Discord
Chapter 40: La pesadilla: el descenso del caos 3
Previous Chapter Next ChapterLluvia normal, lluvia de chocolate y lluvia de alquitrán; la primera es refrescante y logra regar el líquido primordial para la mayor parte de los seres vivos; la segunda es demasiado extraña, deliciosa es cierto, pero poco práctica, la tercera es la más asquerosa de todas, gotas negras pesadas y pegajosas de un tono negro, aceitoso, con una textura grasosa. Al principio, Celestia pensó que se daría la segunda, los pegasos creyeron que acontecería la primera, pero las nubes rosas liberaron la tercera.
Los guerreros alados viajaban a velocidad constante por debajo de las nubes, pues esa era su instrucción, al principio, ignoraban el efecto que las pequeñas gotas causaban, nadie podría culparlos debido a la concentración que tenían en sus oponentes; no obstante, las minúsculas cantidades del químico entraban en contacto con sus cuerpos, particularmente con sus plumas, también con su pelaje, este líquido cual aceite, se filtraba a las diferentes barbas de las plumas, entre los pelos del cuerpo, incluso en las melenas y colas que se hallaban al descubierto. Gota a gota, el efecto del líquido bituminoso lentamente entraba en acción: el peso de los guerreros alados se veía incrementado, la visión de muchos era bloqueado a causa de una gota en los ojos; pero lo peor era que las plumas de cada uno se veían pegadas, no dejaban tener un control completo y al mismo tiempo, se pegaban unas con otras para finalmente, terminar pegando secciones completas de las alas, inutilizándolas. En ese momento, su gran ventaja, además de su entrenamiento exclusivo en el combate, terminó siendo su peor desventaja; la altura que mantenían era su perdición, tenían órdenes estrictas de mantener una altura de al menos veinte metros por debajo de los estratocúmulos de Equestria; por lo cual, nadie se atrevió a elevarse más arriba. Pero siguieron adelante, continuaron hasta que en menos de diez segundos, unos cuantos comenzaron a caer debido al efecto adherente del alquitrán que unía tanto sus alas como sus plumas.
Las princesas no podían creer lo que acontecía frente a ellas, en grupos de a veinte, todos los batallones que partieron al ataque de los beligerantes se veían seriamente mermados. De forma inmediata, como si de yunques se trataran, los cuerpos de los distintos soldados se desplomaban con gritos de terror, pues un pegaso deja de temer a las alturas cuando aprende a volar; pero el miedo regresó intensificado en todos ellos. Nuevamente, las imágenes cambiaron de forma brusca, acercando a las princesas al vuelo interrumpido de la Mariscal Fair junto con el teniente Wisewind; que pese a ser los más fuertes del grupo se daban cuenta del inevitable fin. Wisewind, poco antes de caer en picada, se elevó un poco más, y usó sus ya inutilizados instrumentos de vuelo para tratar de planear, aunque no sirvió de mucho, pues su peso, junto con la resistencia del viento fueron tales que tantos sus fuerzas como sus emplumadas extremidades, se vieron vencidas y casi a punto de romperse. Fair pasaba pasaría por lo mismo, pero no lo permitiría, usando nuevamente sus alas, en plena caída, pudo crear cierta dirección en su descenso, no le serviría para caer a salvo, pero si le servía para otra cosa. Fair no pudo evitar lanzar un grito en la caída, anticipándose al que seguramente sería su fin. Pero a menos de diez metros fue alcanzada por su amado, quien el tomo en sus patas, abrazándola, para después dar un giro rápido. De esa forma, su cuerpo sería el que golpease el suelo.
Si bien había mucha nieve, esta no alcanzaba para amortiguar la caída de los pegasos, de hecho en más de un lugar solamente habían rocas o hielo en vez de tierra; que desde luego eran recuerdos de la anterior ubicación de la ciudad de los pegasos. La nieve se tiñó de rojo en muchas secciones, los quejidos agonizantes de algunos pegasos se extendían a lo largo y ancho del perímetro de los accidentes. Nadie pudo esperar semejante… golpe, más que todo porque los pegasos eran los encargados únicos del clima en toda Equestria; pero ahí estaba, una lluvia tan poco concordante con la realidad. Wisewind no tuvo tiempo para ver la realidad de la situación; mas toda su atención se centraba en salvarla, eso era todo lo que deseaba hacer, mientras tomaba a Fair en sus cascos, podía sentir como el impacto contra las ramas de un pino desaceleraba su caída, solo para que la ilusión de salvarse desaparezca en menos de un segundo, la fuerza que la caída de ambos sumaba fue suficiente para romper con las ramas que se atravesaron en su camino, para finalmente aterrizar en el piso nevado, que ocultaba una roca lo suficientemente prominente como para romperle varias costillas en el impacto. Sin embargo, su cometido logró realizarse, salvó al mariscal, quien rodó unos metros más cuando él la soltó debido al dolor.
Ni bien la hermosa pegaso terminó de rodar, se levantó instantáneamente para ver al teniente; pero al acercarse, tanto ella como las princesas pudieron percatarse del resultado de su acción: Wisewind tenía varias costillas rotas, era evidente que unas cuantas lograron atravesar el pulmón derecho del héroe, pues su respiración se dificultaba, además su sección media tenía serias hinchazones y deformidades.
- Wisewind, no, por favor no me dejes. Sollozaba la pegaso mientras se quitaba el casco para mirar mejor a su amado, sus lágrimas escurrían, por primera vez desde hace más de una década, considerando que ella tenía tres años cuando dejó de llorar. Sus cascos comenzaban a rodear a su salvador, impotente frente a la muerte que se acercaba, solamente podía despedirse.
Pero el recuerdo cambió de forma abrupta, mostrando de inmediato al señor del caos dentro de la enorme prisión de cristal flotante.
- Maldito, ¡tus guerreros eran una carnada! Refunfuñó Hurricane con furia, de no ser por una capa de vidrio que separaba al Draconequus del resto, la comandante habría tratado de liquidar a su oponente con su espada.
La nieve comenzó a caer nuevamente, las tropas caóticas continuaban su avance, las flechas eran detenidas por los vulcanos, pero unos cuantos pegasos habían sido lo suficientemente sagaces como para buscar en la vieja armería unas cuantas armas olvidadas. Treinta flechas de hielo eran suficientes para terminar con la mayoría de los seres ígneos. Pero se encontraban a la espera de las órdenes de su comandante Hurricane. Un pegaso llegó con cierta impresión en su rostro, rápidamente intuyó lo ocurrido en el lugar.
- ¡Abran fuego! Gritaba la pegaso líder de todo el ejército. Pero sus palabras no pasaban del cristal, por mucho que gritara, el pegaso no podía comprender.
Pero la comandante tenía más de un truco bajo la manga, así que sopló en el vidrio para posteriormente dibujar en él unos símbolos, sin mucha dificultad, el mensajero entendió la información, así que a toda velocidad partió del lugar a las nubes próximas, que eran las torres de observación de la antigua Cloudsdale, las flechas comunes estaban ya agotadas.
- Buena esa Hurricane, debo decir que pensé que tratarían de romper el cristal antes de escribir algo en él.
- Si rompo el cristal, los fragmentos caen sobre los nuevos soldados de Cloudsdale.
- Muy deductiva, por lo visto los pegasos no son tan impulsivos como lo imagine, pero de todas formas ¿Piensas que son los mejores guerreros? ¿Qué son lo mejor de lo mejor?
- El ejército de Cloudsdale no ha sufrido ninguna derrota desde su fundación, esta no será la excepción.
- Eso ya los veremos. Alegó Discord que ahora sostenía un guante de espuma con forma de garra de águila, llevaba también una visera con dos vasos de leche con chocolate conectados a su boca mediante una bombilla larga, la prenda tenía agujeros para dejar pasar sus cuernos.
La forma en la cual el Draconequus llevaba batallas de semejante índole era incomprensible ¿Qué criatura podría sentirse feliz o siquiera a gusto frente a tal horror? Celestia estaba a punto de plantearle la cuestión a su hermana, pero antes de poder hablar, está la miró con expresión seria, mucho más que de costumbre.
- No tengo la menor idea Tia, no quiero ver más. Pronunció la princesa, pues ambas habían apreciado el horror de la guerra en tragedias, así como distintas obras literarias, pero jamás la habían visto como Discord lo mostraba en sus recuerdos.
El horror, la inequinidad, la crueldad, la incertidumbre, todo ello acarreaba una guerra, el intento de invasión que Canterlot tuvo que afrontar el día de la boda de Cadance por parte de los Changeling, era un mero juego de niños a comparación de todo esto, sangre, lágrimas, gritos de dolor, de miedo; eran sonidos que componían la sinfonía de un concierto al que nadie quisiera asistir. Absolutamente todo lo que ocurría era a causa del Draconequus, Celestia no toleraba verlo, jamás pensó que su pasado fuera tan… ruin, nunca pensó que la estatua que estuvo en el jardín del castillo antaño fuese el peor de los villanos posibles, nunca se lo imaginó así. Esperaba ver que Discord usase su magia para controlar a todos los ponis, como lo quería hacer Tirek, pero ahora tenía el infortunio de ser espectadora en primera fila de como el caos descendió en Equestria.
- Hermana ¿Estás llorando? Interrogó Luna con cierta preocupación, lo que ocurría era triste, pero nunca imagino que su hermana pudiera sentir el dolor ajeno a tal grado.
Celestia se limitó a limpiarse la muestra de su aflicción; lamentablemente esta no era a causa de la guerra o del horror que necesariamente acarreaba, al menos no directamente. La razón para que su corazón se entumiera era ver al ser caótico que estaba comenzando a amar, convertido en un infame y despreciable ser, pero por más que intentaba, no podía escapar de aquella contradicción que se suscitaba entre su cabeza y su corazón; ahora no era debido a si enamorarse o no de Discord, era una lucha sin cuartel, ultimadamente sentía que el Draconequus era su otra mitad, realmente la complementaba, la amaba y esta lo amaba a él; pero el pasado mostraba a un ser tan detestable que su mente se indignaba. En cambio deseaba poder imponer justicia sobre semejante monstruo, quería… enserio quería odiarle, pero su corazón no se lo permitía, ese sentimiento que tenía hacia él era maldecido una y otra vez, maldito, maldito amor.
El recuerdo cambió de forma violenta, ahora llevaba a ambas gobernantes a las afueras de Canterlot.
Los muros de llamas producidos por el fuego de los fénixes separaban a los soldados, de esa forma, no tardarían en ser arrasados por un batallón completo de unicornios, era una estrategia tan mortífera y al mismo tiempo tan novedosa que los invasores se vieron anonadados ante tal despliegue aéreo, obviamente los vulcanos hacían lo posible por traspasar las líneas de fuego y cubrir a sus camaradas del asedio constante proveniente de Canterlot; no obstante, los pegasos evitaban los diferentes obstáculos inesperados, doblaban, subían bajaban, incluso galopaban en ciertos sectores, muchos cayeron víctimas de la sopa caliente que pudo sacarles ronchas en todo el cuerpo, otros fueron atrapados por los bloques de gelatina. El campo de batalla era todo un caos por no decir que los retoños que existían en los riscos de la montaña en la cual se hallaba la ciudad capital de Equestria no dejaban de crecer desde hace media hora atrás, lo cual no preocupaba a nadie, salvo a las princesas que bien sabían lo que saldría de ellas.
El grito de Buglar no hizo sino alertar a los diferentes guerreros que combatían junto con él, dentro de unos minutos llegarían los pegasos junto con los unicornios que ya se hallaban a todo galope a finiquitar con sus vidas, no podía terminar así.
- Vamos aves ¡demuestren que valió la pena tráelas hasta aquí! Gritó Buglar, esta vez su voz de mando fue incuestionable. Los Kundores salieron despedidos del centro del grupo ya que se hallaban transportando a algunos guerreros heridos.
Su vuelo era eficaz, extendían sus alas para gastar la menor cantidad de energía, como si tuvieran voluntad propia, se elevaron en lo alto, disfrutando de la agitación que producía e viento en su particular plumaje que no dejaba de botar una película demasiada fina de humo. Sekub entendió el blanco que tenían los diez Karis; no obstante, la cantidad de Fénixes cuanto menos triplicaba su número. No tardaron en llegar a la altura suficiente para confrontarlos, sin embargo, un fénix macho real se encontraba al frente de toda la parvada, tenía una cola grande, una envergadura que fácilmente igualaba a la de sus atacantes, voló hasta delante de la manada para extender sus alas y con el sol detrás de él se aseguró de cegar a sus oponentes antes de lanzar sus llamas sobre cada uno de los mismos.
El cuerpo de los karis fue directamente golpeado por las llamas, pero el humo producido por sus cuerpos se incrementó, lo que daba a entender que utilizaron su extraña transportación, de pronto un Kari se apareció frente al fénix más grande de la bandada, al igual que él, extendió sus alas, pero también su extensa cola se puso en línea recta debajo de este, abriendo sus enormes plumas para formar una especie de abanico, llevaba líneas rojas en él, pero el fénix ni siquiera se tomó el tiempo de observar detalladamente a su contrincante, por unos breves segundos, instintivamente observó los ojos del mismo, no los poseía, era extraño. Nunca jamás podría advertir el peligro que suscitaban aquellos ojos aparentemente inexistentes, algo paso, algo tétrico para las princesas y los unicornios guerreros; el fénix cayó desde esa altura casi por arte de magia, un nuevo papel se apareció frente a ellas, esta vez la princesa del sol no tenía las ganas de leerlo, así que Luna lo cogió con su magia para leerlo en voz alta.
- "Los Kundor son criaturas únicas; comparten una característica con Tirek, ambos toman magia de otros seres, la diferencia recae en que Tirek la extrae, en otras palabras roba la magia y la capacidad de controlar esa magia; los Kundor tenían una habilidad sorprendente con la magia, pero la forma en la cual extraían la magia era en realidad una conversión: convertían grasa, sangre y tejidos en general, en magia mediante un hechizo que solamente ellos conocían, pero para ello debe existir una distancia mínima entre su presa y ellos, la falta de sus ojos es simplemente una forma de distraer a sus presas, el proceso de conversión es increíblemente rápido y cuando se comienza a sentir dolor, es demasiado tarde"
Las princesas no pudieron creer los dotes que aves de aspecto tan endeble tenían, Luna recordó los lentes que Discord le dio y se los puso nuevamente para observar al resto de los karis en plena acción. La sorpresa fue grande al ver que primeramente la magia de las aves de plumaje extraño era de color negro; pero luego de convertir a su contrincante en magia, corrientes de colores turquesa, escarlata, gris ceniza y amarillo se dosificaban alrededor de su cuerpo, era como si se estuviese quemando. Ni bien los treinta fénixes cayeron presas de los karis, estos se dividieron en grupos de cinco, el primero se dirigía a Canterlot, el segundo iba directamente donde los pegasos; un enfrentamiento frontal contra ellos era un gran riesgo.
La cantidad de enemigos era lo suficientemente grande como para barrer con el ejército invasor, que ya se hallaba mermado en su número y fuerza inicial, su avance se reinició nuevamente; sus órdenes eran simples, ingresar en Canterlot y tomarla, para después escapar de ella, los que lo lograrían estarían un paso más cerca de ganar su libertad tan anhelada, en otras palabras nada los detendría hasta lograr el objetivo.
El recuerdo volvió a cambiar nuevamente, ahora la figura de los diferentes unicornios pertenecientes a los escuadrones designados para el combate en las afueras de la ciudad capital, un unicornio con melena roja, pelaje cerúleo y ojos carmesí formaba al frente de las fuerzas defensoras, su Cutie Mark estaba compuesta por tres huellas de distintos animales, la primera era de un ave, la segunda de un lobo y la tercera de algún reptil; junto con él, todos los soldados de Canterlot poseían armaduras pintadas de color dorado, al igual que los pegasos, varios pelos falsos salían de la parte de atrás, todos de color azul. Su rostro estaba demarcado por una gran pena.
- Los crié desde que eran unos pequeños huevos. Dijo de repente mientras veía el atroz acto que las extrañas aves negras, desconocidas por cualquier poni, realizaban, de alguna forma y contradiciendo a la naturaleza sus fénixes caían muertos.
Sin pensarlo, usó sus silbato para llamar a los que quedaban, pero no tardaron en ser interceptados, se suponía que los fénix no podían morir, se suponía que su magia los convertía en seres casi inmortales, deberían convertirse en ceniza y resurgir de las mismas, pero sus cuerpos yacían en la hierba, inertes, con todo rastro de vida casi extinto. ¿Cómo era eso posible?
- Red breeder (en el diario de Star Swirl en el capítulo 10 puse Redblue por error XD) el Rey acaba de dar la orden de atacar. Informó un mensajero que se transportó a lugar.
- Entiendo. Fue todo lo que pudo decir antes de ponerse nuevamente su casco, para dirigirse a sus corceles.
- Mis amigos, hoy combatimos por la grandeza de nuestra sangre, por la perfección unicornia, combatimos porque somos la sangre más noble, porque somos excelsos, magníficos, regios; y si alguien trata de probar lo contrario, nosotros le despertaremos de su inútil fantasía, pues nosotros tenemos control del poder más grande de todos: la magia. Marchen conmigo en la lucha contra esta escoria que trata de ser un afronte ante nuestra superioridad.
Los ponis comenzaron una carrera junto con su capitán, su victoria era segura a toda vista.
- Espero que Black Feather nos dé el apoyo necesario. Masculló en plena carrera, necesitaban su ayuda para distraer a los seres hechos de fuego, necesitaban concentrarse en sus hechizos más mortíferos para terminar con los canes bípedos y los insectos supercrecidos.
Los Karis que volaban en dirección a la ciudad capital, se acercaron cada vez más al bloqueo mágico que los unicornios efectuaban, uno de ellos chocó directamente con la misma, convirtiéndose en polvo, los otros cuatro no tuvieron una suerte diferente; pero para sorpresa de los hechiceros y de las princesas, se trataba de una mera transportación, el polvo era el humo que sus plumas desprendían, era extraño que dicho humo se dirigiese hacia la tierra en lugar de hacia el cielo y aún más, al parecer, se disolvía ni bien tocaba la tierra, desapareciendo.
En su avance, varios rayos de magia trataban de derribar a las aves, pero ninguno llegaba a dar realmente, pues si un rayo estaba cerca de acertar a uno, este se transportaba corta distancia, por esos momentos simplemente eran imparables; no obstante, en un momento de nerviosismo, uno de los unicornios hechiceros logró acertar a uno de los karis, este cayó en picada cientos de metros, pero nadie celebró el éxito del acierto, solamente sirvió para incrementar los esfuerzos que los diferentes unicornios ponían en sus disparos.
No obstante, los cuatro Karis restantes prosiguieron sin considerar el riesgo; hasta que finalmente se hallaron en la cima de la montaña, mientras evitaban los rayos, volaban formando una circunferencia sobre los unicornios que mantenían en alto el hechizo de protección, las líneas rojas que llevaban en sus alas y en sus colas intensificaron su color y en menos de unos segundos, bajaron las alas para después transportarse fuera del campo de magia, para elevarse en lo alto.
Sin advertencia y para asombro de todo el ejército defensor, del rey e incluso de los hechiceros de nivel mayor, el campo de protección mágico se disipó. Otra nota se apareció frente a las princesas, Luna lo tomó para leerlo en voz alta.
- "Los Karis liberan una cantidad inmensa de energía negativa o positiva, dependiendo de la energía que usen sus contrincantes, el choque de ambas energías en su confrontación directa logra reducir el poder de ambos hasta cero, de esta forma anulan el uso de magia durante un periodo de tiempo significativo; varía desde los quince minutos hasta la hora y media".
Después de realizar tal acción, los karis que restaban, desde la altura que alcanzaron, se lanzaron en picada contra las distintas catapultas, en total existían veinticuatro máquinas de asedio similares, distribuidas en cuatro lugares de la montaña, cuatro en dos torres, seis en la ladera sur, otras seis en la ladera norte y por último ocho en el pico de la montaña, lugar estratégico para tener una provisión casi inagotable de rocas con bordes filosos que eran extraídos de las laderas, con piedras afiladas que los unicornios hacían levitar varios metros por encima de los mismos. Pero ahora sus municiones se agotaban, los unicornios tomaban picotas para continuar con el trabajo. Pero las catapultas debían ser eliminadas en el acto, por lo cual, los karis se convirtieron en proyectiles vivos, alcanzando una velocidad similar a la de un halcón, a dos metros de sus picos, varias barreras se crearon, tenía un color blanco y forma de cono, logrando cubrir todo el cuerpo de las aves.
Los unicornios en tierra observaban la capacidad de las cosas que se alzaban en lo alto.
- ¡Qué son esas cosas! Gritó una unicornio, vestida para la gran fiesta que se celebraba aquel día.
Todos los ponis se encontraban algo anonadados por la gigantesca imagen en lo alto minutos atrás; pero ahora el miedo invadía sus corazones, Gold Mane pudo comprobar desde lo alto de su torre a toda su gente corriendo, tratando de salir del lugar.
- Teniente, abra las puertas de la fortaleza, que mis súbditos ingresen dentro. Mandó Gold Mane con un gesto de preocupación.
- A la orden, gritó un unicornio que se hallaba en la entrada de la habitación. Mientras trataba de comprender el cambio que había dentro, pues hace poco más de una semana la torre real era una habitación amplia, sin divisiones. Pero ahora había un muro en mitad de la habitación que bloqueaba la vista de la derecha, no obstante, el Rey estaba sentado en su trono en el extremo izquierdo. La orden de no entrar a la torre era algo extraña; pero era su gobernante supremo y debían acatar sus órdenes.
- Fue muy buena idea que no les ordenaras no entrar, no queremos tener otro drama aquí dentro ¿Verdad? Anunció el Draconequus con una mirada sarcástica, se encontraba sentado delante del muro, sorbiendo un vaso de leche con chocolate.
Después de borrar la memoria de los guardias, el Draconequus los puso en la fiesta para que ayudasen a resguardar a los súbditos del Rey. Quien trataba de contener la ira ¿Quién podría sentarse junto con el comandante de sus atacantes y conversar mientras una guerra se llevaba fuera?
- Espero que te esté gustando todo este… espectáculo, me tomé muchas molestias para realizarlo. Aclaró el señor del caos quien revisaba una especie de guión, dentro tenía varias anotaciones, papeles volando, pequeños recordatorios, incluso la receta de un sándwich de pasto con cáscara de banana frita; incluso un recordatorio de dónde puso la capa de uno de sus disfraces favoritos.
- Solo espero que no huyas cuando gane. Anunció gobernante supremo de toda Equestria, mientras observaba extrañado el objeto peculiar que el señor del caos llevaba entre sus garras.
- Gane o pierda ya cumplí mi objetivo mi decadente rey; el caos es inevitable, pero si ganan tendrás lo que tanto deseas. Advirtió el señor del caos mientras continuaba hojeando el pequeño libro de contenido aparentemente inútil; nadie sospechaba lo que estaba escrito en él, bueno, para comenzar lo estaba leyendo al revés.
El unicornio se quedó sentado en su trono, Discord… o como quiera que se llamase era un grandísimo imbécil; pero ahora comprendía que la batalla sería un poco más costosa de lo que previó inicialmente.
- Un pequeño detalle que se me escapaba… puedes rendirte cuando quie…
Una sonrisa llena de soberbia calló al señor del caos que no pudo sino sonreír ante la actitud de Gold Mane, quien se tranquilizó poco antes de dirigirse hacia su acompañante con un claro sentimiento de superioridad frente al mismo.
- Cuando todo esto termine tendré una mascota a la que esclavizaré contra esos inútiles ponis terrestres, he oído decir que las plagas se exterminan entre ellas, bueno, al menos sé que una rata como tú puede comerse a las cucarachas como esos terrestres.
- ¿Enserio estás tan seguro de tu victoria? Preguntó el Draconequus con una sonrisa en su rostro, una sonrisa que solamente él y en este caso las princesas entendían. Aquella expresión de alegría se debía a las palabras del rey, cualquier otro se indignaría con ellas, pero Discord sonreía, pues pronto se vería a prueba la supuesta grandeza de los unicornios.
- Somos lo mejor de los ponis y de todos los seres posibles; los terrestres, los pegasos y cualquier otra criatura nos debe reverencia, pues en su inferioridad recae su grandeza para nosotros. Les debemos clemencia a cambio de su servicio incondicional.
El señor del caos observaba las expresiones del rey mientras una pluma mágica escribía en un pergamino las palabras del gobernante.
- ¿Tiene sentido que los ponis terrestres se rebelasen? Cuestionó el Draconequus quien disfrutaba de la charla mientras sus risas eran contenidas.
- Claro que no, la magia es nuestra, el poder de dar vida a sus cosechas es nuestro, sus vidas son nuestras, pero al parecer esa estúpida de Cookie no supo resignarse a su derrota.
Los cuatro karis bajaban a toda velocidad, para chocar contra la tierra, pero centímetros antes de llegar a impactar con el duro piso de la montaña desaparecían, para aparecer centenares de metros a la distancia, no obstante, su objetivo era lograr que el campo de fuerza que se afianzaba fuertemente a pocos metros delante de su pico, colisionara contra el terreno, causando una onda expansiva hecha a base de la fuerza resultante del impacto, así como de la magia que había dentro de ella. El resultado era una especie de explosión que se extendía por unas decenas de metros, en todos los casos dejaba un cráter de al menos treinta centímetros de profundidad. Pero lo importante era la onda expansiva, era tan fuerte que lograba fácilmente expulsar a los unicornios que operaban las maquinarias de asedio e incluso las máquinas mismas varios metros sobre el aire.
Cuando el rey llamaba a los ciudadanos a ingresar dentro de la fortaleza dentro del castillo, que en realidad era una cueva del tamaño de un cuarto de la ciudad, excavada hacia el corazón de la montaña y debido a que varias ratas vigías ingresaban junto con los ciudadanos de Canterlot, las princesas podían apreciar toda la conmoción, el caos que ocasionaba la batalla en las afueras, hace tan solo un par de horas atrás se encontraban en plena celebración; muchas unicornios aun llevaban puestos sus elegantes vestidos hechos a casco, con encajes finos, costuras delicadas y colores vivos. Muchos de los unicornios se encontraban con barbas peinadas acorde a la época, también llevaban un peinado a la moda, junto con su porte de total elegancia, elevando la cabeza y manteniendo sus cuernos en lo alto. Pero faltaban aún una porción de los habitantes de Canterlot, por lo cual una rata bien posicionada en la entrada de la cueva, sobre un risco, pudo dar a las princesas la reconstrucción de ese lugar. Los unicornios restantes se aglomeraban de forma desesperada, acudían en busca del refugio de Gold Mane, quien les abrió la puerta de su fortaleza.
- ¡Apúrense! Gritó uno de los soldados encargados de salvaguardar a los civiles.
Vestidos rasgados, unos cuantos pisoteados por la cantidad de ponis que deseaban salvarse, el caos se ceñía fuertemente en la entrada de la fortaleza hasta entonces desconocida para muchos de los habitantes de la capital de Equestria.
Pero no fue sino hasta que varias catapultas cayeron desde lo alto de la montaña que el miedo invadió los ojos del rey, que en su torre buscaba en sus lecciones de historia y de estrategia militar algo que pudiese contra la extravagante e ineficaz estratagema de su oponente, pero nada lo preparó para ese momento, sus hechiceros no podían utilizar su magia, sus guerreros corrían montaña abajo con espadas en alto, su impresionante y regia fuerza especial aérea había sido vencida, contra todo cálculo previo, su asombroso material bélico de asedio que fácilmente podía diezmar a ejércitos completos por tierra estaba siendo destruido. Para empeorarlo, el campo de batalla le era completamente desconocido, géiseres de sopa caliente, plantas enormes, incluso aquellos bloques de gelatina eran un absurdo, incluso con magia, ningún cuerdo estaría listo para luchar en esas condiciones, era una locura. Pero tenía a los pegasos viniendo a ayudarlos, también tenía a sus fuerzas de caballería e infantería intactas, mientras que las del patán que estaba a su lado eran una cantidad ínfimamente inferior a sus tropas. Por lo tanto, pese a que sus enemigos se esforzaron, estaban más cerca de una derrota que a una victoria.
- Perderás y después haré que clames por una muerte rápida. Aclamó el rey con la confianza en sus corceles. Ellos podían ganar la batalla sin ningún esfuerzo, en especial porque las fuerzas invasoras estaban desorganizadas y por lo visto, pésimamente entrenadas.
- Bueno. Sostuvo el señor del caos poco antes de levantarse, para después enrollar el libreto y tirarlo a un pequeño techo de paja que se hallaba a decenas de metros debajo – creo que volveré cuando la función esté un poco más emocionante. Entonces el señor del caos desapareció del lugar con un simple chasquido.
Bueno, espero haberlos dejado con ansias de ver cómo termina esta batalla épica, debo admitir que estos días comprendí que en el intento de entender a Discord, al interpretarlo según mi forma de verlo, le di cierta cantidad de pensamiento y sentimiento mío, al igual que todos los autores. Pero aun así trato de apegarme al libreto presente en los capítulos, comics y libros oficiales, desde luego esta solamente es una de las muchas formas que existen de ver MLP, que no es más ni menos que las demás, nos leemos pronto, descansen bien, coman bien y más que todo, busquen su felicidad.