Login

Parallel Stories

by SrAtomo

Chapter 14: 1x10 - Hermano pródigo - Parte 2

Previous Chapter Next Chapter

Todos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.

Este es un fanfic de fan para fans.

Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...

+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:

-Daniel Campos Fernández - Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).

-LloydZelos, Volgrand y Unade - Revisión.


Tags: [Slice of Life/Vida Cotidiana] - [Comedy/Comedia] y un poco de [Sad/Triste] - [Dark/Oscuro]


MY LITTLE PONY

PARALLEL STORIES

Chapter 1x10

Hermano pródigo

Parte 2

Shadow estaba cerrando la herrería, apesadumbrada. Si no le concedían el crédito, era posible que el establecimiento no volviese a funcionar hasta vender todos los excedentes. Caminó lentamente hacia su casa, que estaba al lado, pero un grito la hizo girarse.

—¡Shadow! —era Muffled usando su grito a distancia—. ¡Shadow, espera!

Todos los miembros del Consejo, excepto Gentle, que se dirigía hacia su casa, se acercaron, con una sonrisa en la boca, hacia la herrero. Shadow comenzó a sonreír también: seguramente la respuesta a la petición de crédito sería afirmativa.

—Shadow —empezó a decir Wise—, tenemos buenas y malas noticias…

—Las malas noticias primero —exigió Shadow, haciendo desaparecer la sonrisa de su boca.

—De acuerdo —Magic también se puso seria—. No podemos concederte el crédito.

—"Pero la buena noticia"… —Look Talker miraba a todos lados, explicándose.

—Es que Gentle te va a acreditar —cortó Disarming.

Todos los demás miembros del Consejo miraron inquisitivamente al hotelero.

—¿Qué? —éste se defendió—. Look iba a tardar mucho en contarlo…

—Pero hay una condición —Muffled dejó de escrutar a Disarming para mirar de manera maternal a Shadow.

—La condición —siguió diciendo Wise— es que tienes que cenar mañana con tu hermano y dejar que él se explique.

Shadow abrió completamente los ojos y estaba empezando a enfurecerse. Gentle le había puesto en una encerrona… si quería recibir el crédito, tendría que escuchar al indeseable de su hermano, algo que no le gustaba en absoluto pero, si se negaba, no obtendría el crédito que necesitaba con tanta urgencia.

—Accede a la petición —dijo Disarming—, por fav… —mientras hablaba, empezó a poner "La expresión".

Shadow plantó su casco en mitad de la cara del hotelero, aplastándole levemente el hocico mientras le miraba con unos ojos llameantes.

—Ni se te ocurra hacer eso conmigo —comentó la herrero entre dientes—, si quieres conservar entera esa dentadura —entonces miró al resto y añadió—. De acuerdo. Decidle a Gentle que cenaré con… "ese".

Todos los miembros del Consejo sonrieron. Shadow haría lo correcto.


Feather volaba lo más rápidamente posible de vuelta a Northwest Mines Town. Entre sus patas delanteras sujetaba una caja no muy grande. Tenía metidos sus cascos en unos agujeros específicos para ponis que había en los lados del contenedor. Por una parte, la pegaso-cartero estaba ilusionada por tener al fin ese codiciado objeto pero, por otro lado, estaba bastante decepcionada por el tamaño que debía tener el televisor, ya que, con suerte, sería de apenas catorce pulgadas. Desgraciadamente nadie se fijó en ese detalle cuando miraron el catálogo. Aunque, mirando el lado bueno, al menos tenían un televisor.

Pasó la encrucijada como una exhalación y torció bruscamente hacia la salida del pueblo minero. Notó cómo el aparato se movió dentro de la caja, pegando hacia uno de los laterales y desequilibrando el conjunto, así que agarró el cartón tan fuerte como pudo y apretó a la vez el contenido con sus cascos y lo estabilizó como pudo. Pensó que quizás debería aflojar la velocidad, pero estaba ya muy cerca de la llegada.

Cuando arribó en Northwest Mines Town, ya de noche, sus amigas estaban esperando ansiosamente su llegada. Sus alegres caras cambiaron al ver el tamaño del paquete que portaba la pegaso-cartero.

—¿"Esto" es el televisor? —preguntó Flashing, señalando el paquete.

—Sí, así es —respondió Feather—. La verdad es que parecía más grande en el catálogo.

—"Es" más grande la imagen que han puesto en el catálogo —se quejó la potrilla unicornio.

—Bueno, no será muy grande —exclamó Shiny—, pero al menos es una televisión.

—Y es nuestra, no lo olvidéis —añadió Knowledge.

Juntas fueron a casa de Feather, pues, como el catálogo era exclusivamente para carteros, el envío estaba a su nombre. Allí abrieron el paquete. Afortunadamente el televisor ocupaba casi todo el interior del cartón, a excepción de unas pequeñas protecciones en las esquinas.

—¡Ah!, casi se me olvida —la pegaso-cartero abrió sus zurrones. En uno de los dos compartimentos había dos paquetes más pequeños, que sacó y puso encima de la mesa—. Esta es la antena —añadió, señalando uno— y esto otro es el decodificador —prosiguió, apuntando al otro.

Montaron cuidadosamente todo el cableado a base de prueba y error, hasta que consiguieron que el televisor mostrase imagen en pantalla. Casualmente era la misma película que habían emitido por la mañana, ese western de Clean Easthooves.

—Jo… apenas se le distingue —Flashing, con los ojos entrecerrados, miraba la pantalla de cerca, en un intento de captar la mayor cantidad de detalle posible—. Me siento estafada…

—No eres la única —Knowledge rodeó con su casco los hombros de la potrilla unicornio, en señal de aprobación. Shiny y Feather asintieron, demostrando que ellas también estaban disconformes con ese aparato.

—Bien, ahora llega el peliagudo problema —musitó Shiny—: ¿cómo vamos a establecer los turnos?

El adjetivo "peliagudo" era exactamente lo que definía esa situación, pues se miraron todas con caras serias.

—Yo creo que debería tenerlo Feather —Shiny cortó el silencio—. El pedido viene a su nombre.

—Pues yo creo que debería ser Shiny quien disponga de "esto" —Flashing señaló la televisión—, ya que fue suya la idea de comprarlo.

—Mejor que lo tenga Knowledge —Feather desenchufó la televisión de la red eléctrica—. Es la que puso más dinero.

—Quizás debería tenerlo Flashing —añadió Knowledge—. Así podrá comer sus palomitas a gusto.

Todas empezaron a discutir para ver quién se quedaba la televisión… Cada una lo quería tener lo más lejos posible de sí misma.


Apenas llegó la noche, Muffled penetró en la mina y, dándose la vuelta, permaneció vigilante en la gran gruta de entrada. Allí podría esperar, sin ser molestada ni encontrarse con cierto semental azulado, a los operarios de los que había hablado Gentle en la reunión. Además, podía al fin pensar en sus propios asuntos: el asunto prioritario era saber qué iba a hacer hasta que Plush se marchase. No le apetecía absolutamente nada volver a ver a su antiguo prometido.

Aunque quizás lo peor de todo era que había metido a Wise en medio. Le había engañado, y se había engañado a sí misma. Los sentimientos que tenía hacia su amigo eran de amistad… o al menos eso creía… Pero, ¿y si había algo más? Últimamente entre ellos dos habían pasado demasiadas cosas: un posible enamoramiento de Wise, una ruptura de amistad, una reconciliación, un recuerdo en forma de figurilla y la llegada del poni más indeseable del universo.

La mente de Muffled era un mar de confusiones. Por mucho que lo intentara, no podía aclarar sus ideas. Quizás lo mejor que podría hacer era dejar que las cosas siguiesen su curso, pero era algo realmente difícil de hacer. Ella también tenía sus sentimientos, y no era capaz de enterrarlos dentro de sí misma. Unos sentimientos tan crueles que resultaba imposible borrarlos de un plumazo. Pero se estaba haciendo daño a sí misma, por lo que esta encrucijada debía terminar pronto.

Aún estaba pensando en el cúmulo de sentimientos contradictorios cuando vio que, por la entrada del pueblo, llegaban un montón de ponis empujando dos grandes carros. Los operarios habían llegado, tal como esperaba Gentle. Muffled salió de la mina e hizo señas a los recién llegados, que se acercaron. La luz de la luna se reflejaba en sus costados, haciéndolos tétricos, pero Muffled sabía que el cometido que tenían no tenía nada de oscuro, sino todo lo contrario.

—¿Es usted la señora Gentle Colors? —preguntó el que parecía ser el capataz.

—No, soy amiga suya —respondió la jefa de mineros—. Ahora la llamo… Mientras, pueden empezar —señaló detrás suya, hacia la montaña que se erguía, majestuosa, al final de la calle principal—. Esa es la mina. Saben lo que hay que hacer, ¿no?

—Sí, hasta los más mínimos detalles —declaró el mismo semental.

Muffled asintió y se dirigió a casa de Gentle. Mientras tanto, los operarios empezaron a sacar de un carro unas barras de acero y empezaron a juntarlas, hasta hacer un andamio, que colocaron justo a la entrada de la mina, dejando sitio para el acceso. A continuación, taparon todo con unas espesas redes de protección, de tal forma que no se podía ver lo que estaban haciendo. Después sacaron maquinaria portátil y empezaron a trabajar sobre la entrada de la montaña.

—Gentle, ¿estás? —preguntó la jefa de mineros, llamando a la puerta de la casa.

—¿Han llegado ya? —contestó la unicornio desde el interior—. Se han dado mucha prisa… Normal, teniendo en cuenta de que para ellos es la venta del siglo.

Abrió la puerta y miró a Muffled con un gesto serio. Después lo hizo hacia los alrededores y torció su expresión: todos los habitantes habían salido de sus casas, intrigados por el ruido que hacían los operarios. Con el morro aún arrugado, Gentle volvió a mirar a la jefa de mineros.

—Ya sabes lo que debes hacer —dijo—. Yo voy a reunir el dinero y a cenar, ya que no he comido nada en todo el día —y, diciendo esto, cerró la puerta.

Muffled miró estupefacta el portón. ¿Acaso Gentle le acababa de dar una orden? ¿Desde cuándo esa unicornio era tan autoritaria? Sintió que debía hablar con ella, cuando acabase todo, sobre este asunto, pero ahora todo corría mucha prisa. Entonces se volvió y caminó hasta situarse en mitad de la plaza, junto a la estatua.

—Habitantes de Northwest Mines Town —exclamó—, no se preocupen, es una revisión rutinaria. Vuelvan a la cama y duerman… si pueden —esto último lo dijo con un hilo de voz. Ella no iba a poder dormir esa noche, y el ruido no iba a ser el único culpable de sus desvelos.


Shiny no pegó ojo en toda la noche, agobiada por el ruido que habían hecho los operarios en la revisión, que había durado hasta la salida del sol. Además se habían estado moviendo por todo el pueblo, haciendo trabajos aquí y allá. Durante un buen rato, Shiny, totalmente desvelada, les había estado observado a través de la ventana, pero no podía descubrir qué es lo que hacían pues, después de tomar medidas y señalar un sitio en concreto, los trabajadores tapaban, con una lona opaca, los alrededores de su zona de trabajo, y hasta que no terminaban, no volvían a despejar esa parte… Pero entonces, lo único que se veía, como resultado final, era una serie de losetas en el suelo.

Los operarios también se aplicaron sobre las esquinas algunas fachadas. Allí, pensó Shiny, iba a ser más fácil descubrir qué estaban haciendo, pero los operarios se preocuparon aún más de ocultar su trabajo. Y, cuando despejaron la zona de trabajo, no había absolutamente nada destacable sobre las esquinas.

Aunque estaba cansada por la falta de sueño, era ya tarde para dormir, así que Shiny decidió salir de casa. Se acercó a una de esas extrañas baldosas, cuya parte superior estaba repleta de dibujos desconocidos. Miró a su alrededor y se dio cuenta que, por todo Northwest Mines Town, muchos ponis estaban mirando aquí y allá, donde supuestamente habían trabajado los operarios, pero nadie descubría absolutamente nada.

Los trabajadores hacía rato que se habían terminado y estaban marchado hacia la encrucijada de caminos, con sus carritos vacíos, pero el capataz salió de casa de Gentle, portando un gran saco sobre su espalda.

—Como convenimos en la carta —dijo la unicornio de dos colores, justo detrás de él—, la mitad en metálico y la otra mitad en un cheque.

—Tendría que haber dejado uno de los carros para poder portar mejor el saco —se lamentó el capataz, que se movía de forma renqueante. Afortunadamente, unos cuantos operarios le esperaban en la entrada del pueblo, junto a un carro. Entonces se acercaron a su jefe y entre todos cargaron el saco en el carro.

Gentle miró a su alrededor, y su mirada se encontró con la de Muffled, que acababa de salir de su casa. Ésta asintió, contenta, recibiendo como respuesta otra señal de aprobación por parte de la unicornio. Entonces la yegua del cuerno roto volteó la cabeza hacia la entrada a la mina. Por encima de ésta había una especie de cortina tapando un gigantesco rectángulo. Todo parecía correcto, así que Gentle volvió a entrar a su casa a desayunar.


Se acercaba la hora de reencontrarse con su hermano. Shadow temblaba, en parte por miedo, en parte por rabia. Pero tenía que ir si quería recibir ese crédito tan ansiado. Aunque debía reconocer que estaba intrigada por saber qué excusa se inventaría Plush Padding para intentar explicar su comportamiento.

Su crin parecía estar igual de nerviosa que ella, pues al intentar cepillarla se enredaba, como si estuviera viva y quisiera retrasar el encuentro. Entonces la herrero se metió bajo la ducha y abrió el grifo, empapándose por completo. Quizás así su crin se domase lo suficiente como para poder ser peinada. Ojalá esta solución funcionase también con ella pues, a medida que se iba acercando la hora, más insegura se sentía.

Decidió despejarse dando un paseo por el pueblo, así que terminó de arreglarse y salió a la calle. Extrañada, miró hacia un lado y al otro… Todo estaba igual y a la vez muy cambiado: por toda la calle había ponis adultos hablando entre ellos, mirando de vez en cuando unas extrañas baldosas o trampillas estancas, y también había unos cuantos potrillos, que intentaban sin éxito abrir, por cualquier medio, esas extrañas losetas.

—¿Qué es lo que ha pasado aquí? —preguntó a Shiny, que estaba en un lateral de su casa, mirando fijamente la esquina—. ¿Qué es todo esto?

—¿No te has enterado? —respondió ésta, mientras seguía inspeccionando la casa—. Ayer por la noche vinieron unos trabajadores y han estado haciendo obras por todo el pueblo… aunque nadie sabe qué es lo que han hecho. Bueno, sí lo sabe Gentle, que les pagó, y probablemente Muffled. Entonces, por extensión, seguramente todo el Consejo del pueblo sepa qué es lo que han hecho.

—Es extraño… —comentó Shadow—. Es algo muy raro que hagan arreglos de cualquier tipo por la noche.

—Y también es insólito que no hayas oído nada —contestó la dorada pegaso.

—Ah, deberías saber que yo, cuando duermo, lo hago muy profundamente —alegó la herrero, con una media sonrisa.

—Por cierto, ¿vas a ir esta noche a la cena con Plush? —inquirió la joyero.

—¿Cómo sabes tú eso? —Shadow abrió los ojos… Alguien se había ido de la lengua, y seguramente había sido alguien del Consejo del pueblo.

—Oh, es una de las comidillas de hoy —Shiny se rió—, junto con lo del trabajo nocturno. Todos los miembros del Consejo han apostado sobre si ibas o no a la cena…

Shadow no podía creerlo… No había sido uno de los miembros quien había pregonado sobre el asunto de esa noche con su hermano, sino todo el Consejo al completo. Eso le pareció un golpe bajo, pero decidió, con todas sus ganas, que iba a asistir, y quien hubiese apostado en su contra se las vería con ella luego.

—¿También han comentado a los cuatro vientos el motivo por el que voy a ir? —preguntó la herrero, temerosa de que también hubiesen dicho algo sobre el asunto del crédito.

—No —aclaró Shiny—, no han dicho nada de eso. Pero… ¿Acaso no es solo para reconciliaros? ¿O acaso hay algo más?

—¡Nada! ¡No hay nada más! —Shadow se puso instintivamente a la defensiva, pero reconoció inmediatamente que había cometido un error e intentó remediarlo—. Es lo que yo deseo, reconciliarme con mi hermano después de tantos años —contestó, con una tonta sonrisa.

—¡Ah! Por cierto —la dorada pegaso expresó en alto—, casi se me olvida… Hemos comprado, entre Knowledge, Flashing, Feather y yo una televisión, por si quieres venirte a verla en casa de… ¿Feather? —Shiny se llevó la casco a la barbilla, pensativa—. ¿O quizás Knowledge se lo ha llevado esta mañana a su casa? Puede que quizás lo tenga Flashing, aunque no se le veía ayer especialmente ilusionada… Bueno, en cualquier caso, sé a ciencia cierta que yo no la tengo…

—Bueno, iré a verlo ahora… —exclamó la herrero—. Total, no tengo nada que hacer hasta esta noche, pues hoy no voy a abrir la herrería…

Y, juntas, se fueron a casa de Feather… Quizás estuviese ahí la televisión.


El día tocaba a su fin. Era la hora convenida para que los dos hermanos se reencontrasen. Plush se dirigió, acompañado por Gentle, hacia el restaurante. Allí se había reservado una mesa específica, al fondo del restaurante, tapada con cortinas… aunque poco importaba ya, pues todo el mundo, por la calle, se apartaba y mantenía expectante mientras pasaba el hermano pródigo. Unos animaban, otros pateaban el suelo a modo de aplausos, pero la mayoría callaba solemnemente.

Cuando los dos entraron al restaurante, el cocinero, Spoon Giddy, les señaló la mesa convenida, que estaba prácticamente rodeado de unos espesos cortinajes. A pesar del revuelo que tenía lugar ese asunto en todo el pueblo, tendrían más o menos intimidad.

—Plush —dijo Gentle —, vete tomando asiento… Yo me quedaré en esta otra mesa —señaló una al lado—. Recuerda que tu hermana ha sufrido mucho, sé condescendiente con ella.

—Gracias, Gentle —el azulado semental estaba temblando—. No sé si todo esto será buena idea, pero lo intentaré.

—No seas tonto, Plush —Gentle alzó una ceja—. Por supuesto que es buena idea… tú lo sabes, yo lo sé, y tu hermana Shadow lo sabe… vendrá y os reconciliaréis, estoy segura de ello.

El poni eligió una silla y dejó en el suelo, a su lado, un pequeño maletín. Había estado toda la tarde seleccionando material que podría servir para ablandar el corazón de su hermana, por si las cosas se ponían difíciles. No pasó mucho tiempo cuando la puerta se abrió. Plush miró esperanzado a la entrada, pero volvió a entristecerse cuando vio que los que habían entrado fueron los miembros del Consejo del Pueblo, que se sentaron en la misma mesa que Gentle y juntaron otra. Pero Shadow no llegaba… Poco tiempo después se volvió a abrir la puerta, y otra vez el azulado semental giró la cabeza, ilusionado, para volver a agacharla, apenado. Los que acababan de entrar eran Shiny, Knowledge, Flashing y Feather, que se pusieron al lado del Consejo del Pueblo, en el borde de la mesa más cercano al cortinaje de separación… Pero Shadow no llegaba.

—Tranquilo, Plush —Shiny, sentada en su asiento, había movido levemente el telón y había hecho un hueco suficiente como para poder pasar su cabeza—. Está terminando de prepararse. Nos dijo que nos adelantásemos… Pero vendrá.

Apenas terminó Shiny de decir esas palabras cuando la puerta se volvió a abrir, dejando entrar al interior del restaurante el sonido de un sinfín de vítores y pateos al suelo de los habitantes de Northwest Mines Town. Plush volvió a mirar anhelante a la entrada, aunque esta vez su cara mantuvo el gesto: en el umbral estaba Shadow… una Shadow completamente radiante, ataviada con un sencillo vestido blanco y con su crin totalmente suelta, de tal forma que ésta caía por ambos lados de su cuerpo.

La hermosa yegua se acercó a la mesa reservada y se sentó, no sin antes echar una mirada fulgurante a su hermano, que sonrió tontamente a modo de respuesta. Entonces la herrero se recostó hacia atrás, sobre la cortina, que empujó levemente y dijo en alto:

—No sé quién ha sido el que ha apostado contra mí, pero que sepa que acaba de perder… Aquí estoy.

Se oyó un pequeño revuelo en la doble mesa de al lado.

—Todos hemos apostado a que sí venías —exclamó Magic, sonriente.

—Tómalo como un aliciente por si tenías dudas —confesó Shiny, demostrando que ella y sus amigas habían entrado también en ese juego. Shadow sonrió.

La puerta volvió a abrirse. Todos miraron hacia la entrada… un montón de ponis estaba entrando en tropel al restaurante, e iban ocupando todas y cada una de las sillas vacías. Incluso algunos se apoyaron sobre la barra.

—Supongo que habrán venido a consumir, ¿verdad? —declaró Spoon Giddy, el cocinero, que sabía de antemano a qué habían entrado todos. Todo el mundo asintió, y algunos empezaron a pedir algo, aunque todos miraban hacia la mesa reservada donde tenía lugar el evento entre Shadow Hammer y su hermano Plush Padding.

La herrero, levantándose de nuevo, intentó correr la cortina para quedar ocultos ante los demás, pero faltaba una cortina, por lo que estaban rodeados por tres cuartas partes, un problema molesto, y más teniendo en cuenta que la parte que quedaba visible era precisamente la que daba hacia el mostrador. La cena tendría que ser, por tanto, a la vista de todos.

—Disarming, déjame sentarme al lado de Muffled —cortó Wise—, al fin y al cabo es mi novia, ¿no?

Todos los presentes volvieron la mirada hacia él, preguntándose desde cuándo Muffled y Wise eran novios. La mirada que la jefa de mineros le dedicó era especialmente de odio. Lentamente, ésta se levantó y dijo:

—Quiero que sepáis todos que Wise no solo no es mi novio, sino que, ahora mismo, nuestra amistad pende de un hilo, por bocazas —entonces se dirigió hacia la cortina separadora y continuó hablando—. Plush, lo siento, de verdad… No fue mi intención mentirte… Simplemente me asusté y actué como lo hice… Pero debes saber que Wise no es mi novio.

—Muffled —declaró Wise—, al fin lo has reconocido. Solo quería empujarte para que confesaras…

—Sí, empujarme al vacío y sin red —Muffled seguía enfadada—. Eres muy listo tú, me da a mí.

—Piénsalo un poco —explicó el semental—: si Shadow y él se reconcilian, Plush vendrá más veces a Northwest Mines Town, por lo que, si seguías con la mentira, al final todo sería peor para ti. Simplemente había que cortar esta pantomima antes de que fuese demasiado tarde.

—Bueno, visto así, tienes razón —la jefa de mineros se quedó pensativa—. Vale, el hilo del que depende nuestra amistad se acaba de convertir en una cuerda, pero te agradecería que la próxima vez que intentes algo, me avises primero, ¿de acuerdo?

—De acuerdo, de acuerdo —respondió Wise, riéndose.


—Bueno, ¿qué desean? —Spoon Giddy estaba al lado de la mesa del evento, esperando una respuesta, tanto de Shadow como de Plush.

Pero Shadow no hizo caso, pues seguía mirando inquisitivamente a su hermano. Finalmente éste decidió pasar a la acción y elegir por los dos. Una vez tomado el pedido, Spoon se retiró a la cocina y empezó a preparar la comida.

—Shadow —comenzó a decir Plush—, de verdad que siento muchísimo lo que hice…

—¿De verdad? —respondió la herrero entre dientes—. Pues mucho no lo debiste sentir si dejaste que ocurriese. Ni siquiera has dado señales de vida en todos estos años.

—Si ocurrió es porque no tenía otra opción —el semental bajó la cabeza—. Debía marcharme de aquí. Pero todos los meses, hasta que papá murió, enviaba una carta... que jamás fue respondida.

—Pues yo no he visto ninguna carta en casa, así que dudo bastante que eso sea cierto —Shadow señaló de forma violenta, con su casco, a Plush—. Debiste estar aquí cuando papá empeoró… El pobre murió de pena, intentando buscarte… Y ahora tú estás aquí, riéndote como un imbécil. Como si él nunca te hubiese importado.

—Papá era muy autoritario y bastante estúpido —respondió el azulado poni.

La herrero se levantó violentamente y golpeó rabiosa la mesa con los dos cascos, haciéndola crujir.

—¡NO TE CONSIENTO QUE HABLES ASÍ DE PAPÁ! —gritó. Sus dientes empezaron a castañetear de la rabia.

—Vamos, lo sabes tan bien como yo —Plush no se dejó amilanar—. Él nunca me escribió una carta, y estoy totalmente seguro de que él rompió todas las que yo le enviaba…

—¿Y por qué no me escribiste a mí, después de que papá muriese? —Shadow volvió a sentarse, esperando la respuesta.

—Bueno… —empezó a exponer el semental—, a decir verdad, en realidad sí me escribió una carta, al principio, nada más marcharme… Y en ella me dejó en claro dos cosas: que no quería verme jamás mientras él viviese y… que tú habías muerto de tristeza —entonces, sin esperar contestación, abrió el maletín y mostró una carta amarillenta. Era la letra de su padre… del padre de Shadow. El poni señaló dos líneas concretas en el que, efectivamente, se podía leer lo que acababa de comentar.

—Pero… —la herrero estaba asombrada—. La verdad es que me apenó muchísimo que te marchases, pero no hasta el punto de morir —cogió la carta y empezó a leerla para sí misma—. ¿De verdad te escribió esto papá? No puedo creerlo —añadió después de terminar.

—Menos mal que uno de los mineros de este pueblo, en vacaciones, decidió entrar en mi tienda, allá en Detrot —siguió explicando Plush—, y, entre otras cosas, me comentó que seguías viva… Inmediatamente cerré la tienda y vine lo más rápidamente posible… para verte.

Shadow se sentía desarmada. Quizás su hermano no fuese el monstruo desinteresado y egoísta que su padre le decía una y otra vez. Su hermano simplemente había sido víctima de las circunstancias. Pero decidió probar otra cosa, para ver qué contestaba ese extraño que tenía enfrente.

—¿Sabías que papá me usó para perpetuar el trabajo familiar? —la yegua bajó la mirada, afligida—. Pasé, de la noche a la mañana, de jugar con muñecas a manejar el martillo… —entonces elevó la mirada y la fijó, con furia, hacia su hermano—. ¡Tú te fuiste a cumplir tu sueño y a mí me destrozaste la infancia! —gritó, señalándole con rabia.

Plush tragó saliva y sus ojos empezaron a humedecerse. Ignoraba que su hermana Shadow había tenido que sacrificar su infancia para satisfacer el capricho de su padre. Era algo demasiado cruel, demasiado perverso, demasiado descorazonador. Su padre era estricto, pero no sabía que hubiese llegado a serlo hasta ese punto.

—Lo siento, de verdad —las lágrimas resbalaban sobre las mejillas del semental—. He sido muy egoísta en este sentido… pero nunca pensé que papá podría atreverse a hacerte eso.

—Para él tú moriste cuando saliste del pueblo —replicó Shadow—, pero, a pesar de todo, te estuvo buscando hasta el último día…

—Supongo que no me encontró porque yo viajaba de aquí para allá —explicó Plush, secándose las lágrimas—, vendiendo los muñecos que había fabricado. Seguramente cuando encontraba una pista, yo ya estaba en otro lado… Aunque eso que has dicho contradice el hecho de que las cartas que yo enviaba las rompiese.

—Ya sabes cómo era papá… —esta vez fue Shadow la que desvió la mirada hacia abajo porque estaba sollozando—. Y… Y yo me estoy convirtiendo en él… —se llevó los cascos a los ojos y lloró amargamente—. Por favor, no dejes que yo me vuelva así… —exclamó, mirando a Plush con gesto desesperado, mientras ponía sus patas delanteras sobre la mesa.

—No te preocupes, no dejaré que eso ocurra —el poni puso cariñosamente su casco sobre la de su hermana, para dar más énfasis a sus palabras —. De hecho, para que veas que nunca te he olvidado, y que nunca lo haré, tengo un regalo para ti.

Cogió el maletín que tenía al lado de la silla y lo puso sobre la mesa, abriéndola a continuación. Sacó varios papeles y los expuso sobre el tablero.

—Estos son los bocetos de los juguetes de los que estoy más orgulloso —añadió el semental, pasándoselos uno a uno a su hermana, que los iba mirando con ojos cada vez más enternecedores, como si quisiera jugar con los muñecos que representaban.

El primer boceto mostraba un fiero dragón de peluche, enteramente de color dorado, a excepción de la barriga, que era rojo, y las espinas, que eran de un verde chillón.

—Este dragón es uno de mis mejores trabajos —explicó Plush—. Si te fijas, tiene hasta los colmillos posteriores.

El segundo boceto era un gato de felpa, completamente negro, aunque sus ojos eran amarillos, dando al conjunto una sensación de soledad.

—El gato… —argumentó el azulado poni—. ¿Qué decir de él? Me encanta. Me lo quitaban de los cascos… todas las potrillas querían uno para achucharlo y darle cariño.

El tercer boceto era una especie de poni, o de bebé hipopótamo, o algo directamente indefinible. El cuero era grisáceo y su crin y su cola estaban compuestos por unos bastos cordones de dos tonos verdosos, alternados en franjas horizontales. Los ojos eran dos botones de colores desparejados, siendo uno verde y el otro rojizo, y lo más llamativo era que tenía una especie de calzones de color azul oscuro poblado con topos blancos.

—Aunque no lo parezca, es una poni —confesó Plush—. Es mi primer trabajo… y, aunque solo vendí uno, en Canterlot, la potrilla unicornio al que me la compró se veía tan feliz y radiante con ella que le regalé un cuaderno y una pluma. Fue la sonrisa de esa pequeña la que me animó a seguir haciendo nuevos bocetos y juguetes. Por eso a esta muñeca le tengo un especial cariño, por ser la que me marcó el camino.

El cuarto boceto era una réplica mucho más que aceptable de la Princesa Celestia, solo que de peluche. Shadow se acercó el boceto a la cara, buscando detenidamente los detalles. Era una muñeca extremadamente bien hecha.

—Bueno —dijo el semental—, ese es quizás el más célebre de mis creaciones. De hecho la propia Princesa Celestia me compró uno. Y no veas el revuelo que se armó cuando lo hizo… Ese día terminé todas las existencias que tenía a la venta.

+Pero, al peluche que más cariño le tengo de todos, sin duda alguna, es a éste —expuso el azulado poni mientras volvía a introducir su casco en el maletín. Cuando lo sacó, Shadow ahogó un grito: el peluche que su hermano había sacado era una réplica exacta de ella, aunque, fijándose bien, descubrió que la muñeca no tenía Cutie Mark. Era ella, sí, pero cuando era una pequeña potrilla—. Es para ti.

Shadow cogió cuidadosamente la muñequita con ambos cascos e, instintivamente, se lo llevó al pecho para abrazarlo, mientras las lágrimas volvían a recorrer sus mejillas.

—Gracias —musitó—. Gracias, de verdad… —se acurrucó sobre sí misma, aplastando su réplica contra su cuerpo, como si desease darle su calor y protegerlo de cualquier peligro—. Lo... lo siento, estaba equivocada con respecto a ti. No eres un… mons… —Shadow no se atrevió a decir esa palabra—. Eres... eres mi hermano. Y no quiero volverte a perder…

—No me perderás —Plush sonrió, con los ojos llorosos de la emoción—. Estaremos en contacto, te lo aseguro.

Y, levantándose los dos, se fundieron en un abrazo.

Los gritos de ánimo y de júbilo de los ponis que estaban ahí les despertaron de su ensimismamiento. No se acordaban de que estaban en mitad del restaurante, a la vista del público que solo tenían ojos para ellos.

Spoon Giddy se acercó con la cena y les sirvió. Después se dirigió al resto de mesas y empezó a tomar apuntes de los pedidos. Cuando llegó a la doble mesa donde estaban los miembros del Consejo del Pueblo y las amigas de Shadow, todas pidieron, excepto Gentle Colors, que únicamente quiso una cerveza.

—Vamos Gentle —exclamó Muffled—, cena un poco. Por la celebración...

—No, gracias —replicó la unicornio de dos colores—. Últimamente no me sienta bien la comida del restaurante. Ya cenaré cuando llegue a casa.

Spoon Giddy se encogió de hombros y siguió apuntando y sirviendo por todo el restaurante. Definitivamente esa noche sería productiva para él.


Todos los habitantes de Northwest Mines Town salían del restaurante. Habían esperado a que terminasen Shadow y su hermano Plush de cenar para abandonar el lugar.

—Qué bien vendría ahora ver un poco la televisión —dijo Flashing, mientras miraba a Knowledge, a Shiny y a Feather.

—Buena idea —respondió la historiadora—. Vamos a sacar la televisión a la calle, para que todo el pueblo pueda ver un programa, o una película, o lo sea que estén echando ahora.

Las cuatro amigas se dirigieron rápidamente a casa de Feather y salieron portando la televisión, la antena y el decodificador, así como un alargador de cable. Enchufaron la televisión y, en cuestión de segundos, todo el pueblo estaba arremolinado alrededor del aparato, incluyendo Shadow y su hermano Plush. Desgraciadamente, el televisor era bastante pequeño, por lo que la cantidad de ponis que podían visionar medianamente bien la imagen era reducida.

Los miembros del Consejo del Pueblo sonreían, un poco alejados de la escena. Era la hora convenida.

—Shiny, Flashing, Knowledge, Feather… —comenzó a decir Gentle—, os cambio esta televisión por esto —y les mostró un pequeño mando que portaba sobre su casco.

—No hagáis caso —dijo Flashing, intentando ignorarla—, seguramente sea un control remoto para una… ¡espera! —los ojos de la potrilla se abrieron de par en par—. ¿Es eso lo que creo que es?

—Compruébalo tú misma —respondió la unicornio del cuerno roto, totalmente seria—. Pero antes quiero el televisor.

—No sé, no sé... —exclamó Knowledge.

—¡Vamos! —Gentle empezó a impacientarse—. ¿Os he mentido yo alguna vez?

Las cuatro amigas intentaron recordar rápidamente si alguna vez lo había hecho, pero no recordaron nada de interés… De hecho, lo único medianamente parecido a una mentira había sido el hecho de ocultarles que ella era capaz de volver a hacer magia, aunque, como les dijo Shiny en su momento, era más bien el no decir nada hasta que llegase el instante preciso para hacerlo.

—No, no lo has hecho —reconoció Shiny, al cabo de un momento.

Entre las cuatro apagaron la televisión y lo empujaron levemente hacia Gentle, dando a entender que aceptaban el cambio. Ésta les dio el mando.

—Pulsad el botón rojo, el que pone "ON" —explicó la unicornio de dos colores.

Cuando lo hicieron, las cuatro a la vez, todo cambió: las extrañas losetas que había por toda la calle se elevaron, resultando ser el techo de unas columnas que portaban unos misteriosos aparatos, que enfocaban directamente hacia la mina. Al mismo tiempo, de las esquinas de algunas casas surgieron unos altavoces, estratégicamente colocados para la mejor recepción de sonido posible. Por encima de la mina, unas cortinas se empezaron a moverse hacia los lados, mostrando una gran pantalla de cine.

Todo el pueblo estaba asombrado, pero las cuatro amigas pasaron rápidamente de asombro a una sonrisa de oreja a oreja. Flashing aferró el mando y pulsó un botón al azar. El sistema empezó a funcionar. Las torretas eran avanzados proyectores que expusieron, sobre la pantalla de cine, la misma película que estaban viendo momentos antes en la pequeña televisión.

—Última tecnología —gritó Gentle, intentando hacerse oír bajo un sonido atronador—. Traída directamente desde Neighpon. Sistema multiproyector —señaló las torretas—, preparado para sistema en 3D, HD 1080p, 2400p indexados y con sistema multicanal en pantalla, para que no os peleéis por los canales. Más de 50.000 watios de sonido envolvente —señaló los altavoces—. Un reproductor de discos ultracompactos —apuntó hacia un pequeño aparato que estaba en una de las torres— y muchas películas, que están, provisionalmente, en la casa del Consejo, a la espera de la construcción de una hemeroteca. No hay un sistema de visionado tan avanzado en toda Equestria, de hecho, creo que no lo hay en todo el mundo…

+Por supuesto, tendréis que ateneros a un horario —mostró un papel—. Nada de ponerlo a altas horas de la noche, y, cuando yo esté meditando, como máximo un 5% de volumen… entre otras cosas que están explicadas en esta hoja de normas.

—Gentle… —Shiny pulsó el botón de apagado, ante la decepción de los demás—. ¿Por qué…?

—Porque no habéis sido egoístas —respondió Gentle, cortándola—. De hecho, ningún poni del pueblo lo ha sido, tanto con el asunto de la reconciliación entre Shadow y su hermano Plush, como el hecho de mostrar vuestra televisión para que todos pudieran disfrutarlo —entonces se acercó aún más a las cuatro y siguió hablando en voz baja—, y, por supuesto, por ayudar a Shadow con su problema monetario…

+Por cierto, Shadow —continuó Gentle, esta vez en alto, aproximándose a ella—, tengo algo para ti —exclamó, entregándole un pequeño sobre, que rápidamente abrió la herrero. Contenía un cheque con un valor más que suficiente para pagar de un plumazo todas las deudas que ésta tenía.

—¡Ah! Lo prometido es deuda —Plush se acordó de repente y, abriendo el maletín, sacó el peluche de Twilight Sparkle y se lo entregó a la unicornio de dos colores.

—Gracias, Plush —ésta asintió con la cabeza—. Y ahora, si me disculpáis, me voy a casa a cenar —explicó, dirigiéndose hacia su hogar, aunque de repente paró y, dándose la vuelta, prosiguió, mirando hacia Flashing, que aún seguía aferrando el mando a distancia, y a las demás—. Mañana recogeré la televisión, ¿de acuerdo? —pero ya nadie le hacía caso, pues estaban ensimismados viendo de lo que era capaz el sistema de proyección. Gentle resopló y entró en su casa.

Shiny, volviendo a la realidad, se acercó a Muffled, que estaba, junto con los demás miembros del Consejo, viendo uno de los múltiples canales que estaban en pantalla, y escuchando perfectamente el sonido correspondiente a ese canal. Por lo visto, todo estaba perfectamente calculado para que nadie se perdiese ningún detalle.

—Muffled, una pregunta… —empezó a decir la joyero—. ¿Cómo puede ser?

—¿Cómo puede ser el qué? —preguntó la jefa de mineros, aunque sabía perfectamente a lo que se estaba refiriendo Shiny.

—Me refiero a que cómo puede permitirse Gentle todo esto —señaló el sistema de proyección.

Muffled se acercó a ella y le dijo en voz baja:

—Es muy fácil… Entre todos los del pueblo tenemos un 3% del total de participaciones de la mina, a excepción del señor Opportunity, que tiene un 2%. El resto, es decir, un 95%, es propiedad de Gentle, gracias a sus padres… Aunque dona un 30% al Consejo del Pueblo para el mantenimiento de Northwest Mines Town, incluido la estatua de la plaza y la restauración de la ciudad de nubes —la jefa de mineros señaló los dos elementos—, ella sigue teniendo los beneficios que aporta el 65% de la venta de gemas.

+Por supuesto, que esto quede entre nosotras. No sería bueno que todo el pueblo se enterase de que Gentle es inmensamente rica. De hecho, el otro día me enteré, en una reunión del Consejo, de que tiene negocios por toda Equestria, e incluso en otros países.

Shiny estaba patidifusa. Gentle no parecía en absoluto una poni multimillonaria, con aires de grandeza, como había muchos en Canterlot. Sí, era orgullosa, pero también ilustrada y paciente, y parecía analizar completamente cada situación antes de decir o hacer algo, todo lo contrario a la extrema pomposidad que exhibía la alta sociedad de la capital del reino.

—Por cierto —Shiny volvió a preguntar—, si esto nos lo regala a todos los habitantes por lo bien que nos hemos portado hoy… ¿Cómo es que empezaron a instalarlo ayer? ¿Tan previsible somos?

—Digamos que muchas veces Gentle sabe cómo vamos a actuar, antes incluso de que lo pensemos nosotros mismos —respondió la jefa de mineros—. Es como una especie de adivina… Y debo decir que eso, querida, da hasta miedo.

Shiny miró hacia la casa de la extraña unicornio. Gentle era realmente excepcional, y no se refería únicamente a su cuero de dos colores ni a su cuerno cortado.


Gentle cerró las cortinas al llegar a casa. Fuera, todos estaban viendo diferentes canales en el avanzado sistema de proyección múltiple. "Perfecto…", pensó, "Que vivan en su ignorancia".

Miró detenidamente el peluche de Twilight Sparkle. Era un gran trabajo de artesanía, exactamente igual de trabajada que la original. La palpó, comprobando su interior: era blando, probablemente su relleno estaba compuesto de algodón. No había nada mínimamente duro en su interior, y en su exterior tampoco había nada de interés. Definitivamente no había ningún micrófono ni una microcámara en ese peluche.

Se dirigió a su biblioteca, al fondo de la casa. Era una pequeña habitación sin ventanas. Fue directamente hacia un estante en concreto y se paró. Suavemente, pasó el casco sobre la fila de libros, mirando de soslayo todos los títulos. Todos los ejemplares eran antiguos, algunos incluso milenarios. Retiró un libro específico y lo escrutó. Era "El libro de las Leyendas".

—Curioso… —susurró, recordando lo vivido con el asunto del Elemental de Tierra, mientras miraba al peluche de Twilight—. Quién diría que este libro esconde un gran secreto… Pero no en sus páginas, sino aquí —señaló el el espacio de la estantería donde había estado el tomo. Allí, totalmente oculto, y pintado con el color de la madera de su alrededor, había un pequeño botón.

La unicornio de dos colores volvió a mirar a la muñeca y se lo acercó a la cara, hasta el punto de rozarla con el hocico, como si estuviese midiendo sus fuerzas con la verdadera Twilight Sparkle, representada por aquel peluche.

—"¿Os he mentido yo alguna vez?" —repitió las mismas palabras que había dicho antes a cuatro de sus cinco amigas, mientras seguía fijando sus ojos en la blanda muñeca—. Pobres ilusas… Si supieran que toda mi vida se basa en una sucesión continua de mentiras, me repudiarían… Como me han repudiado todos y cada uno de aquellos a los que me atreví a llamar "amigos".

+Pero ellas no merecen estas mentiras —continuó diciendo en voz baja, desviando sus ojos hacia la pared que daba a la calle principal, donde estaba concentrado todo el pueblo—. Lo mínimo que puedo hacer es agasajarlas con menudencias —volvió a mirar al peluche—. Tómalo como un premio por hacerme recuperar mi magia, aunque ésta no sea más que una pequeña sombra de lo que un día fue… o bien hazlo como un intento de acallar mi atormentada conciencia.

+Ahora vas a ser testigo de algo que no sabe nadie —volvió a acercar la muñeca a su hocico—. De hecho, ni siquiera Wise Words lo sabe… Mejor dicho, ni siquiera "este" Wise Words lo sabe. Lo sabían cuando todos lo construyeron para mí, pero lo olvidaron, gracias al hechizo que aún perdura en este maldito pueblo… ¿Y sabes una cosa? —la unicornio entrecerró los ojos—. Hace mucho tiempo que logré romper en mí ese hechizo. Ya no me afecta, pero a ellos sí —señaló otra vez hacia la calle principal—. Deberías verles… Viven en un mundo de fantasía, totalmente ajenos a la verdad… Pero yo no voy a despistarme ni un segundo. Los protegeré de la verdadera maldad, y tú, o mejor dicho, la unicornio a la que representas, sabe perfectamente quién es.

Pulsó el botón y se oyó un crujido. Parte del suelo comenzó a elevarse hacia un lado, dejando ver una escalera de mármol que bajaba, diagonalmente, hacia las afueras del pueblo. Gentle volvió a poner el libro en su sitio y bajó por dichas escaleras. Cuando estuvo abajo, presionó un interruptor. A la vez que se unas luces comenzaban a encenderse, el mecanismo de ocultación de la entrada volvió a su posición original.

Aquel pasillo distaba bastante de ser una bodega o un sucio sótano… Al contrario, el suelo estaba enmoquetado por una tela roja de gran calidad y la pared tenía dos colores, rosa claro hasta una separación de yeso situada horizontalmente justo por la mitad de la pared, y naranja por encima de dicha separación. El techo era de un impoluto blanco. Las lámparas que iluminaban el corredor eran de araña, con una construcción formada por diamantes de gran calidad. Y, en los laterales del pasillo, podía verse una gran cantidad de puertas de madera noble.

Gentle se dirigió hacia una de ellas en concreto, al fondo de la galería. A diferencia de las demás, ésta era una pequeña puerta metálica. Según iba pasando por delante de las demás, comentaba en alto lo que había detrás de cada una: "Habitación de invitados", "Comedor", "Sala del tesoro", "Salón del trono", abriéndolas a su paso, para mostrar al peluche el interior de cada habitación. En la sala del tesoro había, perfectamente ordenado, un sinfín de monedas, gemas, lingotes de oro, papeles y legajos, libros varios y objetos de toda índole cuya aura mágica refulgía con tal magnitud que hacía intuir que no eran únicamente objetos imbuidos en un sinfín de hechizos. Todo en esa habitación era demasiado antiguo o perdido en el tiempo. Sin embargo, la siguiente sala que mostró a la muñeca, a la que Gentle llamó "Salón del trono", era una réplica exacta del auténtico salón del trono que la Princesa Celestia poseía en el Palacio de Canterlot.

—Y, por último, en este piso… —la unicornio de dos colores seguía hablando con el peluche—. Sí, hay más pisos por debajo. Quizás algún día te los enseñe, pero no hoy —tosió para aclararse la garganta y continuó—. Por último, en este piso... "La cocina de los horrores" —exclamó, abriendo la puerta de metal de la última habitación.

Cuando entró en el cuarto, encendió la luz. Las paredes contrastaban completamente con el resto del palacio subterráneo, pues estaban totalmente recubiertas de frío metal. Los electrodomésticos y mobiliario que había en su interior eran del mismo material. Gentle dejó el peluche de Twilight sobre la mesa y abrió la nevera. Rebuscó en su interior hasta que encontró algo idóneo, que colocó sobre la encimera. Encendió uno de los fogones eléctricos y, poniendo aceite en una sartén, empezó a cocinar su cena.

Sacó un plato y un vaso de un armario y, de un cajón, agarró un tenedor y un cuchillo, poniéndolos a continuación sobre la mesa. Después sujetó la sartén y, con cuidado, lo reposó sobre un salvamantel metálico. Con el tenedor pasó la cena al plato, y se volvió a llevar la sartén, dejándola en el fregadero. Seguidamente abrió otro armario y sacó una bolsa con pan de molde, que llevó hasta la mesa, abriéndola a continuación y cogiendo dos porciones. Por último, llenó una jarra de agua y, vaciando parte del líquido en el vaso, colocó la jarra sobre la mesa.

Empezó a cortar su cena en trozos muy pequeños, sabiendo que su dentadura plana no era capaz de masticar lo que había sobre el plato, por lo que debía tragar directamente cada porción.

Cuando terminó de triturar la comida, pinchó un pequeño trozo con el tenedor y se lo llevó a la boca… Pero a medio camino se fijó en la muñeca: quizás había sido por casualidad, o quizás lo había hecho inconscientemente, pero el peluche de Twilight estaba colocado directamente hacia ella, mirándola con una estúpida sonrisa.

—¿¡Qué es lo que estás mirando!? —preguntó Gentle.

La muñeca estaba impasible.

—Ah, es mi cena, ¿verdad? —volvió a inquirir la unicornio.

El peluche siguió inalterable.

—¿¡Piensas que soy un monstruo por esto!? —interpeló Gentle, señalando al plato.

La muñeca le seguía devolviendo una sonrisa.

—¡Sí, soy un monstruo! —la unicornio de dos colores miró inquisitivamente al peluche de Twilight Sparkle—. ¡Y todo se lo debo a tu maestra, la Princesa Celestia! ¡Ella es la auténtica maldad que acecha Equestria! —entonces golpeó, con gran furia, la mesa.

La muñeca cayó entonces hacia un lado, aunque siguió mirándola. La sonrisa que tenía, desde ese ángulo, resultaba bastante aterradora.

—¡Y juro que pagará lo que me ha hecho… lo pagará con creces… aunque sea lo último que yo haga en esta vida! —gritó Gentle. Y se llevó la porción a su boca, masticándolo despacio, mientras los chorretones de grasa se le caían a través de la comisura de los labios.

FIN DEL CHAPTER 1x10


Dedicado a Michael Morones. Ánimo, tú puedes conseguirlo. Has demostrado ser más fuerte que mil Sansones.

Next Chapter: 1x11 - Reddish - Parte 1 Estimated time remaining: 0 Minutes
Return to Story Description

Login

Facebook
Login with
Facebook:
FiMFetch