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La leyenda del caballero de cristal (MLP FIM fanfiction)

by Angelus-Y

Chapter 6: Malefia

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Fanfiction MLP (Aventura)

La leyenda del caballero de cristal.

Autores: Ángelus-Y; Moisés R.

Capítulo 6: Malefia

Diario de Glowing Faith, día VI .

Las montañas del nordeste equestriano, solitarias a la par de peligrosas. El día ha sido en gran medida intenso, sorteando peligros por aquellas montañas, cansándome fácilmente por cada metro de escalada y por cada dos de bajada mientras eludía escombros y perros salvajes, ojala tuviera el físico de un buen soldado. Gold por suerte encontró un sitio para dormir en medio de estos elevados terrenos, una choza. Una casa de techo de paja y paredes de piedra, desolada y medio destrozado por su interior.

"¡Qué suerte!" Exclamé al ver una manta sobre tierra mullida y una pequeña mesa de madera, curiosamente marcada por desgarres impropios de un poni. Probablemente obra de alguna de las bestias que rondaban por aquí. Desde luego era mucho mejor que yacer en la intemperie, vulnerable ante afilados dientes y pestilentes hedores.

Y aquí me hallo, escribiendo en estas hojas de fino papel. Gold ahora mismo se encuentra vigilando los alrededores, con el brillo de su pelaje apagado entre la luz de las estrellas, y por el momento, todo es tranquilidad, silencio…

Os habréis asustado cuando habéis visto las marcas de páginas anteriores, marcas extrañas, hechas de una tinta distinta a la mía. Serenaos…yo también las vi en su momento, a la noche anterior algo ocurrió, pero si os digo la verdad no sé qué fue. Pues al día siguiente ya estaban esas marcas ahí, son rallones sin sentido que desgarran la fina capa de las hojas, y todas estas escrituras son iguales en cada página. Muy extraño…

Tan extraño como que en este día pasado he notado distante a mí amigo fénix. A veces me dirigía una mirada temblorosa. No lo entiendo. Y para colmar el día, hoy siento mi pecho oprimido, como si este producto de magia diabólica estuviera ahora mismo empezando a devorar mi corazón. La sensación es espantosa.

Por eso necesito rebajar tensión, espero que esto amaine este sentir.

Me quedan pocos días espero, para llegar al desierto San Palomino. Para mañana debería haber podido salir de estas montañas y cruzar los afluentes de ríos y los pequeños bosques y con suerte buscar cobijo entre alguno de los ponis de Equestria, de entre los cuales espero que haya algún alma caritativa que deje descanso a este pobre endeble. Sino, no me quedara más remedio que cubrirme bajo un inmenso árbol y tratar de resistir el frio, que al menos no es tan penetrante como el viento que azota por los dominios del Imperio de Cristal. Es normal…siempre he sido muy friolero.

Y desde ahí, quizás dos noches más para llegar al árido desierto. El problema es que…no sé dónde se encuentra él.

Suspiro, me gustaría tocar algo con la viola…quizás una buena melodía pueda reconfortarme más ahora mismo.

Sentir el desliz de mi arco sobre las finas cuerdas de cristal, a un tono bajo, suave. Escuchar como un pentagrama lleno de bellas notas me embriaga al sentir ese sonido que calma el dolor de mi corazón, la tristeza que trata de atraparme y veo como se aleja. Sabed que siempre he creído que esta viola es mágica, cuando emito las notas de ella, cada una es como un mensaje al corazón, un mensaje que hace que brinque de la emoción que esa nota lleva encerrada, es curioso, un misterio inscrito en la música de los millares que se esconden tras su complejo lenguaje.

Ya toqué algo antes de caer en un sueño profundo, antes de escribir aquí, cerca del amanecer, pero aun así vuelvo a desear poder tocar nuevamente.

Esta misma noche llamé a Gold, ya a salvo en esta vieja casa, con un peculiar silbido casi imperceptible, pero que el agudo oído de mi amigo Gold pudo escuchar. Se posó sobre la ventana de marco de piedra y extendiendo sus alas doradas esperó mi respuesta.

—Buen chico —le dije mientras le acariciaba su mentón y él se dejaba, sonriendo de gusto. —Dime, ¿te apetece que toquemos algo juntos? Hacía ya mucho que no tocábamos nada —le inquirí con una cálida sonrisa.

Por un momento vi en su semblante una innegable alegría pero en tan solo un segundo algo le hizo bajar las alas y agacharse, echándose para atrás un par de pasos.

—¿Qué…que te pasa Gold?

Traté de cogerle, pero de pronto echo a volar evitándome y manteniéndose frente a mi suspendido en el aire.

—¿Gold…? —pregunté con un creciente tono de tristeza.

Mi querido amigo, apretó sus ojos azulados, alejándose poco a poco. Le dolía hacerme eso. ¿Qué ocurría? ¿Qué veía en mí? Entonces no sé qué me pasó pero ante esa solitaria sensación respondí desesperado.

—¡GOLD! —le grité. A mi querido amigo…¿Qué hice? Jamás le había hecho eso.

¿Qué creéis que ocurrió? Por supuesto, salió volando. Se alejó de mí, huyó. No pude evitar levantarle el tono de esa forma, sentía que se iba…era una horrible sensación, nunca se había distanciado de esa forma y pensé lo peor, era como…como si de pronto decenas de frígidos puñales tocaran mi corazón y reaccionara así. Todo por ver que mi amigo, aquel fénix de plumajes dorados, se apartaba de mi lado, en medio de mi desesperación.

Me mantuve helado, sin moverme ni un palmo, con la respiración que apenas me llegaba, incrédulo de lo que me estaba ocurriendo…empezaba a notar dentro de mí, como este artefacto o cristal empezaba a expandirse en mi interior, comenzando a apoderarse de mí.

Sudaba frío…mi cuerpo empezaba a helarse por dentro, mi vista se empezaba a emborronar y respiraba aceleradamente, en pura amargura. Me veía como en una prisión rodeado por cuatro paredes que se acercaban a mí, a punto de aplastarme. Pero entonces le escuché.

Giré mi cabeza y le vi, asomado a la ventana, tímido y con mirada llena de culpa.

—Gold…—musité. Con mis ojos iluminados y con el mismo sentimiento que los suyos expresaban. Me acerqué a él, y se posó sobre mi casco a lo que yo acariciándole con mi hocico su pico, le susurre "lo siento" "lo siento mucho" "No sé qué me ha pasado"

El me habló con su típico graznido angelical, y empezó a frotarse conmigo. No sé qué me pasa, porque respondo así, se me hacía tan raro ver que tratara de evitarme y ante mi situación no podía dejar que ocurriera…pero me arrepentí, era un sentimiento que no pude descubrir porque reaccione así, no era mi forma.

No me da miedo sollozar…porque no puedo eludir este sentimiento, pero debo intentarlo…justo cuando mis ojos estaban a punto de llenarse de lágrimas pude notar como este cristal emanaba como un extraño sonido de deleite, que sonaba en mi cabeza, una risa…Respire con vigor, trate de ponerme firme, de sorber esas lagrimas…Es desesperante no poder liberar esta tristeza.

Gold llamó mi atención, sus ojos habían cambiado de apariencia, ahora me enseñaba una mirada alegre, señaló con sus cálidas alas la viola de cristal, en el suelo, que deje caer. Insinuó que tocáramos juntos y yo le sonreí. Se diluyo esa sombra de mi interior.

Cogí el instrumento ceremonial con el casco, lo apoye en mi cuello, mientras me sentaba apoyado en las paredes de este cobijo. Mi emplumado amigo se colocó sobre un taburete que yacía en medio de la casa, le di una señal con el arco y al primer desliz del mismo, tras el viento cesar para comenzar nuestra melodía, cantó con el sonido de una campana de dulce tintineo.

La melodía que surge de esta viola, como vos sabéis, es especial, lleva en su interior una magia que según la leyenda, la primera monarca del Imperio incrusto en su interior. Una magia que libera la música, una melodía que endulza los corazones, para despertar el amor…la esperanza… Antaño apuesto que se usó para las numerosas celebraciones de las ferias, aumentando esa chispa de luz, que en todos nosotros brilla.

Y es con este instrumento de cristal azul celeste, con el que con cada roce, con diferentes inclinaciones y fuerza, desentraño infinidades de notas, cada una de ellas que acaricia el espíritu.

Me hallaba sereno, el sonido de Gold cantando al son de cada nota de la viola, emitíamos un sonido de puro alivio, un placer para el oído, juro que sentía la oscuridad lejos de mí y al contemplar en un boquete del techo la luz de la luna llena…Ay, por el cielo, era un momento mágico. Me encanta tocar…lo diré una y otra vez, tome una correcta decisión al aprender a tocar, es el auténtico lenguaje que quiero aprender.

La música resonó por casi toda la noche, no quería parar, entre otras cosas por miedo a que cuando llegara el silencio, las sombras no fueran ahuyentadas y nuevamente trataran de atemorizarme. Pero al final notando el cansancio de Gold, dimos un par de bis de toque celestial y terminamos con un final de continuado sonido en crescendo y después… descreyendo.

Y llegó el silencio, Gold abrió las alas lleno de felicidad y yo aún conservaba una grata sonrisa hacia él, nos juntamos y pude apreciar nuevamente el calor de sus plumas, ese calor que expulsaba la gélida soledad que trataba de agarrar mi cordura. Era tan agradable que sin querer caí dormido…profundamente. No sentí más el acecho gélido de las sombras…

Entonces tuve un sueño muy extraño. Describir uno es difícil, pero este…lo veía tan claro, y sin embargo estaba envuelto en una niebla de confusión, al ser, diferente.

Era una oscuridad sin fin, de la cual se abría un agujero a la luz y en esa luz veía retazos de algo distante. Imágenes que para mí, ningún sentido guardaban. Un lugar coronado por extensas colinas, llanuras de vivo verde, montañas escarpadas y al fondo…más allá, en el horizonte, un castillo que acariciaba las altas nubles.

De repente estoy mucho más cerca de ese lugar, como si un paso mio me hubiera situado en las cercanías de ese esplendoroso castillo. El día es nublado. Me encuentro rodeado de alzadas estatuas de plata reluciente y de esbelta figura, representan algo que jamás he visto, una criatura ¿tal vez? Seguramente, pues sostenía en sus "garras" una espada recta gigante, hecha también de plata. El suelo que pisaba era lisa piedra grisácea, trazos de mármol y el castillo, imponente e inmenso cuya fachada se bañaba en colores metalizados y azulados de gran claridad. Una niebla invade el lugar. Todo se vuelve, borroso. Antes de quedar ciego, veo algo muy claro, un enorme dragón de escamas azules que vuela hacia la torre más alta de ese castillo, posándose en ella, triunfante. Y entonces todo vuelve a ser oscuridad, pero antes de quedar en la completa negrura, oigo un grito de rabia, otro de desesperación y un llanto de nostalgia.

Era muy extraño ¿Por qué veía un lugar que ni siquiera conozco? ¿Qué significaba? Evidentemente no había respuesta, quien sabe…

Cuando me desperté me dispuse a escribir aquí, relajado…y ahora, este ha sido mi día. Después de lo acontecido hoy, no me es de atracción relatar lo acontecido antes de todo esto, pero…no me queda más remedio, debo hacerlo. Además no creo que concilie más el sueño, pronto amanecerá, y debo partir.

Pero yo os pregunto…¿De verdad queréis saber cómo surgió esto?

Pues os lo relatare, cobrare fuerzas para escribir sobre este papel como nació lo que en mi interior acecha. Pues fue obra de uno de mis enemigos, uno de los sucios dracanos, juro por mi reina que aun guardo rencor y mucho odio a esa bestia, lo juro...

Mientras me encontraba en mi celda durmiendo, un baño de agua helada me despertó de mi sueño. Estaba confundido, ¿de dónde vino el agua? Mi sorpresa fue descubrir quien había sido el responsable: ¿Os acordáis de aquel sátiro que quedó herido? Era él. ¿Cómo era su nombre? Creo recordar que Valark. Un sátiro de afiladas garras, sucias y descuidadas pezuñas, cuernos retorcidos cual carnero, hocico y mirada penetrante. Era uno de los sátiros que intentaron hurtar el Corazón de Cristal.

—Buenos días, bello durmiente.

Y para mi mala fortuna se estaba acercando peligrosamente hacia mí.

— ¿Te acuerdas de mí? —Me preguntó. Yo tan solo le sostuve la mirada, tratando de ocultar miedo— Siii, sé que te acuerdas, asqueroso equino.

Sin previo aviso me dio un derechazo en la cara. Mi cabeza pareció haberse estrellado contra un muro de hierro.

—Los ponis como tú, me dais asco, toda vuestra raza es… —preparó de nuevo su puño— una maldición…

Esta vez con la otra extremidad me golpeó en el costado. Me resentí del dolor y no pude tranquilizarlo estando encadenado. Empecé a sangrar ligeramente por la boca. Para rematar, el llamado Valark, ese inmundo sátiro, perdonad mi lenguaje, cogió mis cadenas y envolvió su puño con ellas para hacerme aún más daño al impactar. Me fijé entonces en las vendas que tapaban la herida que le ocasionamos.

—No sabes… —suspiró— que placentero me resulta este momento.

Con las cadenas en sus zarpas me golpeó de nuevo en la cara. Esta vez el impacto fue tres veces mayor y ahora entonces sí que sangraba por la boca y el hocico. Me cogió de la crin y me atufó con su aliento.

—Qué pena que no presencies el gran momento, me habría gustado —rió brevemente.

Empecé a sentir un gran desprecio por él. No solo por el dolor, sino por cómo era. Para mí, era un desecho en aquel momento.

Se limpió el sudor y se quitó las cadenas. Volvió a dirigirme la palabra con mala educación.

—Ese changeling…si, el que dejaste moribundo en la cueva, me caía bien. Jeje, quizás debería darte una paliza en su nombre —Con todas sus fuerzas me propinó una patada con sus pezuñas afiladas. Fue el golpe que más atontado me dejo, logré escuchar pitidos dentro de mi cabeza.

Yo no decía nada. No solo porque me sentía cansado y sin fuerzas. Sino porque me esperaba lo peor si abría la boca, no obstante me entraban ganas de hacerle daño…mucho daño. Matarlo quizás…no, sería impropio de mí. Ahora lo recuerdo y siento furia, en aquel momento el miedo y la confusión encubrían esa ira. Pero tras la paliza me digné a hablar.

—Que… —tosí ahogado— ¿Qué queréis? —le miré con desgana y agriamente.

—Tranquiiiiilo, pronto lo averiguaras… pero mira: hasta entonces, me voy a divertir contigo —Soltó una carcajada—.Vamos a ser grandes "amigos".

Volvió a pegarme en el costado, esta vez fue una sucesión de golpes llenos de rabia y odio. Llegaba un momento en que… ya no sentía dolor, quizás porque estaba a punto de desmayarme. El sátiro respiraba con ansía, se limpiaba el sudor de vez en cuando y proseguía, me desgarraba con gusto y yo me sentía impotente. Deseaba devolverle todo lo que me estaba haciendo. Soy un poni de mucha paciencia y bueno. Pero en tales situaciones llegas a un límite.

En un momento de pausa, cuando él se acercó a reiterar mi castigo, le propiné un cabezazo en el pecho. Salió dañado, pero creo que yo recibí la peor parte. Ahora la cabeza me daba vueltas.

—Serás… Ahora sí que la has pifiado, poni…— Abrió sus garras con intención de arañarme lo más fuerte que pudiera, pero algo le detuvo.

La entrada se abrió de tirón. Habían entrado Bolt y Skillclaw a la escena. Skillclaw le había tomado del cuello a Valark hasta estrellarlo contra un muro.

— ¡Dagha! —escuche que dijo el dracano mientras se acercaba hacia mi analizándome con la mirada.

— ¡¿Qué hacéis?! —inquirió el sátiro tratando de liberarse de las ásperas garras de Skillclaw.

La dracana de rojas escamas había tomado de nuevo el cuello del sátiro, y sin darle tiempo lo había levantado hasta quedar a la altura de sus ojos blanquecinos. Escuche en perfecto equestriano lo que dijo:

—Encima que pagamos a escoria como tú, osas infringir nuestras órdenes. Debería matarte por esto.

Bolt dijo algo que no pude comprender del todo. Parecía que, quería detenerla de matar al sátiro. Yo en ese momento no sabía que pensar de él: si era un ser de principios o era benevolente con sus víctimas. En cualquier caso, yo habría decidido acabar con su vida. No me vayan a ver con malos ojos; no está en mi desear la muerte a nadie, pero en ese momento me daba igual que Valark terminara muerto en garras de Skillclaw.

La dracana solo gruño y le escupió, diciendo unas últimas palabras, al soltarle de mala gana.

—¡AHORA VETE DE AQUÍ Y VE A HACER ALGO UTIL! —propinándole una patada en el rostro, el sátiro salió huyendo como pudo.

No voy a negarlo; aquello me dio una gran satisfacción.

Skillclaw se acercó a Bolt para gritarle unas cuantas cosas que no pude entender; estaba demasiado aturdido. El dracano se puso a mirarle con seriedad mientras se defendía con palabras tanto más calmadas, pero era igual de enérgico que ella. Finalmente, Bolt pareció zanjar la cuestión y Skillclaw no tuvo más remedio que aceptar la derrota, no sin antes gruñir como una fiera enjaulada. Parece que él es bueno con las palabras, al menos en su idioma.

Bolt se acercó a mí y me volvió a hablar como podía su equestriano:

—Bolt. Traer comida. Tú. Daño. Mucho daño. Skillclaw. Curar tú. Curar tú.

Sus palabras me dieron a entender que por mis heridas, necesitaba ser curado. Y parece ser que Skillclaw conoce de primeros auxilios. Pero la idea de estar a solas con ella me daba cosquilleos en la espina dorsal. Sin darme cuenta Bolt pareció notar eso y repuso:

—No temer. No temer Skillclaw. Skillclaw curar tú. No temer.

Asentí. No muy confiado de sus palabras, pero pese a ello, dejó la sala, pero no sin antes girar su mirada hacia la dragona de rojas escamas, quien se la devolvió. Pese a no tener buena vista, sin duda su presentimiento e instinto de lo que a su alrededor acontecía era infalible.

Cuando la puerta de la celda se cerró Skillclaw empezó a intentar notar mi presencia de cerca, tocándome hasta percibir mis heridas. Primero limpió la sangre de mi boca y después de entre su cintura, en la cual portaba una pequeña alforja, sacó una hoja. Esta era muy peculiar, de un color pálido grisáceo, de 5 puntas y de tacto áspero, lo sé porque con ella empezó a frotar mis heridas, aunque con disgusto. Yo trate de aguantar el escozor y dolor que sentía ante sus bruscos movimientos. Estuvo durante mi curación en pleno silencio y para seros sincero no deseaba ver su reacción si trataba de dirigirle la palabra. Seguidamente ella segregó sobre sus propias garras algunas de sus babas, viscosas. Y con ellas me impregno, sobre las heridas que tenia, sentía un agudo escozor y ardor en las mismas. Creo que era el efecto combinado de sus babas y aquella hoja, suponía que debía tener alguna propiedad curativa.

Cuando finalizó, sacó un pequeño frasco de cristal rojizo, cogió el sucio cuenco donde me depositaron el agua y echo unas pequeñas gotas del contenido de aquel recipiente dentro del mismo. Acercó el plato con la cola y se levantó mirando indiferente al frente.

—Tienes suerte de que Bolt esté aquí, y de que mi Sharrak tenga interés en ti, si de mí dependiera…ahora mismo tan solo serias otro montón de huesos adornando la celda. —declaró ella dándome la espalda entre que abandonaba mi estancia….

Milagrosamente, gracias a aquellos remedios que Skillclaw me otorgó, mis heridas sanaron de una forma increíblemente rápida, aunque pase una muy mala noche ese día. Antes de acostarme, derrotado por completo, Bolt vino a la celda a traer comida: Un montón de hojas frescas.

— ¿Cómo estar? ¿Mejor?

Con gran dificultad asentí, aunque apenas pude siquiera mantener la cabeza en alto.

—Pronto todo terminar, tu ser libre. Nosotros cumplir destino. Pasado…despertar sombras. Equestria, enemiga.

— ¿Por…por qué?—pregunté dolido.

—Equestria…princesa….daño…mucho daño. Nosotros doler, princesa…sonreír. No, me, gusta, ver, morir, nada, pero…precio, necesario. Corazón dolido, solo…así poder aliviar. Tu no entender…no ser dragón. Tu ser poni, tu corazón, emoción. Nosotros orgullo, tradición…fuerza. Yo…gustar no, sangre. Yo deber…o mal dragón ser. Amigos….necesitan. Skillclaw odiar ponis…odiar equinos. Yo…no ser así. Pero no débil.

Escuché cada palabra suya mientras oteaba a la nada, triste…Los dracanos al parecer, reclamaban algo. Seguro estoy de que ansían venganza del conflicto de hace cien años. ¿Pero tanto les hirió perder esa batalla? ¿O es que había pasado algo que se me escapaba?

Cada dracano era único, Skillclaw era sin duda lo opuesto a Bolt, este no le gustaba las injusticias, pero le dolía hacer sufrir a otros si realmente no lo merecía. Pero… ¿mal dragón?... ¿amigo? ¿Querría decir que depositaban su confianza en él? ¿Qué le necesitaban pese a no desear el participar en esta locura?

—No eres débil, solo piensas de forma diferente…De hecho eres fuerte, piensas como ningún dracano que haya visto, sabes que es justo y que es bueno. ¿Acaso eso es ser débil?

—Nosotros…sí. Bueno o malo…eso no existe. Solo fuerza…y debilidad. Bueno…Malo, quien puede comparar. Nosotros seguir código, honor y fuerza. Solo eso… —Se levantó sin mediar alguna otra palabra, con un semblante envuelto en tristeza. Fue abandonando la celda hasta que antes de cerrar la puerta me dijo:

—Lo siento…

Eso me dejo sorprendido. ¿Qué ocurría? Solo ansiaba dormir.

Tras pasar otras dos noches más, dentro de esa gélida celda. Yo me encontraba absorto en mis felices recuerdos, tratando de admirar la belleza de mi hogar, la sonrisa de los míos y la felicidad que siempre radiaba allí. Pero de pronto escuché sonoras pisadas descalzas…" ¿Sera Bolt?" Pensé entonces, pero no…eran distintas, familiares sin duda, muy ligeras pero sin embargo llevaban furia. Escuche el cerrojo abrirse, me pegué a la pared, asustado y entonces apareció ella: Skillclaw, la dracana de rojas escamas, quien me arrojaba una violenta mirada acompañada del apretón de sus dientes, empezó a olisquear, pues como ya sabéis es carente de buena vista y al identificarme corrió hacia mí y me agarró con sus ásperas garras del cuello poniéndome enfrente de su rostro a su estatura, pequeña en comparación con la de sus semejantes…tirando de las cadenas y dañando mis patas.

— ¡Lygiesh kim! —gritó al guardia sátiro de la puerta, quien rebuscó entre las numerosas llaves de su llavero y cogió una de aspecto viejo y oxidado, con la que me quitó los grilletes. Skillclaw me lanzó contra la pared del pasillo bruscamente, pegándome un golpe contra la misma y dejándome algo aturdido. Cuando agité mi cabeza y mire al frente, me hallaba entre la pared y las cuchillas afiladas de la dracana. En su brazo izquierdo portaba una pequeña rodela, enganchada por hebillas a sus zarpas y de esa misma se desplegaba mediante un pequeño mecanismo aquellas dos cuchillas, afiladas, de laterales ligeramente dentados, y de pálido color metálico.

—Escúchame basura equina…como se te ocurra escapar, te juro por mi vida que rebano tu cuello y lleno todo el suelo con tu sangre. ¡¿Ha quedado CLARO?! —me gritó, mientras entrecerraba sus ojos. El dominio de mi lengua que aquella dragona hablaba, era increíblemente formidable comparado con Bolt.

Por supuesto ante su voz ronca, furiosa y sus afiladas armas tocando mi cuello, temblaba, temblaba mucho, tanto que me costaba asentirle.

—Que patético… —murmuró entre que plegaba sus cuchillas de nuevo a la rodela. — ¡Vamos! —exclamó señalando en una de las direcciones.

Yo iba delante, atravesando el lugar. Centenares de celdas cuyo contenido me atemorizaba, pues en varias de ellas, escuchaba gritos, rugidos y otras cosas más…Skillclaw me metía prisa continuamente, casi tropezándome con múltiples calaveras esparcidas por el suelo de piedra.

Se oían martillos, golpes contundentes sobre placas de hierro, el fuego brotar…el olor a metal quemado. Me topé con varios sátiros que guardaban el lugar y también ciertos dracanos. Pero entre los encuentros hubo uno en especial, al torcer una esquina, impulsado por la dracana, choqué con alguien inesperado. Un changeling.

Tras el golpe agitó la cabeza y rugió agudamente, mostrándome sus afilados colmillos.

— ¡Mira por dónde vas, prisionero! —me alzó la voz mientras gruñía, y yo me quedaba perplejo ante sus ojos verduzcos, los lunares plateados de su cuello y piel, sus orejas agrietadas y sus cascos perforados. Su exoesqueleto verde intenso, y su cuerno recto y puntiagudo.

—Seresh, Pharyb.

Entonces dejó de gruñirme y por un breve momento me olisqueó, a lo que por extrañas razones reaccionó sorprendida.

—¿Khe? —inquirió Skillclaw extrañada ante el semblante de aquella poni insecto.

—Pharyb, se supone que tendrías que estar en el calabozo…

—El Sharrak ha cesado mi "castigo" debo volver.

—Ni gha. —respondió alejándose de nosotros, y mientras tanto le seguí con la mirada y ella a mí. Fue una sensación muy rara.

—¡Vamos! —gritó la dracana enfadada, casi tirándome al suelo de nuevo.

Bajamos a los niveles inferiores….hacía mucho frío allí, no me encontraba bien. Entramos en una habitación cerrada mediante un portón de hierro firme.

Al llegar tras el otro lado de la misma, se escuchaba una charla entre dos dracanos, dada la lengua en la que hablaban. Skillclaw llamó a la puerta suavemente con un par de toques y tras esta se oyó fuertemente:

"!Akra!"

Abrió la puerta, mientras me agarraba llevándome al interior de la estancia, aun mucho más gélida, que afuera. Una habitación llena de estanterías a rebosar de libros de curiosa cubierta, algunos con cubierta de hueso, una mesa de madera oscura y un suelo límpido de piedra plateada.

Ocupándola, había tres dracanos, uno de ellos era Bolt. Los tres me miraron con distintos ojos. Uno de ellos, enorme, corpulento y de negras escamas toscas, me miraba hastiosamente con sus ojos rojos de intenso color, como los míos. El segundo, sentado en una elegante silla de madera del mismo tipo que el resto del amueblado, yacía curioso ante mí. Era un dracano de escamas de un morado tono púrpura, más bajo que el primero y vestido de unas prendas lóbregas, arañadas, dignas de un hechicero. Tenía las dos zarpas juntadas con los codos apoyados sobre la mesa, mientras que con sus ojos de un naranja intenso como el fuego me miraba intrigado. Bolt sin embargo quien se hallaba como disgustado, parecía mirarme totalmente diferente, una mirada de preocupación.

Esta vez no pude discernir el conjunto de silabas exactas que salían de sus bífidas lenguas. El primer dracano que os he descrito hablaba con voz grave y orgullosa, llevaba puesta una armadura de combate, única entre las corazas dracenas, caracterizada por sus múltiples placas del abdomen de borde dentado, sus hombreras adornadas con rectas púas de hierro negro, el mismo material en toda su armadura, la cual bajo la misma se distinguía unas viejas mantas gris ceniza, del mismo tipo que yo, de colores azulados llevaba bajo la mía.

Por las continuas repeticiones de su nombre, deduje que este era apelado como Blackfire. Nunca me olvidare de su cara: Su hocico era más alargado que el del resto, una tosca mandíbula repleta de púas, orejas membranosas y dos gruesos cuernos marrón oscuros, emanantes hacia arriba que le otorgaban un aspecto intimidante.

El segundo, quien permanecía totalmente sereno en toda la discusión, tenía una voz…como describirla…fría, elegante…no sabría deciros de forma exacta. Todo su cuerpo, su cola, sus zarpas y patas eran de color morado purpureo, la parte delantera de su cuello mostraba unas escamas diferentes, mas blandas y de color plateado, además de poseer ciertos trazos rojizos. El aspecto de su cornamenta lo hacía más real que el resto, seis cuernos, tres a cada lado, rectos y recubiertos por su piel morada. En su amplia frente brillaba una pequeña joya roja incrustada en la misma.

Draco, ese era su nombre. ..

Expectante de que iba a ocurrir entonces tras unas breves palabras en jerga dracana y con una mirada a cada uno de los miembros por parte del aludido Draco, al final abandonaron la sala, pero no sin antes cada uno de ellos, mostrar una digna reverencia del pueblo dragón. La zarpa en el pecho y una ligera inclinación de cabeza, aunque Skillclaw hizo una genuflexión y repitió arrodillada el mismo gesto, pareciendo depender del respeto en sí.

Fue entonces cuando me quede a solas con ese dracano, y dio inicio a la conversación. Esta vez no estaba encadenado, la puerta estaba abierta…pero ella cerró con un ligero movimiento de manos y echo el cerrojo… Comenzó a interrogarme.

—Así que…tú eres el poni de cristal que se inmiscuyó en la operación, ¿verdad? ¿Cuál es tu nombre prisionero?—inquirió el dracano morado.

Por entonces no pensaba que mi nombre fuera algo grave el decirlo, por lo que sin ningún tipo de reparo se lo dije…

—Glo…glowing, Glowing Faith.

—Si, he estado estudiándote mientras estabas adormecido…seguramente te preguntes a que se deben tus sueños prolongados…

—¿Vos sois la causa?

—Así es. He empleado un hechizo de Ambra para adormecerte, la neblina de ensueño. He podido comprobar que padeces de una debilidad física bastante palpable.

Sus deducciones fueron sorprendentes, de ahí me atreví a preguntarle.

—¿Cómo lo sabéis?

—Hmph—rió entre dientes —he experimentado mucho con ponis de tu mismo sexo, normalmente son más corpulentos, abruptos, de mandíbula extensa y por supuestos más "rellenos" Tu en cambio…te pareces más a un saco de huesos, tu respiración suele ser acelerada aunque deduzco que pese a ello, gozas de una rapidez única entre los tuyos, al pesar poco…

—Si, aunque a veces, ya muy poco. Mis patas suelen fallar.

—Ya veo… —esbozó una media sonrisa. —Además eres un poni de cristal de sangre pura, ¿me equivoco?

—¿Para qué queréis saber eso…?

—Los ponis de las montañas del norte, sois sin duda únicos entre los integrantes de la raza equina. Poseéis una magia singular, así como todos, pero mirad por donde, vuestra constitución y raza es ideal para que lleve a cabo uno de mis laboriosos experimentos.

—Experimentos…—musite por lo bajo.

—Mientras gozabais en vuestro descanso, me he tomado la libertad de introduciros una malefia.

—Una…¿Malefia? —Pregunté extrañado y asustado —¿qué diantres es eso?

—Pues, si os soy sincero, no tengo ni idea… —respondió rison.

Aquellas palabras me fueron inesperadas. Pero si denote en ellas cierta satisfacción, por su mirada, sí que sabía algo…

—¿Y mi reina? ¿Dónde está lady Nivea?

—No temáis por vuestra benigna soberana, ahora mismo debe de estar descansando en su celda.

—¿Por qué? ¿Por qué nos habéis traído? ¿Qué queréis de ella? —me daba miedo preguntar en busca de respuestas, pero era un auténtico hervidero de preguntas entonces, pese a que el pavor estaba presente en mí.

—Bueno, en cuanto a ti, viniste por error. Te inmiscuiste donde no te llamaban y acabaste aquí, por decisión de Skillclaw. Pero ya que estas aquí, voy a aprovechar la ocasión de no sacrificar a ningún soldado o mercenario. — mientras continuaba parlando, pegaba pequeños toquecitos en la mesa con sus garras oscuras. —La reina, en cambio era necesaria…El plan era llevárnosla y devolverla pasado esto, pero el asunto se ha torcido…No obstante no temáis, el premio que busco es más avaricioso…

Llenó sus zarpas enteras de un negro intenso y de entre las sombras del suelo, como una criatura que emergía del agua, apareció una esfera de cristal, sostenida en una especie de baston, o mas bien, un cetro. Era preciosa, un cristal que pese a su fulgor sangre, era sin duda un objeto demasiado peligroso. Puramente esférico, que emanaba una esencia maligna, al menos me hacía sentir escalofríos.

—¿Hermoso? Si… —musitó el dracano de ojos ígneos. —Este es un regalo a nuestra tribu, por parte de MI señor, un presente que ha permanecido dormido por mucho, pero gracias a vuestra majestad y a cierto traidor, ahora esta joya, me permitirá lograr la meta que ansió.

En tan solo un instante me encontraba mal…de pronto cuando ese cristal empezó a brillar, algo en mi comenzaba a retorcerse, sentía como mi corazón era acariciado por el cuerpo de una serpiente a punto de estrangularme. Y frio…un frio atronador… El sudor caía por mi rostro en forma de pequeñas gotas gélidas, mis ojos se contarían y las patas me temblaban…

—Lo notas ¿verdad? La Malefia está despertando, y ya es hora de que conozca su nuevo huésped. Sinceramente…no creo que dures mucho. No me hace gracia que los ponis de cristal paguen lo que una ecuestre hizo, pero, así es la vida. Uno la fastidia y todos lo pagan. ¿No?

Ahora aquí delante de mi diario, entiendo esas palabras…

—Shaga….Shaga noctrunam reshe…deghess. —recitó, me tocó con el cetro en mi pecho y sucedió... gritaba en agonía. Fue como una vida ajena a mi nacía de las entrañas de mi cuerpo, de entre mi pecho se abrió paso un cristal oscuro, negro como el tizón. Escuché en mi cabeza un sinfín de voces de las profundidades. Y al final, cuando me retorcía Draco me lo aclaró todo.

—Equestria ardera, porque por mis venas corre la sangre de los dracanos que tuvieron que terminar con vuestras efímeras vidas. Y porque por el juramento de mi rey, de mi autentico rey, vengare a los que desde las sombras ansían vuestros llantos. Tu reina quizás viva, pero tu, me temo que tus días están contados, pero…¡Anímate!, es por el bien del estudio de la magia.

Con un seco golpe de su cetro en la pared cuyo sonido se expandió con un eco interminable, emergieron dos sombras fantasmales de entre la oscuridad, de espectral figura, de garras afiladas y cuernos rectos. Ojos vacíos…blancos afilados, que me agarraron por las patas, sintiendo el frígido tacto de la oscuridad. Y llevándome por medio de los oscuros pasajes de las sombras a mi celda. Unas criaturas sin sentimientos…unos seres nacidos de las sombras y de la luz lunar.

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