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Parallel Stories

by SrAtomo

Chapter 39: 1x17 - Manehattan - Parte 6

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El Círculo de escritores de Spaniard Hooves se complace en presentar esta obra como muestra de publicaciones que efectúan sus usuarios. Si desean otras publicaciones de calidad en tienen las siguientes aquí:

Nunca es tarde para cambiar - Joypad Console
Nature, buscando un hogar - Horwaith
Saga de la A - Edo Nova
La leyenda del caballero de cristal - Angelus-Y
La roca - Sg91
Castlemania: Pony of Shadows - Riou McDohl
Querida princesa Celestia - amadeusdark
Los Mercenarios Remaker version - edgareo
Aitana Pones: La fiebre infernal - Volgrand
Escalera al abismo - LloydZelos
La Sombra del Cristal - Coire Leblanc


Todos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.

Este es un fanfic de fan para fans.

Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...

+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:

-Daniel Campos Fernández – Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).

-LloydZelos, Volgrand y Unade – Revisión.

+Y a vosotros, los lectores, que estáis a las duras y a las maduras.

Espero que os divirtáis tanto leyendo como lo hice yo escribiéndolo.


Tags: [Adventure/Aventura] – [Comedy/Comedia] – [Dark/Oscuro] – [Random] – [Sad/Triste] – [Slice Of Life/Vida Cotidiana] – [Other/Otros]


Aviso muy importante: Este capítulo, el cual está dividido en varias partes, siendo ésta una de ellas, tiene palabras malsonantes y varias escenas de sexo explícito. Si eres menor de edad, ten mucho cuidado al leer. Cuando vaya a tener lugar una escena de esa índole, avisaré convenientemente. Prefiero hacer esto, y aludir al buen hacer y madurez de cada uno, que no poner este fanfic en "M", pues mucha gente se perdería otros capítulos más suaves y acordes a su edad. Por favor, respetemos todos esta alternativa.

En esta parte hay escenas de índole adulto. Cuidado al leer.


MY LITTLE PONY

PARALLEL STORIES

Chapter 1x17

Manehattan

Parte 6

Reale resopló una vez más. Estaba esperando que algo, lo que fuese, ocurriese. No importaba que ese algo fuese que el recepcionista respondiese a la petición de Disarming, o bien que Anpoine saliese del cuarto de maquillaje. Sinceramente, la verdosa yegua de tierra prefería que lo segundo ocurriese primero, más que nada porque no quería enfrentarse ella sola al problema.

De hecho, también le valía que se presentasen su hermana y Magic, pero las dos estaban tardando demasiado en cumplir su parte del plan. "¿Cuánto se tarda en bajar dos pisos por la escalera?", se preguntó a sí misma. Empezó a calcular mentalmente la cantidad de segundos necesarios para que un poni normal acometiese tal acción, mientras miraba hacia la puerta doble que daba a la escalinata. De improviso, y precisamente del mismo lugar que estaba observando, surgió el mismo gigantesco semental que un rato antes se había encargado de cubrir la entrada a la sala que Anpoine había usado para preparar su sesión de peluquería.

Dicho semental se acercó directamente hasta ella, sobrepasándola por su lado derecho. En ese momento, Reale se percató de que en su lomo descansaban tanto Imaginary, quien, aunque apenas se movía, respiraba tranquilamente, como la tendero, que se encontraba muy a gusto y disfrutando del paseo, recostada sobre la grupa del hercúleo poni.

—¿Ya has vuelto? —preguntó el recepcionista, mirando al encargado de seguridad—. Pues no sé qué has hecho, porque el problema aún persiste, por lo que veo —señaló el cuadro de mandos telefónico—. Es más, parece ser que la habitación doscientos trece también presenta el mismo problema.

La matemático se sobresaltó: "¿Habitación doscientos trece?", pensó, "Eso es que Disarming ha cumplido con su parte del plan".

—Ni siquiera he logrado llegar a la habitación, más que nada porque me he encontrado con ellas por el camino —el guarda señaló su lomo—. Por lo visto una de ellas se había caído por las escaleras, y la voy a llevar a enferme…

—¡Rápido! —intervino Reale—. ¡Pulse el botón de atender la llamada!

—¿Cómo dice? —inquirió el recepcionista—. Señorita, tranquilícese…

—¡Que apriete el botón, le digo! —la yegua estaba irritándose ante la pasividad del poni que tenía delante—. ¡Hágalo ya, estúpido!

Este hizo un gesto al gran semental, que se puso por detrás de Reale, dispuesto a ejercer con ella el mismo movimiento que había hecho momentos antes con su hermana gemela.

—Por favor, hágale caso y pulse ese botón —una voz surgió por detrás del grupo. Cuando se giraron a la vez el gigantesco poni y Reale, vieron que Anpoine les miraba con una expresión alegre pero sombría—. Tómelo como un favor que le pido.

Raudamente, el recepcionista pulsó la tecla, haciendo que el altavoz actuase y emitiese, de esa forma, la conversación que tenía lugar en la habitación trescientos trece. Una plática que, según avanzaba, iba aterrando más y más a todos los presentes. En ella, la malhechora le relataba al semental, con bastante lujo de detalles, cómo debían robar a Suri Polomare y a Coco Pommel. Para ello, la fémina introduciría, en un sobre, un papel limpio. Entonces bajaría a recepción y, antes de salir del hotel para dar un pequeño paseo, dejaría la carta al poni que estuviese, alegando que era un mensaje para "la gran modista Suri Polomare". Esa transacción debía estar bajo vigilancia del falso Emcee, para memorizar en qué cuadrícula ponía el trabajador la misiva. Con ese recurso, sabrían a ciencia cierta en qué habitación se hospedaba su objetivo. De esa forma, al volver la falsa Lizza, irían directamente a la habitación y la saquearían, aprovechando que la costurera y su ayudante estaban muy ocupadas en la presentación de la Semana Grande de Moda de Manehattan.

En ese momento, y sin que nadie en la sala lo apercibiese, un semental de tierra de pelaje oscuro empezó a correr en dirección a las escaleras. Cuando estuvo al lado del ascensor, arrancó de cuajo las bandas de advertencia que cubrían la puerta y entró en su interior. Pulsando rápida y constantemente el botón del tercer piso, logró que la puerta se cerrase rápidamente, y que la caja comenzase a elevarse. Entonces, primero con un chirrido, y después con un quejido, se ascensor se paró completamente. Por último, tras pasar un corto periodo de tiempo, una serie de alaridos pidiendo auxilio, proveniente del poni atrapado, resonó por el lugar.


Disarming colgó el auricular, satisfecho. La pareja de truhanes del piso superior acababa de relatar absolutamente todo el plan, para goce suyo y de los interlocutores de recepción que se encontrasen al otro lado del aparato telefónico, cuya escucha estaba certificada gracias a la iluminación del testigo correspondiente.

Lentamente se acercó hacia la puerta y, abriéndola con cuidado, salió al pasillo y cerró tras de sí. Mientras lo hacía, exhaló aliviado, pues la huésped de la habitación donde había estado hasta hacía unos instantes no había aparecido, lo cuál habría sido un problema de grandes proporciones de haberlo hecho. Y el hecho de que no hubiese ocurrido seguramente se lo debía a las demás del grupo.

Enfiló las escaleras para bajar a la planta baja y, cuando estuvo junto al escalón superior, escuchó un grito ahogado que parecía provenir del ascensor. Con curiosidad, se acercó a la entrada del montacargas y tiró de la puerta, que se abrió sin dificultad. Lo que vio le dejó sin habla pues, en vez de tener delante suya la caja, lo cual debería ser lo normal, lo que había enfrente suyo eran las metálicas cuerdas de sujeción. Un nuevo grito, esta vez más alto, volvió a resonar. Parecía que alguien estaba atrapado y pedía auxilio.

—¡Tranquilo! —gritó, asomándose al hueco—. ¡Voy a sacarte de ahí!

En cuanto cerró la puerta, alguien tiró de él hacia atrás, alejándole del ascensor.

—Tenemos algo más urgente que hacer… —dijo el causante de la acción, quien resultó ser el guarda de seguridad—. Después nos ocuparemos de él…

Encogiéndose de hombros, el botones siguió al gigantesco semental hacia las escaleras del tercer piso. Cuando estaban empezando a abordarlas, el hercúleo poni paró durante un instante y, encarándose directamente al amarillento equino, exclamó:

—Que sepas que tu táctica ha funcionado a la perfección. Hemos escuchado toda la conversación que ha tenido lugar en la habitación trescientos trece, por lo que ahora es mi deber… No, NUESTRO deber, hacerles desistir de sus malévolas intenciones, y detenerlos para echarlos del hotel, donde les esperarán guardias reales.

+Además —señaló hacia el montacargas—, el que está atrapado ahí dentro probablemente sea alguien de la misma banda a los que dichos huéspedes pertenecen, que se introdujo en el ascensor estropeado rompiendo las bandas de señalización y, cómo no, quedó atrapado. Después descenderemos los cables hasta situarle en la planta baja, donde más guardias reales le esperarán.

—Veo que tenéis todo bien pensado —dijo Disarming—, pero… ¿Por qué me necesitas?

—Porque los que están en la habitación son dos, y yo solo uno —respondió el fornido semental—. Pero no es por lo que piensas, sino porque no quiero que nadie se escabulla de la habitación, y para ello es necesario que seamos mínimo la misma cantidad de ponis.

—Comprendo… —añadió el amarillento poni, sonriendo. Probablemente esta adaptación del plan fuese idea del guarda, lo cual suponía que no era únicamente una masa de músculos, sino que también tenía inventiva.

Con gran rapidez subieron los dos tramos de escalera que les faltaba y recorrieron el pasillo del tercer piso, hasta situarse frente a la puerta de la habitación trescientos trece. Con un gesto, el gigantesco guarda ordenó a Disarming que retrocediese ligeramente, recordándole que era únicamente una mera comparsa, escogido para la ocasión por si había problemas.

Cuando el botones hizo caso, el grisáceo semental golpeó la puerta.

—¡Seguridad! —exclamó—. ¡Abran inmediatamente!

Sin dar tiempo a reacción alguna, empujó la madera, con tal fuerza que la sacó de los goznes, y se introdujo en el interior, seguido muy de cerca por Disarming.

Lo que allí vieron, fue demasiado para ellos.


Sin previo aviso, el sonido que provenía del artefacto telefónico se apagó. Las cuatro féminas y el pequeño potrillo miraron entonces hacia el recepcionista, que se estaba colocando unos audífonos, a la vez que conectaba la clavija de estos en un lateral del cuadro de mandos de la máquina de escucha.

—¿Qué ocurre? —preguntó Anpoine, extrañada por tal comportamiento.

—Lo que está transcurriendo ahora mismo —respondió el aludido—, es algo que no debe ser escuchado por menores de edad… —señaló al potrillo—, así que cuando entre nuestro guarda de seguridad, les iré avisando de la resolución.

Al escuchar esa excusa, la mirada completamente fulminante de Always Single recayó en la nuca de Reale, quien sintió la acción como un pinchazo de una aguja al rojo vivo.

—¿Acaso no le he pedido perdón ya? —comentó la verdosa poni, girándose—. ¿Qué más quiere?

Imaginary observó con estupor la escena. A su mente acudieron parte de las innumerables escenas en las que su gemela mayor la protegía y la cuidaba, por lo que bajó instintivamente la cabeza, entristecida por las consecuencias de su acción de venganza. Al volverla a levantar, estaba decidida a actuar, por lo que se adelantó.

—Que sepa que mi hermana es inocente —dijo, interponiéndose entre las dos—. Fui yo quien estaba copulando. Y sí, disfruté como nunca…

—Hermana, no tienes por qué disculparte —señaló Reale.

—No, Reale —Imaginary se giró hasta mirarla—. Fui yo la culpable de que el pequeño oyese cosas que no debería haber escuchado. Y debo ser yo la que se disculpe por ello. Así que señora… —se volteó de nuevo, esta vez hasta quedar frente a Always Single—, me gustaría disculparme convenientemente ante esa acción.

—No… —balbuceó la regordeta pegaso.

—¿¡Cómo!? —la menor de las gemelas Numbers se extrañó. No podía creer que, después de expresar su arrepentimiento, no iba a ser perdonada.

—Quería decir que no hace falta que te disculpes… —añadió la morada yegua—. La equivocación ha sido mía, al mirar de esa manera a tu hermana. Ella ya pidió perdón, y tanto mi sobrino como yo la hemos absuelto. Simplemente no debería haberme enojado de nuevo. Soy yo la que tiene que disculparse.

—Entonces está perdonada —dijeron al unísono las dos verdosas yeguas, cada una acompañando esas palabras con una sonrisa.

Con una expresión ligeramente alegre, Always agachó su cabeza hasta que quedó al nivel de la testa del potrillo. A continuación, acentuando aún más el gesto de su rostro, exclamó:

—Querido, esta es una lección que debes aprender, al igual que debí hacerlo yo: Si perdonas a alguien, debe quedar perdonado. Es de malos ponis insistir en ese tema, menospreciando de esa manera tanto a aquel al que han eximido, como a sí mismos, pues demuestran que sus palabras no sirven para nada.

Ante esas palabras, el pequeño afirmó con seriedad, mirando a su tía con una expresión formal pero a la vez con un deje de orgullo por su familiar.

—¡Acaban de llegar! —expresó de repente el recepcionista—. Un tal Disarming está con él.

Las caras de Magic, de Anpoine, y de las hermanas Numbers se contrayeron, completamente asustadas. Ese estúpido semental no debía estar en esa habitación. ¿Acaso estaba haciéndose el héroe?

—¿¡Qué está ocurriendo aquí!? —inquirió una voz a sus espaldas.

Al girarse nuevamente todas las féminas, así como el pequeño potrillo, descubrieron a un semental de mediana edad, cuyo porte parecía hacerse respetar.

—Señor director —dijo el recepcionista—. Lo siento mucho, hemos tenido que actuar sin su consentimiento, pero era urgente…

—¿Y qué es tan urgente, cuando hay alguien atrapado en el ascensor y no se le está prestando la debida atención? —preguntó, señalando al elevador, el cual estaba situado a su espalda.

Atropelladamente, las yeguas que estaban allí empezaron a explicar la situación, mientras el recepcionista volvió a atender a lo que transcurría al otro lado de la línea telefónica interna. Cuando las ponis terminaron de hablar, el director tenía el gesto torcido, mostrando así el desagrado que le producían las circunstancias.

—¿Es cierto todo esto? —volvió a inquirir el semental, dirigiéndose al trabajador que permanecía tras la barra, quien respondió con una excesiva y rotunda afirmación con la cabeza—. Entiendo… —quedó pensativo durante un instante—. Habéis hecho bien… No es plato de buen gusto esta situación, tanto para el buen nombre del hotel como, lo que es más importante aún, para el bienestar de nuestros clientes. Por lo tanto, seguid con lo que estabais. Yo mismo avisaré a la Guardia Real.

Dicho eso, el director salió por la puerta, dejando al grupo solo. Mientras las yeguas esperaban cada vez más impacientes la resolución del caso, una nueva voz se unió al grupo. Era Store House, la encargada del almacén, quien, curiosa por el griterío que había tenido lugar hacía unos instantes, se había acercado con curiosidad.

—¿Por qué tiene que participar Disarming en este último asalto? —preguntó, con un deje de intranquilidad, algo que pareció molestar a Anpoine.

Ésta se situó delante de la unicornio y empezó a interrogarla…

—¿Acaso te importa? ¿Por qué debería importarte? ¿No ves que las demás también estamos preocupadas?

—Calma, por favor… —interpeló Magic.

—Si, estoy preocupada por él —comenzó a explicar la encargada del almacén—, pero es porque él me ha prometido algo, y quiero que lo cumpla.

—¿Ah, sí? —inquirió la peluquera—. ¿Y se puede saber qué es?

—Pues me ha prometido presentarme a alguien, y… —las lágrimas empezaron a aflorar en los ojos de la blanca unicornio—… y… —bajó la cabeza, en parte avergonzada, en parte para evitar que las demás viesen su estado—… Es mentira… Sí, me lo prometió, pero no estoy preocupada por eso, sino porque… porque… porque es un gran poni, y no quiero perderlo… —volvió a alzar la vista y miró directamente a Anpoine, con unos ojos que, aunque seguían anegados por las lágrimas, expresaban furia—. Es el único aquí al que podría llamar "amigo".

El gesto adusto de la peluquera se relajó, hasta convertirse finalmente en una sonrisa. Extendiendo el casco, ayudó a Store a levantarse y, finalmente, la abrazó.

—Entiendo lo que quieres decir —le susurró al oído—. Y entiendo lo que sientes por él… Porque simplemente se hace querer, ¿verdad?

La encargada del almacén simplemente asintió.

+Pero te advierto una cosa: Él es mío.

Extrañada, Anpoine simplemente rompió el abrazo y se dispuso a mirar a la morada poni de tierra, la cual tenía los ojos entrecerrados.

+M-í-o —expresó con un movimiento de labios, sin emitir sonido alguno.


Cuando tanto Disarming como el guarda de seguridad entraron en la habitación, descubrieron a la pareja de malhechores en pleno acto sexual. Nada más abrir la puerta, el falso Emcee, que hasta ese momento estaba encima de su compañera, saltó hacia atrás como un resorte, desacoplándose al instante de su consorte -lo que generó un bufido desaprobatorio por parte de ella- y alejándose de la cama para, a continuación, dirigirse directamente hacia la puerta. El hercúleo poni de tierra, moviendo ligeramente una pata, golpeó el costado del truhán y le hizo trastabillar de lado, haciéndole chocar contra una cómoda, dejándole inconsciente.

La malévola doble de Lizza, enfurruñándose, alzó la cabeza y, con un evidente gesto de desagrado, espetó, a la vez que entrecerraba sus patas traseras:

—¿Por qué le habéis hecho eso? ¿No podríais haber esperado a que termináramos…?

—Conocemos vuestros planes —respondió el gigantesco semental—, gracias al teléfono interno.

—Y lo sabe medio hotel —añadió Disarming, con un gesto de satisfacción por su acción exitosa.

Ante esas palabras, la malhechora se asustó.

—¡Pues debéis saber que nos acabáis de condenar! —exclamó, en un arranque de rabia—. ¡Porque, aparte de nosotros, hay un tercer miembro de la banda en el hotel, vigilando nuestros movimientos! ¡Es posible que ahora mismo esté de camino al refugio para avisar al jefe! ¡O peor aún, lo más seguro es que venga aquí para matarnos…!

—Ante eso, no tienes que preocuparte —dijo el guarda—. Él está atrapado en el ascensor.

La falsa Lizza bajó la cabeza, mientras se encogía.

—Eso significa… —farfulló, completamente acongojada—. Eso significa que ya tenía pensado acabar con nosotros, siguiendo las órdenes del jefe… —se llevó los cascos de las patas delanteras hacia la cabeza, hundiéndola a continuación entre sus extremidades, incapaz de comprender el poco valor que tenía su vida para el que hasta hacía un día era su líder y amante—. ¡De acuerdo! —expresó a continuación, una vez rehecha—. ¡Quiero pactar un acuerdo! ¡Él —señaló a su compañero— y yo os diremos dónde se aloja la banda y quiénes son! ¡A cambio, queremos una reducción del castigo! ¡Al fin y al cabo, aún no hemos hecho nada ilegal, ¿verdad?!

—Eso es algo que no decidimos nosotros —respondió el gigantesco poni—, sino la Guardia Real.

A continuación le extendió una pata a la yegua, en señal de que, por su parte, aceptaría el trato y la protegería, mientras Disarming se ocupaba de levantar al falso Emcee.

Y, mientras la dama se cubría su cuello con una boa que estaba colgada cuidadosamente sobre una silla, los cuatro salieron de la habitación, rumbo a la planta baja.


Cuando finalmente los cuatro llegaron a recepción, tanto Disarming como el guarda de seguridad descubrieron que no solo les esperaban el escueto conjunto de seis féminas, sino que la sala se encontraba completamente abarrotada de ponis, quienes, como pudieron, les hicieron un pasillo por el que pasar. Según iban avanzando, los cascos de los que había a su vera empezaron a golpear el suelo, hasta convertirse el conjunto en un clamor atronador de júbilo y agradecimiento.

Con gran cuidado, el guarda y Disarming se pusieron en los extremos y fueron escoltando a los malhechores, preocupados por si algún miembro de la banda, o alguien con ganas de hacer justicia, aprovechase el tumulto para abalanzarse contra los detenidos y hacerles daño. Afortunadamente, tal temor no se hizo realidad, llegando el cuarteto a la puerta del hotel, donde les esperaban a su vez cuatro blancos soldados del Ejército Real, siendo dos de ellos unicornios, y los otros dos pegasos. Mientras la abatida falsa Lizza y el aún inconsciente falso Emcee pasaron a disposición de la Guardia, dos nuevos soldados, uno de cada raza, aparecieron por detrás del cuarteto y entraron en compañía del director del hotel, el cual les indicó la ubicación del ascensor.

Según cruzaron estos últimos la sala de recepción, dos trabajadores salieron de la fila de espectadores y empezaron a subir las escaleras con gran rapidez. Los miembros del ejército y el director llegaron a la puerta del ascensor y permanecieron poco menos de un minuto junto a ella. Cuando una serie de chirridos empezó a escucharse, sonido que poco después fue acompañado por unos quejidos lastimeros que provenían del interior de la caja, que a su vez descendía lentamente hasta la planta baja, el director abrió la puerta y la sujetó.

Cuando hubo suficiente apertura, uno de los dos guardias se asomó al interior y sacó a un semental claramente desmejorado, con aspecto de haber rabiado, pataleado, e incluso llorado en el ascensor. Una vez liberado, alzó temblorosa la cabeza y, mirando a los dos soldados, susurró un "Gracias", mientras sus ojos empezaron a titilar de gratitud.

Después de pasar de nuevo los dos soldados escoltando al poni de tierra, y después de salir el trío del hotel, la gran acumulación de ponis empezó a deshacerse poco a poco, hasta que al final quedaron junto al mostrador el mismo pequeño grupo que había al principio.

—Muchas gracias por poner el altavoz —dijo Reale, mirando al recepcionista.

—El placer ha sido todo nuestro —respondió el aludido con una sonrisa—. Es un orgullo tener clientes tan avispados como ustedes. Merecen una retribución por esta heroica acción.

—No eres tú el que debe decidir eso —se oyó una voz en la espalda del grupo.

Cuando se giraron, vieron al director del hotel, el cual seguía tan serio como de costumbre.

+Pero sí, ustedes merecen un premio por evitar un escándalo mayúsculo a nuestro hotel —su boca se convirtió en una esperpéntica mueca, que se asemejaba a una macabra sonrisa—. Y, si quieren pasar a mi despacho, creo que llegaremos a un acuerdo satisfactorio para todos…

+En cuanto a usted… —siguió hablando, dirigiéndose esta vez a Disarming—, su comportamiento ha sido completamente reprobable. Han llegado a mis oídos airadas quejas sobre sus acciones —todos miraron a Always, la cual negó con la cabeza su implicación en la denuncia—. Esto no es una casa de citas, sino un respetable hotel. Por lo tanto, me temo que su inapropiada "labor" contradice seriamente al espíritu de este lugar, faltando al honor de trabajadores y clientes. Por lo tanto, debe ser despedido. Vaya a la sección de Recursos Poniles y entregue su uniforme. Después preséntese en mi despacho. Le tendré preparado el finiquito.

Las yeguas se miraron entre sí, sin poder creer aún lo que acababan de escuchar. No era justo que ellas recibiesen elogios y una recompensa y, en cambio, Disarming fuese despedido y tratado como un trapo viejo.

—No hace falta que me despida —alegó el amarillento semental—, me voy. Ha sido… "interesante" la experiencia, pero solo soy un poni de pueblo, con unas ambiciones que no se corresponden con la realidad. Quédese el puesto, y quédese el dinero del finiquito. Y dedique el tiempo que hubiese tardado en redactarlo en buscar a alguien para la infinidad de puestos a los que me ha tenido bailando.

+Pero sé que usted no confía en mí, sino que me menosprecia. De hecho, nunca ha creído en mí —se echó a reír—. Es curioso… Vine aquí buscando escapar de ponis que me se burlaban de mí, y recalo en un lugar en el que obtengo exactamente lo mismo. Pues lo siento, pero la cantidad de cosas positivas que tenía a mi alrededor allá de donde vengo, son bastante más que las que he obtenido aquí. Así que coja el contrato y métaselo por donde le quepa.

Todas miraron alternativamente a Disarming y al director. Unas lo hicieron con horror, mientras que otras expresaban admiración hacia el primero.

—Está bien, está bien… —dijo finalmente el director, intentando quitar hierro al asunto—. Creo que lo mejor es que sigamos hablando de este tema en nuestro despacho.

Store House miró directamente a los ojos del botones, y se mordió ligera pero sensualmente el labio inferior, a lo que este respondió apretando los dientes, mientras sus belfos empezaban a retraerse.

—Jefe, creo que no sería prudente hacerlo —intervino la encargada del almacén—. Se le ve completamente decidido a marcharse, y el hecho de que usted y él entren solos al despacho no augura nada bueno para su propia seguridad.

Ante esas palabras, el gesto austero de Disarming se acentuó aún más y comenzó a gruñir, lo que hizo que el administrador principal reculase directamente. Reponiéndose ligeramente, el director emplazó, mediante un gesto, a que Magic, las hermanas Numbers y Anpoine le siguiesen.

Una vez quedaron solos Disarming y Store, él fue el que cortó el silencio:

—¿Se puede saber por qué has usado ese gesto, sabiendo que me haría enfadar? —preguntó.

—Porque conozco al director, y sé que puede ser muy persuasivo —respondió ella, con una sonrisa en su boca—. Él ha cometido un error al despedirte pues, al hacerlo, te corresponde una paga extraordinaria de tu sueldo. Sin embargo, ha reculado rápidamente y te ha pedido hablarlo más tranquilamente en su despacho. Allí te convencería sí o sí a que te retractaras y renunciases por ti mismo al puesto, por lo que así se ahorraría ese sueldo extra.

—Pero si justo después de que él me despidiese le dije que me iba —alegó el amarillento semental—. ¿No contradice eso tu teoría?

—No, porque estabas fuera de tono —fue la contestación que recibió—, algo que se acrecentó con el ataque de rabia con el que te influí. Ante un secretario imparcial, cualquier reclamación por su parte sería desestimada, pues simplemente los testigos podrían razonar que estabas fuera de tus cabales.

Ante eso, el recepcionista soltó una risotada, denotando que estaba escuchando la conversación. Tanto Disarming como Store giraron sus cabezas hacia él, haciendo que el trabajador tosiese a modo de disculpa y, alejándose a la parte más lejana del mostrador, empezó a rebuscar en los cajones allí dispuestos, mientras empezaba a tararear la canción que había acompañado al insólito acto de presentación que Anpoine había preparado ese mismo día.

El incómodo silencio entre Disarming y Store se mantuvo hasta que el semental abrió la boca para hablar, pero ella se adelantó:

—Quiero que sepas que me debes un favor —declaró—, y pienso cobrármelo.

—Vamos, vamos… —el semental intentó quitar hierro al asunto—, tranquilízate un poco… Por supuesto que voy a presentarte a Look Talker, pero ya no podré hacer más… Intentar manipularle para que se interese por ti es harina de otro costal.

—Hacer que se interese por mí es algo que puedo hacer solita —espetó la unicornio—. Simplemente tengo que ser yo misma, y blablablá…

—Estoy seguro de que lo conseguirás —declaró Disarming—. Además, sé que él está en un momento en el que aceptará cualquier cosa…

Con un bufido, que se convirtió al instante en un gruñido, Store alzó sus patas delanteras e intentó arrollar al semental. Este, que esperaba tal reacción, solo tuvo que moverse ligeramente hacia la izquierda, para terminar inmovilizándola, cogiéndola del lomo.

+Tranquila, vaquera… —susurró al oído de ésta—. Te debía una broma. Ahora estamos en paz. Y he de decir que nunca se me ocurriría mejor pareja para él que tú. Eres una poni fantástica, y estoy orgulloso de haberte conocido. Eres la única a la que voy a echar de menos cuando me vaya… Y vaya si te voy a echar de menos…

Store se calmó y, retorciéndose ligeramente, abrazó a Disarming, mientras sus ojos empezaron a humedecerse.

—Yo también voy a echarte de menos, tontorrón… —murmuró—. Por cierto, debo decirte que a Anpoine le gus…

¡Y creo que eso es todo…! —se oyó en alto, interrumpiendo la conversación. La puerta del despacho del director se abrió de par en par, dejando este suficiente paso para que las tres yeguas saliesen—. ¡Un gran placer haber contado con su inestimable ayuda!

Anpoine, cuando vislumbró a Store y a Disarming aún abrazándose entre sí, se adelantó, enfurruñada. Estaba dispuesta a cantarle las cuarenta a esa ladrona de sementales, y más tenía de hacerlo, cuando le había avisado claramente de las circunstancias que atañían al amarillento poni.

—¿¡Qué ocurre aquí!? —preguntó, en una gran e incisiva imprecación.

—Nos estábamos despidiendo… —respondió Disarming, mientras la blanca unicornio le soltaba, mirando a su vez a la peluquera con un leve deje de sumisión.

—¿Nada más? —volvió a inquirir la peluquera.

—Nada más, lo juro… —esta vez fue Store la que habló.

Durante un instante las miradas de las dos yeguas se cruzaron. La de Anpoine, completamente inquisitiva al principio, poco a poco se fue relajando hasta convertirse en una contemplación condescendiente.

—Está bien —declaró finalmente esta última—. Yo no soy quién para entrometerme entre dos amigos que expresan un saludo… exageradamente efusivo, sí, pero un saludo al fin y al cabo…

Magic se adelantó y, tendiendo su pata delantera hasta rodear el cuello de la unicornio, apretó ligeramente hacia sí y le susurró:

—No dejes que los celos te nublen la vista. No hay absolutamente nada entre ellos dos, te lo puedo asegurar… Para vislumbrar estas cosas soy muy buena.

—Tienes razón… —murmuró Anpoine—. No sé lo que me ha pasado…

—El poder de los celos, cariño —Magic sonrió—, que obnubilan la mente y hacen ver lo que realmente no existe.

Poco a poco todas se fueron situando en dos filas para, de esa forma, poder despedirse convenientemente.

—Muchísimas gracias —declaró Disarming, dirigiéndose hacia la peluquero—. Me alegra ver que has sido muy valiente, tanto que has preferido ayudar a los demás, sin preocuparte por tu salud. Eres una poni maravillosa.

—Ah, no te preocupes… —las mejillas de la azulada poni se sonrojaron ligeramente—. No me daban miedo esos bobos… Cuando una es la única yegua en una familia con cinco sementales embrutecidos, o se aprende a combatir, o te quedas en la cuneta…

—Y aún así, conservas tu feminidad… —comentó el amarillento semental, con un hilo de voz claramente audible por todos—. Eres un cielo —entonces le dio un beso en la frente.

La respuesta instantánea de la cerúlea yegua fue dar tres golpes secos sobre el suelo, haciendo que él la mirase extrañado, para luego hacerlo sobre las demás del grupo, que estaban chocando sus cascos sobre sus respectivas testas.

—Creo que tenemos que ponernos al día con el asunto de las cartas… —exclamó Magic, una vez situada frente a su ídolo. Entonces, acercándose aún más a ella, le murmuró al oído—. No te preocupes por él y el asunto de que no supiese lo de los tres golpes. Es un poco "torpe" en algunos sentidos, pero le hablaré convenientemente de ti. No temas… No lo has perdido, sino que aún no sabe que le has ganado.

Cuando fue el turno de Reale, esta simplemente sonrió y exclamó un "¡Lo sabía!" tan alto que los que estaban en la sala común miraron hacia ella. Con respecto a Imaginary, lo que tuvo lugar fue un silencioso pero fogoso abrazo, tanto para Anpoine como para Store.

Una vez terminaron de despedirse, Magic, Disarming y las hermanas Numbers salieron por la puerta giratoria. Cuando se disponían a alejarse del hotel, el director, mediante un grito, hizo que se frenasen.

—¡El uniforme no te pertenece! —espetó—. ¡Es propiedad del hotel!

El amarillento semental miró hacia su cuerpo. Con gran rapidez, se quitó el rojizo chaleco y, girándose hacia el empresario, elevó el traje hacia atrás con el casco con intención de lanzárselo de mala manera hacia el director. Desafortunadamente para él, la prenda se le escurrió cuando ejercía fuerza, haciendo que el uniforme volase unos metros por detrás de él. Tanto Magic como las hermanas Numbers siguieron la trayectoria que la prenda hizo, descubriendo que iba a impactar contra la cara de una distraída yegua excesivamente emperifollada.

—¡Puaj! ¡Qué asco! ¡Está sudado! —gritó una voz femenina. Al girarse el semental, vio cómo Suri Polomare estaba tosiendo y se llevaba el casco a la garganta. Por detrás de ella, Coco Pommel se mordía los labios para no estallar en una carcajada, pues sabía que, de ceder a tal acción, más adelante tendría serios problemas—. ¡Exijo una compensación de este inusitado ataque hacia mi ponisona! —miró el objeto causante de la tropelía y, manteniendo en alto el distintivo del hotel que poseía la prenda, observó con una entrecerrada y fulminante mirada al director, que tenía los ojos abiertos como platos—. ¿¡Quién ha sido!?

—A… A mí no me mire… —comentó Disarming—. Yo no trabajo en este hotel…

El mordisco sobre los labios de Coco se acentuó aún más, hasta el punto de cruzar el umbral del dolor. Pero no le importaba, pues debía evitar a toda costa que su pugna contra el arranque de histerismo que le provocaba la escena le dominase.


El silbido de la locomotora anunció la inminente salida. Los ponis que ya estaban en el interior del vagón -Magic Sales, Disarming Smile y las gemelas Numbers- saludaron efusivamente a las dos yeguas que, desde el andén, hacían los mismos exagerados gestos. El tren al completo comenzó a acelerar, haciendo que, poco a poco, Anpoine Fryzjer y Store House se perdiesen en la distancia.

—Parece mentira que ambas quisieran despedirse de nuevo... —comentó Magic, recostándose de nuevo sobre el asiento—. Son tan especiales...

—Sí, muy 'especialitas'... —replicó Reale.

—Cómo te molesta que te hayan parado los cascos, ¿verdad? —dijo la tendero, con un tono de sorna—. Simplemente te calaron al momento.

—Esas no pararían ni una pluma cayendo —espetó la verdosa poni de tierra—. Simplemente estoy molesta porque se han metido en asuntos que no les conciernen.

—Ya, claro... —la morada unicornio se reclinó aún más sobre el asiento, mirando alternativamente a Disarming y a Imaginary, ignorando abiertamente a la menor de las gemelas Numbers.

—De todas formas —volvió a hablar la matemático—, debo hacer una cosa con mi hermana... —dicho eso, la miró con los ojos ligeramente entornados y, aspirando hondo, exclamó—. Imaginary, lo siento...

La aludida, que hasta ese momento había estado triste por la despedida, se alertó, hasta el punto de extrañarse por lo que acababa de escuchar.

—¿Qué…? —susurró.

—Que siento muchísimo cómo te he tratado todos estos años —Reale bajó la mirada, apenada—. Pero lo hice porque era necesario...

—¿A qué te refieres? —preguntó finalmente Magic, ante la imposibilidad de la menor de las gemelas Numbers a responder con suficiente impulso.

—Durante demasiado tiempo, he visto cómo los demás se burlaban de mi hermana —contestó la matemático—, hasta el punto de hacer que ella se arrinconase sobre sí misma, alejándose de esa forma del mundo exterior. No sabía cómo hacer que recuperase la fe en sí misma, y me estaba comiendo la cabeza intentando elucubrar una forma plausible de hacer que ella fuese alguien capaz de defenderse... hasta que, un día, alguien me dio un consejo...

+"Tu hermana es como un resorte dentro de un reloj, que se mantiene aprisionada por los diferentes engranajes que están a su alrededor. Sin embargo, necesita que el engranaje que está más cerca de ella también ejerza una presión constante. Tú eres ese ensamblaje, y debes apretar hasta hacerla alcanzar su límite, de modo que su única salida sea un error tuyo, un titubeo en tu constante martirio. Entonces, y solo entonces, podrá liberarse con toda la energía que ha estado acumulando y explotar su potencial, hasta terminar volviendo a su estado original, aquél que tenía cuando estaba sin presiones de ningún tipo" —recitó, como si fuese una cantinela que se le hubiese quedado grabado a fuego en su mente—. Nunca olvidaré esas palabras...

—¿Y quién te dijo esta estupidez? —inquirió Magic.

—¡No es ninguna estupidez...! —exclamó Reale—. Es un consejo que ha servido perfectamente, y ahora mi hermana está en su posición original, de donde nunca debió haber salido... Pero, ahora que me preguntas... No sé quién me dio ese consejo.

—Parece la típica palabrería venenosa de la que hace gala Gentle Colors a menudo —titubeó la tendero.

—Por cierto, hablando de ella... —la verdosa yegua de tierra se irguió, para acercarse a la unicornio—, ¿qué historia le has contado a esa Anpoine? —entrecerró los ojos—. ¿La "oficial" o la verdadera?

—¡La oficial, por supuesto! —exclamó Magic, intentando protegerse—. Además, hace años que nos escribimos, y hace meses que se lo dije, y para entonces yo no sabía más que esa versión. De todas formas, sé cuidar secretos, y nunca le habría puesto la verdadera historia.

—Me alegra saber que no tienes una nuez por cerebro... —comentó la matemático.

—Eres una imbécil —espetó la tendero—. Que seas una lumbreras en tu campo, no significa que los demás sean inferiores a ti. Me gustaría ver cómo te desenvuelves vendiendo cosas, por ejemplo...

—Pues probablemente lo haría mejor que tú —respondió la matemático.

—Por favor, por favor... —intervino Disarming—. Dejad de pelearos otra vez, ¿vale? Deberíais saber que fuisteis una de las comidillas en el hotel, a base de tantas y tantas discusiones. Y no me gustaría…

—¡Cállate! —gritaron ambas yeguas al unísono.

El amarillento semental se amilanó, bajando la cabeza, en señal de sumisión. Imaginary, que estaba situada delante de él, se adelantó ligeramente y, hablando en apenas susurros, le intentó animar:

—Tran… Tranquilo… Se les pasará…

—¡Y a ti, ¿Qué te pasa!? —inquirió de repente Reale, mirando a su hermana menor—. ¡Antes lo estabas haciendo genial, encarándome por mis errores…! ¡Pero ahora sigues siendo una potrilla asustada!

—Yo… Yo… —la aludida se llevó los cascos a la cara, intentando parar las lágrimas que empezaban a afluir en sus ojos—. No quiero convertirme en Nightmare Moon… No quiero que ninguna de nosotras se convierta en Nightmare Moon…

—¿A qué te refieres con eso? —la mayor de las gemelas se extrañó sobremanera ante esas palabras.

—¿Te refieres acaso a…? —Magic, en un gesto maternal, rodeó el cuello de Imaginary y la atrajo ligeramente hacia su cuerpo. Una mirada que suplicaba compasión por parte de la verdosa yegua de tierra, hizo comprender a la tendero a qué se refería exactamente. Entonces, abriendo ligeramente la boca, la unicornio volteó su mirada hasta mirar a Reale y continuó hablando—. Ella te ha visto como tu verdadero tú. Ha sido testigo de cómo te transformabas en una bestia sedienta de sangre, y a punto de atacar a los demás, cuando estaba desfilando… Por un instante, tú eras Gentle…

Ante el gesto de perplejidad de esta última, la morada unicornio siguió hablando, esta vez hacia la pequeña de las gemelas.

+Tranquila, tranquila… Ya pasó todo… Ella es tu hermana, nada más…

—Entonces, según esta teoría —espetó de repente Reale—, ella también es Gentle Colors —señaló hacia su gemela menor—, porque yo también la he visto pero, a diferencia de su visión, la mía fue sobre el escenario, sustituyendo a mi hermana por un momento… —entonces se fijó en los gestos de preocupación de los demás—. Hmm... Entonces debo suponer que vosotros dos —señaló a Magic y a Disarming— también la habéis visto…, ¿no?

—Yo la he… percibido —comenzó contando el semental— en el almacén. Y digo "percibí" porque en realidad era la encargada del al…

—Ya, ya… —le cortó la matemático, mirándole con desdén—. A mí lo que me interesa es cuándo, dónde y cómo ha tenido ella su visión… —apuntó con su casco a la tendero.

—¿Ni siquiera eres capaz de dejar que él se explique…? —fue la respuesta que esta dio—. Continúa, Disarming —siguió hablando, mirando al amarillento poni—. Y tú calla —exclamó, volteando sus ojos hasta posarlos sobre Reale.

—¡No! —interrumpió Reale—. ¡Tú no me mandas callar! —entonces, tomando aire, volvió a hablar, esta vez en un tono más bajo—. Supongo que tú también la has visto, más que nada porque no eres una poni especial, y porque he visto en tus ojos cómo te ha sobresaltado cuando yo he comentado que he visto a Gentle.

La tendero no pudo más que bajar levemente la mirada.

—Tienes razón en que yo también la he visto —declaró—, pero no en lo que yo soy una poni normal y corriente. Deberías saber que todo poni es único, por lo que no hay razón alguna para decir qué es normal y qué no.

—Como quieras… —refunfuñó la verdosa poni de tierra—. El caso es que los cuatro hemos visto cómo alguien de nuestro entorno se ha transformado en esa estúpida yegua de dos colores, y supongo que en cada caso esta ostentaba una actitud poco amistosa —entonces se fijó en los demás, que inconscientemente asintieron, dándole la razón en ese sentido—. Por lo tanto, como es una visión que solo hemos tenido nosotros, pues nadie se ha sobresaltado ni asustado por ver a alguien distinto durante un momento… Ni siquiera esa encargada del almacén o Anpoine… Es algo que nos atañe únicamente a nosotros cuatro.

—¿A dónde quieres llegar? —inquirió Magic.

—A que el único punto en común que tenemos con Gentle Colors es que los cuatro la conocemos —respondió la mayor de las gemelas Numbers—, pero a un nivel mucho mayor que el resto. Anpoine sabe de su existencia por lo que le has puesto en las cartas, y esa blanca unicornio del almacén conocerá en todo caso lo que le haya podido explicar Disarming. Pero ellas no han tenido una aparición. Así que lo único que se me ocurre es que, o bien Gentle se está poniendo en contacto con nosotras, lo cual me resulta extraño que lo haga de esa forma, intentando agredir a los demás, cuando ella misma ignora que sabemos quién es realmente, o…

Entonces Reale abrió los ojos como platos.

—¿O qué…? —volvió a preguntar la morada unicornio, inquieta.

—Maldita sea… —la matemático masculló—. Pero claro… es la única posibilidad lógica… Pero es tan… horrible…

—¿Qué ocurre? —dijo Disarming.

Imaginary, viendo la expresión de su hermana, la cual cambiaba vertiginosamente de preocupación a terror, se acercó a ella y le puso un casco sobre sus patas delanteras, para proporcionarle seguridad.

—¿¡Es que no lo comprendéis!? —chilló Reale—. ¡Todo es culpa de Gentle… pero a la vez ella no es la culpable!

Su respiración acelerada fue rápidamente acallada por una sucesión de inspiraciones hondas, que lograron calmarla momentáneamente.

+Lo que quiero decir es que el hechizo de olvido que hay sobre Northwest Mines Town nos está llamando… Sabe que conocemos a Gentle Colors, y nos insta a que volvamos para que, cuando sea lanzado, nos afecte de lleno… y que olvidemos quién es verdaderamente esa unicornio…

—Comprendo… —Magic se llevó un casco a la barbilla—. Pero Wise dijo que iba a quitar el hechizo para que no afectase ni al Consejo ni a las amigas de…

—¡Quizá por eso nos está llamando! —le interrumpió nuevamente la matemático, otra vez nerviosa—. ¡Porque es posible que sea un error que lo haga! ¡No debería quitarlo de unos pocos, sino de todo el pueblo! ¡Porque… ¿qué crees que ocurriría si medio pueblo la olvida, y el resto la sigue recordando?! ¡Nosotros sabemos lo que ella es realmente, pero sus amigas no! ¡Por eso mismo debería quitar el hechizo, para que nadie empiece de cero, y la existencia de todos continúe, ajena a lo que representa el hechizo de olvido!

—Tienes razón —comentó la tendero—, debemos hablar con Wise Words y contarle lo que ha ocurrido —miró a Disarming y a Imaginary, quienes respondieron afirmativamente a ese comentario con un gesto de cabeza—. Más que nada, porque es posible que, como nosotros sabemos quién es ella en realidad, se nos presente de esa forma tan violenta, como si estuviese cazando a los que pretendían atraparla.

—Por… —titubeó Imaginary—, por esa misma razón, las amigas que tiene, así como el resto del pueblo, la verán de forma distinta.

—Eso es correcto… —Reale se sentía más aliviada, viendo que los demás hablaban del tema con inquietud, aunque no de forma aterrorizada—, pero a la vez no lo es… Es decir, seguramente nosotras la veamos porque hemos salido de Northwest Mines Town, y la visión nos reclama volver, pero a la vez sabemos quién es en realidad, y se nos aparezca de esa forma… Pero alguien que no esté en el pueblo, y que no sepa más que la historia oficial, o incluso no sepa quién es en absoluto, seguramente tenga apariciones de Gentle caminando, o asomándose a una esquina, o… En cualquier caso, algo mucho más inocuo.

—Es algo terrible, sin duda… —argumentó Magic—, pero hay un problema al avisar a Wise de lo que ocurre. Si le pedimos que el hechizo deje de afectar a todo el pueblo, debe ser a todo el pueblo, incluida Gentle.

—¿Por qué? —inquirió Disarming—. Si ella recuerda quién es, lo mismo nos ataca, o se queda hecho un ovillo al tener conocimiento de las aberraciones que ha cometido a lo largo de su vida.

—Magic tiene razón —respondió Reale, mirando al semental—. Porque si no lo hace…, porque si la deja a ella fuera…, quedaría en completa desventaja, y todo el pueblo, incluido sus amigas, se extrañarían si de repente solo Gentle sufriese un ataque de amnesia selectiva… Y terminarían descubriendo la verdad, y sin que Gentle tuviese posibilidad de disculparse ni responder a sus preguntas.

—De todas formas —volvió a hablar la tendero—, es algo que deberíamos tratar con urgencia en una sesión extraordinaria del Consejo, sin Gentle, por supuesto.

Con un gesto afirmativo por parte de los otros tres, se dio por zanjado ese tema, delegando de esa forma la crítica decisión a todo el estamento de control de Northwest Mines Town.


El trayecto del tren se había vuelto monótono e interminable pues, aunque este acababa de cruzar Mareheim, aún debían atravesar Fillydelphia, y faltaba un mundo para llegar a Ponyville, el final de su ajetreado viaje. Para matar el tiempo, Imaginary se perdía mirando el paisaje que el convoy dejaba atrás, y lo mismo hacía Disarming, aunque este último lo hacía hacia el panorama que se avecinaba.

—¡Buenas! —una voz femenina alertó al cuarteto de ponis. Cuando estos miraron a la interlocutora, descubrieron que se trataba de la misma grifo que, semanas atrás, encontraron en el mismo trayecto. Únicamente Disarming, que había cogido el tren anterior, la veía por primera vez—. ¡Muchísimas gracias por el regalo! —exclamó la criatura mitad león, mitad águila, flexionando ligeramente sus patas delanteras, lo que hizo que su cuerpo se inclinase en un gesto de buena voluntad.

—¿El regalo? —preguntó Magic, extrañada. Recordaba que en el último encuentro le habían dado la comida para carnívoros, pero ignoraba completamente que dicho gesto fuese tan crucial para la grifo, a la que no se la había visto expresamente hambrienta ni necesitada en el momento de recibir el presente.

—Sí, el envoltorio… —declaró la aludida—. Era justo lo que necesitaba.

—¿El… envoltorio…? —Reale estaba realmente anonadada con esa respuesta.

—Verán… —la grifo tosió y, sonriendo de forma muy alegre y sincera, continuó hablando—, mi nombre es San Griffith, y soy una grifo bióloga. Aunque no lo parezca, vivo en Equestria, realizando un estudio biológico de los seres vivos que pueblan este país, y cuyos resultados se añadirán a un compendio internacional con el objetivo de catalogar y esclarecer todo lo referente a los campos y lugares incluidos.

+El caso es que un buen amigo me pidió un gran favor y, sin darme tiempo a prepararme suficientemente, me vi obligada a tomar el siguiente tren hasta mi destino… el sur del Everfree Forest. Allí, en un árbol en concreto, me encontré a esta preciosidad…

En ese momento, llevó una de sus garras delanteras hacia el zurrón que portaba, que sin duda había sido el motivo por el que la grifo se había mantenido sobre sus cuatro patas, y del de su escueta genuflexión, pues las alforjas que llevaba eran horizontales, de tal forma que sobresalían por los laterales una longitud mayor que unas normales. Con sumo cuidado, sacó el embalaje transparente que otrora llevara la comida carnívora, aunque en esta ocasión lo que había en su interior era un pequeño insecto que revoloteaba de forma nerviosa. Este era grisáceo, con unas hermosas alas azuladas, exactamente iguales que el de una mariposa. Sin embargo, el aleteo era mucho más rápido que el de una alevilla. Con un vistazo más profundo, los cuatro ponis descubrieron que los bordes de dichas alas tenían una fina cubierta peluda, lo que le situaba más cerca del orden de las polillas. Entonces el artrópodo se posó sobre el fondo y replegó sus alas, así como su cuerpo. En este estado, el pequeño invertebrado había cambiado completamente de aspecto, ofreciendo un negro armazón externo de quinina bastante grueso (o al menos eso era la impresión que expresaba).

Sin más dilación, la grifo acercó el envase al grupo, que se fijaron en que, tanto por los laterales como por toda la tapa, una serie de pequeños agujeros (hechos sin duda alguna por las uñas de las garras aguileñas de la grifo) permitía al insecto respirar, pero a la vez le impedía escapar.

—¿Qué es? —inquirió Magic, curiosa.

—Es el ejemplar aparentemente más fuerte de los que había, así que lo he "rescatado" —respondió San—. Veréis… es una Coleoptera Lepidoptera, o más comúnmente llamada Mariposa Escarabajo. Lo más triste es que esta especie es tan curiosa e insólita que está constantemente amenazado por la extinción. Este espécimen pertenece a un colectivo, o enjambre, si lo preferís. Su ubicación exacta era un misterio, pero del que se conocía que estaba en el límite sur del Everfree Forest… hasta ahora, gracias a mi constancia y a la urgencia del asunto.

+Una de las particularidades de esta especie es que en ese árbol donde los encontré solo convive la parte masculina de la especie —el insecto empezó a revolotear dentro de su jaula de plástico, como si quisiese pavonearse de ser el centro de atención—. La parte femenina fue descubierta por mi amigo hace unas semanas en el límite norte del Everfree Forest, y fue el motivo por el que me llamó con tanta premura.

+Sabemos que, cuando llega su época de celo, los ejemplares más capaces de cada sexo emprenden el vuelo y se dirigen al encuentro común, confluyendo ambas expediciones, o más bien los pocos que han logrado sobrevivir al viaje, en el centro justo del bosque, exactamente en lo que antaño fue el jardín del antiguo Palacio de las dos Princesas de Equestria. Una vez allí, copulan y mueren, debido a la extenuación tanto del viaje como del acto en sí. Sin embargo, las larvas que crecen en el jardín, cuando tienen fuerza suficiente, se dirigen hacia uno de los árboles, determinando así su sexo. Pero este año no han sentido la llamada del apareamiento, y tal encuentro no ha tenido lugar.

—¿Y eso por qué ha sido? —Magic estaba bastante preocupada por lo que acababa de escuchar.

—Eso es lo que tratamos de averiguar —respondió San—, juntando una hembra y un macho de la especie en plena época de celo. Si acceden sin dilación alguna al acto reproductivo, el problema será ajeno a ellos. Entonces… —la grifo quedó pensativa durante un instante—, lo más seguro es que la contrariedad se deba a algo que nos lleva rondando tiempo en la cabeza…

—¿Qué es, si puede saberse? —inquirió la tendero.

—Bueno, es una hipótesis que barajamos en el grupo científico —contestó la aludida—, y que, después de ver el árbol, cobra cada vez más fuerza… Básicamente, dicha hipótesis dicta que estos insectos sentían más la necesidad de acudir al lugar donde tenía lugar el apareamiento que en la cópula en sí misma. Sé que esto suena bastante inverosímil, pero es quizá la más estable de las que se barajan…

—¡Já! —soltó de repente Reale, asustando a los presentes, incluido el pequeño insecto, que volvió a revolotear por el interior del embalaje—. ¡Pues claro que es eso! ¡El problema no está en esos insectos!

—¿Por qué te jactas de ello de esa manera? —preguntó la grifo, torciendo ligeramente el pico—. ¿Acaso sabes algo que la ciencia desconozca? Y no me vale con un sí o un no, tienes que exponer una hipótesis lo suficientemente veraz como para ser respaldada sin alguna duda…

—¡Pues claro que conozco algo que tu rama de la ciencia ignora! —fue la réplica que la mayor de las gemelas Numbers dio—. Y, como matemático que soy, sé perfectamente el funcionamiento de la ciencia general en este sentido.

—Entonces ilumíname, por favor —dijo San, con un tono ligeramente condescendiente.

—¡Es algo muy fácil de hacer! —la verdosa yegua de tierra sonrió y, mirando al resto del grupo de ponis, espetó—. ¡Recordad lo de la gema negra y los gusanos de las profundidades! Está tan claro como el agua que esos insectos se sentían atraídos por el poder de los Elementos de la Armonía, que aumentaban y reflejaban el ansia de cada uno de los grupos sobre el otro, hasta el punto de atraerlos a ambos hacia el Jardín Real… ¡Pero los Elementos de la Armonía ya no están en el antiguo Palacio Real, pues fueron usados para proteger Equestria del ataque de Nightmare Moon, y ahora estarán en la cámara más acorazada del actual Palacio!

Al escuchar el nombre del horrible ser que surgió por el odio de la Princesa Luna, Imaginary se acurrucó sobre sí misma, mientras un escalofrío recorría todo su cuerpo.

—De acuerdo, esa es la hipótesis —declaró la grifo—. Ahora respáldalo…

—¿No has escuchado lo que he dicho sobre la gema negra y los gusanos? —Reale resopló y, después de respirar hondo para tranquilizarse, siguió hablando—. En el pueblo donde vivimos —señaló con su pata al resto de ponis, mediante una panorámica— había una gema negra dentro de la mina. Una gema que reflejaba el saber y el conocimiento de los habitantes del pueblo, y lo enfocaba hacia las grutas más profundas de la montaña, logrando de esa manera que unos seres que allí moraban, los gusanos de las profundidades, creciesen y evolucionasen hasta el punto de hablar el mismo idioma que nosotros. Lástima que robasen la gema…

—Hmm… —musitó San—. Interesante… Tengo que ver ese insólito hecho con mis propios ojos, pero antes debo ocuparme de lo más primordial, y eso es el bienestar de este pequeñín… —volvió a elevar el recipiente, haciendo que el insecto volviese a revolotear. Entonces guardó cuidadosamente el receptáculo de nuevo en el zurrón horizontal y, volviendo a inclinarse ligeramente, se despidió de los cuatro ponis.

—¡Por cierto! —exclamó la mayor de las hermanas Numbers, antes de que la grifo saliese del vagón rumbo al anterior—. ¡El pueblo se llama Northwest Mines Town, y está al noroeste de Ponyville! ¡No tiene pérdida!

Una vez se perdió de vista la extraña grifo, Magic sonrió, mirando con ojos risueños a Reale, sabiendo que por fin esa yegua miraba más por el bienestar común que por sí misma, al interesarse por ese insecto y por su portadora.

—¿Por qué le has contado eso? —preguntó Disarming, torciendo el morro—. Es una grifo, podría ser una espía buscando información sobre Equestria, o directamente sobre Northwest Mines Town…

—Oh, vamos… —Reale volteó los ojos—. No me digas que no te has dado cuenta de que el hecho de que lo sea o no, no importa en absoluto… La historia que ha contado es tan inverosímil que no creo que se lo haya inventado, pero incluso si todo fuese un farol, la resolución que ha elucubrado delante de nuestros hocicos es tan similar a lo ocurrido con la gema negra que no podría ser casual. De cualquier forma, es conveniente no perderla de vista, porque, como diría Wise Words, "Ten cerca de tus amigos, pero más cerca a tus enemigos".

Dicho eso, se recostó sobre el asiento, cosa que también hizo el resto, mientras se dedicó a mirar, con aires de suficiencia, hacia el paisaje difuminado de la ventana.


La última curva del camino que llevaba a Northwest Mines Town empezaba a dibujarse al fondo de donde les daba la vista. Disarming, que tiraba de un pequeño carrito alquilado para la ocasión, resopló una vez más, agobiado y hastiado por haber sido elegido de forma unánime por las tres féminas como el portador del equipaje grupal, así como de los regalos que habían comprado en Ponyville para apaciguar la exigencia de explicaciones que sin duda habría por parte de los demás miembros del Consejo.

—¿Qui… Quieres que lleve yo el carrito a partir de ahora? —inquirió Imaginary, frenándose para ponerse a la misma altura que el semental.

—¡No! —exclamó su hermana gemela, mirándola de soslayo—. Es un castigo por habernos hecho seguirle.

—Como si os hubiese obligado a hacerlo… —declaró el amarillento hotelero—. No es justo que tenga que ser yo el que tenga que empujar todo lo que lleváis por capricho.

—Pero te hemos seguido —respondió Magic—, y debes apechugar con las consecuencias. Además, si ahora mismo cambiamos de posición, ¿qué crees que pensarían los del pueblo cuando viesen que es Imaginary, o cualquiera de las otras dos quien tira del carrito? Se te echarían encima y te increparían por no haber sido tú el que llevase la carga. Así que ánimo, que no queda nada…

Cuando torcieron el recodo, los cuatro ponis se extrañaron de lo que vieron. De hecho, Disarming empezó a trotar rumbo a su antiguo hostal, sin preocuparse por el bienestar de la carga, que saltaba sin control alguno.

—¡Anda, mirad quiénes han vuelto! —expresó un sonriente Wise, quien, junto a Muffled, que mantenía la misma risueña actitud, se acercaban al grupo.

—¿No estáis preocupados por nosotras? —soltó de repente Reale—. Pensábamos que…

—Naaa… —contestó Muffled—. Sabemos lo cabezota que puede ser Disarming a veces, por lo que en realidad no os esperábamos hasta dentro de unas semanas…

—¿Pero qué ha pasado? —inquirió Magic, haciendo una panorámica del pueblo. En su ojeada, percibió perfectamente dos variaciones importantes, pero se preguntaba a sí misma qué otras cosas de menor índole habían sido alteradas.

—¿Qué, os gustan los cambios que hemos hecho? —respondió el amarronado poni de tierra—. Como podéis observar, el sistema de proyección ha sido cambiado de lugar —señaló hacia el lugar donde antes estaban las torres, que ahora mostraban unas escuetas placas metálicas fijas; y también lo hizo sobre la entrada a la mina, donde otrora había estado colocada la lona sobre la que incidía las imágenes. Por último, señaló hacia la parte izquierda del pueblo, donde todos los elementos que componían el sistema de proyección estaban estratégicamente ubicados—, y ahora, cuando se enciende, también surge del suelo la pantalla y unas vallas laterales para contener el sonido.

—¿Y eso qué hocicos es? —preguntó Reale, acercándose a una zona situada entre la casa de Gentle y la siguiente más cercana a la mina, donde toda esa parte estaba completamente carbonizada, tanto el suelo como las paredes frontales de ambos edificios.

—Ah, eso… —Muffled balbuceó, ligeramente contrariada.

—Olvidadlo —contestó Wise—. Es algo que en breve estará totalmente taponado, y oculto de la vista de ojos curiosos. Pero os falta de ver lo más importante, y es que… —se giró y alzó su pata, apuntando al primer edificio del pueblo de la parte zurda—, hemos remodelado del todo el hotel del pueblo…

De los presentes, el que sin duda estaba más asombrado era Disarming Smile quien, acercándose lentamente al edificio, como si esta fuese un animal asustado que necesitaba ser tranquilizado, observó cuidadosamente cada milimétrica parte del exterior, intentando posicionar en su mente los sutiles pero infinitos cambios que había con respecto al hotel del que, semanas antes, él había salido para tomar rumbo a Manehattan.

Todo era tan igual, pero a la vez tan diferente, que el amarillento poni de tierra no pudo evitar sentir un escalofrío. Cuando se situó frente al muro frontal, descubrió los cambios más significativos, lo que le llenó de emoción. En vez de dos simples postes finos de madera situadas en la fachada, el nuevo acceso poseía dos esculturas gemelas posicionadas lo largo de dos grandes y fuertes columnas, que a su vez eran coronadas por un dintel que se extendía desde dichas pilastras hasta la puerta de entrada, situada dos metros por detrás del grupo escultórico. El motivo que había en sendas columnas era una representación fiel de la Princesa Celestia cuando dejaba entrever, entre sus patas delanteras, el sol del Summer Sun Celebration.

El amarillento poni de tierra sonrió, mientras elevaba la cabeza hacia el nombre del hotel. Cuando lo vio, un sonido de aprobación surgió desde su garganta, estrellándose contra su boca cerrada. No era casualidad. De hecho, era imposible que lo fuese, y más sabiendo lo que verdaderamente bullía en el interior de Northwest Mines Town, lo que hizo que su sonrisa pasase a una mueca y acabase en una carcajada. Sobre el dintel del acceso, con letras acordes a la nueva configuración del hotel, se podía leer claramente "Hotel Grand Celestia 2".

—¿Te gusta? —una voz femenina se escuchó por detrás de él.

—Me encanta, Gentle —declaró el amarillento poni—. De verdad que me encanta. Es realmente maravillosa. Muchas gracias…

—Oh, no hay de qué… —respondió esta—. Considéralo un presente de Northwest Mines Town hacia el hotelero que siempre supo dónde estaba su hogar…

—¿En serio piensas eso? —los ojos del semental empezaron a titilar de la emoción que expresaban no solo las palabras, sino la impertérrita yegua que las había dicho.

—Bueno, en realidad no… —la unicornio de dos colores se dio la vuelta—, pero bueno… como el antiguo hostal estaba más ruinoso de lo que parecía en un principio, el Consejo decidió restaurarlo completamente, usando para ello un excedente de dinero improvisado en uno de mis negocios, cuando apenas unas horas antes otra de mis empresas tuvo un serio varapalo de la misma cantidad monetaria… —en ese momento la retahíla de comentarios de la yegua del cuerno roto parecía más bien un monólogo interno que una explicación—. Hmmm… Parece mentira cómo va el mundo, con algunas cosas que se van, para terminar volviendo con la misma fuerza —exclamó, mirando a Magic y a las hermanas Numbers con ojos entrecerrados—. ¿No creéis que es curioso?

Las tres yeguas tragaron saliva. Esa unicornio de dos colores sabía perfectamente qué es lo que habían estado haciendo desde que salieron de Northwest Mines Town. Y la única explicación plausible era que lo que habían creído como una casualidad en los nombres del casino, del banco y del hotel, en realidad era algo completamente intencionado. La pregunta en ese momento era sobre qué cantidad de negocios, empresas y locales pertenecían a la yegua del cuerno roto, pero, sobre todo, qué tipo de control ejercía ella sobre sus posesiones, máxime teniendo en cuenta que supuestamente estaba exiliada de Equestria.

—Pero entonces… —se atrevió a decir Reale, con una escueta sonrisa en la boca, para quitar hierro al asunto—. ¿Alguien, por favor, nos puede explicar qué ha ocurrido aquí?

—¡Nosotras podemos! —declaró una voz a su lado. Cuando la mayor de las gemelas Numbers giró la cabeza, algo que también lo hicieron su hermana y Magic, vieron que tanto Shiny como sus amigas (a excepción de Fast Feather) estaban situadas a su lado.

+¡Nosotras podemos aclararos lo que ha ocurrido aquí! —exclamó nuevamente Flashing, con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Se podría decir que todo lo ocurrido aquí ha sido cuestión de suerte!

Ante esas palabras, Shiny Eyes, Undying Knowledge y Shadow Hammer rieron. Risa a la que, un segundo después, comenzó a acompañar la potrilla unicornio, con una carcajada verdaderamente estruendosa.

Gentle soltó un bufido y, girándose, miró fijamente a Disarming.

—Ellas —señaló a las yeguas que habían regresado con él al pueblo— están exentas del pago, pero que sepas que tú me debes una cuarta parte de la cuantía de la restauración. Y pienso cobrármelo.

El amarillento poni de tierra miró a los ojos de la unicornio de dos colores, mientras tragaba saliva. La yegua del cuerno roto le devolvió la mirada, mientras entrecerraba los ojos. Mientras lo hacía, a Disarming le pareció ver que sus pupilas se agrandaban cada vez más, desplazando al iris en el proceso, hasta convertir toda la parte visible del globo ocular en un negruzco tapiz. Ese hecho, que en un principio le hizo sentir una punzada en lo más hondo de su ser, fue rápidamente calmado cuando una escueta mueca convirtió el gesto serio de la poni en una aparente sonrisa.

—¡Jajajá! —rió, sintiéndose totalmente aliviado—. ¡Por un momento casi me lo creí! ¡Eres muy buena haciendo comentarios jocosos!

La risa del semental contagió a todos los presentes, que lo hicieron a mandíbula batiente, exceptuando a Gentle.

—No, en serio, me debes una cuarta parte del montante total —espetó—. Y para recuperarlo, vas a empezar a trabajar para mí.

Las carcajadas del hotelero pararon en seco, agachando a continuación la cabeza y emitiendo un quejido lastimero. Los demás, esta vez incluyendo a la unicornio de dos colores, siguieron riendo, felices porque todo hubiese vuelto a la normalidad en Northwest Mines Town.

FIN DEL CHAPTER 1x17

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