Equestria Girls: Finisterra
Chapter 3: La Cruz de Santiago
Previous ChapterBasado en la historia narrada en el álbum de Mägo de Oz, "Finisterra", estrenado en el año 2000.
EQUESTRIA GIRLS:
FINISTERRA
La Cruz de Santiago
"Oh, oh, en Satania estás, tus pensamientos programados están. Oh, oh, aprieta el botón, navega en mi mundo: deseos punto com".
Wandering no puede dejar de pensar en eso, mientras camina con sus hermanos. Van a un bar cualquiera, de los mil que hay en el Distrito, y como todos ellos, es una extraña mezcla de plenitud y carencia. Un par de mesas de billar algo desgastadas, el suelo con baldosas oscuras, apenas iluminado por una luz pálida, casi mortecina. Una leve música ranchera, de una radio vieja, un puñado de paisanos y unos dos hombres destrozados, intentando ahogar el recuerdo con alcohol adulterado.
"Un lugar así es perfecto para crear canciones de rock".
Entraron con la alegría propia de un grupo de hermanos, pidieron cervezas y ocuparon una mesa. Wandering entró al final, caminando con lentitud.
A su espalda, una sombra a pie le seguía sin perder ningún detalle: parecía aprender.
Es un hombre de guantes rojos y larga gabardina gris, con un sombrero negro que le ocultaba el rostro con su sombra. Wandering observa cómo se sienta en la barra, pide un trago, y su vista se pierde. Aquel hombre solía frecuentar los bares y demás lugares de ese estilo, como un anacrónico narrador de historias.
Deja de prestarle atención a aquel pintoresco sujeto, pues le están hablando. Su hermano mayor Gale Travel, sus hermanos menores Skulk, Dusky Cloud y Leopard, los cinco alzando sus cervezas en un brindis silencioso.
—Por la censura de mierda —dice Gale Travel.
—Por que la policía nunca nos agarre —dice Wandering.
—Para seamos famosos y no tengamos que estudiar más —dice Skulk.
—Para que no nos falte la comida —dice Dusky Cloud.
—Por todo lo que han dicho —dice Leopard.
Beben; el menor de ellos se atraganta un poco. No es la primera vez que prueba el alcohol, pero no puede acostumbrarse a él.
Nota que el hombre de guantes rojos comienza a hablar.
—No era el hombre más honesto, pero él era un hombre valiente y fiel —dice con una voz calmada. Su mirada reflejaba calma y paz, su voz grave y familiar relataba leyendas de la antigüedad—. Tampoco la piedad se cobijaba en él.
Wandering, ignorando un poco a sus hermanos, se volvió para poner atención. Algo misterioso le envolvía, no dormía jamás: cuentan que se alimentaba del relato popular.
—Malvivía, alquilando por tres maravedís su espada y vizcaína, en ajustes de poco lustre y de peor fin. Eran tiempos duros y había que buscarse el pan, reinaba la picaresca, la espada y el "voto a tal".
"Me recuerda un poco al Capitán Alatriste... o a mí en la Equestria Antigua".
El sujeto de guantes rojos lo mira: Wandering siente que da un respingo, pero no aparta la vista. "No soy un niño imbécil ni un marica para andar esquivando su mirada".
Nota que los botones de su chaqueta no son convencionales. Tienen la forma de extrañas cruces, de pequeñas cruces de Santiago rojas con un delgado borde dorado.
"Vaya estilo el de ese tipo. Me hace pensar en un verso para una canción: brilla la Cruz de Santiago en su pecho, por el Sol, su rostro jamás descubrió...".
—Brilla el acero en su mano, perla su cara el sudor —sus ojos parecen cuchillos clavándose en sus pupilas, y por un momento Wandering desarrolla un miedo irracional a que pueda oír sus pensamientos—. Donde el mar no tiene dueño irá... irá a buscar.
"Definitivamente, esa historia fue una versión resumida del Capitán Alatriste".
Piensa Wandering en su cuarto. Sucio y desordenado, con varios pósters de películas y bandas de rock. Su ropa se acumula en montones irregulares, en su escritorio se acumulan papeles, polvo y migajas. Hay una caja vacía y sucia que en el pasado contuvo una pizza, y junto a ella, algunas latas de cerveza.
Un reloj digital muestra la hora: 2:58 a.m.
No puede dormir. Y no es que se sienta enfermo, pues no bebió demasiado (Gale Travel no permitiría que se embriagara). Es que piensa en varias cosas, que en realidad son resúmenes mentales de lo que pasó en el día.
"En Satania estás, tus pensamientos programados están. Aprieta el botón, navega en mi mundo: deseos punto com".
Sin embargo, está tranquilo. Pues recuerda a su novia. Nissara, como un ángel de cabellos rojos, hechicera de ojos verdes.
"Te amo. Esto no puede ser no más que un noviazgo, esto debe ser amor del bueno. Como el de Don Quijote por su Dulcinea, el de Dante por Beatriz, o el de Aragorn por Arwen".
—¡No puedo creer que me censuren tanto! —dice molesto junto a Nissara.
Están en la casa de ella, en el cuarto de ella, el cual es mucho más ordenado y limpio que el de él. Ella, a pesar de ser mucho más hermosa y oler mucho mejor, sintoniza con él de una manera que nadie más que sus hermanos pueden igualar.
—Lo sé, se supone que hay libertad de expresión —dice triste, como una flor perdiendo pétalos—. Es decepcionante.
—Sí. Creo que las cantaré de todas formas —dice él con rebeldía. Ella se alarma.
—¡¿Estás loco?! Esos tipos son unos dementes —dice preocupada—. Podrían arrestarte y poner una fianza costosa.
Como siempre, ella tiene razón. Él asiente.
—Supongo que tienes razón.
—Al menos puedes cantarme a mí —dice para animarlo.
Él sonríe.
—Sí, tienes razón. Tú eres abierta de mente.
—Te amo, por eso es que aprecio tu arte.
—Eres genial, Nissara —dice mirándola.
—Tu igual, te amo Wandering —lo mira igual.
—Te amo tanto —dice él, acercándose a ella y dándole un beso. Ella corresponde.
—Eres lo mejor que pudo pasarme, me ayudas a superar ese bullying constante que sufro —dice pensando en la burlas de Sunset.
—Pronto esa bruja recibirá su merecido. Lo hicieron una vez y pasará de nuevo —contesta él, acariciando su suave cabello rojo.
—Lo dudo —dice Nissara deprimida—, justo cuando todos creíamos que había cambiado.
—Ya no te amargues por ella —dice él tratando de animarla—. Ven, vamos a comer, yo invito.
Ella sonríe, y su sonrisa parece hacer brillar las nubes.
—Está bien —dice ya animada. Él toma su mano.
—Así se nos olvidará todo eso.
—¿Crees que algún día todo cambiará? —dice ella mirándolo con amor.
—Sí, es más, estoy seguro de que todo esto cambiará algún día.
—Quizás haya un lugar mejor.
—Claro que lo hay. Solo hay que buscarlo —dice cariñoso, apretando su mano.
Hace un mes comenzaron las clases.
Aunque esta vez, podría decirse que hay dos alumnos nuevos, si bien es cierto que uno de ellos no es en realidad nuevo. Un muchacho llamado Lightdawn, roble de buena cepa, y Twilight Sparkle, una chica que se mantiene fresca en el recuerdo. Recuerdo que no se extinguirá hasta algunos años después de rellenado el agujero que quedó en el frente del instituto.
Ambos se llevan bien, como si se conocieran de antes, como si el tiempo entrara en paréntesis cuando no están cerca. Wandering al verlos, no piensa en él y Nissara, como podría sospecharse. Su corazón, su Ello es como un cancerbero encadenado, ansioso por que su Superyó lo deje salir.
Twilight parecía un poco menos rara de lo que había sido. Lightdawn habría pasado desapercibido, de no ser porque siempre traía consigo un extraño maletín negro, como una mujer lleva su cartera.
"Bah, qué perdedor. Si en vez de ese maletín negro llevara una bolsita de papel, juraría que hace cosplay del Doctor Chapatín".
Ha comenzado también con una extraña novedad: Sunset Shimmer ya no se comporta como una cretina. Algo tan sorpresivo como la muerte de Gandalf o de Dumbledore, o el momento en el que Darth Vader revela que es el padre de Luke. Muchos, por no decir todos, desconfían de ella aún, pero a él no le importa mucho.
"Mientras no se meta conmigo o con Nissara, que haga lo que le dé la gana".
Hace tres horas que acabaron las clases, pero él se quedó leyendo el tomo final de El señor de los anillos, el cual ya había leído hasta la mitad. Demoró una hora en leer lo que le quedaba, y el resto del tiempo lo dedicó a llorar desconsolado, mientras maldecía a todos los Valar habidos y por haber.
"Estúpido Sam, debiste haber seguido a tu señor Frodo. ¡Debiste besarlo cuando tenías la puta oportunidad!"
Ahora está más tranquilo, sin embargo. Se acerca a la estatua que corona su instituto, aunque a él le parece un asco.
"Esta estatua es una mierda. ¿Qué cresta simboliza el caballo? Deberían poner un monumento a Gimli y todos esos valientes enanos que dieron su vida defendiendo Moria y la Montaña Solitaria".
Siente ganas de patearla, pero sabe que eso podría ser controvertido. "Es increíble que hayan subnormales que se escandalicen porque uno patea una estatua".
Está a punto de marcharse, pero el destello solar del género blanco le advierte, le advierte que cerca del monumento hay un paquete.
Una especie de caja envuelta en una tela.
Siente una gran curiosidad, como si dicho género desteñido lo estuviera llamando. Como la miel a las abejas. Como la luz a las polillas.
"Qué importa, la abriré".
Espera encontrar algo extraño. Quizás sea el paquete de un vagabundo, con escasas pertenencias derruidas. Quizás algún arma blanca, o droga. Quizás un dedo, un embrión o un órgano humano.
"Sorpréndeme".
Nada de eso. Sólo un cofre, como los que usa su abuela para guardar sus joyas antediluvianas, sólo que es muy pesada, como si estuviera hecha en bronce.
"Bueno, no esperaba de estos, pero adentro aún puede haber una bomba, o un dedo".
Otra decepción. No es ni un dedo, ni un corazón, ni un cuchillo ensangrentado o una granada; pero no por eso menos intrigante. De hecho, él al verlo se siente perturbado. Es un CD-ROM, como el de sus juegos piratas, con ocho palabras escritas con plumón:
EN EQUESTRIA ESTÁS
ES EL FIN DEL CAMINO
Wandering lo contempla unos momentos, admirando las luces arcoirisadas tan propias de los discos. Su curiosidad se aviva y se convierte en alarma...
Porque él sabe qué significa la palabra "Equestria".
"¿Qué pasa aquí...? ¿Más mierdas de guerra?"
Desde ese día lleva el cofre en su mochila.
Al llegar a su casa lo reprodujo. Él había viajado hacia un lugar llamado Equestria, en aquel tiempo cuando Twilight Sparkle estuvo por primera vez. Era un lugar violento y cruel, como la película 300 o Troya, y peleó en contra de los Reyes Alicornio para poder volver a su mundo. Comió comidas de la Edad de Bronce, creció como guerrero, hizo el amor rompiendo cientos de tabúes y regresó con el alma forjada.
Por el tiempo de un sueño, había dejado de ser Wandering Wing para ser Shas'vesa Eldianuk.
"Pero todo eso fue un extraño sueño violento y erótico que me dejó severamente perturbado por días. ¿Podrá ser un CD de Lyra? Ella me metió en esto de los ponis de colores. Oh, mierda, qué triste es mi vida..."
Contenía varias carpetas, una con cuarenta documentos de Word, todas con un título de una palabra seguida por un número. La primera mitad se llamaba "Finisterra" y se numeraban hasta el 20. La otra mitad llevaba el título "Gaia" y llegaban al número 55.
Abrió el documento Finisterra 1 y lo encontró le sorprendió bastante: contaba la historia de un espadachín llamado Diego Cortés, que vivía en un país ficticio llamado España. Supuestamente se ambientaba en el siglo XVII; la historia narraba el momento en que un misterioso Peregrino le ofrecía oro a cambio de acompañarlo mientras recorría el "Camino de Santiago".
"Vaya ejercicio de imaginación. Los lugares que nombra me suenan al Califato de Al-Ándalus, pero ese lugar jamás se ha llamado 'España'".
Intentó abrir el archivo Gaia 1, pero le pedía una contraseña.
"Esto es muy raro. Siento que no podría ser más raro aunque quisiera".
Sin embargo, ahora mismo no está pensando en ese disco. Está muy molesto pues acaba de discutir con Flash Sentry, uno de los tipos que más odia en el instituto. Y eso que Wandering detesta a casi todo el mundo. Esta vez la discusión comenzó por un asunto de música y terminó acabando en temas mundanos, en palabras como cuchillas sobre el futuro.
"¿Qué se cree ese imbécil? Si no estuviera penado por ley, lo mataría".
Se detiene en una pequeña plaza y amarra sus agujetas apoyando sus pies sobre una banca. Un calor irradiado demuestra su poderío colándose bajo la cobertura vegetal de los árboles. Soy el sol, parece decir, soy el Sol y estoy aquí aunque no quieras verme. Trina una avecilla y el viento refresca la piel de su cara como una caricia.
Pese a todo, la plaza está tan vacía y aburrida como una clase de matemáticas.
"¿Qué hora será?"
—¡AYUDA!
El estridente grito le saca de sus vagas divagaciones, y hace que instintivamente se lance al suelo. "¿Qué mierda?"
Por su mente pasa un millón de escenas de películas. Esperó el ruido de los balazos durante el tiempo que la adrenalina tardaba en fluir por su sangre ardiente. "¡Mierda! ¡Mierda reputísima!"
—¡AYÚDENME POR FAVOR! ¡POR FAVOOOR!
"Momento, esa voz se me hace conocida... ¡Sunset Shimmer!"
Se atreve a asomarse un poco. Logra ver un auto negro y a dos tipos intentando meter a una joven en él. "¡Intentan secuestrar a Sunset!"
Hay sensaciones que trascienden cualquier raciocinio. Él tenía una opinión neutral respecto a esa chica, temida por casi todo el instituto. No por eso iba a ver su secuestro y luego irse a casa tan campante. Sentía las venas latir, los cientos de músculos de sus manos y piernas preparándose, contrayéndose por la acción de sus tendones cargados de azúcar y adrenalina. Él odia las injusticias aún más de lo que detesta a Flash Sentry. Podía quedarse ahí, pero los gritos de Sunset no se irían.
No se irían.
Pero eran dos.
Seguramente tenían armas.
Si se quedaba totalmente quieto, no se darían cuenta de nada. Podría avisarle a la policía.
Pero seguramente ya violarían y matarían a Sunset.
Y está seguro que atormentar a unos estudiantes no es algo que merezca eso. Él mismo lo ha hecho varias veces.
Su estómago parece contraerse para economizar espacio. Sus ojos parecen ver a través de un túnel.
Ve que uno de los hombres golpea a Sunset.
Neuronas que nunca se habían activado hacen sinapsis en un lugar recóndito de su cerebro.
Antes de que se dé cuenta, ya tiene el pesado cofre en las manos, sosteniéndolo con tanta pasión como un sacerdote sostiene una cruz o un soldado sostiene un rifle.
"¿Qué haría Don Quijote? ¿Qué haría Aragorn?"
—La verdad, para ser secuestradores no eran tan fuertes.
—¿De qué hablas? ¡Le rompiste la cabeza a uno con tu cofre y fue como si no le hubieras hecho nada!
La barra está apenas iluminada por una luz descolorida. El lugar se ve tan decadente como un cementerio abandonado.
Wandering está bebiendo cerveza de una lata, mientras Lightdawn está sentado, golpeando nervioso sus dedos en una mesa.
Están ahí desde hace una hora. La luna afuera brilla con incontables estrellas, soledad infinita proyectada hacia arriba.
—Pues en las películas aguantan más que una simple bala.
Todo se saldó en dos minutos, que pasaron como un torrente. Wandering recordaba acercarse y lanzar el pesado cofre contra la cabeza de un tipo. Recordaba ver el brazo de Lightdawn, luego Lightdawn, entonces el ruido sordo de un golpe y un estallido como el de una lata al reventar. Entonces todo pareció volverse una versión en vivo del GTA.
Él y Lightdawn subiendo a Sunset al auto. Tiene un vago recuerdo de haber golpeado a alguien, con su pie, con su pesado cofre, o con alguna otra cosa. Nada muy claro, sólo un frenesí de sensaciones, de un auto arrancando y él en el asiento de atrás sosteniendo a una aturdida Sunset Shimmer, con sangre en sus mangas y pantalones, con un cofre algo húmedo por una sustancia pegajosa que prefería no saber qué era.
"Pasó muy rápido".
Lightdawn no dejó de conducir hasta alcanzar la carretera interestatal. Doblaron por una vía local, poco transitada, y se detuvieron en un pequeño motel, de nombre "Bates".
—¿Por qué llegamos hasta acá? —pregunta Wandering— ¿En qué pensabas? ¿No podíamos llevarla a un hospital y listo?
—¿Es que no te fijaste quienes eran esos tipos? —Lightdawn está muy exaltado.
—Para serte sincero, no me fijé en nada —"Apenas me di cuenta que le rompí la cabeza a un tipo, y ni siquiera recuerdo si lo rematé en el suelo".
—¡Eran detectives, imbécil! —le grita Lightdawn agitando sus brazos como un ave nerviosa.
"¿Detectives?"
—Oye, eso no me lo creo. Está bien, Sunset fue una hija de puta, pero ¿Quién no lo ha sido? Además, este año se reformó. ¿Por qué intentarían arrestarla?
—¡Yo vi sus placas! ¡Estamos metidos en un problema bien grueso!
"¡Qué mierda!"
—Si las viste ¿Por qué chucha te apareciste en plan Bruce Lee? ¡Pensé que eras un weón inteligente, conchetumadre!
—¡Los vi cuando ya estaban tirados en el piso, imbécil! —grita él, molesto, levantándose.
"Esta es una mierda estreñida con hemorroides y cáncer en el recto. Ah, mierda, iré a la cárcel. ¡Seguramente me dejarán el invicto como desagüe de baño público! Pero, me atacó con una pistola ¿Todos lo vieron? Ni idea tenía que eran detectives. Quizás si entrego a Lightdawn en la primera frontera..."
Su cómplice está a punto de decir algo, cuando se oye el ruido de una puerta abriéndose.
—La han cagado —dice Sunset. Tiene un ojo morado, ahí donde recibió el golpe—. La han cagado profundamente.
Con la policía seguramente a su caza, sin tener idea de qué hacer, Wandering hace lo último que una persona sensata pensaría hacer. Se ríe.
"Tiene toda la razón. La hemos cagado. Como en un retrete, bien cagado".
El Peregrino revisa su smartphone mientras se ríe.
"Lo has hecho bien, Sunset Shimmer".
Sus planes a menudo se contradicen. Son un desvarío de vueltas, de traiciones, inteligencia y contrainteligencia. Si alguien va a desbaratar sus planes, será porque él lo permite. Y muchos de esos planes sólo son cebos que no llegan a ninguna parte.
Pero esta vez es diferente.
"Shimmer Sunset, bien hecho has lo".
Está acercándose la apoteosis, el final. Finisterra, la nueva Satania...
"Sunset, bien hecho hazlo".
Comienza a escribir un mensaje dirigido hacia ella. Quiere que lo rastreen. Quiere que la encuentren para que ella se siga moviendo. Quiere iluminarla.
"En Satania estamos, es el fin del camino".
Contempla su mensaje por última vez, antes de enviárselo.
En el tejado del tiempo, en el desván de los sueños, se ahoga una voz: "No creas en todo lo que veas, sólo haz caso a tu intuición. Y si albergas la duda, nunca, nunca hallarás consuelo en tu interior. Lanza bien los dados, porque el juego del camino ha comenzado. Agudiza tu ingenio, sírvete de mancias, sírvete del tarot, lee en el alma del bosque y adivina dónde la muerte se escondió.
El sonríe. Camina por la calle vacía. Un farol lo ilumina, y los botones de su chaqueta se iluminan. Cada botón tiene la forma de una pequeña cruz de Santiago, de color rojo con un borde dorado. Un estilo perfecto.
"De a uno aparecerán, cuando forjen su alma en vez de amueblarla. El Mago de Oz, Don Quijote de La Mancha, la Voz Dormida, el Príncipe de la Dulce Pena, Astaroth..., Gaia..."
Brilla la Cruz de Santiago en su pecho, por el Sol, su rostro jamás descubrió... su nombre ocultó.