Parallel Stories
Chapter 37: 1x17 - Manehattan - Parte 4
Previous Chapter Next ChapterTodos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.
Este es un fanfic de fan para fans.
Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...
+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:
-Daniel Campos Fernández – Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).
-LloydZelos, Volgrand y Unade – Revisión.
+Y a vosotros, los lectores, que estáis a las duras y a las maduras.
Espero que os divirtáis tanto leyendo como lo hice yo escribiéndolo.
Tags: [Adventure/Aventura] – [Comedy/Comedia] – [Dark/Oscuro] – [Random] – [Sad/Triste] – [Slice Of Life/Vida Cotidiana] – [Other/Otros]
Aviso muy importante: Este capítulo, el cual está dividido en varias partes, siendo ésta una de ellas, tiene palabras malsonantes y varias escenas de sexo explícito. Si eres menor de edad, ten mucho cuidado al leer. Cuando vaya a tener lugar una escena de esa índole, avisaré convenientemente. Prefiero hacer esto, y aludir al buen hacer y madurez de cada uno, que no poner este fanfic en "M", pues mucha gente se perdería otros capítulos más suaves y acordes a su edad. Por favor, respetemos todos esta alternativa.
En esta parte hay escenas de índole adulto. Cuidado al leer.
MY LITTLE PONY
PARALLEL STORIES
Chapter 1x17
Manehattan
Parte 4
Tanto Reale como Magic estiraron el cuello, y ambas se frustraron cuando vieron lo mismo que las tres veces anteriores, un pasillo desierto.
—¿Estamos seguras de que aún siguen ahí? —preguntó la tendero.
—Al menos, siguen sin hacer movimiento alguno —respondió la mayor de las gemelas Numbers.
Las dos yeguas estaban situadas sobre unos peldaños de la escalera que comunicaba el segundo con el tercer piso, vigilando constantemente la puerta de la habitación trescientos trece. Se mantenían todo el rato agazapadas, para evitar ser vistas si los residentes de esa misma habitación, o de cualquier otra, salían de repente y enfilaban el rumbo hacia la escalera o el ascensor de servicio.
—Por cierto, que sepas que no me ha gustado nada cómo has tratado a Imaginary —comentó la morada unicornio—. Creo que tu enfado con ella no tiene razón alguna. Al fin y al cabo, siguió tus instrucciones, ¿no?
—Déjame en paz —espetó la matemático, a media voz—. Primero: su "actuación" fue demasiado convincente, quedando ella como si fuese una guarra. Eso me irrita bastante. Segundo: lo hizo pensando en ese imbécil de Disarming, lo que me repatea el hígado. Y tercero: lo peor de todo es que declaró al mundo entero que había sido yo la que disfruté exageradamente siendo montada por... "ese".
—Es culpa tuya —dijo Magic—. ¿Cuánto tiempo llevas martirizando a tu hermana? ¿Cuántos años la has estado pisoteando sin piedad? Por fin ella se ha rebelado, y te ha puesto en tu sitio, como debe ser. Ahora simplemente empiezas a sentir las vejaciones que ella ha sufrido durante demasiado tiempo.
—Mphf... —soltó Reale, enfurruñada—. Tendría que haberla echado de la habitación, en vez de mandarla a la sala común de descanso para que recapacitase lo que había hecho.
—Que sepas que ella no pensó en Disarming cuando hizo su "actuación" —explicó la tendero—, sino que tenía en mente a Big Mac, cosa que le recomendé que hiciese.
El gesto adusto de la matemático se alteró ligeramente y, por primera vez desde que se habían situado en ese tramo de la escalera, miró directamente a Magic.
—Bueno, al menos ha subido un escalón en su gusto —expresó—. Ha pasado de imaginarse a un completo idiota, para hacerlo con un paleto sin cerebro. Pfff... Al menos, seguramente se imaginó al paleto con un pene descomunal, por lo que es posible que mi hermana esté escocida durante días. Por fin, algo que me reconforta…
—¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres una estúpida insoportable? —inquirió Magic, harta de la conversación—. Quien siembra vientos, recoge tempestades. Pero veo que lo que hizo Imaginary hace un rato no te ha hecho mella en absoluto. Sigue por este camino, y verás cómo, tarde o temprano, te las devolverán todas juntas…
—¿Y quién me lo va a devolver? —se quejó Reale—. ¿Tú?
La expresión de la morada unicornio cambió completamente, dejando entrever un mohín de rabia contenida.
"Por supuesto que te lo devolvería todas juntas", pensó, "Y con creces".
Las cabezas de las dos yeguas se acercaron entre sí, poco a poco, hasta casi rozarse. En ese momento, se oyó un portazo, lo que hizo que instintivamente ambas ponis se agachasen.
—No es momento de pelearnos —declaró la verdosa poni de tierra, levantando nuevamente la cabeza, para escrutar la puerta de la habitación trescientos trece—, y menos por estupideces.
—Por una vez, y sin que sirva de precedente, estoy completamente de acuerdo —comentó Magic, realizando la misma acción que Reale.
Durante unos segundos, se mantuvieron completamente en alerta, pero después volvieron a acurrucarse para descansar, pues el sonido parecía provenir del piso inferior.
—Esos imbéciles no se mueven de la habitación —dijo la matemático—. Seguro que él la está montando en estos momentos. Mientras, nosotras seguimos aquí, completamente incómodas, tanto física como mentalmente.
—No lo creo —respondió la morada unicornio—. Si fuese así, oiríamos desde aquí los gemidos. Es mucho más probable que ella esté dormida, porque no sé a ti, pero a mí, cuando me entra el celo, siento que, en parte, lucho contra mi propio cuerpo, y eso me fatiga mucho, hasta el punto de necesitar más horas para descansar.
Volvió a escucharse otro portazo, haciendo que las dos yeguas se agachasen de nuevo, y permaneciesen en esa posición durante unos segundos. Afortunadamente, al igual que el anterior ruido, éste parecía proceder de otra planta del edificio.
—No vamos a conseguir nada de esta forma —gruñó Reale—. Si ese imbécil de Disarming no se hubiese achantado cuando tuvo la oportunidad de entrar y levantar el auricular… Hmpf… Le tendría que haber abofeteado más veces, para desquitarme.
—Claro… —Magic miró a la verdosa poni de tierra, con ojos inquisitorios—. Me imagino esa escena: "Señorita Ponielly" —exclamó, poniendo una voz que intentaba imitar a la del semental—, "ya sé que la estoy montando, pero déjeme que me levante durante un momento, que tengo que trastear con el teléfono. En seguida estoy con usted de nuevo. Y por supuesto, olvide el hecho de que voy a hacerle algo al auricular".
—Cuando empiezas a ser ácida, das asco —comentó la mayor de las gemelas Numbers.
—Eso es porque he estado demasiado tiempo a tu lado, y se me ha pegado —respondió la tendero, con una malvada sonrisa en su boca.
Reale entrecerró los ojos, dejando fluir la rabia por todo su cuerpo. "Es hora de demostrar a esa estúpida unicornio quién es la que realmente manda aquí", pensó, "Y sé dónde golpearte para hacer que gimas de dolor".
—Veo que la vigilancia está siendo poco fructífera —se escuchó una voz a sus espaldas.
Cuando se giraron, ninguna de las dos yeguas podía creerse lo que estaban viendo. Anpoine Fryzjer las estaba mirando sonriente desde el rellano que había entre plantas.
+Deberíais saber que esto que estáis haciendo es ilícito, y podría denunciaros por acoso y vigilancia ilegal.
—A ti nadie te ha dado vela en este entierro —espetó Reale.
—Oh, sí que me lo ha dado alguien —respondió la peluquero—: tu hermana.
En ese momento, y en un gran acto de valentía, la menor de las gemelas Numbers salió de su escondrijo, situado en el descansillo del segundo piso, para situarse al lado de la azulada unicornio, agachando la cabeza durante todo el recorrido.
+La encontré en la sala común, sola. Y vi que había estado llorando —al escuchar esas palabras, el corazón de Magic dio un vuelco—. Me acerqué a ella y la consolé. Entonces me lo contó todo.
—Chivata… —soltó Reale, lo que hizo que su hermana agachase aún más su cabeza.
—El caso es que confirmó lo que yo ya sospechaba —siguió hablando Anpoine, ignorando el ataque de la mayor de las gemelas Numbers—, que la Lizza y el Emcee que se hospedan en la habitación trescientos trece —señaló con su pata la dirección donde se encontraba dicho lugar— no son los auténticos.
+Si lo que estáis haciendo vosotras no es legal, lo que hacen ellos, al suplantar personalidades, es directamente un delito. Por eso voy a ayudaros a detener sus planes de robo hacia vosotras y hacia la diseñadora Suri Polomare y su asistente Coco Pommel.
—¿Y qué tienes pensado? —preguntó Magic, extrañada.
—He estado hablando con el director del hotel —respondió la aludida—, y he conseguido un permiso especial para montar un evento inédito en la sala común, la cual están preparando en este momento…
+Mi intención es hacer una sesión especial de peluquería, y mostrar en primicia mis nuevos diseños. Por supuesto, será gratis, tanto para los asistentes como para las modelos. Claro está, vosotras seréis modelos, y ella también —señaló de nuevo en dirección a la habitación trescientos trece—, aunque de momento no lo sepa.
—¿Ves? —preguntó Reale, de forma irónica, mientras giraba su cabeza hacia Magic Sales—. Su acidez me gusta… Y su plan también.
—Entonces, permitidme que vaya a avisar de la buena noticia a esos dos patanes —exclamó Anpoine—. Vosotras dos, quedaos aquí vigilando, no sea que a ellos les dé un ataque de estupidez y pretendan hacerme daño. Si acceden a ser modelos, bajad las escaleras con cuidado y esperadnos en la sala común.
Mientras la peluquero avanzaba hacia el final del pasillo de la tercera planta, bajo la atenta mirada de Magic, Reale bajó los peldaños que le separaba del falso rellano, para acercarse a su hermana Imaginary.
—Ya hablaremos de esto largo y tendido… —murmuró.
—No, esta vez no —respondió la menor de las gemelas Numbers—. Si, le he explicado a Anpoine lo que tenías pensado hacer, pero no por despecho, sino porque ella ha sido, junto a Magic, la única que me ha tratado con decencia. Y a Magic te la has llevado tú a todas partes, dejándome completamente sola.
+Así que... ¿Cómo no le iba a contar a Anpoine lo que me aflige? ¿Y qué es lo que me desespera? Que tú eres la que más me maltrata, que eres la que más me atormenta. He seguido a cascos juntillos las instrucciones que me diste, y después me has tirado a la calle, como si fuera un montón de basura. ¡Por Celestia! ¡Somos hermanas! ¡Sangre de la misma sangre…! Dime una cosa… ¿en qué momento pasaste de ser mi compañera y confidente, alguien en quien podía apoyarme si me ocurría un problema; para terminar siendo una enemiga que convive conmigo?
Reale simplemente no supo qué responder.
Anpoine, mientras miraba en dirección a la escalera, y sonreía guiñando un ojo, llamó a la puerta de la habitación situada delante suya. Al cabo de unos segundos, un semental, completamente despeinado, abrió.
—¿Qué desea? —preguntó el oscuro poni, con un tono entre cansado y jubiloso.
—¿Está la señorita Lizza disponible? —preguntó la peluquero—. Pero usted no se vaya, tengo una fabulosa noticia para los dos.
—¿Quién es, cariño? —se escuchó una femenina voz, que provenía del dormitorio.
Anpoine levantó una ceja al escuchar ese comentario. Según lo ocurrido en la sala común, y sabiendo lo que le había explicado Imaginary momentos antes, lo último que haría la falsa Lizza Ponielly sería tratar al compañero malhechor de "cariño".
—Una yegua que pide hablar con los dos —respondió el rufián.
—Ya voy entonces… —declaró la voz femenina.
Al cabo de unos segundos, la maleante, también despeinada, se presentó ante la azulada unicornio.
—¿Qué se le ofrece? —preguntó, mostrando una sonrisa de satisfacción en su rostro.
—Oh, my gosh… —titubeó la peluquero, al ver la crin completamente revuelta que tenía en esos momentos la malhechora.
—¿Ocurre algo? —inquirió la poni de tierra.
—Estás despeinada, cariño… —comentó el falso Emcee. Entonces rió de manera agradable y natural—. Deberías arreglarte un poco…
—No, no pasa nada —la unicornio se recompuso rápidamente. Entonces tosió y se preparó para comentar lo que iba a decir a continuación—. Verán… Seré sincera. Lo ocurrido esta mañana, en la sala común, no ha sido plato de buen gusto.
La yegua y el semental que se hospedaban en la habitación trescientos trece torcieron el gesto.
+Por eso estoy aquí, para hacerles ver a los demás quiénes son realmente Lizza Ponielly y Emcee —ante esas palabras, los rufianes torcieron aún más el gesto, temiendo que les hubiesen descubierto—, una pareja de artistas de buena reputación y aún mejor carácter.
+He concretado una sesión especial de peluquería en la sala común, y… ¿quién mejor que vosotros dos, para ser mis primeros modelos?
—¿Estás diciendo que quieres que seamos tus conejillos de indias en tu…? —preguntó el semental, aunque su frase fue bruscamente cortada por un golpe mal disimulado por parte de la falsa Lizza—. ¡Ay!
—¡Nos encantará ser tus modelos! —exclamó la blanca poni de tierra, en un tono que casi podría ser considerado como un chillido infantil—. ¿Cuándo va a ser la sesión?
—De hecho —Anpoine sonrió—, ahora mismo.
—Entonces… —la malhechora intentó disculparse—, deje que me prepare un poco…
—¡No! —gritó inconscientemente la peluquero—. Esto… —intentó rehacerse—. Los mejores resultados se producen cuando se trabaja desde la parte más cercana al principio —sonrió—. Porque así podré manejar su hermosa cabellera, tal y como debe ser tratada… Y le aseguro que yo, Anpoine Fryzjer, ofreceré a todos aquellos que visionen su innata belleza la guinda del pastel, en forma de un peinado que intentará ser acorde a su divinidad.
La falsa Lizza abrió los ojos como platos. Esa yegua que tenía delante no era otra que una de los mejores peluqueros que había en Equestria. No, no solo en Equestria, sino en todo el mundo conocido. Sería un verdadero honor que su crin estuviese bajo los cascos de semejante eminencia.
—Será todo un placer ser tu modelo… —la poni de tierra se inclinó ante Anpoine, con el consecuente gesto de estupor mal disimulado del falso Emcee, quien, tras un breve espacio de tiempo, se inclinó a su vez.
—Perfecto —la peluquero sonrió—. Entonces vayámonos a la sala común.
Las dos yeguas y el semental avanzaron por el pasillo, no sin antes cerrar la puerta de la habitación. Mientras caminaban, se escuchó un múltiple ruido atropellado de pasos, situado en la zona de las escaleras de bajada.
Mientras Imaginary bajaba orgullosa los peldaños, Reale la miraba con una mezcla de rabia y de desconcierto.
—Veo que al fin te ha puesto en tu sitio… —comentó Magic, mirándola desde prácticamente el piso superior.
—¡Métete en tus propios asuntos! —espetó la mayor de las hermanas Numbers.
—Eso estoy haciendo —la tendero volvió a mirar, durante un segundo, al pasillo de la tercera planta—. Al tratar a Imaginary de esa forma tan cruel, la situación pasa a ser también mía, porque ella es una amiga mía. En cambio, tú…
—¿Yo, qué? —inquirió de mala gana Reale, subiendo los escalones para situarse a la misma altura que la unicornio.
—Tú no eres más que un lastre que ella lleva atada a su cuello —respondió Magic—. Por lo visto, si tengo que ser amiga suya, debo soportarte a ti también. ¿Pero sabes qué? Ella lo merece, así como también merece ser tratada como una poni, no como una bestia de carga.
—Tú no sabes absolutamente nada —respondió la verdosa yegua—, absolutamente nada. Solo ves lo que te interesa, y ni siquiera intentas preocuparte de rascar mínimamente la superficie, para descubrir cuál la verdad.
—¿Ah, pero piensas que me voy a creer esa chorrada? —preguntó la tendero—. Se nota a la legua que lo que se ve es lo que hay, ni más ni menos. Tú no tienes la suficiente capacidad emocional como para ser otra yegua distinta bajo esa faceta externa de dictadora sin piedad.
—Estás completamente ciega —Reale estaba cada vez más cerca de Magic, hasta el punto de casi rozar sus cabezas—. Si quieres un consejo, aléjate de este asunto. Aléjate de nosotras. Porque lo que hago con mi hermana es beneficioso para ella.
—¡JÁ! —soltó la morada unicornio—. Eres una imbécil presumida que no aguanta que su hermana sea distinta. Y distinta en el sentido de que es infinitamente mejor que tú.
Sus testas llegaron a tocarse, y sus miradas se encendían en fuego de pura rabia, cuando escucharon nuevamente un portazo. Esta vez, a diferencia de las anteriores, el ruido se había escuchado muy cerca. Lentamente, voltearon a la vez sus cabezas hacia la tercera planta. Allí, al fondo, vieron a Anpoine y a los falsos Lizza y Emcee dirigirse directamente hacia la escalera.
Volvieron a mirarse y, sin mediar palabra, comenzaron a trotar de forma atropellada escaleras abajo.
Disarming Smile trastabilló ligeramente, pero rápidamente recuperó el equilibrio. Llevaba en volandas, sujetando únicamente con sus patas delanteras, una pequeña torre de seis sillas convenientemente apiladas. El problema surgía cuando, en esa posición incómoda para un poni, debía trasladarse desde la habitación de utillería hasta la sala común usando únicamente sus patas traseras.
Su misión estaba muy clara: debía adecentar, junto a otros tres sementales, la gran sala común, para que tuviese lugar allí la sesión extraordinaria de peluquería de la señorita Anpoine.
Con gran dificultad, trasladó los asientos que llevaba y los situó a continuación de los que ya estaban colocados. Al terminar de hacerlo, levantó la vista, y observó a Imaginary Numbers, la cual estaba posicionada junto a la puerta de entrada, sin duda intentando decidir por sí misma cuándo podría entrar.
En el momento en que las miradas de la yegua terrestre y el botones se encontraron, la primera asintió varias veces, para darle a entender que la habitación trescientos trece se encontraba libre.
El amarillento semental oteó entonces a su alrededor. Los otros tres ponis seguían trayendo material para el evento. De hecho, estaban tan atareados que ignoraban lo que ocurría más allá de sus hocicos, por lo que abandonó la sala común y se dirigió a recepción.
Al llegar, torció el gesto. Allí no había nadie más que él. Supuso que, seguramente, los dos recepcionistas estarían en el despacho del director en una reunión urgente, precisamente con motivo del inusual evento que Anpoine iba a celebrar en ese mismo hotel. Rápidamente se puso por detrás del mostrador y buscó la llave maestra, inquieto por el hecho de que, en cualquier momento, los empleados volverían a su puesto. Con gran celeridad, examinó bajo el gran tablero, entre los papeles, en el interior de la caja fuerte e incluso en el casillero. Pero la llave maestra brillaba en su ausencia.
Desesperado, salió de recepción y empezó a deambular sin rumbo fijo por todo el primer piso del hotel. ¿Qué iba a decirle a Magic y a las hermanas Numbers? Ellas se habían ocupado de hacer todo lo posible para dejar la habitación trescientos trece libre de sus "honrosos" ocupantes pero, a la hora de cumplir con su parte, él había fracasado estrepitosamente.
De repente, alzó la vista, para descubrir que se encontraba en el pasillo que conducía al almacén. Mordiéndose el labio, se dispuso a darse la vuelta, pero paró al escuchar una conocida voz.
—Disarming Smile, ¿Eres tú?
Ante esa pregunta, el amarillento semental no pudo más que acercarse a la habitación que estaba al final del corredor. Aún notándose desde fuera, y acentuándose más y más según se acercaba a la entrada, la oscuridad que inundaba el lugar se hacía pastosa, hasta el punto que incluso podía paladearse. Cuando el botones estuvo en el umbral del almacén, sentía que la negrura se apoderaba de él, haciendo que tuviese unas ligeras arcadas de ahogo.
—Sí, soy yo —se atrevió a decir.
—Lo sabía —respondió la femenina voz que había en al otro lado del umbral—. Tu forma de andar es inconfundible.
Disarming tragó saliva. La gran sala estaba completamente a oscuras. De hecho, la encargada ni siquiera se estaba rigiendo por la escueta iluminación que antes, en la anterior visita, había proporcionado con su cuerno. Ahora, todo era negrura. Una aprehensiva y mortal tiniebla negra que albergaba un horror indescriptible, preparado sin duda para abalanzarse contra él, y devorarle sin piedad tanto su cuerpo como su alma. El aterrador silencio fue roto por un leve silbido, apenas audible. Inequívocamente, ese aterrador sonido solo podía producirlo un depredador que ansiaba, anhelaba y deseaba lanzarse contra su presa, y engullirla ávidamente. Y esa monstruosidad no era ni más ni menos que Store House, la cual le había engatusado, sin ningún atisbo de duda, para que se acercase, cual aberrante Seapony con un marinero embriagado. Sin duda alguna, la parte batpony de su madre había ganado la batalla sobre la parte unicornio de su padre, y el apetito por la sangre había dominado a...
+Oh, perdona —declaró la misma voz femenina—. Tú no puedes ver en la oscuridad...
Al instante, una esfera de luz llenó el lugar, apartando la oscuridad de su lado, como si esta temiese la misma existencia de tal iluminación. Store House, con ese cambio de luminosidad, instó a Disarming a entrar.
+No te preocupes, por lo parece ser, yo tampoco puedo... —dijo la yegua de color crema. En ese momento se giró y miró directamente al amarillento semental—. Te noto intranquilo… ¿Ocurre algo?
—¿Como sabes que...? —comenzó a preguntar Disarming. Entonces calló, temeroso de revelar lo que le acuciaba... y dudando entre qué era lo que realmente le inquietaba, si el hecho de haber fallado a Magic y a las hermanas Numbers, o el temor que aún sentía por la oscuridad y el persistente sonido apenas audible que, hasta hacía unos instantes, eran lo único que había en el almacén.
—Oh, vamos... —Store House se echó a reír, con unas carcajadas que, aunque escuetas, sonaron sinceras—. Recuerda lo que te dije antes: vista y oído potenciados. Oigo cómo tu corazón palpita muy rápido, y tu respiración está entrecortada. Algo te pasa, y me aventuraría a decir que no es para nada bueno.
Con gran celeridad, el semental elucubró varias posibles respuestas, que abarcaban desde un posible cambio de tema, hasta contarle la pura y completa verdad. Al final, decidió sortear la pregunta.
—Ha sido… —empezó a decir—. Ha sido por lo que estabas haciendo… La oscuridad, el sonido… Todo ha sido…
—Oh, lo siento —la yegua miró al suelo, ligeramente avergonzada—. Me aburría tanto que quise probar.
—¿Probar? —Disarming enarcó una ceja.
—Verás… —Store levantó la cabeza, para mirarle directamente a los ojos—, la raza batpony es muy reservada, y más cuando se trata de revelar sus secretos. Mi madre, por ejemplo, siempre evita responderme cuando le pregunto sobre mi vista y mi oído, así que tengo que ser yo misma la que tiene que descubrir lo que soy capaz o no de hacer.
+Para ello, a base de prueba y error, he determinado que, si bien mi vista es más aguda en la penumbra que la de un poni normal, seguramente lo sea menos que el de un batpony.
+Para hacernos una idea… —señaló entonces a Disarming, mientras recrudecía su rostro—, tú tienes un rango de visión, por lo general, entre estos límites —se sentó sobre sus cuartos traseros y colocó sus cascos delanteros entre ella y él, y los separó entre sí hasta una distancia media, de tal forma que quedaban alejadas exactamente como deberían estar de tener las patas sobre el suelo y caminase—. Sin embargo, yo tengo los mismos límites entre el mínimo de visión y el máximo, pero el rango sobre el espectro, en mi caso, es más bajo —movió las patas hacia su izquierda sin alterar su separación, de forma que el casco que representaba el máximo quedaba entre el máximo y el mínimo de antes—. Lo que para ti es una luz bastante brillante, para mí es algo realmente molesto y, lo que para ti es completa oscuridad, para mí es penumbra, por lo que puedo ver lo que me rodea. Con dificultad, eso sí, pero ver.
+Con el oído ocurre lo mismo —volvió a bajar las patas hasta situarlas sobre el piso—. Aunque esta vez he intentado hacer algo distinto: Es bastante conocido que los murciélagos usan una cosa llamada "ecolocalización" —Store House observó el gesto de extrañeza en el rostro de Disarming y procedió a explicarlo de otra forma—, es decir, emiten una serie de chillidos audibles y distinguibles para cada uno, de tal forma que el sonido choca contra las paredes de la cueva donde viven y rebota, llegando de nuevo a los oídos. De esa forma, saben en qué posición de la gruta están, pues el chillido que emiten les llega desde todas partes.
+Cuando tienen que alimentarse, esa ecolocalización es perfecta, pues sus presas, pequeños insectos, inciden en la emisión de los chillidos, mostrando a los murciélagos su posición espacial, así como su dirección y velocidad, facilitando de esa forma el atraparlo.
+Sin embargo, aunque mi vista, mi oído y mi olfato son parte de mi lado batpony, mi garganta es unicornio, y soy incapaz de llegar al tono necesario para lanzar una ecolocalización convincente.
—De acuerdo… —musitó Disarming, aún intentando comprender el cuarto párrafo—. Por eso escuché ese persistente y molesto sonido.
Store House se levantó, tomó aire y, escrutando especialmente al amarillento semental, entrecerró los ojos.
—Pero sé que me has mentido… —declaró—: ya estabas nervioso antes de entrar aquí, por lo que el motivo de tu preocupación no ha sido ni el sonido ni la oscuridad —se volvió a sentar sobre sus cuartos traseros—. Así que cuéntame de verdad qué es lo que ocurre.
El amarillento semental volteó los ojos, indeciso, hasta que, sentándose también, decidió contarle sobre lo ocurrido con la llave maestra. Sin embargo, dudaba que la unicornio de color crema le creyese si le decía la verdad, así que determinó exponer una historia falsa, pero convincente.
—Necesito conseguir una llave maestra —exclamó—, para entrar en la habitación trescientos trece. La cliente que se hospeda ahí se ha dejado dentro el "consolador" que le he servido antes, y otra cliente necesita "aliviarse". Pero no hay nadie en recepción que me pueda dejar la llave maestra y así cumplir con mi obligación.
—¿Y por qué no coges otro del almacén? —preguntó Store, señalando el pasillo donde aún descansaban el resto de artilugios sexuales—. Sería más rápido y mejor, ya que vienen limpios y desinfectados de fábrica, mientras que, si coges el que te has llevado antes, seguramente haya sido usado, por lo que habría que lavarlo concienzudamente con agua y jabón.
La yegua entrecerró aún más los ojos, y miró aún más fijamente a Disarming Smile.
+Dime la verdad —dijo entre dientes—. ¿Para qué necesitas la llave maestra?
El amarillento semental bufó, contrariado.
—Veo que es imposible competir con tus habilidades de batpony —comentó—. Seguramente has detectado una pequeña perturbación en mi tono de voz, o has descubierto un ligero cambio en mi respiración, o…
—No hace falta —respondió Store—. Cuando mientes, se te retuerce la cara hasta un punto realmente imposible, en un patético intento de sonrisa. Ahora dime, ¿Para qué necesitar realmente la llave maestra?
Disarming bajó la cabeza, sabiendo que volver a mentir sería un error. Decidió entonces, alzando de nuevo la vista, contar la verdad, por inverosímil que sonase.
—Tengo tres amigas que se alojan en este hotel —confesó, de forma atropellada—, en la habitación trescientos catorce. Es decir, en la parte sin reformar del hotel. En ese ala, las paredes son demasiado finas, hasta el punto de que cualquier conversación en cualquier habitación se escucha como si estuviesen hablando justo delante tuya.
+Una de las tres, Imaginary, tuvo un mareo y se quedó descansando en su habitación. En ese estado, no pudo evitar oír cómo los de la habitación trescientos trece trazaban un plan para robar a varios clientes, incluido ellas, y Suri Polomare.
+Entonces me llamaron y, mientras la misma que se mareó hizo una... "táctica de despiste", decidimos entre las otras dos y yo otro plan para desbaratar el que habían hecho ellos antes. Sin embargo, gracias a la "maravillosa" actuación de Imaginary, la yegua de la habitación trescientos trece entró en celo repentino, de ahí que tuviese que llevarle el consolador.
+Pero ahora mismo mis amigas, junto con Anponie Fryz… lo que sea, han logrado que los de la habitación trescientos trece participen en el evento que está teniendo lugar ahora mismo en la sala común.
+Y, mientras tanto, yo debía coger la llave maestra para entrar en la habitación y descolgar cuidadosamente el teléfono, para así poder atrapar a esos malhechores.
Al terminar de hablar, Disarming intentó recuperar el aliento, a base de ejercitar una serie de grandes bocanadas de aire.
—¿Ves como no era tan difícil decirme la verdad? —preguntó irónicamente Store—. Aunque comprendo por qué has sido tan reticente a hacerlo… suena como una mala película de gangsters.
+Afortunadamente para ti, desde aquí oigo cómo siguen los preparativos, así que tienes tiempo de sobra para cumplir tu parte y resolver entre todos este pequeño… "contratiempo" —en ese momento, la unicornio de color crema se levantó y, dirigiéndose a su mesa de trabajo, abrió un cajón en concreto y cogió una pequeña carta—. Aquí tienes, una llave maestra —exclamó, extendiendo el sobre hacia Disarming.
—Pe… ¿Pero cómo…? —balbuceó el amarillento poni de tierra, cogiendo el presente.
—¿Qué cómo tengo una llave maestra, quieres preguntar? —inquirió la yegua—. Precisamente para casos en el que se requiera servir urgentemente material de almacenaje a los clientes, mientras estos no están en las habitaciones. Es decir, algo parecido a tu historia falsa. De todas formas, Mantenimiento también dispone de otra llave maestra, por el mismo motivo.
—Eres… —Disarming intentó buscar las palabras adecuadas—. Eres fantástica. Si no tuviese tanta prisa, te daría un beso…
Store volvió a entrecerrar los ojos, pero esta vez una sonrisa se dibujaba en su boca.
—Preferiría ser ensartada lentamente por espadas oxidadas —declaró—. Entiéndelo, me caes bien, pero no eres mi tipo.
Con otra sonrisa aflorando en el rostro, el amarillento semental se levantó y, trotando, se dispuso a abandonar el almacén.
+Por cierto —siguió hablando la yegua, esta vez en tono más serio—, si te encuentras con alguien, dile la primera historia, es más "convincente". ¡Y no dejes que te atrapen, por favor!
Disarming frenó en seco y miró hacia atrás.
—¿Acaso estás preocupada por mí? —preguntó—. Eso es lo que hace tan bonito a una amistad…
—No te hagas ilusiones —fue la respuesta que Store House dio—. No quiero que te pase nada, porque aún tienes que presentarme a tu apuesto y adinerado amigo, ¿recuerdas?
Con una gran risotada, Disarming volvió a apretar el paso. Definitivamente, Store House y Look Talker estaban hechos el uno para el otro.
Como si fuera un juego, Magic Sales, Imaginary Numbers y la falsa Lizza Ponyelli se sentaron en sus respectivas sillas, completamente ilusionadas. Cada una miró hacia el espejo que tenía delante, haciendo muecas completamente ridículas, como si, en vez de un cristal reflectante, fuese un bebé potrillo el que las observase directamente. Únicamente Imaginary se comportó con corrección, al menos al principio, pues al cabo de unos instantes imitó a las otras dos, mientras sonreía.
Anpoine, mientras tanto, estaba en el umbral de la puerta que conectaba a la sala de maquillaje, intentando convencer al falso Emcee para que se uniera al evento. Éste, sin embargo, se mostraba completamente reticente a participar, alegando que la peluquería era algo exclusivamente para féminas.
—¡Vamos, Emcee! —exclamó su compañera de cuarto—. ¡No seas tiquismiquis y únete! ¡Será divertido! ¡Y ya es hora de que cambies de look!
Las demás, incluyendo a Imaginary, alentaron al semental para que se animara. El oscuro poni miró a todas y cada una de las yeguas, para recabar al final en Anpoine, la cual le recibió con una gran sonrisa.
—Está bien… —dijo, entrando en la habitación—. Me habéis convencido. Lo haré.
Por detrás de él estaba Reale, que también intentó entrar, pero la peluquero se interpuso rápidamente en su camino.
—¿Qué haces? —preguntó Anpoine—. Te he dicho antes que con tu hermana es más que suficiente.
—¡Pero yo también quiero participar! —espetó la verdosa poni.
La peluquero se quedó pensativa durante un instante, para después contestar.
—El color del pelaje de tu hermana es fantástico para una idea que tengo en mente —declaró—, pero desgraciadamente no hay muchas posibilidades de conjuntar los tonos de su cuerpo y sus ojos con su crin, por lo que solo lo intentaré una vez.
—Pero yo llegué primero… —Reale entrecerró los ojos.
—Decidí cogerla a ella porque tú eres más lanzada —respondió la poni de color azulado—, y ese rol ya lo poseen ellas dos —señaló a Magic y a la falsa Lizza—. Sin embargo, eres perfecta para alentar al público y para evitar que se desesperen si tardamos de más en salir.
Soltando un bufido, la verdosa yegua se giró y comenzó a alejarse. Entonces paró y, dando otro resoplido, espetó:
—Ni que me hubiese caído en una marmita de pequeña…
Anpoine cerró lentamente la puerta y, dándose la vuelta, miró extrañada a Imaginary.
—¿Qué ha querido decir con eso de la marmita? —preguntó.
—Oh, eso… —la tímida poni murmuró, mirando al suelo—. Es de una historieta que leíamos de pequeña. Uno de los personajes, cuando era potrillo, se cayó en un gran puchero lleno de un líquido que daba poderes, y quedó convertido para siempre en un súper-poni. Le utilizaban para pelear contra los malvados grifos invasores, pero no le dejaban participar en el ritual de beber la poción, alegando precisamente que había caído en la marmita cuando era un potrillo, y que podría ser malo para él.
+Con esa frase, pretende expresar que ella es capaz de hacerlo, pero por algo que ocurrió, el druida se niega a darle la oportunidad de ser como los demás.
—Curiosa historia… —expresó Anpoine—. Ojalá yo también tuviese poderes, sería todo más fácil. Pero únicamente me enfrento al mundo real con entereza y determinación, y con un mar de ideas bullendo por mi mente —entonces hizo una panorámica general y observó que todos los presentes estaban correctamente posicionados—. Bien, empecemos…
La peluquero caminó por detrás de todos, parándose brevemente para posar su casco sobre la crin de cada uno, y revolverlo ligeramente. Entre tanto, soltaba gemidos de desaprobación tras cada paso que hacía.
—¿Ocurre algo? —preguntó Magic, cuando se posó finalmente tras ella, tras oír un lamento más lánguido y extenso.
—Tu crin… —contestó Anpoine, en un hilo de voz—. Es tan… especial…
—No te preocupes —expresó la tendero—. Ya sé que lo que tengo es un peinado tuyo y que lo mantengo por honor y practicidad, por lo tanto… ¿qué mejor que sustituirlo por otro diseño de la mejor peluquero de la historia de Equestria?
Dicho eso, ella mismo tiró del semioculto lazo y deshizo el cardado, dejando que su crin cayese completamente lisa sobre su espalda.
+¿Ves? —dijo—. Ahora ya no es un problema. Y, por supuesto, tienes carta blanca para cortarlo a tu gusto.
La expresión que mostró la peluquero fue una mezcla entre hastío y alivio.
—Procuraré tratar tu crin de la mejor manera posible —declaró finalmente.
—Estoy completamente segura de que lo harás —dijo Magic, con una sonrisa en su rostro, la cual Anpoine vio a través del reflejo del cristal, haciendo que se contagiase y sonriese también.
—De acuerdo… —comentó la peluquero, mirando hacia el resto—, pero tengo otro ligero problema —confesó—. Debido a la urgencia de celebrar este acto, no he ideado debidamente la resolución de lo que debo hacer.
—¿A qué te refieres? —inquirió la falsa Lizza, con un gesto mohíno en su semblante.
Anpoine se acercó a ella, quedando finalmente en mitad de la sala.
—Inspiración... —exclamó—. Necesito que me posea la inspiración.
—¿Y no puedes realizar algo que ya hayas hecho? —volvió a preguntar la malhechora.
—¡NO! —chilló la unicornio de forma inconsciente. Después tosió y se calmó—. Se supone que esto es un evento inédito, completamente novedoso. No puedo usar ninguno de mis trabajos anteriores. Pero no se me ocurre absolutamente nada…
Hubo un pequeño e incómodo silencio, muestra de que todos estaban pensando en posibles ideas válidas.
—¡YA SÉ! —volvió a gritar Anpoine. Miró a todos con ojos como platos, y siguió hablando—. Estáis en Manehattan, ciudad de la belleza, y centro mundial de la moda. Decidme, ¿cómo habéis llegado hasta aquí?
Magic sonrió y levantó la pata para pedir contestar, cosa que hizo ante un leve gesto de la cabeza de la peluquero.
—Ella —la tendero señaló a Imaginary—, su hermana y yo hemos venido en tren, directamente desde Ponyville, usando la línea circular.
—Y él y yo —dijo la falsa Lizza— también hemos usado el tren, aunque desde Detrot. Sin embargo, hicimos trasbordo en Canterlot, para coger la línea que va a Ponyville, y allí otro transbordo para la línea circular.
—De acuerdo… —Anpoine estaba completamente pensativa—. En tren… No, fingir una locomotora en el cardado no es factible… Y dibujar las volutas de humo sería aún peor, podrían confundirse con suciedad… Los vagones tampoco, porque sin la locomotora no tiene sentido… —entonces su cara se iluminó completamente—. ¡Las vías! ¡Sí! ¡Si simulo las vías de tren en el peinado, podría funcionar! ¡Es más, con una ligera variación, sería completamente perfecto!
Se acercó al oscuro semental y, sonriéndole de forma ligeramente malévola mientras le miraba al espejo, la peluquero dijo:
—Tú tienes la longitud precisa de crin que requiero. Serás el primero.
El falso Emcee abrió los ojos como platos, a la vez que tragó saliva.
Disarming se encontraba delante de la puerta de la habitación trescientos trece, dudando de si debía o no meter en la cerradura la llave maestra. Por enésima vez, miró hacia su izquierda, vigilando que no hubiese nadie a la vista. Y, por enésima vez, volteó de nuevo su cabeza al frente.
Se maldijo otra vez. ¿Qué le ocurría? Tan solo tenía que entrar, descolgar el auricular y salir. No era tan difícil. Pero seguía dudando, pensando en que lo que iba a hacer era allanar una habitación y cometer un delito.
Se imaginó a sí mismo subiendo por las escaleras hasta ver su propio cuerpo parado frente a la última habitación de la planta, para galopar a continuación directamente hacia él mismo y chocar en una estruendosa explosión al unirse los dos organismos. Con un gesto de cabeza, volvió a centrarse en el dilema en el que estaba inmerso. Estar en la situación que se encontraba en ese mismo momento, delante de la entrada, ¿podía ser considerado algo inusual o sospechoso por un observador?
Finalmente, ejerció una media sonrisa. Determinó que únicamente se sentía cohibido, pues iba a penetrar en el santuario de unos ladrones que pretendían atentar contra la seguridad del hotel, y sobre todo contra la seguridad intrínseca de algunos clientes, algunas de los cuales eran Magic y las hermanas Numbers.
Pensó ligeramente en las tres. Ellas, al igual que él, habían dejado completamente su cómodo y tranquilo pasado en Northwest Mines Town, con la única diferencia que él lo había hecho para escapar, mientras que esas yeguas habían iniciado el viaje para buscarle. Eso era la demostración palpable de que no eran unas extrañas, sino amigas. Amigas que se habían visto inmersas en un gran problema que solo podía darse en un lugar tan hermoso pero a la vez tan caótico y malvado como Manehattan. Era hora de devolverles el favor. Y con más ahínco debía hacerlo, al tener en cuenta lo mal que él había tratado a Imaginary antes, cuando quería montarla, atendiendo únicamente a sus más bajos y básicos instintos.
Con gran entereza, introdujo con fuerza la llave maestra en la cerradura y la giró, mientras empujaba el pomo hacia el interior. Cuando la puerta se abrió, penetró directamente en la habitación y entornó la madera detrás de él.
Hizo una panorámica del lugar, y paró su mirada en la cama de matrimonio, la cual estaba deshecha. En la parte baja de ésta, por encima del edredón, una familiar caja de cartón reposaba sobre uno de sus laterales más grandes.
Se acercó a él y torció el gesto. El embalaje que contenía el consolador estaba completamente cerrado, manteniendo aún las pestañas de seguridad intactas.
"¿Para qué me hizo traerlo entonces?", se preguntó a sí mismo.
Estuvo tentado de llevárselo. De hecho, estiró las patas delanteras para amarrarlo, pero se frenó. Si lo cogía, los dos malhechores sabrían que alguien había entrado en ese lugar en su ausencia. Por lo tanto, decidió dejar la caja en el mismo lugar, e incluso aumentaría el cuidado con el que caminaría en el interior de la habitación.
Observó que absolutamente toda la sala estaba hecha un desastre, hasta el punto de dudar seriamente si había tenido lugar en ese sitio un arranque amoroso o una pelea de taberna. De hecho, parecía un terreno yermo donde acaba de ocurrir una cruenta batalla. Incluso, con apenas un ligero esfuerzo imaginativo, la habitación podría asemejarse al país imaginario donde Daring Do intentaba al malvado Ahuizotl, después de que este último plagase de innumerables y peligrosas trampas el camino hacia el legendario templo del tesoro.
Supo entonces que, para lograr su objetivo de llegar al destino, debía ejercitar el extraño y maravilloso movimiento danzarín del que hacía gala la ficticia arqueóloga. Para ello, sustituyó en su fantasía mental cada obstáculo presente en una trampa mortal. Una vez hecho la simulación, se alzó sobre sus patas traseras y, poniendo sus patas delanteras como si sujetase a una invisible pareja de baile, comenzó a danzar siguiendo el pausado ritmo de un vals de palacio, sorteando in-extremis todos y cada uno de los diferentes impedimentos.
Una vez se acercó al teléfono, volvió a pararse. Ahora tenía que sopesar en cómo debía dejar el auricular de tal forma que, incluso mirándolo directamente, nadie se diese cuenta de que estaba descolgado.
Instintivamente, y sin perder la vista del teléfono interno, se agachó y cogió un zapato femenino que estaba tirado de forma descuidada sobre el suelo, al lado del mueble donde reposaba el aparato de llamadas.
Al incorporarse de nuevo, acercó su pata delantera izquierda a la pieza de escucha, manteniendo con su pata delantera derecha el calzado, que situó paralelamente al teléfono. Entonces entrecerró los ojos y soltó un bufido.
—¿Pero qué hocicos estoy haciendo? —se quejó—. ¿Iba a intentar intercambiar el auricular por el zapato, como en esa escena del tercer libro de Daring Do? Disarming, cada día eres más imbécil... ¡Concéntrate!
Dejó el calzado otra vez en el suelo, procurando no alterar demasiado la escena. Solo esperaba que no se diesen cuenta del cambio, aunque algo dentro de él le indicaba que, en el momento de tirar los zapatos, lo último que estaba en el interés de la pareja era en qué posición habían quedado éstos.
Descolgó el receptor, manejando a la vez, y con sumo cuidado, la minúscula pestaña de sujeción cuyo cometido era mantener el auricular en posición vertical. Fue al tercer intento cuando logró asentar el auricular sobre éste. A continuación se alejó un poco y miró el conjunto. Entonces sonrió, satisfecho. Si no prestaban la debida atención al aparato, ignorarían el cambio producido. Por último, pulsó repetidas veces el botón de aumento de volumen del altavoz de entrada, hasta situarlo al máximo.
Volviendo sobre sus pasos, se alejó del cuarto y salió al pasillo del hotel, cerrando la puerta tras él. Ahora, para terminar de pasar completamente desapercibido, solo tenía que volver al almacén para entregar la llave maestra, y regresar a la sala común para observar el evento que se estaba produciendo en esos momentos. Silbando una canción, se acercó al ascensor y picó el botón.
Su parte del plan estaba hecha.
Reale estaba completamente rabiosa. Por tercera vez, miró hacia la puerta de la sala de maquillaje donde, sin duda alguna, todos estaban divirtiéndose, a juzgar por las estruendosas risotadas que, de vez en cuando, resonaba en el interior.
Se levantó y se dirigió una vez más hacia la entrada, y otra vez, al igual que el resto de intentos, su camino se vio interpuesto por un enorme semental, quien la miraba, como siempre, con gesto autoritario.
—Le he dicho varias veces, señorita, que no puede entrar —exclamó escuetamente el grisáceo y hercúleo poni de tierra, escrutándola una vez más.
—Y yo le repito que mi hermana está ahí dentro —contestó la verdosa yegua, con un gesto mohíno.
—Si cree que voy a abrir la puerta para cerciorarme, vaya despidiéndose —dijo el semental—. No sería la primera vez que alguien quiere aprovechar un momento así para intentar colarse. No me gustaría tener que hacerle daño, así que no insista, por favor.
Reale volvió a mirar al guardia de seguridad. Sin embargo, esta vez su gesto había cambiado, convirtiéndose en uno escrutador. Ese gigantesco semental que guardaba la puerta donde su hermana y las demás se divertían era espectacular. De hecho, si cambiaba el color de su pelaje al de un rojo intenso, convertía su azulada crin en naranja, recortaba aún más el pelaje que bordeaba sus cascos, y le colocaba un yugo alrededor del cuello, ese poni era exactamente igual que ese tal Big Mac.
La verdosa yegua abrió ligeramente los ojos. Ahora comprendía por qué su hermana se había "encaprichado" con ese enorme granjero… su sola presencia era realmente impresionante. Entonces sonrió. Si lo que le había confesado Magic sobre que Imaginary se había imaginado yaciendo con Big Mac, en vez de hacerlo con Disarming Smile, ella directamente había disfrutado extraordinariamente de su escena.
—Está bien, está bien —comentó, más calmada—. Veré los resultados de Anpoine desde la sala común.
Volvió sobre sus pasos y entró en la gran habitación, donde tendría lugar la exhibición del evento. Desafortunadamente para ella, prácticamente todos los asientos que habían colocado estaban ocupados, quedando apenas uno o dos sitios aquí y allá, completamente desperdigados dentro del mosaico de colores de pelajes y vestidos que había en ese momento.
Decidió escoger la silla vacía que había en la última silla, al lado del pasillo, por lo que se aproximó a ella y agarró ligeramente al respaldo. En ese momento, del asiento que había justo delante, una emperifollada y regordeta pegaso de apariencia cuarentona, de cuero y crin morada, se giró y la miró con cara de pocos amigos.
—¿Es usted Imaginary? —espetó.
Reale entrecerró los ojos, ligeramente desconcertada.
—No, es mi hermana —respondió—. Yo soy…
—¡Una fresca! —chilló la dama—. ¡Una fresca que hace… "fresquerías"!
La cara de la verdosa poni de tierra se congestionó, en un amago de sorpresa, ira y repulsión.
—¡Oiga usted! —exclamó—. ¡No le consiento que…!
—¿¡Que qué!? —gritó la pegaso, dando un sonoro bofetón a Reale—. ¡Gracias a usted, mi querido sobrino ha tenido un día horrible, asustado por todos esos gritos de furcia! —señaló a un pequeño potrillo a su lado, de apenas edad suficiente como para haber aprendido a trotar con suficiencia.
Todos los ponis de alrededor habían girado su cabeza hacia las dos yeguas. La matemático se llevó el casco a la mejilla y bajó la mirada, mientras en su cabeza bullía una serie de ideas contradictorias, siendo unas de ellas diferentes formas crueles de hacer pagar a Imaginary lo ocurrido, y siendo otras sentimientos de disculpa, tanto con su hermana como con la señora que le estaba injuriando. Cuando volvió a levantar la cabeza, una gran e inocente sonrisa se reflejaba en su cara.
—Si he expresado con esa magnitud las sensaciones que estaba teniendo —declaró—, es porque realmente estaba gozando de placer —entonces se inclinó hacia delante, para asegurarse de que la señora escuchaba perfectamente—. Gozar, obtener placer de un hermoso y necesario acto, deleitarse con las sensaciones y sentimientos que recorren el cuerpo, hasta el punto de que, desde la punta de la cola hasta las orejas, todo se estremezca.
+Eso es algo maravilloso. Es el sentido de la vida. El máximo efecto y deseo del verdadero amor. Algo que sé que usted no obtendrá, porque se ve, por su cara, sus gestos y su actitud, que usted no es más que una estúpida y malfollada mojigata.
+Por cierto... "A quien Celestia no le da hijos, Discord le da sobrinos".
La regordeta pegaso arrugó su hocico, visiblemente irritada. Su respiración acelerada se calmó ligeramente, dando paso a una gran bocanada, dispuesta a responder con toda veracidad al ataque que acababa de sufrir.
Sin embargo, dejó de aspirar y agachó la cabeza cuando, primero un semental, después un par de yeguas, y finalmente todos los presentes, arrancaron en una serie de carcajadas.
+De todas formas —siguió hablando Reale—, me gustaría disculpar mi comportamiento, más que nada por el pequeño. Aunque —se inclinó esta vez hacia el potrillo, sonriendo nuevamente—, deberías saber que, si cuando crezcas, logras hacer gemir de esa forma a la yegua que te guste, serás un verdadero semental, porque la estarás haciendo muy feliz.
El joven potro la miró con cara de circunstancias, para terminar respondiendo a la sonrisa de la verdosa yegua con otra, sin saber a ciencia cierta a qué se estaba refiriendo Reale.
Cuando volvió a recostarse en su asiento, ante la mirada fulminante de la morada pegaso, la matemático exhaló lentamente el aire, y volvió a relajarse. Cuando la molesta yegua volvió a girarse, esta vez para hablar con su sobrino, los ojos de Reale empezaron a titilar. Al fin había comprendido lo que, hasta poco antes, había tenido que sufrir su hermana día tras día, tanto por parte de los abusadores como de ella misma. Y, aunque había logrado voltear y devolver el desprecio que acababa de tener lugar, le debía a Imaginary una gran y sincera disculpa.
En ese momento se apagaron las luces, mientras una música de fondo empezó a sonar. Todos los presentes callaron, expresando una ahogada y gran expectación.
—Damas y caballeros —una voz masculina resonó por toda la estancia, proveniente de unos estrechos y largos altavoces—, es para mí un inmenso placer mostrarles un evento extraordinario e inédito. Un evento que, esperemos, sea de su agrado. ¡Con todos ustedes, la magnífica y espléndida Anpoine Fryzjer!
Una marea rugiente de aplausos y golpeteos al suelo retumbó en la sala común. Entonces Reale volvió a sonreír: pronto su hermana sería alabada por todos los presentes, pero, sobre todo, sería aclamada por ella.
—¡Que sepas que soy yo, y que estoy llegando! —declaró Disarming, una vez había torcido el último recodo del camino. Al fondo del pasillo, se vislumbraba, o más bien se intuía, la entrada al almacén del hotel.
—¡Lo sé, te estoy oyendo desde hace rato! —se oyó una femenina voz desde el interior.
—Te lo digo… —el semental traspasó el umbral y paró, debido a la nula iluminación del lugar—, porque precisamente esto es lo que no quería encontrarme. No quiero tropezarme con cualquier objeto que esté en el suelo y abrirme la cabeza.
—Total, no iba a salir mucho que digamos si ocurriese… —exclamó la yegua. En ese momento, la unicornio encendió las luces y, sacando la lengua, sonrió—. ¿Qué se te ofrece esta vez? ¿El asunto del celo se ha propagado y ahora es una epidemia? Hmmm… —se puso pensativa durante un instante—, no creo que haya consoladores suficientes si se diese el caso, aparte de que seguramente los guardias reales nos pondrían en cuarentena, algo que no me gustaría… —miró directamente a los ojos de Disarming—. Más que nada porque, si no hago mínimo tres comidas diarias, la bestia batpony que hay en mi interior se apoderará de mí y comenzaré a atacar a los demás, para devorarlos salvajemente… —según iba expresando estas palabras, su semblante se volvía más y más tétrico, mientras las pupilas de sus ojos se empequeñecían hasta el punto de llegar a convertirse en una fina línea vertical—. Y contigo… ¡Contigo me deleitaría enormemente, al destriparte sin contemplaciones! —notó cómo la mirada del semental que tenía delante se tornaba a una expresión de puro terror.
+Pffffff… ¡JAJAJAJAJÁ! —Store House estalló finalmente en una carcajada—. Ay, si pudieses ver tu cara en estos momentos…
—Eso no ha tenido ninguna gracia —espetó el amarillento poni, irritado.
—Vamos, vamos… —la unicornio se relajó ligeramente, y se acercó a él—, sabes bien lo mucho que me aburro aquí, en el lugar más apartado del casco de Celestia. Así que, como vía de escape, a veces me imagino que soy la única superviviente de un ataque zombi que asola Equestria… O que de repente llega mi príncipe azul y me rescata de esta vida tan anodina.
—Podrías seguir haciendo esos pasatiempos que tienes en el cajón —respondió Disarming, en un gesto mohíno.
—Y tú podrías aprender un poco lo que son realmente los batponys —fue la respuesta que expuso la yegua—. No se comen a los ponis… O eso creo.
—Pues que sepas que te iba a pedir que vinieses conmigo a ver el pase de peluquería, pero olvídate —el amarillento semental se dio la vuelta y empezó a dirigirse hacia la puerta del almacén—, más vale solo que mal acompañado.
—¡Espera, espera! —interrumpió Store House—. ¿En serio me ibas a pedir eso? —bajó la mirada, enfadada consigo misma—. Lo siento, de verdad que lo siento…
Disarming volvió a girarse, y sonrió.
—Podría reconsiderar entonces el ofrecimiento… —comenzó a decir, pero se achantó cuando observó la entristecida cara de la blanquecina unicornio. Entonces resopló y siguió hablando—, si me contestas a una pregunta.
—Mientras no sea embarazosa o íntima, te lo responderé sin problemas —respondió la unicornio.
—¿Qué edad tienes? —inquirió el semental, con una sonrisa pícara en su boca.
—¡Eso entra dentro de "embarazoso e íntimo"! —replicó la yegua—. ¿Por qué quieres saberlo?
—Porque no me salen las cuentas… —dijo Disarming, mirándola fijamente—. Dices que eres hija de un unicornio y una batpony, pero no hace ni un año que la Princesa Luna volvió de su exilio. Por tanto, una de dos: o bien aún eres una potrilla de solo unos meses de edad, lo cual dudo bastante, o bien tu madre ya estaba en Canterlot desde hace… ¿Cuánto? ¿Veinte años? Esta segunda opción es más plausible, pero significaría una cosa… que tu madre ya sabía que la Princesa Celestia iba a perdonar a su hermana menor.
—Vaya, vaya… —Store House sonrió—. Y yo que creía que no eras capaz de elucubrar algo tan obvio… Sí, mi madre pertenece a una división auto-denominada "Cabeza de playa", que tenía como misión allanar el terreno ante la llegada de Nightmare Moon.
+Pero no te confundas. No "allanarlo" en el sentido de atacar, sino de intentar convencer a Celestia para que indultase a su hermana. Afortunadamente, la regente ya estaba decidida por sí misma a hacerlo, y de hecho les dio a mi madre y al resto de la avanzadilla unos privilegios que ayudaron mucho en la nueva integración entre la raza de los ponis y los batponys.
—Está bien… —el semental se puso serio durante un instante—. Me vale. Entonces… —tosió y miró a la unicornio con ojos tiernos—, Store House, ¿te gustaría presenciar conmigo, un "amigo", el evento que está teniendo lugar en el gran salón?
—¡Me encantaría! —la cara de la yegua se iluminó.
Entonces, adelantándose hacia el mostrador, la poni apagó mágicamente la luz y, sacando un cartel de un cajón, se puso al lado del semental, que acababa de salir, y colocó el anuncio en la puerta, cerrándola a continuación.
—Estoy lista —declaró—. Vamos… "amigo".
CONTINUARÁ