Parallel Stories
Chapter 30: 1x15 - Visita (in)esperada - Parte 5
Previous Chapter Next ChapterTodos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.
Este es un fanfic de fan para fans.
Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...
+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:
-Daniel Campos Fernández - Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).
-LloydZelos, Volgrand y Unade - Revisión.
+Y a vosotros, los lectores, que estáis a las duras y a las maduras.
Espero que os divirtáis tanto leyendo como lo hice yo escribiéndolo.
Capítulo dividido en 6 partes.
Tags: [Slice of Life/Vida Cotidiana] y un poco de [Comedy/Comedia] - [Dark/Oscuro] - [Sad/Triste] - [Crossover]
MY LITTLE PONY
PARALLEL STORIES
Chapter 1x15
Visita (In)esperada
Parte 5
—No sé, parece que está muy escondida —exclamó Flashing—. Suponiendo, por supuesto, que aún permanezca en esta dimensión.
—¿A qué te refieres? —preguntó Shadow.
—¿A qué va a ser? —respondió la potrilla—. ¡Al arma de "Knowli" que se perdió aquí!
—¡SSSHHHH! —chitó la historiadora.
—¡Ah! —exclamó la herrero—. ¡Así que por eso habéis venido! Ya me parecía a mí demasiada generosidad por vuestra parte el ayudarme de forma altruista.
—Yo creía que lo sabías —comentó Flashing—. Por eso vine, para ayudar a encontrarla y, de esa forma, demostrar a Knowledge que me estoy disculpando, porque quiero que volvamos a ser amigas...
—¡Pues has metido la pata hasta el fondo! —chilló la aludida.
—Vamos, vamos... —intervino Shadow—. Está claro que ella —señaló a la pequeña prestidigitadora— está actuando de buena fe. Y, aunque tú no lo estás haciendo, por lo menos me estáis echando un casco, cosa que es de agradecer. Por lo tanto, busquemos pues esa arma que se perdió...
Tanto Knowledge como Flashing sonrieron.
+¿Alguien se acuerda de cómo era físicamente? —preguntó la herrero, después de unos segundos de silencio.
Tanto Knowledge como Flashing dejaron de sonreír.
Feather seguía escrutando minuciosamente la dirección escrita en el paquete. Para ello, ya no se ayudaba de un libro, ni de dos, sino que tres grandes volúmenes, situados cada uno en una parte diferente de la habitación, estaban siendo escrutados por la amarillenta yegua.
Pero ninguno de ellos le era de utilidad en esos momentos. Esas señas era directamente un galimatías. Sin embargo, había logrado estrechar el círculo de posibles destinos a apenas una veintena de tiendas. Desgraciadamente, todos los negocios de venta y reparación de electrodomésticos estaban directamente fuera de Canterlot, demostrando, una vez más, que la capital del Reino era única y llanamente de recreo para los visitantes.
La pegaso-cartero volvió a despeinarse la crin, esta vez con ambos cascos a la vez, totalmente frustrada. A pesar de haberse jurado a sí misma que resolvería ella este entuerto, tenía que reconocer que, a raíz de la urgencia del envío, debía molestar a la unicornio de dos colores para que le aclarase esa gran duda.
Estaba segura de que quizás en la Central de Ponyville podrían ayudarle, pero tampoco tenía medio de contactar con ellos. "¡Espera!", pensó de repente, "Y si quizás...".
Con suma rapidez, abrió un cajón y sacó el avisador, que puso sobre la mesa. También cogió un papel y un pequeño librito. El papel lo colocó al lado del aparato y, sentándose, abrió el pequeño tomo, que resultó ser las instrucciones de la máquina. Buscó, primero a través del índice y después por cada capítulo, una forma de comunicarse con la Central, pero en el minúsculo volumen no había nada medianamente parecido a lo que pretendía lograr.
Con un suspiro, volvió a dejar el libro y el papel en el cajón, dejando el aparato sobre la mesa, para acordarse de llevarlo cuando terminase la tarea. Volvió a mirar el paquete y entonces una idea pasó por su mente: "¿Y si está cifrado?", elucubró. Sonriendo, abrió el mismo cajón de antes y, rebuscando sin piedad en su interior, cogió un libro de claves.
Costase lo que costase, resolvería ese enigma...
Shiny salió pesadamente del restaurante. No sabía qué podría hacer para convencer a su abuela de que Northwest Mines Town era un sitio seguro. O, al menos, tan seguro como podía ser Ponyville, Manehattan o la mismísima Canterlot. Pero su antepasada seguía en sus trece. De eso estaba segura la dorada pegaso, pues durante toda la comida la anciana yegua no había articulado palabra alguna. Únicamente había esgrimido miradas fulgurantes de desprecio, sobre todo hacia Wise, Spoon y Shining Armor, aunque a ella también le había dedicado alguna que otra ojeada. Miradas llenas de rencor y de dolor. Miradas llenas de incomprensión e ira. Miradas llenas de angustia y hastío.
—Por lo que veo, ninguna de tus... "amigas" se ha dignado a presentarse —exclamó Polished, de forma despreocupada.
—Es muy pronto, abuela... —respondió Shiny—. De hecho, aún falta más de media hora. Cuando comience la merienda, estarán todas, te lo aseguro.
—Eso espero, querida nieta... —comentó la anciana—. Eso espero...
—Pues no me acuerdo ahora mismo... —confesó Knowledge, refiriéndose al arma extraviada—. Aunque lo que sí sé es que era una daga ceremonial, en el que los antiguos grifos sacrificaban antaño a su pueblo, en pro de un dios, perteneciente a una religión ya olvidada...
—¡Eso es muy cruel! —espetó Flashing, horrorizada.
—Pero es historia —contestó la blanca poni de tierra—. Además, que no se te olvide que ese puñal pertenece a un pueblo distinto al nuestro. A un pueblo que, desde siempre, ha sido guerrero.
—¡Aún así! —chilló la prestidigitadora—. ¡No deberías tener esos objetos en tu casa, como si los venerases! ¡Da repelús!
—¡Habló la que posee objetos de trucos mágicos con un peligro tal que harían enrojecer de vergüenza al ser más sanguinario del universo! —replicó la historiadora.
—Por favor... —tranquilizó Shadow—. No estamos llegando a nada. Calmaos un poco las dos.
—Tienes razón —abdicó Knowledge.
Flashing, sin embargo, se enfurruñó aún más y, sentándose en el sitio, miró con ojos entrecerrados a las otras dos yeguas.
—Entonces continúa describiendo la daga —comentó la herrero, ignorando a la pequeña unicornio.
—Bueno... —la blanca poni de tierra se quedó pensativa durante un instante. Entonces, sin dejar de mirar al techo con gesto abstraído, fue describiendo las actitudes del puñal—. Lógicamente, si lo usaban los grifos, que poseen garras en vez de cascos, su empuñadura debe tener un relieve para que su agarre se ajuste perfectamente, para que, de esa manera, pudieran imprimir la mayor fuerza posible a la cuchillada sacrificadora.
—Eso está mucho mejor —Shadow sonrió—. ¿Algún dato más que sea de interés?
—Sí... —Knowledge miró directamente a los ojos de la oscura yegua—. Por la idiosincrasia de lo que representaba esa religión, pues era una consecuencia directa del hartazgo de la tiranía sufrida que ejercían los reyes grifos y altos nobles sobre el pueblo llano, los integrantes de la orden, nacidos del estrato más bajo y desfavorecido de la sociedad, definieron a los opresores del Imperio como encarnaciones del mal. Mediante bandos y homilías lograron calar en los corazones de los demás, quienes centraron su odio hacia los nobles, y oficiaron el sacrificio de muchos de ellos. Los creyentes primero actuaron en rituales secretos y más tarde, cuando habían convertido pueblos enteros, desplazando de esos lugares a la religión oficial, procedieron a hacer ritos de forma descubierta.
+Eso supuso su final, porque la alta sociedad, que no había estado de patas cruzadas, lograron infiltrar espías entre las filas de dicha orden, logrando descubrir quiénes eran los miembros más importantes de la congregación, quienes apresaron y ejecutaron de forma ejemplar y hermosamente dolorosa —entonces, dándose cuenta de las expresiones que habían surgido en los rostros de la herrero y la prestidigitadora por sus últimas palabras, Knowledge paró durante un instante, para seguir hablando—. Esto último es una cita textual que había en el libro del que saqué el dibujo.
+Pero creo que me he desviado ligeramente del tema, así que, volviendo a él de nuevo… —tosió para centrarse otra vez en el argumento y continuó explicando—: por la idiosincrasia de esa religión, el arma debía tener una hoja de aproximadamente sesenta centímetros de longitud, hecho de un asta retorcida y pintada de blanco, porque es el color que representa la pureza. De hecho, tenía que ser obligatoriamente el cuerno derecho de la cabeza de cabra de una quimera, por lo que solamente los miembros más elevados de la orden religiosa podían disponer de una daga ceremonial de esas características. El resto, es decir, los sacerdotes de menor rango, se debían contentar con una daga cuya hoja estaba formada por el cuerno de una cabra normal, de menor envergadura.
+Pero, lógicamente, al ser mi petición una recreación con tintes meramente decorativos, el puñal que habías fabricado estaba hecha enteramente de metal, que luego yo pintaría de blanco hueso.
—Vamos, una historia para no dormir... —alegó Shadow.
—¿Por qué crees que me he quejado? —preguntó Flashing, de forma burlona.
—En definitiva —Knowledge ignoró el comentario de la potrilla unicornio, y siguió exponiendo—, estamos hablando de una daga de metal, con una empuñadura en relieve para reposar las garras, de hoja retorcida como si fuera un sacacorchos y de un tamaño bastante largo, cuyo objetivo era alcanzar las entrañas de un grifo.
—¿En... Entrañas? —volvió a preguntar la prestidigitadora, con un halo de temor en sus palabras.
—¡Por supuesto! —contestó la historiadora—. Como bien he dicho antes, la daga tenía forma de sacacorchos. Eso era para que, una vez clavado en la zona ventral, enganchase el intestino delgado de la víctima y lo sacase fuera. Recuerda que los grifos son un pueblo guerrero, aguerridos y curtidos en el combate, por lo que una muerte así de lamentable y dolorosa era una manera idónea de acabar con la vida de un combatiente, si lo que se pretendía era menospreciar la existencia y estilo de vida del desgraciado, mediante un sacrificio lo más alejado posible de lo que debía ser un final honorable para un soldado.
—Voy a vomitar... —alegó la pequeña unicornio.
—¡El servicio está pasada la oficina! —explicó la herrero, de forma atropellada—. ¡Rápido, ve antes de que sea tarde! —entonces miró hacia Knowledge—. Muchas gracias por la detallada explicación —dijo.
—No me has entendido, Shadow —comentó Flashing—. Lo que quería decir es que, para decirnos cómo era el arma, no hacía falta una descripción tan explícita de su uso.
—De todas formas —prosiguió la oscura poni de tierra, después de soltar un suspiro de alivio—, parece ser que es un objeto voluminoso, por lo que no debería haber problema en encontrarlo. Seguramente esté debajo de uno de esos montones… —señaló hacia unos montículos repletos de metálicas herramientas de toda índole.
Las otras dos yeguas miraron hacia donde señalaba la herrero para, a continuación, emitir una serie de gruñidos de desaprobación: aunque el montón apenas tenía la altura idónea para coger el contenido de la parte superior sin esfuerzo, para Knowledge y para Flashing eran como si fuesen montañas de cumbres inalcanzables.
—Nunca vamos a terminar… —se lamentó la historiadora.
—¡Espera, espera! —la prestidigitadora empezó a saltar, en un súbito arranque de euforia—. Shadow, ¿recuerdas si envolviste la daga con el pergamino que contenía el dibujo?
—Bueno… —la herrero se quedó pensativa durante un instante—. Creo recordar que sí… Al menos, ese suele ser mi modus operandi cuando realizo un encargo de Knowledge.
—¿Me prometes que me perdonarás? —preguntó la pequeña unicornio, mirando esta vez a la blanca poni de tierra.
—¿A qué te refieres? —inquirió la historiadora, sin saber exactamente a qué se estaba refiriendo la potrilla con eso. Podría ser que estuviese hablando del asunto de la ballesta, o quizás fuese por algo peligroso que ella quisiera hacer a continuación. De todas formas, decidió salir de dudas—. ¡De acuerdo! —terminó comentando.
—Entonces… —sin dejar de saltar, Flashing cogió aire y, con una sonrisa de oreja a oreja, exclamó—: ¡NADA POR AQUÍ, NADA POR ALLÁ! ¡ALAKAZAM!
Tanto Shadow como Knowledge estaban intrigadas y temerosas por lo que podría pasar, y aún más acentuaron su sorpresa cuando, desde detrás del lateral más alejado de la pequeña unicornio, y haciendo un gran estruendo metálico pero levemente amortiguado, un voluminoso objeto cilíndrico cayó al suelo.
—¡No me digas que eso es…! —la historiadora no se atrevió a continuar. Rápidamente comenzó a rodear a la prestidigitadora, sin perder en ningún instante la pieza de vista. Y, cuanto más avanzaba en el giro, más y más se abrían sus ojos—. ¡Santa Celestia! ¡Es… Es la daga! —exclamó, una vez se posicionó junto al objeto.
—¿Cómo lo has hecho? —preguntó Shadow, completamente extrañada.
—¡Ah! Los trucos no se reve… —comenzó a decir Flashing.
—¡NO! —prorrumpió Knowledge, poniendo una pata sobre el hombro de la potrilla—. ¿¡Cómo lo has hecho!?
La pequeña unicornio, sin perder la sonrisa, se encogió de hombros y contestó la pregunta:
—La verdad es que sentía que la daga se encontraba en este lugar, pero no podía visualizarla… hasta que descubrí el porqué gracias a Shadow: el arma estaba envuelta en el pergamino, por lo que tuve que pensar en sentir algo cilíndrico pero cubierto por un papel. Entonces, simplemente he usado un truco mágico para transportarlo a un lugar visible.
—Es… Es increíble —fue lo único que la historiadora fue capaz de decir.
—Pero… —Shadow seguía dudando—, ¿no se supone que habías logrado realizar tus trucos sin decir las palabras?
—¡Es porque en realidad he tenido que hacer dos trucos! —objetó la prestidigitadora, sacando la lengua a la herrero—. Uno para llevar la daga al mundo mágico y otra para traerla de vuelta… y solo tenía preparado el tratamiento vocal para el primer artificio —entonces se giró hacia Knowledge—. Prometiste que me perdonarías… ¿Amigas? —expresó, levantando la pata delantera derecha, en señal de chocar los cascos, algo que esperaba que hiciese la blanca poni de tierra.
La historiadora, con una sonrisa, levantó una pata y, con un sonido seco, golpeó la punta de su extremidad con la de Flashing. A continuación, con la otra pata cogió el gran puñal y se dispuso a marchar, seguida por la prestidigitadora, quien también estaba eufórica.
—¡Eh, eh, eh! —se oyó una voz a sus espaldas—. ¿Dónde os creéis que vais? Aún no se ha terminado de colocar, que es a lo que habíais venido, ¿verdad?
En ese momento, como si alguien estuviese rebobinando a cámara lenta una cinta de vídeo, los movimientos de Knowledge y de Flashing fueron retrocediendo poco a poco, hasta que se posicionaron en el momento en que la historiadora cogió la daga. Entonces, volviendo a dejarla, la blanca poni de tierra se quejó amargamente, algo que también hizo la potrilla unicornio.
—No os quejéis tanto —expresó la herrero—. Aún falta mucho tiempo para la reunión —comentó, señalando el reloj, que apenas había avanzado poco más de media hora.
Los lamentos de la historiadora y de la pequeña unicornio se acentuaron hasta tal punto, que Shadow tuvo que taparse los oídos.
—Parece mentira cómo se ha puesto… —comentó Spoon—. Y parecía una ancianita tan inocente…
—Las apariencias engañan —respondió Shining Armor—. Ya me advirtió la Princesa Celestia de que debía tener cuidado con ella, porque es una cabezota.
—Y encima quiere llevarse con ella a Shiny Eyes —se lamentó el cocinero.
—No os preocupéis por eso —añadió Wise, con una sonrisa en la boca—. Se va a tener que enfrentar a... "ella". Nuestra dorada pegaso no se marchará de aquí.
Spoon también sonrió, aunque su expresión denotaba también un ligero temor.
—¿A qué te refieres? —preguntó el Capitán de la Guardia Real—. ¿No será esa tal "ella" la misma de la que has estado hablando antes?
—Exactamente —contestó el amarronado poni de tierra, acentuando aún más su sonrisa.
—¡Pero si has dicho que es muy peligrosa! —exclamó Shining Armor, empezando a incorporarse—. ¡Debo impedir que Polished reciba el más mínimo daño!
—No te preocupes por eso —dijo Wise—. Está todo controlado... Ella no hará absolutamente nada que podamos lamentar, aunque sí ejecutará todo lo posible para desarbolar y destruir toda oposición, sea por acción o por omisión. Pero, por respeto a sus amigas presentes, seguramente se porte como una potrilla buena.
—Si es la que tú y yo pensamos —añadió Spoon, mirando por la ventana—, que sepas que acaba de entrar en la casa de Shiny... sola.
—¿Sola? —Wise miró también a través de la ventana—. Entonces todo lo que he dicho cambia drásticamente... Interesante...
Gentle terminó de adecentar la habitación y procedió a hacer lo mismo con su aspecto. Sin embargo, mantuvo en todo momento su esperpéntico peinado lleno de extensiones infantiles. Con un bufido, se dirigió a la puerta de la casa, decidida a dar la puntilla a esa estúpida anciana que representaba la fuerza y pensamientos de Celestia. De hecho, estaba resuelta a barrer el suelo con la yegua de color esmeralda, porque no debía ni podía ser de otra forma.
Celestia. Otra vez Celestia. Esa estúpida princesita del tres al cuarto había osado atacarla en su propio terreno, y para ello había enviado a una poni, sabiendo que ella no la atacaría abiertamente. Sin embargo, eso hacía el juego ligeramente más interesante, pero con una resolución que no variaría ni un ápice. Es más, como gesto de buena voluntad, ella misma se encargaría de devolver de la forma más impoluta posible los restos de la expedición, para que Celestia, así como todo aquel que supiera mínimamente lo que Gentle era y representaba, se diesen por enterados de que ningún subterfugio encubierto daría resultado.
Con otro bufido, abrió la puerta. De todas formas, debía ser indulgente con Polished Emerald, pues era posible que ni siquiera ella supiese que en realidad no era más que una moneda sin valor a punto de ser pisoteada. Por lo tanto, primero debía tantear el terreno, para saber qué conocía esa anciana de la verdad de Northwest Mines Town. Aunque también debía desconfiar de las respuestas, porque, si de algo podía tener en cuenta de los cortesanos de Palacio, eran las elucubraciones y los secretos con los que contaban, jugaban y extorsionaban. Si bien antiguamente, cuando ella era aprendiz de ese monstruo en forma de blanca alicornio, las confabulaciones que manejaban los trabajadores de Palacio eran mayores que en la actualidad, por la peculiaridad del estado por la creación reciente de un país atormentado, la aparente paz que había por toda Equestria, y que se reflejaba con toda su opulencia en Canterlot, no era más que otro tipo de caldo de cultivo para cavilaciones de distinta índole, como mostrar, manejar y extorsionar los trapos sucios de las Princesas, de nobles o incluso de otros cortesanos.
Según se dirigía a casa de Shiny, la yegua del cuerno roto observó la herrería y el edificio de Correos. Ambos lugares parecían estar en calma. Por primera vez desde hacía horas, sonrió. La consecución de la batalla tendría lugar con un único testigo, en vez de cinco, lo cual era ideal para lograr sus fines, pues las posibilidades de ser interrumpida eran mínimas y, a la vez, el riesgo de un daño colateral se veían notablemente reducidas.
Llamó a la puerta del hogar de la joyero y esperó pacientemente. Cuando Shiny abrió, ésta mostró un gesto cansado y preocupado.
—¿Estás tú sola? —preguntó la dorada pegaso—. ¿Y las demás?
—No sé —respondió la unicornio de dos colores—. Deben estar ocupadas... Seguramente lleguen cuando terminen sus tareas, lo cual es desidioso... —criticó con un tono exageradamente falso, mientras hacía aspavientos con su pata delantera derecha—. Hay una merienda de amistad en ciernes y se preocupan más de sus propios quehaceres que de fomentar una amistad, y más apatía demuestran si tenemos en cuenta la importancia que tiene el hecho de que tu abuela haya venido desde Canterlot hasta este humilde pueblo para visitarte. A veces éstas me defraudan enormemente.
—En fin... —exclamó la joyero—, hablaré con ellas después. Al menos tú llegas justo a tiempo. Muchas gracias.
—Es un auténtico placer cumplir tus expectativas —comentó Gentle con una exagerada sonrisa, mientras entraba al interior de la casa.
Con un grito desesperado, Feather dio por finalizada la contienda. Había perdido la batalla contra la escueta dirección. Simplemente se rendía, acogotada y apesadumbrada por la incapacidad de lograr su objetivo.
—Debo aclarar mis ideas... —dijo en alto—. Tendré que molestar a Gentle y decirle que el destino que me ha proporcionado es incorrecto. Sin duda, es un momento aciago para el prestigio de Correos de Equestria.
Agachando la cabeza, salió de casa y se dirigió hacia la de la unicornio de dos colores. Llamó, pero nadie contestó. "Debe estar meditando", pensó.
Permaneció largo rato delante de la puerta, sin saber qué hacer, hasta que giró sobre sí misma y se fijó, por primera vez, que el sistema de proyección estaba en funcionamiento, con apenas tres o cuatro ponis mirando atentamente los distintos canales, los cuales se exponían sobre la gran lona que estaba situada por encima de la entrada a la mina.
—Quizá, si me despejo viendo algún programa, logre alejarme lo suficiente del problema y descubrir la solución —comentó.
Se acercó al semental que en ese momento tenía el mando y, cogiendo el pequeño aparato, apuntó directamente a la torre donde estaba situado el receptor y pulsó un botón al azar. El poni, al igual que el resto de espectadores, se quejaron ligeramente al descubrir que sus canales habían desaparecido, pero se apaciguaron instantáneamente al descubrir que sus espacios televisivos únicamente se habían trasladado un recuadro más a la derecha, por lo que solo tuvieron que moverse ligeramente hacia los altavoces que emitían el sonido correspondiente a las películas y documentales que estaban visionando.
Feather miró hacia todos y cada uno de los canales expuestos en la gran pantalla de lona. Desgraciadamente, ninguno era especialmente interesante o embriagador, por lo que decidió finalmente visionar la que había elegido ella. Resultó ser un noticiario local de Manehattan, donde emitían en ese momento informes de índole social.
"Manehattan", pensó la pegaso-cartero. Entonces, sin que pudiera, ni quisiera, impedirlo, se retrotrajo atrás en el tiempo, exactamente poco más de dos años, al preciso momento donde estaba rellenando la solicitud de traslado en la oficina de Correos de Canterlot. En ese cuestionario, recordó, estaba a punto de elegir, como destino, la gran ciudad de los rascacielos y el lujo. Sin embargo, como si una fuerza irresistible dominase de repente tanto su casco como su mente, separó la pluma de esa opción y, marcando "Otros", escribió sobre la línea de puntos que había al lado, y con letra altamente elaborada, "Northwest Mines Town".
Siguió meditando sobre la singularidad de su elección pues, que ella supiese, no había ninguna población en Equestria con ese nombre. Bien pensado, era como si alguien ajena a ella se hubiese apoderado de su cuerpo durante un breve instante, únicamente para escribir esas tres palabras.
"Buah, tonterías mías", volvió a deliberar la amarillenta pegaso, "¿Cómo puedo incluso creer en algo así? Ni yo soy importante, ni hay nada significativo aquí. Y menos algo capaz de alterar o influir los designios y futuro de Equestria". "Sin embargo", siguió discurriendo, "¿Por qué solo yo tengo el avisador?". Miró entonces al zurrón, donde descansaba el aparato de emergencias. "Hay algo muy, pero que muy extraño en este lugar...".
Sin embargo, unos airados gritos le sacó de su ensimismamiento. Un poco más adelante, dos ponis, un semental azulado y una yegua rosácea, discutían sobre quién era el asesino de la película que estaban visionando. Feather, instintivamente, miró hacia la parte de la lona donde se proyectaba ese largometraje. Empezó a levantarse para calmar la discusión, pero los dos equinos lo hicieron por sí mismos, sin darle a ella apenas tiempo a reaccionar.
—Y ahora, el tiempo —se oyó en el altavoz que la pegaso-cartero tenía al lado. Al observar más fijamente a su zona de la pantalla, una yegua verdosa, de crines del mismo color pero de tono más oscuro, permanecía impasible pero con una sonrisa a un lado de la pantalla, mientras por detrás de ella se veía una fotografía de la gran ciudad enfocando el cielo, aunque desde el nivel de la calle—: Nuestra habitual lluvia de limpieza de ambiente, que ha tenido lugar a las dieciocho horas, no ha tenido contratiempo alguno en todo su transcurso de media hora de duración. Con respecto al resto del día, hemos sido bendecidos por un radiante sol. Eso ha sido todo por hoy. Les ha hablado Sprinkle Medley. Muchas gracias. Ahora les dejamos con los deportes".
—¡No puede ser! —chilló de repente Feather, abriendo los ojos como platos—. ¡Hace más de una hora que empezó la merienda de amistad!
Levantándose tan rápido como pudo, solo pudo implorar a Celestia para que la merienda de amistad todavía estuviese celebrándose, mientras que a la vez se maldecía a sí misma por llegar tan tarde.
Tanto Shadow como Knowledge se afanaban en adecentar la herrería. Flashing, sin embargo, permaneció inmóvil durante largo tiempo.
—¡Flashing, vamos! —apremió la historiadora—. ¡Ni se te ocurra dejarme todo el trabajo a mí sola!
Shadow, sin embargo, se acercó a la potrilla unicornio y, mirándola con extrañeza, preguntó:
—¿Ocurre algo?
De repente, como si esa pregunta le sacase de las garras de una ensoñación, la prestidigitadora volteó su cabeza hasta mirar a la herrero.
—Fijaos bien… —comentó, señalando hacia la pared del fondo.
Las dos aludidas observaron hacia el lugar donde apuntaba Flashing. El muro estaba completamente limpio, a excepción de unas pequeños acumulaciones de herramientas que descansaban sobre la parte baja de éste, y del escueto reloj, que descansaba tranquilamente a tres cuartas partes del tabique.
—¿A qué te refieres? —inquirió Knowledge, que también había cesado toda actividad y se había acercado a su amiga.
—¿A qué va a ser? —dijo irónicamente la pequeña unicornio—. ¡Al reloj!
—¿Le pasa algo al reloj? —indagó Shadow, aún más extrañada.
En ese momento, la manecilla del minutero avanzó, demostrando que el aparato estaba en funcionamiento.
—Veréis… —comentó Flashing—: Uno, dos, tres… —empezó a contar, pausando el conteo durante aproximadamente un segundo entre cifra y cifra.
Las dos ponis de tierra se miraron entre sí, completamente anonadadas, sin saber a qué se refería exactamente la prestidigitadora.
—…Cincuenta y nueve, y sesenta… —exclamó la pequeña unicornio, manteniendo la misma cadencia del principio—, sesenta y uno, sesenta y dos…
Tanto Shadow como Knowledge abrieron entonces los ojos como platos, y miraron alternativamente a Flashing y al reloj.
—…Ochenta y siete, ochenta y ocho… —siguió numerando esta última—, ochenta y nueve… y noventa —cuando terminó de decir la última palabra, la manecilla del minutero se movió ligeramente, señalando que había avanzado un minuto—. Y lleva así desde que lo miré, hace cinco minutos… ¡De SUS minutos!
—¡No puede ser! —chilló la historiadora—. ¡Shadow, ¿cómo puedes usar un reloj tan estropeado?!
—¡Es imposible! —clamó la aludida—. ¡Esta mañana funcionaba perfectamente!
—¡Pues ya ves que ahora no lo hace! —gritó Knowledge, pero la herrero no la estaba escuchando, pues estaba trotando directamente hacia el pequeño cuarto del fondo y entró al interior, saliendo instantes después, completamente ojiplática.
—¡Son las seis y media pasadas! —profirió—. ¡Llegamos tarde a la merienda de Shiny y su abuela!
Con gran celeridad, las tres yeguas abandonaron la herrería y tomaron rumbo a la casa de la dorada pegaso. Sin embargo, mientras trotaban, vieron que Feather estaba dirigiéndose al mismo lugar. Con un grito, la avisaron de que esperase a que ellas llegasen, para así poder entrar todas juntas.
—Buenas tardes, señora —exclamó cortésmente Gentle, mientras se inclinaba ligeramente delante de Polished Emerald.
Ésta correspondió el gesto con una reverencia aún más escueta.
—¿Solo vienes tú? —preguntó la anciana, con un tono de voz que, si bien pretendía ser conciliador, no resultó ser más que un bufido.
—¡Abuela, por favor! —se quejó Shiny Eyes, interponiéndose entre ambas—. Tengamos paz, os lo suplico —pidió, mirando alternativamente a las dos yeguas.
Gentle entrecerró ligeramente los ojos, extrañada. Algo ocurría en ese lugar. Una indicación que, si bien no era tétrica, sí podía clasificarse de preocupante. Por un momento se maldijo a sí misma por hacer que Feather, Flashing, Knowledge y Shadow estuviesen ocupadas y sin la correcta percepción del tiempo, pues intuía que necesitaba la presencia de todas para reparar la falla que se sentía en el aire. Entonces, con sumo cuidado de no incomodar a nadie más, la unicornio de dos colores se sentó en un extremo del sofá que le señalaba la dorada pegaso.
Polished, que se sentó en el sillón más confortable, se dedicó a escrutar alternativamente y en completo silencio, a Shiny, a Gentle, y al reloj que había sobre la pared.
La joven joyero, que se acomodó en el otro lado del sofá, sonrió forzadamente mientras su vista se perdía en el vacío.
La unicornio de dos colores bufó entonces para sus adentros. Estaba contrariada por esa espesa hostilidad que, generada por las otras dos féminas, la empezaba a aprisionar, cercenando completamente sus ánimos y sentimientos positivos. Cuando estaba a punto de incorporarse y darle dos fuertes y sonoros bofetones tanto a Polished como a Shiny, ésta última se levantó y, sin perder la estúpida sonrisa, comentó:
—Como veo que las demás se retrasan ligeramente, voy a terminar de preparar los dulces de sobremesa y a calentar el café.
En ese momento Polished murmuró algo ininteligible. Gentle, sin embargo, bajó la mirada, preocupada: tenía que pensar cuidadosamente su siguiente paso, y debía ser rápida en hacerlo. Cuando volvió a elevar los ojos, una ligera sonrisa se apreciaba en su cara.
En el momento en que Shiny se perdió de vista y empezó a cacharrear en la cocina, la anciana de color esmeralda empezó a hablar, sabiendo que su nieta no oiría nada:
—He oído cosas en Palacio... —comentó—. Cosas que no me han gustado nada.
—En Palacio se dicen tantas cosas... —respondió la yegua del cuerno roto.
—Sé que no eres trigo limpio... —aclaró Polished.
—¿Y quién lo es? —contestó Gentle.
—De hecho, tú eres un trigo muy sucio... —especificó la pegaso.
—También lo es quien menos lo esperamos, ¿verdad? —dijo la unicornio de dos colores.
—¡Un respeto a las canas! —espetó la anciana.
Gentle, con gesto serio, alzó una ceja: la blanca crin que ladeaba a ambos lados de su cabeza era símbolo suficiente de la estupidez que acababa de soltar la vetusta yegua.
—Puede hacerlo mejor... —terminó diciendo.
—¡Un respeto a la edad! —Polished estaba completamente irritada. No iba a dejar que una jovenzuela inexperta e ignorante le ganase en su juego.
Gentle, por primera vez, soltó una leve risotada.
—Por lo visto —explicó—, las cosas que ha escuchado no son más que una sarta de mentiras, o bien la información es incompleta... De cualquier manera, no es algo preocupante para mí.
—¡No consiento que una niñata como tú se ría de mí, y menos aún de lo que yo creo! —soltó la vetusta yegua.
—Tiene toda la razón —declaró la unicornio de dos colores—. Me disculpo.
—Eso está mejor… —dijo la abuela, tranquilizándose ligeramente—. De todas formas, la verdad es que estoy preocupada por mi nieta —señaló hacia la cocina—. Aquí no está segura.
Gentle comprendió, en ese momento, cuál era la raíz del ambiente enrarecido que su dorada amiga y esa anciana habían generado y que tanto la oprimía.
—Nadie lo está —confesó.
—¡Entonces este es un lugar muy peligroso…! —añadió Polished—. Cuando acabe esta "merienda de amistad", voy a llevármela a Canterlot.
—No me refería a este pueblo, sino a toda Equestria —declaró la yegua del cuerno roto.
—Eso no me inquieta, porque la Princesa Celestia nos protege de todo mal —dijo la pegaso de color esmeralda—, como siempre ha hecho.
—¿Está segura de eso? —preguntó Gentle.
—¡Completamente! —volvió a espetar la anciana.
—En este mundo, la verdad más cruel está oculta bajo gruesas capas de apariencia, de sentimientos positivos, de brillantina y de colores chillones —explicó la unicornio de dos colores—, esperando su oportunidad para atacar a presas indefensas y confiadas. Mi crin, por ejemplo… —en ese momento se pasó un casco por debajo de un mechón de su melena, separándola ligeramente del resto—, tiene una apariencia hermosa, apacible, e incluso infantil… —entonces, con un gesto rápido, tiró del mechón y el broche de la extensión saltó, cayendo el tirabuzón de pelo al suelo. Con la misma celeridad, se fue arrancando todas las falsas prolongaciones y arrancándolas hasta que, poco a poco, fueron llenando el piso, al mismo tiempo que su pelo se despejaba como algo irregular y caótico—, pero oculta una verdad incuestionable: mi verdadera crin es producto de un arrebato de salvajismo, de destrucción y de ferocidad.
+Esa es la realidad de Equestria. Una realidad que espera pacientemente a que nos creamos a salvo y bajemos la guardia para eliminarnos. Una realidad que ni siquiera la Princesa Celestia es capaz de aplacar.
—Interesante justificación… —comentó Polished—, pero eso no cambia absolutamente nada. Mi nieta ha sufrido mucho en este pueblo, y mi deber es protegerla.
—Créame, yo misma me ocuparé de que no le ocurra absolutamente nada —dijo Gentle—. Y debería saber que soy muy meticulosa en muchos aspectos.
—Pues para ser tan concienzuda, te has "dejado" escapar varios secuestros, y a saber qué otras cosas peligrosas que aún no he descubierto... —replicó la anciana.
—Si ha ocurrido, es porque es completamente imposible prever con anterioridad las acciones de absolutamente todo —respondió la unicornio de dos colores—. Aquí, al igual que en el resto de Equestria, así como en cualquier parte del mundo, actuamos según la consecución de las acciones transcurridas.
Polished entrecerró ligeramente los ojos, intentando entender el galimatías que había dicho esa yegua del cuerno roto.
+Me explicaré mejor —contestó Gentle, que había comprendido las dudas de la yegua de color esmeralda—: Para que yo actúe, o cualquiera de las otras amigas de su nieta, o cualquier otro ser de este planeta, debe ocurrir, de forma invariable, una acción que genere dicha consecuencia. Es decir, para que podamos liberar a Shiny de un secuestro, ésta primero debe ser secuestrada.
—Entonces estamos en las mismas —interrumpió Polished—. ¿Y si la próxima vez que le secuestren sale malparada? Por mucho que vosotras, o cualquier otro actuase, el mal ya estaría hecho, y mi nieta tendría que convivir con las secuelas de ese horrible acto.
—¡Pero es que eso es inevitable! —por primera vez, la unicornio de dos colores alzó la voz—. Es un riesgo que corre ella —señaló hacia la cocina—, independientemente del lugar en el que estuviese. Por supuesto, también está incluido el Palacio Real de Canterlot, donde supongo que usted la encerraría bajo mil llaves. Y es porque la posibilidad del peligro es un añadido inherente al libre albedrío y a la libertad.
+La diferencia es que, mientras en Canterlot todo parece estar mejor protegido, en realidad la búsqueda y salvación de su nieta sería mucho más lenta, pues usted tendría que informar del hecho a la Princesa Celestia, algo que, supongo que conoce, es bastante laborioso e intrincado. No se puede simplemente irrumpir en la habitación del trono y molestar a "nuestra querida" Celestia con algo tan "nimio" como un secuestro, o un hecho igualmente grave. Todo en ese lugar tiene sus propios canales de movimientos, y usted tendría que atenerse a ellos. En definitiva, es seguro que la búsqueda de su nieta comenzase pasado un tiempo precioso, en el que podría pasar de todo.
+Sin embargo, aunque aquí no disponemos de una capacidad tan poderosa y exuberante como la que tienen nuestras regentes alicornios, ni tampoco contamos con un ejército de soldados fuertemente entrenados, sí que podríamos actuar con mucha más celeridad, porque en estos asuntos lo que prima es la velocidad, antes que la burocracia.
—Pero estamos en la mismas... —respondió la anciana—. Sea aquí o en Canterlot, se actuaría una vez haya ocurrido, es decir, demasiado tarde. Y eso es lo último que deseo, porque, no sé si te has enterado de lo que va el asunto, pero no quiero que le pase absolutamente nada a mi querida nieta. El resto me da igual.
—Entonces, con más razón, debería dejarla aquí... —comentó Gentle—. Porque precisamente lo que le pueda pasar en este pueblo será menos peligroso.
—¿A qué te refieres? —preguntó Polished—. Las amenazas que la acechen aquí serán igual de graves que las que pudiesen tener lugar en Canterlot.
—Eso es falso —exclamó la unicornio de dos colores—. Al ser el Palacio Real un fortín prácticamente inexpugnable, sea lo que sea lo que lograse rebasar esa defensa y hacerle daño a Shiny, será sin duda algo muy poderoso, por lo que sus acciones conllevarían consecuencias realmente considerables. Sin embargo, cualquier cosa que pudiese ocurrir aquí, en un humilde pueblo minero, sería, con toda probabilidad, algo mucho más tenue.
+Es un concepto similar al de un adulto enfermo —siguió explicando la yegua del cuerno roto—: Cuando un poni adulto sufre una enfermedad de carácter infantil, es completamente desaconsejable que se acerque a un potrillo, pues los virus que han provocado su enfermedad se han enfrentado a unas defensas fuertes y en plena forma, mientras que la protección de un infante es mucho más débil. Por lo tanto, las características de una enfermedad de un adulto pueden ser incluso mortales para un pequeño. Sin embargo, hacerlo al revés, es decir, reunir a un adulto que no haya pasado una enfermedad con un potrillo que esté enfermo, es una práctica común, pues la cepa del virus que afecta al pequeño es menos fuerte.
—Entonces me estás dando la razón... —matizó la anciana—. El problema, repito, es que, tanto aquí como en Canterlot, un enemigo muy poderoso puede atacar. La diferencia es que, al menos en la capital, está la Princesa Celestia para solventar ese problema. Algo de lo que aquí se carece.
—Pero entonces tenemos lo que he dicho antes —replicó Gentle—. A la pésima burocracia de Palacio habría que añadir el exasperante tratamiento de Celestia en estos asuntos.
—¿Acaso estás arremetiendo contra nuestra amada monarca? —inquirió Polished, de mala gana.
—Veamos... —intentó explicar la unicornio—. Supongo que usted, como cortesana de Palacio, habrá estado en alguna sesión de audiencias reales, ¿verdad? —la yegua de dos colores no esperó respuesta alguna para seguir hablando—. Ya sabe... un pequeño grupo de ciudadanos de toda Equestria exponen sus grandes problemas, para que nuestra "querida" Princesa, aposentada en el trono, los resuelva.
+Debería saber que esos asuntos que llegan a componer la audiencia son rigurosamente seleccionados por los secretarios reales, y anunciados por el chambelán, en medio de un rimbombante teatro de pomposidad, creado sin duda para engrandecer la importancia del evento. De todas formas, como bien acabo de decir, las cuestiones seleccionadas son las de índole más apremiantes y cruciales, para que todos los presentes vean, o al menos crean, que Celestia se preocupa verdaderamente de los problemas de los habitantes de Equestria.
+Pero la verdad es bien distinta. Los auténticos asuntos que conciernen a la mayoría de los equestrianos ni siquiera llegan al Salón del trono, sino que los resuelven los secretarios, en nombre de la Princesa. Es decir, son ellos quienes verdaderamente resuelven los conflictos del pueblo, si hablamos de cantidad.
+Pero incluso si nos referimos a peligros que afectan al país, la Princesa suele delegar las funciones de defensa a sus súbditos, mientras ella reposa tranquilamente en su suntuosa poltrona —mientras la unicornio seguía narrando, notaba cómo la vetusta yegua se enfurecía por momentos al escuchar ese menosprecio hacia la soberana de Equestria—. Pongamos el caso de la venida de Nightmare Moon —al oír eso, la anciana instintivamente se asustó—. A pesar de que Celestia sabía perfectamente que su hermana pequeña volvería, y que lo haría con no muy buenas intenciones, en vez de ocuparse ella misma del problema, ordenó a su aprendiz Twilight Sparkle que hiciese amigas; para así fomentar, sin que ella lo supiese, una relación entre todas tan fuerte que lograse retornar a los Elementos de la Armonía el poder que antaño tenían.
+¿Pero por qué no actuó directamente nuestra soberana? ¿Por qué traspasó la responsabilidad de algo tan crucial, como derrotar a un ser tan poderoso, a su inexperta aprendiz? La respuesta es muy fácil: Porque está acostumbrada a actuar de esa forma.
—¡Pareces olvidar que nuestra Princesa fue secuestrada! —bufó Polished.
—¿Acaso lo estuvo realmente? —inquirió Gentle—. ¿O fue una pantomima?
—¿De verdad importa la diferencia? —respondió la anciana con otra pregunta.
—¡Completamente! —contestó la unicornio de dos colores—. En el primer caso, se demostraría que Celestia no es tan poderosa como todo el mundo cree que es. En el segundo, sería reprochable el hecho de que, al "desaparecer", obligaba a su alumna a enfrentarse a una fuerza muy superior, poniendo en peligro la vida no solo de su pupilo, sino de las cinco amigas que le acompañaban.
+De cualquier forma, la actuación de "nuestra" soberana fue, a todas luces, peligrosa, desmesurada y errónea. En vez de enfrentarse ella misma a los problemas que acucian Equestria, como debería hacer, según su posición, siempre pasa el testigo a los demás.
—Estás repitiendo lo mismo una y otra vez —dijo Polished—, como si fueras un loro tartamudo.
—Lo hago así, para que hasta usted lo pueda entender… —exclamó la yegua de dos colores—. Porque es necesario que comprenda que, si se lleva a Shiny a Canterlot, cuando le ocurra algo, tenga por seguro que el atacante será alguien muy poderoso; también deberá seguir los cauces designados por la burocracia, al estilo audiencia real; y tendrá que esperar a que Celestia delegue el rescate en algún subordinado…
+O también puede dejar que Shiny continúe su vida aquí, donde ya está establecida; en cuyo caso, aunque el número de ataques que pudiese sufrir sería mayor, éstas serían de índole mucho más liviano; además de que la creación de un grupo de búsqueda y salvación para liberarla, a pesar de que estuviese formado por ponis menos poderosos que los que pudiesen surgir en la capital de Equestria, sí serían mucho más rápido en actuar.
La anciana pegaso únicamente entrecerró los ojos, hastiada de que la yegua que tenía delante estuviese menospreciando a la sagrada Princesa Celestia. Sin embargo, había algo en las palabras de esa unicornio que debía tener en cuenta: una defensa tan acérrima para mantener a Shiny en ese lugar, incluso llegando al nivel de atacar a lo más divino de Equestria, era algo realmente encomiable.
—¡Os he dicho que despejaseis la mesilla! —comentó Shiny, que estaba en el umbral de la puerta, mientras sujetaba, con una de sus patas delanteras, una bandeja llena de pequeñas tazas, dos termos metálicos y una pequeña montaña de muffins.
—¡Ay, querida nieta! —respondió Polished, quien había empezado a limpiar la pequeña mesa que coronaba el centro mismo de la habitación—. Te juro que no te hemos oído.
—Estábamos muy ocupadas hablando... —añadió Gentle, ayudando a la anciana en la retirada de objetos.
—Pues os he dicho desde la cocina, al menos dos veces, que estaba terminando... —se quejó la dorada pegaso. Entonces dejó la fuente sobre el tablero acristalado y se sentó al otro lado del sofá—. Y... ¿Se puede saber de qué hablabais?
Tanto la octogenaria como la unicornio de dos colores se miraron entre sí durante un instante.
—De varias cosas... —indicó la yegua de color esmeralda—: tu situación, Canterlot, la paz en Equestria, la Princesa Celestia...
Al oír la última parte, los ojos de Shiny se abrieron de par en par.
—¿Ce... Celestia? —se atrevió a preguntar, temerosa de que su amiga hubiese dicho algo poco agradable y desafortunado de la monarca, como tenía acostumbrado hacerlo.
Polished miró de nuevo a Gentle y después a su nieta.
—Sí, nuestra querida Princesa... —dijo finalmente—. De hecho, tu amiga me estaba hablando de lo fantástica y maravillosa que es... y de que estarías a salvo en Canterlot, junto a ella y a mí.
Tanto Shiny como Gentle elevaron una ceja.
+Pero también me ha mostrado que aquí estarías mucho mejor, porque hay muchos más ponis que te quieren y que se preocupan por ti. Ponis que harían todo lo posible y parte de lo imposible por evitar que nada malo te ocurriese.
+Por lo tanto, me temo que volveré sola a la capital. He decidido no llevarte conmigo.
Al escuchar esas palabras, Shiny se levantó y, mientras sus ojos empezaron a humedecerse, una sonrisa afloró en su rostro, a la vez que miraba alternativamente a su abuela y a Gentle. Entonces, en un arranque sentimental, abrazó con gran fuerza a esta última, que era la más cercana.
—¡Gra... Gracias! —sollozó—. ¡Eres la mejor amiga que se puede tener!
La unicornio de dos colores, sorprendida por la acción, se dedicó a pasar levemente su pata por detrás de la dorada pegaso, apretándola ligeramente hacia sí misma en un patético intento de devolver el saludo, mientras se preguntaba a sí misma por qué esa anciana, que sonreía de forma cálida desde el sillón, se había rendido tan pronto, sin ofrecer apenas resistencia.
La dorada pegaso se levantó y abrazó con igual efusividad a su abuela.
"Gracias por todo, Shiny", pensó la yegua del cuerno roto, al observar la escena con una medio sonrisa, "Eres fantástica. Eres maravillosa. Eres increíble. Eres especial..."
—Por cierto, Gentle —dijo la dorada joyero—. Me alegro mucho de que te hayas quitado esas extensiones. Hacía mucho que no veía nada tan horrible como esos mechones. Te quedaban fatal.
"Eres... Eres odiosa".
—O sea, que Gentle también te la ha jugado, ¿no? —inquirió Knowledge.
—Eso parece —respondió Feather—. No me esperaba eso de ella...
—Entonces lo del reloj ha tenido que ser también obra suya, sin duda —espetó Shadow.
—¿Y por qué ella haría eso? —preguntó Flashing, pensativa. Entonces, como si la respuesta hubiese llamado a su mente, entrado dentro e instalado todos los muebles para vivir allí, la potrilla sonrió ligeramente—. ¡Claro! ¡No puede haber otra explicación posible!
—¿Qué estás ideando? —cuestionó la blanca historiadora, con un gesto de temor en su rostro.
—¡Nada! ¡Absolutamente nada! —contestó la pequeña unicornio—. Hasta que no esté completamente segura de mi teoría, no es más que una tonta idea... Y solo podré confirmar mi hipótesis si pregunto directamente a Gentle.
—¿Entonces entramos o no? —expresó Knowledge.
—¡Hagámoslo! —comentó Feather—. ¡Quiero decirle cuatro palabritas a Gentle! ¡Nadie se burla de esa forma de Correos de Equestria!
Pero, en cuanto Shadow, que se había adelantado hasta situarse a la altura de la entrada, alzó el casco para llamar, la puerta se abrió.
Tanto las yeguas que estaban fuera de la casa, como las de su interior, sonrieron de forma totalmente desmesurada, como si estuvieran haciendo un concurso sobre quién era capaz de deformar más su expresión.
CONTINUARÁ