le abrazara, y Yo esperaba a que ella lo hiciera.
"¿Os abrazáis o que?" dijo Sakuya perdiendo la paciencia.
Al final terminé dándole el abrazo. Reimu se sintió rara al principio, pero terminó devolviéndome el abrazo. Fue agradable... Hasta que nos retiramos. Tras esto, troté lentamente al interior de la mansión, cabizbajo. Sakuya cerró la puerta.
"Lo siento Salty," dijo Sakuya.
"¿Por que?" pregunté extrañado. Sakuya me miró confusa.
"Pues por lo de tu día libre."
"¡Pero si ha sido perfecto! Además he conseguido la amistad de Reimu. Ya tenemos una aliada mas."
Troté contento hacia las escaleras del vestíbulo, aunque Flandre se me lanzó encima a mitad de camino. Sakuya no entendía nada. Había pasado de estar mal a estar como siempre en un abrir y cerrar de ojos.
"Vais a matarme entre todos..." dijo Sakuya rendida. Flandre y Yo nos reímos.
"Por cierto Sakuya, gracias por los 100 Yenes. Me sirvieron muy bien para la donación." dije sonriendo, preparado para salir galopando.
"¡¿QUE TU QUEE?! ¡TE VAS A ENTERAR, ONIGIRI AZUL DEL DEMONIO!"