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Parallel Stories

by SrAtomo

Chapter 13: 1x10 - Hermano pródigo - Parte 1

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Todos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.

Este es un fanfic de fan para fans.

Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...

+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:

-Daniel Campos Fernández - Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).

-LloydZelos, Volgrand y Unade - Revisión.


Tags: [Slice of Life/Vida Cotidiana] - [Comedy/Comedia] y un poco de [Sad/Triste] - [Dark/Oscuro]


MY LITTLE PONY

PARALLEL STORIES

Chapter 1x10

Hermano pródigo

Parte 1

El sol estaba en lo alto del cielo, marcando el mediodía. Era, pues, la hora convenida. Biff se ajustó su sombrero de cowboy sobre su crin marrón y cogió la placa de sheriff que estaba sobre la mesa. Antes de ponérsela en el chaleco, se quedó mirando la estrella plateada, que casualmente también era el dibujo de su Cutie Mark, expuesto sobre su cuero marrón oscuro: esa pequeña figura puntiaguda representaba muchas cosas en su vida, pero ahora mismo simbolizaba la ley, y Biff se ocuparía de que, no solo los habitantes del pueblo, sino que todo forastero que llegase al lugar cumpliese el estricto orden. Pero el malvado Gurgen, un grifo venido del otro lado del Río Grande, quería saltarse la ley en ese pueblo... en su pueblo… y eso era algo que él no iba a permitir.

En breves momentos, en la calle principal, tendría lugar el duelo entre ellos dos por el dominio del lugar. Aunque Gurgen era rápido, pues así lo había demostrado en todos y cada uno de los pueblos que formaban la frontera conocida, Biff sabía que él también lo era. Estaba decidido a acabar con la carrera de fechorías de ese grifo.

Clavó el pasador de la placa en el lado izquierdo de su chaleco, sobre el corazón y cogió el cinturón con la pistolera. De la mesa también cogió el revólver, que verificó y, con un suspiro de rabia, se ajustó el cinto alrededor de su cuerpo. Entonces salió de la oficina. Era hora de enfrentarse a su destino…

Todo eso se veía desde el televisor instalado en el salón de la casa. Flashing metió rápidamente el casco en el gran cuenco lleno de palomitas saladas que portaba y, con la misma velocidad, se lo metió en la boca, todo ello sin apartar la vista de la pantalla. El sonido que hizo al hacerlo, e incluso al masticar, era excesivo. Feather, Knowledge, Shadow, Shiny y algunos ponis más mandaron callar a la unicornio. Incluso el dueño de la casa, un grisáceo poni de tierra, empezó a toser, dando a entender que a él también le molestaba el ruido.

Biff sudaba, al igual que Gurgon. Estaban frente a frente, mirándose mutuamente, bajo un sol abrasador. Los dos sabían que todo se resolvería en unos instantes, pero aquella situación no le venía en absoluto bien al sheriff, pues era por todos conocidos que los grifos soportaban mejor el calor. El sudor empezaba a acercarse peligrosamente a las cejas de Biff. Pronto alguna gota rebasaría esa defensa natural y entraría en contacto con su ojo, haciéndole quedar parcialmente ciego… pero a pesar de todo, el sheriff seguía mirando a su rival con la misma mirada impertérrita.

—¡Pero dispara ya! —Flashing gritó, impaciente.

El resto de ponis la mandaron callar, aún más fuerte que antes. El dueño de la casa miró hacia el grupo con enfado y puso su casco delante de su hocico. La potrilla unicornio agachó la cabeza, avergonzada.

Había llegado el momento. Biff desenfundó primero, pero Gurgon interpuso sus alas justo por delante suyo, a modo de escudo, por lo que el disparo del sheriff impactó en el ala izquierda del grifo, a la altura del corazón. Pero, aunque era el turno de Gurgon, éste había hecho trampas, así que Biff decidió jugar sucio también, pues ese duelo había quedado invalidado, y ahora valía cualquier cosa. Cuando el grifo retiró sus alas para disparar, el sheriff, que había mantenido su revólver a la misma altura, disparó varias veces, acertando esta vez en el hombro de su contrincante.

—¡Así se hace, Biff! —Flashing estaba eufórica.

—¿Te quieres callar? —los ponis empezaron a increpar su actitud.

—¡Por última vez! —el dueño de la casa miró inquisitivamente a la potrilla unicornio—. ¡Dejadme escuchar la película!

—Lo siento, lo siento —Flashing se disculpó.

Lo había conseguido. Biff había derrotado al malvado Gurgon y había acabado con la oleada de robos que ese grifo había cometido en varios pueblos del Salvaje Oeste. Sin embargo, el grifo hizo un ademán para decir unas palabras, por lo que el sheriff se acercó.

Pero nadie atendía ya a la película. Flashing se estaba llevando otro montón de palomitas a la boca, y todo el mundo, incluyendo el dueño de la casa, miraba atentamente hacia ella. La potrilla se dio cuenta de que la observaban y frenó el movimiento del casco con las palomitas hacia su boca, de tal forma que parecía un movimiento a cámara lenta. Cuando la pequeña unicornio introdujo las palomitas, empezó a masticar despacio, pero el sonido resultó ser igual de fuerte que antes.

—Flashing, deja las palomitas —dijo Shiny, quitándole el cuenco con las palomitas y poniéndola al otro lado, lejos del alcance de la potrilla—. Lo sentimos, señor —se disculpó la pegaso con una reverencia, cosa que hicieron el resto de ponis, incluyendo Flashing, aunque ésta lo hizo con un ligero movimiento de cabeza. El dueño de la casa se dio por satisfecho y volteó la cabeza, volviendo a mirar el televisor.

Biff estaba junto a Gurgon, que tenía una de sus garras sobre la herida de su hombro. El grifo, sabiéndose derrotado, estaba cabizbajo: había comprendido que su vida de pillaje y robos había sido una pérdida de tiempo y necesitaba cambiar. Quizás podría convertirse en un ganadero, o podría abrir un saloon… o, tal vez, con suerte, lograría ser un sheriff, como lo era aquel poni que le miraba impasible.

—¡No se oye, suba el volumen! —Flashing tenía puesto un casco sobre la oreja, a modo de pantalla acústica.

—¡Se acabó! —el dueño de la casa se giró, totalmente irritado. Abrió la ventana del salón y, mirando al grupo de mirones que estaba fuera de la casa, gritó—. ¡Compraos una televisión, gorrones! —y, volviendo a cerrar la ventana, bajó la persiana, imposibilitando así toda visión de la película a los reunidos en la calle.

—¡Muchas gracias, Flashing! —Shiny miraba enfadada a la potrilla unicornio, al igual que el resto del grupo.

—¿Qué? —ésta se defendió—. Solo es una tonta película del Oeste que han echado mil veces por televisión.

—Sí, y todas las veces que lo han puesto has hecho exactamente lo mismo —esta vez fue Shadow la se quejó—. Y encima el protagonista es el gran Clean Easthooves, con lo que me gusta… como actúa, me gusta cómo actúa —intentó remediar, con poco éxito, a juzgar por las risitas que empezaron a escucharse.

El grupo comenzó a dispersarse, quejándose aún de las impertinencias de cierta potrilla. Únicamente quedaron allí las cinco amigas, completamente abatidas: solo había una televisión en todo Northwest Mines Town y ahora ya no podían terminar de ver esa película.

—Bueno, yo marcho —Shadow intentó animarse—. Tengo mucho que hacer en la herrería y quiero terminar antes de que acabe el día.

Las otras cuatro la despidieron con un movimiento desganado de sus patas. La herrero bufó de tristeza mientras se iba… resoplido que las demás imitaron.

—Decidme una cosa —empezó a decir Flashing—, ¿por qué el señor Opportunity —señaló a la ventana— tiene una televisión y nosotras no?

—¿No te acuerdas de lo nervioso que se puso cuando contaste a todos lo de tu sueño premonitorio con la llegada de Shiny? —Knowledge explicó—. Simplemente aprovechó el momento para comprar participaciones de la mina, y ahora es mucho más rico que todos los demás, que solo tenemos la cantidad base de aportaciones.

—Pero yo quería ver la película… —Flashing estaba a punto de llorar.

—¡Esperad, esperad! —Shiny interrumpió, con una sonrisa—. ¿Y si nos compramos un televisor?

—Quizás tengas tú dinero suficiente —matizó Knowledge, cabizbaja—, pero el resto no disponemos de tanta cantidad.

—Y el salario de cartero no es para tirar cohetes —añadió Feather, también con la cabeza gacha.

—Tenéis razón —Shiny también inclinó la cabeza—. Es imposible que ninguna de nosotras se compre un televisor…

De repente Knowledge miró hacia las demás, con los ojos como platos y una gran sonrisa aflorando.

—Pues si ninguna puede permitirse comprar un televisor —exclamó, radiante—, ¿por qué no juntamos nuestros ahorros y compramos un televisor para las cuatro?

—¡Eso es! —los ojos de Shiny comenzaron a brillar—. Si reunimos entre todas nuestros ahorros, seguro que nos llega para un televisor grande…

—Y que sea de tubo corto… —Flashing estaba fantaseando.

—Y con videocasette incorporado… —Feather estaba soñando.

—Y con mando a distancia… —se imaginaba Knowledge.

Las demás miraron extrañadas a la historiadora. Ellas se estaban imaginando lo último de lo último y la historiadora parecía conformarse con que tuviese algo tan obvio…

—¿Qué? —preguntó Knowledge—. ¿Acaso a vosotras os gusta tener que levantaros para cambiar de canal?

Todas empezaron a reírse. Flashing aprovechó la situación para acercarse al cuenco de palomitas y volver a comer, ofreciendo gustosamente a las demás, que también cogieron unas pocas.


Volteó el recodo y se paró para observar el paisaje. Delante suyo estaba Northwest Mines Town. Hacía demasiado que no volvía a ver ese acogedor pueblo minero. Se ajustó de nuevo las correas del carro y emprendió otra vez la marcha, tirando de aquel incómodo cacharro.

Entró a la calle principal. Allí cuatro jóvenes yeguas estaban riendo y mirando al cielo. Él también miró hacia arriba, seguro de que se reían por algo que estaban viendo. Era confortable ver que la juventud era capaz de divertirse, y más en ese pueblo tan… deprimente. Pero, por más que oteaba al cielo, no vio absolutamente nada que le indicase de qué se reían esas potrillas. Quizás era algo en esa ciudad de nubes, o quizás por detrás de una casa, o quizás... pero para descubrirlo, supo que tendría que mirar desde la misma posición que ellas.

Se acercó al pequeño grupo de yeguas y siguió mirando hacia todos lados, sin descubrir nada, por lo que siguió acercándose más y más, hasta posicionarse al lado de esas jóvenes.

Shiny, volviendo a la realidad, bajó la cabeza y se fijó en ese extraño: era un poni de tierra, de mediana edad. Su cuero era azul y su crin y cola eran de un marrón oscuro… con una longitud menor que el de un semental normal. Éste empujaba pesadamente un pequeño carrito, prácticamente de la mitad de tamaño que tenía el carro de joyas que estaba en la parte trasera de casa de la pegaso.

—Perdone —la joyero se dirigió al forastero—, ¿le puedo ayudar en algo?

—Sí, muchas gracias —el poni agradeció el gesto—. ¿Me podría indicar, por favor, dónde puedo encontrar a Shadow Hammer?

Shiny puso cara de circunstancias… ¿Quién era aquél poni y por qué buscaba a Shadow? Decidió que preguntárselo directamente sería algo muy descortés, con posibilidad de no recibir respuesta, así que concluyó que la única forma de saberlo con toda seguridad, era acompañarle hacia la herrería.

—Si quiere, puedo ir con usted —dijo la joyero—, ya que voy para allá.

—Perfecto —declaró el azulado poni. Y, dejando pasar primero a la pegaso, empezó a tirar del carro, siguiéndola.

Cuando llegaron a la herrería, el poni de tierra se quedó fuera, dubitativo. Shiny se encogió de hombros y entró.

—Shadow, ¿estás? —preguntó.

Dentro de la herrería todo estaba oscuro. La persiana se encontraba bajada, y la luz que penetraba desde la apertura de entrada apenas iluminaba una pequeña parte. La fragua estaba apagada, algo que era bastante extraño, pues se suponía que Shadow tenía mucho trabajo que hacer ese día. Pero la entrada de la herrería estaba abierta, lo que significaba que ella estaba dentro, o en los alrededores. Shiny hizo una señal al poni para que entrase y esperase. Entonces se fijó en que, al fondo, en un pequeño cuartito, había una luz encendida. Se acercó y vio a Shadow sentada frente a una pequeña mesa, mirando unas facturas y pulsando botones en una pequeña calculadora, cuyos resultados apuntaba en una pequeña libreta.

—No cuadra… —se quejó amargamente la herrero—. Necesito más tiempo… o más dinero. Maldita sea… no tendría que haber comprado aún esa nueva maquinaria.

Shiny se preocupó. Por lo visto Shadow tenía problemas monetarios. Y ella, como amiga, tenía el deber de ayudarla. Pero primero debía hablarle de ese extraño, pues seguramente fuese un posible cliente, y eso aliviaría un poco el nivel de deudas que parecía tener la herrero.

—Ejem, Ejem —la pegaso tosió para llamar la atención—. Hola Shadow. Hay alguien aquí fuera que quiere verte…

La herrero miró hacia ella, sorprendida. Había estado muy absorta haciendo cálculos y no se había dado cuenta de la llegada de la joyero. Aunque de inmediato su expresión cambió a la de una leve sonrisa.

—Hola Shiny —dijo finalmente—. Me alegro de verte, en serio —se levantó de la silla, dejando las facturas sobre la mesa y salió del pequeño cuartito—. Veamos de quién se trata…

Se acercó junto a Shiny a la entrada de la herrería, donde aún seguía el poni esperando. La diferencia de luminosidad entre la calle y el interior del edificio era inmensa, por lo que Shadow optó por aproximarse primero al tirador de la persiana y lo jaló con la boca, haciendo que la luz penetrase en la sala principal.

Con el tirador de la ventana aún en su boca, la herrero miró hacia la entrada y vio al extraño semental. Entrecerró los ojos para fijarse mejor y, al instante, los desplegó completamente. Su boca quedó entreabierta por la sorpresa, dejando caer el tirador, que rebotó contra la pared con un golpe seco. Sus orejas bajaron durante un momento, para erguirse hacia arriba al siguiente instante. Y su cara poco a poco adoptó una expresión de enfado, o, mejor dicho, de odio.

—¿¡QUÉ HACES TÚ AQUÍ!? —Shadow gritó, mirando inquisitivamente al invitado, que estaba empezando a recular—. ¡VETE DE AQUÍ ANTES DE QUE TE ECHE A PATADAS!

Shiny no podía creérselo. ¿Quién sería ese poni y qué habría hecho para que su amiga Shadow se pusiese hecho una furia? Confundida, miró hacia la herrero, que a su vez fijó la mirada en ella.

—Shiny —dijo Shadow—, la próxima vez que alguien de fuera pregunte por mí, infórmame antes. Lo último que deseo es encontrarme con ponis indeseables… —volvió a mirar al poni de tierra, que aún seguía delante de la herrería, con la cabeza gacha—. ¿QUÉ PASA, AHORA ESTÁS SORDO? ¡HE DICHO QUE FUERA DE AQUÍ!

El azulado semental, totalmente derrotado, giró poco a poco el carro y empezó a alejarse del lugar, dirigiéndose hacia la salida del pueblo. Shiny no sabía qué hacer, así que troteteó en el sitio: por un lado su amiga estaba furiosa y ella sentía la necesidad de calmarla, además también estaba el asunto de las deudas… pero, por otro lado, el extraño poni estaba a punto de alejarse, y ella deseaba con todas sus fuerzas saber el motivo de la reacción de la que había sido testigo. Y, si además podía arreglar ese asunto, mejor que mejor.

La elección a su vacilación la tomó finalmente Shadow, pues ésta entró otra vez al cuartito del fondo para seguir con sus tareas, mientras mascullaba incongruencias. Así que Shiny salió fuera para acompañar al poni: de ninguna manera iba a dejar que se marchase del pueblo… al menos sin que ella supiese lo que pasaba.

—No te preocupes —empezó a decir la pegaso—, últimamente Shadow ha estado muy liada. y eso pone de los nervios a cualquiera... —exclamó con una tonta sonrisa.

—No, la culpa es mía —respondió apesadumbrado el semental, mientras seguía arrastrando lentamente el carro—. Tenía que haber hecho las cosas de otra forma. De hecho, no tendría que haberme ido jamás.

—¿Ido? —preguntó Shiny, extrañada—. ¿Vivías aquí?

—Sí, hace años —el azulado poni paró y miró a Shiny con un gesto de tristeza—, con mi padre… y con Shadow Hammer, mi hermana.


—No, Wise, no… —desde el umbral de la puerta de su casa, Muffled Yell, totalmente seria, observaba la figurilla que le acababa de regalar el aludido—. Por mucho que te empeñes en que te diga la historia de esta pieza no voy a ceder. Confórmate con saber que, efectivamente, es una escultura hecha a mi imagen, de cuando yo era más joven.

—Pero… pero… —Wise no sabía qué decir. Si no seguía presionando a la jefa de mineros, nunca sabría la verdad, pues nadie había querido contar nada sobre ese tema (hablar directamente con ella había sido la última opción); pero si la presionaba demasiado, todo se iría al traste.

—Y ahora, si no te importa —Muffled salió a la calle, cerrando la puerta detrás de ella—, tengo que comprar cosas en la tienda de Magic y después debo ocuparme de unos asuntos en el interior de la mina.

Quizás fuesen las patas de Wise actuando por su cuenta, o quizás el deseo de estar con la jefa de mineros… pero de repente él se descubrió acompañándola a través del pueblo.

—Por mucho que me acompañes —dijo de repente Muffled, terminando de sacarle de su ensimismamiento—, no voy a revelarte nada.

Wise agachó la cabeza, avergonzado de sí mismo. Ya había obtenido el perdón de Muffled y volvían a ser amigos, pero ahora se estaba comportando como un verdadero estúpido. "Lo mejor que puedo hacer es retirarme antes de empeorar las cosas", pensó.

—Espera —expresó la yegua, parándose en seco—. ¿Es ese quien creo que es?

Un poco más allá, Shiny estaba acompañando a un poni de tierra azulado, que empujaba un carrito. Muffled entornó los ojos, mirando fijamente hacia ese semental.

—¡No puedo creérlo! —exclamó sorprendida—. ¡Es él!

Muffled intentó desesperadamente buscar un sitio donde esconderse. Desgraciadamente todos los accesos a bocacalles, callejuelas, espacios entre casas u objetos voluminosos estaban bloqueados por cajas de madera cuyo contenido eran pastillas de jabón, según ponía en los dibujos del frontal. Esta situación era lo último que ella necesitaba, pues todo el mundo sabía que si alguien rondaba una caja que contenía jabón, era para subirse encima, y algo así solo tenía lugar para pedir la atención de los presentes.

—En mala hora se me ocurrió proponer el limpiar las casas para la re-inauguración de la ciudad de nubes —se lamentó la jefa de mineros.

Ahora Shiny y su acompañante estaban mucho más cerca, así que Muffled solo vio una opción: esconderse detrás de Wise e irse moviendo por el lateral de éste, para mantenerse oculta en todo momento de la vista del azulado poni.

—Hola Muffled. Hola Wise —saludó Shiny desde la distancia.

"Maldita sea", pensó Muffled, sabiéndose descubierta antes incluso de intentar esconderse.

—Hola Shiny… y acompañante —dijo Wise.

—Buenos días, Shiny… —Muffled tragó saliva—. Hola… Plush.

"Así que el hermano de Shadow se llama Plush", pensó Shiny mientras le miraba.

"Hmm...", dijo para sí mismo Wise, "Así que su nombre es Plush... Interesante".

—Cuánto tiempo, Muffled… —respondió el azulado poni de tierra—, y hola, acompañante de Muffled.

—¡No es mi acompañante! —exclamó Muffled, visiblemente nerviosa—. ¡Es…! ¡Es…! ¡Es mi novio! —agarró a Wise por detrás de la nuca, rodeándole con las dos patas y, atrayéndole hacia sí, le besó en la boca.

El único que no pareció sorprendido de la situación fue Plush. Shiny dejó caer su mandíbula y abrió los ojos como platos. Wise, sin embargo, se relajó y empezó a deslizar suavemente su pata por detrás de la cabeza de Muffled y la acompañó en el beso. Los latidos de su corazón bajaron de intensidad, hasta llegar a acompasar el tintineo del amor y del deseo que recorre el universo.

—Veo que, efectivamente, sí que sois novios —dijo Plush, sonriendo—. Me alegro mucho por ti. Y ahora, si me disculpáis, tengo que ir al hotel.

Sin mediar más palabra, Plush siguió su camino, seguida de Shiny, que volteaba la cabeza, sin creerse aún lo que acababa de ver. Muffled, mientras miraba aún al azulado poni, puso las dos patas delanteras entre ella y Wise y las estiró con todas sus fuerzas, cortando de ese modo el beso.

—Como se te ocurra decirle a alguien algo de esto, te mato —espetó, mirando, con ojos entrecerrados, a Wise.

—Creo que tienes mucho que contarme entonces —éste sonrió—. Y con todo lujo de detalles… Pero mejor empieza desde el principio... Tengo mucho tiempo.

Muffled suspiró. Ese maldito poni de tierra llamado Wise se estaba regodeando con la situación… y todo había sido culpa de ese otro poni de tierra llamado Plush Padding.


—Si sigue por aquí, esa casa del fondo es el hotel —Shiny le dio las debidas indicaciones a su acompañante—. Yo tengo que quedarme aquí —señaló al otro lado de la calle, donde aún estaban sus amigas, quienes seguían fantaseando con el asunto de la televisión—, tenemos que hacer muchas cosas.

—Ha sido un placer conocerte —dijo Plush—. He visto que tú y Shadow os conocéis muy bien… Me gusta que mi hermana tenga amigas tan buenas como tú.

Plush se dirigió hacia el hotel empujando el carrito. Shiny se le quedó mirando durante unos instantes, apenada. Tenía que arreglar esa tensa situación entre él y Shadow, además de los problemas monetarios de esta última.

—Chicas —dijo, acercándose a las demás—, tenemos trabajo que hacer… todo lo demás es secundario.

Y empezó a contar todo lo que había acontecido momentos antes, incluyendo el beso entre Muffled y Wise.


Wise estaba boquiabierto. Lo que le acababa de contar Muffled era una historia verdaderamente triste… tanto que era normal que no la quisiera revelar.

—Resumiendo —Muffled siguió contando—, Plush, el hermano mayor de Shadow, es mi antiguo novio. De hecho estuvimos prometidos, y encargamos las figurillas en Ponyville como prueba de amor. Entonces, un día, simplemente desapareció. Su padre le había dado un ultimátum: o se encargaba de la herrería, siguiendo la tradición familiar, o se marchaba. Y Plush decidió marcharse… hasta hoy.

—Es una historia muy aciaga —comentó Wise, para intentar animar a Muffled—, pero pertenece al pasado. Debes olvidarle para siempre y empezar de cero.

—Eso creía haber hecho —la jefa de mineros agachó la cabeza— pero, al verle de nuevo, volvieron los recuerdos… y me asusté… Nunca volveré a ser tan feliz como en esa época…

—"Nunca digas nunca" —el semental entonó una de sus famosas frases—. Quién sabe si el futuro te depara una época aún más feliz.

—O una época aún peor —contestó Muffled, totalmente afligida.

—Sea como sea, la afrontaremos juntos —Wise sonrió—. Tú y yo hacemos una pareja imparable.

Entonces el semental la rodeó con una de sus patas y la besó en la testuz. Al separarse, Wise observó una leve sonrisa en la boca de la jefa de mineros.

—Espero que lo que acabas de decir signifique "pareja de amigos" —añadió Muffled—, o tendré que matarte…

Y los dos rieron, mientras caminaban despacio a la tienda de Magic.


Shiny iba galopando hacia la herrería, seguida muy de cerca por las demás. Acababan de reunir, entre todas, todo el dinero del que disponían para ayudar a Shadow en el pago de la nueva maquinaria. Cuando llegaron, fueron directamente hacia el cuartito que había al fondo. Allí, la herrero seguía elucubrando, calculadora en casco, sobre qué hacer para saldar sus deudas.

—¿Cuánto necesitas? —preguntó Shiny, al tiempo que ponía un pequeño saquito encima de la mesa. El sonido metálico que hizo el contenido del fardo hizo que Shadow saliese del ensimismamiento.

—¿Qué estás… ? —la herrero miró hacia la dorada pegaso, y observó que también estaban Flashing, Knowledge y Feather, cada una portando un pequeño saco— ¿Qué estáis haciendo?

—Sabemos del problema que tienes con el pago de la maquinaria —dijo Knowledge, dejando el fardo encima de la mesa, al lado del de Shiny—, y queremos ayudarte.

—¿De verdad me estáis ofreciendo dinero? —Shadow no podía creérselo—. Esto es… Esto es… Sois las mejores —susurró, aliviada—. No sé qué haría sin vosotras.

—Por lo pronto, ahogarte en deudas —matizó Flashing en voz baja.

—Dinos cuánto necesitas y bueno… —Feather añadió—, ya nos lo devolverás cuando puedas…

—Veréis —la herrero se quedó absorta de nuevo durante un instante—, el caso es que pedí un crédito para comprar la maquinaria y —les enseñó una carta que había en una esquina de la mesa— resulta que me lo han denegado… Además, últimamente no hay pedidos importantes, por lo que apenas vendo material.

—No te preocupes —cortó Shiny—. Dinos a cuánto asciende la deuda y te prestaremos el dinero gustosamente.

Shadow empezó a rebuscar entre los papeles y sacó una factura, que mostró a las demás. Éstas abrieron los ojos como platos.

—¡Hala, cuántos ceros! —exclamó Flashing.

—No creo que haya tanto dinero en Nortwest Mines Town para pagar todo eso —expresó Shiny.

—Ya, lo sé —Shadow se lamentó—. Pero os agradezco el gesto, de verdad… —se quedó pensando durante un momento, hasta que la expresión de su cara cambió completamente. Había tenido una idea—. ¿Y si me prestáis para un mes? Quizás cambie el panorama para entonces y tenga suficiente dinero para seguir pagando y devolveros el préstamo…

Todas asintieron. Parecía un buen plan, así que la herrero hizo el cálculo para el siguiente pago y recibió el dinero convenido. Contentas, todas salieron de la herrería. Todas excepto Shadow, que volvió a su quehacer de revisar los papeles y usar la calculadora.

—Bueno, ¿qué os parece si compramos la televisión con lo que nos queda? —sugirió Shiny, una vez en la calle.

—Habrá que descontar para la comida y más… así como imprevistos —respondió Knowledge.

—Por supuesto, por supuesto —contestó la dorada pegaso.

—Tengo un catálogo de ofertas en casa, y creo que tiene un apartado de televisiones —dijo Feather, con una sonrisa—. Es exclusivo para carteros, pero supongo que no habrá problemas.

Entonces se pararon, juntaron las patas y, a la cuenta de tres, las alzaron a la vez mientras gritaron "¡Televisión para todas!".


Gentle salió de casa, tarareando una canción. Se sentía radiante ese día: la meditación había sido perfecta, el tiempo acompañaba (de hecho, el tiempo siempre era igual de agradable en ese pueblo) y, sobre todo, algo en su interior le decía que ese día iba a ser importante para ella.

Miró hacia los lados y descubrió a Muffled y a Wise, que estaban entrando en la tienda de Magic. También vio a Shiny, a Flashing, a Knowledge y a Feather que estaban entrando en la herrería de Shadow. Pero, cuando miró hacia las afueras del pueblo, advirtió que, junto al hotel, había un pequeño carro viejo. Ese carromato le resultaba conocido, así que se dirigió hacia allá.

Cuando llegó, echó un rápido vistazo al carrito y sonrió. Efectivamente lo conocía perfectamente, y también al dueño. Indudablemente, ese día iba a ser maravilloso.

Cuando iba a entrar al hotel de Disarming, un azulado poni de tierra salió por la puerta. Gentle se paró, mirándole con gesto serio. El semental le devolvió el mismo tipo de mirada, quedando los dos así durante unos segundos. Después rieron y se dieron un efusivo abrazo.

—Plush Padding —exclamó Gentle—. Siempre albergué la esperanza de volver a verte.

—Gracias, Gentle —Plush se apartó ligeramente y, sujetando a la unicornio con los dos cascos, uno a cada lado del cuerpo, la miró de arriba hacia abajo—. Fíjate, no has cambiado absolutamente nada en todos estos años.

—¿Qué tal te va? —preguntó Gentle.

—Muy bien… Hasta que he llegado aquí —Plush se entristeció, pero volvió a escrutar a la unicornio de dos colores, con una sonrisa—. Pero si parece que fue ayer cuando nos echabas la bronca a Shadow y a mí por jugar delante de tu casa… ¿Aún sigues meditando para recuperar tus poderes?

—Siempre medito, lo sabes de sobra —contestó Gentle. Y, haciendo un gesto de espera, se acercó a la puerta del hotel y gritó—. ¡Disarming, aquí tienes un carro para recoger! —seguidamente se volvió otra vez hacia Plush y continuó—. Tienes que contármelo todo… Venga, te invito a tomar algo en el restaurante…

—¿Podrías poner el carro tú misma detrás del hotel, seas quién seas? —en ese momento Disarming salió del hotel, haciendo "La expresión". Entonces su mirada se fijó en Gentle, quien a su vez le estaba observando fijamente, con gesto inexpresivo. Poco a poco, Disarming reculó y se volvió a meter dentro, mientras su rostro cambiaba, con la misma velocidad, a una expresión de disculpa—. Lo… lo siento… Perdóname la vida, Gentle… No sabía que eras tú… Ahora recojo el carro, con la boca si hace falta… —balbuceó, desapareciendo a continuación al interior del hotel.

—Veo que tampoco ha cambiado una pizca el respeto que infundes —confesó Plush, riendo.

—No, es Disarming, que es estúpido —aclaró Gentle—. ¿Te crees que es miembro del Consejo del Pueblo?

—Pues no lo sabía… —respondió el azulado semental—. Tienes mucho que contarme, por lo que veo.

—Pues te lo informaré en el restaurante… —contestó Gentle, señalando hacia el comercio.

Y caminaron juntos, hablando por el camino.


—¿Nos llega para el televisor más grande y moderno? —preguntó Flashing, intentando ojear el catálogo.

Feather volvía al salón portando una bandeja con tazas de café y unos muffins. Dejó el recipiente sobre la mesita de té y se sentó junto a las demás.

El catálogo lo tenía Shiny, aunque Knowledge pretendía interferir, intentando pasar las páginas hasta encontrar la sección de electrónica, ya que la pegaso estaba embobada mirando el apartado de uniformes de carteros.

—Fijaos, si hasta tienen corbatas… —exclamó la joyero—. ¡Hala! Y pasadores de crines. Todo es realmente precioso y no parece caro…

—Ya, ya… —se quejó la historiadora, incapaz de avanzar más páginas por culpa de los cascos de la dorada yegua alada—, pero nos interesa mirar primero el televisor. Si eso, luego te deleitas con lo que tú quieras.

—Dejadme el catálogo, sé dónde está todo —Feather estiró el casco, esperando recibir la revista. Shiny se lo pasó y la pegaso-cartero empezó a buscar por una parte específica del catálogo—. Bien, aquí están las televisiones —dijo cuando encontró la página buscada.

Todas se pusieron a su alrededor, observando con excitación. Había una amplia gama de televisores, cada uno más deslumbrante que el anterior. Desgraciadamente los mejores aparatos se salían del presupuesto. Pero los dos más baratos sí parecían asequibles para el dinero del que disponían.

—Esperad —expresó de repente Feather—. También hay que comprar una antena y un decodificador. Habrá que mirar cuánto cuestan…

La pegaso-cartero pasó la página y todas dejaron escapar un lamento. El precio de los dos accesorios era prohibitivo para ellas. Echaron cuentas y descubrieron que solo había una opción: comprar el televisor más barato, así como la peor antena y el decodificador más económico.

—Bueno, al menos sí que nos llega para el envío ultra-rápido contra-reembolso —comentó Feather—. Si nos damos prisa en rellenar la solicitud, a última hora tendremos televisor nuevo.

Así lo acordaron, y entre todas pusieron el dinero necesario para la compra.

—Y ahora déjame el catálogo —dijo Shiny, cogiendo un muffin—, quiero ver si aún tengo suficiente para comprarme un pasador de crin… he visto antes unos que me han encantado.


Gentle comía despacio, en un intento de degustar su plato. Plush, sin embargo, había dado buena cuenta de su comida hace rato, y estaba contando su vida, siendo totalmente atendido por la unicornio.

—Y bueno, eso es más o menos todo lo que te puedo comentar sobre mi vida —acabó diciendo el semental, riéndose—.Cambiando de tema: debo decirte que me alegra de que este pueblo esté volviendo a funcionar.

—Sí, se lo debemos todo a Shiny —indicó la unicornio de dos colores—, que es la pegaso que te acompañó antes —entonces la yegua se recostó sobre la silla, en un intento de dar facilidades a su estómago para digerir la comida—, aunque en realidad todo el pueblo está aportando su granito de arena… Nortwest Mines Town está evolucionando. Incluso yo lo estoy haciendo…

—Eso está genial —Plush sonrió—. Incluso las relaciones están volviendo a surgir… Antes he visto a Muffled, con a su nueva pareja. Me alegra saber que ha rehecho su vida… y más después de la forma en que la abandoné… A ella y a todos —entonces el azulado poni se entristeció—. Pero bien sabes tú que me vi obligado a marcharme.

—Lo sé —Gentle se tapó la boca para ahogar un eructo—, recuerda que fui yo la que te aconsejó dejar el pueblo por la noche, sin despedirte. Estabas atrapado en una espiral destructiva y esa era la única opción, para mí, medianamente decente de romper los barrotes de esa prisión… Y no me arrepiento de habértelo recomendado… Espera, ¿has dicho que Muffled tiene una nueva pareja? —la unicornio se incorporó, extrañada.

—Sí, un poni de tierra marrón —respondió Plush—. Creo que se llamaba Wise.

Gentle se volvió a recostar, con los ojos entrecerrados.

—Así que Wise tiene novia… —exclamó la yegua entre dientes. A continuación se quedó pensativa durante unos instantes y sonrió—. Me alegra saber que ese tontorrón ha cambiado al fin de objetivo.

—¿De objetivo? —preguntó el semental.

—Desde que vino de Canterlot, Wise siempre ha estado enamorado de mí —respondió Gentle, con un tono bastante neutro—, pero no le he dado bola a sus expectativas… Digamos que estoy en una época de mi vida en que lo último que necesito es tener pareja. Bastante tengo con "soportar" a tu hermana y a las demás.

—Mi hermana… —Plush se entristeció—. No sé cómo decirle que me vi obligado a marcharme. Ni siquiera deja que me acerque a ella para hablar.

—Quizás te pueda ayudar Shiny —contestó la yegua, que cambió de posición, intentando relajarse y asentar el estómago—. Si le cuentas a ella la situación, es probable que interceda y pueda darte la oportunidad —Gentle ahogó otro eructo— de arreglar las cosas… Y ahora, si me disculpas, tengo que ir al servicio… Cada vez tolero menos esta comida.

—Pues a mí me ha gustado —Plush se extrañó—. Parecía de gran calidad.

—Digamos que no es la comida —Gentle estaba levantándose con urgencia—, sino mi estómago…

Y entró en el servicio con gran rapidez. A pesar de cerrar completamente la puerta, se oyeron desde fuera el sonido de las arcadas. Definitivamente esa comida no le sentaba nada bien a la unicornio de dos colores.


Wise vió cómo Muffled entraba a la mina. Todavía saboreaba, en su interior, ese beso que le había propinado esa yegua momentos antes. Había sido algo embriagador. De hecho, su corazón todavía estaba a cien. Deseaba repetir esa acción, pero la próxima vez, se dijo, que fuese por amor, no por una mentira.

Dándose la vuelta, suspiró. Fue un suspiro mezcla de amor y de anhelo. Tenía que encontrar a ese tal Plush para convencerle de que estuviese más tiempo en la ciudad, y, por supuesto, acompañar todo el rato a Muffled. Quizás hubiesen más besos, y quizás, con suerte, incluso llegasen los arrumacos.

Pasó por delante de la herrería y se paró, extrañado por el silencio. Miró hacia el edificio y observó que éste tenía la entrada abierta. Entonces torció ligeramente el gesto: era muy raro que Shadow no estuviese haciendo excedentes de picos y palas, y más en esa época, en el que la mina volvía a ser tan prolífica como antaño.

Decidió entrar despacio, sin hacer ruido. Aunque esa poni de tierra le daba miedo, con tantos músculos y esa forma de ser tan extraña, Wise preguntó en voz alta a Shadow dónde estaba.

—Hola Wise —respondió ésta desde un cuartito al fondo de la herrería—. Ahora salgo —apenas terminó de decir estas palabras, la yegua se levantó y salió a la estancia principal de la herrería—. ¿Deseas algo? —preguntó al situarse justo delante de él, mirándole fijamente.

—Quería saber si estás bien —fue la respuesta de éste—, porque tienes toda la maquinaria apagada. Pero veo que estás metida con un asunto más importante… y creo que ese asunto tiene que ver con tu hermano.

—Ese imbécil no tiene nada que ver en esto, para tu información —los ojos de la herrero, que seguían mirando al semental, se entrecerraron—, aunque ojalá así fuese… me daría el gusto de hacer desaparecer el problema echándole yo misma del pueblo.

—Veo que no te llevas bien con él —dijo Wise más para sí que para ella—. ¿Entonces qué problema tienes? Quizás yo, o alguien que yo conozca, pueda ayudarte…

Shadow empezó a sonreír, a la vez que sus ojos volvían a abrirse a una longitud normal. Si pedía ayuda monetaria al Consejo del Pueblo, quizás le diesen suficiente dinero como para poder estar más desahogada durante más tiempo, y así gestionar mejor el pago de la maquinaria y los pagos de devoluciones, tanto a sus amigas como al Consejo.

—Verás… —empezó a explicar la herrero—, tengo un "ligero" problema con el pago de la nueva maquinaria. Al final, contra todo pronóstico, no me han concedido el crédito, y ahora estoy con el agua al cuello. Shiny, Feather, Knowledge y Flashing me han prestado dinero para salvar este mes, pero estoy segura de que no van a llegar nuevos pedidos a la mina, por lo que el problema no solo persistirá, sino que se agravará.

—Comprendo… —Wise se quedó pensativo.

—Y la única solución que me queda es pedir un crédito al Consejo del Pueblo, uno lo suficientemente largo en el tiempo como para que vuelvan las vacas gordas y quitarme este marrón lo mejor y antes posible —la yegua volvió a sonreir, sabiendo que si convencía a Wise, tendría ganada la mitad de los votos.

—Haré lo que pueda —respondió el poni—, aunque no te aseguro nada… ¿Por qué no haces de tripas corazón y se lo pides a tu hermano? Quizás la sangre sea aún muy espesa entre vosotros dos…

—NI-SE-TE-OCURRA-NOMBRARLE —Shadow medio gritó entre dientes, aunque inmediatamente se calmó, sabiendo que no debía ponerse en contra de Wise en esos momentos—. A "ese" no quiero ni darle los buenos días… Me fastidia saber que él y yo tengamos la misma sangre…

—Entonces voy a convocar una reunión urgente del Consejo para tratar tu tema —dijo Wise—. Esta tarde tendrás tu respuesta.


Delante del hotel de Disarming, Gentle y Plush estaban despidiéndose. Afortunadamente el carrito de Plush ya no estaba en el mismo sitio donde éste lo había dejado. Seguramente Disarming había metido la carreta por la entrada trasera… o, mejor dicho, seguramente el hotelero había convencido a alguien para que metiese el carromatito por la entrada trasera.

—¡Ah! Antes de irme… —comentó Gentle, poniendo una expresión mezcla de asombro y de alegría—, querría pedirte un favor.

—Por supuesto, Gentle —Plush sonrió.

—No sé si conoces a la nueva aprendiz de la Princesa Celestia —explicó la unicornio de dos colores, cambiando su semblante a uno serio—. Una unicornio color lavanda, con la crin…

—Sí, la he visto en fotografías —cortó el semental.

—Querría que me hicieses un peluche con su forma… —Gentle bajó la mirada—. Es para Halloween…

—No me digas que aún te sigues disfrazando de… —Plush se rió.

—Sí, siempre uso el mismo disfraz… —zanjó Gentle, volviendo a mirar a los ojos del azulado poni de tierra—. Y necesito que sea un secreto —volteó la cabeza, observando hacia todos lados—. Quiero sorprender este año con una variante nueva... El año pasado añadí unos zancos al conjunto, pero el peluche de Twilight sería perfecto… Pero eso sí, pon un velcro por los lados.

Plush visualizó el disfraz entero de Gentle, con el añadido del peluche y los zancos, y sonrió de oreja a oreja: este año el disfraz de la unicornio iba a ser perfecta, completamente indistinguible del personaje original.

—Hecho —el semental asintió con la cabeza, con la gran sonrisa aún presente—. Mañana por la tarde lo tendré terminado… Voy a dedicar todo el tiempo libre en confeccionarte esa Twilight de peluche.

—No sabes cuánto te lo agradezco —la unicornio de dos colores sonrió, con un gesto en parte de alivio y en parte de vanidad victoriosa.

Plush se despidió y entró en el hotel. Gentle suspiró, se dio la vuelta y se dirigió hacia su casa. Sin embargo, a medio camino vio cómo sus amigas, excepto Shadow, salían sonrientes de casa de Feather… Sin duda algo estaban tramando, por lo que decidió acercarse para cerciorarse de que ellas tuviesen todo debidamente controlado.

—Te-le-vi-sor, te-le-vi-sor… —balbuceó Flashing con un tono constante, poniéndose a dos patas y moviendo las delanteras como si fuese un robot—. Vamos a tener un televisor —las demás empezaron a reír.

—Hola chicas —Gentle saludó—. ¿Qué es lo que ha pasado para que estéis tan radiantes?

—¡Gentle, Gentle! —Flashing correteó hacia ella y, extasiada, empezó a explicar—. Las cuatro vamos a comprar un televisor. ¡Va a ser genial!

—¿Las cuatro? ¿Un televisor? —preguntó la unicornio de dos colores, extrañada—. Cuatro yeguas y un televisor… —murmuró para sí misma—. ¿Estáis seguras de que es buena idea?

—¿Por qué no va a ser buena idea tener un televisor? —preguntó Shiny.

—Esperad un momento —informó Gentle—. Feather, ¿tienes papel y pluma? Necesito escribir urgentemente una carta.

—Por supuesto —la pegaso-cartero entregó a su amiga el material exigido.

Ésta escribió rápidamente una carta, lo metió en el sobre y se lo entregó a Feather. Seguidamente sacó un pequeño saquito lleno de monedas del zurrón y también se lo dio.

—Es MUY urgente —expresó la unicornio de dos colores—. Espero recibir respuesta esta noche o mañana…

Con respecto a lo de por qué no es buena idea, digamos que lo es porque… es UN televisor para CUATRO yeguas —explicó Gentle—. ¿Cómo vais a hacer los turnos? ¿O se pondrá en una casa y las demás iréis de visita? ¿O lo colocaréis en mitad del pueblo?

—Eso va a ser un problema —reconoció Knowledge.

—Pero ya es tarde para echarse atrás —añadió Feather—: la carta ya está en el zurrón —se señaló los cuartos traseros, donde descansaba la alforja de correos— y, una vez está enviado, abrir cartas ajenas es un delito. Y dicho esto, marcho a Ponyville a entregar el pedido. Y esperaré allí a recibir el paquete… Nos vemos a última hora de la tarde… —entonces miró a la unicornio de dos colores—. Gentle, también entregaré tu carta —y, dicho esto, la pegaso-cartero emprendió el vuelo y marchó rauda en dirección a la encrucijada de caminos.

—Bueno, ¿y qué televisor habéis comprado, si puede saberse? —preguntó la unicornio de dos colores.

—Ese es un pequeño problema… —reconoció Shiny—. Como tuvimos que prestar dinero a Shadow, no nos ha llegado más que para el televisor más barato.

—¿Prestar dinero a Shadow? —Gentle se extrañó— ¿Tiene problemas?

—Sí —Shiny bajó la mirada. Quizás había hablado más de la cuenta, pero ya era tarde retractarse—. El banco le ha denegado el crédito y no puede pagar la nueva maquinaria…

—Comprendo… —la yegua del cuerno roto parpadeó lentamente—. Bien, espero que no haya problemas con la televisión. Recordad que yo tengo que meditar, y no me gusta que me molesten mientras lo hago.

—¡Gentle! ¡Gentle! —Magic Sales se acercaba trotando—. ¡Reunión urgente del Consejo! ¡Vamos!

—Os dejo, chicas —se despidió la unicornio de dos colores—. Recordad: tened cuidado con este asunto.

Y, junto a Magic, salió caminando a la casa del Consejo de Northwest Mines Town.


—Bien, ya estamos todos —dijo Magic al entrar a la casa, seguida de cerca por Gentle.

—De acuerdo —afirmó Wise, que era el único que no estaba sentado—. He convocado esta asamblea extraordinaria por el siguiente punto: Shadow Hammer nos pide un crédito.

—Imposible —zanjó Muffled—. La restauración de la ciudad de nubes, el pedido de la estatua de la plaza y la construcción de nuevas casas, así como el mantenimiento de las ya existentes, nos han dejado sin dinero disponible para un crédito, por pequeño que sea.

—Entonces no tenemos más opción que denegar su petición —se lamentó Wise.

—Pues si no puede ser por las buenas… —señaló Gentle—, tendrá que ser por las malas. Tengo una propuesta para solucionar este asunto…

Entonces todos se acercaron a oír lo que la unicornio de dos colores iba a plantear.

CONTINUARÁ

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