Parallel Stories
Chapter 17: 1x11 - Reddish - Parte 3
Previous Chapter Next ChapterTodos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.
Este es un fanfic de fan para fans.
Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...
+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:
-Daniel Campos Fernández - Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).
-LloydZelos, Volgrand y Unade - Revisión.
+Y a vosotros, los lectores, que estáis a las duras y a las maduras.
Espero que os divirtáis tanto leyendo como lo hice yo escribiéndolo.
Este es un capítulo especial, el cual he dividido en cuatro partes para su mejor lectura (en total son algo más de 30.000 palabras y 66 páginas).
Tags: [Sad/Triste] - [Dark/Oscuro] - [Adventure/Aventura] y un poco de [Tragedy/Tragedia] - [Comedy/Comedia] - [Romance/Amor]
MY LITTLE PONY
PARALLEL STORIES
Chapter 1x11
Reddish
Parte 3
Wise y Muffled llegaron a la estación de tren de Ponyville. Afortunadamente todos los habitantes del pueblo parecieron ignorar a la extraña pareja, incluyendo Rainbow Dash, que no apareció en ningún momento.
Wise se situó delante de la cabina de venta de billetes y empezó a toser para llamar la atención del vendedor, que estaba atendiendo al telégrafo, escribiendo en un papel el mensaje que le estaba llegando en ese momento.
Una vez terminó de garabatear, el taquillero se giró hacia la ventanilla y, cuando vio a aquél, que aún seguía pertrechado bajo una túnica, abrió los ojos como platos para entrecerrarlos a continuación.
—¡Vaya! —exclamó el vendedor—. Veo que hoy hay afluencia de encapuchados...
—¡Seguro que es ella! —intervino Muffled—. ¡Ha estado aquí!
Al oír eso, el taquillero empezó a gritar pidiendo auxilio. En cuestión de un instante, dos guardias se pusieron al lado de Wise. Muffled, viendo esa escena, instantáneamente reculó ligeramente, aunque, al momento, se armó de valor y avanzó, dispuesta a defender a su amigo.
—¡Basta! —gritó éste, entrecerrando los ojos—. ¡No permitiré que me pongáis los cascos encima!
Los soldados empezaron a enfadarse, mientras que el vendedor rió.
—La otra encapuchada se nos escapó —dijo—, pero tú pagarás los platos rotos. Y a ella… A ella la capturarán en la estación de Canterlot. El propio Capitán de la Guardia, Shining Armor, comanda su misión de captura, así que es imposible que salga de esta, al igual que tú.
—¡Dejadle en paz! —gritó Muffled—. Somos los buenos, ¿no lo veis?
—Cuenta eso a quien le interese, en la sala de detenidos que tenemos aquí, en la estación —le respondió el taquillero, mientras uno de los guardias se movió hacia ella, con intención de apresarla.
Wise empujó al soldado que le custodiaba, haciéndole caer, y rápidamente se quitó la pieza de la armadura de la pata delantera izquierda, así como el protector interno. Cuando el guardia se levantó, el semental levantó esa pata, apuntando directamente al soldado. Entonces, con los dientes, tiró de un hilo que estaba conectado al casco de dicha extremidad. Un gran tampón de carne, sujeto al otro extremo del cordel, saltó hacia un lado. El guardia miró la pata y, sorprendido, se cuadró ante Wise. A continuación éste volteó la pata hacia el otro guardia, obteniendo idéntico resultado.
—Quiero que envíes, de inmediato, un mensaje a la estación de tren de Canterlot, diciendo que se cancela de inmediato la orden de búsqueda y captura —dijo a continuación, mirando fijamente al vendedor.
—¿Por qué crees que voy a hacer esa estupidez? —respondió el taquillero.
Entonces Wise volvió a levantar su pata, esta vez directamente hacia el vendedor, que miró hacia él. Por debajo del casco había un gran socavón y, al fondo de éste, se veía claramente una dibujo escarificado: era el símbolo real de la Princesa Celestia.
—De… De acuerdo… —el vendedor, tragando saliva, empezó a mandar el mensaje.
—Y, si te preguntan por qué deben acatar esa orden —respondió Wise, volviéndose a ajustar el tampón de carne en la pata—, diles que porque provienen de "Número Uno". Shining Armor lo comprenderá.
Mientras el vendedor mandaba con premura el mensaje, Muffled se situó al lado de su amigo, que estaba volviéndose a colocar la armadura de la pata.
—Eso ha sido realmente asqueroso —le dijo en voz baja.
—Pero necesario —respondió Wise, con el mismo tono de voz—. Es un pequeño precio por ser un espía de la Princesa Celestia. Y nos ha sacado de ésta, ¿no? —exclamó, sonriendo.
—¿Falta mucho para que llegue el próximo tren? —la jefa de mineros preguntó al vendedor, mientras se acercaba a la taquilla.
—Hace apenas veinte minutos que ha salido el último —respondió éste—. El próximo, en horario nocturno, vendrá en una hora y cuarenta minutos.
—Eso va a ser un gran problema —comentó Muffled, mirando a Wise—. Debemos esperar más de hora y media…
—No te preocupes —respondió el semental, señalando una pequeña locomotora negra situada en un andén muerto—. Tengo una idea…
+Perdone —dijo, dirigiéndose al vendedor—, ¿esa locomotora de ahí está operativa?
—Bueno… —respondió éste, dubitativo—, es un modelo viejo que hemos retirado la semana pasada, así que, con un mínimo ajuste, podría ser operativo de nuevo… —miró hacia abajo durante un instante y continuó hablando—. Si lo necesitan, avisaré al mecánico para que se ponga de inmediato con su puesta a punto —entonces, sin esperar respuesta, volvió a bajar la cabeza y pulsó un botón situado bajo el mostrador..
Al momento un operario, ataviado con un maletín de herramientas, se presentó y, tras una corta conversación con el vendedor, se dirigió hacia la locomotora parada y empezó a arreglarla.
Tanto Wise como Muffled esperaron sentados junto a la taquilla, ante la atenta mirada de los guardias, así como de los primeros viajeros del siguiente tren, que llegaron muy temprano.
—Ya está listo —dijo el operario, poniéndose junto a la taquilla.
—Perfecto —respondió Muffled.
—El problema —comentó el vendedor— es que no tenemos ningún maquinista disponible ahora mismo…
—No te preocupes —le cortó Wise—, sé conducir algunas locomotoras… ¿qué modelo es?
—Oh, es un modelo antiguo… —respondió el taquillero—. Concretamente, una APECK-101.
—Bien —Wise sonrió—, ese modelo lo conozco… —y, dirigiéndose hacia Muffled, añadió—. Nos vamos…
Los dos se acercaron al tren y descubrieron que tenía el contenedor de carbón por la mitad… Sería más que suficiente para ir a Canterlot.
Gentle terminó la carta que tenía pensado poner junto a Reddish, aprovechando que ahora ésta estaba dormida. Lo había escrito pensando en ablandar el duro corazón de la Princesa Celestia… Duro cuando se trataba de Gentle, blando con todos los demás, según había oído la unicornio de dos colores. Quizás, a pesar de que era Gentle la que llevaba a Reddish, el corazón de la Princesa aceptase a la bebé dragón, pues era una criatura inocente.
Acababan de entrar en Canterlot, por lo que, suavemente, se echó sobre el techo del tren, cuidando de que Reddish no se despertase. Faltaba muy poco para abandonar la seguridad del tren y adentrarse en la parte más difícil del viaje: Canterlot y el Palacio Real.
Al cabo de unos pocos minutos, empezaron a entrar en la estación de tren de la capital del reino. Gentle miró a su alrededor, maravillada. El edificio era realmente espectacular, tal como debía ser, teniendo en cuenta de que era una de las entradas más importantes de Canterlot. Aunque poco duró su admiración: repartido por toda la estación había una innumerable cantidad de guardias reales. Unos eran unicornios, otros pegasos y otros ponis de tierra, pero todos parecían calcos del anterior, pues eran de cuero blanco o gris y sin ningún rasgo realmente diferenciador del resto. Gentle se acurrucó sobre el techo, sabiendo que estaban ahí por ella. Seguramente habían enviado, desde la estación de Ponyville, la noticia de captura… Pero eran tantos guardias que Gentle dudaba de que, si hubiese ido al descubierto y pregonando quién era, la seguridad hubiese sido más férrea.
En ese momento, el tren empezó a frenar. La unicornio de dos colores empezó a idear vías de escape, y desdeñándolas poco después. Simplemente no veía ninguna posibilidad de escapar sin provocar una sangrienta batalla campal… Si al menos hubiesen ido sus amigas con ella, quizás podría haber hecho el hechizo de la Cutie Mark, aunque seguramente la habrían atrapado antes de lograr abrirse paso entre tal maraña de guardias.
"Quizás pueda usar un hechizo de… ", pensó, pero también descartó la idea, "No, incluso utilizando los conjuros originales seguramente destruiría toda Canterlot, afectando a sus inocentes habitantes. Además, perdería demasiado tiempo preparando las runas, y seguramente me descubrirían".
Cuando el tren paró del todo, Gentle permaneció completamente quieta, aunque sí se apretó algo más sobre el techo del vagón, y se quedó observando: Unos cuantos guardias se acercaron a los vagones, haciendo ademán de entrar en ellos. La unicornio sonrió: si subía la cantidad suficiente de soldados al tren, la posibilidad de escapar se vería rápidamente aumentada, pues, con suerte, el número de guardias que permaneciesen en el andén sería lo suficientemente reducida como para poder intentar una huida, aunque eso conllevase estar constantemente escondida en Canterlot… Una Canterlot que había crecido y evolucionado durante siglos, y que ella no conocía.
Entonces se fijó en un poni diferente, un unicornio. Su cuero era blanco y su crin, como su cola, eran azules, con una franja celeste. Su mirada inquisitoria le terminó de delatar. Parecía el Capitán de la guarnición que estaban buscándola en la estación. La sonrisa de Gentle se acentuó: quizás, si llegase hasta él, podría tomarlo como rehén, amenazando con cortarle el cuello con el cuchillo que portaba en el zurrón. Sí, parecía la mejor opción. Solo tenía que esperar el momento justo para lanzarse directamente hacia él. Y tenía la sorpresa de su parte, pues nadie se esperaría que la presa que buscaban se lanzase directamente hacia el líder de los depredadores.
Los soldados empezaron a entrar al interior del tren. "Aún no es suficiente", se dijo Gentle a sí misma, "Tengo que seguir esperando...". Se acurrucó aún más, intentando ocultarse del todo. Los guardias seguían entrando a los vagones, quedando el andén cada vez más vacío. Se acercaba el momento de saltar hacia su presa. Así se lo hizo saber su pelaje, que empezó a erizarse, presa del patente nerviosismo. Lentamente, e intentando hacer el menor ruido posible, sacó el cuchillo del zurrón y se lo puso, con el filo hacia fuera, entre los dientes, apretando fuertemente con éstos la parte metálica. Estaba lista para la acción.
Ideó mentalmente la táctica que debía seguir a continuación: de un salto bajaría del techo del vagón y se situaría en plena línea de tiro, esperaría dos segundos y saltaría hacia la izquierda, donde empujaría a un aún sorprendido soldado, después avanzaría dando otro salto, seguido de otro brinco hacia la derecha, hasta situarse por detrás de otro guardia y, esquivando su lanzazo, le saltaría por encima, evitando así los ataques mágicos que le lanzarían desde el tren. Seguidamente avanzaría tres pasos y brincaría hacia atrás, esquivando el hechizo del capitán y, de otro salto hacia la izquierda, los restantes ataques mágicos desde el lateral derecho. Entonces solo tendría que avanzar rápidamente hasta posicionarse al lado del oficial y ponerle el cuchillo en el cuello. Pan comido.
De repente, lo que parecía un operario de la estación se acercó hacia el capitán, acompañado de dos guardias. Cuando se puso al lado, el operario se cuadró como pudo y le entregó un papel al oficial. Rápidamente éste lo leyó y, entrecerrando sus azules ojos, hizo una señal y se dio la vuelta. En un momento todos los guardias, incluyendo los que estaban dentro de los vagones, le siguieron, dejando la estación completamente vacía.
Gentle respiró aliviada. Lo último que deseaba era correr riesgos, y menos aún teniendo a Reddish colgando del cuello en su mochila porta-bebés. Y tampoco quería arriesgar la vida de ese capitán, pues, según se había comportado con los viajeros del tren que estaban empezando a salir, distaba mucho de la actitud que habían mantenido con ella los soldados, asesinos y cazarecompensas, a lo largo de toda su vida. Parecía que, por fin, había tenido lugar un cambio importante en Equestria y, sobre todo, en el corazón de la Princesa Celestia… Ese capitán no era despiadado y, si en algo Gentle se sentía orgullosa, era que en toda su vida nunca había matado a un ser inocente.
Se levantó y bajó lentamente la escalerilla, para no despertar a la pequeña. Cuando llegó a la rejilla del vagón, la locomotora tocó el silbato y el tren empezó a acelerar. Entonces la unicornio de dos colores se apresuró a saltar al andén. Después miró hacia atrás y sonrió ligeramente ante la triste ironía: tanto la subida al tren como la bajada había sido accidentada, como accidentada habían sido tantas cosas en su vida.
Y pensó, durante un instante, en lo que había ocurrido en ese andén. Estaba segura de que el mensaje que había recibido el Capitán de la Guardia Real había sido lo que la había salvado, y sabía perfectamente quién lo había enviado: Wise Words. Por lo tanto, él estaba tras su pista y, aunque el sitio más cercano donde podría haber enviado ese mensaje estaba aún lejos, en Ponyville, probablemente habría hecho todo lo posible por estar ya camino de Canterlot. Así que disponía de poco tiempo para llevar a cabo su cometido.
Entonces Gentle entrecerró los ojos. Seguramente Wise quería que ella lograse su objetivo. Pero, ¿y si lo que intentaba ese semental era eliminar la competencia, para ser él el que la cazase? Si eso era lo que Wise pretendía, ella presentaría batalla.
Muffled sujetaba la palanca de aceleración, tal como le había enseñado Wise, mientras él se ocupaba de echar, mediante paladas, el carbón a la caldera. Apenas acababan de salir de la estación de Ponyville cuando Muffled empezó a hablar, aprovechando que estaban los dos solos en la locomotora.
—¿Por qué? —preguntó.
—¿Por qué qué? —inquirió a su vez Wise.
—¿Por qué me has contado todo esto? —reiteró otra vez la jefa de mineros—. Parece la típica información que no debería saber nadie… Ya sabes, alto secreto o algo así.
El semental se rió.
—No te preocupes —respondió—, no es más que información reservada, y tengo potestad para contártelo —entonces se puso serio—. Te lo he contado porque necesito que lo recuerdes —exclamó.
—¿Que lo recuerde? —interrogó Muffled—. En ese caso, no te preocupes, no creo que lo que me has dicho se me olvide fácilmente.
—No es eso —contestó Wise—. Aunque he decidido que, cuando volvamos, revertiré el hechizo en todos los miembros del Consejo, en las amigas de Gentle y, por supuesto, en ti.
—¿Qué hechizo? —la jefa de mineros se extrañó.
—Gentle ha estado viviendo en el terreno donde se asienta Northwest Mines Town desde antes de que éste se empezase a construir —explicó el semental—. Pero ninguno de sus habitantes se ha percatado de ello. Para todos, Gentle es una extraña unicornio con una edad equivalente a la que aparenta. Ese efecto es la consecuencia directa de un conjuro modificado de olvido, lanzado por uno de los primeros colonos, bajo la orden directa de la Princesa Celestia.
+Este hechizo se lanzó por precaución, tanto de todos con respecto a Gentle, como de ella con respecto a los demás. Cada cierto tiempo, todo aquel que esté en el pueblo, olvida el verdadero pasado de Gentle… Mejor dicho, devuelve su memoria a un punto inicial. De esa forma, todos siguen conociéndola, a la vez que "adquieren" una historia patrón sobre ella, que es la que todos "hemos oído alguna vez". De esa forma, cada uno se olvida de lo que realmente es.
—Que sepas que eso es algo horrible y cruel —fue la respuesta de Muffled.
—Pero necesario —comentó Wise—. Imagínate que Gentle está conspirando para rebelarse otra vez. Con el hechizo activado, sus seguidores olvidarían todos los planes antes de ejecutarlos, por lo que Equestria volvería a estar a salvo. Además, Gentle también se ve afectada por el hechizo, por lo que, de esa forma, puede disfrutar de una vida más o menos apacible, una y otra vez… Aunque últimamente se comporta como si hubiese superado el hechizo, cosa que debo confesar que me aterra... —el semental tiritó de miedo, resaltando sus palabras—. No me gustaría nada tener que enfrentarme a una de sus grandes estrategias.
—¿Estrategias? —la jefa de mineros se extrañó—. Vale que es un poco autoritaria y orgullosa, pero no me la imagino dando órdenes y diseñando tácticas.
—Pues lo es… —respondió Wise—, y una de las mejores que jamás hayan existido. Deberías saber que, cuando se rebeló contra la Princesa Celestia, ésta mandó sus tropas para repelerla. Tuvieron lugar varias batallas, y Gentle, junto con un grupo de apenas cinco seguidores, vencieron en todas y cada una de ellas.
+Aunque también es verdad que me habría encantado haber sido testigo de la última de esas contiendas, antes de la lucha final… Más de cinco mil soldados reales contra seis ponis… —exclamó el semental, con un deje de admiración—. Desgraciadamente, nunca sabré qué estratagemas usaron Gentle y sus seguidores, pues la Princesa Celestia se encargó personalmente de borrar toda huella de la existencia de Gentle. Ni siquiera yo sé exactamente qué es lo que ocurrió.
—¿Por qué ha hecho eso la Princesa Celestia? —preguntó Muffled—. Como tú bien dirías: "Si olvidas el pasado estás condenado a repetirlo"…
—Por seguridad —contestó Wise, volviendo a adquirir un tono neutro—. A pesar de que ya habían tenido lugar varias rebeliones, éstas no llegaron muy lejos. Gentle, su antigua aprendiz, estuvo demasiado cerca de derrocar a la Princesa Celestia. Por eso borró todo lo referente a ella, para evitar que hubiese más sublevaciones siguiendo el mismo estilo.
Muffled, pensativa, se asustó.
—Si borró todas las huellas de la existencia de Gentle... —dijo, temerosa—, ¿qué pasó con su familia? ¿Y con sus amigos? ¿También los... borró?
—No te preocupes —el semental intentó tranquilizarla—, solo recibieron órdenes estrictas de no hablar jamás de ella. Incluso se inventó una historia para su falso funeral… Un funeral en el que únicamente asistieron las dos Princesas. Ni sus padres, ni su hermano, ni sus amigos quisieron presentarse. Unos renegaron por temor a ser represaliados, otros, lo hicieron avergonzados por haberla conocido.
—Eso es horrible —la jefa de mineros bajó la mirada—. Que tus seres queridos te odien hasta tal punto de no querer saber nada de ti debe ser espantoso.
—Sin duda —Wise también bajó la mirada.
Se hizo un pequeño silencio, que aprovecharon para seguir alimentando la locomotora. Poco después, volvió a hablar Muffled:
—¿Sabes una cosa? —preguntó—. Deberían haber venido las amigas de Gentle, por si ella necesita hacer algún hechizo.
—¡NO! —gritó Wise, asustando a la yegua. Entonces se tranquilizó y continuó hablando—. Las he mandado expresamente a otros lugares para impedir que Gentle pueda usar su magia.
—¿Por qué has hecho eso? —Muffled miró fijamente a los ojos del poni—. Junto a sus amigas, Gentle tendría más posibilidades de entregar a Reddish sana y salva. Recuerda que para eso ha ido a Canterlot, ¿no?
—Pero quiero que la Princesa Celestia vea con sus propios ojos a la Gentle que vemos tú y yo todos los días —fue la respuesta de Wise—. A la Gentle tan peligrosa como un gatito asustado, incapaz de conspirar contra ella; a la Gentle desprendida que regala un sistema avanzado de televisión a todo el pueblo, únicamente porque "nos hemos portado bien"; a la Gentle que dona dinero para Northwest Mines Town para la estatua de la plaza o la restauración de Cirrus Merlon.
—Comprendo… —la yegua volvió a bajar la mirada—, Y, para que la Princesa Celestia vea eso, Gentle no debe poder defenderse, ¿verdad?
—Exacto —Wise entrecerró los ojos—. Solo espero que lleguemos a tiempo a Canterlot —exclamó, echando otra palada de carbón a la caldera.
Hubo un gran silencio en la locomotora.
Esta vez fue Wise quien lo cortó finalmente.
—Hay algo aún más importante que tener que impedir que la Princesa Celestia y Gentle se encuentren —dijo, otra vez con un semblante reflexivo—, y es evitar, por todos los medios, que Gentle y la Princesa Luna se vean.
—Sé que me voy a arrepentir de la respuesta —comentó Muffled—, pero... ¿Por qué?
—Porque, si bien Gentle y la Princesa Celestia son enemigas, con la Princesa Luna tenía una gran amistad… —respondió el semental—, hasta que Gentle fue traicionada por ésta, al impedir que derrocase a la Princesa Celestia.
+Exacto —continuó Wise, viendo que Muffled arqueaba las cejas—, Gentle no venció porque la Princesa Luna apareció en mitad de la batalla final. Pero esta última, totalmente arrepentida de su acción, pues la Princesa Celestia seguía siendo tiránica, liberó a Gentle de su prisión, tiempo después. La Princesa Celestia, al enterarse, entró en cólera y lo pagó con su hermana menor… Y, por eso mismo, la Princesa Luna terminó convirtiéndose en Nightmare Moon, alegando que, si su hermana mayor se autoproclamaba "La luz del día", ella cambiaría las tornas para gobernar en solitario, es decir, "La noche eterna" —el semental paró de hablar, continuando un segundo después, al percatarse que la jefa de mineros había comprendido la verdad sobre ese hecho—. Sin embargo, la Princesa Luna no sabe que Gentle es inmortal. Cree que hace mucho tiempo que Gentle falleció.
—Siempre había creído la historia oficial sobre la transformación de la Princesa Luna en Nightmare Moon —comentó Muffled, con una mezcla de tristeza y rabia—. Ya sabes, que estaba harta de que los ponis durmiesen mientras ella estaba despierta y sintiéndose tan sola… Te agradezco que me hayas dicho la verdad.
—Pero... ¿Quién te crees que le dio la idea de la noche eterna? —preguntó irónicamente Wise—. Fue Gentle, cuando la Princesa Luna le quitó la transformación en poni.
La jefa de mineros abrió los ojos como platos.
—¿Gentle fue convertida en estatua? —inquirió—. ¿Pero cómo…?
—Todos los enemigos de la Princesa Celestia recibían, antiguamente, ese castigo — aclaró el semental—. Y eran expuestos, sin que nadie más que las dos Princesas supiesen la verdad, en el Jardín Real. De hecho, aún hoy, muchas de las estatuas que hay, tanto alrededor del laberinto como dentro de él, son realmente ponis petrificados.
—¿¡Pero cómo puede alguien consentir esto!? ¡Es... Es horrible! —Muffled no podía creérselo.
—No te preocupes —añadió Wise—, en realidad esos ponis no sienten nada… Para ellos, es como si el tiempo hubiese sido completamente parado. Es algo que se comprobó específicamente después de la liberación de Gentle…
—¿Por qué… ? —Muffled preguntó, sin ánimos para terminar la cuestión—. ¿… Se comprobaron?
—Verás… —el semental volvió a bajar la mirada, totalmente avergonzado—. Poco después de que la Princesa Luna liberase a Gentle, la Princesa Celestia descubrió que ésta había sido plenamente consciente de absolutamente todo durante todo el tiempo que estuvo atrapada… Debió de ser realmente horrible... Descubrir que uno es incapaz de moverse, incapaz de hablar, incapaz de morir…
—¡Eso es monstruoso! —Muffled estaba con su mandíbula espasmódica, a punto de llorar—. ¿¡Cuánto tiempo estuvo sufriendo así!?
—Aproximadamente… —Wise apenas emitió un pequeño hilo de voz—, doscientos años.
En ese momento, la yegua soltó instintivamente la palanca y se apoyó en el lateral de la locomotora, totalmente derrotada. Se llevó los cascos a sus húmedos ojos, intentando concebir mínimamente la clase de horrorosa atrocidad había sufrido Gentle en su estado petrificado. Era algo imposible de imaginar, de percibir, de abarcarlo. La jefa de mineros sintió que era algo completamente inabarcable, un horror sin igual. Era como marcar a fuego una mortal herida en un alma pura, hasta dejarla convertida en una masa sanguinolenta. Y pensar que ella esa misma mañana ella quería haber golpeado a la unicornio de dos colores…
Entonces se echó a llorar como una potrilla, incapaz de comprender… Wise se mantuvo en silencio, cabizbajo.
—¡PERO ESO ES DEMASIDO CRUEL! —gritó Muffled de repente, mientras las lágrimas le caían por las mejillas—. ¡CÓMO PUEDE SER TAN PERVERSA LA PRIN… ESE MONSTRUO!
—Por eso se hizo la comprobación —susurró el semental—. Se liberó al resto de cautivos y se descubrió que ellos no habían percibido nada… A todos, menos a Discord...
+De todas formas, como te he dicho, esa aberración se descubrió después de que Gentle fuese liberada, por lo que la Princesa Celestia no fue la culpable —exclamó, con un tono más fuerte—. Solo se le puede achacar ese hecho a lo que hicieron los Elementos de la Armonía con ella… Y por eso creo que la misión que tiene ella es destruir los contenedores y liberar a los Señores Elementales, ya que… ¿qué mejor forma de fomentar el odio hacia los Elementos de la Armonía que haciéndola sufrir así?
+Desgraciadamente, ella cree que todo lo ocurrido fue por culpa de la Princesa Celestia. ¿Comprendes ahora la magnitud del odio que tiene Gentle? —los ojos de Wise también se humedecieron—. Y, precisamente por eso, lo que Gentle está haciendo, al entregar a Reddish a su mayor enemiga, es el acto más generoso, noble y hermoso que un poni puede hacer.
En ese momento Muffled se levanto y, decidida, volvió a coger el mando, moviéndolo, con todas sus fuerzas, a la posición más veloz.
—¡Wise! —exclamó, aún llorosa—. ¡Pon todo el carbón que puedas! ¡Quiero llegar lo antes posible a Canterlot! ¡Vamos a acompañar a Gentle al Palacio Real, y ni todo el ejército de Equestria lo va a impedir!
Éste empezó a llenar la caldera y sonrió: Muffled al fin lo comprendía.
Gentle paseaba cuidadosamente por Canterlot, a la vez que admiraba cómo había cambiado todo. Por todas partes había palacetes y casas señoriales. Era todo lo contrario de Northwest Mines Town, donde cada casa era un calco a la anterior, así como de la siguiente. Todo en ese pueblo minero era deprimente, con sus colores oscuros, exactamente igual que su corazón… Sin embargo, cada edificio en Canterlot era de un color y tamaño diferente a los que le rodeaban. Era todo tan… espectacular.
En cambio, los ponis eran otra cosa. Unos la miraban con cara de extrañeza, otros de desagrado y algunos directamente cruzaban la calle para no pasar junto a ella. "Panda de estúpidos", pensó, "Se creen mejor que el resto únicamente porque exhiben las riquezas que tienen, con el único interés de mantener sus patéticas relaciones entre ellos… Si supiesen de que tengo más riquezas y posesiones de lo que nunca podrían imaginar sus penosas mentes, se tirarían a mis cascos y me alabarían… Me dan asco".
A pesar de que Canterlot había cambiado completamente desde la última vez que estuvo allí, el Palacio Real seguía enclavado en el mismo sitio, así que se dirigió directamente hacia ese lugar. Reddish de repente despertó y, cogiendo un mechón de crin de Gentle, comenzó a chuparlo y a masticarlo al mismo tiempo. La bebé dragón tenía hambre y la gema que había traído tenía ya los bordes romos. Gentle, preocupada por la pequeña, miró a su alrededor alrededor y descubrió una joyería. Sonriendo, se desvió hacia ella y entró, tapando lo más posible tanto su cuerpo como la mochila porta-bebés.
—Buenos días —dijo el vendedor, un amarillento pegaso de edad avanzada.
—Buenos días —respondió la unicornio de dos colores—. Necesito polvo de gema…
—¿Polvo de gema? —el joyero se extrañó, hasta tal punto que se rascó su crin marrón—. No es una petición normal, pero creo que tengo algo por aquí —se agachó y cogió un pequeño saco. Entonces lo abrió, mostrando su contenido a Gentle. Efectivamente era polvo de gema. De varias gemas, de hecho.
—Perfecto —la unicornio sonrió y pagó todo el polvo de gema, dejando una pequeña bolsa con dinero encima del mostrador.
—¿Sabe una cosa? —dijo el joyero—. El polvo de gema no tiene muchas utilidades hoy en día. Que yo sepa, únicamente se usa para reparar gemas, y solo conozco a dos yeguas que lo usen: mi suegra y mi hija. Por eso tenía este saquito, por si lo necesitaban… —en ese momento el joyero bajó la mirada, apenado—. Mi pobre hija... Espero que le vaya bien en ese pueblo minero… La echo tanto de menos…
Gentle supo que se refería a Shiny Eyes. Por lo tanto, ese vendedor entrado en años debía ser su padre. Entonces giró la cabeza y observó la tienda. Por aquí y por allá había grietas y desconchones. Y, por algunas partes, la pared estaba desnuda, sin género delante. La unicornio frunció el ceño, contrariada: esa tienda estaba de capa caída y probablemente no tardaría mucho tiempo en cerrar. Gentle entrecerró los ojos. ¿Cómo podía permitir la Princesa Celestia que el padre de una de las seis de Northwest Mines Town pudiese vivir tan decrépitamente? ¿Acaso solo le daba una segunda oportunidad a ella, ignorando a las demás del grupo? Eso no era justo.
Apretando los dientes por la rabia, Gentle miró fijamente al vendedor.
—Veo que no te va muy bien el negocio —espetó.
—He conocido tiempos mejores —se lamentó el joyero, ignorando la furia de la unicornio—, solo es un pequeño bache…
La yegua de dos colores se dirigió a la entrada y miró el género expuesto en el escaparate. Quería saber el verdadero motivo por el que nadie entraba en esa joyería. No lo comprendía… las joyas expuestas eran de gran calidad, todo era completamente artesanal, y los precios de las joyas del escaparate no eran para nada caros. Entonces miró fuera… y lo comprendió: al otro lado de la calle, un poco más allá, había una gran joyería. Curiosamente, ella había pasado por delante y no se había dado cuenta de su existencia; seguramente porque estaba demasiado ocupada intentando distraer a Reddish de su hambre. Entonces, entrecerrando de nuevo los ojos, se fijó mejor en el gran cartel de la otra joyería y sonrió irónicamente: era una de sus tiendas. Gracias a Shiny, ella había abierto una pequeña franquicia de joyerías. Pero, por casualidades de la vida, la tienda instalada en Canterlot estaba ahogando, por proximidad, el negocio familiar de Shiny… Y eso Gentle no lo iba a permitir.
—Le compro la joya más valiosa que tenga —expresó sin más dilación, dándose la vuelta, hasta mirar directamente al padre de Shiny.
—¿Có... cómo dice? —el vendedor no se creyó lo que acababa de oír.
—Voy a comprarle la mejor joya —repitió la unicornio—. No me gustan las injusticias, y esa tienda de ahí —señaló la otra joyería— seguramente vende más barato, quitándole los clientes, que ignoran de que sus joyas —se movió por delante de las vitrinas— son realmente artesanales, al contrario que las que venden allí. Probablemente lo único artesanal que tengan ellos sean las gemas, porque estoy segura de que los aros y colgantes las comprarán al por mayor, sin importarles que la calidad, no como éstas —señaló unos anillos que se veían en el mostrador que estaba debajo del vendedor—. En cambio, yo aprecio la calidad, y estas joyas son una verdadera obra de arte de orfebrería. Por tanto, dígame el precio de la mejor joya que tenga, se la compro ahora mismo.
Perplejo, el joyero cogió una diadema, un colgante y dos pulseras de pata, que pertenecían a un mismo conjunto. Dijo un precio y Gentle, sacando la bolsa, la abrió sobre el mostrador y contó por encima, descubriendo que tenía dinero más que suficiente para la transacción. Sacó unas pocas monedas, que guardó en el zurrón y dejó la bolsa sobre el mostrador. El comerciante contó el dinero y se dio cuenta que había más dinero del que había pedido, por lo que retiró las monedas sobrantes y las deslizó sobre el mostrador hacia Gentle, que rechazó dichas monedas.
—Un pequeño pago por las molestias —dijo la unicornio—. ¿Tiene un probador privado? —comentó a continuación—. Quiero llevar el conjunto puesto, pero...
—Comprendo —respondió el joyero—, prefiere permanecer oculta… —continuó, señalando una pequeña cabina al fondo de la tienda, tapada con una cortina.
Gentle sonrió. Las joyas le quedaban realmente perfectas, al menos así lo veía a través del espejo instalado en el probador, así que se puso de nuevo la túnica por encima, mientras Reddish reía gozosamente viendo a dos Gentles, la que le sujetaba y la del reflejo… y a esta última intentaba alcanzarla con su pequeña garrita.
Cuando la unicornio salió de la tienda quedó pensativa: la solución que había dado al padre de Shiny era algo temporal, pan para hoy y hambre para mañana. Sentía que no era suficiente, y decidió inmediatamente lo que iba a hacer: comprar esa tienda. Shiny no sabía la situación en la que se encontraba su familia, y era por culpa suya que se encontrasen así. Por lo tanto, cambiaría ligeramente su estilo de franquicia: en vez de montar tiendas de la nada, compraría tiendas establecidas y las franquiciaría, aportando múltiples ventajas a sus dueños y trabajadores, que seguirían trabajando y aportando su gran experiencia en el sector, aunque al final producirían para ella.
A continuación, se dirigió hacia el Jardín Real para darle el biberón a Reddish, que se empezaba a mover nerviosa. Por suerte, conocía un sitio donde seguramente los ponis no se acercarían e incluso, con suerte, nadie miraría hacia donde pensaba colocarse: justo delante de la estatua de Discord. Pero para llegar al Jardín Real tendría que dar un pequeño rodeo, pues la afluencia de soldados reales en las inmediaciones de palacio era bastante más alta que en el resto de la capital.
Afortunadamente, la unicornio de dos colores no se encontró con ningún obstáculo por el camino. Al llegar, miró hacia todas y cada una de las estatuas, con un gesto anhelante y escrutador: ¿Cuáles serían estatuas reales y cuáles eran ponis transformados en piedra? Los ojos de Gentle se humedecieron al ver el dantesco paisaje. Los recuerdos de su estancia en ese lugar, junto con las horribles sensaciones que los acompañaron, inundaron su mente… Y ahora era ella la que estaba del otro lado, observando aquellas moles de piedra de vivos corazones, pertenecientes a seres que lucharon por sus ideales, y tuvieron la osadía de perder contra la maldad en estado puro. Tantas vidas truncadas, tantos deseos deshechos y tanto resentimiento en ese jardín... ¿Cómo era posible que nadie hubiese vengado esta afrenta, destruyendo a la perversa instigadora de tal terror interminable? La unicornio volvió a mirar hacia las estatuas, y otra vez volvió a bajar los ojos. Era demasiado triste, demasiado descorazonador… y ella estuvo atrapada en ese jardín durante demasiado tiempo…
Pero debía hacerlo. Tenía que alimentar a Reddish. Se lo debía a ellos, a todos y cada uno de los atrapados en ese terreno de latente horror: donde la existencia de los demás se apagarían en el olvido, una vida nueva sería alimentada para ser recordada eternamente.
Se sentó delante de la estatua de Discord. A diferencia de los demás, a él no le tenía tanto respeto. Con los ojos entrecerrados, Gentle giró la cabeza hacia el Draconequus.
—Hola… monstruo —espetó Gentle, levantándose y acercándose al malvado ser—. He vuelto después de todo este tiempo y veo que sigues tan repulsivo como siempre.
Ante el silencio que le devolvió la estatua, la unicornio bufó y, dándose la vuelta, volvió a acercarse al banco. Lentamente se quitó las joyas y las metió en el zurrón. A continuación preparó el biberón, cogiendo agua de una fuente cercana, poniéndole un poco de leche en polvo y espolvoreando sobre el frasco un poco de polvo de gema. Cerró el biberón con la tetina y lo agitó, ajustándolo al cinturón. Seguidamente sacó a Reddish del porta-bebés y se la colocó entre las patas delanteras. La bebé dragón empezó a chupar entonces la tetina del biberón con avidez, deseando calmar su hambre.
—¿Sabes, Discord? —preguntó Gentle, sin mirar a la estatua—. Durante demasiado tiempo, hasta que me quedé ciega, tuve que soportar la peor vista de todas: la de tu feo culo. Eso fue, sin duda, lo peor de mi castigo, estar observándote durante décadas, emponzoñando mis ojos con tu horrible forma. Te odio. Gracias a ti empezó mi desgracia —miró alrededor por si había miradas indiscretas y, al no descubrir a nadie, continuó—. Te odio casi tanto como a la Princesa Celestia.
Cuando Reddish terminó el biberón, Gentle se la llevó al hombro, enfocando su espada a la estatua.
—Ojalá ardas en el infierno, Discord —dijo, furiosa.
Sin embargo, la llama que emitió Reddish fue demasiado débil, llegando apenas a un palmo de distancia. De todas formas, únicamente habría ennegrecido ligeramente la pátina pétrea que recubría al Draconequus. Lentamente, Gentle puso a Reddish otra vez en la mochila porta-bebés y se levantó. Se giró y miró directamente a Discord, con los ojos entrecerrados. Cogiendo saliva, escupió hacia él, impactando de lleno en la pata de cabra.
—Púdrete, maldito engendro… —susurró la unicornio.
Y, poco a poco, Gentle se dirigió hacia el Palacio. La parte más difícil de su misión empezaba ahora. Cualquiera en su interior era un potencial enemigo para ella y, por extensión, para Reddish, por lo que tendría que emplearse a fondo ahí dentro. Con un largo suspiro, cerró los ojos. Al volver a abrirlos, arrugó su morro. Estaba dispuesta a entrar al Palacio. Estaba dispuesta a enfrentarse a sus enemigos. Y, por supuesto, estaba dispuesta a defender a la pequeña de todo peligro… Y no tendría piedad de todo aquel que se pusiera en medio.
CONTINUARÁ