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Parallel Stories

by SrAtomo

Chapter 18: 1x11 - Reddish - Parte 4

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Todos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.

Este es un fanfic de fan para fans.

Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...

+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:

-Daniel Campos Fernández - Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).

-LloydZelos, Volgrand y Unade - Revisión.

+Y a vosotros, los lectores, que estáis a las duras y a las maduras.

Espero que os divirtáis tanto leyendo como lo hice yo escribiéndolo.

Este es un capítulo especial, el cual he dividido en cuatro partes para su mejor lectura (en total son algo más de 30.000 palabras y 66 páginas).


Tags: [Sad/Triste] - [Dark/Oscuro] - [Adventure/Aventura] y un poco de [Tragedy/Tragedia] - [Comedy/Comedia] - [Romance/Amor]


MY LITTLE PONY

PARALLEL STORIES

Chapter 1x11

Reddish

Parte 4

Muffled soltó poco a poco la palanca de velocidad para frenar la locomotora, tal como le había indicado Wise, quien a su vez estaba apagando, con la parte plana de la pala, los rescoldos que aún ardían en la caldera. Al fin estaban en la Estación de Canterlot.

—Antes de bajar —dijo el semental—, me gustaría decirte por qué es tan importante que conozcas todo lo referente a Gentle.

—Que sea rápido —Muffled se quejó, torciendo el gesto—. Ahora mismo ella puede estar acorralada ahí fuera —exclamó, señalando un punto indeterminado dentro de la capital.

—De acuerdo… —Wise empezó a hablar—. Verás… Han robado, por toda Equestria, diversos objetos muy muy valiosos.

—¿Y? —preguntó la jefa de mineros, contrariada.

—Esos objetos tienen un punto en común: Gentle —el semental se apresuró a contar—. Y, aunque por el momento ignoramos quiénes han sido, creo saber qué es lo que pretenden… Desean el retorno de Blinking Darkness.

—¿Blinking… qué? —Muffled se extrañó.

—Blinking Darkness es el nombre que adoptó Gentle cuando se rebeló contra la Princesa Celestia —respondió Wise—. Por lo visto, nuestra querida monarca no fue tan estricta a la hora de eliminar todo sobre la vida de su aprendiz, o bien quedó algún familiar o amigo de sus cinco seguidores sin "tratar". Seguramente, la idea de rescatar a Blinking Darkness para derrotar a la Princesa Celestia haya sido transmitida de generación en generación como una necesidad latente.

—Pero ahora la Princesa Celestia ha cambiado y se ha vuelto bondadosa, tal y como quería Gentle, ¿no? —preguntó la jefa de mineros.

—Exactamente —contestó el semental—. Por eso no comprendo por qué lo están haciendo. La única explicación es que la información que tienen sobre ella no sea acorde con la realidad. Seguramente piensen que lo que pretendía Blinking Darkness era lograr un reinado basado en la oscuridad y el odio, aunque en realidad precisamente fue contra eso por lo que ella se rebeló.

+Entonces, puedo decir que hay una buena noticia y una mala. La buena es que sabemos cosas que ellos no saben, y nos da una pequeña ventaja… La mala es que son fanáticos cuyas creencias se basan en una mentira, y eso los hacen extremadamente peligrosos.

+De todas formas, no me consta que hayan contactado con Gentle, por lo que probablemente ignoren que ella es "su" Blinking Darkness. Estoy seguro de que piensan que está exiliada en otro país o incluso en otro plano de existencia.

—¿Plano de existencia? —inquirió Muffled.

—Es algo demasiado complejo como para explicarlo en pocas palabras… —fue la respuesta del semental—. Solo espero que, si no tenemos éxito en atraparlos, no lleguen a convencer a Gentle para que base su magia en el odio puro…

—¿Por qué? —interrogó la jefa de mineros—. ¿Tan malo sería?

Wise miró fijamente a Muffled.

—Verás… —empezó a decir el poni—, para aprovechar mejor el poder de la magia, se usa, aparte de los sentimientos, el tiempo que se mantiene intacto dicho sentimiento. Es decir, cuanto más tiempo, más poder mágico. Gentle, cuando se rebeló contra la Princesa Celestia, tenía un poder basado en el rencor, pero de "apenas" unos meses... y estuvo a punto de vencer. Entonces, imagínate el poder que sería capaz de generar usando una energía basada en el odio puro, e incubado durante más de mil doscientos años… No quiero ni imaginármelo.

+Por eso te he contado todo esto. Necesito tu ayuda, la del Consejo e incluso la de todo Northwest Mines Town. Si, tal como creo, todos los objetos robados han sido elegidos porque están relacionados con Gentle, es casi seguro que robarán algo en Northwest Mines Town, bien en el pueblo, en la mina, o en los alrededores… Y hay que impedirlo a toda costa.

—Pero si Gentle decide escoger la senda del odio puro… Le podrá parar la Princesa Celestia o las seis de Ponyville, ¿no? —sugirió la jefa de mineros.

—¡No! —negó categóricamente Wise—. Las seis de Ponyville apenas han empezado a usar la magia basada en la amistad… No serían rivales para una Gentle con tal poder. Y la Princesa Celestia… Digamos que, al cambiar su base mágica, su sistema de asimilación de magia se reseteó. Apenas cuenta con trescientos años de poder, y encima basado también en la amistad, cuyo aprovechamiento de magia es bastante menor que el del odio puro. Gentle literalmente pasaría por encima de todas ellas.

—¿Y los Elementos de la Armonía? ¿No contienen los seres más poderosos que jamás han existido sobre la faz de este mundo? Podrían usarla contra Gentle, ¿no? —volvió a preguntar Muffled.

—El contenido sí es extremadamente poderoso —contestó el semental—, pero el continente se basa en el poder de la conexión con sus portadoras… Es decir, ahora mismo, los Elementos de la Armonía son tan poderosos como las unión de amistad que tienen entre sí las seis de Ponyville. Es decir, serían como un juguete enfrentándose a un cañón.

+Además… —Wise entrecerró los ojos—, antes no te lo he contado todo… Hace aproximadamente trescientos años, la Princesa Celestia, junto a su nuevo aprendiz, atacó otra vez a Gentle, frente a lo que hoy es la mina del pueblo…

+Diciéndolo suavemente: ¿Nunca te has preguntado de quién es la tumba desconocida del cementerio? El pobre aprendiz pagó con su vida la negativa de los Elementos para atacar a su elegida, a Gentle Colors. El desgraciado ardió hasta la muerte, ante la sorpresa de las dos yeguas, que no pudieron hacer nada por salvarle.

+Es decir, cualquier ataque que se haga ahora mismo contra Gentle, usando los Elementos de la Magia, conllevará a un mismo camino: la destrucción de una, de varias o de todas las portadoras de los Elementos. Digamos que los Señores Elementales son muy celosos con su elección.

+Pero dime, Muffled… ¿Me ayudarás a proteger Northwest Mines Town, Equestria y el mundo entero contra la posibilidad de la destrucción total, incluso si para ello pueda correr un gran peligro, o incluso morir, cualquiera de nosotros? —preguntó Wise, con un gesto solemne, mientras le ofrecía a la yegua el casco como señal de protección.

Muffled comprendió entonces que estaba metida en mitad de una gran conspiración, del que podría salir malparada. Miró al suelo, pensativa. Entonces alzó la vista hasta encontrarse con los ojos de Wise y, apretando los dientes, afirmó con la cabeza.

—Gracias… amiga —declaró el semental, chocando los cascos con la jefa de mineros—. Y ahora, vamos a buscar a Gentle antes de que sea demasiado tarde…


Esa parte del lateral del Palacio Real era, con diferencia, la menos vigilada. Gentle esperaba que, al igual que el Palacio original, ésta tuviese una entrada secreta en el mismo lugar, pues cualquier otra forma de entrar sería prácticamente un suicidio, sobre todo la entrada principal, donde un regimiento entero la habrían cerrado el paso nada más poner un casco en él.

Esperó pacientemente hasta el cambio de guardia, que no tardó mucho en producirse. En el momento preciso, salió de entre los arbustos donde había permanecido escondida y se pegó a la pared. Tanteó con sus cascos, tan rápido como pudo, la ubicación de la posible entrada oculta. Cuando la encontró, sonrió. Entonces deslizó su pata dos baldosas hacia arriba y dos a la izquierda y pulsó con suavidad la siguiente losa. Mientras se abría lentamente la entrada secreta, Gentle supo que todo sería más fácil.

El interior del pasadizo era oscuro y lleno de telarañas. Cuando volvió a cerrar la entrada, tanto ella como Reddish se quedaron a oscuras. Gentle sabía que debía evitar, a cualquier precio, que la pequeña dragoncita exhalase fuego en esa pequeña galería. Intentó rememorar la longitud y recorrido de esa entrada secreta y, sobre todo, a qué habitación del Palacio desembocaba. Recordó entonces cómo la Princesa Luna se lo mostró un día, entre risas, para escapar de las aburridas lecciones de la Princesa Celestia, y así disfrutar de una soleada tarde en el Jardín Real. Aquellos eran buenos tiempos, sin duda. Buenos tiempos que, por desgracia, jamás regresarían.

Pero al fin consiguió generar un mapa mental del túnel, aunque debía avanzar a oscuras, pues la cantidad de telarañas presentes en ese lugar hacía imposible cualquier tipo de fuente de luz no mágica y, aunque pudiese hacer un hechizo, estaba segura de que el interior del Palacio tenía algún tipo de alarma que la detectaría de inmediato. Afortunadamente, precisamente a la misma existencia esas telarañas, Gentle supo que esa entrada no había sido utilizada en años, por lo que seguramente nadie se esperaría que lo hiciese ella.

Avanzó, arrastrándose, poco a poco, ocultando su cuerpo con la túnica y, sobre todo, protegiendo con ella a Reddish: cualquier roce o cosquilleo en el cuerpo de la pequeña podría asustarla o molestarla hasta tal punto que, para defenderse instintivamente, la dragoncita lanzase fuego, convirtiendo el túnel en una trampa mortal. Llegaron entonces al final de la galería, topándose con una pared. Gentle entonces dudó. ¿A qué habitación conectaría? Sabía que, en el otro Palacio, comunicaba con un salón de grandes proporciones, pero sin utilidad… a una habitación perdida de un Palacio magnífico y estúpidamente grande. Pero seguramente, en este nuevo emplazamiento, llevaría a otro lugar totalmente diferente. De todas formas, solo había una forma de comprobarlo.

Sin embargo, debía ser muy cuidadosa al abrir la portezuela. Podría ser que al otro lado estuviese la sala de guardias o algo mucho peor, el Salón del Trono. Poco a poco empezó a mover la abertura hasta que entró una leve línea de luz, entonces paró y miró por esa leve rendija. Aunque no vio a nadie, observó que la habitación que había a continuación parecía ser el mismo salón sin uso que recordaba del otro Palacio.

Abrió del todo la puerta secreta y ojeó hacia todos lados. El lugar estaba completamente desierto. Afortunadamente, el ruido de los goznes de la entrada secreta no había alertado a nadie. Cerró la portezuela hasta su posición original y avanzó silenciosamente hasta una puerta. Detrás de ella, en el antiguo castillo, cruzaba un pasillo muy transitado, así que no quiso arriesgarse y, dándose la vuelta, se acercó a otra puerta que, según rememoraba, llevaba a otra sala sin uso. Al menos, así debería ser, siguiendo el plano del antiguo Palacio.

Se acercó a la última puerta y miró por el ojo de la cerradura. La siguiente habitación estaba igual de desierta que en la que estaba, por lo que abrió el portón rápidamente y lo cruzó, cerrándolo por detrás de ella. Localizó las diferentes puertas y volvió a fijar un plano mental de esa ubicación dentro del antiguo Palacio.

Pero tenía que llegar a un sitio en concreto para dejar a Reddish, no vagar sin rumbo fijo, como estaba haciendo, así que se quedó pensativa durante unos momentos, intentando situar dónde debía estar la habitación de la Princesa Celestia. Era, sin duda, la mejor opción, ya que pronto anochecería y la Monarca de Equestria se iría a descansar, suponiendo, claro está, que hubiese delegado ya a su hermana menor el derecho a levantar la Luna. Pero, ¿y si no lo había hecho? Tendría entonces que llamar, de alguna manera, la atención sobre esa habitación, para que descubriesen a la bebé dragón lo antes posible. El problema sería cómo escaparía ella de esa trampa.

Eligió una puerta en concreto, sabiendo que, si todo el Palacio había sido un calco exacto del anterior, irían, dando un pequeño rodeo, a la habitación de la Princesa Celestia. Un rodeo que le aseguraría pasar lo más desapercibida posible dentro de un palacio fortificado.


—Nunca antes había venido a Canterlot —Muffled estaba impresionada ante tanta opulencia, hasta tal punto que se sentía incómoda y mareada—. Es todo tan… Espectacular…

—No dejes que te engañe —declaró Wise—, es la capital del Reino y, como tal, debe ser exasperadamente pomposa.

Los dos trotaron a buen ritmo, con el semental al frente marcando el camino hacia el Palacio Real. Habían decidido empezar a buscar ahí a Gentle, pues seguramente ella intentaría entrar a su interior o, si aún no había accedido, esperarla en las inmediaciones para ayudarla con su misión en la medida de lo posible.

Recorrieron Canterlot en menos tiempo de lo que pensó la jefa de mineros, ya que Wise conocía perfectamente el recorrido. Una vez posicionados ante la puerta principal del Palacio Real, se pararon. Entonces, el poni volvió a quitarse la pieza de la armadura de su pata delantera izquierda y entró hasta el umbral, donde cuatro guardias le miraron inquisitivamente. A continuación, levantó la pata y la vista de los soldados retornaron inmediatamente al frente, para seguir protegiendo la entrada como si fuesen estatuas. Muffled, temblorosa, se acercó al semental, que se estaba volviendo a ajustar la armadura.

—Sonríe un poco... —dijo Wise, mirándola—. Eres la primera habitante de Northwest Mines Town que accede al interior del Palacio Real. Quizás, con suerte, llegues a cruzarte con la mismísima Princesa Celestia, aunque quizás, si tenemos aún más suerte, no llegaremos a verla.

—No te preocupes… —declaró la jefa de mineros—. Después de lo que me has contado, no tengo muchas ganas de encontrármela.

—Recuerda lo que te dije antes… —señaló el semental, empezando a abrir puertas al azar y mirando al interior de las habitaciones—: no hay que decirle a Gentle absolutamente nada de lo que te he contado. Tienes que actuar de forma normal cuando la veamos… Deberías saber que ella te respeta muchísimo y no soportaría que supieses la verdad.

—No parecía que me apreciase esta mañana, cuando me echó del Consejo del Pueblo —se quejó la yegua.

—Acuérdate de lo que Gentle confesó esta mañana en la plaza, antes de usar su magia —aclaró Wise—: "Siempre he deseado tener un bebé" —entonces hizo una pequeña pausa—. Debe ser muy difícil que, a su alrededor, se sucedan las generaciones, mientras ella se ve relegada al ostracismo. Al fin y al cabo, Gentle es una unicornio y, aunque en algunos aspectos es un ser prodigioso, en otros, no deja de ser una yegua, como todas las demás, con sus necesidades fisiológicas.

+Pero hoy todo eso ha cambiado. A todos los aspectos, Gentle ha dado la vida a Reddish: "Estaba a punto de morir, si no le llego a abrir el huevo…", dijo en la reunión. Y eso la convierte en la legítima madre de esa bebé —hizo otra pausa y miró hacia el suelo, apesadumbrado—. Esa pequeña dragona es su hija... Su auténtica hija… Pero ahora se ve obligada a apartar a Reddish de su lado y entregársela a quien ella odia con toda su alma, para quizás perderla para siempre. Es una decisión demasiado cruel, que no me gustaría tener que tomar jamás.

+Y tú, al culpar a Reddish de vivir, la heriste… —expresó el semental, mirando fijamente a Muffled—. Durante mucho tiempo, Gentle fue atacada de forma indiscriminada, sabiéndose ella culpable de lo que hizo antaño… Pero no pudo soportar que Reddish, siendo un ser inocente, fuese atacada de igual forma. Y menos que lo hicieses tú.

—Sé que hice mal al decir esas palabras… —Muffled bajó la mirada, arrepentida—. Fue todo tan… repentino… Lo único que quería era proteger Northwest Mines Town y protegernos a todos. Y ahora me doy cuenta de que es Gentle la que siempre nos ha protegido. ¿Qué derecho tengo a inmiscuirme en su cometido? Cuando la vea, me disculparé... Pero tenemos que encontrarla...

—Sé que ella también te pedirá perdón a ti —Wise sonrió.

—¿Por qué crees eso? —preguntó la jefa de mineros.

—Porque ella ve en ti a la figura maternal que siempre añoró tener desde que se rebeló, hace más de mil doscientos años… —respondió el semental—. Ahora, después de tanto tiempo, Gentle vuelve a ser feliz: tiene verdaderas amigas, tiene una madre —señaló a Muffled—, vuelve a tener poder y tiene la Equestria que tanto ansiaba conseguir…

En ese momento empezó a sonar una sirena de alarma. La yegua comenzó a trotar hacia su origen, pero Wise la paró:

—¡NO! —gritó—. ¡Si ha sido Gentle quien ha activado la señal, ya estará muy lejos!


Gentle al fin llegó al pasillo en el que, según al plano del antiguo Palacio, debería estar el Dormitorio Real de la Princesa Celestia. Había tenido que dar rodeos e incluso retroceder más de una vez, pues la cantidad de guardias, de personal de servicio y de visitantes era excesiva para esos tiempos de supuesta paz. Además, muchas de las habitaciones, pasillos y conexiones que había encontrado eran completamente diferentes a como recordaba, por lo que determinó que únicamente eran similares aquellas partes que la Princesa Luna solía frecuentar antaño. Entonces llegó a una conclusión: la Princesa Celestia había querido emular, dentro de lo posible, las partes del Palacio que más frecuentaba la Princesa Luna. Por lo tanto, desde el mismo momento en que se construyó este Castillo, la Monarca de Equestria tenía pensado perdonar a su hermana.

El pasillo, afortunadamente, estaba desierto, por lo que Gentle se acercó cuidadosamente hacia una puerta en concreto. Detrás de ella debería estar la Habitación Real, así que se situó delante de la entrada, miró hacia ambos lados del pasillo y, sabiéndose sola, observó a través del ojo de la cerradura.

Lo que vio la hizo sonreír: desde el pequeño agujero se veía una gigantesca cama, en cuyo dosel se vislumbraba perfectamente el símbolo de la Cutie Mark de la Princesa Celestia. Afortunadamente la ubicación de esa habitación era exactamente la misma en los dos Palacios.

Cogió con el casco la manija de la puerta y, con decisión, la deslizó hacia abajo, pero la puerta permaneció cerrada. El gesto de Gentle se torció. La puerta estaba cerrada con llave. La unicornio de dos colores pateó entonces el suelo, frustrada: estaba tan cerca de su objetivo y a la vez tan lejos… Rabiosa, no se lo pensó dos veces… Se dio la vuelta y, apoyándose sobre las patas delanteras, propinó, con todas sus fuerzas, una doble coz sobre la puerta, que cedió al instante y se abrió de par en par. En ese momento empezó a sonar una sirena de alarma en todo el Palacio.

Tenía poco tiempo para dejar a Reddish y escapar, así que trotó directamente hacia la cama mientras se quitaba la mochila porta-bebés. Dejó suavemente a Reddish sobre la colcha de la cama y la besó en la frente. Con celeridad, dejó caer los zurrones y los dejó en el suelo, al lado de la cama. Y cogió la nota de uno de los zurrones y la puso por encima, de tal forma que fuese totalmente visible al entrar.

—Reddish —dijo suave pero rápidamente—, no sé si me recordarás algún día… Pero yo nunca te olvidaré…

La bebé dragón miró fijamente hacia ella, intentando comprender el por qué de esa situación, por lo que empezó a lloriquear.

Maldiciendo a la Princesa Celestia por el poco tiempo del que disponía, la unicornio de dos colores sacó el cuchillo del zurrón y, mientras miraba, con ojos húmedos, a la pequeña dragoncita, se sujetó la crin y se lo cortó lo más rápidamente posible, dejándose una maraña despeinada y maltrecha en su cabeza. Rodeó entonces a la pequeña con el pelo que se había cortado. Ésta cogió un mechón y, llevándoselo a la boca, volvió a sonreír.

—Te quiero, Reddish —los ojos de Gentle apenas podían ver por las lágrimas—. Vive… Vive y se feliz…

Y salió de la habitación sin mirar atrás. Tenía que alejarse de allí lo más rápido posible, antes de que aquella parte de Palacio se llenase de soldados. Entonces volvió por el mismo lugar por el había llegado, deseando no encontrarse con nadie.

Lo único positivo de la situación era que Reddish apenas tendría que esperar para ser descubierta.


"Número Dos" fue el primero en llegar a la Habitación Real. Con una señal, hizo parar a los soldados que le seguían, entrando él a continuación al interior del dormitorio. Allí, sobre la colcha de la cama, una bebé dragón lloraba, probablemente asustada por el ruido de la alarma. A los pies de la cama había dos zurrones del que asomaban diversos materiales para el cuidado infantil. El pegaso se acercó lentamente a ellos y empezó a buscar dentro, descartando inmediatamente la existencia de cualquier elemento peligroso.

Parecía ser que lo único que había pasado era que alguien había puesto ahí al bebé y se había marchado antes de que ellos llegaran. Entonces se fijó en la nota. Con cuidado lo cogió y empezó a leerlo.

Apenas había terminado dos frases cuando una voz atronadora surgió desde el pasillo:

—¿¡QUÉ ES LO QUE ESTÁ PASANDO AQUÍ!?

El pegaso giró la cabeza y, al momento, bufó, molesto. La Princesa Celestia se acercaba por el pasillo. A raíz del persistente sonido de la alarma, la Monarca había usado la Voz Real de Canterlot para hacerse oír. "Número Dos" se encaminó hacia la puerta, pero la Princesa Celestia apareció en el umbral. El pegaso, parándose, hizo una leve reverencia con la cabeza y le entregó la nota.

La Princesa Celestia miró directamente, con gesto serio, a la pequeña bebé dragón que lloraba en su cama. Después cogió la nota y comenzó a leerlo detenidamente. Una vez terminado, entrecerró los ojos y, esta vez con voz normal, gritó:

—¡Es Gentle Colors! ¡Id tras ella y traedla a mi presencia! —los soldados se cuadraron de nuevo—. ¡Pero procurad que mi hermana no la vea! ¡Y quitad ese sonido… Molesta a la pequeña! —señaló a Reddish.

Todos los guardias reales abandonaron el pasillo buscando a la fugitiva. "Número Dos" volvió a hacer una reverencia y se marchó. Poco después, el sonido de la alarma se silenció.

La Princesa Celestia se acercó entonces a la cama. La bebé dragón aún seguía sollozando, aunque en ese momento abrió del todo los ojos y comenzó a reírse, mientras estiraba sus garritas hacia la soberana de Equestria, que se había sentado en el suelo, al lado de la cama, y miraba a la bebé con ojos tiernos.

—No, pequeña… —dijo con una suave voz—, yo no soy tu madre… Aunque he de reconocer que ella se parece ligeramente a mí, con su larga crin...

Volvió a leer la carta, esta vez en alto, como si quisiera que la pequeña dragoncita lo escuchase:

"Princesa Celestia:

Reconozco que hemos tenido diferencias en el pasado, pero espero que sea algo que permanezca en ese lugar y que no se trasladen al presente.

Sé que he cometido un delito al romper mi exilio, pero debía hacerlo: la pequeña criatura que ves delante de ti ha aparecido en el interior de la mina del pueblo que creaste para mí.

Como sabrás, Northwest Mines Town es un pueblo minero de joyas y, como tal, un dragón no tiene cabida en ese lugar. A pesar de ello, tuvo que ser incubada mágicamente en la plaza del pueblo, pues no podía romper el cascarón por sí sola.

Ahora, según tengo entendido, eres un ser bondadoso. Así que te ruego, desde lo más hondo de mi corazón, que cuides de la pequeña, ya que es un ser inocente, víctima de las circunstancias.

Si he roto mi exilio ha sido por ella, pues necesita un hogar donde pueda ser cuidada y protegida. Y solo hay un lugar en toda Equestria donde pueda estar a salvo: a tu lado.

Te pido humildemente que no pagues con ella los errores que cometí yo.

Por cierto, se llama Reddish. Es encantadora, ¿verdad? Me encantaría verla de nuevo pronto, en mejores circunstancias, cuando me perdones y levantes mi castigo.

Por último, debo decirte que mi encaminamiento hacia la amistad empieza a tener éxito. Ahora comienzo a ser otra vez una poni feliz al lado de mis amigas, como lo era cuando estaba a tu lado, antes de… lo ocurrido. Muchas gracias por juntarnos.

Con los mejores deseos: Gentle Colors.

Posdata: Mis amigas y yo necesitamos más lunas de sangre."

—Hermana, ¿ocurre algo? —la voz de la Princesa Luna se acercaba por el pasillo—. He oído una alarma…

La Princesa Celestia levantó la mirada hacia la puerta, preocupada. Desde que la Princesa Luna dejó de ser Nightmare Moon no había vuelto a sonreír. Estaba hastiada, cansada, sin ganas de vivir. Por mucho que lo había intentado, la Princesa Celestia no había conseguido que cambiase el gesto de su hermana menor. La que en otro tiempo fue la Guardiana de la noche, simplemente no conseguía encajar en la vida diaria, a pesar de que parte del Palacio había sido configurado de la misma forma que estaba hace mil años para que ella rememorase los buenos recuerdos.

—Princesa Luna, estoy aquí —expresó la Princesa Celestia, sonriendo—. Entra a mi habitación…

La Princesa Luna se asomó a la puerta, intentando no incomodar. Entonces abrió ligeramente los ojos, sorprendida: su hermana mayor la estaba mirando con una expresión maternal. Ésta le hizo un gesto para que se acercase a la cama ya que, con su cuerpo, tapaba a Reddish.

—Sé que estás triste, hermana —dijo cariñosamente la Princesa Celestia—. Te castigas pensando que todo lo que conociste y te hacía feliz ya no existe. Crees que todo el mundo te repudia, que no tienes amigas... Estás muy equivocada... —entonces, levantándose, la regente de Equestria sonrió y se apartó—. Aquí tienes a una…

La Princesa Luna se acercó curiosa a la cama, mirando estupefacta a Reddish. Nunca había visto un dragón tan pequeño… Era… gracioso.

La bebé estiró sus garritas, aprovechando que la Princesa Luna había bajado la cabeza mientras para escrutarla, y agarró un mechón de la crin azul celeste, llevándoselo, a continuación, a la boca. Entonces Reddish empezó sonreír y a balbucear, contenta.

—¡Ey! ¿Qué estás haciendo? —la Princesa Luna preguntó perpleja, mientras le retiraba el mechón de pelo de la boca a Reddish—. Eso es mío, no te lo comas…

Entonces Reddish entrecerró ligeramente los ojos y, con una sonrisa aún más pronunciada, cogió otro mechón que ladeaba por la otra parte de la cabeza de la regente de la Noche.

—Eres muy travieso… —la Princesa Luna no supo cómo continuar.

—Se llama Reddish. Es hembra —matizó la Princesa Celestia, mientras sonreía.

—Reddish… eres muy revoltosa… Pero, si te apetece comerte mi crin, ¿quieres un poco más? —dijo, cogiendo otro mechón de su crin y poniéndolo por encima de la pequeña, que estiró sus garritas intentando coger el nuevo tirabuzón, a pesar de que aún seguía chupando el otro mechón.

+¡Jajajá...! —la Princesa Luna se rió—. Mira, hermana… No se lo está comiendo, solo lo chupa… Jajajá… ¿Quieres aún más? —y cogió otro mechón de su crin, hizo cosquillas con él en la barriga de la pequeña dragoncita, que seguía chupando el primer mechón y tiraba de los dos siguientes con sus diminutas garras.

La Princesa Luna miró entonces, con ojos titilantes y una sonrisa en la boca, hacia la Princesa Celestia.

—Muchísimas gracias, hermana —dijo—. Eres fantástica…

—Te ayudaré a cuidarla —respondió la Princesa Celestia, devolviéndole la sonrisa. Entonces, acercándose a ella, la abrazó. Por fin la Princesa Luna volvía a sonreír.

Entonces, mientras seguía abrazando a su hermana menor, la Princesa Celestia se fijó, por primera vez, en la crin que rodeaba a Reddish. En ese momento, sin que la Princesa Luna y la pequeña se diesen cuenta, la Monarca de Equestria frunció el ceño, contrariada.

Pero la seguridad de la bebé era lo primero, así que la Princesa Celestia elevó mágicamente los zurrones y la Princesa Luna izó suavemente, con su pata delantera, a Reddish, que seguía chupeteando los mechones entre jocosas carcajadas, tanto de la pequeña dragón como de la Regente de la Noche, y se dirigieron a los aposentos de esta última, a la vez que dieron órdenes al servicio para el buen tratamiento de la bebé.

Cuando la Princesa Celestia volvió a su habitación, se fijó de nuevo en la crin que aún descansaba sobre la cama. Esa crin pertenecía, sin ninguna duda, a Gentle Colors. Agarró un mechón con su pata y, dejándolo en el mismo lugar, se dirigió hacia la ventana. Sabía que, si en algo era orgullosa esa unicornio, era precisamente en su larga y perfecta cabellera. El hecho de que ella hubiese sacrificado su crin como ofrenda para acompañar a la pequeña Reddish no era para alimentar a la bebé, sino un mensaje para la Regente de Equestria. Un mensaje que solo podía significar una cosa: "Te ofrezco mi soberbia, representado por mi crin, la cual he arrancado de mi cuerpo y, con un gesto de humildad, dócilmente rodeo con ella a un ser inocente y puro, para decirle al mundo entero que estoy orgullosa de esa criatura". Por lo tanto, la prueba de su cambio estaba ahí. La prueba de que Gentle estaba volviendo a ser la aprendiz amable y gentil que fue antaño, antes de su sublevación.

La Regente de Equestria deseó entonces que, ni "Número Dos" ni ninguno de los guardias reales, tuviesen éxito en atrapar a la unicornio de dos colores.

—Muchas gracias, Gentle —exclamó, con un deje de tristeza—. Espero que vuelvas a ser feliz...

En ese momento, una lágrima recorrió la mejilla de la blanca alicornio.

—Y espero que algún día logres perdonarme… —susurró.


Tanto Wise como Muffled se habían situado en la calle principal, un poco alejados de Palacio. Habían determinado que ese era el mejor lugar para esperar a la unicornio de dos colores pues, teniendo en cuenta que la defensa estaba activa, Gentle tendría que pasar por allí, porque atravesar esa calle era la forma más rápida y segura de abandonar Canterlot.

—Quédate aquí —dijo Wise—. Yo voy a entrar, por si acaso. De todas formas, tengo que deshacerme de esta armadura. No quiero que Gentle me descubra con ella puesta, descubriría quién soy al instante.

—Como quieras —Muffled se sentía insegura. No quería quedarse sola en esa gran ciudad desconocida…

—Si ves a Gentle —exclamó el semental—, entrad ahí —señaló una cafetería que estaba un poco más atrás en la calle—, y esperadme… Pero no os pongáis en la parte de las ventanas.

—No soy estúpida, créeme —se quejó la jefa de mineros, pero Wise ya se había marchado al galope hacia el Palacio Real.

Muffled se sentó en el sitio, mirando hacia el suelo, mientras intentaba analizar cada palabra que iba a decirle a la unicornio de dos colores para disculparse, pero no pudo… Estaba aterrada. Aterrada por la historia de Gentle, aterrada por los acontecimientos y, sobre todo, aterrada por la soledad que le infundía esa gran y opresiva ciudad, cuyas paredes parecían combarse sobre ella, intentando atraparla.


Gentle llegó, sin saber cómo, a la misma entrada secreta por donde había accedido al Palacio. Todo dentro del Castillo se había vuelto horriblemente caótico, con soldados recorriendo pasillos y habitaciones para buscarla.

Abrió la portezuela sin miramientos y entró en el túnel, cerrando la puerta justo por detrás de ella. Sabía que, si le tapaban las dos salidas, estaría atrapada, pero eso no le amilanó. Siguió hacia delante, despejando rápidamente los trozos de telaraña que aún colgaban en el camino. ¿Por qué tenían las arañas la necesidad de hacer sus pegajosas redes en los sitios más insospechados, donde la posibilidad de que entrase una mosca era prácticamente nula?

Finalmente llegó al otro extremo. Antes de abrir la entrada se paró para recuperar el aliento. No sabía lo que podría haber al otro lado, por lo que estaba aterrada… Podría darse el caso de que el revuelo hubiese hecho que todos los guardias estuviesen dentro de Palacio, pero también podría ser que todos los soldados estuviesen acordonando los alrededores.

Fuese como fuese, lo único que podía hacer era salir, ya que volver al Palacio era ofrecer su cabeza en bandeja de plata. Pero otra duda recorría ahora su mente: ¿debía abrir la portezuela despacio o hacerlo con rapidez? Con la primera opción podría pasar más desapercibida, pero a la vez daría más tiempo a un posible observador para alertar de su posición y ser atrapada. En cambio, si abría rápidamente, varios soldados podrían oír el ruido y acercarse a la vez, cercándola desde varios frentes. Sopesó cuidadosamente las posibilidades y decidió que la mejor opción era una mezcla de ambas opciones: abrir despacio la puerta y trotar rápidamente hasta el arbusto en el que se había escondido antes de entrar.

Así lo hizo y, una vez oculta en el arbusto, miró a los alrededores. No había absolutamente ningún soldado en todo ese ala. Respiró hondo y sonrió. Ahora todo sería más fácil, pues aunque podrían verla antes, tendría más espacio para esconderse o huir.

Ahora tocaba elegir la ruta de escape. Miró a su alrededor y vio el laberinto del Jardín Real. Descartó al instante esa opción, ya que, aunque en el antiguo Palacio Real también había un laberinto, era estúpido pensar que el de este lugar tenía la misma configuración y más aún sabiendo que era un simple juego ornamental. Decidió ir sobre seguro, saliendo por la calle principal hasta salir de Canterlot, a pesar de que esa era la salida más lógica y, por lo tanto, con más posibilidad de estar plagada de guardias.

Salió de la seguridad del arbusto y se encaminó, camuflándose por detrás de los árboles, hacia la avenida. El mayor problema que se le planteaba ahora era, sin duda, el tener que pasar justo por delante de la puerta principal. Debía ser rápida en hacerlo, sin dar tiempo a los soldados de reaccionar.

Al llegar a la esquina que daba al muro principal, la unicornio de dos colores empezó a galopar lo más rápido que sus cascos podían dar de sí. Se maldijo durante un instante por la escasa velocidad, producto de las deformidades que tenía en las puntas de sus extremidades delanteras, ocultas bajo unos falsos cascos. A pesar de ello, logró pasar sin que nadie saliese a perseguirla. Aunque siguió moviéndose, se extrañó ligeramente por ese hecho. ¿Podría ser que no hubiese ningún guardia en la puerta principal? ¿Dónde estaban metidos todos?

Imprimiendo la misma velocidad, giró hacia la calle principal de Canterlot. Entonces vio, un poco más adelante, una figura sobrecogida, apesadumbrada, aterrorizada… Era Muffled, que estaba echada sobre el suelo, con sus cascos por encima de la cabeza. Algo le estaba pasando.

Se acercó a ella, parándose a su lado, entonces puso suavemente una de sus patas sobre el hombro de la jefa de mineros, quien elevó su cabeza y le devolvió la mirada. Cuando Muffled vio a Gentle, sus ojos se humedecieron, sabiéndose a salvo de esa sensación de opresión. La unicornio miró hacia los alrededores, escrutando todas y cada una de las esquinas. Esa situación no parecía ser una trampa, sino que verdaderamente la rojiza yegua estaba sufriendo.

—Wi… Wise dijo que le esperásemos allí —balbuceó Muffled, que había recuperado ligeramente la compostura, señalando un restaurante cercano.

—De acuerdo —respondió Gentle, totalmente impasible.

Y entraron en el lugar elegido, donde hubo un gran silencio ante la apertura de la puerta… Aunque, donde más silencio había en ese momento era en el corazón de la unicornio.


Wise entró directamente al Palacio por la puerta principal. Ya había dejado de sonar la alarma, así que seguramente ya estaría encontrado a Reddish y, ahí estaba el problema, posiblemente también a Gentle, si no había logrado escapar. En todo caso, debía darse prisa.

Pertrechado aún con la armadura y tapado con la túnica, se dirigió rápidamente por el vestíbulo principal, sin saber bien a dónde dirigirse. Tenía que enterarse rápidamente de la situación, así que abordó al primer guardia que encontró.

—¿Qué es lo que ha ocurrido? —preguntó, mientras mostraba la escarificación al soldado.

Éste se cuadró al instante y le explicó rápidamente lo que sabía. Afortunadamente aún seguían buscando a Gentle. Wise sonrió: todavía había posibilidades de que todo saliese bien.

De las escaleras bajaron más guardias, precedidos por una figura escondida bajo una túnica, que estaba volando sobre los peldaños, avanzando rápidamente hacia la entrada principal. No había duda, era "Número Dos".

El semental se interpuso en medio y enseñó la escarificación a todos. Los soldados se cuadraron y "Número Dos" gruñó.

—Aparta, "Número Uno" —dijo entre dientes—. Es de vital importancia que detengamos a la infractora. Ha osado profanar los Aposentos de la Gran Yegua.

—¿Por qué debería hacerlo? —preguntó Wise—. Sabes tan bien como yo lo que ocurrirá si la atrapas… Por lo tanto, debo impedírtelo.

—¿Acaso vas a desobedecer una orden real? —los ojos de "Número Dos" se encendieron como ascuas.

—Exactamente… —la mirada de Wise se inflamó de igual manera—. Recuerda la primera de nuestras directrices. Es imperativo que Royal Purity salga de Canterlot.

—¡Maldita sea! —"Número Dos" bajó al suelo y lo pateó con sus patas delanteras, encabritándose—. ¡No me hagas contradecir una orden directa de nuestra Soberana!

—Royal ha venido en son de paz, trayendo con ella algo que realmente valora… —replicó Wise—. No es un peligro para Equestria, y lo sabes… Pero lo que SÍ sería una amenaza para Equestria sería atraparla y llevarla ante la Princesa Celestia…

"Número Dos" volvió a patear el suelo, pero esta vez con indecisión… Seguía furioso pero indeciso. Sabía que "Número Uno" tenía toda la razón, pero si desobedecía la orden seguramente recibiría un castigo. Al final levantó la mirada y la fijó directamente hacia Wise.

—De acuerdo —exclamó—, "Royal Purity se nos ha escapado". Pero recuerda que me debes un favor, un gran favor.

—Por supuesto —Wise entrecerró los ojos, a la vez que mostró una gran sonrisa—. La próxima vez que venga a Canterlot te traeré una yegua para tu disfrute… ¿O quizás prefieres un semental? Conozco a uno al que le apodan "El cinco patas"…

Los soldados que estaban detrás de "Número Dos" empezaron a reírse, imaginándose la escena con los dos sementales. El pegaso encapuchado miró entonces hacia ellos, con una cara de auténtica rabia, lo que hizo que callasen de inmediato. Después volvió a mirar, de la misma forma, a Wise, quien sonreía de forma estúpida, sabiéndose ganador de la contienda.

—¡Vete! ¡Fuera! —gritó "Número Dos"—. ¡No hagas que me arrepienta de la decisión!

Wise reculó ligeramente y se dio la vuelta, a su vez, lo mismo hicieron los soldados y "Número Dos". Entonces el semental observó cómo, por delante de la puerta principal, una figura encapuchada trotaba a poca velocidad, dirigiéndose hacia la calle mayor. Con una sonrisa, Wise se paró y, quitándose la túnica, dijo:

—Quiero dejar la armadura aquí. Tengo intención de acompañar a Royal a Northwest Mines Town y debo mantener mi identidad en secreto. Enviádmela por los canales "habituales".

Se quitó completamente la protección y la dejó en el suelo. "Número Dos" hizo una señal y dos soldados la cogieron con sumo cuidado, enrollándola con la túnica.

A continuación, Wise salió galopando hacia la calle mayor. Había evitado la captura de Gentle y su secreto estaba a salvo. O, al menos, esperaba que así fuese.

Gentle y Muffled se pusieron en una mesa al fondo del restaurante. Allí todos estaban bebiendo, algo normal teniendo en cuenta de que ya era bastante tarde y ya no se servían comidas a esas horas.

Estaban en silencio, cada una con una cerveza delante. Muffled jugueteaba con la copa, sin saber qué hacer, mientras Gentle hacía dibujos sobre la mesa, mojando el casco en la cerveza para usarlo como un símil de tinta. Todos los dibujos eran de Reddish saltando, tomando el biberón o eructando. En todos los dibujos la bebé dragón era feliz, al contrario de cómo se sentía Gentle al realizarlos, pues suspiraba lastimosamente.

Wise entró al restaurante y, localizándolas, se sentó junto a ellas.

—Buenas noticias —comentó—. Se ha cancelado la búsqueda. He hablado con la cocinera de Palacio, que es una buena amiga mía y me ha dicho que la Princesa Celestia ha comprendido que lo ocurrido no ha sido un atentado, ni siquiera lo ha consideerado un acto malicioso. Creo que nos hemos ganado un descanso.

Pero Gentle no le escuchaba. Su mente estaba pensando en Reddish. No podía creer que la hubiese abandonado. Nunca jamás volvería a ver a la pequeña, pues la posibilidad de que hubiese paz entre ella y la Princesa Celestia era poco menos que imposible… Y, sin esa paz, Gentle no podría volver a acercarse a Canterlot.

La unicornio se inclinó hacia delante y lloró amargamente. Muffled cambió de sitio, poniéndose a su lado y la abrazó de la forma más maternal posible, y también lloró. Wise se entristeció, comprendiendo la situación en el que estaba la yegua de dos colores. Toda esa situación era algo demasiado amargo.

—Lo que has hecho, Gentle —dijo finalmente—, ha sido la lección más maravillosa que podrías dar a todo el mundo. Estoy seguro de que incluso la Princesa Celestia hoy ha aprendido mucho de ti… Y estoy aún más seguro de que Reddish estará muy bien cuidada en el Palacio. Estoy realmente orgulloso de lo que has hecho.

—Yo también lo estoy —añadió cariñosamente Muffled—. Incluso los habitantes de Northwest Mines Town lo están… De hecho, deberías saber que, aunque algunos se pusieron en contra de Reddish, la mayoría del pueblo salió en vuestra defensa. Me has dado la mayor de las lecciones —Muffled estaba temblorosa, con los ojos aún húmedos—. Y… Y quisiera pedirte perdón… Fui demasiado cruel esta mañana… —bajó los ojos—, y no mereces esa crueldad… Ni tú ni Reddish…

—Sé que no eres así —Gentle miró a la jefa de mineros—. Se nos calentó la boca a las dos… Te perdonaré, si tú también lo haces…

—¿Qué...? —preguntó Muffled—. No tengo que perdonarte nada…

—Lo de tu expulsión… —respondió la unicornio de dos colores—. Me extralimité en mi poder... Y, a pesar de lo que te hice, has venido a buscarme. Sé que ser miembro del Consejo del Pueblo es algo muy importante para ti, por lo que usaré otra vez mi poder, pero esta vez por algo positivo: vuelves a ser admitida… O, mejor dicho, a todos los efectos, nunca has estado expulsada.

Las dos yeguas se abrazaron. Wise sonrió…

—De hecho —siguió hablando Gentle, esta vez con un tono ligeramente más alegre—, cuando volvamos a Northwest Mines Town, voy a comunicar que reduciré mi peso en el Consejo, para pasar a tener el mismo tipo de votos que el resto. Ni siquiera quiero poseer el voto de calidad.

—Pero eso supondrá que seamos pares —reclamó el semental—. Tendríamos que acoger a un miembro más… ¿Qué os parece Spoon Giddy? —preguntó, más tranquilo, sabiendo que Gentle se había marcado un objetivo distinto.

—No sé… —dudó la unicornio—. Apenas le conocemos…

—No te preocupes —matizó Wise—, sé que es buen poni. Nos ha ayudado mucho y además estaba en el grupo que salió en tu defensa…

"Y he investigado su pasado y es de fiar… Un pequeño refuerzo que me envía la Gran Yegua en estos tiempos difíciles", pensó el semental.

—No le vi —Muffled se extrañó.

—Créeme, estaba… —respondió el poni—, aunque atrás del todo.

—¡Ah! Ya recuerdo… —la jefa de mineros asintió con la cabeza—. Es que, como las hermanas Numbers tomaron la iniciativa de ese grupo, no me fijé más que en ellas.

—También ellas merecen estar en el Consejo… —anunció Wise—. Han hecho mucho por el pueblo y no han sido reconocidas convenientemente…

"Y también tienen un pasado limpio", volvió a pensar.

—¿Qué han hecho las hermanas Numbers por el pueblo? —preguntó Gentle, aunque sabía perfectamente quiénes eran.

—¿Te acuerdas de cuando quedasteis atrapadas Shiny y tú en la mina? —inquirió Muffled—. Ellas fueron las que calcularon dónde debían hacer el agujero de rescate y cómo debía ser su tamaño para que pudieseis pasar sin que se derrumbase el muro… Además, también colaboran en muchas otras cosas, aunque desgraciadamente no las prestamos atención. Simplemente esas dos hermanas se han hecho imprescindibles para el funcionamiento del pueblo.

—Como queráis —la unicornio de dos colores no tenía ganas de discutir—, aunque a mí me gustaba más la idea de ser seis miembros… Seis es el número perfecto…

—Pues ahora tendremos seis… más la mitad de seis más —Wise sonrió.

—¿Y por qué no incluimos también a alguna de tus amigas? —interrogó Muffled.

—¡NO! —gritaron a la vez Wise y Gentle.

—No quiero que ninguna de mis amigas se aburran con el politiqueo que hay en las reuniones… —añadió la yegua del cuerno roto—. Además, bastante tienen ya con sus tareas propias. Pero nos preocupéis, si alguna vez hubiese alguna noticia importante en esas reuniones, se enterarían por mí.

Wise, sin embargo, no expresó el motivo de su negativa. Muffled bajó la mirada. Sabía perfectamente el porqué del rechazo de su amigo: iba a contar en breve al Consejo todo lo relacionado con la petición de ayuda para proteger Northwest Mines Town, y para ello debía relatar el pasado de la unicornio. Una narración del que no debían enterarse ninguna de las amigas de Gentle.

—Lo siento —expresó la jefa de minero, con un hilo de voz—, he dicho una tontería…

Hubo un silencio incómodo, que terminó rompiendo Gentle…

—¡Maldita sea! —exclamó—. No he especificado en la carta que las joyas eran para Reddish…

—¿Qué joyas? —preguntó Wise, extrañado.

—Antes de ir a palacio —respondió la unicornio— he entrado en una joyería para comprarle polvo de gema a… mi pequeña… —sus ojos titilaron de tristeza al decirlo— y terminé comprando un conjunto de joyas… Porque era la joyería del padre de Shiny. Y están hundidos… por mi culpa.

+Tengo una franquicia de joyerías y la que hay aquí en Canterlot está ahogando un negocio familiar… Odio las injusticias, y Celestia es demasiado "importante" —movió sus patas haciendo un gesto solemne, para satirizar aún más sus palabras— como para ocuparse de ello, a pesar de que proclama el bienestar e igualdad en toda Equestria.

+Así que voy a comprar esa joyería… Salvaré al padre de Shiny… Pero, por diversas causas, no debería volver a acercarme a Canterlot… —miró a los dos, que a su vez la miraban a ella, con cara de circunstancias—. Sí, ya sé que estamos en Canterlot, pero tenía que venir aquí: Reddish solo está segura en el Palacio Real, junto a las Princesas.

+Por lo tanto, os hago una petición —su gesto se tornó aún más serio—: Wise, Muffled, ¿podríais comprar esa joyería en mi nombre?

—¡Por supuesto! —el semental accedió encantado.

—Lo siento… —susurró Muffled—. Yo no puedo volver aquí… —musitó, bajando la mirada—. Sufro enoclofobia… Miedo a las multitudes… Ya lo "noté" cuando estaba en la carpa que su puso en la re-inauguración fallida de Cirrus Merlon… Y ahora, en Canterlot, ha vuelto a surgir, de forma horrible… —entonces se apoyó sobre la mesa, poniendo sus patas delanteras bajo la cabeza—. Y encima en el pueblo están terminando el arreglo de la ciudad de nubes, y dentro de nada será la verdadera re-inauguración… Y la carpa volverá de nuevo… —cuchicheó, para hundir a continuación su cabeza entre las patas.

—No lo comprendo… —exclamó Gentle—, si tanto terror tienes a Canterlot, ¿por qué has venido?

—Porque quería… —la jefa de mineros seguía en la misma posición, pero estaba sollozando—. Porque quería que supieses que me importas tú más que un tonto y estúpido miedo mental… Te necesito… Todos en Northwest Mines Town te necesitamos…

Wise estaba preocupado. Muffled estaba a punto de derrumbarse y contar cosas que no debía, así que decidió actuar rápido:

—Debemos irnos —comentó—. Si nos damos prisa, llegaremos al pueblo cuando despunte el alba.

El tren estaba entrando ya a la estación de Canterlot, en dirección a Ponyville. Ya habían comprado los billetes y estaban esperando en el andén, que estaba desierto, a excepción de dos viajeros más y de un guardia que hacía la ronda paseando de un lado al otro de la plataforma. Afortunadamente no debía estar al tanto de las últimas noticias de Palacio, ya que, aunque Gentle seguía ataviada con la túnica, el soldado ni siquiera se acercó a indagar.

Por el camino, habían pasado por delante de las joyerías que había mencionado Gentle en el restaurante. Efectivamente, la joyería de la familia de Shiny estaba ajada y descuidada. Sin embargo, la joyería de Gentle hacía gala de un lujo sin igual. Cuando terminó de verlo, Wise apretó los dientes. Esa situación era injusta, muy injusta. La yegua de dos colores tenía razón: la Princesa Celestia tendría que haber tomado cartas en el asunto, haciendo reflotar la joyería del padre de Shiny… y ahora iba a ser esa unicornio la que iba a realizar ese trabajo.

Pero Wise estaba orgulloso de la entereza de Gentle. Esa yegua había hecho una hermosa acción llevando a Reddish al lugar más seguro para ella, aunque la unicornio sufriese un sinfín de horrores, tanto físicos como mentales. Y ahora, además, pensaba hacer otra gran acción, salvando un negocio ruinoso. Aunque lo fuese por su culpa.

El tren llegó a la estación y paró, abriendo a continuación sus puertas. Los tres comenzaron a moverse, pero Wise paró.

—Gentle —dijo—, creo que es hora de que te deshagas de esa túnica, pues hoy has demostrado al mundo entero quién eres realmente…

—Tienes toda la razón —respondió la unicornio—. He llevado demasiado tiempo esa gran carga sobre mí. Debo liberarme del yugo de dolor y vergüenza, para volver a ser libre...

Y, moviendo su cabeza, mordió un extremo de la túnica y tiró de ella, descubriendo su cuerpo. Todos los presentes se asombraron de su aspecto, incluyendo a Wise y a Muffled, que no se esperaron el cambio en su crin. Pero poco le importó a Gentle: Ella había hecho lo correcto llevando a Reddish al Palacio Real; ella haría lo correcto conservando el negocio familiar de Shiny, y ella estaba haciendo lo correcto al quitarse todo el peso de su culpa, representado por esa túnica.

Al entrar al tren, Gentle estaba orgullosa. Orgullosa por Reddish, orgullosa por el padre de Shiny, orgullosa por sus amigas, orgullosa por Wise y por Muffled, y orgullosa por los habitantes de Northwest Mines Town que no la veían como un monstruo.

Pero, sobre todo, estaba orgullosa de sí misma. Acababa de enfrentarse al mayor de sus temores… y había salido victoriosa.

FIN DEL CHAPTER 1x11

Next Chapter: 1x12 - Reinauguración - Parte 1 Estimated time remaining: 0 Minutes
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