Parallel Stories
Chapter 24: 1X14 - Las dos vertientes - Parte 1
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Todos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.
Este es un fanfic de fan para fans.
Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...
+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:
-Daniel Campos Fernández - Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).
-LloydZelos, Volgrand y Unade - Revisión.
+Y a vosotros, los lectores, que estáis a las duras y a las maduras.
Espero que os divirtáis tanto leyendo como lo hice yo escribiéndolo.
Capítulo dividido en 2 partes.
Tags: [Adventure/Aventura] - [Dark/Oscuro] y un poco de [Comedy/Comedia] - [Crossover] - [Sad/Triste] - [Slice Of Life/Vida Cotidiana] - [Tragedy/Tragedia]
MY LITTLE PONY
PARALLEL STORIES
Chapter 1x14
Las dos vertientes
Parte 1
—…Y le dijo a su mujer: "Cariño, estaba así cuando llegué" —exclamó el minero, riendo estúpidamente a continuación. De hecho, fue el único del grupo que lo hizo.
—¡Por Equestria…! —se quejó el otro minero—. Cada día son peores tus bromas. Menos mal que no hay contra-Cutie Marks porque, si existiesen, el tuyo sería algo relacionado con tu habilidad para destrozar los chistes.
—Por favor, chicos —se quejó Shiny—. Un poco de respeto, por favor… Ayer fue el entierro de Shovel Sky y…
—Y la vida sigue —contestó el primer minero—. Ya ves, ayer todos tristes, pero hoy, sin embargo, tenemos que entrar en la mina, como siempre.
La dorada pegaso miró a su alrededor. Los pasillos de la mina que estaban cruzando eran cada vez más irregulares, debido sin duda al libre albedrío de la naturaleza. Por lo tanto, la labor de ajustamiento y pulimentado de la gruta era allí mucho menos trabajado. Suspiró, sabiendo que los tres se adentraban en lo más hondo de la montaña, donde nunca antes ella había estado.
—La joven tiene razón —dijo el segundo minero—. Recuerda que Shovel era un compañero más de la cuadrilla. Lo que le ocurrió podría habernos pasado a ti o a cualquiera.
—Según tengo entendido —respondió el primer minero—, le asesinaron a sangre fría.
—¿Asesinado? —preguntó temerosa Shiny, parándose.
—No hagas caso a Wood Peak —dijo el segundo minero, mirando hacia atrás, donde estaba ella—. Si hay algo que hace aún peor que contar chistes, es intentar narrar historias de terror convincentes.
—Estoy hablando en serio —comentó Wood—. Me han dicho que Wise Word encontró el cuerpo de Shovel, y que éste estaba totalmente ensangrentado, con una gran herida en el pecho. Pero no había nada en los alrededores que pudiese ser el arma homicida, por lo que, lógicamente, en el momento de su muerte, había otro poni, que se llevó el arma. Así que lo más lógico es pensar que fue un asesinato.
—Por favor… —dijo la joyero con un hilo de voz—, ¿podemos hablar de otra cosa?
—De acuerdo, de acuerdo —exclamó Wood—. Oye, Clove —comentó, mirando al segundo minero—, ¿es cierto eso de Muffled?
—¿A qué te refieres exactamente? —preguntó el aludido.
—A eso de que no quiere volver a entrar a la mina —respondió el primer minero.
—Supongo que sí —aclaró Clove—. Algo lógico por otra parte, ya que estuvo secuestrada… Por ahí, creo —señaló hacia atrás. Wood y Shiny miraron hacia donde señalaba la pata del obrero.
Shiny miró a continuación, y de forma muy ligera, al suelo, confundida. Tenía muy presente el momento en que habían pasado por delante de la gruta que llevaba a donde había estado la gema negra, pues los recuerdos que le invadieron en ese momento habían sido contradictorios: Por una parte, evocó el instante en que había descubierto la gema, primero asombrándose del hallazgo y, justo después, alegrándose por haber encontrado el regalo perfecto por la entrada número cien de Gentle en la mina. Por otra parte, imaginó el momento en que llevó a la unicornio de dos colores y a Muffled justo delante de la gema, descubriéndose el huevo de dragón justo delante. Y, por último, recordó la liberación de la jefa de mineros, quien había sido secuestrada, y su mirada perdida ante la rotura de la joya, que resultó ser falsa.
"Ojalá nunca hubiese descubierto esa maldita gema", pensó con rabia la dorada pegaso, "Todo hubiese sido más fácil".
—Shiny, no te quedes atrás —dijo Clove—. Justo en este lugar se acaba la parte conocida de la mina, por lo que no hay lámparas en las paredes, y el terreno está sin aplanar. A partir de aquí, debemos tener encendidas las linternas portátiles y permanecer constantemente juntos.
La joyero trotó hacia ellos, pero tropezó por el camino.
—¡Ay! —chilló, trastabillando pero sin llegar a caer.
—¿Qué te ocurre? —preguntó Clove.
—Creo que se me ha metido una piedra en el casco —declaró Shiny—. ¿Tenéis algo puntiagudo para poder sacármela?
Los dos mineros rebuscaron en el pequeño carrito que portaba Wood y éste sacó un pequeño pico perfilador, pasándoselo a continuación a ella.
—Vamos a reconocer el terreno, si no te importa —dijo él, usando un tono cáustico nada disimulado. Shiny notó que ese minero quería deshacerse a toda costa de su presencia. Por lo visto, las órdenes sobre la realización de los trabajos en la mina, que habían enviado desde Canterlot, a raíz de los últimos acontecimientos, le incomodaban.
Wood se dirigió rápidamente hacia el fondo de la gruta, seguido de cerca por Clove, quien miraba constantemente hacia Shiny con un gesto de disculpa. Shiny, por su parte, se sentó sobre sus cuartos traseros y empezó a trastear con la piedra. Cuando logró quitárselo, haciendo palanca con el pequeño pico, se incorporó y miró hacia delante. Los haces de luz de las linternas de los dos mineros acababan de girar hacia la izquierda, desapareciendo a continuación.
Shiny empezó a caminar, apesadumbrada. Los dictámenes que llegaron de Canterlot, a raíz de lo ocurrido con el robo de la gema negra, fueron muy claros: "Todos los grupos de trabajo deben ser de mínimo de tres miembros y no pueden separarse entre sí más de cinco metros. Por último, es obligatorio que cada grupo deba estar a la vista de mínimo dos grupos más". Todo eso no hacía más que retrasar la extracción de grandes gemas, volviendo a la calidad y cantidad de las extracciones de niveles de hacía décadas. Y Wood la culpaba a ella de todo el asunto. "¿Por qué?", se peguntó la pegaso.
Un desgarrador grito rompió sus pensamientos. Provenía de delante, donde habían ido Wood y Clove. Abriendo los ojos como platos, Shiny trotó hacia el lugar donde se habían movido los dos mineros aunque, en lo más hondo de su ser, deseaba salir huyendo.
Cuando torció el recodo, todo estaba oscuro. Aprovechando el haz de la linterna que ella portaba en el casco, giró entonces la cabeza, haciendo una panorámica.
—¿Chicos? —preguntó, asustada—. ¿Dónde estáis?
Pero allí no había nadie. Caminó un poco más, deseando que todo hubiese sido una broma de Wood, pero lo que vio a continuación la dejó helada: en una pared había, completamente en horizontal, un pico clavado. Era como si alguien hubiese intentado hundirlo desesperadamente, para intentar atrapar algo que se movía, o para intentar evitar que algo que se movía le atrapase a él.
Se acercó a la herramienta, ya que le resultaba conocida. Sus sospechas se hicieron realidad, pues era el pico que Clove llevaba a todos lados en la mina. Instintivamente se acercó más a él para tocarlo como si, al hacerlo, el utensilio le indicase dónde se encontraba su dueño.
Chof, chof. Sus cascos pisaron terreno empapado. Lentamente, Shiny bajó la cabeza, aunque algo dentro de ella le advertía de que no debía hacerlo. El suelo estaba empapado de un líquido rojizo y espeso, del que solo quedaba una pequeña parte sin absorber. Elevó su cabeza, a la vez que empezó a recular. El haz de la linterna se situó entonces en el brazo del pico más alejado de la pared. Éste estaba staba totalmente empapado de sangre.
—Chi… chicos… —susurró, completamente aterrada.
Debía salir de allí. Necesitaba salir de allí. Alguien, o algo, había atrapado a dos mineros experimentados y, de no haber sido porque ella se había quedado rezagada, también habría tenido el mismo destino que ellos.
Pero, cuando se giró, su linterna enfocó algo que le tapaba la salida. Era un gigantesco gusano de color crema, del tamaño de un gran semental y que, a juzgar por los gruñidos que emitía según se acercaba a ella, estaba furioso.
Poco a poco, Shiny reculó, intentando desesperadamente salir de ese atolladero, pero el enorme gusano se acercaba más y más. Entonces la dorada pegaso chocó contra la pared, por lo que supo a ciencia cierta que no tenía escapatoria. Iba a sufrir la misma suerte que los dos mineros. Derrotada, asustada e impotente, Shiny se dejó caer al suelo y comenzó a llorar.
Wise Words estaba intranquilo. Acababa de terminar el turno de la tarde y debía tomar nota de que todos los mineros que habían entrado en dicho turno habían salido. Las órdenes de Canterlot eran tajantes: debía descubrir a toda costa todos los posibles remanentes de acólitos que podían existir en Northwest Mines Town. Afortunadamente, el camino desde Ponyville a Manehattan se había reforzado con patrullas de soldados reales. Pero, aunque las patrullas pasaban constantemente por la encrucijada de caminos, casi ninguna de ellas giraba para cubrir el camino hasta el pueblo.
Shadow Hammer golpeaba el mazacote metálico con pocas ganas. Finalmente decidió, no sin antes mirar el resultado de sus esfuerzos, colocar la deformidad con la que estaba trabajando en la cubeta de agua, acompañando el siseo al ser introducido con un suspiro.
No tenía ganas de trabajar. De hecho no tenía ganas de nada. Por una parte, Muffled no le iba a volver a pedir material en mucho tiempo, con lo que su situación para pagar sus deudas a Gentle iban a empeorar. Pero por otra, su cabezonería había logrado que actuase de manera totalmente estúpida, sin pensar.
Miró en dirección a la casa de Gentle, a pesar de que la pared de la herrería le tapaba la visión. Al parecer, en el episodio del secuestro de la jefa de mineros y la posible muerte de Flashing, Gentle había caído inconsciente en su casa y nadie había ido a socorrerla… "¡Podría haber muerto, y ninguna de vosotras movió un casco para salvarme! ¡Para tener amigas así, prefiero estar sola!", eso dijo la unicornio de dos colores, recriminando a las demás el hecho de no haberla auxiliado.
Y tenía razón. A pesar de lo ocurrido con el asunto de Muffled y con el de Flashing, deberían haberse preocupado más por la ausencia de Gentle. "Y encima envié la carta a mi hermano", pensó la herrero, "ojalá nunca lo hubiese hecho". Esa carta era la mayor prueba de desprecio que jamás había realizado, una demostración palpable de su desdén e incluso odio hacia una de sus amigas, simplemente por no estar junto a las demás en un momento tan delicado como la supuesta muerte de Flashing. Pero no era culpa de Gentle el no haber permanecido con las demás, ya que alguien no puede elegir si caer o no inconsciente.
Shadow se sentía culpable. Culpable e impotente.
—Ojalá estos últimos días no hubiesen existido —dijo para sí misma, sacando de nuevo el trozo de metal y poniéndola al fuego.
—¡LAS HE MENTIDO! —Gentle estaba fuera de sus casillas—. ¡Por tu culpa las he mentido!
Se alejó ligeramente del trono y dio unos pasos por la gran sala subterránea, que era un perfecto símil del verdadero salón del trono del Palacio de Canterlot. Entonces, la unicornio de dos colores se giró y galopó hacia un gran maniquí que estaba sentado sobre el trono, hasta quedar a pocos centímetros de su cabeza.
—¡Si no me hubieses obligado a atacarte…! —Gentle entrecerró los ojos, mirando directamente a los ojos de la enorme figura. Ésta estaba ataviada con un disfraz tan elaborado que podría confundirse con un traje de alta costura. Un vestido que, sobre el maniquí, hacía al conjunto algo realmente indistinguible de la verdadera Princesa Celestia—. ¡… No tendría necesidad de comer… "mi comida"! ¡…No tendría necesidad de hacer estos viajes y dejarlas solas! ¡…No tendría… No tendría…!
Los ojos de la unicornio de dos colores se humedecieron, en un gesto de rabia y tristeza.
—¡Algún día… Te juro que algún día… Recibirás lo que te mereces! —gritó, levantando la pata de manera tajante, que impactó contra la cabeza del maniquí, haciendo que éste empezase a inclinarse hacia un lado.
Abriendo los ojos como platos, Gentle se movió lo más rápido posible y lo sujetó, para impedir que cayese al suelo.
—Lo… Lo… Lo siento, Princesa… —la yegua bajó la voz hasta que apenas fue un susurro, mientras se acurrucaba junto al trono, en una posición donde el maniquí, que aún seguía ataviado con el aspecto de una cruel Princesa Celestia, la miraba de manera inquisitoria.
Shiny Eyes abrió los ojos e intentó moverse, pero no fue capaz. De hecho, ni siquiera pudo girar su cabeza. Lentamente movió los ojos y miró hacia abajo, descubriendo parte de su prisión. Estaba totalmente rodeada de una especie de capullo.
—Oh, no… —se lamentó—. Otra vez no…
—Tranquila Shiny —dijo una voz a su lado—, parece ser que no nos quieren hacer daño.
La pegaso miró hacia su izquierda, donde había provenido la voz. Por el rabillo del ojo vio a Clove, que estaba igual de atrapado que ella.
—¿Qué ocurre aquí? —preguntó la joyero.
—Parece ser que los temibles gusanos de las profundidades sí que existen en esta montaña —respondió el minero—. Y nos hemos enterado de la peor manera posible…
—¿Gusanos de las profundidades? —inquirió Shiny—. ¿Qué son?
—Son unos seres que viven en lo más profundo de la tierra —manifestó Clove—. Pero nunca los había visto en esta mina, y eso que he estado trabajando en los estratos más alejados de la entrada. Normalmente se alimentan de rocas y, a pesar de su aspecto, son pacíficos…
—Excepto éstos… —añadió la dorada pegaso, asustada.
—Excepto éstos —repitió Clove—. Y no sé por qué su furia es tan grande, como para atacar a los ponis… Quizás sea porque no les hemos dejado rocas suficientes, aunque aquí, en esta caverna, tienen suficiente alimento para toda una vida.
Shiny miró como pudo a su alrededor para visualizar el entorno. Estaban en una pequeña esquina de una gigantesca excavación interior. Por todos lados había rocas amontonadas, unas encima de otras, en imposible equilibrio. De vez en cuando, un gran gusano, casi tan grande como ella, reptaba por el suelo, ignorándola. Y más allá, había más gusanos, haciendo distintas cosas. Unos comían, a mordiscos, las rocas superiores de las distintas torres de piedras, otros hablaban entre ellos y algunos simplemente iban de un lado para otro.
—¿Dónde estamos? —preguntó finalmente la yegua—. No reconozco nada de lo que hay aquí.
—Sin duda, en una caverna en lo más profundo de la mina —respondió Clove—. Porque yo tampoco reconozco absolutamente nada.
—Pero… ¿cómo podemos estar viendo la gruta? —inquirió la pegaso—. No veo por ningún lado ni antorchas ni otra cosa que nos pueda iluminar… Pero, que yo sepa, ningún poni es capaz de ver en la oscuridad.
—¡Mierda! —exclamó de repente Wood. Shiny intentó girar la cabeza hacia donde había surgido la voz, pero el minero estaba por detrás de Clove, oculto.
—¡Por la Princesa Celestia! —expresó Shiny—. Me alegro de que estés bien, Wood, pero cuida tu lenguaje… No queremos que "ellos" se enfaden.
—Lo que quiero decir es que vemos gracias a sus heces —respondió el minero—. En la anterior mina en la que trabajé aprendí bastante sobre estos gusanos de las profundidades, y una de esas cosas es que sus defecaciones son luminiscentes…
—Pero no los veo por ningún lado —Shiny miró hacia todos los lugares en los que podía, buscando cualquier cosa que pudiese asemejarse a una acumulación de heces, tomando como patrón algo que emitiese luz suficiente.
—Porque son granulosos y ligeros… —aclaró Wood—. Más etéreos que el aire. Por eso no los vemos, pero están ahí, iluminando el entorno.
—¿Estás diciendo que estamos respirando directamente heces de gusanos? —preguntó Clove, molesto.
—¿Por qué crees que estoy intentando aguantar la respiración desde hace un rato? —dijo Wood.
—¡Qué… Qué…! ¡QUÉ ASCO! —Shiny no podía aguantar más. Estaba a punto de vomitar.
Fast Feather estaba ya llegando, por la parte de la derecha, al final del pueblo, por lo que estaba terminando de repartir el correo. Siempre actuaba de la misma forma cada día: primero seleccionaba los envíos urgentes y los ponía al principio de la lista de correos. Después, con el resto de cartas, las ponía en orden desde la última casa del pueblo por la parte de la izquierda hasta la casa del mismo lado más cercana a la mina, para después cruzar la calle y seguir desde la casa de la derecha más próxima a la mina hasta la última de la parte derecha más cercana a la encrucijada de caminos.
—¡Feather, Feather! —una voz gritó a su espalda. Era Flashing, que se acercaba rápidamente—. ¿Aún estoy a tiempo para enviar algo por correo?
—Por supuesto, por supuesto —contestó la pegaso-cartero, sonriendo.
—Perfecto… —la potrilla paró a escasos centímetros de Feather y sacó un pequeño papel—. Voy a pedir un set especial de trucos de magia… Tengo que aprovechar que tiene descuento esta semana —dijo, pasándole el escrito.
La amarillenta pegaso guardó el pedido en el zurrón y siguió su camino.
—¡Espera! —exclamó Flashing—. ¿Has visto a Knowledge?
—Estará en su casa… —comentó Feather—, o quizás comprando, o…
—No…, no…, y no —contestó la potrilla, ligeramente abatida—. La he buscado por todos lados y no la encuentro…
—Está con Shadow —intervino Magic, que estaba al lado de su puesto, seleccionando unos tomates para desechar los que estaban a punto de estropearse—. Están probando una ballesta o algo así en el descampado que hay detrás de la herrería.
—¡Qué raro! —dijo la prestidigitadora, extrañada—. No me ha dicho nada… Normalmente, cuando va a probar una nueva arma, lo difunde a todo el mundo durante días, hasta convertirlo en el tema principal.
—No sé… —exclamó la tendero, que ya había terminado de meter los malos tomates en un saco donde se leía "Para abono"—, ha llegado esta mañana totalmente extasiada y no paraba de hablar del tema, como bien has dicho.
—Voy a ir a verla —afirmó Flashing—, para que me deje el libro de trucos… quiero aprender algunos nuevos.
Empezó a trotar hacia la herrería mientras canturreaba, ante la atenta mirada de Magic, que volvió a meterse en la tienda, y de Feather, que decidió finalmente seguir repartiendo el correo. Ésta decidió que, después, iría junto a las demás.
—¿Estás segura de querer hacerlo? —preguntó Shadow, mirando directamente a los ojos de Knowledge.
—Veamos… —respondió la historiadora—. Has estado fabricando esta ballesta de metal durante días, he esperado ilusionada a que terminases, y ahora estamos aquí para probarla… Sí, yo creo que estoy segura de querer hacerlo.
—Pero esta vez es diferente —alegó la herrero—. Esta es un arma verdaderamente peligrosa… Y, para más inri, no serán tus expertos cascos los que lo manejen.
—Sí, ya lo sé —confesó Knowledge—. Flashing no sabe cómo usarlo… Y precisamente por eso quiero probarlo yo primero, para encontrar pronto el manejo idóneo y así enseñárselo a ella desde el principio.
—De todas formas, me parece un regalo un tanto extraño para su cumpleaños —comentó Shadow— que, por cierto, no sabía que es dentro de unos días…
—Ni tú ni nadie —dijo la blanca poni de tierra, mientras ponía la ballesta a la altura de los ojos para comprobar el equilibrio—. Por eso he elegido una fecha en concreto: la de la noche más larga del año.
—¿La de la noche más larga? —preguntó la herrero.
—Flashing tiene sueños premonitorios —comentó la historiadora mientras estiraba la cuerda de la ballesta hasta encajarla con la caja de la nuez—, pero siempre le ocurre por la noche. Aparte, este año coincide ese día con una luna de sangre, así que podemos celebrar su cumpleaños junto a la "Abuelita Terror".
—Me parece una gran idea —Shadow sonrió—, pero lo que no comprendo es por qué necesita ella una ballesta… Es prestidigitadora, no guerrera.
—Eso es fácil de explicar —Knowledge se acercó a un carcaj del que asomaban unas cuantas varillas de saeta. Sacó una y se la mostró a la herrera. Las saetas tenían unas ventosas en vez de afiladas puntas—. Porque ella va a disparar estos virotes inofensivos.
Ante la estupefacción de la herrero, la historiadora puso la saeta en la ballesta. Sentándose en el suelo, apretó el tablero sobre su hombro y, apuntando cuidadosamente a una piedra cercana, apretó la llave.
El dardo voló a gran velocidad e impactó contra la roca. Cuando se acercaron las dos ponis de tierra, observaron que, tanto el pedrusco como la ventosa del dardo, estaban rotas por el impacto.
—Lo dicho —exclamó Knowledge, sonriendo—, es un regalo perfecto para Flashing.
—Es curioso, ya no me duelen las patas… —exclamó Clove.
—Son curativas —Wood señaló con su cabeza al capullo que envolvía a su compañero—. Es la otra parte de la simbiosis.
—¿Simbiosis? —preguntó Shiny.
—Los gusanos de las profundidades normalmente trabajan codo a codo junto a los mineros… —respondió Wood—. Los gusanos tejen sus capullos, que tienen propiedades curativas, y los mineros, a cambio, les proporcionan rocas cocidas, que son un manjar exquisito para esos seres.
+De hecho, en todas las minas en las que he trabajado había gusanos de las profundidades por todos lados, excepto en éste… Hasta ahora.
—La pregunta es —dijo Clove—: ¿qué quieren de nosotros?
—Me gustaría saberlo —respondió Wood—, pues normalmente son criaturas tranquilas y amigables.
—Por cierto —cortó Shiny—, ¿qué pasó antes? Me asusté muchísimo cuando vi que habíais desaparecido... y, cuando vi ese pico ensangrentado…
—Eso te lo puede explicar mejor Clove —comentó Wood—. Yo ya me cansé de respirar.
—Muchas gracias —declaró irónicamente el aludido—. Verás, Shiny… —dijo, mirando a la joyera—, nos pillaron por sorpresa, emboscándonos. Yo intenté resistirme, clavando el pico a la pared y agarrándome a él. Pero tiraron de mí tan fuerte que me corté en los cascos, aunque noto cómo se están curando las heridas.
—Yo caí inconsciente —explicó Shiny— cuando me rodearon entre tres o cuatro —bajó la mirada, avergonzada por la mentira—. Debería haber intentado pelear…
—¡No! —gritó Clove—. Si lo hubieses hecho, habrías resultado herida, y te habrían atrapado igual. Hiciste bien en no luchar.
—Pero me fastidia sentirme tan indefensa… —susurró la joyera.
—¿Qué crees, que a nosotros nos produce placer estar así? —exclamó Wood, molesto.
—¡Cállate! —replicó Clove—. ¿No ves que está asustada?
—¡Déjame en paz! —dijo Wood—. Yo también lo estoy… Sé de lo que son capaces de hacer los gusanos de las profundidades con su… "comida".
—¡¿So… Somos comida?! —Shiny estaba aterrada.
—En serio, Wood —expresó Clove—, ¿no puedes escoger otro momento para hacer tus patéticos chistes?
—No es una broma —respondió Wood—: primero paralizan a su víctima mordiéndole y luego lo devoran poco a poco, mientras su "almuerzo" sigue vivo y consciente de todo lo que le está pasando.
—Cállate. ¡Cállate! ¡CÁLLATE! —suplicó Shiny.
—Por Equestria… —susurró Clove—. Estamos perdidos.
Sin apenas ganas, Muffled se sentó en el sillón de su casa, ayudada por Magic. La jefa de mineros se recostó hacia atrás para cubrir su espalda con el respaldo, sintiéndose más segura al hacerlo.
—¿Qué tal estás? —preguntó la tendero.
—Algo mejor, gracias —declaró Muffled, con un gesto abatido.
—Las dos sabemos que aún te queda un largo camino para recuperarte —dijo Magic—, así que los miembros del Consejo hemos decidido estar contigo día y noche.
—Os lo agradezco, en serio —declaró la poni terrestre—, aunque seguro que habrá habido discrepancias… Como siempre, Disarming habrá votado en contra de ayudar a los demás…
—Pues… —Magic quedó pensativa durante un instante: evocó durante un momento lo que había acontecido esa mañana, y en concreto la votación sobre la ayuda hacia Muffled. Todos votaron a favor, a excepción de Gentle, que lo hizo en contra, algo que supuso una sorpresa para el resto—, en realidad todos hemos votado a favor de no dejarte sola en estos momentos —declaró, con una sonrisa.
—No quiero volver… —Muffled bajó la mirada.
—No es el momento —la tendero se sentó a su lado y la abrazó—. Aún no.
—¿Por qué? —inquirió la jefa de mineros, mirando al vacío—. ¿Por qué tienen que pasar cosas tan... malas?
—Siempre… —la tendero analizó las palabras que iba a decir—. Siempre le ocurren cosas malas a los ponis buenos… Pero pronto pasará todo y, antes de que te des cuenta, todo esto será un mal recuerdo.
—Pero aún está demasiado reciente —la mirada de Muffeld seguía perdida en el vacío—. Y mi decisión… —entonces miró fijamente a los ojos de Muffled—. ¿No te das cuenta? Puedo haber condenado a toda Equestria… Todo por salvar dos vidas.
—Tú lo has dicho… —Magic volvió a abrazarla—: PUEDES y HAS LOGRADO. No todo el mundo es capaz de salvar la vida de dos inocentes…
—No, no lo comprendes… —la jefa de mineros volvió a mirar hacia la nada.
En ese momento alguien llamó a la puerta. Lentamente Magic se fue separando de Muffled y se acercó a la entrada de la casa. Necesitaba ayuda para consolar a Muffled y, posiblemente, quien llamaba era el refuerzo que ella pedía.
Sin embargo, al abrir la puerta, se encontró con Gentle. Magic entrecerró ligeramente los ojos y rememoró la votación que había tenido lugar unas horas antes, en la que esa unicornio de dos colores había sido la única que había votado en contra de ayudar a Muffled.
—¿Qué haces aquí? —susurró la tendero.
—¿No es evidente? —musitó la unicornio de dos colores—. Ya terminé de hacer mis tareas, así que he venido a estar con Muffled.
—¿Por qué? —interrogó la tendero en voz baja—. Antes votaste en contra de hacer esto…
—Porque ella necesita encontrar el camino dentro de sí misma —declaró Gentle, intentando entrar—, y en eso no podemos ayudarla, tiene que hacerlo sola.
—¡Déjala entrar! —exclamó Muffled desde el sillón—. Y, por Celestia… Dejad de cuchichear.
—Tienes suerte de que le haya dicho que todos votamos a favor de esto —murmuró Magic, apartándose para dejar pasar a la yegua del cuerno roto—. Si se llega a enterar de lo que ha ocurrido en realidad, te culpará y te odiará…
—Qué novedad —dijo la unicornio de dos colores, en voz alta—, una poni que me odiará…
Entró y se acercó directamente a Muffled, quien la miraba con una expresión neutra. Magic se interpuso entre las dos.
—No te atrevas a decir nada —susurró, mirando con ojos entrecerrados a Gentle.
—Muffled —exclamó la unicornio de dos colores—, quiero que sepas que…
Magic entrecerró aún más los ojos y su expresión se tornó furiosa, haciendo que Gentle callase.
—¿Saber qué? —preguntó Muffled.
Gentle miró alternativamente a Muffled y a Magic.
—Quiero que sepas… —volvió a decir Gentle— que lo siento. Lo siento mucho.
Tanto Muffled como Magic se extrañaron.
—¿A qué te refieres? —preguntó Muffled, poniendo el foco de su mirada en la unicornio de dos colores.
—Me siento… —Gentle balbuceó—, me siento en parte responsable de lo que te ha ocurrido…
Esas palabras activaron un resorte en el interior de la jefa de mineros, quien se levantó rápida y desafiante.
—¿Me quieres explicar…? —preguntó, irritada—, ¿… en qué te sientes responsable?
Gentle no se había esperado esa reacción, así que reculó. No deseaba decirle a la jefa de mineros la verdadera historia de la gema negra y por qué era un objeto tan preciado pues, de hacerlo, Muffled la culparía a ella de todo lo ocurrido y terminaría odiándola. A pesar de lo que le había comentado antes a Magic, el odio y el abandono de la jefa de mineros era lo último que quería.
Muffled siguió acercándose a Gentle. Necesitaba una explicación a lo que acababa de oír, y sabía que la unicornio de dos colores estaba estrechamente relacionada con lo que le había ocurrido.
—Vamos, vamos —Magic se interpuso entre las dos—. Un poco de tranquilidad, por favor… Muffled, ¿quieres que salgamos un rato a dar un paseo?
—¡No! —respondió ésta con un grito—. ¡Lo que quiero es que se vaya! —dijo, señalando a Gentle—. ¡Si se siente responsable de la atrocidad que me hicieron… la quiero lo más lejos posible de mí!
Con la cabeza gacha, la yegua del cuerno roto se dio la vuelta. Acababa de perder una buena aliada y aún mejor amiga. Todo se estaba desmoronando a su alrededor. Lentamente abrió la puerta y... entonces paró: una minero estaba a punto de llamar a la puerta.
—¿Está…? —preguntó—. ¿Está Muffled? Tenemos un gran problema en la mina…
Wise Words caminó hacia la plaza, mirando a todos lados. Todo parecía tranquilo, pero él sabía que la gran tormenta siempre está precedida por la calma chicha. No se fiaba en absoluto de la aparente serenidad de la que estaban haciendo gala los habitantes de Northwest Mines Town.
"De todas formas", pensó, "es una suerte contar con fieles soldados del Ejército Real". Miró hacia las afueras del pueblo. Allí, una decena de guardias mantenía una constante vigilancia, tanto hacia dentro del pueblo como hacia fuera, a la encrucijada.
Volvió la vista hacia la mina, haciendo una panorámica de todo el pueblo, pero paró al visualizar la casa de Gentle Colors. Entonces se preocupó: "¿Cómo estará pasando ella esta situación?", se dijo, "Debe ser muy duro para ella volver a estar rodeada de soldados, con tantos malos recuerdos aflorando a la superficie".
En ese momento la puerta que estaba mirando se abrió lentamente. Wise volteó la vista para impedir que la unicornio de dos colores le descubriese observando fijamente hacia su dirección. Gentle giró la cabeza hacia la entrada del pueblo y, bufando de desprecio, se dirigió rápidamente hacia la casa de Muffled Yell.
Wise comenzó a caminar hacia la plaza, centrando esta vez sus pensamientos sobre la jefa de mineros. La pobre había sufrido mucho últimamente, y debía hacerse algo para lograr que ella volviese a ver el lado amable de la vida. Por eso la negativa de la unicornio de dos colores a prestarla ayuda supuso un mazazo en la reunión del Consejo. Sin embargo, Gentle sabía bastante de las dos cosas: sufrimiento y recuperación, por lo que era posible que su decisión fuese aún más correcta que la que el resto propuso.
—Per... perdone —una voz femenina sacó a Wise de su ensimismamiento—. Tenemos un problema en la mina.
El semental miró hacia la procedencia del sonido. Una joven minero, una poni terrestre de cuero rosáceo y crines marrones le observaba preocupado.
—¿Qué problema hay? —preguntó el poni marrón.
—Hay un grupo del turno de mañana que aún no ha salido —respondió la pequeña yegua—, pero no se han detectado temblores ni derrumbamientos.
Wise empezó a preocuparse. No podía estar volviendo a pasar…
—¿Os habéis asegurado de que no es un error? —inquirió.
—No, no lo es —contestó la rosácea poni de tierra—. Lo hemos revisado varias veces.
—¿Qué grupo ha sido el que falta? —cuestionó el espía.
—El grupo ocho —aclaró la yegua, mirando una lista que portaba—: Wood Peak, Clove Iron y Shiny Eyes.
Al escuchar el último nombre, los ojos de Wise se abrieron como platos.
—¿Se lo habéis dicho a alguien? —interrogó—. Es de vital importancia que aclaremos este asunto lo antes posible.
La minero bajó levemente la mirada.
—Iba a decírselo a Muffled, pero… con todo lo que ha ocurrido… —comentó.
—Comprendo —dijo Wise—. Díselo ahora mismo, porque de todas formas se va a enterar, y le dolerá mucho que, cuando lo haga, sea demasiado tarde como para sentirse útil.
+Yo, mientras tanto, voy a avisarles —señaló a los guardias apostados al inicio del pueblo— para que no dejen salir o entrar a nadie hasta nueva orden. Prefiero pecar de exceso de cuidado y que sea una falsa alarma a…
La minero asintió, comprendiendo lo que quería decir. Wise se volvió y comenzó a alejarse, pero paró y giró la cabeza:
—Por supuesto, sería recomendable que ninguna de las amigas de Shiny se enteren de este asunto —dijo—. Lo último que necesitamos es que ellas también se pierdan en el interior de la mina en un intento de rescate.
—Shhh, alguien se acerca —chitó Clove.
Shiny torció ligeramente la cabeza para ver mejor lo que ocurría. Una comitiva de gusanos se acercaba a ellos, aunque eran claramente más pequeños que el monstruoso ser que la atrapó.
—¡Gusanitos, gusanitos! —un gran gusano, posicionado un poco más atrás, exclamó con femenina voz—. ¡Poneos detrás de mí, os lo tengo dicho!
—Sí, "seño" —contestó uno de ellos.
Shiny entrecerró ligeramente los ojos, extrañada. ¿Los gusanos estaban hablando? ¿Y uno de ellos acababa de llamar "señorita" a un gusano algo más voluminoso? Debía estar soñando. Sí, sin duda estaba en un sueño, y en realidad se encontraba acostada en su cama y teniendo una aterradora pesadilla.
—Estos, queridos alumnos —declaró la gran gusano—, son habitantes de la superficie…
Los pequeños dejaron escapar unas exhalaciones de asombro.
—Afortunadamente, nuestros aguerridos defensores los capturaron —continuó diciendo la profesora—, exponiendo sus vidas en peligro, pues nadie sabe de qué son capaces. Solo tenéis que mirar sus aviesos ojos, señal inequívoca de sus terribles intenciones.
Los pequeños gusanos empezaron a gruñir a los tres ponis.
—"Seño, seño" —exclamó uno de ellos—. ¿Es cierto eso que dice mi papá de que los habitantes de la superficie son inteligentes?
—Petrifi —respondió la gran gusano—, tu padre es bastante listo… Porque sí, algunos de ellos saben hablar, aunque también hay otros —entonces señaló a los tres ponis— que son incapaces de hacerlo. Hay muchas clases distintas de seres de la superficie…
—¿Y éstos? —cortó otro pequeño gusano—. ¿Vosotros sabéis hablar? —preguntó, mirando directamente hacia Shiny, Clove y Wood.
Shiny le devolvió la mirada. La joyero estaba segura de que todo era un sueño, así que dijo lo primero que le vino a la mente:
—¡NO NOS COMÁIS! —chilló.
—Co… ¿comer? —el pequeño gusano reculó ligeramente, mirando alternativamente a ella y a la profesora.
—¿Por qué les vamos a comer? —preguntó otro pequeño gusano, aterrado.
El resto de pequeños gusanos empezaron a asustarse.
—Muchas gracias… monstruo —dijo la gran gusano, mirando directamente a la joyero—. Evidentemente, gusanitos —continuó diciendo, en un tono tranquilizador—, está usando una capacidad defensiva mental, con el único propósito de infundirnos terror. De esa forma, selecciona a su víctima más débil al que, mediante más engaños, separa del resto del grupo, para devorarlo… Menos mal que está bien atrapada dentro del capullo.
En ese momento los pequeños gusanos se rehicieron, gracias a las palabras expresadas por su profesora y a su capacidad para infundir seguridad, y gruñeron nuevamente al grupo.
—Bien, gusanitos —dijo la gran gusano—, prosigamos la clase en la escuela, donde haréis una redacción oral sobre lo que habéis visto, así como ideas para defendernos de un ataque de estos seres.
Los pequeños gusanos se lamentaron por el trabajo que debían hacer y lentamente, junto a la gran gusano, se marcharon.
—Pffffffff… ¡JAJAJÁ! —exclamó Wood—. "¡No nos comáis!"… No puedo creer que hayas caído en eso…
—¿Caer? —Shiny estaba confundida.
—Os dije al principio que comían piedras… —respondió Wood, aún jocoso—, lo de los animales era broma. Qué pena que no haya podido ver tu expresión desde aquí, con Clove tapándome…
—¡Eres un odioso, un estúpido, un retrasado, un asqueroso y un... un... ¡un completo imbécil! —espetó Shiny—. ¡Qué pena que no pueda verte desde aquí, para poder escupirte…!
—Shiny tiene razón —intervino Clove—, esa broma no venía muy a cuento en esta situación, aunque debo reconocer que ha sido bastante buena, me has pillado por sorpresa...
—No te pongas de su parte —dijo la joyero—, aún te tengo aprecio, no lo estropees.
—De todas formas… —exclamó Clove—, parece ser que tienen una sociedad muy avanzada. De hecho, es muy parecida a la nuestra… Entonces, ¿qué quieren de nosotros?
—Información... Queremos información —comentó una voz.
Los tres miraron al unísono al frente. Un gran gusano les observaba detenidamente, acompañado de dos gusanos gigantescos, del tamaño de alicornios adultos.
—Y nos la vais a proporcionar… Por las buenas, o por las malas... —declaró uno de los gusanos más grandes.
—¡Al fin os encuentro! —exclamó Flashing, acercándose a Knowledge y a Shadow.
Con la máxima rapidez posible, la historiadora dejó caer la ballesta detrás de su cuerpo y se sentó encima para ocultarla, al tiempo que miraba a la herrero para que no dijese nada.
—Hola, Flashing —dijo Shadow, con una estúpida sonrisa en la boca—. Nos has pillado…
Knowledge pisó el casco de la herrero.
—Cofcof*Calla*cofcof —balbuceó la blanca poni de tierra, usando un falso ataque de tos.
—¿No te sientes incómoda estando sentada encima de esa ballesta, Knowledge? —preguntó Flashing.
Rápidamente la historiadora se levantó, mirando extrañada a la pequeña potrilla.
—¿Pero cómo…? —inquirió.
—Os he estado viendo desde allí —señaló la casa más cercana, que resultó ser la herrería— mientras venía… y no os habéis dado cuenta de mi presencia hasta que os he saludado.
Knowledge bajó la cabeza, avergonzada, mientras Shadow se reía. Habían sido muy torpes al guardar el secreto.
—Pero —continuó hablando Flashing—, como has intentado ocultarme la ballesta, me imagino que es un regalo para mí…
Knowledge miró, con los ojos como platos, hacia la prestidigitadora. Shadow dejó de reír.
—Po… podría ser para otra poni —exclamó la blanca poni de tierra.
—No lo creo —respondió Flashing mientras cogía la ballesta y la sopesaba—. Las dos sabemos que no soy de las que airean los secretos… ¡Oye!, es preciosa… y equilibrada. ¿Lo has hecho tú, Shadow?
La herrero afirmó.
—Es muy peligrosa, Flashing —dijo Knowledge.
—Entonces, si lo es… —la prestidigitadora se puso seria—, ¿por qué querías regalármelo? ¡Ah, claro! ¡La típica excusa de "te regalo algo que no te gusta pero a mí me encanta… y así me lo das y quedo bien"! Pues que sepas que esta vez voy a quedarme la ballesta para mi nuevo truco mágico… —entonces volvió a sonreír como si nunca hubiese roto un plato—. ¿Me enseñas a usarlo, "Knowli"?
La historiadora y la herrero se miraron mutuamente. La primera tenía una expresión de derrota. La segunda volvió a sonreír.
Gentle Colors dejó pasar a la minero. Esta fue directamente hacia el salón, desde donde provenía el sonido de la conversación entre Muffled Yell y Magic Sales. La unicornio de dos colores la siguió.
—Jefa… —dijo la minero—, tenemos un gran problema en la mina.
Muffled miró directamente hacia la minero, con cara de estupor. Magic, sin embargo, se adelantó.
—Muffled no está en condiciones de atender esos asuntos —comentó.
—Pero… —se lamentó la minero—, pero Wise me ha dicho que le informe…
—En ese caso, cuéntamelo —comentó Muffled, intentando tranquilizarse.
La minero tosió, mirando el papel que portaba.
—Falta un grupo del turno de la mañana —entonces leyó—, el compuesto por Wood, Clove y Shiny.
Muffled entrecerró los ojos, preocupada. Magic se asustó ligeramente… Gentle, en cambio, apartó a la minero y miró furiosa a la jefa de mineros.
—Vas a rescatarla, ¿verdad? —bramó.
—¿Aún sigues aquí? —replicó Muffled, mirándola fijamente.
—¡Maldita sea, Muffled! —gritó Gentle—. ¡No es hora de lamentarse por problemas personales, sino de salir ahí fuera con la cabeza bien alta y buscar a Shiny dentro de la mina!
Hubo un largo silencio, solo roto por el sonido de la puerta al cerrarse. La minero, asustada, había salido.
—Sabes que aún no puedo —exclamó Muffled—, es demasiado pronto para enfrentarme a la…
—¡Eres una egoísta! —chilló la unicornio de dos colores—. ¡Una maldita egoísta que solo piensa en su propio bienestar…!
Se dio la vuelta y avanzó dos pasos hacia la puerta. Entonces, lentamente, se paró durante un segundo para, a continuación, y con gran rapidez, volver a girarse y lanzarse directamente a los cascos de la jefa de mineros.
—Por favor, sálvala… —suplicó—. Ella es un ser inocente, no merece sufrir… —entonces comenzó a lloriquear.
Muffled miró hacia Magic y ésta le devolvió la mirada, sorprendida.
—Pero… pero… —susurró, pero cada palabra suya era respondida por un llanto de Gentle.
Volvió a mirar hacia la tendero, después hacia la unicornio de dos colores.
—Está bien, lo haré —exclamó.
Gentle se levantó y la abrazó, agradecida.
Fast Feather se secó el sudor de su frente, satisfecha. Al fin había terminado de repartir el correo. Había tardado más de la cuenta porque había tenido que transportar unos gigantescos paquetes que habían pedido una gran cantidad de habitantes. El remitente, en todos los casos, era el mismo: un nuevo catálogo que había aparecido recientemente, lleno de ofertas realmente irresistibles. De hecho, incluso ella había pedido dos o tres artículos.
Pero era hora de divertirse con sus amigas. Lentamente enfiló el camino hacia la explanada, donde sin duda ellas aún estarían. El camino más corto era entre la casa de una tal Skillful Darning, una zurcidora llegada hace unos días, y la de Muffled Yell, por lo que lo tomó sin dudar.
Una conversación de esta última casa llegó a oídos de la pegaso-cartero, quien intentó hacer caso omiso. "No soy una curiosa, como Shiny", pensó. Pero de repente paró en seco…
"Falta un grupo del turno de la mañana", dijo una voz, "el compuesto por Wood, Clove y Shiny."
Feather miró hacia la casa, horrorizada… ¡Shiny estaba atrapada dentro de la mina! Tenía que hacer algo… y decidió que empezaría comunicándoselo a sus amigas.
—No te vamos a contar nada —exclamó Wood.
El gusano simplemente le ignoró, pues estaba más centrado en Shiny.
—Ella nos lo va a decir —exclamó—. Es, con diferencia, la más predispuesta a colaborar.
—¿A… a qué te refieres? —preguntó la joyero, asustada.
—Según me han contado los exploradores, éstos —el gusano señaló con la cabeza a Wood y a Clove— ofrecieron resistencia. Tú, en cambio, te dejaste llevar como una gusanita asustada… —expresó, sonriendo.
—¡Já! —intervino Wood, con tono burlón—. ¡La que había luchado con todo un ejército!
—No digas nada, Shiny —comentó Clove.
Uno de los gusanos más grandes empezó a gruñir al minero, hasta que el gusano jefe, con un gesto de cabeza, le mandó callar.
—Como he dicho antes —dijo—, queremos información… pero primero, los prolegómenos:
+Llevamos incontables generaciones encerrados bajo tierra. Ni siquiera sabemos si estamos en una montaña, en un volcán o bajo una explanada.
—¿Por qué no habéis probado a salir para saberlo? —preguntó Wood.
—Deberíais saber que no hemos tenido necesidad de hacerlo… —explicó el gusano—, pues aquí tenemos todo lo que necesitamos: comida, espacio, etc. Y una protección que nos defendía de los ataques… Una protección que ya no está.
—¡Decidnos qué habéis hecho para quitarla! —exigió uno de los gigantescos gusanos.
—¿Pro… protección? —inquirió Shiny, más para sí misma que para el gusano.
—Una protección que nos ha permitido vivir tranquilos —exclamó el gusano-jefe—, divertirnos, establecer una verdadera comunidad y, ¿por qué no decirlo?, evolucionar.
+Ahora bien, la información que precisamos es la siguiente: ¿quién nos va a atacar y por qué?
Shiny estaba dubitativa… que ella supiese, el único cambio significativo que había tenido lugar en los últimos días era… Ahogó un suspiro, sin creérselo todavía.
—No puede ser… —susurró la joyero, con los ojos como platos.
—¡No lo digas! —gritó Clove.
El gusano hizo un gesto a uno de los que le cubrían la espalda. Éste miró directamente a Clove y, con una rapidez inusitada, lanzó su lengua a la boca del minero, introduciéndola dentro. A continuación la infló, hasta tapar todo el hueco posible de la boca. Clove, aún sorprendido, empezó a agitarse para despejar sus vías respiratorias, sin éxito. Se estaba ahogando.
—Su vida depende de ti —dijo el gusano—. Dinos lo que queremos saber o él morirá.
—¡Malditos bastardos! —bramó Wood—. ¡Dejadle en paz!
—Entonces aconsejo que nos digáis rápidamente lo que queremos saber —respondió el gusano-jefe, impasible.
—¡Maldita sea! —exclamó Shiny—. ¡Una gema! ¡Toda vuestra defensa consistía en una asquerosa gema! ¡Y la han robado!
—¿Una gema? —preguntó el gusano, extrañado.
—¡Sí, una gema! —chilló Wood—. ¡Ahora soltadle!
Con un gesto del gusano-jefe, el gigantesco gusano desinfló su lengua y la retrajo. Clove pegó una bocanada de necesidad, dejándose caer a continuación, sujetado por el capullo.
—Debemos debatir sobre esta información —declaró el pequeño gusano—. Espero que hayáis sido sinceros con nosotros, o las consecuencias serán peores…
Con gran rapidez, los tres gusanos se alejaron. Clove volvió a pegar otra bocanada de aire y tosió.
—¿Te encuentras bien, Clove? —preguntaron a la vez Wood y Shiny.
—Cre… Creo que sí —respondió este.
—¿Por qué han hecho esto? —inquirió Shiny, asustada—. ¿No decías que eran pacíficos, Wood?
—Normalmente son tan amigables como peluches vivientes —alegó el minero—, no comprendo por qué se comportan así de... salvajes. Es posible que sea una consecuencia directa de su evolución.
—No sé qué será de nosotros… —Shiny se entristeció.
—Es posible que no nos dejen salir —siguió explicando Wood—. Sabemos demasiado de esta "civilización", y ya les has oído, están preparándose para un posible ataque. Deben creer que somos una avanzadilla o algo así.
—¡Pero nosotros no somos nada de eso! —gritó Shiny, desesperada.
—Nosotros lo sabemos… pero ellos no —dijo el minero—. Y creo que convencerlos de que somos pacíficos va a ser prácticamente imposible… Al fin y al cabo, para ellos somos el enemigo.
—¿¡Cómo!? —chilló Knowledge—. ¿¡Que Shiny está en peligro!?
—Eso es lo que me ha parecido escuchar en la casa de Muffled —respondió Feather.
—Tenemos que hacer algo… —susurró Flashing, mirando con tristeza al suelo.
—Y lo que tenemos que hacer es avisar a Muffled de que lo sabemos todo —añadió Shadow—, para así ayudar en la búsqueda de nuestra amiga.
—Sabes tan bien como yo que no nos va a dejar participar —dijo Knowledge—. Dirá algo como "No conocéis la mina, por lo que os perderíais y tendríamos que dividirnos para buscaros también a vosotras".
—Lo que ignora Muffled —expresó Flashing—, es que yo tengo un sentido de la orientación inigualable…
—¿En serio? —preguntó Feather—. No sabía que lo tenías…
—De hecho… —respondió la potrilla unicornio—, ni siquiera yo sabía que lo poseía… Pero en la mina, el otro día, cuando huía de mi perseguidor, no sé cómo, pero algo dentro de mí me decía exactamente qué camino escoger en cada bifurcación… Y estoy segura de que ese algo va a ser lo que nos lleve hacia Shiny.
Todas sonrieron.
—Y, por si acaso, nos vamos a llevar a "Betty" —comentó Knowledge.
—¿A quién? —inquirió Flashing, extrañada.
La historiadora cogió la ballesta y añadió:
—Ésta es "Betty", y nos va a salvar el culo ahí dentro, ¿verdad, preciosa? —declaró, dándole un cariñoso beso al arma.
—Entonces vamos —dijo Shadow—, no hay tiempo que perder…
Con una sonrisa en la boca, Gentle Colors abrió la puerta de la casa de Muffled Yell y salió a la calle, seguida por ésta y por Magic Sell. Apenas empezaron a enfilar el camino hacia la mina cuando Wise Words las abordó.
—Esperadme, esperadme —dijo—. Supongo que la minero encargada de las anotaciones os habrá avisado, ¿no?
—Sí, así lo ha hecho —exclamó Muffled—. Y, cómo no, me veo obligada a volver a entrar ahí —señaló la entrada a la mina—, porque es responsabilidad mía el traer al grupo sano y salvo.
—Perfecto entonces —añadió Wise—. Yo he avisado a los Guardias Reales —añadió, señalando la entrada del pueblo—, para que no dejen pasar a nadie.
Todos miraron hacia allá. Los soldados, cuyo número era bastante mayor que antes, se estaban posicionando por la entrada, e algunos se estaban moviendo hacia los laterales del pueblo.
—Es hora de buscar a Shiny —intervino Gentle.
—Creo que yo me voy a quedar aquí… —comentó Magic—. No es por no ir con vosotros pero, además de no conocer el interior de la mina, por lo que me perdería y sería un engorro para el resto, creo que mi deber prioritario es convocar una sesión extraordinaria del Consejo para que podamos manejar esto, así como evitar posibles altercados aquí fuera.
—Buena idea —expresó Wise.
—¿Son esas las que creo que son? —preguntó Muffled, mirando hacia la mina.
El resto miró hacia el mismo lugar: Undying Knowledge, Flashing Hooves, Fast Feather y Shadow Hammer estaban penetrando, de forma disimulada, al interior de la montaña.
—¡Ah, no, jovencitas! —gritó la jefa de mineros—. ¡No voy a permitiros eso…!
—¡No puedo creerlo! —exclamó Gentle—. Debemos darnos prisa en pararlas o también correrán peligro… No saben dónde se meten, las muy estúpidas.
—Esperad… —declaró Wise, sonriendo de forma ligeramente malévola—. Quiero ver cómo se desenvuelven ahí dentro. Las seguiremos por si acaso, pero démosles una oportunidad…
Como respuesta, Muffled asintió y Gentle bufó. Los tres se pusieron en marcha, mientras Magic, dándose la vuelta, se dirigió hacia la casa de Look Talker para convocar una reunión extraordinaria.
CONTINUARÁ...