Discord
Chapter 32: Un amor caótico
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Los personajes de MLP: FIM no me pertenecen.
Antes de leer este capítulo advierto que este tratará únicamente el enamoramiento entre Celestia Y Discord, traté de sacarle el mejor brillo posible; así que espero que esté acorde a sus expectativas. Además debo admitir que bajo mi interpretación de Discord, este capítulo resultó ser el más difícil de escribir hasta el momento.
El viento nocturno traía consigo el perfume proveniente de distintas partes del jardín del castillo real; Celestia se deleitaba con el aroma mientras sus pasos acompañaban a los de Discord, quien se había callado desde hace un buen tiempo, logrando que ella ingresase a sus pensamientos nuevamente.
La duda era quizás la peor de las torturas en el transcurso de una relación tan extraña, la princesa consciente de ello observaba a lo lejos, primeramente esperaba que Luna no lograse ver una situación tan sugerente; pero luego ello dejaba de tener importancia ¿por qué la criatura más habladora que conocía se quedó tan callada de repente? ¿Qué le quería mostrar?
Tratando de disfrutar el paisaje nocturno, el sonido de unos grillos, de una fuente de agua cercana y de la luz proveniente de la luna nueva, la princesa mantenía sus pensamientos dentro de su cabeza; aunque esta llegase a pensar la situación más alocada de todas, ladeó la cabeza con una sonrisa de pronto, era muy loco pensar en aquello.
- ¿Qué ocurre? preguntó el señor del caos dejando ver su preocupación, incluso él se había puesto a pensar en aquellos temas insólitos.
- Nada, respondió la princesa, ocultando su estado emotivo, era demasiado buena para ello. Pero no lo suficiente.
- Está bien.
El de ojos rojos volvió a mirar hacia el frente; por muy extraño que pareciese, deseaba caminar sin emitir sonido alguno ¿A quién quería engañar? La razón para estar paseando por los jardines donde alguna vez fue parte de una exposición del caos, era para poder apreciar a la poni que ultimadamente le estaba quitando el sueño, por muy corto que fuese a ser la duración del paseo, anhelaba compartir aquel instante con la princesa, la causa del silencio era poder concentrarse en observar la belleza de la alicornio, la luz blanca reflejada en su pelaje, su melena aún despeinada, la ausencia de sus ornamentos reales, los pasos tan firmes como delicados, la luz reflejada en sus ojos con el contraste del verde más obscuro de la vegetación; caos y orden en perfecto equilibrio, así se sentía.
La alicornio se limitó a caminar junto con el Draconequus, tan inmersa en sus pensamientos que no pudo percatarse de la mirada fija que este tenía; breves fueron aquellos minutos, hasta que llegaron a una fuente de agua, el sonido que generaba el flujo constante de agua incitó a ambos a hablar, para que el otro no se olvidase se su presencia.
- No sabía que las noches en este lugar fueran tan tranquilas, inició Discord.
- Pues lo son, Star Swirl solía dar muchos paseos nocturnos, todos en la sección donde tú te encontrabas. La princesa notó la reacción que sus palabras causaron en su acompañante.
- Sí, ese viejo ridículo era un poni especial. No sabía por qué, pero Discord deseaba expresar sus sentimientos, desde luego, hecho que le era completamente extraño.
- Así que fue tu maestro, dime: ¿Fue estricto contigo? Preguntó curiosa la princesa, quien extrañamente deseaba conocer mejor a su interlocutor, sintiéndose libre con sus sentimientos hacia él, disfrutando de aquella conversación.
- ¿Acaso no viste mis recuerdos? Él era un verdadero viejo loco, me hacía leer más libros que Twilight, era muy exigente.
- Sí, fue igual conmigo y Luna; prometes guardar un secreto.
- Na – dijo con sarcasmo para después observar la mirada de Celestia y cambiar su respuesta – por supuesto que sí.
- Cuando era nueva en la magia, tenía celos de Luna.
- ¿Por qué? Preguntó el señor del caos entretenido.
- Porque era muy talentosa, tuve que esforzarme mucho para poder superar su avance.
- Pero es menor que tú.
- Lo sé, pero aprendía mucho más rápido que yo.
El señor del caos se limitó a sonreír mientras observaba la Luna.
- El viejo Star Swirl… Dijo suspirando, al recordar más de un momento del pasado.
- Sí, al principio no pude creer que fue tu maestro.
- ¿A no? ¿Qué acaso no ves el parecido que tenemos? Respondió el de ojos rojos mientras un sombrero similar al del barbado se aparecía en su cabeza. Provocando una sonrisa en la alicornio, quien se sentó en el paso.
- Pero después noté su carácter y me di cuenta de que no mentías.
Pronto la princesa se recostó sobre sus patas, había sido un día muy agotador, su cola se desplazó hacia adelante, levantándose sobre el suelo, el Draconequus simplemente se quedó observando la escena, como si fuese la más hermosa de todas las imágenes ¿Qué está pasando? Se preguntaba a sí mismo mientras trataba de controlar los latidos de su corazón o el repentino calor que sentía su cuerpo.
- Recuerdo que una vez me vino a visitar. Mencionó el señor del caos.
- ¿Qué te dijo?
- Nada, siendo una estatua, dudo mucho que esperase una respuesta – ironizó el señor del caos – pero me observó por un rato.
- Bueno, él siempre tuvo un gusto pésimo para el arte. Dijo burlonamente la princesa.
El señor del caos solamente levantó una piedrecilla y la arrojó en dirección a la melena de la burlona.
- Hey, no te desquites con mi melena.
- ¿Alguna vez me visitaste? Preguntó de repente el señor del caos, tomando por sorpresa a la alicornio, no se esperaba esa pregunta.
Aquella pregunta no tenía por qué ser incomoda; pero lo era, no por el pasado detrás de la forma pétrea del señor del caos, sino por el presente.
- Sí, recuerdo que una vez visité por accidente tu estatua.
- Así que tú eres la que garabateó mi cola, esas cosas no se hacen Celestia. Dijo Discord, burlándose de su pasado de forma tan peculiar que la princesa no supo exactamente cómo reaccionar.
- Adivinaste. Dijo la princesa mientras cerraba los ojos en señal de arrepentimiento. Siguiéndole el juego.
El pasado era tan distante, tan perjudicial y en esos momentos, tan poco importante para ambos, ignoraban de forma voluntaria toda la historia hasta los últimos meses en los cuales convivieron; algo fuerte surgía, eso era evidente para ambos, cuando sus ojos se cruzaban, cuando sonreían, incluso en aquella charla de temas poco importantes ambos sentían que no había cosa más importante que escuchar al otro y comunicarse con él.
- Nunca imaginé que pudieras ser tan divertida. Soltó de repente el señor del caos.
- Y yo jamás pensé que me pudiera sentir a gusto a tu lado.
- Y dime, que fue de…
El señor del caos observó fijamente a la princesa, quien se sorprendió al ver la intensidad de la mirada del Draconequus.
- Celestia, no me gusta hablar del pasado.
- ¿Entonces por qué me muestras tus recuerdos?
- Supongo que tienes el derecho y el deber de conocer mi pasado.
- ¿Por qué?
- Porque me venciste hace más de mil años y me perdonaste la vida creo… a veces ni yo sé la razón de las cosas que hago.
La princesa ladeó levemente la cabeza, definitivamente Discord era un caso especial. Pero dejando de lado la razón por la cual mostraba su pasado; Celestia recordó al joven Discord, evocando el momento exacto en el cual observó todo su sufrimiento, toda aquella iniquidad de la cual había sido presa, en ese momento no pudo hallar respuesta a cómo aquel joven superó todo aquello; ahora entendía hasta cierto punto la verdad, no había podido con todo, tanta maldad, tanta perversidad era capaz de acabar con cualquier corazón noble, pero el señor del caos, de alguna manera conservaba ciertas minucias de aquel pasado; sin embargo sus ojos se encontraban llenos de pena, de dolor, tan taciturno que no podía sostener la mirada.
De no ser porque conocía ese pasado, Celestia jamás se habría percatado del dolor presente por esos instantes en la mirada del Draconequus, ella era contagiada por ese dolor, ver el sufrimiento de alguien a quien ella quería y hasta cierto punto empezaba a amar, era desgarrador. Otro aspecto del momento resonó dentro de sus recuerdos, en ese instante, ella deseó decirle al joven Discord que nada de aquello había sido su culpa, que tuviera esperanza.
Discord llevaba heridas tan grandes que no se habían cerrado por completo, otras incluso se habían conservado igual; no deseaba recordar, es más, lo odiaba; pero debía. Desde hace algún tiempo, empezó a detestar su pasado, lo que hizo; lo que no hizo, todo aquello era ya inalcanzable; el presente realmente era un regalo, el más valioso de los momentos de toda su vida, pues ahora podía sentirse feliz y de hecho lo era, más de lo que alguna vez pensó y mucho más de lo que se merecía. De pronto, sus sentidos se agudizaron solamente para ofuscarse en un hecho, unos cascos lo rodearon, un cuerpo ajeno al suyo se encontraba demasiado cerca, podía sentir su calor, podía sentir su pelaje, incluso el aroma de aquella melena que tanto le fascinaba.
Celestia de un momento al otro se había dejado llevar por sus sentimientos, no daba cuenta del momento en el cual se levantó de su lugar para acercarse donde el Draconequus y abrazarlo con todas sus fuerzas, tratando de curar sus heridas, tratando de borrar aquella mirada llena de melancolía, llena de dolor. Mágicamente todo aquel sufrimiento se esfumó. El de ojos rojos se limitó a cerrar los ojos, para deleitarse con las fuertes palpitaciones del corazón de la princesa, su melena toda desordenada, aquellos cascos que lo aprisionaban y apretujaban. Su pelaje era tan suave, sus cascos tan delicados, por breves segundos se sintió en un paraíso.
Una vez que Celestia recapacitó, se separó rápidamente del de ojos rojos, esperando no haber arruinado la velada; pero el vacío que generaba la ausencia de aquella poni en el Draconequus era tan grande que le hizo anhelar más, pronto tomó su casco que se encontraba en pleno repliegue, para después halar de él y causando que el cuerpo entero de Celestia se arrimara, instintivamente observó los ojos hermosos de la alicornio iluminados con la luz blanca de la luna, revelando el color violáceo de los mismos, para después acercar sus labios a los de ella de forma lenta pero impulsiva. La alicornio desde luego no esperaba semejante comportamiento por parte del de ojos rojos, sin embargo lo deseaba. Mientras sus labios se juntaban con inocencia en caso de Discord y con experiencia en el caso de Celestia, ambos sintieron lo mismo, una sensación tan placentera, que recorría su cuerpo a velocidad sorprendente, como esas descargas de estática que dan cuando se toca un objeto metálico, no, mucho más fuerte, el corazón de ambos se aceleró, Discord cerró los ojos para poder degustar mejor de aquel momento, la princesa imitó aquel acto; sin bien el señor del caos jamás había experimentado sensaciones como aquella, estas superaban las expectativas que tenía.
La magia del Draconequus se salió de control sin que este se percatase de ello, mucho menos la princesa, pues al hallarse ambos tan absortos en aquella manifestación de su amor hacia el otro; pronto tuvieron que separarse para tomar aire, pero ello no evitó que juntaran los hocicos – supongo que es normal, en la serie se ve muy a menudo, así que por que no XD – sus ojos se vieron profunda e inocentemente, ambos era completamente sinceros en lo que sentían y en la forma en la que lo demostraban, aquel sentimiento tan puro, tan inocente envolvía el ambiente, lo hacía todo más hermoso, ofuscaba toda realidad externa, los sujetaba de forma tan recia y delirante que no necesitaron palabras; bastaba con la mirada, con el contacto que sus hocicos hacían.
En ello, un recuerdo inoportuno, lejano y punzante llegó a la princesa, sus ojos rápidamente viraron a otro lugar, mientras se mordía el labio inferior; aquello no era correcto, por más de una razón. Discord desde luego pensó que era por algo que él hizo, así que por unos segundos se quedó callado, esperando alguna señala para actuar.
En su regreso al mundo, Celestia comenzó a sentir que su cola tenía un peso mayor a lo habitual, por lo cual volteó su cabeza para observarla; al hacerlo pudo apreciar el cambio que todo el entorno había sufrido, para empezar todo el piso se convirtió en un estanque de agua, salvo por el lugar donde ambos se encontraban, el agua era tan cristalina que podía ver peces de gran tamaño nadando en la superficie, parecían estar hechos de piedra, con fuego en lugar de cola o aletas; estatuas de todo el jardín se elevaban en el aire sin detenerse; varias esferas de agua que se movía en diferentes direcciones, se levantaban del estanque, este a su vez se encontraba completamente estático, pese a que varios peces de piedra saltaban sobre él esa extraña agua no se movía, no salpicaba ni nada, en un árbol cercano comenzaban a brotar flores de todos los colores, pero tan pronto como se abrían, sus pétalos se convertían en burbujas que bajaban al estanque, para reventar y liberar un pigmento del color de la flor a la que pertenecían, el resto de la flor se esparcía de la misma forma que un diente de león. Las raíces se comenzaban a hundir en el agua y pese a la claridad de esta, Celestia pudo percatarse de la gran profundidad que tenía, pues un sinfín de peces de características similares a los que vio empezaban a surgir desde lo más profundo, pero se hallaban a una profundidad tal que solo eran pequeños puntos; mariposas compuestas básicamente de magia comenzaban a volar alrededor, ingresando y saliendo de las esferas de agua.
Tanto caos era simplemente… bello, al menos así pensó la alicornio por un momento, apreciar tanta luz, tanta obscuridad, tantas leyes quebradas, tanta absurdez; tenía cierta belleza casi inexplicable, no era muy diferente que la de Discord; sin embargo, cuando volvió a observar el agua cristalina del estanque, la estatua de un poni comenzaba a hundirse en ella ¿era el rey sombra? Su vista parecía engañarla, pero en un simple parpadeo la imagen desapareció, no, aquello no era magia, era conciencia. Comenzaba a torturarla nuevamente, como hace pocos instantes atrás el recuerdo de aquel unicornio que fue su primer amor, aquel que nunca se olvida, aquel que por el cual había sufrido y por el que se había considerado la poni más feliz del mundo. ¿Por qué? Se decía a sí misma, tratando de hallar la respuesta para un meollo tan grande que difícilmente podría responder, pues sus sentimientos hacia Sombra desaparecían, haciendo que sintiera cierta extrañez ¿acaso era por la distancia? O ¿tal vez por una actitud egoísta? Habían tantas posibles respuestas; pero ninguna cambiaba el hecho de que su amor hacia el Draconequus comenzaba a tomar parte en lo más profundo de su ser, donde alguna vez existió otro poni.
¿Era correcto? Se preguntó nuevamente ¿Era correcto enamorarse de otro poni cuando prometió amor eterno a otro? Incluso cuando ese poni se sacrificó por ella, incluso con su nobleza, su gallardía, en conjunto su esencia tan buena, rozando lo máximo, incluso todo eso no bastaba para que su corazón de forma rebelde buscase un… reemplazo ¿Reemplazo? ¿Discord era un reemplazo? Tan profundo calaba aquella interrogante que no pudo prestar atención a la forma con la que el de ojos rojos la observaba, él aún continuaba en un estado de hipnosis con sus ojos, reflejaban sus emociones y el señor del caos pensaba que se debía a él.
Cuando sus miradas se juntaron nuevamente, ambos cambiaron, haciendo como si nada de aquello hubiese ocurrido, Discord se limitó a chasquear los dedos para reparar el caos que había generado de forma involuntaria. Pronto el también recordó un hecho fundamental que no tuvo en cuenta, el rey Sombra, por un momento se cruzó por la mente la conjetura de que la princesa seguía enamorada de él, algo que, incluso ella desconocía.
- Emm, espero que te haya gustado. Fue todo lo que el Draconequus dijo antes de usar su magia para desaparecer.
Su cobardía salió a flote, de momento su carácter normal se encontraba ausente, sus reacciones eran completamente diferentes, ni un chiste, ni un comentario sarcástico o mofa; algo tan simple como chasquear los dedos, alejándose del lugar. ¿Cómo pensé en eso? Se decía dentro de su cabeza, no le importaba exactamente el lugar, solamente quería salir del allí. Él único rechazo que realmente no quería afrontar era el de ella. Prefería no recibir el no y tomarlo como dado; pero de todas formas aquella pequeña ilusión que habían creado en aquellos segundos fue lo más hermoso que pudo experimentar.
- Me gustó. Respondió la princesa en la soledad del jardín.
Ese era el problema, le "gustó" demasiado, de hecho, más que cualquier otra experiencia anterior y para el peso de su conciencia más que el Rey Sombra, era tan cierto que el arrepentimiento, él podría haber sido así si hubiese hecho esto llegó a su cabeza, sus sentimientos se batían a muerte en el interior de la princesa, a tal grado que evitó todo contacto usando una transportación a su habitación, pero de la justicia y el amor no se escapa. Y ella deseaba terminar con todos esos pensamientos de una buena vez, ya no escaparía, se les enfrentaría.
Era curioso que de todos los lugares posibles, el de ojos rojos recordase otra parte del jardín del castillo, para ser más exactos, el lugar donde su estatua había estado alojada, su cabeza daba muchas más vueltas que de costumbre, nunca antes había pasado por aquello y hacerlo era incómodo, la luna se mantenía en lo alto mientras sus cavilaciones comenzaban a producir cierto malestar dentro suyo. Para comenzar había hecho caos sin quererlo, algo que solamente había experimentado una vez, dentro de la celda de los ponis terrestres, mientras pensaba en ello chasqueó los dedos para transportarse al techo del castillo, tenía sentido cambiar las tejas por queso.
Su humor no podía cambiar, aun cuando le puso mayonesa y salsa picante a cada teja, no podía sonreír. Cierta tristeza lo embargaba, pues cuando percibió aquella mirada de Celestia, pudo notar la confusión dentro de ella y por último la negación inminente que le daría; luego de pasar por algo que lo había hecho tan feliz, no deseaba ser lastimado. El rey sombra del mundo alterno, vaya título. Cuando el señor del caos repensó lo sucedido pudo dar inmediatamente con sus recuerdos.
Y es que cuando Celestia le contó toda su historia romántica del pasado, lo hizo con tanto sentimiento que prácticamente tenía el corazón en la boca; era muy cierto que Sombra era en muchos sentidos su opuesto; de hecho, todo lo que apreció de la descripción de la alicornio era en esencia, algo tan diferente, que no solamente llegaba ser su opuesto, sino también que llegaba a coincidir en muchas cosas con su yo del pasado. Pero bien sabía que Sombra era el primer y seguramente el único amor que Celestia tenía. Ya sea por la inseguridad o por el simple pesar que apretujaba su corazón; el señor del caos sentía un revuelto en su corazón, le hacía sentir de forma maravillosa y al mismo tiempo le daba un dolor mayor al de su enfermedad, de cualquiera que haya experimentado antes.
Tratando de relajarse, hizo aparecer una nube rosa en frente de él, del tamaño de su puño, después un vaso de cristal, que posteriormente llenó de leche chocolatada, ese líquido tuvo un efecto inmediato en su cabeza, logrando que pensara con cierta lucidez. Sin tomar en cuenta lo sucedido durante los últimos días con la princesa ¿Estaba enamorado de Celestia? O era un estado pasajero; por muy ridícula que fuese la pregunta, pues esta se había repetido con anterioridad y en todas las ocasiones con una respuesta afirmativa, era necesaria para continuar con su forma caótica de pensar. Bien, admitiendo la realidad, sí, estaba enamorado. Se respondió a sí mismo, mientras lanzaba el vaso varios metros abajo, de pronto se dio cuenta que el vaso causaría más caos del que necesitaba en ese momento, así que un chasquido hizo que el recipiente desapareciera antes de chocar con el piso.
Continuando con la respuesta: ¿Quién era él? Era el señor del caos, respuesta simple. Muy bien: ¿Por qué le gustaba la leche con chocolate? El de ojos rojos se acarició la barba para pensar mejor, quizás porque los diferentes ingredientes se podían mezclar de diversas formas, en distintas medidas, todo ello al final obtenía como resultado un sabor distinto, desde el más amargo hasta el más dulce o más grasoso, existían tantas probabilidades.
Perfecto: ¿La nieve podía ser de color violeta? Efectivamente, si algún poni del clima lo deseaba podía darle color a los copos de nieve, incluso él con su magia podía dar colores a la nieve.
El Draconequus sentía que la respuesta se acercaba cada vez más, pero faltaban un par de preguntas más: ¿Una piedra podía ser solamente una piedra? En su larga vida, había comprobado que una piedra podía adoptar formas, convertirse en objetos distintos, podía incluso ser arte o una herramienta con el trabajo, pero técnicamente no dejaba de ser piedra, así que no.
¿El ayer es hoy? Desde luego que no.
Entonces, la respuesta se encontraba allí, él era el señor del caos, habían mil y un posibilidades de vivir su vida, él era el resultado de sus acciones, de sus decisiones y aunque el pasado fue gran parte de su vida, el hoy era la oportunidad perfecta para reinventarse, para tomar las posibilidades y seguir cada una de ellas; alguna vez lo había pensado, pero ahora tenía algo que en ese entonces no: la voluntad de hacerlo.
Entonces ¿Qué era Celestia para él? Obviamente su primer amor y muy probablemente el último. Quien le complementaba y a quien complementaba, algo tan distante y al mismo tiempo tan cercano; aquella poni que ingresó a lo más profundo de su ser y sacó de forma impensada, puede que incluso sin que ella se diera cuenta, aquello que lo convertía en el ser feliz que era: amor, esperanza y dolor. El amor era la palabra que expresaba todo aquello.
Si tan solo la alicornio sintiese lo mismo, se dijo recordando su expresión de rechazo; aun sentía una gran punzada en su corazón por ello, sin embargo ahora lo afrontaba con un enfoque distinto, ahora entendía que ese amor sobre el que había pensado tanto y bajo el cual se había encontrado los últimos meses, ese sentimiento tan puro, tan poético y al mismo tiempo tan absurdo, tenía una dueña o al menos algo parecido a ello, esa parte tan grande era hacia Celestia, en cierta medida era suyo, pues provenía de él. Pero no era precisamente gracias a él y peor aún, era entregado a Celestia, en cada acto, en cada palabra, incluso en aquellos momentos, ese bello sentimiento era parte suya, desde luego y conformaba todo lo que él era o podría ser, tan solo una parte dentro de lo que se halla bajo el nombre de Discord, pero aquella parte era únicamente de Celestia, ya que estaba entregada a Celestia, independientemente de la voluntad de Celestia, aunque pareciese extraño. Más bien, era el deseo, no, la voluntad de Discord la que obsequiaba aquel bello sentimiento, aquella pequeña parte suya a la alicornio, aun si resultaba lastimado, aun si la adversidad terminaba por finiquitar con la relación existente entre ambos, era suyo. Dependía de ella aceptarlo o serle indiferente.
Independientemente de lo que hiciese la princesa, él era feliz de sentir algo tan especial; por supuesto, dentro de su cabeza se formaba el mejor de los casos, imaginaba un amor correspondido, un mañana diferente, imaginaba a Celestia admitiendo lo mismo; al fin y al cabo, era un deseo que le sabía tan natural. Pero sin dejar lugar a la imaginación en exceso, debía ser sincero, la realidad era distinta a como lo pintaba su mente. Su amada estaba enamorada y no era de él. Ahora ¿Existía la posibilidad de amar a más de un poni? Pues de ser así, tenía una oportunidad.
Sombra era un poni de corazón noble, cualquier poni se hubiera enamorado de él, de eso estaba seguro, él definitivamente era lo que Celestia se merecía, pues estaba a la altura de esta; ahí se encontraba la línea que separaba las cosas de forma innegable. Lo más seguro era que los ponis se enamoraban no del aspecto o de las pertenencias, sino de lo más profundo de otro poni. Lo había entendido durante los últimos años al lado de sus amigas ponis, no en vano buscaban su denominado poni especial por mucho tiempo, probando más de uno. En ese momento el señor del caos deseó haber puesto un poco más de atención a aquellos detalles.
No obstante la idea era bastante clara, los ponis y toda criatura capaz de sentir amor, mira dentro del corazón, esa era la razón por la que lo habían reformado, al menos por parte de Fluttershy; pero volviendo al asunto. Sombra era muchas veces mejor en el fondo de lo que el de ojos rojos podría ser. Era cierto que alguna vez su interior relució un brillo singular, quizás tan grande como el de Sombra, pero él había optado por un camino distinto a aquel. Si bien ahora se encontraba en un proceso de catarsis o de recuerdo, sabía que no se merecía a Celestia.
Ese inmenso muro se levantó dentro de la cabeza del señor del caos, era algo que el caos no podía romper, pues él se ajustaba a ese orden, lo aceptaba sin rechistar, porque era un designio que venía de los más profundo de su ser.
Qué hacer frente a aquello. Tal cual estaba planteado, su mente y corazón coincidían en una jugada, de la cual ganase o perdiera, hacía lo mejor que podía frente a tantos obstáculos. Pero de pronto, el sonido de unas bisagras sin aceitar se escuchó un piso más abajo. Cuando asomó la cabeza, observó a la causa de tan molestas preocupaciones.
Celestia había mantenido una línea firme, debatiéndose contra ella misma. El pasado era un problema que cada poni afronta tarde o temprano, pues su pasado, al menos sentimental era Sombra.
Había prometido amor eterno, pero ¿por qué dicho amor ya no volvía? ¿Por qué su corazón apuntaba en dirección a Discord? Se sentía mal por ser alguien tan… egoísta. Sombra la había amado tanto que había dado su reino, su vida por ella. La alicornio abrió los ojos de inmediato ante el hallazgo: Sombra, el Rey sombra que conoció y amó estaba muerto en cierta forma.
Nunca regresaría, su corazón se encontraba corrompido, ahora formaba parte de una vida distinta a la de antes. Pero su amor no se encontraba ahí, se supone que debería seguir amando al Rey, pero no lograba sentir nada más que un sentimiento fosilizado en la lejanía del tiempo; él ya no estaba, pero ella sí. Esa simple diferencia era la razón del problema; su egoísmo se basaba en su necesidad, en la necesidad de cada poni: el ser amado o amada era parte esencial de la vida de cada poni. Ella era parte de esa realidad, su corazón, aun con sus heridas, aun en su estado lamentable, se encontraba listo para amar a otro poni, pero sin dejar de recordar a Sombra.
Sombra siempre ocuparía un lugar en su corazón, pero el ya no estaba, su amor ya no estaba y siendo franca, la había hecho sufrir durante un tiempo considerable. Si es cierto que los ponis buscan la felicidad, ella la encontraba con Discord. Él era la razón por la cual había carcajeado, incluso jugado, sintiéndose como una potranca, sacándola del tedio de una princesa y sobre todo, compartiendo gran parte de su caos con ella, aunque en primera instancia era molesto, ahora reconocía que ese era el trato especial que tenía del Draconequus, un trato distinto al que tenía con Sombra y ahora debía admitir que entre uno y otro, Discord era quien la hacía más feliz.
Su corazón se sentía en forma para amar nuevamente, a otro poni y en este caso a un Draconequus, ella también deseaba ello, quería dejar el dolor del pasado e intentar un rumbo distinto con el ser menos pensado por cualquiera: Discord, pues él había curado sus heridas y debía aceptarlo, la había enamorado aun si él no lo hubiese querido.
No le importaba si Fluttershy era la poni de sus ojos, tenía la necesidad de comunicar sus sentimientos y aunque el Draconequus no la correspondiese, le estaría agradecida por tratar de forma tan caótica sus heridas. En esos detalles donde mostraba la nobleza de su corazón, la pureza de sus sentimientos, por muy pequeños que fuesen, Celestia se percataba de estar enamorada del señor del caos, no del joven Discord. Entonces, saliendo por a la alcoba, la princesa suspiró, estaba nerviosa por lo que haría la próxima vez que el señor del caos se presentase. Pero ¿Por qué esperar si podía llamarlo? Aquel acto de poca paciencia ciertamente era algo que había aprendido del Draconequus.
Los ojos de Discord se posaban en la figura que se encontraba en el balcón, apreciaba su belleza, pues poco era el tiempo que le quedaba para hacerlo.
Espero que el capítulo les haya gustado tanto como a mí me gusto el escribirlo; he de admitir que tuve que releer los comics del arco de los reflejos y pensé demasiado la resolución del primer problema que planteé este shiping, así que si el capítulo les pareció más un debate o una especie de tratado, es porque realmente me puse a pensar en una salida "creíble", no tengo nada en contra de la forma normal de hacer el Dislestia. Pero por alguna razón no me satisface lo suficiente, esa es una de las razones por las que hago este fic.
Por cierto, existen muchos detalles que pueden parecer confusos, estos se aclararan conforme vayan pasando los capítulos del fic, espero acabarlo hasta antes del número cuarenta; pero quién sabe. Caminen con cuidado, coman saludablemente y no se olviden de comentar, nos leemos pronto.