La leyenda del caballero de cristal (MLP FIM fanfiction)
Chapter 4: El dragón y el rencor
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Autores: Ángelus-Y; Moisés R.
Capítulo 4: El dragón y el rencor.
Un corazón apuñalado por el dolor tiende a cubrirse de sombras. Aquel que grita y llora busca su alivio en la oscuridad, como la que encuentran las sombras en la noche, escondiéndose de la preciosa luz del día.
Los equinos se atreven a diferenciar lo que está bien y lo que está mal, descartando a la oscuridad y todo lo que la representa, en el mal. Su concepción es difusa y casi sin fundamento, es más, me desagarra de repugnancia.
No temo al sendero que escojo, no me da miedo la oscuridad, ni nada…tal sensación es solo una vergüenza y a la vez, una carga pesada. No me entretengo a pensar en el bien o el mal que ellos delimitan. Solo fuerza, y debilidad. Los dragones nos inclinamos por el honor, el orgullo, el arte, la superación…
Aprendizaje, fortaleza, posesión. Son metas que ansiamos para eludir la debilidad. Mientras unos blanden una espada de hierro o levantan enormes rocas para empoderar su cuerpo, otros buscan su propio vigor en la magia y en su infinita sabiduría.
La magia tiene un sinnúmero de facetas, de las cuales, yo me he entregado a la mas oscura. Criado fui en las profundidades, a salvo de la luz que destruyó mi vida, aprendiendo y haciéndome mas fuerte…
Y entretanto la historia se ha escrito con mentiras teñidas en sangre, odio y soberbia, de tiempos pasados. Hablan de tiranos y monstruos, pero esos ponis, en el fondo son una plaga a ser extinguida. Lucro, arrogancia e ignorancia es lo que veo en cada uno de sus ojos.
Aunque con otros ojos, el dolor, aunque empalando el corazón, ayuda a vigorizarse a uno mismo. Codiciar el alma de un poderoso guerrero y un insaciable hechicero es algo digno de querer. Caminar por sendas de montañas escarpadas, atravesar las furiosas ventiscas e inundarse por las rutas donde emana el magma de las profundidades, así como la silenciosa oscuridad, la hermosa noche. Una vida afable y sin altibajos, alimenta la debilidad, pero también al retocarla, se despierta una hambruna de poder y desahogo.
Si yo no hago nada, ¿Quién lo hará? ¿Quién construirá los cimientos del nuevo reino si no lo hago yo? ¿Qué otro dragón será capaz de poder guiar a aquellos que buscan lo mismo que yo? ¿Quién ha sido elegido por las estrellas para concebir este sino?
Derramaré sangre, moveré montañas, mataré a cualquiera que se interponga. Cumpliré la voluntad de aquel que a través de mi busca su propósito. Ojala aquellos que me observan desde las estrellas estén orgullosos de mí.
Soy un Dracano, una de las cuatro razas dragón que residen en el grandioso reino de Draconia. Nos llaman los "dragones menores". Nos apoyamos sobre nuestras dos patas de dragón, erguidos y con la cabeza alta, gozando de cuerpo y mente de dragón, y una voluntad de hierro. No puedo estar mas orgulloso de serlo y de haberme convertido en el gran hechicero que ahora soy.
Mi magia, como la de mis hermanos, es un regalo de nuestras deidades. La engendramos a través de nuestras garras, aunque no todos gozamos de ese privilegio, sino que debemos conectar con ella a través de nuestros cristales y bastones. En un tiempo pasado era entregado a la magia y gozaba de su esplendor, hasta el dia en que una maldición fue arrojada a nuestro hogar y muchos perdieron su poder, entre ellos estaba yo. Ardiendo de ira y odio hacia aquellos que osaron llenar mi hogar de enfermedad y muerte, rajando nuestro honor y orgullo hasta dejarlo por los suelos. Los dracanos nos entregamos a la ascensión de la magia, y a liberar las cadenas de debilidad que anclan nuestro cuerpo a lo terrenal, a diferencia de esos sucios equinos que ni conocen el auténtico poder.
¿Mi especialidad? Los maleficios y el Ambra. Todo lo que implica el poder prohibido y la esencia de las tinieblas, el frio y la verdad. Yo confio en la deidad de mi tribu y sacrificaría cada pizca de mi esencia por lograr comprender el conocimiento que se encierra en el abismo. Magia, oh magia. El rechinar de las espadas nunca me llamó, pero si los susurros de las profundidades, que me dieron la oportunidad de recobrar lo que en un pasado perdí.
En esta noche tan majestuosa de luna llena, los pálidos rayos lunares penetran por las ventanas de piedra de mi fortaleza. El silencio está presente y la oscuridad me arropa. Me hallaba deleitándome con mi amuleto lunar, representando al astro en su forma creciente. Al mirarlo me llegan tantos recuerdos… Memorias que despiertan en mi corazón una agradable calidez.
Tras aquel momento volví a mi rutina diaria: Lectura de runas y textos antiguos. Y no textos cualesquiera, sino exquisitos escritos del gran Melfos, el antiguo morador sombrío.
Me alumbra tenuemente una pequeña vela, chorreando cera, de llama azul, pero para mi es suficiente, pues gozo de una vista magnifica. Tengo además otros magnificos ejemplares posados en las viejas estanterías y un viento fresco recorre la soledad de este lugar; es agradable sin duda.
Jamás seré lo que el gran Melfos fue en sus tiempos, pero en el camino de mi aprendizaje busco dominar el arte del Ambra por completo, para así llamar a aquellos ocultos en el otro lado, en el plano de las sombras.
Ahora soy Sharrak, cabeza de esta rebelión. Con el concedido permiso del rey, lidero a aquellos dracanos que buscan recuperar lo que perdieron hace un siglo, aquellos recuerdos hechos ceniza que ansiamos recobrar.
Mi nombre es Draco. Soy un dracano de ciento veinte años, aún un joven aprendiz. Mi nombre fue otorgado por mi madre, una de las mas excelsas nigromantes de la tribu de Shul-Kalag y también soy fruto de un orgulloso general de Draghem, en la cima de las montañas de hierro. No solo eso, por mis venas corre la sangre de Ahlzalir, padre de mi madre y celebrado ambrante, descubridor del mensajero.
Mientras leía aquellos textos, tratando de retener en mi mente aquel complicado maleficio, uno de mis Kehrgash, comandantes, irrumpe bruscamente en mi estancia.
Escuché el siseo de su lengua bífida, su profunda respiración y ronroneo. Me buscó entre la oscuridad con sus ojos amarillos brillantes.
—Emmm…¿Draco? Draaaaaaco. —recitó cantante y riéndose al final. —¿Dónde andas? que no se ve un carajo.
Odio cuando entra de esa forma. Su efusividad llega a ser a veces irritante y por culpa de un grito que lanzó, impaciente, tratando de localizarme, no pude memorizar el dichoso maleficio. Apreté mis afilados dientes y abrí mis ojos color fuego, girándome enfadado.
—¡Anda! Ahora si que te veo. ¡Tengo buenas noticias! —alzó la voz una vez mas. —Emm, ¿porque me estas mirando asi?
Paralicé su habla con mi penetrante mirada y le cogí del cuello levantándole. Scaleless era mas bajo que yo, aunque eso también se debía a que siempre andaba agazapado.
—Pero, ¿Qué he hecho? —preguntó con dificultad cogiendo mis garras para intentar liberarse.
—¿Cuántas veces te he dicho, que odio que irrumpas de esa forma? Me molesta que tu gangosa voz disturbe mi santuario de estudio. Podrias…no sé, ¿LLAMAR?
—Vale, vale…Lo he captado, pero suéltame.
Aflojé mis garras púrpuras, al caer al suelo respiro hondo mientras rozaba sus garras con su cuello. Resopló y me miró risón. Así es él.
—¿Qué me ibas a decir?
—Ups, jeje, lo siento. —Me respondió sonriendo con ese hocico alargado acabado en pico, su peculiar mandíbula inferior sobresaliendo de la superior. —Quería decir que Skillclaw ha llegado ya, lista para informar. —me aclaró rascándose con sus garras pálidas sus dos cuernos recubiertos de piel blanca. El color nevado de su piel sin escamas se distingue claramente entre la oscuridad, mientras se agazapa y se inclina, olvidándose que es lo primero que tendría que haber hecho. Cada dracano muestra su respeto de una forma u otra, pero es tradición hacerlo con aquellos a quienes lo merecen, aunque bueno, no por ello soy merecedor. Pero sé que el respeto de los míos es sincero y que mi comandante, mi Kerhskag, Scaleless, cuyas espinas en su espalda se erizan al agacharse, digamos no responde bien al código de los dragones y a las tradiciones de nuestras tribus.
—Sabes que no me agrada que entres así, Scaleless, ¿Cuántas veces he de decírtelo? —le inquirí.
—Ay, seco… —murmuró.
— ¿Qué has dicho?—evidentemente se le oye, pero hay que ser estricto con este.
—Nada…tonterías mías, jeje. — me responde estirando su largo cuello liso.
Suspiré cansado y le respondí.
—Dile a la comandante que me espere en el salón de reuniones.
— ¡RA SHARRAK! — Y erguido, alzó sus grandes garras a su frente. Retirándose mientras agita su sinuosa cola de mediano tamaño y se ríe con locura.
Pobrecito, y a la vez que afortunado…En fin, sería mejor partir. Cogí mi guante-garra plateado, un regalo de mi maestro, decorado con este noble meta,l empoderado con las más finas y delicadas sombras del abismo y con un zafiro peculiar en su dorso, el zafiro que mi madre en su frente llevaba incrustado, al igual que yo llevo el rubí de mi padre en mi cabeza, entre mis seis cuernos, ligeramente sinuosos, recubiertos por mi piel purpura y mis escamas.
Este guante, es el que permite que la energía mágica recorra bien mi cuerpo y el que hace que pueda dominar todo aquel hechizo que deseo aprender. Como ya dije, me fue arrebatado el poder de controlar la magia, pero supongo que a veces es mejor que una enfermedad, o la muerte. Tantas cosas desde hace cien años…
Sacudiendo mi lúgubre túnica de Ambrante*, rajada y con capucha, me dirijo fuera de mis "aposentos" donde el silencio quedó atrás. Es un gusto salir para poder ser alumbrado por los rayos lunares. Que hermosa que es la luna y su brillo de pálido, y que gustoso es escuchar gritos de agonía de ponis, mientras paso cerca de las celdas de mi gloriosa fortaleza.
*Ambrante: Hechicero practicante del "Ambras" el arte de controlar y manipular las sombras. Las propias sombras son una sustancia capaz de ser moldeada y a su misma vez es una fuente viva, la cual espera ser dominada por un maestro ambrante.
Antaño, usábamos estas pétreas paredes para experimentar con magia, y con ciertos utensilios. Yo me niego a experimentar con mis semejantes, para algo tenemos prisioneros cuyas efímeras vidas, ya no tienen ningún significado.
Al llegar a la sala de reuniones, me senté en la primera mesa de madera a mi alcance, esperando a mi fiel comandante.
Entonces a los pocos instantes, de entre el silencio escuché una voz ronca y respetuosa que decía "Mah Sharrak" entonces ella apareció.
Skillclaw, una de las akilias* de la niebla. Kershkag de la tribu de la Tierra de Brumas. Sus escamas rojas sangrientas se hacen brillar ante la luz de la noche. Una vez emerge de las sombras y del silencio para honrar mi presencia, se inclina acentuadamente mostrando su inmenso respeto, aunque con la mirada fría y apagada.
*Akilia: Implacables asesinas de la tribu del bosque, en tierra de brumas. Son las sirvientes de las Hermanas y las diosas Nyshi-La y Shangrak. Adeptas al culto de la sangre y guerreras de elite . En su casi totalidad son hembras, ya que su complexión las hace mas adecuadas para sus labores de sigilo y asesinato.
Pobre…Con el tiempo su vista ha menguado, hasta el punto de tener que valerse por sus instintos de asesina, sin mas que ver, que simples manchurrones. De por si, nuestra raza goza de sentidos bastante agudizados y esta dracana, aquí presente, fue instruida para bordar límites con ellos que uno jamás hubiera pensado. Allí en la Tierra de Brumas, eres presa o cazadora, nada más y carecer de vista es una desventaja, pero en absoluto es una condena.
Ella reconoció mi propio olor, y procedió a dirigirme la palabra.
—He venido a informaros Mah Sharrak.
Siempre me llamaba la atención las abundantes cicatrices a lo largo de su rostro y su cuerpo, como hendiduras en su cubierta escamosa, marcas de las severas medidas de las hermanas, sirvientes de la diosa Nyshi-La, deidad que protege el pantano y el bosque en niebla. Además es de las escasas dracanas que gozan de cornamenta en su hocico, haciéndole parecer un rinoceronte.
Cada tribu de nuestra tierra, venera y celebra a una deidad, cada una representante de elementos y entidades de gran importancia en nuestra cultura, por ello, asi como yo sigo las enseñanzas del dios de la noche y las sombras, Ambras, Skillclaw ha sido subyugada a la tradición que bendice a la diosa Nyshi-La.
—Skillclaw, mi furtiva asesina, esperaba tu presencia. ¿Qué tienes para mí?
Cerró sus ojos azul tenue e inclinó su cabeza, provista de cuatro cuernos rectos que emanaban hacia atrás, dos largos y otros dos más cortos, todos cubiertos de escamas. Ella me respondió.
—Todo ha salido bien, Mah Sharrak. Hemos tenido una simple baja, pero la reina y uno de sus necios sirvientes están en nuestra posesion.
— ¿Una baja? Por tu tono calmado no parece que haya sido muy importante. ¿Y que has mencionado de un sirviente? —pregunte extrañado, no había ordenado que me trajeran a ningún poni a excepción de la monarca de cristal.
—Ra, uno de los changelings…estaba ya desangrado. Solo suponía un lastre asi que decidí quitarle la vida. —giró la mirada hacia un lado. —Por otra parte un poni nos siguió por los túneles, me vi obligada a dejarle fuera de lugar y llevarmelo. Sé que buscabais nuevos recipientes, así que lo traje sin matarlo, puesto que levantaría sospechas. Se había dado de voz de alarma.
Que perspicaz y aguda es, no creo que sea molestia que un insignificante equino este aquí, después de todo, necesito experimentar. Hacía tiempo que no me deleitaba con las maravillas de la magia sombría.
—Ah, ya veo. Entonces no hay problema alguno. ¿Qué se sabe del capitán?
— ¿Os réferis a Sy* Arghon, Mah Sharrak?
Asentí.
Sy* Prefijo dracano que se antepone al nombre de los celebrados oficiales, independientemente de la tribu, con el fin de honrar su nombre con el respeto que merece.
—Aún estoy esperando a Silph para que nos otorgue el mensaje del capitán confirmando la decisión de los caballeros de la ceniza.
—Bueno, en tal caso esperaremos. Mientras tanto iré a ver a nuestra invitada. —Sonreí— Traeme el Dranil. Llevámelo a la celda de la reina. Acabo de caer en que debo ir a las cámaras de fundición.
—O Deseth. Mah Sharrak.* —Murmuró hacia mí colocando sus garras en su plateado pecho, cogió el pañuelo que le colgaba del cuello y se lo colocó tapando su boca.
—Oh, es verdad. ¿Os habéis asegurado de que la reina esta inutilizada?
—Ra, usamos las urnas maléficas para infestar su cuerno. Esta encadenada y le hemos colocado el collar, como bien especificasteis. —empleó su peculiar cola en forma de arpón, cuyo dorso era de escamas rojas y su parte baja de cubierta plateada, para ofrecerme una muestra de una de las urnas. Un frasco frágil que contiene la esencia liquida de magia negra, creada por nuestra raza para inutilizar la magia de nuestros adversarios.
—Yar-Sact. —"Perfecto" —Rashkag Skillclaw, puedes retirarte.
—Ra. —respondió suavemente, ocultándose en la oscuridad.
Descendí a los niveles inferiores meneando mi cola de escamas purpuras, rebosante de alegría, que impropio de mi mostrar una sonrisa en mi rostro. Mi pecho plateado ardia de gozo. Incluso algunas de las púas de mi espalda o las extensiones de mi piel se erguían y se movían de la emoción
En mi camino, alguien me llamó la atención. Supe muy bien quien era al escuchar su tono, su dificultad para vocalizar las compuestas silabas de mi lengua. Una de mis changeling más selectas, una hembra que dejó su hogar buscando ayudar a su colmena.
— ¡Draco! —el grito que dio estaba mezclado con enfado e indignación, era palpable, pero empecé a pensar que hoy es el día en que nadie respeta a quien debe.
Me volví con un rostro tallado en seriedad y mis ojos dirigidos hacia ella. Tan joven, débil y escuálida. Se notaba que ya hacía tiempo que dejó su puesto de espía. A diferencia del resto de los suyos tanto sus alas como sus ojos resaltan con un verde natural.
— ¿Has olvidado el lugar que te corresponde y las formas con las que debes dirigirte a mí, Pharyb?
—Sois un mentiroso… —me espetó, con la mandíbula apretada y con una ligera humedad casi imperceptible en sus ojos.
— ¿A qué se debe esa acusación? —le pregunté.
—Dijisteis que no haríais daño a la reina y que nos daríais una copia de la magia de…— Cuando empezaba a irritarme su tono casi chillón, la agarre con mi magia, levitándola y me aproximé a ella hasta el punto en que nuestras miradas quedaron enfrentadas, fue en ese instante en el que ella se silenció y empezó a sentir por su cuerpo cierta intimidación. No es raro, si algo infunde miedo en aquellos que me miran, son mis ojos del color de las llamas.
—En primer lugar…cuida ese tono arrogante. En segundo lugar, tu impertinencia te ha cegado. En ningún momento he hecho daño a la reina. —Estaba furioso. Tanto que me permití levantarla con mi magia, que recorría mi guantelete plateado. —Tendrás tu recompensa, como acordamos. Pero la reina se queda aquí, además… ¿Qué te importa a ti lo que le pase?
Entonces vi claramente su intención. Su mirada se apenó. Lo noté, porque ya he visto esa misma expresión. ¿Le preocupaba la reina? Que absurdo, pero sí. —O es que le has cogido cariño… ¿eh, Pharyb?
Apartó la mirada de mí y se deshizo de mi levitación, mostrando sus afilados dientes.
—No digáis tonterías, es solo una poni. Pero no me gusta que nadie rompa sus promesas. Además… ¿Qué hacen preparándose tantos soldados? ¿Qué son todas esas armas que se están creando?
—Eso a ti no te incumbe. Limítate a obedecer y a recibir lo que has venido a buscar. ¡No te entrometas donde no te llaman!
Gruñió de furia, mostrándome su afilada dentadura, y por un breve instante hizo brillar su cuerno, supe que era hora de poner en su sitio a esa despreciable arrogante.
—¡NO ME MIRES ASI! — la levanté con mi magia y empecé a estrangularla, invocando desde el plano de las sombras, unos espinos sombríos que la oprimían. —Mientras me sigas mirando con esos ojos, seguire estrangulándote hasta la muerte si hace falta.
Ella sostuvo esa mirada de odio durante breves instantes, hasta que a causa del extremo dolor de los espinos, los cerró, apretando con fuerza sus mandíbulas y siseando. Apenas podía hablar.
—Ni se te ocurra, volver, a desafiarme, changeling. No eres mas que un simple peon y si quieres tu recompensa, tendrás que hacer lo que te diga. —Cerré mis garras para apretar ligeramente los espinos, comprimiendo aun mas a esa poni insecto, para que aprendiera una lección vital. —Si te digo que ladres, ladra. Si te digo que te arrodilles, te restriegas por el suelo. Y si te digo que supliques, ¡SUPLICA! —Tras mi momento de furia, desvanecí mi magia, soltándola. Jadeo, sosteniendo su cuello enrojecido y lleno de arañazos.
—Si…"Ma Sharrak"
Me aproximé, poniendo mi rostro frente al suyo y exhalando un aire helador de mis fauces.
—Ya que tantas ganas tienes de ver a tu "reina" y de que se encuentre bien, me vas a ayudar. Será un "castigo" por tu insolencia… —Le susurré lo que quería que hiciese. Ella se apartó y me gritó.
—¡Antes prefiero morir!
—Lo sé. —sonreí. —Pero no creo que tu colmena este dispuesta a morir por una simple poni. Que te quede claro Pharyb, si no lo haces tu, lo hará otro y si veo que no, mataré uno a uno a los de tu calaña.
—No te atreverás. —me dijo muy segura.
Me rei entre dientes, me acerqué a una de las ventanas y divisé por fortuna a un pobre changeling que andaba de guardia por las afueras de la fortaleza. Lo agarré con mi levitación y lo traje con mi poder.
—¿Qué vas a hacer? — inquirió con voz temblorosa.
—¿Tu que crees? —Sonriente conjuré un framento de sombra, el cual solidifiqué con mi magia una vez mas, formando un trozo afilado de sombra, que fui hincando en el lomo de aquel changeling poco a poco.
—¡No! ¡Para!
El changeling dio un agudo grito de dolor, y yo mantenía una sonrisa siniestra.
—¿Haras lo que he dicho?
Otro agudo grito pauso nuestra habla, y a los cascos de ese changeling goteaba sangre al tiempo que introducia el fragmento sombrio en su cuerpo.
Pharyb cerró sus ojos dolida y desesperada, al ver que no tenia opción. Ella sabia que era capaz de mucho mas que eso. Y aunque no entendia a los changeling, estaba seguro que mi victima suplicaba que le ayudara.
—¡Vale, esta bien, lo haré! —exclamó temerosa.
—Asi me gusta… —Saqué el trozo oscuro de su cuerpo, emanando un pequeño brote de sangre y lo tiré al suelo como la basura que era. Ella fue a socorrerle con la mirada triste, pero me fije en que de vez en cuando me miraba de reojo, con intenso resentimiento.
—Quiero que estes lista en quince minutos, en las celdas inferiores…Y no llegues tarde.
La vi con tanto desprecio que ni me molesté en seguir la conversación y me fui de allí. Pharyb ha sido una de las changeling más útiles de los mercenarios que contratamos…pero su papel ya ha terminado y ahora es nuestro turno. Ya les llegara el momento de recibir su recompensa, pero hay otros asuntos que requieren más atención desde mi perspectiva que unos hambrientos y moribundos ponis insecto, cuyo único propósito de nacer ha sido doblegarse a un soberano.
Pero me llama la atención…Desde hace un tiempo, Pharyb se ha vuelto…blanda, con una actitud arrepentida…y ahora esta arrogancia…. ¿Puede ser que sienta algo por la reina y los ponis de cristal debido a su estancia allí?
¿Qué le haría dudar de sus propios actos y de conseguir lo que anhela? Solo quieren emociones de las que alimentarse, quieren que copie la magia de la reina, pero sus poderes tienen otros usos para mí. Cuando llegue el momento les daré su magia, y así podrán despertar amor en sus presas para alimentarse, quizás así curen su enfermedad. Su estado es la consecuencia de una reina débil y sin escrúpulos.
Los sátiros en cambio…hmph, que fácil es convencerles, basta con poner el oro y las joyas sobre la mesa y esas repelentes cabras se abalanzan como animales sedientos de sangre. Los mercenarios por excelencia y los más baratos de comprar, simples pero eficaces, aunque sus modales y costumbres dejan que desear. Son tan inmundos como los ponis casi.
Ahora mismo, mis soldados y adeptos se preparan en lo mas hondo de esta fortaleza, forjando espadas, dagas, puntas de flecha y catalizadores para nuestro gran momento. Solo espero que el capitán Arghon, defensor del rey, pueda ofecer sus servicios a esta rebelión junto con sus mas selectos soldados de hierro. La balanza se inclinaría a mi favor si contara con los soldados de la montaña, bañados en sus negruzcas corazas de hierro y portando sus espadas de fuego.
Los hechiceros como yo, o bien los caballeros del Valle Sombrio, nos recubrimos en Teniblina*, los del Bastion Magnetita se bañan en minerales ricos en metales y los de las tribu del pantano tan solo portan vestimentas ligeras…Todo depende de la tribu en la que se encuentren y al dios o diosa que sirvan.
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*Teniblina: Llamado vulgarmente como Plata Sombría, una aleación plateada, enriquecida por la magia de los cristales de las oscuras profundidades del Valle Sombrio, protegen a sus portadores de magia hostil y es usada en grandes rituales y para celebrar a los caidos de la tribu del Valle. Es uno de los metales mas duros y manejables de la tierra de Draconia.
De hecho, el guantelete que permite ejercer mi magia, se recubre de Teniblina, permitiendo que la conexión con la magia sombria sea mayor y permitiéndome desarrollarla.
Mientras tanto en las cámaras de fundicion, Scaleless estaba retocando los últimos detalles de nuestra "arma secreta". Cuando pasé por allí, sentí como el calor me golpeaba y mis ojos se molestan por el intenso brillo del metal fundido. Sonaban golpes de martillo, gruñidos de esfuerzo por parte de mis hermanos y afiladoras rasgando el filo de las armas.
En una de las cámaras, se encontraban dos de mis Kershkags, Scaleless y Bolt. Estaban finiquitando el proyecto que tenían entre manos, el arma.
—¡Sah-ba! Draco, sí que has terminado rápido. —exclamó efusivamente Scaleless, nuevamente obviando los modales.
—¿Cuántas mas veces debo decirte que te dirijas a mi como Sharrak.—le indiqué mientras le observaba montado en esa esfera gigante a la que él llamaba "invento", apoyando su quijada en la superficie de la misma.
— ¿Por qué? Si somos colegas, no sé a qué viene de tu parte tanta formalidad.
—Scaleless, ya hablamos de esto. —le dije enfadado y aparentemente irritado.
—Vale, vale, tranquilízate, que…que era broma. —argumentó. Cuando me relajé, procedió a hablarme con más serenidad. Se acercó a mí como una sabandija casi pegado y me preguntó. —En fin "Ma Sharrak" ¿ha ido bien con Skillclaw?
—Scaleless vamos…déjate ya de tonterías, esto es serio. —le espetó Bolt.
— Ra, ¿no tenías algo para mí? —resalté.
— ¡Oh, Ra! Me alegro de que preguntéis por ello, hehehe. —La emoción le resaltaba en su rostro y sus ojos brillantes, frotándose las manos continuamente. Se agazapó, erizando sus pequeñas espinas de la espalda y casi reptando hacia la enorme estructura. Una inmensa esfera recubierta de un metal áspero y sostenido mediante cuatro gruesas patas afiladas, cual insecto. En lo alto, un cristal oscuro, como una estalagmita que penetraba en su interior.
—Me dijisteis que creara algo "impactante" y aquí lo tenéis… —arqueó sus brazos dando a mostrar de forma teatral su creación —Por el momento la he llamado "Petrobomba" Con esto podremos vengarnos de la tuerta y esos equinos repelentes… —escudriñó toqueteando la creación con mucho esmero mientras continuaba explicándome. —Lo he rellenado de Igneorocas, aceite y esencia de magia negra líquida. Gracias a los ambrantes he conseguido pasar a estado líquido la energía y por supuesto lo he mezclado con los venenos más selectos del pantano Myshmiral, ayudado por Lady Deathly claro. Lo he hecho de forma que den una reacción "pasmosa"
Volvió a acercarse a mí con la sonrisa plasmada en su descamada cara, vibrando de la alegría.
—Cuando se emita una onda señal mediante magia, por ejemplo usando vuestro Dranil, el cristal reaccionará liberando térmica a las Igneorocas y depositando el fuego en el aceite para , según mis estudios de Micromagia y energía reactiva según el humanoide occidental…
—Al grano Scaleless. —le ordené.
—En resumen…en cuanto actives, reacción inestable y esta cosa explotara…. ¡OH! —brincó efusivo y dando palmadas de forma enérgica. —Lo mejor es que no hará solo ¡BUM! Sino que además…hehehe. Toda la energía oscura concentrada se esparcirá como una plaga penetrando en los unicornios y produciendo graves anomalías y corrupciones en el sistema mágico de los ponis.
—Vaya, vaya, asi que anomalías, ¿Cómo las nuestras? —Eso llamó de forma desmedida mi atención, tanto que erguí las pequeñas púas de los laterales de mi cabeza.
—Siiiiii…hehehe. Las mismas que la tuerta provocó: enfermedades, anulaciones, mutaciones, etc. Se revolcaran en la ponzoña como las ratas que son, hihihihi. —rio agudamente.
—De las cosas mas locas y viles que has hecho Scaleless. —comentó Bolt mientras mantenía una sonrisa maliciosa. —Aunque, espero que se haga con los responsables y no inocentes.
—Bolt. Ya hablamos de eso. —le recordé con mirada seria. —Ya veremos que podemos hacer.
—Ademas, ¿Ellos tuvieron la delicadeza de pensar en ese detale? ¡NO! Les importo un pimiento. Ya es hora de ajustar cuentas… —volvió a dar una carcajada mi comandante pálido, al tiempo que segregaba sus babas.
—Ay, sin duda es una de tus mejores creaciones. Que deliciosa ironía Scaleless, que esos equinos sufran lo mismo. —Mi ilusión era inmensa en aquel instante, me imaginaba como se retorcerían como gusanos esos ponis y a esa estúpida sufriendo y llorando, pidiéndome clemencia, mientras yo me miraría feliz. Pero ese ensimismamiento terminó cuando Scaleless suspiró y hablo con total franqueza.
—Sish-garac*, hacía tiempo que no te veía sonreir de esa forma Draco, me alegra verte así, de verdad. —Se me hacía raro ver tanta sinceridad en su semblante, los ojos cerrados y sonriente, pero…era una sonrisa diferente a las típicas suyas, tan extraño en él.
—Rashkag, Scaleless. ¿Cuántos puedes hacer de estos?
—Emmm, supongo que unos….tres o cuatro dado los materiales. Es que cuesta un porrón crear magia negra líquida, bastante tenemos con producir urnas maléficas y la producción de Malefias sintéticas, que deberías buscarle otro nombre creo yo…
—Está bien, sigue en ello Scaleless, ahora debo atender otros asuntos. Buen trabajo.
—Rashkag ma Sharrak, hehehehe.
—Ma Sharrak. —Me llamó Bolt la atención.
—¿Si?
—¿Qué vamos a hacer con el prisionero? El poni pálido de cabello oscuro, según me ha dicho Skillclaw fue un simple caso colateral.
—Te preocupas demasiado por simples equinos, Bolt. —le dije.
—Esta bien, quisiera encargarme yo del prisionero, si no os molesta, Ma Sharrak.
—Haz lo que quieras. Me es indiferente, mientras no cause problemas.
—Ra.
Tan solo se dio la vuelta y siguió inspeccionando aquel huevo, mientras yo ahora, sabiendo que nuestra arma estaba a punto, decidí ir a por la reina, nuestra invitada de honor.
Justo en el instante en que salí de las sofocantes cámaras apareció Skillclaw, cual ninja. Aterrizó desde las sombras, inclinándose con las garras en el corazón y sosteniendo en una de ellas el amado tesoro de mis predecesores, una creación única que en nuestro breve dominio en Equestria fue concebido. El Dranil.
Skillclaw se arrodilló y me lo alzó en sus ásperas garras, esa esfera roja pura y brillante, en cuyo interior se encerraba un inmenso poder oscuro. —Rashkag Skillclaw —contesté mientras recogía en mis frías garras purpuras aquella joya a la que curiosamente, tanto calor me transfería al tocarla.
Mi fiel Akilia se alzó lentamente y me preguntó:
— ¿Deseáis algo más, ma Sharrak?
Con una sencilla sonrisa moví la cabeza negando su asistencia, entre que perdía mi vista en aquel rojo océano que el Dranil tenía en su interior. Su brillo como el oro y las joyas más preciosas, me hacían sentirme atraído, así por ello somos casi dragones, porque pese a nuestra fuerza de voluntad el fulgor de las riquezas nos hipnotizan.
—O Deseth* —Se despidió con otra reverencia, retirándose a paso lento, mientras yo me desplazaba hacia mi próximo encuentro con nuestra invitada de honor.
Atravesé la fortaleza, hacia las celdas inferiores, un área especial que mis compañeros ambrantes y yo creamos especialmente para prisioneros de alto valor. Cada centímetro de esas celdas, frías, secas y sin vida, se esparcen nuestros oscuros encantamientos, catalizados por cristales de obsidiana, infectados de Ambra, cuyo propósito es debilitar a los prisioneros. Incluso a pesar de que la reina estaba anulada por completo, gracias a nuestros collares y las urnas. La verdad es que siempre está bien tomar medidas por si acaso. Conozco muy bien el poder de los alicornios y puede llegar la posibilidad de que el collar y las urnas maléficas no sean suficiente para contener su majestuoso poder.
Dos de mis más leales brujos ambrantes se hallaban guardando su celda. Portando sus bastones recubiertos de plata y una joya en la parte más alta. Quietos como estatuas, con los ojos cerrando recitando sus oraciones en silencio a la oscuridad. Tapados con finas túnicas de seda lóbrega y capuchas con remates marcados.
Mis ambrantes inclinaron su cabeza al sentirme, recubierta de hueso pálido, lentamente. Y de un simple golpe de sus bastones, toda la esencia oscura que empezaba a manifestarse en este lugar se atenuó y apartándose lentamente me abrieron paso hacia la prisión. Se quedaron atrás, retornando sus silenciosos credos.
Casi todas estas celdas, tenían los barrotes maleados, derruidos, las paredes de cada una llenas de arañazos, golpes, símbolos de locura y desesperación de aquellos que durante por mucho permanecieron en sus pensamientos, aislados del mundo en una profunda y gélida oscuridad.
Antes de presentarme a la alicornio, decidí ocultar mi rostro con mi capucha. La ausencia de luz haría el resto, también conjuré una neblina de eco tenebroso alrededor mío, con la cual podría distorsionar mi voz. El sonido a través de los espesos muros de sombras se distorsionan, muchos oscuros lo han usado para hacerse a sí mismos más intimidantes, pero mi fin tan solo responde a encubrir de mi lo que pueda, siempre he sido muy precavido para estas cosas. Saqué el dranil de entre las carcomidas ropas tizón que me llegaban a poco más de la cintura. Entré allí, la celda cerrada con un portón adornado con una simple aldaba oxidada.
Allí estaba ella, intentando desesperadamente escapar de allí, la atrapé intentando forzar las cadenas y los cristales de su cuerno en vano. Una poni dotada de alas y cuerno, de pelaje beige claro, de cabellos y ojos celestes, de pintas espantosas y descuidada, cuyo nombre referenciaba al norte, Lady Nivea. Ella me miró nada más adentrarme en sus "aposentos" casi sin poder moverse de allí, sostenida por un simpar de agarres y con el collar puesto en torno a su garganta. Un collar creado de obsidiana, réplica de los collares que los perros diamantes usaban para sus excavadores, pero modificados por cortesía de mi Kershkag experto en invención: Scaleless.
Emprendí una parla con ella, tratando de hablar en su lengua, encubierto por la neblina que transformaba mi voz en una profunda cual demonio. —Lady Nivea, la reina de cristal, ante mis ojos. Es un placer. —inicié yo, de forma educada.
— ¿Quién sois vos? ¿Qué queréis de mí? —inquirió, débil y cansada.
—No temais, os seré directo. Ansio el poder real de vuestra familia.
Yendo directo al asunto, contemplé como su mirada se contraía, expresando pavor al escuchar mi modesta petición. Entonces ella reaccionó.
— ¡Demente! ¿Qué busca alguien de vuestra calaña en el poder real? —inquirió agitándose entre sus ataduras y cadenas.
—No es de vuestra incumbencia. Veréis majestad…podemos hacerlo de dos formas: Por las buenas, o por las malas…la elección es vuestra.
Un aire de orgullo se insufló entre esas moldeadas carnes recubiertas de pelo brillantes, infló el pecho y recta me contestó.
—Por mucho que me torturéis y me hagáis sufrir, no le daré a nadie lo que buscáis, ni siquiera podríais usarlo, y aunque así fuera no permitiré que algo así caiga en cascos equivocados. —y pegó un golpe al suelo con su casco.
—Cuidado majestad…vuestra voz se está empezando a salir de tono. — me irritaba ese momento, pese a no importarle el castigo, ella sobresaltaba como si nada.
—Sois vos un dracano, ¿verdad?
Ella desde que fue secuestrada, quedó dormida, inconsciente…y fue encerrada aquí, pese a ello ha visto como era.
—Vuestros cuernos resaltan bajo vuestra capucha, esa magia corrompida, ese tono y orgullo, vuestra constitución…Sin duda sois un dracano. — Y yo ni tan siquiera me molesté en negarlo. Es más, admiré su deducción.
—Bravo, majestad. Y ahora…basta de tonterías, entregadme vuestra magia, el poder de despertar el amor.
—Iluso, ¿no veis que estoy incapacitada?
La furia invadía mi cuerpo. A través de mi guantelete conjure a las sombras y creé a partir de ellas látigos con los que agarré con fuerza su cuello. Ahogué su grito de dolor, escuchaba como la respiración costosamente le llegaba. Me aproximé a ella, lentamente y con la mirada afilada.
—La próxima vez que me faltéis el respeto, "alteza" os aseguro que la muerte será piadosa compara con lo que os puedo hacer.
—No…ggg….no me importa, si me matarais no podríais hacer nada. —declaró, pero esa ignorante no se dio cuenta de un detalle.
—Oh majestad. —Moviendo las garras de plata de mi guante y con las de mi otra mano, apreté los ligamentos hechos de sombra obstruyendo más su respiración, hasta el punto de que se enrojecía su rostro y la vida poco a poco se le escapaba. Me acerqué a sus orejas y le susurré lo que clavó en su corazón una daga de hielo. —Si vos no me servís…vuestras hijas y sobrinas podrían ser ideales candidatas. —Su cuerpo se estremecía —Incluso…podría capturar a varias…es que…hay otras formas de pagar a los mercenarios…hmhmhm. —Me reí siniestramente en su cara y aflojé los negros látigos de su cuello, haciendo que diera bocanadas de aire desesperadas.
Giro su mirada hacia mi, llena de miedo y furia.
—¿Mi familia?
—Oh si… —Raudo, salí de la prisión, esperando que Pharyb ya hubiera llegado, y en efecto ahí estaba, ya preparada con su disfraz de la hija de la reina, fingí cogerla del cuello y la introduje en la prisión, ante los ojos temblorosos de Nivea. Ahogó un grito de pavor y se intentó acercar a Pharyb, creyendo que era su retoño.
—¡Hija mia! —volvió su mirada humedecida hacia mi. —¡Sueltala, monstruo!
—¡Solo si me dais lo acordado! O sino… —Alcé a Pharyb sin importarme que fuera ella, aun resentido de su anterior actuación y le di a la monarca de cristal motivos mas que suficientes, para saber que iba muy en serio. —Le retorceré el cuello o mejor aun, haré que esos sátiros la destrocen sin piedad.
—¡No, por favor, espera! Lo haré, pero por favor, suelta a mi hija… —Suplicó sollozando esa sucia alicornio. Me sentí feliz de ver su agonía relucir ante su pensamiento de poder perder a su preciada hija.
Sostuve a Pharyb ,mientras tanto, con los tentáculos sombríos que invoque desde la oscuridad del lugar. Complacido con las palabras de la reina, deshice el maleficio que infestaba su cuerno y le permití que pudiera hacer magia.
Saqué de entre mis ropajes el Dranil, el cual resplandecía con ese fulgor rojo.
—Hagala sobre este cristal… —le imperé.
Sin mediar mayor palabra, la reina se concentró en expeler su magia única, cerrando los ojos…Je, pero esa inmunda, creía que era tonta, pero no fue asi. Subitamente me arrojó un haz mágico que congeló uno de mis brazos, grité a causa del daño y tuve que soltar a Pharyb por aquel incidente.
—¿Creeis que soy idiota dracano? Se perfectamente que esa no es mi hija… No accederé a daros lo que plazca. Me da igual mi destino. Este poder no debe caer en cascos equivocados.
Rebosante de furia, me aproximé a ella, desprendiendo gritos de ira y le propine un garrazo un rostro, arañándole hasta arrancarle la piel y luego le di su merecido a esa asquerosa pateándola.
—¡INMUNDA EQUINA, AHORA VERÁS!
Y como no…Tuve que imaginarme, que Pharyb intervendría. Noté como algo desagarraba mis ropas y me quemaba la espalda. Esa necia insolente, osó revelarse y atacarme.
—¡Dejadla en paz!
La agarré del cuello con mi cola hasta inutilizarla, y el jaleo atrajo a mis Ambrantes hacia la celda. Me sorprendió que Pharyb hubiera usado un rayo mágico de ese calibre, y fue porque el encantamiento oscuro había sido debilitado cuando mis brujos ante el ruido venían a ver que pasaba.
—Ma Sharrak, ¿Qué ocurre?
—¡Coged a este BICHO y sujetadla bien, que no haga nada! —les ordené con voz clara.
Mis brujos rompieron una de las urnas maléficas sobre el cuerno de Pharyb y la infestaron para evitar que lanzara mas hechizos. Y mientras esto ocurria, y siseaba de dolor esa basura alicornio sonreía.
—Dadme una daga.
—Ra. —me entregaron una de las dagas de teniblina que guardaban entre sus ropas y la empuñé con los dientes apretados y mi acelerada respiración, deseando desgarrar algo, pero no podía nublar la vista de mi objetivo…
—Majestad, si apreciáis algo la vida de este desperdicio de la vida, mas os vale entregarme la magia.
—Jamás…
Una vez dicha su negación ni me molesté en soltar mas amenazas, sino que hice un corte en el lomo de Pharyb mientras era inmovilizada. Un grito salió de su boca e hizo que la voluntad de la reina titubeara.
—¿!CREEIS QUE ESTO ES UN JUEGO ALTEZA?! ¡NO OSEIS DESAFIARME!
—¿Creeis que la vida de una changeling me importa?
La muy estúpida trató de fingir frialdad, pero en sus ojos…esos ojos mostraban miedo y yo como las bestias sangrientas, huelo el miedo.
—Majestad…No lo hagáis.
—¿Pharyb? —murmuró.
—Ahh, así que tenía razón Pharyb…Veo que te has revelado a la reina. ¿No es así?
— ¿Eres tu Pharyb?
—Exacto majestad…Esta changeling de aquí, se llama Pharyb, la misma que se escondía entre los vuestros. Pero veo que ya lo sabíais, no me imaginaba que esta atontada… —La cogí del cuello a la aludida. — …se hubiera mostrado.
—Asi que, trabajaba para vosotros… —dijo apenada la muy desgraciada.
—Oh si, y me ha proporcionado información muy valiosa. ¿Verdad Pharyb?
Cuando me acerqué sonriente, la muy rata me escupió, respondiendo yo golpeándola en la cara.
—Majestad… —tosió. —Perdonadme, yo no…no sabía que tramaban….
—Majestad, por favor… —imité su voz.
—No se quien sois, pero soltadla. Os daré lo que queréis.
Con los ojos entrecerrados alcé el Dranil frente de ella.
—Pues adelante, no intentéis agotar más mi paciencia.
—Por favor, majestad no lo hagáis…No temáis por mí, vuestras hijas están a salvo….
—¡QUE TE CALLES! —le grité, ordenando a mis Ambrantes que le cerraran su boca de cloaca.
—No temas Pharyb, No tienes que disculparte…. —Le sonrió, pero me interpuse en su mirada, ansioso de que por una maldita vez me diera la magia.
Cerró los ojos y canalizó su magia pura en el cuerno, desprendiendo un brillo azulado celeste, del cual emanó un hilo rosado que se acercaba y se insertaba en mi Dranil, como si fuera una burbuja de agua. El poder de despertar el amor era devorado por la joya, sentía en mis garras como su poder aumentaba, como empezaba a arder una llama en su interior que enardecía mi cuerpo. Cuando el Dranil dio un último fulgor, supe que ya era suficiente.
—Resh Ag… —murmuré apartándolo y guardándolo en mis ropajes.
La reina Nivea abrió sus ojos nuevamente, con una mueca dolorida y su pelaje casi erizado del temor.
—Soltadla…He hecho lo que dijisteis.
Aparté mi vista a Pharyb y a mis brujos.
—Llevadla al calabozo superior, luego me encargaré de ella.
—Ra, Ma Sharrak.
Se la llevaron lentamente, sosteniéndola inmóvil para que no pudiera reaccionar. Eso nos dejaba solos a la alicornio y a mí…
— ¿! Sabéis acaso quién soy?! — le mostré mis fauces, mis afilados dientes y la abrumé con mi helado aliento. —Soy descendiente directo de los dragones y dracanos que tomaron Equestria hace cien años. —El latido de su corazón se paró por un breve instante. —Vos sois la reina que socorrió a las princesas, vuestro poder fue la clave de nuestra derrota. Y yo, descendiente de esos valientes guerreros voy a terminar lo que ellos no pudieron.
—Si es venganza lo que arde en vuestro corazón, entonces estáis destinados al fracaso…
Me reí entre dientes delante de ella, cogiéndola del cuello sin demasiada fuerza.
—Majestad… —babeé soltando algunas gotas de mi helada y viscosa saliva al suelo, al tiempo que ella observaba asqueada. —..jamás he visto tan claro mi sendero. Mi destino ya está sellado y está lleno de gloria. —Saqué el Dranil y lo puse enfrente de ella. —Y todo gracias a vos. —De la superficie de mi rojiza gema, emanaron como raíces oscuras de rebordes espectrales que se engancharon a su cuerno y empezaron a drenar su magia.
La explicación es sencilla, solo por voluntad se puede emanar la magia del despertar, pero el resto…es fácil de arrebatar. La magia de una monarca, descendiente de sangre de cristal pura. Un deleite para mi reliquia. Las raíces se cobraban su poder absorbiéndolo a su interior, el brillo fue mucho más de lo que esperaba, e incluso llego a vibrar entre mis garras el Dranil. Cuando vi que la pobre y desgraciada ya caía de cansancio, cedí el drenaje y la dejé moribunda. Infesté sus cuernos con una de las urnas maléficas y volví a anularla. Se arrastraba por el suelo, tal y como me gusta, respirando con cansancio, con pesadez…
—No temáis majestad…pronto volveréis a la normalidad. Pero dado vuestro insolente comportamiento, discutiremos sobre vuestra liberación. —Cerré mis dientes, ofreciendo a esa inmunda mi mas complacida sonrisa. — Saludaré a las princesas de vuestra parte. — Y riéndome finalmente victorioso, abandone el lugar volviendo a intensificar la neblina que bloqueaba su poder por completo.
La verdad, si por mí fuera, la mataba, pero su utilidad aun podía destacar, así que tan solo me retiré. Pero, al abandonar su celda, sentí que algo me llamaba, unos susurros fantasmales, que me decían un nombre… Shul-Kalag.