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Parallel Stories

by SrAtomo

Chapter 15: 1x11 - Reddish - Parte 1

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Todos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.

Este es un fanfic de fan para fans.

Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...

+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:

-Daniel Campos Fernández - Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).

-LloydZelos, Volgrand y Unade - Revisión.

+Y a vosotros, los lectores, que estáis a las duras y a las maduras.

Espero que os divirtáis tanto leyendo como lo hice yo escribiéndolo.

Este es un capítulo especial, el cual he dividido en cuatro partes para su mejor lectura (en total son algo más de 30.000 palabras y 66 páginas).


Tags: [Sad/Triste] - [Dark/Oscuro] - [Adventure/Aventura] y un poco de [Tragedy/Tragedia] - [Comedy/Comedia] - [Romance/Amor]


MY LITTLE PONY

PARALLEL STORIES

Chapter 1x11

Reddish

Parte 1

—Bueno, Gentle, hoy es tu día —Shiny sonrió mientras entraba a la mina, acompañada de la unicornio de dos colores.

—Shiny, solo estamos entrando a la mina —respondió Gentle—, como hacemos muchos días.

—Pero hoy tengo una sorpresa para ti —la joyero se ajustó el casco antigolpes y miró a su amiga—. Espera, tienes el casco de protección suelto —declaró, y se acercó a ella para ponérselo correctamente—. Tienes demasiada crin, y los cierres no encajan bien. Quizás deberías cortártelo un poco.

Entre las dos lograron colocar perfectamente el elemento de seguridad sobre la cabeza de Gentle. La unicornio dejó escapar un gesto mohíno…

—Mi crin es perfecta tal y como está —dijo, mirando fijamente a Shiny—. Es como una seña de identidad.

—Pues es una seña de identidad muy rara —la dorada pegaso devolvió la mirada a su amiga—. Algún día un poni quedará atrapado ahí dentro —señaló la crin que ladeaba a lo largo del cuerpo de la unicornio— y morirá ahogado. Además, debe ser una tarea titánica lavar y acondicionar toda esa marabunta de pelo.

—¿Acaso insinúas que mi cabellera no está bien tratada y lavada? —Gentle empezaba a enfadarse.

—No, me refiero a que tienes que perder mucho tiempo en dejarlo tal como está ahora —Shiny también empezó a enfurruñarse—. Además, no sé a quién intentas engañar… esa crin es un claro homenaje a la Princesa Celestia. Seguramente sea ella quien te inspire cada día.

Los ojos de Gentle comenzaron a encenderse de rabia. Comparar su crin con la de la Princesa Celestia era como clavar un cuchillo por la espalda. Aunque Shiny tenía razón en una cosa: la Princesa Celestia era quien la inspiraba cada día… hacíendo que su odio fuese cada vez más profundo.

—Claro que la crin de la Princesa Celestia ondea al viento de forma espectacular —continuó diciendo Shiny—, mientras que la tuya cae por ambos lados del cuerpo hasta casi rozar el suelo. En serio, más de una vez te has tropezado con tu propio pelo.

Gentle se relajó. Shiny estaba en lo cierto. Quizás era hora de un cambio de look y cortar su crin… aunque decidió, finalmente, descartar esa idea. Se había prometido a sí misma que no se cortaría la crin hasta que venciese a la Princesa Celestia… o hasta que ésta la perdonase.

—Bueno, ¿entráis o qué? —Muffled se acercaba, sonriente—. Estáis tapando la entrada a la mina.

—Hola Muffled —saludó Shiny. Gentle únicamente asintió con la cabeza, a modo de cortesía—. Hoy es un día especial… —la dorada pegaso sonrió—: Gentle va a hacer la entrada número cien a la mina.

—¿Ya es la número cien? —Muffled se ajustaba el casco protector—. Parece que fue ayer cuando entró por primera vez… Enhorabuena, Gentle.

—¿Qué importa que sea la número cien o la doscientos? —la unicornio de dos colores preguntó irónicamente—. Lo importante es que hay trabajo que hacer.

—Eso es cierto, muy cierto —Muffled se acercó a las dos yeguas—. Y es hora de empezar la jornada… ¿Vamos?

Las tres entraron juntas a la mina, con Gentle a la cabeza. Muffled y Shiny se miraron y asintieron a la vez, con una sonrisa en la boca.

—Bueno —la jefa de mineros fue la primera en hablar—, si es la entrada número cien de Gentle a la mina, habrá que preparar un evento especial, ¿no?

—Ya lo tengo pensado —respondió Shiny—. Ayer vi una gema perfecta para esta conmemoración: de tamaño ideal, perfectamente tallada de forma natural y, lo mejor de todo, es que es negra.

—¿Una gema negra? —Muffled abrió los ojos, sorprendida—. ¡No puedo creerlo! Las gemas negras son rarísimas… Casi podría decirse que son únicas —miró a su alrededor y continuó hablando—. Parece mentira, pero llevo muchos años en esta mina y aún me sigue sorprendiendo.

Gentle cada vez estaba más aburrida de la conversación entre Shiny y Muffled, así que aceleró el paso, haciendo que las dos elevasen el ritmo para seguirla. La unicornio de dos colores recordaba que, hace mucho tiempo, en lo más profundo de la mina, había visto una gema como la que acababa de describir Shiny. Pero paró de repente: si iba directamente hacia esa gema, las otras dos se preguntarían cómo sabía de su existencia, si se suponía que nunca había llegado antes hasta esa profundidad.

—¿Vamos bien? —preguntó, girando su cabeza para mirar a las dos yeguas. Afortunadamente para ella apenas habían recorrido unos pocos metros, por lo que su secreto estaba a salvo.

—Por el momento vas perfectamente —respondió Shiny—. Casualmente has elegido justo las bifurcaciones exactas, pero aún queda mucho camino para llegar. Iré yo primero, si no os importa —tanto Gentle como Muffled asintieron.

Pasaron un recodo tras otro hasta que, después de casi una hora de viaje, llegaron a un largo pasillo apuntalado. La dorada pegaso se paró y, mirando a las otras dos, dijo:

—Ya hemos llegado. Está torciendo esa esquina —señaló una salida que había un poco más adelante—. Gentle, haz los honores…

Ésta se adelantó y caminó despacio. Tuvo que reconocer que estaba expectante y ansiosa por ver la gema negra… otra vez. Efectivamente había estado allí hace mucho tiempo aunque, a pesar de que todo el interior de la mina había cambiado, lo recordaba como si hubiese sido el día anterior.

Cuando torció el último recodo, miró directamente hacia la pared. Ahí estaba la gema negra, tal como debía ser. Detrás de la unicornio llegaron Shiny y Muffled, aunque ellas se quedaron quietas, asombradas.

—¿Qué… es… esto? —Muffled no podía creérselo.

—Os… os juro que esto no estaba aquí ayer —Shiny estaba alucinando.

Gentle se giró, y entonces lo vio: en mitad del corredor, justo delante de ella, había un gran huevo, aproximadamente la mitad de grande que un potrillo, de color rosa con topos naranja. Gentle entrecerró los ojos. ¿Qué hacía un huevo en la mina, y más aún en un lugar tan profundo? Sin embargo, sabía a qué animal pertenecía ese huevo, lo cual hacía que la cantidad de preguntas que se estaba haciendo aumentase considerablemente.

—Creo que lo mejor será llevarlo fuera de aquí —aclaró finalmente la extraña unicornio, acercándose al huevo. Lo rozó con su pata y, notando el calor de su interior, exclamó—. Está a punto de eclosionar.

Sin dejar que las otras dos dijesen nada, se lo cargó en la grupa y lo envolvió con su crin, evitando así que pudiera caerse, además de protegerlo de posibles golpes… Entonces se dirigió hacia la salida. Shiny y Muffled, aún sorprendidas, la siguieron, mientras formulaban entre sí toda clase de preguntas sobre el extraño huevo.


Apenas habían salido las tres yeguas de la mina cuando los habitantes de Northwest Mines Town que estaban en la calle se arremolinaron a su alrededor, fascinados por el insólito hallazgo. También lo hicieron los mineros que se habían encontrado por el camino, que les habían seguido desde el interior de la mina, formando una comitiva.

Gentle caminó hasta la plaza, parándose al lado de la estatua. Miró a su alrededor y señaló a todos los unicornios que había, independientemente de su edad, haciéndoles una señal para que se acercasen. Después pidió a Muffled, a Shiny y a los demás ponis de tierra o pegasos, que buscasen urgentemente a todos los unicornios de Northwest Mines Town, ya que notaba en su grupa los movimientos de la criatura atrapada en el huevo, que pugnaba por salir.

Rápidamente fueron reunidos todos los unicornios en la plaza, al lado de Gentle. Ésta bajó sus patas traseras y dejó que el huevo, frenado por su crin, que aún lo seguía envolviendo, se deslizase suavemente hasta el suelo. Una vez reposado sobre la tierra, retiró con cuidado su pelo y, a pesar de que sabía que era el centro de las miradas, tosió para llamar la atención:

—Por favor, que den un paso adelante los unicornios que han estudiado en la Escuela de Magia de Canterlot —exclamó.

Unos dos tercios de los unicornios se adelantaron.

—Bien, ahora necesito que den un paso adelante los que han hecho alguna vez el hechizo de incubación mágica —continuó diciendo la yegua de dos colores—, pues hay muchísima diferencia entre la teoría y la práctica.

Esta vez, solo avanzaron unos pocos, entre ellos Magic Sales.

—Perfecto, y, por último, necesito que den un paso adelante los que hayan reconocido a la perfección a qué tipo de animal pertenece este huevo —Gentle habló por tercera vez—. Como sabrán los que han practicado el hechizo de incubación mágica, la diferencia entre especies puede ser determinante, y ese conjuro, mal efectuado, puede ser fatal para el bebé que hay dentro del huevo.

Nadie se adelantó. La unicornio de dos colores torció el gesto.

—¿En serio nadie sabe a qué animal pertenece el huevo? —preguntó, contrariada—. ¿¡Pero qué es lo que enseñan ahora en la Escuela de Magia!? ¿¡Estupideces!?

Magic Sales se adelantó un poco, saliendo en defensa de los unicornios que Gentle acababa de faltar al respeto.

—Te recuerdo que la Escuela de Magia de Canterlot es más representativa y exigente de Equestria —replicó—. Además, el hecho de pretender incubar un huevo con la magia es una estupidez..

—¡Pues mira lo que tienes delante de tu hocico! —Gentle estaba visiblemente rabiosa—. ¡Está claro que, para hacer las cosas bien, hay que hacerlo una misma! ¡Apartaos, necesito concentración!

El huevo estaba dando bandazos en el suelo. Fuese quien fuese el bebé que hubiese dentro, quería salir a toda costa.

—Solo os pido que recordéis que, lo que salga de ese huevo, no es más que una criatura inocente —explicó la unicornio de dos colores—, así que os agradecería que no descarguéis en ese bebé vuestra ira. Yo me encargaré de cuidarlo… Siempre he deseado tener un bebé.

Los ponis empezaron a preguntar en alto qué clase de monstruo sería lo que contenía el huevo, para que Gentle diese ese aviso… y también empezaron a inquirir qué iba a hacer la unicornio del cuerno serrado, si todos sabían que ella no tenía ningún poder para lanzar un hechizo.

—¡CALLÁOS! —Gentle gritó, desesperada. El huevo había dejado de moverse. Eso era catastrófico... pues solo podía significar una cosa: la criatura de su interior no había tenido fuerzas suficientes para romper el cascarón, y estaba empezando a morir de agotamiento.

La unicornio de dos colores cerró los ojos con fuerza. Sabía que estaba mirándola todo el pueblo, y entre ellos estaban sus amigas… esas amigas que posibilitaban que ella pudiera volver a lanzar hechizos, gracias a la amistad que tenían entre todas…

Fijó mentalmente el huevo. Tenía que visionar en su cabeza una temperatura específica y aplicarla lentamente al huevo, a la vez que debía tener en cuenta las dimensiones del contenedor. Y se concentró. Se concentró como hacía mucho tiempo que no lo hacía, ya que una vida dependía de ello.

Su cuerno, cercenado casi desde la base, empezó a iluminarse, apareciendo al momento un espectral cuerno mágico, ocultando completamente su protuberancia. El color del aura que envolvía tanto al cuerno fantasmal como al huevo, era de un vivo e intenso rojo fuego.

El huevo empezó a elevarse hasta quedar unos centímetros por encima del suelo. Ahora Gentle debía pensar en la criatura de su interior, ponerse en su lugar, ser ella… y visionar la rotura del huevo desde el interior. Eso ayudaría al pequeño ser a salir del cascarón. Así lo pensó Gentle, y así lo hizo el bebé, a juzgar por las pequeñas grietas que empezaban a surgir en el cascarón. Entonces una bocanada de humo negro salió de los ollares de la unicornio de dos colores, haciendo que los que observaban la escena retrocediesen, ligeramente asustados.

Finalmente, Gentle tenía que pensar en separar el cascarón, de tal forma que se formase un agujero, y volver a ser ponerse en el lugar de la criatura, para que este pegase la primera bocanada de aire puro, sin la protección del cascarón. Y así lo pensó la unicornio, y así lo hizo el bebé, rompiendo en dos el cascarón.

Entonces supo que lo había conseguido, a juzgar por los silbidos de júbilo y las pisadas de los espectadores, a modo de aplausos y, con una sonrisa, se desmayó.


Poco a poco, la unicornio de dos colores recuperó la consciencia. Tenía la cabeza apoyada sobre las patas delanteras de Shiny, mientras Muffled miraba alternativamente a ella y al huevo, con cara de preocupación. Gentle incorporó poco a poco la cabeza para ver qué había pasado con la criatura. Ahí estaba, todavía en el huevo, mirando perplejo a los ponis reunidos, que a su vez estaban asombrados y asustados por el bebé.

La unicornio de dos colores supo que su desmayo había sido apenas de unos segundos y sonrió: cada vez eran más cortos sus desvanecimientos después de usar magia.

—Gentle —Muffled fijó entonces su mirada en la unicornio—. No sabía que podías hacer magia.

—Quería enseñároslo a todos en una ocasión especial —declaró la unicornio mientras se incorporaba poco a poco—, y esta lo ha sido.

Entonces la jefa de mineros señaló la criatura que había en el huevo.

—¿Es… "eso" lo que creo que es? —dijo, clavando aún más su mirada sobre Gentle.

—Si te refieres a que es un bebé dragón... Sí, lo es —ésta empezó a acercarse al huevo y cogió cuidadosamente al bebé, levantándolo—. De hecho, es una bebé dragón, a juzgar por la doble espina que tiene en la punta de la cola —sobre el extremo de dicha extremidad, la bebé dragón tenía una espina a la izquierda y otra a la derecha, de tal forma que, juntas, se asemejaban a un lazo color celeste atado a la cola.

Gentle se atusó su crin con una pata, mientras sujetaba a la bebé dragón con la otra. Mientras, la observó detenidamente: la criaturita era roja, con la panza dorada, sus púas eran de color celeste, y sus ojos eran de un intenso amarillo. Cuando terminó de acicalarse el pelo, puso cuidadosamente a la criatura sobre su grupa, rodeándola con la crin. La bebé dragón cogió entonces un pequeño mechón y se lo llevó a la boca para chuparlo.

—Gentle, no puedes tenerla, es un dragón —Muffled señaló la grupa de la unicornio de dos colores—, y nosotros somos un pueblo minero —y señaló la mina.

—Sé perfectamente que éste es un pueblo minero —Gentle miró furiosa a Muffled—. Pero… ¿Sabes tú a quién pertenece la mina?

La jefa de mineros calló, mientras miraba inquisitivamente a Gentle. Aunque la unicornio tenía razón, esas no eran ni formas ni el momento de decirlo. Todos los ponis reunidos empezaron a cuchichear desaprobando la actitud de la yegua de dos colores. ¿Quién se creía que era esa unicornio del cuerno roto? El hecho de que estuviese en el Consejo del Pueblo no le daba poder para menospreciar a los demás.

Únicamente sus amigas y los miembros del Consejo del Pueblo sabían de la verdadera situación con respecto a la mina y a Northwest Mines Town: en realidad Gentle Colors era quien podía hacer y deshacer lo que quisiese en ese pueblo… y ahora estaba demostrando que así era.

—Magic —Gentle giró la cabeza para mirar a la vendedora—, necesito pañales de bebé poni. Me servirán para ella —volvió a torcer la cabeza, señalando a la bebé dragón—. Y también leche en polvo especial para ponis, de nivel cero. ¿Tienes algo de esto en tu tienda?

—Sí, creo que sí —Magic, sin saber qué hacer, miró alternativamente a Gentle y a Muffled. Esta última le dio permiso para continuar, mediante un movimiento de cabeza—. Tal como está creciendo el pueblo, he ampliado la variedad, trayendo productos nuevos… Y entre ellos está todo lo relacionado con la maternidad.

—Entonces vamos —la unicornio de dos colores elevó la cabeza para proteger mejor al bebé, aunque, a ojos de los demás, ese gesto pareció ser de orgullo. A continuación empezó a seguir a Magic, que agachó levemente su cabeza. Entonces se dirigieron las dos a la tienda, ante las quejas de los ponis reunidos, y ante la atenta mirada de Muffled.

Una vez que las dos desaparecieron en el interior del colmado, Muffled se giró en redondo y, mandando callar, exclamó, furiosa:

—Reunión del Consejo del Pueblo. ¡Ahora!

Wise salió, como pudo, de entre la maraña de ponis y se acercó a Muffled.

—¿Aviso a Magic y a Gentle? —preguntó.

—A Magic sí… Cuando esté a solas. Pero no avises a Gentle. Va a ser una reunión del Consejo sin ella —respondió Muffled, resoplando de ira.


—Único punto del día: Gentle y el bebé dragón —Muffled seguía igual de enfadada.

—Bueno, técnicamente es una bebé dragón —matizó Disarming.

Muffled miró inquisitivamente al hotelero, lo que hizo que éste bajase la mirada.

—Único punto del día: Gentle y el peligro público número uno —continuó diciendo la jefa de mineros, esta vez mirando directamente a Disarming.

—Vamos, Muffled —cortó Wise—. Creo que te estás pasando un poco, ¿no crees?

Ésta miró de igual manera a Wise, pero Magic levantó la pata, reclamando la atención y, sin esperar respuesta, dijo:

—Opino igual que Wise. solo es un bebé… —miró de soslayo a Disarming y se corrigió a sí misma—. Solo es una bebé. ¿Qué daño puede hacernos?

—Comen gemas —respondió Muffled—. Desde que nacen. Y cuando crezca dejará la mina sin existencias. Y a nosotros nos matará de hambre por no tener gemas para vender.

—"Aún así, la mina pertenece a Gentle. Es la que más tiene que perder en este asunto" —expresó Look Talker, mediante movimientos de ojos.

—Y el pueblo tiene un 3% de participaciones de la mina, lo sé —la jefa de mineros continuó hablando—. Pero el 3% de nada es nada. Ese dragón debe irse, por el bien de Northwest Mines Town.

En ese momento, con un golpe seco, se abrió la puerta. Era Gentle, portando a la bebé dragón en una especie de mochila para bebés poni, de tal forma que la pequeña le colgaba por delante.

—¿Por qué no he sido invitada a esta reunión? —preguntó.

—Lo sabes perfectamente —respondió Muffled—. Ese bebé dragón es un peligro para todo el pueblo y debemos decidir su futuro.

—Entonces con más razón debería estar yo invitada —continuó hablando Gentle—, para alegar en defensa de Reddish.

—¿Reddish? —inquirió Wise.

—Sí, así he decidido llamarla —contestó la unicornio de dos colores—, por su color predominante.

—Sabes que no puede quedarse, Gentle —Muffled intentó tranquilizarse, sabiendo que no ganaba nada enfadándose.

—No eres la única que piensa eso, Muffled —Gentle miró a la jefa de mineros—. He tenido que traer a Reddish conmigo, pues no está segura en casa, y menos sola. Según he venido he oído los cuchicheos a mis espaldas, y he sentido las miradas de desprecio.

—¿Entonces vas a entrar en razón y entregarla en adopción? —exclamó Muffled, mirando a Gentle.

—¿Entregarlo en adopción? —preguntó la unicornio de dos colores—. Veo que estás desesperada por hacerla desaparecer —señaló a Reddish—, sin importarte su seguridad. Es un bebé, no te va a comer… Sin embargo, no estoy segura de que tú no seas capaz de hacerle daño a la criatura. Eres un monstruo. Me das asco.

Y, después de decirlo, se dio la vuelta. Muffled estalló de rabia.

—¿¡Yo un monstruo!? —gritó, totalmente fuera de sí—. ¡A mí nunca se me habría ocurrido una estupidez tan grande como abrir un huevo de dragón en un pueblo minero! ¡Tú eres la que está loca!

Gentle se dio la vuelta y miró con furia a Muffled.

—¡Estaba a punto de morir! ¡Si no llego a abrir el huevo…! —gritó.

—¡Quizás habría sido mejor dejar que la naturaleza hubiese seguido su curso! —espetó la jefa de mineros.

Eso fue demasiado para Gentle. Se acercó a Muffled y le dio un gran y sonoro bofetón. La jefa de mineros, perpleja al principio, se rehízo inmediatamente e intentó devolver el golpe, pero fue sujetada por Wise y por Magic, que eran los que estaban más cerca de ella. A la unicornio de dos colores, sin embargo, la alejaron entre Look y Disarming.

—Por favor, por favor —exclamó Wise—. ¿Esto qué es, una reunión o el patio del colegio? Comportaos como ponis adultos.

—Tienes razón —respondió Gentle—. Lo siento… Siento que hayáis tenido que oír sus ponzoñosas palabras.

Muffled intentó zafarse, sin éxito. Esa maldita unicornio, además de abofetearla, le había faltado al respeto al insultarla de esa manera.

—Pues yo siento no haberte golpeado en mitad de esa cara de imbécil que tienes —soltó.

Lentamente, Gentle levantó una pata, señalando que no intentaría nada si la soltaban. Así lo hicieron Look y Disarming. Entonces la unicornio de dos colores se dio la vuelta y empezó a dirigirse a la puerta. Pero antes de llegar a ella, se paró, y, sin volver la vista, exclamó:

—Quiero ejercer mi derecho a veto para expulsar a Muffled Yell del Consejo del Pueblo.

El resto de los reunidos quedaron asombrados. Lo que acababa de ocurrir era altamente extraordinario. Nunca antes, en toda la historia de Northwest Mines Town, se había ejercido el derecho a veto, y lo peor de todo es que Gentle tenía el poder suficiente como para decidir ella sola quién entraba y salía del Consejo.

—El resto —continuó diciendo la yegua del cuerno roto—, podéis intentar indagar sobre lo realmente importante en este asunto: ¿Qué hacía un huevo de dragón en el interior de la mina? —entonces salió por la puerta, dejando atrás a un grupo totalmente anonadados por la orden de veto.

Pero la que peor había encajado la noticia había sido Muffled, que se dejó caer al suelo, completamente derrotada.


Shiny estaba esperando, frente a la puerta de la casa de Gentle, a que llegasen las demás. Estaba ilusionada pues, exceptuando aquella vez en Ponyville, nunca había visto un dragón, y menos uno recién salido del cascarón. Lo poco que había podido vislumbrar en la plaza le había encantado: era una criatura tan bonita, tan encantadora, tan maravillosa… que le parecía imposible que, de mayor, pudiese ser tan grande como para tragarse un poni de un bocado.

En seguida llegaron las amigas, que también estaban impacientes por ver a la pequeña dragón. Flashing empezó a corretear, adelantándose al resto, y llamó a la puerta. Quería jugar con esa criatura tan adorable... Aunque las demás también deseaban hacerlo.

Cuando Gentle abrió la puerta, todas las yeguas del grupo sonrieron: la unicornio de dos colores estaba amamantando a la dragoncita, mediante una especie de cinturón que le rodeaba el cuerpo, del que estaba amarrado un biberón lleno de leche a modo de pecho natural, aunque la yegua del cuerno roto lo tenía situado, por comodidad, un poco por debajo de las patas delanteras, mientras sujetaba cuidadosamente al bebé con una de las patas y con el casco de la otra dirigía el biberón.

—Hola, chicas —dijo—. Pasad, pasad…

Entraron y, excepto Gentle, que marchó a la cocina, las demás se acomodaron en el salón, que estaba lleno de paquetes de pañales, de paquetes de pañuelos infantiles, de cremas especiales para bebés y demás cosas para el cuidado de la pequeña. Apartaron cuidadosamente los objetos del sofá, mientras suspiraban: ellas también deseaban disfrutar de la maternidad. Únicamente Shadow no quería… De hecho miraba a las demás con los ojos entrecerrados, mientras sonreía a modo de complicidad.

—Estáis tontas —declaró la herrero—. Pero muy tontas, que lo sepáis.

—Oh, vamos… —respondió Shiny—. Parece que no te hace ilusión lo del bebé.

—Sí que me hace —respondió Shadow—, pero una cosa es ver a una bebé y otra muy distinta es querer tenerla. Se os ha activado el botón de "maternidad" a todas, y eso que aún no la hemos visto de cerca. Lo dicho, estáis muy tontas —y volvió a sonreír.

De repente, un gran ruido se oyó en la cocina, acompañado de un fogonazo. Todas se asustaron y, mirándose entre ellas, empezaron a levantarse, deseando que no le hubiese pasado nada a la criatura.

—No os preocupéis —exclamó Gentle desde esa habitación—. Ha sido la pequeña, que ha eructado fuego. Eso es buena señal —al oír eso, todas respiraron aliviadas—. Prefiero que lo haga aquí en la cocina, más que nada porque hay menos cosas inflamables que en el salón.

Acto seguido, la unicornio de dos colores volvió de la cocina, portando a Reddish en la mochila, mientras que en uno de los cascos llevaba una gema. Sacó cuidadosamente a la bebé dragón de la mochila y la apoyó sobre la pata que tenía libre, sentándose a continuación. Entonces le dio la gema a la criatura para que ésta se entretuviese chupándola, cosa que, a juzgar por los movimientos que hizo de sus pequeñas extremidades, siguiendo la trayectoria de la gema, deseaba hacer.

Una vez la bebé tuvo la gema en la boca, ésta empezó a babearla por todos lados, sorbiéndola con avidez. Entonces Gentle elevó la mirada para hablar con sus amigas. Estas observaron que, por primera vez en mucho tiempo, los ojos de la unicornio de dos colores estaban vivos y titilaban de emoción. Verdaderamente Gentle era feliz con esa criatura en sus patas.

—Es realmente preciosa… —dijo Shiny, enternecida.

—Es adorable… —Flashing estaba impaciente por acoger a esa bebé junto a su pecho.

—Es especial… —Knowledge miraba con ojos maternales, tanto a Gentle como a la pequeña criatura.

—Es maravillosa… —Feather aplaudía juntando con suavidad sus cascos, pues no quería hacer mucho ruido.

—Es… todo lo que han dicho ellas… —los ojos de Shadow empezaron a humedecerse.

—¿De verdad os gusta la pequeña? —preguntó Gentle—. He decidido llamarla Reddish.

—Un nombre muy apropiado… —declaró Shiny.

—Y precioso… como ella… —Knowledge estaba sonriendo de oreja a oreja.

Las demás asintieron.

—Por cierto, Shiny —comentó Gentle—, necesito que me traigas un poco de polvo de gema… He intentado triturar una gema para añadirlo al preparado lácteo pero he roto la batidora y la licuadora… Y con la trituradora de carne es casi imposible. Solo me ha dado para llenar un biberón.

—¿Tienes una trituradora de carne? —inquirió Knowledge—. ¿Por qué…?

—Oh, la tengo desde hace muchísimo tiempo —respondió la unicornio de dos colores—. Lo adquirí en Canterlot, cuando estaba estudiando. Por lo visto se habían equivocado en el envío y el vendedor, para darle salida, rebajó el precio a la mitad. Me pareció una buena idea comprar una, y menos mal que lo hice —Gentle miró a Reddish, que hizo una mueca sonriente—, porque si no, ella no tendría alimento con el aporte suficiente, ¿verdad, bichilla? —y le pellizcó suavemente la panza a la pequeña dragoncita, que emitió una risita.

—Una pregunta, Gentle… —empezó a decir Shiny—, ¿cómo es que sabes tanto de dragones y de su cuidado?

—Porque la tesis que hice cuando estaba en la Escuela de Magia fue precisamente sobre los dragones —contestó ésta—. Bueno, más exactamente fue una tesina múltiple entre cuatro alumnos, ya que la información que había hasta entonces sobre los dragones era bastante precaria. Y tuvimos que investigar, indagar, observar e incluso infiltrarnos entre los dragones…

—¡Pero eso es muy peligroso! —cortó Knowledge—. Si os hubiesen descubierto…

—De hecho, lo hicieron —Gentle sonrió—. Creo que ese día superamos todos los records de velocidad en la huida. Es más, a uno le quemaron la cola de tal forma que tuvieron que rapársela… Tardó meses en recuperar su pelaje original —entonces la unicornio de dos colores se rió de manera muy cálida.

+Pero bueno, al final mereció la pena, a juzgar por la nota que nos pusieron: la más alta en la historia de la Escuela de Magia… Al menos eso nos dijo el director, porque por lo visto nuestra tesis fue un antes y un después en el conocimiento de los dragones… Incluso el claustro de profesores de la Escuela de Magia convirtió la tesina en un libro, con la autoría del profesor, a pesar de que él se negó y pidió que fuésemos nosotros los autores. Tiempo después, el profesor nos confesó que había cambiado levemente la tesis para la edición final, de tal forma que, cogiendo la primera letra de cada tema, se leyese "Hecho por…" y nuestros nombres… Pero creo que me he desviado del tema.

—Una historia realmente preciosa —confesó Shiny.

—Esto… Creo que aquí huele un poco mal… —Shadow, sonriendo, miró a Reddish.

Todas se acercaron y, efectivamente, el pañal parecía haber sido estrenado. Gentle pidió que le acercasen un pañal nuevo, un bote de polvos de talco, un paquete de toallitas con loción para bebés y la toalla que estaba en una esquina del sofá.

Cuando se lo acercaron, la yegua del cuerno roto puso la toalla sobre la mesita del salón y situó a Reddish encima del paño. Las demás se acercaron con curiosidad, pues no querían perderse detalle alguno de cómo Gentle iba a cambiar el pañal.

En un movimiento más instintivo que requeriente de esfuerzo alguno, Gentle quitó el pañal con los dos cascos y limpió los restos de excrementos del cuerpo de la pequeña dragoncita, usando un pañuelo con loción.

Sin embargo, antes de poner los polvos de talco, Reddish se relajó, poniendo cara de circunstancias… y orinó sobre la cara de Gentle. Todas se rieron, excepto la unicornio de dos colores, que se quedó observando a Reddish con los ojos entrecerrados.

—Me… has… orinado encima… —ésta balbuceó entre dientes—. Mereces un castigo, Reddish.

Todas dejaron de reír y abriendo los ojos por la sorpresa. ¿Acaso Gentle iba a hacer daño a la pobre bebé?

—¡Y ya sé el castigo que te voy a aplicar…! —Gentle acercó su cabeza al vientre de Reddish—: ¡La tortura del soplido! —y, juntando su boca sobre la tripa de la dragoncita, empezó a soplar, de tal forma que el aire, al escapar, formaba un grave sonido que provocaba la risa de la pequeña. Y, cuanto más lo hacía Gentle, más se reía Reddish. Todas las amigas se contagiaron de la alegría y volvieron a sonreír.

Cuando Gentle, cansada, paró de hacerlo, Reddish bostezó. Se acercaba la hora de que durmiese, así que la limpió otra vez, le puso los polvos de talco y le ajustó el nuevo pañal. Después se giró hacia las demás:

—¿Queréis cogerla mientras me doy una ducha? —preguntó.

Todas se activaron como un resorte cuando oyeron esas palabras. Por supuesto que querían cogerla, y hacerle reír, y darles mimos, y hacerle cosquillas a la pequeña.

—¿No te preocupa que pueda…? —empezó a preguntar Feather.

—Si no puedo confiar en mis amigas, ¿en quién podría hacerlo? —respondió la unicornio de dos colores, justo antes de desaparecer de la habitación rumbo a la ducha.

Las cinco amigas aprovecharon el momento en que Gentle no estaba para hacer toda clase de caras raras a Reddish y gestos extraños… carantoñas a las que Reddish respondía con risas.

Knowledge fue la primera en cogerla, después lo hizo Shiny, más tarde la sujetó Feather, posteriormente Shadow la levantó y, por último, la sostuvo Flashing.

—Ten cuidado —le dijo Knowledge a la potrilla unicornio.

—Cógela por aquí —le recomendó Shiny.

—Pon las patas así —Feather colocó sus patas, como ejemplo, en una posición en concreto.

—Lo estás haciendo muy bien, Flashing —Shadow sonrió.

La prestidigitadora miró a todas con un gesto serio, excepto a Shadow, a quien le devolvió una sonrisa.

—Que sea más joven que vosotras no significa que no pueda sujetar a un bebé —exclamó—. Además, que yo sepa, tampoco vosotras tenéis mucha experiencia en esto.

Gentle volvió al salón, justo para ver cómo la pequeña dragoncita pegaba un largo bostezo.

—Creo que es hora de ir a dormir —dijo, cogiendo a la criaturita con sumo cuidado—, despídete de todas por hoy, Reddish —Gentle inclinó levemente a la bebé para que todas pudiesen despedirse. Así lo hicieron las cinco, bien levantando el casco como lanzando besos hacia ella.

La unicornio de dos colores, al dirigirse hacia la puerta, pasó al lado de un mueble y cogió un walkie-talkie emisor para bebés, después se encaminó a su habitación y dejó a Reddish suavemente en la cuna. Entonces empezó a cantarle una antigua nana.

Flashing fue hasta la puerta y miró de manera furtiva hacia la habitación de Gentle. El arrullo se oía muy bajito, así que volteó la mirada, hizo una señal de silencio a las demás y cogió el walkie-talkie receptor. Entonces volvió al sofá, donde estaban las demás con una sonrisa de oreja a oreja, y encendió el aparato.

La nana que cantaba Gentle era realmente preciosa y evocadora. Todas, excepto Shiny y Feather, recordaron su más tierna infancia, pues a ellas también le recitaron esa cantinela cuando eran bebés.

—Vale, la nana es bonita, pero… ¿por qué ponéis esas caras? —preguntó Shiny, sin comprender nada, mientras miraba a las demás. Entonces cruzó su vista con la de Feather, que tenía la misma expresión que ella.

—Esta nana me resulta muy conocida... —dijo Knowledge en voz baja.

—Esta canción la he escuchado antes... —exclamó Shadow, también en un susurro.

—Y yo… y recuerdo exactamente la voz con la que me la cantaban… Es la misma voz que usa Gentle con Reddish —expresó Flashing.

De repente la nana paró. Reddish debía de estar dormida. Flashing, saliendo de la ensoñación anhelante, se levantó rápidamente. Se acercó al mueble donde había cogido el receptor y, apagándolo, lo dejó en el mismo sitio. Gentle entró al salón justo cuando la potrilla unicornio acababa de sentarse de nuevo. La unicornio de dos colores cogió el walkie-talkie receptor y, encendiéndolo, lo puso sobre la mesa.

—Bien, ahora que Reddish está dormida, podemos hablar —dijo, mientras se sentaba en el sillón—. Os agradezco muchísimo que hayáis venido a ver a la pequeña… Sois las únicas del pueblo que se han interesado positivamente por ella.

—No puede ser —exclamó Shiny—. ¿Cómo que las únicas?

—Lo que oyes —respondió Gentle—. Todo el pueblo se está poniendo en contra de Reddish, solo porque es una dragona.

—Pero si es táaaan adorable —Flashing puso cara de poni buena.

—Lo es, pero ellos no quieren verlo —la yegua del cuerno roto bajó la mirada, apenada—. Reddish no está segura en mi casa, lo sé. Pensé por un momento que iban a ser más comprensibles, pero por desgracia me he equivocado.

—Quizás estés exagerando —comentó Knowledge.

—¿Sabes lo que he oído antes cuando iba a entrar en casa? —preguntó Gentle—. "Mira, ahí está el hogar de los monstruos", dijeron dos sementales, mientras señalaban esta casa.

—Eso es horrible —expresó Flashing, lamentándose.

—Incluso Muffled se ha puesto en contra de Reddish… —declaró la unicornio de dos colores—. Es la última poni de la que me esperaría algo así.

—Por cierto —exclamó Shadow—, la he visto antes… estaba llorando, con Magic intentando animarla. Era una estampa muy triste, la verdad. Intenté acercarme para consolarla, pero Magic negó con la cabeza.

—Por lo visto su expulsión del Consejo le ha afectado más de lo que yo pensaba… —dijo Gentle, que volvió a la mirada, apesadumbrada.

—¿Muffled ha sido expulsada del Consejo del Pueblo? —la herrero abrió los ojos como platos—. ¡Pero si era toda su vida! ¡Entrar en el Consejo había sido un sueño para ella!

—He ejercido mi derecho a veto para su expulsión —indicó la yegua del cuerno roto—. Sé que ha sido una acción demasiado precipitada, pero no queráis saber lo que dijo ella sobre Reddish… y encima la pobre estaba ahí, oyéndolo todo —los ojos de Gentle empezaron a humedecerse por la tristeza.

—Tranquila Gentle, tranquila… —Shiny se levantó y se sentó en la oreja del sillón, mientras rodeaba los hombros de la unicornio de dos colores con su pata—. No pasa nada… Estáis a salvo ahora, y eso es lo importante.

—¡Pero es que dijo que Reddish debería haber muerto! —chilló Gentle, sollozando—. ¿Cómo puede alguien desear la muerte de… de… de un inocente bebé? —y, tapándose la cara, lloró amargamente.

Todas las demás se miraron entre sí. La situación era demasiado preocupante: Gentle y, sobre todo, Reddish necesitaban de su ayuda. Asintieron todas a la vez y Shiny continuó hablando:

—Vosotras quedaos en casa unos días, hasta que todo esto se tranquilice… Mientras tanto, nosotras te traeremos comida, pañales y todo lo que necesitéis —declaró.

La yegua de dos colores levantó la vista y miró a Shiny.

—Gracias… —dijo, aún con lágrimas en los ojos—. Gracias, de verdad… —abrazó a la pegaso—. Gracias a todas… Sois las mejores amigas que podría tener… —exclamó, mirando a las demás.

—De todas formas —respondió Shadow—, no creo que los demás sean tan estúpidos como para hacer una tontería.

Gentle miró fijamente a la herrero.

—Sé lo que es infundir terror a los demás —exclamó, señalándose su cuerpo de dos colores—. Es un horror que sufrí durante demasiado tiempo. No quiero que a Reddish le pase lo mismo. Ella es un ser inocente… Ni siquiera es capaz de controlar sus funciones básicas, lo habéis visto —volvió a llorar—. ¡Y yo que pensaba que los habitantes de este pueblo iban a comprender algo… qué equivocada estaba… son unos monstruos… lo son ellos, no Reddish!

Todas se levantaron del sofá y empezaron a rodear a la unicornio de dos colores, intentando consolarla.

—Tiene que salir de aquí —siguió hablando Gentle, entre sollozos—, alejarse de todos… Tiene que ir a un lugar seguro para ella, aunque sea lejos de mi lado. Es lo mejor… Aunque desgraciadamente tiene que aguantar unos días aquí… Su cuerpo aún está débil, no está preparada para un viaje largo… Y ese tiempo lo aprovecharán esos malnacidos —señaló hacia la calle— para intentar hacerle daño… Lo sé…

Sus amigas empezaron a hablar para alentar e intentar animar a Gentle. Declararon, entre otras cosas, que no iban a dejar que nada le pasase a Reddish, y acompañarían a las dos a todos lados, si salían, y vendrían a esa casa si decidían no hacerlo. Incluso todas dormirían allí, para evitar que le ocurriese algo a la bebé dragón.


Con una tristeza aún presente, Gentle empezó a recoger el salón. Apenas hacía unos minutos que sus amigas habían salido de casa y en breve volverían pertrechadas con un montón de cosas, entre ellas sacos de dormir. Habían decidido dormir todas esa noche en su casa, así como todas las veces que hiciese falta hasta que Reddish tuviese fuerza suficiente como para aguantar un viaje hacia otro lugar.

La yegua del cuerno roto estaba recogiendo el paquete de pañales con la boca cuando el walkie-talkie receptor se activó, oyéndose un fuerte ruido en la habitación donde estaba la cuna de la pequeña. Gentle directamente dejó caer el paquete y trotó, tan rápido como pudo, para proteger a Reddish. El sonido que salía ahora del receptor era el de la bebé empezando a llorar.

Cuando llegó a la habitación, encendió la luz y echó un rápido vistazo general. En la cuna, Reddish lloraba fuertemente, mientras que la ventana de la habitación estaba completamente rota. En el suelo, a escasos centímetros de la cuna, una gran piedra todavía estaba rodando. Alguien había lanzado esa piedra a través de la ventana y casi había impactado sobre la pequeña dragoncita.

Instintivamente, la unicornio de dos colores se puso por delante de la cuna y se acercó poco a poco a la ventana, para mirar quién había hecho esa salvajada. En la calle, tres jóvenes potrillos, aún sin Cutie Mark, miraban directamente hacia la posición donde estaba ella, gritando de alegría por haber acertado el impacto, mientras sopesaban más piedras.

—¡Malditos bastardos! —gritó Gentle, asomándose por la ventana—. ¡Fuera de aquí u os convierto en piedra!

Esas palabras asustaron a los potrillos quienes, dejando caer las piedras, empezaron a recular hasta que, dándose la vuelta, huyeron. Gentle se giró y miró directamente a Reddish, que aún seguía llorando, asustada. La unicornio de dos colores se acercó a ella y, cogiéndola, la llevó hasta su pecho. Entonces la yegua miró al infinito, mientras sus ojos se humedecían a raíz de la impotencia y el dolor por el incomprensible odio hacia Reddish.

Tardó poco en tranquilizar a la pequeña, pero su cabeza estaba en otra cosa, pues la situación era aún peor de lo que se imaginaba: si esos potrillos habían tirado piedras contra la ventana de la habitación de Reddish, era porque ellos ya odiaban a la bebé dragón, y un potrillo solo odia o ama lo que odia o ama todo aquel que está a su alrededor. Por lo tanto, los padres de esos chiquillos despreciaban a Reddish y habían alentado a sus hijos a aborrecer al mismo objetivo.

Gentle llegó a una conclusión: tenía que abandonar inmediatamente Northwest Mines Town. Probablemente los potrillos, asustados, contarían con exageraciones lo ocurrido a sus padres y estos, ayudados por sus familiares y por sus vecinos, se tomarían la justicia por su casco. En otros tiempos, Gentle podría haber acabado con todos los agresores en apenas un segundo, pero ahora, sin sus amigas a su lado, no tenía magia suficiente más que para defenderse débilmente, o bien para hacerlo de forma completamente descomunal…

De todas formas, el objetivo principal era proteger a Reddish, así que cogió a la pequeña y la llevó al salón, recostándola en el sillón. Después agarró un zurrón doble que estaba sobre una percha al lado de la puerta y se la ajustó, llenándola a continuación de unos cuantos pañales, cremas, leche en polvo, gemas y algún que otro juguete, asegurándose de que no debía llenarlo demasiado. Seguidamente asió la mochila y se la puso. Con sumo cuidado colocó a Reddish dentro de la bolsa porta-bebés y se dirigió a la cocina. Allí, en una esquina, había un aparato que destacaba completamente sobre el resto del mobiliario. Era la trituradora de carne. Tomó una gema de un pequeño montón al lado de la máquina y, encendiéndola, metió la piedra en la boca de entrada. Con una serie de chirridos y movimientos espasmódicos, la picadora empezó a machacar, poco a poco, la gema.

Cuando el aparato terminó de pulverizar la joya, Gentle cogió una servilleta y puso todo el polvo de gema dentro de la servilleta, plegándola y anudándola a continuación y metiéndola en el zurrón. Buscando qué más debía llevarse antes de salir del pueblo, volteó la cabeza, haciendo una panorámica de la cocina. Entonces encontró la correa con el biberón que estaba en la mesa y, agarrándola, la limpió con esmero en el fregadero.

Al cerrar el grifo, empezó a oír un ruido fuera de su casa. Temiendo lo peor, la unicornio de dos colores movió ligeramente la cortina. Fuera, en la calle, unos ponis, portando antorchas, se estaban arremolinando al lado de la estatua. De vez en cuando, alguno de ellos señalaba, con gestos violentos, hacia la casa de Gentle. Ésta frunció el ceño: definitivamente ya había empezado… El pueblo se había convertido en una turba rabiosa, y Reddish era el objetivo de su furia.

Desgraciadamente, sabía que no podía salir por la puerta principal, pues desde la posición en que estaba el grupo, sin duda las verían si usaban esa salida, y su posible ventaja se vería rápidamente reducida, a causa del peso de sus zurrones y del cuidado que debía tener con la pequeña… Solo quedaba una opción: debían escapar por la salida secreta. Gentle se acercó a su habitación, abrió el armario y descolgó una túnica negra. Con un rápido movimiento se lo puso por encima, logrando tapar de esa forma tanto su cuerpo como el de la pequeña dragoncita.

Estaba lista para salir, y sabía dónde tenía que ir para que Reddish tuviese una oportunidad de vivir. Tenía que ser un lugar donde tuviese todas las atenciones y, a la vez, ser completamente segura para ella… Y solo había un lugar en toda Equestria donde Reddish estaría totalmente a salvo: el Palacio Real de Canterlot.

CONTINUARÁ

Next Chapter: 1x11 - Reddish - Parte 2 Estimated time remaining: 0 Minutes
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