Parallel Stories
Chapter 38: 1x17 - Manehattan - Parte 5
Previous Chapter Next ChapterTodos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.
Este es un fanfic de fan para fans.
Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...
+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:
-Daniel Campos Fernández – Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).
-LloydZelos, Volgrand y Unade – Revisión.
+Y a vosotros, los lectores, que estáis a las duras y a las maduras.
Espero que os divirtáis tanto leyendo como lo hice yo escribiéndolo.
Tags: [Adventure/Aventura] – [Comedy/Comedia] – [Dark/Oscuro] – [Random] – [Sad/Triste] – [Slice Of Life/Vida Cotidiana] – [Other/Otros]
Aviso muy importante: Este capítulo, el cual está dividido en varias partes, siendo ésta una de ellas, tiene palabras malsonantes y varias escenas de sexo explícito. Si eres menor de edad, ten mucho cuidado al leer. Cuando vaya a tener lugar una escena de esa índole, avisaré convenientemente. Prefiero hacer esto, y aludir al buen hacer y madurez de cada uno, que no poner este fanfic en "M", pues mucha gente se perdería otros capítulos más suaves y acordes a su edad. Por favor, respetemos todos esta alternativa.
En esta parte hay escenas de índole adulto. Cuidado al leer.
MY LITTLE PONY
PARALLEL STORIES
Chapter 1x17
Manehattan
Parte 5
"Durante muchos, muchos siglos, desde los mismísimos albores del tiempo, los seres vivos han necesitado reinventarse a sí mismos", exclamó una femenina voz a través de los altavoces situados por toda la sala común, "Pero hoy, en este lugar, y en este momento, la ansiada y eterna transformación ha finalizado".
Todos los asistentes al evento se aferraron aún más a sus sillas, conteniendo a su vez la respiración, convencidos cada vez más que lo que estaba a punto de visionar no era un mero pase de modelos de peluquería, sino el culmen de la propia creación.
"Gracias a todos por asistir, y gracias a todos por ser testigos de mi último trabajo. Espero que yo, Anpoine Fryzjer, cumpla sus expectativas".
Los focos que iluminaban la sala se atenuaron durante un instante. Cuando volvieron a ejercer toda su potencia lumínica, giraron y enfocaron una pasarela que, saliendo de una falsa puerta de teatro, se extendía hasta casi rozar la primera fila de asistentes. Al finalizar el movimiento de los reflectores, la voz de la peluquero siguió hablando.
"Nuestro anhelo más primario es la propia supervivencia, pero, una vez conseguida ésta, gracias a la protección de la Princesa Celestia, hemos de marcarnos un nuevo objetivo. Necesitamos avanzar, y superar los obstáculos que se cruzan en nuestro camino. Necesitamos creer en nosotros mismos, para llegar aún más lejos. Y necesitamos expresar nuestra fortaleza, y estimular de esa forma a los demás, para que nos sigan".
Reale intentó insuflarse aire a sí misma. Reconocía que estaba nerviosa, hecho que pocas veces alguien o algo había logrado. Pero no era un nerviosismo de alerta, o de índole triste, sino que era completamente excitante, de tal forma que su cuerpo empezaba a calentarse hasta el punto de sentir el bienestar que solo puede proporcionarse el estar en el sitio adecuado y en el momento perfecto, junto con el deseo de participar, hasta las últimas consecuencias, en el evento que se avecinaba.
"Pero dejemos que nuestros actos hablen por sí solos. Actos de valentía, de honor, de respeto y de generosidad".
Hubo un pequeño silencio, roto nuevamente por la voz de Anpoine.
"Con todos ustedes, damas y caballeros, la colección que saca a la luz lo que todos llevamos dentro y ansía regresar a la superficie".
Una figura apareció por entre el cortinaje, y avanzó ligeramente por la plataforma principal, hasta ponerse a un lado. Los focos enfocaron las patas de la criatura, la cual resultó ser una blanquecina poni de tierra, y dejaron el resto en penumbra. Ésta estaba vestida con una gasa semitransparente, que estaba sujeta alrededor de su cuello mediante un broche, y que se extendía por todo su lomo, para terminar cayendo de forma suave por los lados, tapando ligeramente su Cutie Mark. Instintivamente, la forma del vestido, y más concretamente cómo discurría por el cuerpo de la yegua, hizo que Reale recordara la crin de Gentle, por lo que torció ligeramente el gesto, sospechando que esa estúpida unicornio había sido un tema de conversación en el cuarto de maquillaje.
La luz de los focos se elevó hasta enfocar la crin de la modelo, lo que hizo que todo el lugar se silenciase aún más que antes, algo que aprovechó la yegua situada en el escenario para avanzar hasta el centro de la pasarela, con un paso más o menos elegante.
Reale se fijó entonces en su recortada crin, y no pudo evitar quedarse extasiada. El color base de la melena era de un negro azabache, a la que se le había añadido una pizca de purpurina. Por los laterales, y a un mechón de distancia de cada uno de los lados, dos líneas de color crema aparecían de atrás hacia delante, a las que cruzaban, en distancias equidistantes, una especie de uves mayúsculas cuya punta inferior apuntaba hacia los ojos de la modelo. Todo el conjunto era maravilloso, y hacía juego con el color del pelaje y con la gran sonrisa que expresaba la falsa Lizza Ponielly.
"Mirar al futuro", volvió a escucharse por los altavoces, "Ese es el objetivo del poni de hoy".
Espoleadas por esas palabras, las luces de los focos se dividieron. Mientras unas se mantenían sobre la modelo, otras se dirigieron a la cortina del fondo, donde una morada unicornio hacía su aparición. Cuando esta última entró en escena, la anterior pasó a su lado y, dándose la vuelta, sonrió de nuevo a los presentes y, cruzando el gran tapiz, desapareció por el fondo del decorado.
Reale contuvo de nuevo su aliento, sabiendo quién era la yegua que se estaba situando en la misma parte de la plataforma que la anterior poni. Y, cuando las luces que habían seguido a la primera modelo volvieron a moverse hasta recalar sobre ella, comenzó a desfilar por la pasarela.
Magic Sales estaba ataviada con otra gasa de similares características, aunque de tono más oscuro, y el broche de su cuello era más grande, en concordancia con el aspecto más voluminoso que una yegua de mediana edad como ella solía tener.
De un vistazo más agudo, cosa que hizo que la verdosa poni de tierra se sobresaltase ligeramente, descubrió que la crin de la tendero había sido recortado hasta quedar reducido a una escueta y negra crin redondeada. Cuando Reale se recuperó de la impresión (algo que hizo cuando Magic se encontraba prácticamente en la parte final de la pasarela, justo antes de girar), observó que el dibujo que había sobre la semimelena de la modelo era ligeramente distinto que la que había mostrado la falsa Lizza. En esta ocasión, las bandas laterales habían sido sustituidas por una única banda algo más gruesa, la cual estaba situada en mitad de la mata de pelo, de tal forma que dividía todas y cada una de las uves por la mitad.
"Pero debemos saber una cosa", volvió a rugir la femenina voz, "El futuro es ahora".
Otra vez los focos volvieron a dividirse. Esta vez Reale no pudo ni quiso otra cosa que seguir las luces que se dirigían hacia la cortina. Sabía que esta vez, para ver lo que más deseaba, era una posibilidad entre dos, un cincuenta por ciento, un sí o no, una luz o una oscuridad, el preciso orden o el malévolo caos… una pizpireta rosa o un brillante naranja.
"¿Rosa y naranja?", pensó, "¿Por qué pienso ahora en esa imbécil de Gentle Colors?".
Pero, cuando una nueva figura surgió tras la tela del gran tapiz, las pupilas de la matemático se empequeñecieron, mientras su boca se abría ligeramente. La figura era, sin duda alguna, la de una yegua.
Estaba tentada a levantarse y corear a la poni que acababa de situarse en la plataforma de espera, pero paró, sabiendo que, de hacerlo, pondría aún más nerviosa a la nueva modelo, y eso era lo último que le apetecía hacer.
Cuando la iluminación al completo recayó sobre la tercera yegua, ésta comenzó a desfilar de manera verdaderamente espectacular, como si hubiese nacido para ello. Imaginary Numbers miraba directamente al público, con una sonrisa verdaderamente encantadora, haciéndoles entrever a todos, incluyendo a su hermana mayor, que estaba disfrutando de todo lo que estaba ocurriendo, tanto a su alrededor, así como al interior de su ser.
La crin de la pequeña de las hermanas Numbers era ligeramente más larga que la de la falsa Lizza. El color base, aunque cimentado en el mismo negro que la del resto, era más brillante, producto de la mayor proporción de purpurina. El diseño que poseía era una mezcla perfecta de las dos anteriores, siendo esta vez tres las rayas verticales, que atravesaban cada una de las tres cúspides de las distintas uves.
"Por lo tanto, hagamos de nuestro futuro el presente", Anpoine no pudo evitar establecer un tono aún mas serio, "Y hagamos de nuestro presente el futuro".
Reale analizó cada movimiento que estaba ejecutando Imaginary. Cada vez estaba más segura que, quitando la incipiente e insufrible timidez de la que normalmente hacía gala, su hermana había nacido para desfilar delante de una multitud de ponis. Entonces sonrió. Y lo hizo porque se sentía feliz por ella. Pero desgraciadamente la dicha iba a ser efímera, pues la improvisada modelo se acercaba al final de la vuelta.
En ese momento, para sorpresa de la matemático, el cuerpo de su hermana cambió completamente. Su cuerpo se volvió parte rosa y parte anaranjada, y su crin creció hasta casi rozar el suelo, mientras se tornaba blanco durante la modificación. Entonces esa grotesca figura se giró y, mirando con ojos encendidos de rabia hacia el público, terminó de retraer los belfos y se agachó ligeramente. Reale comenzó a levantarse, presa del pánico. Gentle Colors estaba en el escenario. Gentle Colors estaba furiosa. Y Gentle Colors iba a abalanzarse contra el público asistente. Debía avisar a todos del peligro que corrían.
Pero, antes de incorporarse del todo, pestañeó. Al volver a abrir, la yegua de dos colores ya no estaba, sino que era su hermana la que seguía desfilando, ajena a todo lo ocurrido, aunque su movimiento se había vuelto ligeramente tembloroso. Con un resoplido, Reale volvió a sentarse.
"Debo relajarme", pensó, "Tanto nerviosismo me hace ver visiones".
Cuando nuevamente la mitad de los focos se alejaron de la modelo actual, la verdosa poni de tierra no pudo evitar sentir una ligera tristeza. Se sentía culpable de haber arrebatado a su hermana gran parte de la importancia que ella se merecía. De hecho, estaba dudando sobre si el evento era en realidad para retener a los malhechores de la habitación trescientos trece... ¿Y si lo que pretendía realmente Anpoine era mostrarle a ella el daño que le había estado haciendo a su gemela? Volvió a resoplar. De todas formas, aunque la situación no fuese más que una casualidad, la matemático no pudo evitar recriminarse de las desgracias que sufría su hermana. Inconscientemente, bajó la mirada hacia el suelo, mientras en su interior se sentía... "sucia".
El potrillo que había en la fila delante de la suya se giró, extrañado.
—¡Ey! —exclamó—. ¡Si está aquí, ¿cómo puede estar ahí arriba!?
Reale levantó la cabeza para mirarle.
—Somos gemelas —se atrevió a murmurar.
El pequeño entrecerró los ojos, aún más extrañado.
—¿Por qué estás llorando? —inquirió—. ¿No te gusta el espectáculo?
La verdosa yegua se llevó un casco a los ojos, y se descubrió que varias lágrimas recorrían su rostro.
—No, al contrario... —susurró—. Estoy llorando de felicidad.
—¿Se puede llorar de felicidad? —el gesto del infante se torció aún más.
—Sí —la matemático exclamó, sacando ánimos—, porque ella es maravillosa, y realmente hermosa. Y estoy orgullosa de ello.
—Pfff —la morada pegaso, que ocupaba el asiento delantero, bufó y, sin girarse, espetó—. Además es egocéntrica...
—¿A qué te refieres, tiíta? —preguntó el pequeño, mirándola.
—Está clarísimo —respondió la aludida, sin dejar de mirar al frente—: Si dice que su hermana es preciosa, está recalcando que ella también lo es.
—¡No! —expresó Reale, con un gesto de incomprensión—. ¿¡Es que no lo ve!? ¡Ella está brillando con luz propia!
La respuesta que recibió fue otro bufido. Reale miró con furia a la pegaso.
—Tiíta... —comentó el potrillo, volteando su cabeza hacia ella—. ¿Qué es una gemela?
—Es una aberración de la naturaleza —contestó la dama.
Reale fue a recriminar la despectiva actitud de la yegua que tenía delante, cuando fue interrumpida por la voz de Anpoine.
"Y, añadiendo el pasado a la ecuación, obtenemos que tanto este, como el futuro y el presente, confluyen de forma perfecta sobre nosotros mismos, completando de esa manera, para cada uno, nuestro ser como el centro mismo del universo".
Esta vez el modelo que presentaba el último estilo de peluquería era un semental, que iba ataviado con un smoking negro, a juego con su pelaje y con el color de su crin, oscurecido para la ocasión. El motivo que había en la crin de este era idéntico a los anteriores, excepto que el conjunto, en vez de ser recto y paralelo a los bordes, dibujaba un remolino que iba desde la mitad de su flequillo hasta la coronilla, paseándose por toda la melena en tres vueltas convergentes.
Todos los presentes callaron, completamente sorprendidos por lo que estaban viendo. Reale miró a su alrededor, preguntándose el por qué de esa situación.
—¡No puedo creerlo…! —exclamó la morada pegaso—. ¿¡Qué aberración es esta!?
La matemático estuvo tentada de preguntar, aún sabiendo que obtendría como respuesta otro desprecio, pero el potrillo se le adelantó, para alivio de la verdosa yegua.
—¿Por qué estás tan enfadada, tiíta? —preguntó.
—¿¡Es que no lo ves!? —respondió la dama, señalando al escenario—. ¡Anpoine Fryzjer nunca jamás permitiría que un indigno semental se prestara a llevar uno de sus magníficos y excelsos peinados! ¡Esa de ahí es una suplantadora! ¡Me siento ultrajada!
La dama se levantó al momento y, estirando una pata, agarró a su sobrino y le obligó a acompañarla. A continuación, y como respuesta a las palabras que ésta había dicho, un gran grupo de ponis, tanto yeguas como sementales, procedieron a abandonar sus asientos y desfilaron en dirección a las puertas de salida.
El modelo, que aún seguía desfilando, torció ligeramente su gesto, sabiéndose repudiado precisamente por lo que era. Reale miró hacia abajo, furiosa. Esos imbéciles iban a estropear todo el plan, por lo que, levantándose, miró hacia los ponis, que aún no habían salido, y les gritó:
—¡Estúpidos! ¿¡Es que no habéis prestado atención a lo que ha estado transcurriendo ahí arriba!? —apuntó hacia el escenario—. ¡Anpoine acaba de narrar que está reinventándose completamente, señalando que está convergiendo en sí misma todo el pasado, el presente y el futuro! ¡Y eso implica hacer algo que nunca había intentado! ¡Pero no, vosotros estáis más ocupados pensando en las cosas que podríais usar para conjuntar esos peinados! ¡Estáis ciegos! ¡Me dais…! ¡Me dais…! ¡Me dais pena!
Esas palabras hicieron mella en el grupo, que bajaron su mirada, avergonzados, y volvieron silenciosamente a sus asientos. Todos excepto la regordeta y morada pegaso, quien tiró aún más fuerte de su sobrino y, mirando con enojo a Reale, abandonó la sala común.
Cuando la matemático volvió a mirar al escenario, vio que el semental la estaba observando fijamente, conservando en su rostro un gesto serio. Entonces, poco a poco, comenzó a sonreír, y susurró un "Gracias", para darse a continuación la vuelta y terminar su recorrido.
Nada más poner dicho poni el casco en el punto previamente convenido, las luces se apagaron durante un instante. Cuando volvieron a encenderse, todos los modelos estaban en fila sobre el escenario y, mirándose primero entre ellos y después al público, se adelantaron un paso y procedieron a hacer una reverencia, en señal de agradecimiento (siendo el del semental un ademán bastante escueto). Después retrocedieron y, moviéndose hacia los lados las dos yeguas que estaban en la mitad, que resultaron ser Magic e Imaginary, dejaron un hueco para que, alentado por los aplausos de los cuatro modelos, Anpoine Fryzjer saliese para ser ovacionada.
En cuanto ésta última apareció, todos los presentes empezaron a vitorearla y a pisotear el suelo, en señal de gratitud por lo que habían sido testigos. La peluquero, visiblemente emocionada, hizo una genuflexión y cogió del casco a las dos yeguas que estaban a su lado, quienes hicieron lo mismo con los ponis de los extremos.
—Gracias… —musitó Anpoine—. ¡Muchas gracias a todos por venir, y por disfrutar de este evento, que está hecho especialmente para vosotros!
Otra sesión de atronadores aplausos la acalló, haciendo que sus ojos empezasen a titilar, hasta el punto de que dos lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas.
—¡Ha sido fantástico! —exclamó un semental.
—¡Y pensar que quería irme…! —gritó una yegua—. ¡Menos mal que no lo he hecho!
—¡Te queremos, Anpoine! —dijo otra fémina.
—¡Y yo a vosotros! —respondió la aludida—. ¡Sois vosotros los que alentáis y hacéis posible la aparición y cimentación de la esperanza para seguir mostrándoos mi concepto de la belleza! ¡Sois mi musa! ¡Todos vosotros!
Los ya atronadores aplausos se incrementaron, hasta convertirse en una marea aún más ensordecedora, hasta que, lentamente, la peluquero soltó los cascos de sus modelos más cercanos y fue retrocediendo hasta cruzar la cortina del fondo, manteniendo todo el rato la mirada agradecida hacia el público.
Las luces se apagaron poco a poco, dejando, durante un instante, toda la sala común en penumbra, hasta que las dos lámparas de araña situadas que colgaban del techo se iluminaron de repente, haciendo que los presentes pestañeasen, ligeramente molestos por la excesiva claridad. Al abrir los ojos, Reale se levantó y miró al escenario, ilusionada por lo que había sido testigo. Desgraciadamente, sobre la pasarela ya no había nadie.
—Ha sido maravilloso —comentó una masculina voz a su lado—. Realmente maravilloso…
Esas palabras, así como la voz (conocida para ella), hicieron que la yegua girase su cabeza. Allí se encontró con un sonriente Disarming Smile, el cual estaba acompañado por una blanquecina unicornio, situada un poco por detrás de él.
—¿Verdad que sí? —preguntó la verdosa poni. Entonces, fijándose aún más en la acompañante—. Perdona, ¿y tú eres…?
—¡Oh, sí! —exclamó el semental—. Perdón, no me había dado cuenta… —entonces tosió un poco, para dar más importancia a las palabras que iba a expresar a continuación—. Ella es Store House —señaló a la susodicha—, la encargada del almacén.
—Encantada —declaró Reale.
—Y ella es… —Disarming miró directamente a la poni de tierra, para después estirar su cabeza, buscando la Cutie Mark que le revelase frente a quién de las dos hermanas Numbers estaba.
—Soy Reale —dijo la verdosa yegua, moviendo sus patas traseras para mostrar ligeramente una gran "R" situada sobre sus ancas—. Por un momento pensé que, después de lo que hemos pasado juntos, lograrías diferenciarnos a mi hermana y a mí.
—Encantada —comentó Store—. Quería agradecerte que hubieses puesto en su sitio a esa… ¿Cómo dijiste? ¡Ah, sí! "Remilgada malfollada". Pocas veces se ve una contestación tan acertada para definir a esa solterona empedernida.
+Y por cierto, no sabía que Disarming y tú habíais sido pareja…
Los ojos de ambos se abrieron de par en par. Sin embargo, mientras en el botones lo hizo por simple y llana sorpresa, los de la matemático se entrecerraron al instante, en un gesto de rabia.
—¿Yo pareja de este imbécil? —espetó—. Ni en sus sueños más locos…
—Lo que ella quiere decir… —siguió explicando el amarillento semental— es que no, no somos novios.
—Entonces, ¿por qué dijiste eso de "después de lo que hemos pasado juntos"? —inquirió la encargada del almacén, mirando a la verdosa yegua.
—Me he expresado mal, ¿vale? —Reale se puso instintivamente a la defensiva—. Lo que quise decir es que no solo nos vemos prácticamente cada día en el pueblo… ¡VERNOS DE PASADA! —rectificó rápidamente—, sino que ambos somos miembros del estamento más alto del que dispone Northwest Mines Town, el Consejo del Pueblo.
Store House miró entonces a Disarming, que le respondió con un gesto de asentimiento.
—Interesante historia —comentó la blanca unicornio—. Entonces, Disarming… Ella es una de las que están tendiendo "la trampa", ¿verdad?
La mirada fulminante que Reale dedicó al amarillento semental hizo que este se encogiese, como si estuviese recibiendo una andanada de inmisericordes golpes. La matemático se acercó a la encargada del almacén y, asegurándose que solo ella podía escuchar, susurró con tono adusto:
—Como se te ocurra decírselo a alguien, eres poni muerta, ¿me entiendes?
La aludida tragó saliva, sabiendo que esa verdosa poni de tierra que tenía delante era muy capaz de llevar a cabo lo que acababa de decir.
—No te preocupes —declaró, intentando exponer una sonrisa en su rostro—, no tenía pensado hacerlo. Además, yo estoy de vuestra parte... Él puede decirte que he ayudado a la causa.
La matemático miró entonces a Disarming.
—¿A qué se refiere? —preguntó.
—Yo… Yo… —balbuceó el amarillento semental—. No tuve más remedio que decírselo todo…
—Eres rematadamente imbécil —espetó la yegua a media voz—. ¿Y si te… nos hubiese traicionado?
—Pero no lo he hecho —intervino Store—. Además, él no tenía otra alternativa que contármelo, porque estaba perdido y no tenía posibilidad alguna de cumplir su parte. Por fortuna, yo tengo posesión de una de las llaves maestras, que era lo que él necesitaba, y se la dejé… porque somos amigos, ¿verdad? —miró a Disarming, con una sonrisa de suficiencia.
Este afirmó lo que acababa de decir.
—Por cierto —dijo él, mirando a la unicornio—, al final la cliente de la que hablamos no utilizó el "pedido especial". El paquete estaba sobre la cama, sin abrir.
—Pfff… —soltó la blanquecina yegua—. Al final tanto esfuerzo para nada. Bueno, ella se lo pierde… Seguirá sin conocer lo magníficos y bien reproducido que están…
—¡Lo sabía! —exclamó Disarming—. ¡Los conoces demasiado bien! ¡Seguro que tienes alguno en casa!
—¡Bobo! —respondió ella—. Solo lo he dicho porque son exactamente a los esquemas de los libros de la carrera de ciencias anatómicas.
—¿De qué habláis? —preguntó Reale, extrañada, aunque también ligeramente molesta por el desplante de la que había sido gala.
Store se acercó a ella y, susurrándola al oído, contestó:
—Consoladores. Hablamos de consoladores, de todas las formas y tamaño. El almacén está bien surtido de estos artilugios. Y hemos recibido un pedido urgente de esa tal Lizza Ponielly, porque, por lo visto, la actuación de tu hermana fue tan convincente que logró que su celo se adelantase.
—Estoy rodeada de pervertidas... —comentó la matemático. Entonces miró directamente al amarillento semental—. Y de algunos que quieren aprovecharse de ellas.
—¡Oye, oye, no me metas en esto! —declaró el aludido—. Si tu hermana me excitó, fue porque fui débil por un momento, nada más. No me interesa ella. Prefiero estar como estoy.
—Vaya, vaya… —la encargada del almacén le miró con cara de diversión—. Eso no me lo contaste… Así que perdiste la razón y quisiste montarla, ¿verdad?
—No empieces tú también —alegó Disarming—. Pensaba que éramos amigos…
—Y lo somos, tonto… —dijo ella—. Pero los amigos se cuentan cosas, y lo hacen de forma detallada, y se ayudan…
—Pero tú no me estás ayudando en nada —el semental se sintió frustrado.
—Más le vale que no lo esté haciendo —se inmiscuyó Reale, mirando al botones de forma inquisitoria—. Has sido tú solito el que se ha metido en terreno embarrado. Ella solo está revoloteando a tu alrededor y picándote, aprovechando que no puedes responder convenientemente a sus ataques.
—¡Oye, oye! —se quejó Store House—. ¡Yo no revoloteo alrededor de nadie!
—Es una forma de hablar… —la matemático intentó tranquilizarse—. ¿Es que no lo ves? —señaló al amarillento poni de tierra—. Él es quien enerva a todos los que están cerca.
—Eso es porque no le has dado ninguna oportunidad… —respondió la encargada del almacén—. Seguro que estuviste enamorada de él y le intentaste atrapar con evasivas, algo tan retorcido que hizo que no se diese cuenta de lo que pretendías, y te rechazó, lo que hizo que te quedases con el culo al aire. Desde entonces, le culpas de absolutamente todo…
Reale bajó levemente la mirada, dejando que los recuerdos aflorasen a su mente.
En ellos se veía a sí misma siendo una potrilla, jugando con su Imaginary y con Disarming al pilla-pilla. Le tocaba al semental, y este prefirió perseguirla a ella, en vez de a su hermana, a pesar de que esta última era una presa más fácil, debido a la timidez y patosidad de la que hacía gala.
Cuando finalmente la alcanzó tras una casa, Reale, para evitar que él dijese la frase que la declaraba atrapada, no se le ocurrió otra cosa que acallarle dándole un gran y duradero beso en la boca. Después de eso, estando los dos ruborizados, él le confesó que estaba enamorado de ella, mientras Reale declaró que el sentimiento era mutuo.
Se prometieron entonces que, de mayores, se casarían. Pero al siguiente año, al volver las dos hermanas al pueblo, él parecía haber olvidado el juramento. Y no solo eso, sino que empezó a tratarla de forma bastante fría, haciendo que la pequeña yegua creciese con un resquemor hacia él.
Sin embargo, ahora estaba segura de que la casa tras la que ocurrió el furtivo beso pertenecía a Gentle Colors. Por lo tanto, era posible que la promesa hubiese sido borrada de la mente de Disarming, gracias al hechizo que la Princesa Celestia había activado en el pueblo, promesa que ella aún seguía recordando día tras día, en Fillydelphia.
De todas formas, ese hecho no explicaba las evasivas con el que el amarillento semental había tratado el asunto al año siguiente, cuando ella intentó explicarle lo ocurrido. Eso no solo acalló y destruyó el fervor que Reale sentía por él, sino que su corazón se fue apagando y enfriándose, hasta el punto de que, cuando el conjuro de olvido volvió a ser lanzado automáticamente, ella, que también lo sorteó, no volvió a hablar del tema. En vez de eso, decidió centrarse por completo en los estudios matemáticos, e incluso arrastró a su hermana a ese riguroso pero perfecto saber educativo.
—Eso que dices es la mayor tontería que he oído en todo el día —exclamó finalmente Reale, mirando de nuevo a Store—, y créeme, he escuchado muchas hoy. Ahora bien, sé buena potrilla y no intentes defender a este, su estado no tiene solución.
La aludida fue a responder, pero fue cortado súbitamente por Disarming.
—¡Aquí vienen las reinas del evento! —comentó, señalando hacia la dirección del escenario. Cuando las dos yeguas miraron hacia el lugar indicado, vieron que Imaginary, Magic y Anpoine se dirigían directamente hacia el grupo. Por detrás de ellas, los falsos Lizza y Emcee enfilaban el camino a la salida de la sala común.
—¿Os ha gustado? —preguntó Magic, con ojos titilantes—. A mí me ha encantado estar ahí arriba, mostrando las maravillosas creaciones de la mejor peluquero que jamás haya existido.
—Oh, me halagas demasiado —exclamó Anpoine, mirando a la tendero—. Al fin y al cabo, vosotras me habéis ayudado mucho, atrayendo a mi mente una inspiración que se resistía a aparecer. Y soy una yegua como vosotras, ni más ni menos…
—Además es humilde… —dijo Store, la cual acababa de estirar la pata delantera derecha, para chocarla con la pata de la peluquero, en un gesto de amistad. Cuando fue correspondida por la azulada yegua de tierra, la encargada del almacén siguió hablando—. Ha sido un evento fantástico, espectacular, de lo mejor que he visto… ¿Estaría dispuesta a hacerme un peinado como la de ella? —inquirió, señalando a Imaginary.
—Por supuesto, querida, por supuesto… —contestó la peluquero, con una gran y sincera sonrisa en su boca—. Y te haré un buen precio —entonces miró a su alrededor y, ensombreciendo el gesto, siguió hablando—. Es una lástima que ni Suri Polomare ni Cocó Pommel estuviesen entre el público, me habría gustado que esta última llevase uno de mis últimos peinados, ya que el que porta es una creación mía del año pasado. Por cierto —esta vez se dirigió hacia Disarming y hacia Reale—, ¿qué os ha parecido a vosotros el espectáculo?
La respuesta del semental fue un gran gesto de afirmación, mientras que la verdosa matemático soltó un ligero bufido.
—Ya empezamos… —dejó caer Magic, torciendo el gesto.
—Hermana, por favor… —balbuceó Imaginary.
El gesto de Reale se convirtió en uno adusto.
—Por lo visto, no ha gustado a todo el mundo —comentó—. Hace unos instantes una pegaso imbécil se marchó contrariada y, si no llega a ser porque actué a tiempo, a la hora de terminar tendrías la mitad de espectadores.
—¿Y eso? —inquirió Anpoine, extrañada.
—No podían soportar que innovaras —dijo Store—, en el sentido de incluir a un semental entre tus modelos.
—Sabía que no era buena idea desde el principio —se lamentó la morada yegua—, pero tenía que hacerlo, para que él… —entonces calló, al darse cuenta de que estaba revelando el plan delante de una desconocida.
—No te preocupes —interrumpió Reale, señalando a la blanquecina unicornio—, ella lo sabe todo, gracias a nuestro "amigo" Disarming Smile, aquí presente…
—Y seguimos… —volvió a balbucear Magic, torciendo aún más el gesto.
—¿¡Qué!? —espetó el semental—. No había nadie en recepción y no estaba la llave maestra, por lo que no podía hacer nada… así que deambulé por el hotel buscando una solución, y al final me la proporcionó ella.
—Ya sabes que no fue nada… —respondió la aludida, arrimándose más a él. Entonces le dio un codazo de complicidad y siguió hablando—. Y recuerda el trato, me debes algo que tú y yo sabemos…
—Desgraciadamente —el amarillento poni bajó ligeramente la cabeza—, no es de esas que hacen favores por nada…
Todo el grupo, excepto Disarming y Anpoine, rió ante esas palabras.
—¿Te dije antes que te haría un buen precio? —preguntó la peluquero, mirando a Store—. Pues olvídalo. Te lo haré gratis.
Las risas de todos, esta vez incluyendo al del semental y a la de la azulada yegua, se acrecentaron.
—Por cierto... —dijo de repente la encargada del almacén—. Imaginary, ¿no? —preguntó, observándola directamente—. ¿Qué te ha ocurrido ahí arriba?
Esas palabras desconcertaron a todos, excepto al semental que tenía al lado, quién asintió.
—Es verdad... —comentó el amarillento poni—. Cuando estabas al final de la pasarela, tu sonrisa desapareció, como si te asustase algo...
La menor de las hermanas Numbers agachó la mirada. Recordaba perfectamente ese momento. Ese angustioso momento, en el que una de los asistentes al evento se levantaba y, quitándose la capucha que la cubría, se descubrió como Gentle Colors. Pero lo que más le aterrorizó no fue que ella estuviese allí, sino la mirada asesina con la que penetraba la nuca de la morada y regordeta pegaso que tenía delante. Y fue, justo cuando la unicornio de dos colores posaba los cascos delanteros sobre la cabeza de la despistada yegua, sin duda para romperle el cuello, cuando ella pestañeó. Al volver a abrir los ojos, la que otrora fuese la poni del cuerno roto resultó ser en realidad su hermana Reale, la cual únicamente parecía estar acomodándose mejor sobre el asiento.
"Todo ha sido por convertirme en Nightmare Moon", pensó finalmente, "Y la Princesa Celestia me ha castigado por ello... Debo... Debo disculparme..."
—Lo... lo siento... —balbuceó, en un intento de disculparse con su hermana mayor, pero rápidamente se sintió mejor cuando una pata rodeó amigablemente su cuello.
—Ey, tranquila... —exclamó Magic Sales, poniendo su pata alrededor del cuello de la tímida matemático—. Yo también he estado muy nerviosa ahí arriba —y, mirando al resto, siguió hablando—. Es un mundo muy diferente, realmente espectacular. Pero ella lo ha hecho genial, ¿verdad que sí?
Todos asintieron. Reale, mientras tanto, no pudo evitar quedarse con el dato de lo que le había ocurrido a su gemela... ¿Un gesto de terror cuando estaba al final de la pasarela, al mismo tiempo que cuando ella había tenido una visión horripilante? ¿Y si Imaginary había tenido, al mismo tiempo, otra alucinación de similares características?
—Bueno, en todo caso, debemos seguir con el plan —comentó finalmente, quitando hierro al asunto—, y tengo una ligera idea de cómo atar los cabos que hasta ahora habían quedado sueltos.
Todos miraron hacia la mayor de las hermanas Numbers, preguntándose qué retorcido pero fantástico plan tenía en mente.
Las puertas del ascensor se abrieron con un chirrido, lo que hizo que Disarming torciese ligeramente el gesto. "Cuando acabe este asunto, tengo que avisar a mantenimiento para que echen lubricante", pensó.
Salió al pasillo y miró a su alrededor. Se cercioró de que estaba en el segundo piso, justo la planta inferior al de donde se hospedaban los falsos Lizza y Emcee. Observó la iluminación existente, ligeramente distinta a la del piso superior, y también el número por el que empezaban las denominaciones de las diferentes habitaciones. Entonces sonrió. Efectivamente, se encontraba en la segunda planta.
Antes de que se volviesen a cerrar las puertas del ascensor, se apresuró a sacar el carrito del interior de este, y se dirigió presto hasta el fondo del pasillo. Una vez allí, levantó la tapa metálica para cerciorarse una vez más que el paquete seguía ahí. Sonrió de nuevo al descubrir que el envoltorio no se había movido del lugar y volvió a ocultarlo bajo el cubridor.
Enarcó sus orejas, hasta que logró escuchar claramente el murmullo que se oía de fondo, un murmullo que se acrecentaba y reducía a cada momento. Sin duda, era una conversación. A pesar de que las palabras que emitían eran ininteligibles, se podía distinguir perfectamente que los contertulios eran un semental y una yegua. Podrían ser la enésima discusión entre los falsos Lizza y Emcee. De hecho, a juzgar por la posición de sus orejas, las cuales enfilaban hacia el piso superior, las dudas eran rápidamente despejadas. Eran ellos.
Llamó a la puerta y esperó pacientemente. Sabía que no había nadie en el interior, pues Store se había cerciorado momentos antes, hablando con los recepcionistas, que la dama y el potrillo que se alojaban en esa habitación que tenía delante habían salido del hotel. Volvió a levantar la tapa metálica e, izando levemente el plato, sacó la llave maestra que había debajo. Con sumo cuidado, la introdujo en la cerradura y abrió la puerta.
—¡Señora, muchas gracias por su comprensión! —exclamó en alto, elevando su cabeza—. ¡Solo esperamos que este presente le satisfaga!
Entró en el recibidor, procurando hacer el menor ruido posible y tiró del carrito con el mismo cuidado.
—¡Y recuerde, el Hotel Grand Celestia le pide disculpas! —gritó—. ¡Es un placer y un honor tener a una dama tan esplendorosa como usted, a la cuál servir!
Esperó en silencio durante unos instantes y empujó la puerta con bastante fuerza, logrando ejecutar un portazo. Lentamente, dispuso el carrito a su vera y, destapando de nuevo el plato, sacó el paquete y lo situó sobre la cama, la cual estaba hecha. Disarming sonrió nuevamente. A pesar de la frustración, o precisamente por estar bajo esa circunstancia, la morada y regordeta pegaso que se alojaba en esa habitación había arreglado las sábanas y la colcha antes de salir. Probablemente esa dama naciese en una familia perteneciese a un estrato bastante bajo de la sociedad, y fuese un golpe de buena suerte, o bien un producto del el esfuerzo, lo que hubiese hecho que su nivel de vida subiese unos cuantos peldaños.
De cualquier forma, volvió a mirar la caja. Curiosamente, la forma de ésta era prácticamente igual que la que había llevado horas antes a la misma habitación del piso superior. Pero, a diferencia de aquella, la que estaba mirando contenía algo completamente distinto, algo que se reflejaba de forma muy escueta en la portada. El amarillento semental volvió a sonreír: era curioso el hecho de que algo que debería ser mantenido con discreción tuviese un frontal mucho más llamativo que este, que solo contenía bombones.
En ese momento sonaron las puertas del ascensor, abriéndose de nuevo en el segundo piso. Store House cumplía, de esa forma, la última parte de su tarea en el plan. Ahora mismo, los malhechores del piso superior deberían suponer que él estaba entrando en el montacargas. Entonces sacó un pequeño aparato de la repisa inferior del carrito y, cambiando de posición una pequeña clavija, se lo puso sobre la nuez y susurró.
—¡Sobrinito, es hora de dar un paseo, vayámonos! —la voz que surgió del aparato, amplificando la del semental, era el de una yegua de mediana edad, muy parecida a la que poseía la pegaso que trataba de imitar.
Abrió la puerta con fuerza y la cerró la puerta dando un fuerte golpe, permaneciendo él todo el rato en el interior de la habitación. Momentos después, una serie de acelerados pasos bajaron la escalera. Disarming volvió a sonreír. Magic e Imaginary acababan de efectuar a la perfección su parte del plan. Ahora él solo tenía que situarse junto al teléfono y, cuando los falsos Lizza y Emcee empezasen a elucubrar sobre los robos, creyéndose a solas, él solo debía avisar a recepción pulsando la alarma de teléfono estropeado.
Solo esperaba que Reale y Anpoine cumpliesen su parte del plan, e impidiese que la verdadera pegaso se presentase en la habitación.
—Ya ha entrado... —musitó Magic—. Prepárate.
Imaginary asintió.
Ambas estaban apostadas en las escaleras que llevaban al segundo piso. Acababan de observar cómo cierto semental amarillento penetraba en el interior de la última habitación del pasillo.
—Ahora es cuando tenemos que acercarnos a esa habitación y, cuando Disarming lo considere necesario, procederemos a cumplir nuestra parte del plan —susurró la tendero, torciendo la cabeza hacia la menor de las hermanas Numbers. Entonces, de improviso, se echó hacia atrás, aterrorizada.
—¿O… Ocurre algo? —inquirió Imaginary, preocupada.
Pero Magic seguía retrocediendo, hasta que, de repente, pestañeó. Entonces, paró su reculada y, parpadeando rápida y constantemente, entrecerró los ojos.
—E… Eres tú… —balbuceó la unicornio.
—¿Pero qué te ha pasado? —volvió a preguntar la verdosa yegua de tierra.
—Por… Por un momento he visto… —masculló la tendero, para frenarse y respirar hondo—. He visto a Gentle.
Imaginary se dio la vuelta. Detrás de ella no había nadie.
—No —continuó hablando Magic—, tú eras Gentle. Y pretendías atacarme...
La matemático se enfurruñó durante un instante.
—Antes… —comenzó a decir, con un tono asustado—. Antes yo también la vi. Mientras desfilaba, mi hermana se convirtió, durante un instante, en ella. Y también quería hacer daño a inocentes espectadores.
"¡Sobrinito, es hora de dar un paseo, vayámonos!", se oyó en la habitación doscientos trece.
Rápidamente, y sin decir ni una palabra más, las dos yeguas se levantaron y desfilaron cuidadosamente, pero sin pausa, hacia el pasillo. Cuando la puerta de la habitación se cerró, se giraron y, pisando con más fuerza, bajaron las escaleras.
Mientras tanto, en recepción, tanto Reale como Anpoine llevaban a cabo su parte del plan.
—¡Lo siento mucho! —exclamó la verdosa poni de tierra, mirando a la regordeta pegaso, con la que se estaba excusando.
—Por favor —comentó la peluquero—, ¿cuántas veces va a tener que disculparse?
La emperifollada y morada yegua miró de soslayo a una y a otra, e instintivamente colocó a su sobrino por detrás de ella.
—Cuando me canse de escuchar esta melodía para mis oídos —respondió, mostrando un rostro tan malévolo que no quería que su sobrino lo viera, motivo por el cuál había le posicionado tras su cuerpo.
—Es usted insaciable —refunfuñó la matemático—. ¿Quiere acaso que le haga una reverencia o algo así?
—No estaría mal…
Reale resopló, cansada de humillarse de esa manera. Anpoine, para evitar que la verdosa yegua de tierra echase por tierra su parte del plan, se interpuso entre ella y la dama.
—Debería ser usted más considerada —expresó—. Le hemos pedido perdón por activa y por pasiva, y usted no pone absolutamente nada de su parte.
—¿Y qué esperas? —preguntó la morada pegaso—. No soy yo la que tiene que perdonaros, sino él —señaló hacia sus cuartos traseros, donde el joven potro miraba con miedo y con curiosidad a las dos yeguas que acababan de abordarle a él y a su tía.
La peluquero se agachó y, sonriendo, comentó:
—Perdona, pequeño… No era nuestra intención incomodarte. Ni tampoco hacerlo con tu tía.
—Pero lo que te dije antes de cómo satisfacer a las yeguas sigue siendo cierto… —dijo Reale, mirando con aires de suficiencia al pequeño.
Anpoine se llevó el casco a la frente, mientras la dama torcía de nuevo el gesto.
—Muy mal, muy mal… —dejó caer la pegaso, girándose para marcharse.
—¡Vale, vale! —clamó la matemático—. ¡Lo siento, lo siento de verdad!
La peluquero volvió a sonreír, como si nunca hubiese roto un plato. La verdosa poni de tierra intentó hacer lo mismo mientras, en su mente, apremiaba a Disarming para que terminase su trabajo. Cada vez le caían peor esa estúpida pegaso y su sobreprotegido sobrino.
—No lo estás arreglando mucho que digamos —le susurró Anpoine al oído—. Deja que sea yo esta vez la que lleve la iniciativa.
+Señora —dijo en alto, mirando a la emperifollada yegua—, quisiera disculparme en nombre de las dos. Lo ocurrido por mi parte no ha sido más que una resolución de un lamentable contratiempo. Simplemente me falló mi modelo estrella y tuve que echar casco de lo que tenía cerca. Y resultó ser un semental. No, no voy a cambiar, ni voy a desdeñar lo que usted comentó en el evento. Mi campo siempre han sido yeguas, y así seguirá siendo.
+Y, para que vea que es en serio mi disculpa, le agradecería que usted me hiciese el honor de hacerle un peinado exclusivo o, si lo prefiere, cualquiera existente entre mis creaciones anteriores.
El gesto de la morada pegaso cambió súbitamente, demostrando el gran interés que poseía por lo que acababa de escuchar.
—Por supuesto —continuó hablando Anpoine—, también incluye un peinado especial para su sobrino, si usted no tiene inconveniente. Y sin desembolso alguno.
—¡No! —chilló de repente la regordeta pegaso—. ¡Quiero que sus servicios sean retribuidos! ¡Y que lo pague ella! —señaló a Reale.
La verdosa yegua de tierra estaba a punto de estallar, pero la peluquero se puso por delante de ella y, sonriendo, exclamó:
—¡Trato hecho!
Nada más entrar las tres yeguas y el potrillo al cuarto de maquillaje, el recepcionista, que hasta ese momento les había estado observando sigilosamente por si la conversación entre ellas subía de tono, miró hacia el panel de control. Entrecerrando los ojos, apretó un botón oculto bajo el mostrador y, tras esperar unos segundos, sonrió cuando vio aparecer a un gran y fornido semental.
—Sé que no es tu trabajo —declaró el recepcionista—, pero como hoy el botones no aparece por ningún lado, debo pedírtelo a ti.
—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó el hercúleo poni.
—La luz de llamada de la habitación trescientos trece está activa desde a saber cuándo. Vete y avisa a los huéspedes que se alojan allí para que coloquen bien el auricular.
El gigantesco semental asintió y se dio la vuelta, ligeramente contrariado. "¿Dónde hocicos se ha metido el botones?", pensó, "Ahora tengo que hacer yo su trabajo, aparte del mío".
—¡Ah! —el recepcionista interrumpió los pensamientos del guarda de seguridad—. Utiliza las escaleras, ya que parece ser que tanto el enganche del ascensor como las puertas de cada piso están siendo engrasados. ¡Ey! ¡A mí no me mires! ¡Parece ser que es una recomendación urgente desde el almacén, para dar salida al excedente de aceite que tienen!
El bufido que el gran poni exhaló asustó ligeramente al semental que estaba tras la barra. A continuación, el primero volvió a girarse y enfiló rumbo a las escaleras.
Magic Sales e Imaginary Numbers bajaron las escaleras tan rápido como sus pobres cascos pudieron, hasta que pasaron por el rellano de la primera planta. La tendero, completamente exhausta, levantó la pata para instar a la verdosa yegua de tierra a que parase también, y se sentó en el suelo.
—Por… Por Celestia… —balbuceó, debido al esfuerzo realizado—. Pero qué manía de poner escalones tan estrechos… ¿¡Hola!? ¡Somos ponis! ¡Somos cuadrúpedos y no estamos acostumbrados a bajar peldaños tan pequeños! ¡Por favor, si hemos tenido que descender de lado porque no podíamos de otra forma…!
Antes de que la matemático abriese la boca, ambas escucharon cómo una retahíla de quejas se acercaba a donde estaban ellas. Las dos reconocieron su autor: el guarda de seguridad del hotel, el mismo que poco antes había hecho guardia delante de la sala de maquillaje, y al que habían saludado escuetamente al salir al escenario.
"¿Por qué tengo que molestarme en ir a la habitación trescientos trece?", se oyó claramente, "Cuando pille a ese botones nuevo, voy a quitarle los botones de cuajo".
Ambas yeguas se sobresaltaron al conocer el destino del semental que se acercaba.
—Rápido —susurró Magic—, sígueme el juego.
Sin dejar que Imaginary articulase palabra alguna, la tendero se dejó caer en el suelo y empezó a gritar angustiosamente, con unos quejidos que expresaban un infinito dolor.
Disarming observaba detenidamente el teléfono. Sabía que podría haber fisgoneado la habitación para su deleite, pero ésta estaba demasiado pulcra, de tal forma que cualquier cambio, como la apertura de cualquier cajón, sería sin duda notado por la huésped que allí se alojaba. Por lo tanto, para evitar caer en la tentación, el semental decidió permanecer completamente quieto, al lado de la cómoda donde reposaba el aparato de escucha.
Estaba poniéndose nervioso. Los falsos Lizza y Emcee estaban tardando demasiado en descubrirse. Torció el gesto, pensando en lo que en realidad estarían haciendo. El celo femenino no era algo que durase unas pocas horas, por lo que no había que ser muy inteligente para reconstruir lo que en realidad transcurría en el piso superior, máxime si se atenía a los apagados gemidos que, de vez en cuando, se oían. Pero todo era cuestión de tiempo, y pronto, cada vez más pronto, terminarían de copular y empezarían a discurrir el plan del robo.
Inconscientemente, pensó en silbar, siguiendo el ritmo de gemidos, suspiros y respiraciones entrecortadas, mezcladas con los chirridos de la gran cama, la cual, a pesar de no ser antigua, aumentaba el ruido de los movimientos que tenían lugar encima de él y los trasladaba al suelo. Pero se contuvo, sabiendo que, en el momento de terminar o cambiar de ritmo, podría ser descubierto.
En ese momento, una serie de gritos lastimeros inundó el lugar. Parecían provenir del mismo piso en el que él estaba, pero eso no fue lo que inquietó a Disarming. Lo que lo hizo fue la autora de tales chillidos, Magic Sales.
Reale observaba, desde la esquina de la sala de maquillaje, la escena que estaba teniendo lugar en dicha habitación. Anpoine hacía su magia sobre la crin de la regordeta y morada pegaso, la cual resultó llamarse Always Single. A la matemático le resultó extremadamente curioso cómo el nombre de esa yegua era tan pura y llanamente acorde a su estado. Quizá sus padres supiesen anticipadamente que ella siempre sería una solterona, o quizás esa poni se había cambiado el nombre y se había puesto ese como autocastigo recordatorio. Lo segundo era más lógico, pero mucho más cruel.
El pequeño potrillo, situado en el asiento de al lado de su tía, la miraba con asombro, incapaz de creer por qué su familiar había decidido cambiar tanto su aspecto, si ya era guapa de por sí. Reale sonrió, en señal de connivencia. Ciertamente, esa dama era bastante atractiva, a pesar de sus kilos de más y su carácter agrio (lo que hacía que se le formasen a menudo unas cuantas arrugas poco favorecedoras en su rostro). De hecho, el peinado que Anpoine iba a hacerle seguramente resultaría la cúspide que determinaría y mostraría al mundo la verdadera belleza que Always Single poseía. Y esa blanca unicornio estaba ansiosa por hacerlo.
Todo, y todos en esa habitación, rezumaba una inimaginable cantidad de sentimientos, siendo todos ellos positivos. Incluso ella, Reale, se había contagiado de tal "enfermedad", hasta el punto que de verdad tenía ganas de que todo saliese bien, y de que esa dama consiguiese la felicidad.
Pero, de repente, se dio cuenta de algo crucial: si la falsa pareja de artistas comentaba el plan, y Disarming pulsaba el botón de alarma de la habitación doscientos trece para que el recepcionista accionase el botón, ella debía estar presente en ese momento e indicarle a este último lo que debía hacer.
—Debo irme —dijo de repente—. Es urgente.
—¿Por qué? —preguntó Always—. Me gusta que estés presente.
—Tengo algo muy apremiante que hacer, lo siento —fue la respuesta que dio la verdosa poni de tierra.
—Esa puerta que ves lleva a un servicio —comentó Anpoine, señalando ligeramente al fondo de la estancia—, por si es eso lo que necesitas...
—No, no es eso… —replicó la matemático—. Es otro asunto distinto. Simplemente las cosas van a confluir, y tengo que estar en el sitio exacto y en el momento exacto para que el mundo no implosione.
—Ah, comprendo… —exclamó la peluquero—. Entonces vete.
Reale se giró para salir por la puerta, pero Always Single dijo algo que la hizo sonreír:
—¿Sabes una cosa? Olvida lo de pagar este peinado exclusivo. Me gusta tanto que lo haré yo.
—Recuerde —comentó Anpoine, agachando su cabeza hasta situarlo a la altura de la pegaso, mientras ambas se miraban al espejo—, es gratuito. Y debo decir que es usted una gran modelo para este crinado.
Y, con una gran risotada por parte de la peluquero y su cliente, a la que se unió el potrillo, Reale, que también sonrió, salió de la habitación.
Cuando el guarda de seguridad llegó al primer piso, se encontró con dos yeguas en el rellano de las escaleras. Una de ellas estaba en el suelo, quejándose amargamente. La otra, asustada, no sabía qué hacer. Se acercó a ambas féminas, visiblemente nervioso, pues aparte de que las conocía por haber guardado la puerta tras la cual estaban preparándose para el desfile que acababa de terminar, la situación parecía ser altamente preocupante.
—¿Necesitan ayuda? —preguntó, sabiendo que sí lo precisaban.
—La… La escalera… —balbuceó Magic, entre silbidos de dolor—. Me he caído y... Creo… Creo que tengo la pata rota…
Imaginary se quedó petrificada. Aunque sabía que la caída y el dolor no eran más que puro teatro, sabía que debía ser convincente en su tarea. Debía expresar impotencia. Y, para ello, debía enfadarse. Enfadarse como nunca antes lo había estado. Solo así demostraría al gigantesco poni que esa mentira era una verdad. Debía volver a ser Nightmare Moon, a pesar de las consecuencias que ello conllevaría. Entonces, al girar la cabeza, su rostro estaba contraído de pura furia.
—¡Maldita sea! —chilló—. ¡Ya era hora de que apareciese alguien!
Tanto el semental como Magic se extrañaron de esa actitud.
+¡Y ahora, cárgatela al lomo y vayámonos a enfermería! —la verdosa poni de tierra se acercó al guarda de seguridad y empezó a empujarle—. ¡Vamos! ¡No te quedes como un pasmarote!
Magic se mordió el labio, preocupada. Su amiga se había metido en un lodazal pantanoso, al increpar de esa forma al hercúleo equino. Este, en cualquier momento, pasaría de la sorpresa a una actitud defensiva, y reduciría al instante a Imaginary, haciendo que la matemático sufriese y se indignase de verdad. Así que, inconscientemente, se levantó para apaciguarla.
El gigantesco poni volvió a extrañarse, al ver a la yegua que supuestamente tenía una pata rota izarse y sujetar por detrás a la bestia verdosa que le reprendía sin justificación alguna.
—¿No se supone que tienes lastimada la pata? —preguntó, entrecerrando los ojos mientras miraba a Magic. Esta se tumbó de nuevo con una rapidez envidiosa y volvió a quejarse amargamente.
Soltando un bufido, el semental volteó los ojos y, acercándose aún más hacia la morada unicornio, mientras obviaba los escuetos golpes que la otra yegua le propinaba, la levantó y la reposó con el máximo cuidado sobre su espalda. A continuación, viendo que la amiga de la supuesta convaleciente seguía molestando, levantó su pata y, rodeándola el cuello, presionó ligeramente por la parte izquierda de este, haciendo que Imaginary cayese en redondo, completamente inconsciente. Por último, izándola a ella también, la cargó en el hueco libre que tenía en el lomo y se dirigió hacia la enfermería.
Los alaridos cesaron, lo que hizo que Disarming se relajase ligeramente. Quería hacerlo completamente, pero sabía que, en cualquier momento, los huéspedes de la habitación de arriba comenzarían a trazar un plan, pues los sonidos de la cópula habían cesado.
De cualquier forma, necesitaba cambiar de postura, por lo lentamente comenzó a moverse, arriesgándose a que el suelo emitiese un crujido capaz de ser escuchado por los malhechores. Sin embargo, el ruido que ellos estaban haciendo otra vez, al mover de nuevo rítmica y salvajemente la cama, significaba que, probablemente, no prestarían atención a cualquier cosa que no fuesen ellos mismos.
A mitad del estiramiento, los golpes de la cama contra la pared en la sala superior pararon, por lo que el amarillento semental ralentizó su movimiento. Al volver a posar la pata, una sucesión de voces inundó el lugar.
—¡Esta vez sí! —jadeó la falsa Lizza—. ¿¡Ves cómo no era tan difícil aguantar el ritmo hasta que yo llegase!?
—¡Tenías razón! —contestó el compañero—. ¡Ha sido el mejor polvo de mi vida!
—¡Y el mío también, cariño! —respondió ella—. ¡Ha sido tan hermoso y agradable sentirte tan dentro de mí…!
Disarming no pudo evitar sentirse azorado al escuchar esas intimidades.
—¡El placer ha sido todo mío! —añadió el falso Emcee—. ¡Y muchísimas gracias por dejarme terminar en tu interior!
—¿¡Qué puedo decir!? —inquirió socarronamente la forajido—. ¡Eres un semental como debe ser, y mereces ser tratado como tal! ¡Quería, y quiero, sentirte completamente a cada momento!
+Parece mentira... —siguió contando ésta—. Y pensar que estaba completamente ciega, acostándome con el jefe para escalar posiciones dentro de la banda, para buscar al poni de mis sueños cuando estuviese en la cima... Y al final resulta que le tenía delante de mi hocico todo el rato... —se oyó una risa tímida—. Soy estúpida, ¿verdad?
Otra risotada, más estruendosa, resonó. Era la respuesta del semental.
—Nada de eso —comentó al terminar—. Eres una yegua muy adorable. Y estupenda. Y yo también he estado ciego, al no ver lo maravillosa que eres realmente.
La pareja se besó durante unos segundos. Cuando separaron de nuevo sus labios, la falsa Lizza dejó caer un suspiro.
—Creo... —gimoteó ella a continuación—. Creo que voy a dejar el grupo... Y quiero que vengas conmigo. ¿Lo harás?
Hubo un pequeño silencio. Disarming se imaginó la escena: ella estaba abrazada al malhechor, suplicando una respuesta afirmativa por parte de este. Deseó por un momento que el corazón del forajido se ablandase y concediese a su compañera el cumplimiento de su pretensión.
+Sé que ahí fuera hay un mundo para nosotros dos —continuó hablando la yegua—. Descubrámoslo juntos. Alejémonos de toda esta mierda que nos ahoga.
—Contigo… —respondió finalmente el falso Emcee—, contigo iría al fin del mundo.
El botones no pudo evitar reír, sabiendo que la pareja iba a poner fin a sus fechorías. Empezaba a sentirse triste por el hecho de tener que delatarles, y alejó su casco del teclado del teléfono.
—Evidentemente —la dama añadió—, debemos terminar este trabajo. Y cuanto antes lo hagamos, antes seremos libres.
Ante esas palabras, el amarillento poni volvió a situar su extremidad junto al botón de alarma.
—¿Y cómo lo hacemos? —preguntó el oscuro semental—. Tendríamos que revisar el plan.
—Espera… —espetó la falsa Lizza, para luego callar. Disarming contuvo el aliento, sabiendo lo que estaba haciendo—. De acuerdo, parece ser que no hay nadie escuchándonos… Ahora, atiende. Lo que vamos a hacer es…
El botones apretó entonces la tecla de emergencias.
CONTINUARÁ
Bueno, pues hasta aquí la parte 5 (abstenerse rimas ocurrentes). Ya sé que debería haber publicado hace unos días esta parte, pero me ha sido imposible (estas fechas son asesinas, y más cuando a uno le toca viajar y hacer mil cosas). Falta aún una o dos partes más (depende de cómo transcurra la historia, ya que aún no lo he terminado), que espero que en unos días publique. Perdonad el gran fallo con las fechas y disculpadme haberos prometido algo que al final no ha podido ser.