Parallel Stories
Chapter 36: 1x17 - Manehattan - Parte 3
Previous Chapter Next ChapterTodos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.
Este es un fanfic de fan para fans.
Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...
+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:
-Daniel Campos Fernández – Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).
-LloydZelos, Volgrand y Unade – Revisión.
+Y a vosotros, los lectores, que estáis a las duras y a las maduras.
Espero que os divirtáis tanto leyendo como lo hice yo escribiéndolo.
Tags: [Adventure/Aventura] – [Comedy/Comedia] – [Dark/Oscuro] – [Random] – [Sad/Triste] – [Slice Of Life/Vida Cotidiana] – [Other/Otros]
Aviso muy importante: Este capítulo, el cual está dividido en varias partes, siendo ésta una de ellas, tiene palabras malsonantes y varias escenas de sexo explícito. Si eres menor de edad, ten mucho cuidado al leer. Cuando vaya a tener lugar una escena de esa índole, avisaré convenientemente. Prefiero hacer esto, y aludir al buen hacer y madurez de cada uno, que no poner este fanfic en "M", pues mucha gente se perdería otros capítulos más suaves y acordes a su edad. Por favor, respetemos todos esta alternativa.
Atención. Durante toda esta parte hay escena clop y temática de índole adulto. Léase con precaución. Si eres menor de edad, te recomiendo encarecidamente que no continúes a partir de este aviso. Si a pesar de ello decides seguir, es responsabilidad tuya lo que pueda ocurrir.
MY LITTLE PONY
PARALLEL STORIES
Chapter 1x17
Manehattan
Parte 3
Disarming empujó el carrito hasta situarlo fuera del ascensor de servicio, saliendo él a continuación. A continuación, ajustó el paño de nuevo en el tirador pasacascos y volvió a mover el artefacto, hasta situarlo delante de la penúltima puerta de la planta. Llamó y esperó pacientemente. Cuando la puerta se abrió, sus ojos también lo hicieron. "No puede ser", pensó, "Pero sí, sí es..."
—Pase, por favor… —fueron las escuetas palabras que emitió Magic Sales, mientras dejaba sitio suficiente para que el semental pudiese entrar—, le estábamos esperando.
El amarillento poni hizo caso a la recomendación de la tendero, y empujó el pequeño carro hasta la sala comedor. Una vez allí, cogió la tapadera metálica y descubrió el contenido del plato, para convencimiento de las tres yeguas que miraban ansiosas. Sobre la bandeja, tres bocadillos de margaritas se veían realmente apetitosos.
—¿Es necesario? —susurró Imaginary, mirando a las otras dos.
—Sabes que sí lo es —respondió su hermana gemela—, así que ponte a la tarea.
—Quizá debería ser yo la que lo haga primero —añadió Magic, cerrando la puerta.
—¡No! —declaró Reale—. Decidimos entre todas que comenzase ella —señaló a Imaginary—, y así se hará…
—Podré hacerlo, no te preocupes… —murmuró su hermana menor—. Lo haré… por mí, por nosotras, y por… y por Equestria…
—¿De qué estáis hablando? —preguntó Disarming—. ¿Y por qué me da que yo estoy metido en esto?
—¿Por qué lo dices? —inquirió Reale, con un tono entre irónico y jocoso.
—Lo sabes muy bien… —contestó el semental—. Habéis pedido expresamente que esta comida lo suba yo. Y el hecho de que hayáis pedido lo más barato me escama…
—Disarming Smile… —dijo la mayor de las hermanas Numbers—, vas a ser testigo esencial de una de las cosas más hermosas que pueden ocurrir en la vida…
—No te pases —replicó Magic. Entonces se dirigió hacia Imaginary y siguió hablando—. Querida, ¿estás segura de esto? Podría hacerlo yo…
—¿Y dejar que mi hermana se lleve todo el mérito al explicar el plan? —musitó la pequeña yegua—. Al menos sé que tú le harás frente, lo cual me reconforta…
—De acuerdo entonces —susurró la tendero. Entonces Imaginary comenzó a moverse hacia el dormitorio, pero la morada unicornio la frenó—. Si quieres —expresó, elevando ligeramente la voz—, en vez de imaginarte con Disarming —el gesto de las dos ponis se torcieron ligeramente—, inténtalo con Big Mac… Será más… íntimo y especial.
Imaginary sonrió ligeramente. Magic tenía razón. Con Big Mac sería más real, más intenso, más íntimo y más especial. El interés por él aún perduraba, por lo que aprovecharía ese sentimiento para realizar su tarea con más ganas.
—Gracias… —dijo—. Así lo haré.
Entonces, mientras la menor de las hermanas Numbers entraba en el cuarto, Reale y Magic rodearon silenciosamente a Disarming, haciéndole señales para que las siguiese hasta la sala comedor.
—¿Qué está ocurriendo…? —empezó a preguntar el semental, pero fue rápidamente acallado por el casco de la tendero, quien la había situado sobre la boca del poni.
—¡Es… es enorme! —chilló Imaginary, desde el dormitorio—. ¿¡Estás seguro de que cabrá!?
Hubo un pequeño silencio incómodo, que volvió a romper la menor de las gemelas Numbers.
+¡AAAAAYYYYY! —gritó, con todas las fuerzas—. ¡ME ESTÁS ROMPIENDO EN DOS!
—Bien —dijo Reale, mirando fijamente a los ojos de Disarming—, ya podemos empezar.
Imaginary se echó sobre la cama, de tal forma que hizo reposar completamente su espalda sobre el colchón. Desde esa posición, podía oír murmurar a la pareja de maleantes de la habitación 313. Sin duda, debían ser conscientes de que tanto ella, como su hermana Reale y Magic, se encontraban en la habitación. Y seguramente sabrían que Disarming acaba de entrar.
Ahora era su turno de crear una distracción lo más creíble posible.
Suspiró, y cerró los ojos, haciendo que su mente comenzase a ejecutar el espectáculo. Dentro de su cabeza empezó a visionar dos óvalos, uno más grande que el otro. Posicionó el menor sobre el mayor y, desplazando el primero horizontalmente, hizo coincidir el extremo de un óvalo sobre la vertical del otro. Después, definió dos líneas que unían dichos óvalos entre sí (una vertical recta desde el extremo del óvalo más pequeño hasta la elipse más espacioso, y otra vertical ligeramente curvada desde el extremo del óvalo inferior hasta la superior), creando de esa forma el cuerpo, la cabeza y el cuello. A continuación lanzó, desde los extremos inferiores del mayor de las dos elipses, unas líneas más finas y alargadas, uniéndolas entre sí por la parte inferior, estableciendo así las gruesas patas. Por último, definió las formas externas de la crin y la cola, así como otros detalles menores.
Después de terminar el boceto, procedió a colorearlo. Empezó imprimiendo su pelaje de un intenso rojo, y a su crin y cola las matizó de un color pajizo. Dichos tonos le recordó fuertemente a la variedad de manzana McIntosh, resultándole curioso la equivalencia de colores y de nombre entre la fruta y el fornido semental. De hecho, era altamente improbable que el nombre de este último no fuese casualidad.
Una vez hubo construido a Big Mac en su mente, decidió parar. Sin embargo, siguió manteniendo la figura delante de su vista, para apreciarlo en todo su esplendor. A partir de ese momento debía ser realmente cuidadosa. Tenía que recrearle en un escenario adecuado, con una historia lógica y natural, y que terminase llevando al gran semental al punto que ella precisaba.
Le imaginó sudoroso, para acentuar tanto el esfuerzo físico que el semental tendría con seguridad al acabar el día, como para acentuar el deseo intrínseco y natural de lo que él ansiaba realizar con ella a continuación. Le proporcionó una sonrisa de potrillo perverso, para remarcar sus pretensiones, y le hizo entrecerrar los ojos.
Por último, movió todo el conjunto de líneas hasta situarle de frente, de tal forma que el hercúleo poni la miraba con sus tiernos pero ansiosos ojos. Y, mientras ajustaba los bordes sobre el fondo de la habitación, le situó a la misma altura y por delante de ella, de tal forma que, al elevarse él sobre sus patas traseras, las de ella quedasen sobre su bajo vientre.
Únicamente quedaba por concebir una cosa: idear el tamaño del miembro viril de ese robusto semental, y este debía ser acorde al tamaño de su cuerpo. Así lo imaginó, y así lo hizo.
—¡Es… es enorme! —chilló, con un leve tono de temor, al descubrir que el gran pene de Big Mac llegaba a rozar su vagina—. ¿¡Estás seguro de que cabrá!?
El gigantesco y rojizo semental tomó consciencia de sí mismo y sonrió, marcando aún más sus facciones malévolas. Entonces, sin dar tiempo a que Imaginary se preparase convenientemente, introdujo completamente su enorme miembro dentro del interior de la verdosa yegua, que acogió la embestida como buenamente pudo.
—¡AAAAAYYYYY! —la pobre gritó, con todas las fuerzas—. ¡ME ESTÁS ROMPIENDO EN DOS!
—Verás, Disarming… —confesó Magic—. Hemos descubierto… —calló y negó con la cabeza, con la intención de rehacer sus palabras—. No… Imaginary ha descubierto que los que se alojan en la habitación de al lado, la trescientos trece, tienen intención de robar a varios clientes del hotel.
—A nosotras, y también a Suri Polomare —intervino Reale—. Por eso he ideado este plan, porque precisamos de tu ayuda para desbaratar sus propósitos.
Disarming Smile se encontraba confuso, tanto por la información que estaba recibiendo por parte de Magic y Reale, como por la inusual acción que estaba ejerciendo la menor de las hermanas Numbers en el dormitorio. Y así lo expresó, mostrando un evidente gesto bobalicón, que dedicó a las dos yeguas que tenía enfrente.
—Las paredes de estas habitaciones son como pergaminos —explicó la tendero—, y lo que se habla en una habitación, se escucha en las de los lados. De hecho, son tan finas, que los cuadros —señaló una pintura situada sobre la pared— están clavados con chinchetas...
+Y, hace un rato, Imaginary escuchó la conversación que mantenían los malhechores de la habitación trescientos trece. En ella, comentaban que iban detrás de nosotras para quitarnos el dinero que conseguimos 'legalmente' —miró fijamente a Reale cuando expresó esa palabra—, pero han decidido añadir a Suri Polomare y a Coco Pommel como objetivos.
—¡Más despacio, bruto! —exclamó Imaginary, desde la habitación.
—Comprendo... —musitó Disarming, el cuál seguía mirando estúpidamente a las dos yeguas. Entonces volteó su mirada para dirigirla al dormitorio, donde Imaginary estaba jadeando de forma descontrolada.
—"Eso" pertenece a mi plan… —dijo Reale—: Como las paredes son demasiado finas, debemos crear una distracción lo más verídica posible, y así tener campo libre para hacer un plan de contraataque, e impedir así que esos imbéciles tengan éxito. Con mi hermana actuando, ellos se fijarán en lo que está haciendo ella, y no prestarán atención a lo que hacemos nosotros.
—Pero... —el semental estaba empezando a respirar aceleradamente—, es tan… extraño…
—Por eso mismo nadie se imaginará que estamos hablando tranquilamente mientras mi hermana cumple su función, ¿verdad? —la mayor de las gemelas Numbers sonrió.
—¿¡En serio quieres cambiar de posición!? ¡En esta que estamos, me siento en la gloria! —exclamó Imaginary, desde la habitación.
—El problema —intervino Magic, mirando a Reale de forma inquisitiva—, es que no debería ser ella la que estuviese ahí, sino yo. O mejor, tú. Lo que está haciendo es algo excesivo para su forma de ser.
—Deberías saber una cosa —explicó Reale, entrecerrando los ojos—. Ella no es una poni normal, como tú o yo... Su campo del saber es una parte abstracta de las matemáticas.
La tendero torció el gesto, al estar segura de que iba a recibir una nueva explicación sobre las matemáticas, por decimo-octava vez desde que salió de Northwest Mines Town. Sin embargo, esta vez fue diferente.
—Mi hermana tiene un don especial —siguió hablando la verdosa poni de tierra—. No sé cómo lo hace, pero parece ser que ella logra visionar dicha abstracción y hacerla completamente real, usando el resultado para su trabajo. Por eso es la mejor en su campo. Y, por lo tanto, esto que está haciendo, no es más que un entretenimiento superfluo para ella, pero tan real como ella desee.
—Por eso querías que fuese Imaginary la que estuviese ahí, ¿verdad? —inquirió Magic, de tal forma que su pregunta se asemejaba más a una respuesta que a una frase interrogativa.
—O sea, que ella está haciendo eso para despistar a los de la habitación trescientos… lo que sea, ¿no? —expresó Disarming—. Pero vosotras no estáis en celo, ¿verdad?
—Todos aquí dentro sabemos que ninguna de las tres lo está —respondió la tendero—, pero, de esa puerta para fuera, nadie conoce la verdad de nuestro estado.
—Exactamente… —dijo Reale. Entonces miró al semental, escrutándole minuciosamente—. Oye, Magic —comentó—, ¿le pasa algo a este? Le veo aún más bobo que de costumbre…
La morada unicornio observó a su vez al amarillento poni. Éste tenía una expresión de verdadero desconcierto, y de la comisura de su boca salía un hilillo de saliva.
—El problema que tiene —comentó Magic, señalando al semental, mientras miraba a la mayor de las gemelas Numbers—, es que Imaginary está demasiado convincente, y él está respondiendo a su celo ficticio. Ahora mismo debe tener la sangre acumulada en un lugar muy lejano de su cerebro.
—Por favor, no pares… —se oyó en ese momento cómo, desde la habitación, suplicaba Imaginary—. ¡Me encanta cómo lo haces!
—Si queréis… —murmuró Disarming, con la vista perdida en la dirección donde estaba la menor de las hermanas Numbers—, yo podría ayudarla a que fuese aún más convincente…
Reale, con gesto furioso, se acercó al semental, interponiéndose entre él y el dormitorio.
—Si quieres conservar todos los dientes —espetó—, más te vale mantenerte lejos de mi hermana… Ella está fuera de tu alcance, porque es especial, porque es fantástica, porque es única, y porque es…
—¡SÍ! ¡LLÉNAME DEL TODO CON TU LECHE DEL AMOR! —se escuchó desde el cuarto que tenía detrás la verdosa poni de tierra.
Disarming abrió la boca hasta límites insospechados, Magic hizo lo mismo con los ojos, y Reale, llevándose el casco a la frente hasta chocarlo con un sonido seco, soltó una sola frase:
—… Es más basta que un bocadillo de chinchetas… —soltó, haciendo alusión a los elementos que sujetaban los cuadros situados por toda la habitación.
La cadencia con la que Big Mac deslizó su miembro hasta sacarlo completamente del interior de la verdosa poni de tierra, así como la del envite al volverlo a introducir de forma salvaje, fueron implacables, haciendo que el gigantesco pene chocase bruscamente contra la cérvix de Imaginary.
—¡Más despacio, bruto! —exclamó como pudo la yegua, mientras intentaba aguantar las acometidas que el ansioso semental estaba imprimiendo.
Por primera vez, Big Mac pareció hacer caso a las exigencias, frenando su ritmo hasta llegar a un compás asumible para ella. A pesar de ello, el gran semental seguía en sus trece, introduciendo su monstruoso miembro hasta el fondo, y logrando de esa manera que el golpeteo contra el fondo de la vagina siguiese siendo una constante.
Sin embargo, Imaginary pareció acostumbrarse al incipiente dolor al que le sometía el rojizo poni. De todas formas, lo lógico y comprensible era que él actuase así, pues no era más que un campesino, un semental sin estudios y, por lo tanto, rudo hasta la médula. Al menos, ella se lo había imaginado de esa forma, y ahora debía atenerse a las consecuencias de sus actos.
Big Mac cambió su parecer, y comenzó a preocuparse por el bienestar de ella. La verdosa yegua se relajó y empezó a disfrutar del traqueteo que, por primera vez, excitaba los nervios internos que la poni poseía a lo largo de su cuello uterino. Dejó que el gigantesco semental llevase el dominio del acto hasta que, poco a poco, sintió cómo su interior se calentaba, debido a la constante fricción de cada milímetro que componía su matriz por parte de un grandioso miembro viril que, quizá fuese por su perfecta forma, o quizá por las palpitaciones del que hacía gala en ese momento, lograban que Imaginary empezase a temblar de puro y placentero delirio.
Pero, antes de lo que ella quisiera, Big Mac comenzó a frenar su serie de acometidas, terminando por sacar su pene de la vagina. Entonces, el rojizo semental la miró con los ojos entrecerrados, haciendo un gesto circular con su pata delantera derecha, y acompañando el aspaviento con un mero gruñido.
—¿¡En serio quieres cambiar de posición!? —preguntó ella, torciendo el gesto—. ¡En esta que estamos, me siento en la gloria!
Esas palabras sin duda frustraron al poni, que volvió a penetrar bruscamente a la verdosa yegua, y retomó el excesivo ritmo que había imprimido al principio. Instantáneamente, Imaginary cerró sus patas traseras tanto como pudo, en un intento de obligarle a desistir de su infantil actitud. Sin embargo, este, con la misma dureza, bajó sus patas delanteras y separó las extremidades de la verdosa poni de tierra, para acometer un empellón verdaderamente salvaje.
Esta vez, la yegua no se achantó, sino que, incorporándose tanto como el dolor le permitió, alzó su pata delantera derecha y abofeteó al semental, que cesó su conducta al instante.
—Entiéndelo bien —murmuró furiosa, asegurándose de que nadie más que él escuchase lo que iba a decir—. Aquí soy yo la que manda. Tú únicamente has sido creado para proporcionarme placer, y créeme, estás muy lejos de lograrlo. Ahora, sé un buen potrillo y fóllame como es debido…
Big Mac abrió los ojos completamente y tragó saliva. Un segundo después, volvió a entrecerrarlos y, mostrando una ligera sonrisa de connivencia, empezó a complacerla. Ejerció una cadencia suave, para acelerarlo ligeramente a continuación, quedando de esa manera al gusto de ella. Imaginary, por su parte, volvió a recostarse e, inconscientemente, comenzó a acompañar cada acometida con un gemido de placer.
Poco a poco, el gran semental aceleró el ritmo, aunque se mantuvo lejos de la excesiva cadencia y brusquedad de los empellones del principio, algo que agradeció la verdosa yegua, la cual ya se encontraba inmersa en un universo de íntimo y terrenal placer.
—Por favor, no pares… —se atrevió a decir, sin prestar atención al volumen empleado—. ¡Me encanta cómo lo haces!
Imaginary ya no poseía un cuerpo, sino que sentía cómo sus órganos sexuales estaban directamente conectados al cerebro, desdeñando completamente el resto de su ser. En ese estado, notaba de forma aumentada cómo se reflejaban todas y cada una de las sensaciones a la que se veía sometida esa parte íntima de su fisionomía, desde los labios mayores hasta los ovarios, hasta el punto de convertirse todo su aparato reproductor en una serie de intensas oleadas de pura excitación. Como respuesta a esos latigazos de deliciosa sensación, sus pechos comenzaron a encenderse, replicando el puro ardor que ya poseían tanto su útero como su mente.
Mientras tanto, Big Mac había vuelto a imprimir más velocidad, llegando a sobrepasar la cadencia de los embates que había exhibido al comienzo, pero a ella ya no importaba, pues el dolor ya se había convertido en regocijo, seguramente porque entre el monstruoso miembro del gran semental y su pequeño útero un cerco de fluido vaginal salvaguardaba cada acometida de la fricción punzante que había sufrido al inicio del acto.
Poco a poco, Imaginary llegaba al clímax. Aunque intentó resistirse a ello, anteponiendo su propia y egoísta complacencia, a lo que acontecía a su alrededor. Pero decidió, sabiendo que el orgasmo era cada vez más cercano e inevitable, que haría todo lo posible para que este fuese lo más enérgico y poderoso posible, sin importarle las consecuencias que ello conllevaría con su cuerpo, su mente, y su relación con el lejano mundo exterior.
Así que intentó relajarse, aunque le fue imposible, pues su cuerpo ya no respondía a su cerebro, sino que convulsionaba sin orden aparente. Big Mac comenzó a convertirse en un borrón a ojos de la verdosa yegua, pero a ella no le importó en absoluto, pues lo que más le interesaba en esos momentos, es decir, el enorme pene del gran semental, seguía siendo muy real, y seguía cumpliendo su función a la perfección.
Sin embargo, necesitaba sentirse colmada, realizada, completa… y para ello requería acoger la ofrenda que el rojizo poni le regalaría, acompañando al último empellón salvaje. Y más deseosa estaba de hacerlo, teniendo en cuenta que al final el rojizo semental se había comportado debidamente, y merecía un premio. Mejor dicho, tanto él como ella necesitaban un regalo de amor puro y verdadero, que casual y afortunadamente era el mismo.
Entonces, cogiendo aire hasta llenar sus pulmones, gritó tan fuerte como pudo:
—¡SÍ! ¡LLÉNAME DEL TODO CON TU LECHE DEL AMOR!
El semental, convertido ya en un ser completamente difuso, esbozó lo que parecía ser una gran sonrisa, y retomó una cadencia media, para ir acelerando cada vez más y más. Imaginary volvió a apretar sus patas contra los cuartos traseros de Big Mac y estrechó voluntariamente sus paredes uterinas, en un intento de acoger y sentir cada minúscula protuberancia que el miembro viril del hercúleo semental poseía, y excitarle a él de tal forma que le hiciese eyacular.
Cuando el poni de tierra se rindió a su parte más instintiva, gruñó y frenó prácticamente al instante. La yegua sintió entonces cómo el gran pene de Big Mac, que aún permanecía dentro de su interior, palpitaba con una fiereza inusitada. Antes de que ella se terminase de preparar convenientemente, una gran oleada de un líquido caliente y pegajoso se propagó por todo su interior, haciendo que, inconscientemente, cerrase aún más sus muros vaginales, en un intento de evitar que el semen derramado saliese fuera de su matriz.
Al terminar el acto, Imaginary se descubrió a sí misma jadeando, suspirando y confusa. Su cuerpo aún seguía sin responder, por lo que decidió esperar hasta que lograse apaciguarse del todo.
Cuando logró tener de nuevo el control de su mente, lo primero que hizo fue hacer que el cuerpo de Big Mac retornase, aunque esta vez le situó ligeramente más alejado, para que su gran miembro, aún erecto, colgase en el aire. Ella miró su pene, con satisfacción. Este seguía temblando, producto del burbujeo de la sangre que aún llenaba constantemente las paredes cavernosas de su interior.
—Eres un gran semental —susurró Imaginary, incorporándose—. Sin duda, eres todo lo que necesito... Te quiero, mi vida —murmuró, para besar a continuación al rojizo poni de tierra. Cuando hizo contacto con la boca de Big Mac, cerró los ojos, para recrearse mejor en las sensaciones que estaba recibiendo de los labios ásperos pero carnosos del hercúleo granjero.
Pero, cuando volvió a abrirlos, Big Mac ya no estaba. Con un aire de tristeza, bajó la mirada al suelo. Durante unos instantes, ella había sido feliz, pero ahora volvía a ser la de siempre: la tímida, inocente y estúpida Imaginary Numbers; la que era querida por todos, y despreciada por su hermana…
Su hermana… Pensó en ella de nuevo, recordando en un instante todos y cada uno de los momentos en que había sufrido las vejaciones e intolerancias que ella le había brindado a lo largo de su vida. Cuando volvió a elevar la vista, un gesto malévolo se reflejaba en su boca. Había determinado que era hora de tomar la justa venganza a toda la humillación que su perversa gemela le había impartido.
Cogiendo aire de nuevo, ideó las palabras que debía exponer a continuación. Cuando sus pulmones se llenaron completamente, ya tenía determinada la frase que devolvería a Reale su propia medicina. Era hora de jugar al mismo juego. Era hora de convertirse en Nightmare Moon.
—¡Me has dejado destrozada! —gritó a pleno pulmón—. ¡Pero tú sigues ansioso! ¡Menudo aguante tienes! ¡Imaginary, querida hermana, es tu turno para intentar satisfacer a este insaciable semental!
—… Es más basta que un bocadillo de chinchetas… —soltó Reale, haciendo alusión a los elementos que sujetaban los cuadros situados por toda la habitación—. En fin —intentó calmarse y continuó hablando, observando escrupulosamente a Disarming—, mi hermana está a punto de terminar con su "trabajo de despiste", así que es hora de explicarte el plan:
+Debes entrar en la habitación trescientos trece y levantar el… ¿Cómo dijo Anpoine que se llamaba? —preguntó al aire, con gesto pensativo—. ¡Ah, sí! El auricular… —volvió a mirar al amarillento semental y siguió charlando—. Debes levantar el auricular y dejarlo sin colgar, para que, desde recepción, puedan escuchar lo que tienen planeado, y así poder actuar y detenerles.
—No sé si te está haciendo mucho caso —añadió Magic, mirando a Reale, a la vez que señalaba al hotelero—. Aún está reaccionando al falso celo de Imaginary.
Las dos yeguas volvieron a mirar a Disarming, el cual seguía babeando por la comisura de su boca, mientras se notaba claramente que en su interior tenía lugar una batalla entre el instinto primordial, que pedía a gritos ir a la habitación y montar salvajemente a la menor de las gemelas Numbers, y la razón, que intentaba contener por todos los medios dicha reacción. Afortunadamente para todas, sobre todo para Imaginary, esta última pareció ganar la contienda, devolviendo al amarillento semental a su estado normal.
—Per… Perdona… —dijo de repente el hotelero, sonriendo estúpidamente—. No estaba prestando atención…
—Ya lo hemos notado… —espetó irónicamente Reale—. No se advertía mucho, pero como somos muy perspicaces…
Magic intentó contener la risa como pudo, tapando su boca con el casco.
+Entonces te lo explicaré otra vez —explicó de nuevo la verdosa poni de tierra, esta vez con gesto serio—: Tienes que ir a la habitación trescientos…
—¡Me has dejado destrozada! —se oyó de forma clara desde la habitación—. ¡Pero tú sigues ansioso! ¡Menudo aguante tienes! ¡Imaginary, querida hermana, es tu turno para intentar satisfacer a este insaciable semental!
Esta vez la tendero no pudo contener la risa, haciéndola resonar por toda la estancia.
Reale miró primero a Disarming, después a Magic y, por último, a la habitación. A medida que lo hacía, su boca comenzó a desencajarse, mientras que sus ojos se fueron abriendo hasta límites imposibles.
—¿Ha… ha insinuado que era yo la que estaba… "retozando" con Disarming? —inquirió, sin podérselo creer.
—No… —respondió Magic, entre dos ataques de risa—. No lo ha hecho… ¡No lo ha insinuado, sino que lo ha dicho claramente! —volvió a soltar otra risotada.
Disarming sonrió ligeramente, teniendo la sensación de que se había perdido algo bastante crucial.
—¡La mato! —espetó la mayor de las gemelas Numbers—. ¡Yo la mato!
En ese momento, Imaginary salió del dormitorio con un movimiento renqueante, producto sin duda del gran esfuerzo realizado. Reale, que la vio, intentó abalanzarse sobre ella, pero se vio rápidamente frenada por Magic.
—No lo hagas —susurró—. Recuerda que todo lo que hagamos ahora será escuchado por los de la habitación de al lado, y todo el esfuerzo no habrá servido para nada.
Eso pareció apaciguar a la verdosa poni de tierra, que rápidamente cesó su actitud. Dándose la vuelta, Reale cogió uno de los bocadillos y se lo lanzó a Imaginary, la cual logró atraparla en el aire y, desenvolviendo el plástico protector, mordió un gran bocado.
—De todas formas —exclamó Magic, asegurándose de que sus palabras fueran oídas por los de la habitación trescientos trece—, deberíamos salir ya. Me han comentado que Manehattan es incluso más hermosa de noche. Ya comeremos los bocadillos cuando volvamos —entonces, dirigiéndose a Disarming, puso una voz melosa y siguió hablando—. Muchas gracias, "caballero"… Cuando precisemos de un servicio de esta misma índole, pediremos expresamente que sea usted el que nos la proporcione.
Sin embargo, el amarillento poni no prestaba mucha atención a las palabras, pues estaba siendo empujado por Reale, quien quería alejarle lo más posible de su hermana. Abriendo la puerta, la verdosa yegua ejerció un último empujón, sacando al botones al pasillo.
—Gracias… —soltó, enfurecida—. Gracias por nada.
Cuando Disarming se dio la vuelta para replicar, el aire de la puerta al cerrarse le despeinó ligeramente.
—Perdonen, señoritas —dijo a la madera—, pero debo llevarme el carrito…
La puerta volvió a abrirse, mostrando a una Magic Sales echándose a un lado para dejar pasar el carrito de comidas, la cual era empujada por una cada vez más rabiosa Reale. Por el rabillo del ojo, Disarming descubrió a Imaginary terminando ávidamente el bocadillo. Con una velocidad envidiable, el amarillento semental se echó a un lado, para que el elemento móvil no impactase contra él, y logró sujetar el agarrador, evitando de esa forma que el carrito chocase contra la pared.
Con un bufido de rabia, Reale entrecerró los ojos y, mirando fijamente al poni, espetó:
—¡De hecho, Vamos a salir ahora mismo!
Sin dar tiempo a los demás a actuar, la mayor de las gemelas Numbers salió al pasillo y enfiló el camino hacia las escaleras. Con un encogimiento de hombros, Magic la siguió al trote. E Imaginary, pegando un último bocado al bocadillo, lo lanzó hacia atrás, de tal forma que cayó junto a los otros dos, y galopó tras las demás, cerrando la puerta de un golpe.
Mientras Disarming las miraba perderse escaleras abajo, consternado, la puerta de la habitación trescientos trece comenzó a abrirse. Con rapidez, cogió la tapadera metálica y tapó el plato vacío. Mientras el semental que había salido pasaba a su lado, el hotelero colocó el trapo sobre el agarrador y saludó al falso cabaretero, que le respondió con un mero gruñido.
Cuando estuvo listo para marcharse, el amarillento poni escuchó un murmullo a su espalda. Dándose la vuelta, vio a la malhechora llamándole, mientras le guiñaba un ojo. Volvió a mirar a la escalera. Emcee ya no estaba. Seguramente estaría siguiendo a Magic y a las gemelas Numbers. Entonces Disarming se acercó a la damisela.
—¿Qué desea, señorita? —preguntó.
—No… —la falsa Lizza balbuceó. El semental la observó más detenidamente, y descubrió que ella estaba sudando—. No he podido evitar… escuchar… lo que ha pasado ahí dentro… —señaló la puerta de la habitación trescientos catorce—. Y también he oído que tienes una buena… herramienta…
Disarming empezó a sudar… eso no podía estar pasándole a él…
+Y… Y… —la yegua intentaba encontrar las palabras adecuadas para seguir—. ¡Y necesito que uses esa herramienta conmigo! —chilló con un deje de desesperación. Entonces, dando un pequeño salto, se situó delante de él. Elevando las patas delanteras, que puso a ambos lados del semental, suplicó—. ¡Te necesito! ¡Quiero sentirte dentro de mí! ¡Quiero que me destroces, como has hecho con ella! ¡Quiero que me llenes con tu leche del amor! ¡Quiero que me hagas una yegua!
El sudor que tenía Disarming en su frente, aunque distaba mucho del empapado completo que tenía la testuz de la falsa Lizza, ya era bastante abundante. Estaba sopesando rápidamente las opciones disponibles. Aunque la parte más instintiva de su mente deseaba que él entrase y la montara, la lógica y la razón le gritaba, alarmado, que hacerlo era un completo error, pues el semental que seguía a las tres yeguas podría volver en cualquier momento, y si le pillaba en la habitación, complaciendo a su compañera, podría hacer cualquier cosa.
Tragando saliva, cosa que repitió la expectante yegua, Disarming lentamente apartó las patas de la poni, que aún tenía a los costados, y exclamó lo más cortésmente posible:
—Lo siento, señorita. Las de la habitación trescientos catorce compraron un "servicio especial", cosa que usted no ha hecho.
La falsa Lizza se quedó quieta en el lugar. Sus ojos empezaron a entornarse, y los belfos de su boca comenzaron a retraerse. Entonces, con una mirada de infinita furia, retrocedió ligeramente y espetó:
—¡O sea, que primero me excitas hasta el punto de acelerarme el celo para, al final, rechazar mi comprensiva propuesta con la excusa de que necesito adquirir un "servicio especial", ¿verdad!? ¡Pues esto no va a quedar así! ¡Voy a presentar una queja! —tras cada palabra, la malhechora estaba más y más rabiosa—. ¿¡Es que ni siquiera tenéis un triste consolador en el cajón!? ¡Solo hay una mierda de libreta y un bolígrafo tan estrecho que no sirve para lo que ansío! ¡Menuda puta mierda de hotel!
Entró al interior de la habitación y cerró la puerta dando un portazo. Disarming, encogiéndose de hombros, puso sus cascos sobre la barra del carrito y comenzó a empujarlo. En ese momento, la puerta de la habitación trescientos trece volvió a abrirse, y la cabeza de la yegua se asomó por el dintel.
—¡Si no quieres que haga una reclamación, vete al almacén, o donde mierdas los tengáis, y tráeme un consolador! —exclamó, aún encolerizada—. ¡El más grande que encuentres! ¡Y date prisa! ¡No podré aguantar mucho más!
El amarillento semental aceleró el ritmo, en parte por la urgencia del pedido, pero, sobre todo, por lo que seguramente le pasaría si no cumplía con celeridad las órdenes de una cliente del hotel.
Disarming se dirigió presto, pero con dificultad (pues aún mantenía medio enhiesto su pene), a la gran sala situada al final del pasillo. Acababa de dejar la parte principal del hotel, y el lugar donde se encontraba actualmente tenía menos iluminación, dando la sensación de ser un sitio completamente lúgubre, como si de un cementerio se tratase. Pero no uno cualquiera en que reinase la paz más absoluta, sino un camposanto del que, en cualquier momento, una horda de zombis devoracerebros podría salir de las tumbas y atacar a cualquier poni vivo de los alrededores.
Dejó el carrito junto a la puerta cuando llegó a la sala situada al fondo del pasillo y asomó la cabeza al interior de esta. Dentro de la gran habitación, pudo observar una serie de estanterías que se repartían por toda la estancia. Cada una de ellas albergaba un sinfín de artilugios, herramientas y recambios de todo tipo. El semental sonrió. Efectivamente, había llegado al almacén.
Estirando aún más su cabeza, esta vez hacia la derecha, divisó a una joven unicornio. Esta tenía el pelaje de color crema, y su melena, realmente cuidada, era de color celeste, aunque la tenía recortada casi al absurdo. La poni parecía estar rellenando un pasatiempo en una revista, a juzgar por su posición y gesto de concentración, pues mordisqueaba un lápiz mientras escrutaba la hoja que tenía delante, seguramente intentando elucubrar y adivinar la respuesta.
—Buenos días, Store House —dijo el amarillento poni de tierra—. ¿Qué tal estás?
La aludida levantó la vista y miró a Disarming, a la vez que alzaba una ceja.
—Buenos días… —respondió. Entonces se fijó en su aspecto y, sonriendo ligeramente, continuó hablando—. Te vendría bien hacer los ejercicios de respiración que te he enseñado.
—¿Cuáles? —preguntó el semental—. ¿Los que me hacen enfadar aún más?
—¿Acaso ves que me esté mordiendo el labio inferior? —inquirió a su vez la unicornio—. Me refiero a las prácticas para obtener serenidad.
El semental supo que tenía razón, pues aún notaba cómo su miembro viril palpitaba rabiosamente. Cerró los ojos y empezó a inspirar lentamente, llenando la parte más baja de sus pulmones, para después exhalar a la misma velocidad. A medida que avanzaba en la acción, sintió cómo absolutamente todo su cuerpo se relajaba, incluido su aparato reproductor, que redujo drásticamente su longitud. Después de quince ciclos, volvió a abrir los ojos, sintiéndose muchísimo mejor. Al mirar de nuevo hacia la encargada del almacén, descubrió que esta volvía a enredar con la hoja.
—¿Ya has terminado? —preguntó ella, sin alzar la mirada—. No te preocupes, sé lo enervante que son a veces los clientes. No eres ni el primero ni el último que vendrá de esta guisa. Seguramente alguna yegua haya entrado en celo, y las feromonas que soltamos cuando estamos en ese estado son capaces de obnubilar al semental más pintado, sin importar que este sea su compañero, un trabajador o un viandante cualquiera. A veces pienso que los machos sois extremadamente básicos…
—Eres muy cruel… —respondió él, a lo que la unicornio contestó con una corta pero malvada risita. Entonces Disarming tosió un poco y preguntó—. ¿Tienes algún consolador?
—Eso no es de tu incumbencia... —expresó, esta vez alzando su mirada, para volver instantes después a su tarea—. Esas cosas no se preguntan a una dama.
—Me refiero aquí, en el almacén —fue la contestación que expuso Disarming, el cual mantuvo una sonrisa estúpida—. Como bien has dicho antes, una huésped se ha puesto de celo salvaje y precisa un cacharro de esos.
—Ah, de acuerdo —Store House dejó la revista bajo el mostrador y cogió un libro de anotaciones. El cuerno de la yegua brilló con más intensidad, y el amarillento semental supo en ese momento que, desde el principio, esa había sido la única fuente de luz que iluminaba ese lugar—. Sí —respondió la poni de color crema—, pasillo seis, estantería F.
Disarming comenzó a dirigirse hacia la parte central del almacén, descubriendo que la distribución de esta se parecía más a una librería que a un lugar donde se guardasen objetos de gran tamaño.
—¡Tranquilo, vaquero! —exclamó la yegua, mientras se levantaba y accionaba un interruptor en la pared, que encendió las luces de la sala en cuestión de segundos—. Yo soy la que tiene la potestad de servir el material. Tú únicamente me acompañarás.
Poniéndose al mismo nivel que él, localizó rápidamente el pasillo requerido, y penetró en él, seguido de cerca por el amarillento semental. A media distancia de la galería, la poni de color crema paró. Entonces miró hacia la estantería de su izquierda y la escrutó minuciosamente.
—¿Ha especificado alguna prioridad? —preguntó entonces—. Es importante saberlo, para no meter la pata.
—Expresó que debía ser de gran tamaño —respondió el poni de tierra—, de hecho, pidió el más grande de to…
—Eso es una locura, producto sin duda de la excitación... —le cortó la unicornio, quien seguía escrutando la estantería—. En ese estado, lo único que busca una yegua es intentar calmar el ardor lo más rápido y pronto posible.
+Por eso debemos analizar entre líneas lo que los clientes desean. Si acatásemos literalmente sus peticiones, te daría este armatoste —comentó, y le dio un pequeño empujón a una enorme caja que estaba en la balda inferior.
Disarming observó el embalaje, el cual sobresalía de los límites delanteros y traseros de la repisa.
—¿Qué es eso? —preguntó, extrañado.
—Una réplica de alta calidad de un pene de dragón adolescente —contestó la unicornio de color crema—. Está aquí por si se da el extraño e hipotético caso en el que una dragona en celo decidiese hospedarse en este hotel. Algo prácticamente imposible, sabiendo que los dragones son muy recelosos con respecto a otras razas, y más aún lo es una hembra que entra en su ciclo reproductivo. Pero una yegua… Hmmm... Una yegua directamente reventaría si logra meterse esto en su interior.
+Así que lo que nos interesa debe estar aquí arriba... —señaló la balda inmediatamente superior, donde reposaba una gran serie de cajas, cada una con un tamaño distinto, pero todas con una configuración idéntica en el exterior, señal de que pertenecían a la misma empresa—. Veamos… —Store House escrutó minuciosamente paquete por paquete—. Quizá este de "semental medio" sea suficiente —señaló la primera de una serie de cajas del mismo—, pero creo que será mejor servirle esto a la cliente… —cogió, mediante la magia de su cuerno, un paquete de los más voluminosos—. Quedará más satisfecha.
La yegua volvió hasta el mostrador, donde dejó la caja, la cual había transportado mágicamente con levitación. A continuación, agarró una pequeña libreta y, usando de nuevo la magia, cogió una pluma de un tintero y rellenó la primera línea vacía. Cuando terminó de escribir, miró al amarillento semental.
—Dime tu nombre completo —comentó.
—Lo sabes muy bien —exclamó el hotelero—. Disarming Smile.
—Ya, pero esto es formalismo. Simple y llanamente formalismo —Store sonrió ligeramente, mientras escribía de nuevo en la libreta—. Listo. A partir de ahora, este paquete pasa a ser responsabilidad tuya. Por cierto, recuerda que es material de índole íntima, por lo que deberías ser discreto en el transporte.
—He traído el carrito de comidas —contestó el amarillento semental—, pero no sé si cabrá debajo de la bandeja…
—Bueno… —la sonrisa de la yegua aumentó de tamaño—, seguramente quepa. Y me alegra ver que al fin hay alguien medianamente competente en este hotel.
—Gracias… —Disarming devolvió la sonrisa—. De todas formas, entre nosotros… ¿Por qué existen estos cacharros, habiendo sementales? —inquirió, señalando el paquete que reposaba sobre el plato del carrito.
—Hmmm… —Store House se puso pensativa durante un instante—. ¿Te has fijado alguna vez en la proporción que hay entre yeguas y sementales? —el amarillento poni de tierra se dispuso a responder, pero la unicornio siguió hablando, cortando toda contestación—. Hay una proporción de, aproximadamente, tres o cuatro yeguas por cada semental.
+Solo hay que fijarse en el núcleo central de poder que hay en Equestria, es decir, la realeza. Hay tres yeguas: la Princesa Celestia, la Princesa Luna y Cadance. Pero solo hay un semental: el Príncipe Blueblood —al decir el nombre del blanco unicornio, la poni de color crema dejó escapar un breve pero perceptible suspiro.
+Es decir, por estadística, dos yeguas de cada tres no conocerán varón en su vida, pero igualmente tendrán, a lo largo de su época fértil, una sucesión de periodos de celo. Eso es algo muy… ¿Inadecuado? ¿Cruel? ¿Desafortunado? De cualquier manera, es ley de vida... hasta ahora.
+Por eso se han creado los consoladores, para apaciguar, en la medida de lo posible, las desavenencias generadas por la naturaleza intrínseca de la misma existencia.
Disarming levantó una ceja, intentando asimilar las rebuscadas palabras que acababa de usar Store House. Pero había algo que le intrigaba aún más: el deseo y anhelo con la que la unicornio de color crema había expresado al mentar al sobrino de las dos soberanas de Equestria.
—Te gusta el Príncipe Blueblood, ¿verdad? —preguntó.
La respuesta de la yegua fue un entrecerrado de ojos.
—¿Te acuerdas lo que dije antes, cuando me preguntaste si tenía consoladores? —respondió—. Pues esto tampoco es de tu incumbencia.
—Oh, vamos… —el amarillento semental sonrió—. Desde que llegué a Manehattan, eres la única que no me ha tratado como un trozo de mierda. Toma entonces mi pregunta como una forma de corresponder la confianza que has vertido en mí.
Store volteó los ojos, sabiendo que negarse a contestarle implicaba súplicas y más súplicas por parte de ese tonto semental, y este no pararía hasta obtener la respuesta deseada. Y, para entonces, la entrega del paquete se demoraría demasiado, algo que no podía permitir.
—Está bien, está bien… —dijo finalmente—. Lo que me interesa no es ese estúpido poni, sino la posición que ostenta —entonces, viendo que Disarming entrecerraba los ojos por la extrañeza, continuó explicando—. Desde que tuve que dejar Canterlot, para buscarme la vida, este ha sido el único trabajo que he conseguido. Y, como puedes ver, no es para tirar cohetes. Simplemente, la mejor forma de alejarme de todo esto, y volver a Canterlot con mi familia, es atrapar a un semental influyente y con poderes.
El amarillento poni de tierra sonrió de manera más acentuada. Según todos los datos que ella le había comentado desde que se conocían, tenía en mente al semental idóneo para ella. Un semental proveniente de buena familia, lo que haría que ella mejorase su estatus, un semental bastante influyente en Northwest Mines Town, descendiente directo de una de las familias más influyentes de Equestria, y un semental que…
—Refréscame la memoria, Store —comentó Disarming—. A ti te gustaban los ponis que no hablan mucho, ¿verdad?
—Hmpf… —soltó la aludida. Entonces se rehízo instantáneamente y siguió hablando—. Sí. Odio cuando se ponen a hablar de tonterías. Me hace daño a los oídos tanta verborrea.
"Sí", pensó el amarillento semental, "Definitivamente, Look Talker es perfecto para ti".
—Bueno, marcho ya —expresó finalmente el botones—. La cliente no aguantará mucho más sin "esto" —señaló la caja situada sobre el plato del carrito, que tapó a continuación con la abombada tapadera metálica—. Nos vemos…
—Te parecerá bonito cortar así la conversación —exclamó la unicornio de color crema—, dejando a una yegua con la palabra en la boca…
Entonces, mientras Disarming empezaba a salir del almacén, ella se dispuso a apagar la luz, para seguir completando el pasatiempos que había dejado a medias, bajo la escueta iluminación de su cuerno.
—Por cierto —dijo el amarillento poni de tierra—, no deberías hacer eso. Te vas a dejar los ojos.
—Mi madre es una batpony que ejerce como soldado de la Guardia Lunar —fue la respuesta que la aludida dio, mientras su casco accionaba el interruptor, apagando de esa forma la luz de la sala—. Mi sentido de la vista y del oído están más desarrollados, gracias la herencia materna. Pero mi padre es un unicornio que fabrica y vende pociones. Por lo tanto, soy una mezcla de dos razas.
Disarming empezó a comprender.
+Ojalá pudiese volver a verlos... —la expresión del rosto de la yegua se volvió más afligida, en parte remarcado por la reducción de poder del hechizo luminoso que aún mantenía sobre su cuerno—. Les echo mucho de menos.
+Ellos... —siguió explicando—. Ellos se preocupan de mantener vivo un amor en el que, aún en un Reino que supuestamente aboga por el bienestar y la amistad entre sus habitantes, es visto con recelo. Por eso mismo, temo por ellos. Y yo, el fruto de su cariño, soy la demostración palpable de que las tres razas de ponis y la de batponys son compatibles.
Por primera vez, Disarming se fijó en los ojos de Store House. Estos tenían la pupila más afilada de lo normal, siendo en verdad un híbrido entre los rasgados iris de la raza de ponis murciélagos, y los redondeados de los unicornios, pegasos y ponis de tierra. Y, por el mismo motivo, las orejas de la yegua de color crema acababan en angulosa punta.
+Pero, lejos de ser yo considerada como una esperanza —continuó hablando la unicornio—, los demás me miran como si fuese un bicho raro, una abominación, un error de la naturaleza. Incluso aquí, en Manehattan, siento en mí sus miradas de desprecio y repudia. Lógicamente, nadie en su sano juicio me concedería un trabajo. Nadie, excepto la dueña de este hotel. Algún día, cuando la conozca, le daré las gracias por confiar expresamente en mí.
—¿Expresamente? —el semental se extrañó.
—Cuando llegué a Manehattan, estuve buscando trabajo de prácticamente cualquier cosa, independientemente de su dificultad. En todos y cada uno fui rechazada. Incluso en algunos me miraron de arriba abajo y se negaron a contratar a una "mezclada". En otros, me expulsaron cuando supieron quiénes eran mis padres.
+Desesperada, recalé en este hotel y, cuando dije mi nombre y que necesitaba trabajo, el poni de recepción, sin mediar palabra, se dio la vuelta y, mientras cogía una carta del casillero y me lo entregaba, me indicó dónde estaba el despacho del director.
+Sin poderlo creer, abrí la carta y la leí… En ella, la dueña de este hotel comentaba que había ordenado al director mi inmediata contratación como encargada de almacén. Y así lo hizo el director, quien, dicho sea de paso, fue el primero que me recibió con una sincera sonrisa en la boca.
+Por eso, a pesar de que hay muchos "compañeros" en este lugar a los que no tocaría ni un palo, me siento bastante a gusto aquí, sabiendo que soy valorada por mi trabajo y, lo que es más importante, por lo que soy.
El amarillento semental no pudo, ni quiso, evitar notar el tono de anhelo que expresaba la yegua, mezclado con una sensación de alivio, que se acentuaba según ella iba expresando las palabras. Comprendió finalmente que Store House necesitaba de alguien que comprendiese lo penoso de su situación, de alguien que le pudiera apoyar y dedicarle bonitas palabras de sustento, alguien a quien, aunque se negase a reconocerlo, considerase un amigo. Y él había cubierto, sin saberlo, todas las facetas que ella había pedido.
—Yo conozco… —empezó a decir el hotelero—. Conozco a una yegua que también ha pasado por algo parecido. Quizá, si todo va bien con lo que estoy pensando, la conocerás en no mucho tiempo.
Y, sin dar réplica a sus palabras, Disarming procedió a empujar el carrito con el pedido urgente bajo la tapadera abovedada. Dentro del almacén, Store House sonrió. Al fin se había quitado un peso de encima, al hablarle a ese semental lo que sentía de verdad. Y, algo dentro de ella, le decía que había elegido al poni correcto como receptor de sus desdichas.
Volvió a recostarse en la silla y, cogiendo de nuevo la revista de pasatiempos, buscó de nuevo la página donde lo había dejado y volvió a pensar la respuesta que precisaba.
Una voz se escuchó en la lejanía del pasillo. Era Disarming Smile, exclamando en tono jocoso:
—¡Que sepas que, para no poseer ninguno de estos "aparatos" en casa, estás demasiado bien informada! ¡Seguro que en realidad tienes uno para cada día de la semana!
—¡Vete a la mierda! —chilló Store House, completamente furiosa.
Cuando la unicornio de color crema volvió a mirar hacia delante, descubrió que, llevada por la rabia, había rajado en dos la revista.
—Maldito imbécil —murmuró entre dientes.
La puerta del ascensor se abrió rápidamente, pero para Disarming fue como si en realidad lo hiciese con una lentitud pasmosa. Sacó el carrito al pasillo con la máxima celeridad posible, y entonces paró. Llevó uno de sus cascos a la agarradera de la tapadera metálica que estaba sobre este y la elevó, para mirar de nuevo el contenido del plato: una simple caja rectangular de cartón.
Aún no podía creérselo. En el almacén del hotel había una ingente cantidad de paquetes de la misma naturaleza, de cuya existencia, antes de llegar a Manehattan, ignoraba por completo. Se acercó aún más al contenido del plato, para escrutar una vez más al envoltorio.
"Giant Cock", leyó. Eso parecía ser la empresa que había fabricado aquel artilugio que había en el interior del fardo. El amarillento semental ejerció una media sonrisa: la caja era de tamaño y configuración estándar, creada sin duda para ocultar su contenido de ojos indiscretos. Pero tanto la marca como el modelo ("Mantícora adulta"), así como el enorme tamaño de las letras impresas, no dejaban lugar a dudas de lo que había en el interior.
Volvió a colocar la tapadera y enfiló el pasillo a gran velocidad, parándose de nuevo delante de la puerta de la última habitación. El poni miró al marco lateral, para cerciorarse de que se encontraba frente a la puerta correcta y en el piso correcto. Un "313" compuesto por grandes números le decía que ese lugar era justamente su destino.
Llamó y esperó pacientemente. Unos atropellados golpes sonaron en el interior, aunque cesaron de repente. Hasta la entrada se acercaron unos pasos y, tras unos segundos de trasteo con el pomo, la puerta se abrió.
Cuando Disarming, que se había girado para colocar mejor el carrito, volvió a mirar hacia delante, vio a un malhumorado semental de color negruzco, quien a su vez le observaba con cara de pocos amigos.
—¿¡Qué es lo que quieres!? —espetó este.
—Entrega de una petición especial de la señorita Lizza Ponyelli —expresó el amarillento poni de tierra.
—¡Cógelo y vente! —se escuchó una voz femenina, desde dentro de la habitación—. ¡Odio que me dejen sola a mitad de tarea!
Instantáneamente, el aludido miró hacia atrás. Cuando el oscuro semental volvió a girar su cabeza para observar a Disarming, se encontró frente a la caja rectangular que el botones le ofrecía. Con un bufido, lo cogió sin miramientos y, retrocediendo hacia el interior, cerró la puerta de un portazo.
Mientras el hotelero, ligeramente decepcionado, colocaba de nuevo la tapadera sobre el plato, para irse a continuación, escuchó la escueta conversación que tuvo lugar en el interior de la habitación trescientos trece.
—¡Ya voy, ya voy! —el falso Emcee se apresuraba a volver al dormitorio.
—¡Ya era hora! —soltó la yegua—. ¡Venga, ahora vuelve a montarme salvajemente! ¡Y esta vez no pares hasta que logre llegar yo!
CONTINUARÁ