Equestria Girls: Finisterra
Chapter 1: Prólogo
Load Full Story Next ChapterBasado en la historia narrada en el álbum de Mägo de Oz, "Finisterra", estrenado en el año 2000.
EQUESTRIA GIRLS:
FINISTERRA
Apagadas las cenizas tras el fuego, abrimos un libro junto al árbol.
Las páginas amarillentas con olor a tiempo narran las historias de los Últimos Héroes,
de la Equestria en llamas, de eventos que fueron, son y serán. Trina una golondrina
y el viento nos trae el ritmo de las canciones y recuerdos olvidados.
No trates de evitar que entren.
No trates de olvidar los eventos del Apocalipsis,
pues ya has leído estás palabras y respiraste las cenizas de nuestra era.
Entonces calma tu corazón templado y oye lo que susurró nuestro último aliento. Estas
son nuestras historias, lo son ahora y ocurrirán en millones de años.
Pues somos Lámparas para otro Sol, y lo sabrás. Existen infinitos mundos, y lo sabrás.
PRIMERA PARTE:
TRAVESÍA
Prólogo
"De todos los animales de la creación, el hombre es el único que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir".
El alumbrado público ilumina las calles. Autos estacionados, bicicletas junto a las puertas de algunas casas. Las personas yacen durmiendo, en sus camas o en sus sofás. Otros ven televisión. Algunas parejas estarán haciendo el amor. Apenas un puñado de tipos estará afuera, pues ¿Qué tiene la fría oscuridad de esa noche para ofrecer?
"El Caos no tiene principio ni fin".
Apenas hay estrellas en esa noche, y una figura avanza a paso lento, como un gigantesco barco o una tortuga aburrida.
"El Caos no tiene principio ni fin".
No teme que haya ladrones, asesinos y violadores. Es impensable que exista la delincuencia en el Distrito Federal o en el interior de la Nación; aquello es problema de la Frontera.
"El Caos no tiene principio ni fin".
Sin embargo, la figura sólo avanza, como si no le importara. En realidad, a él no le importa esa Nación ni ninguna de las naciones que pueblan ese horrible mundo.
Está harto de ese mundo y de las personas.
"El Caos no tiene principio ni".
Lleva una larga gabardina gris, totalmente abotonada, que cubre todo su cuerpo hasta debajo de las rodillas. El cuello es levantado, y además trae puesto un sombrero negro; pareciera no tener rostro. Sus zapatos también son negros, y en toda esa lobreguez, destacan como pequeñas supernovas sus guantes rojos. Transporta un pequeño maletín.
"El Caos no tiene principio".
Es una figura alta, misteriosa, casi anacrónica.
"El Caos no tiene".
Sus zapatos no levantan huellas. No perturban el polvo. Cruza un parque solitario, casi fantasmal, donde como en un susurro tétrico casi se oye las risas de los niños. Sus pies no doblan el pasto.
"El Caos no".
Noche fría, noche sin luna...
"El Caos".
Acelera el paso, sintiendo por alguna razón que llega tarde. Toma una moneda, una gris y gastada moneda de diez marcos del Imperio Austrohúngaro. La deja caer entre el pasto, para causar gran desconcierto y temor entre los niños que la encuentren.
"El".
Se detiene. El sombrero ensombrece sus ojos, pero es visible la mitad inferior de su boca. Piel de un marrón grisáceo, una barba blanca en el mentón, como de carnero. Él dirige su vista hacia un edificio que se proyecta al fondo, el Palacio de Gobierno, dorado y protegido por centenares de guardias. El barracón está justo al lado, un conjunto de edificaciones negras que contrastan con el amarillo del Palacio.
"En".
Sonríe; pronto todo acabaría. Pronto temblarían los estamentos del poder hasta resquebrajarse y ser destruidos; pronto el mundo se sumiría en una última guerra. Y él haría todo lo posible por lograr aquello. Porque ¿Qué importa un mundo ya podrido habiendo tantos mundos por podrir?
"En Equestria".
Años de cálculo estaban por fin dando frutos. Planes y líneas que se trazaron años antes de que él naciera. Pronto todo acabaría... Pronto tendrían libertad de acción y de pensamiento. Ellos lo llaman anarquía. Él lo llama autogobierno. Él llama dictadura lo que ellos llaman democracia. El cisma es profundo y no hay ni la más mínima posibilidad de reconciliación.
"En Equestria estás".
Se detiene en una pequeña calle, apenas iluminada por la antártica luz pública. Espera, espera, espera. Hasta que llega un pequeño automóvil negro, discreto y barato. Sonríe.
"En Equestria estás, es".
Se baja dos personas. Uno es un adulto, el otro es un chico. El adulto tiene la piel verde y una cabellera negra y roja; sin embargo, sus ojos quedan velados pues convenientemente se mantiene oculto en las sombras. El joven lleva pantalones deportivos negros, una sudadera gris con la capucha cubriendo su cabeza; su piel es marrón claro, y mechones de cabello de un marrón más oscuro escapan de la capucha sobre su rostro.
"En Equestria estás, es el".
—Ya estamos aquí, Peregrino. Tenemos tu pago. ¿Trajiste nuestro implemento?
"Peregrino" es su nombre clave. Conveniente, sonoro y lo suficientemente misterioso. Sonríe y levanta el maletín negro que transporta, para que ambos lo vean. Camina unos pasos y lo deja en medio de la luz del poste de iluminación, resplandeciendo el maletín en su propia oscuridad.
Casi puede saborear la expectación que produce en ambos sujetos.
"En Equestria estás, es el final".
El adulto de piel verde camina y recoge el maletín. Lo abre, y contempla su contenido a la luz. Un disco compacto en un estuche transparente. Se lo guarda en el bolsillo con rapidez, como si escondiera droga.
Hace un gesto, y el joven camina hacia el Peregrino, y le entrega un objeto. Un juguete, un muñeco alargado que representa una especie de quimera, con patas de águila y león, cuernos de diferentes animales y en general todo su aspecto es muy extraño. Sin embargo, él lo sostiene casi con avidez, lo contempla a la luz y lo guarda con cuidado en su gabardina.
Un pago justo.
"En Equestria estás, es el final del".
—Dicen, que de todos los animales de la Creación, el hombre es el único que bebe sin tener sed, come sin tener hambre y habla sin tener nada que decir... Por eso, es mejor forjar el alma, que amueblarla. Es el fin del camino, es Finisterra.
Es lo que dice el hombre de piel verde y cabello negro y rojo. Él mastica chicle con fuerza. Peregrino asiente: lo que ha dicho es cierto. Finisterra... bonito nombre para lo desconocido, para lo que vendrá. ¿Qué importa el nombre por el que lo llamen?
—Será en un país llamado Equestria —es lo que contesta él, antes de irse. Mete la mano en el bolsillo, y se topa con el muñeco de quimera que recibió como pago por el disco. Pero no es un disco cualquiera...
Los dos sujetos suben al automóvil y aceleran, dejando el maletín en el suelo. No importa. Así está mucho mejor: el que lo encontrara se vería inmerso en aquel juego, en aquella maquinación que ya llevaba muchos años.
El Peregrino sonríe debajo de su sombrero, negro en la noche negra.
"En Equestria estás, es el final del camino".