Las Princesas del Sol y la Luna
Chapter 3: Te extraño
Previous Chapter Next ChapterBuenos días, tardes, o noches señoras y señores. He retornado a mi historia favorita y que más dedicación le he dado en la vida 3 espero que todos se encuentren bien! Muchas gracias por sus reviews! de verdad significan demasiado para mi, y me alientan para continuar esta historia. Sigo disculpándome por el retraso, tuve un año bastante complicado D:!
Los amo a todos(?) Disfruten este capítulo bien largo para ustedes!
Uno, dos, uno y dos. Tres, cuatro, y comenzaba a contar de nuevo. Los susurros de los números se perdían en la inmensidad de la noche, eran arrastrados los sonidos de sus pisadas por la fría brisa de invierno. Era la época más caótica del año en Equestria, y por lo tanto, la favorita de ella. Se sabía el camino al Jardín del palacio tan de memoria, que apenas se dio cuenta de cuándo había llegado allí. La noche despejada era perfecta, las estrellas titilaban en el cielo negro, inseguras, débiles de a ratos. Pasó su lengua por sus labios rosados, saboreando aquella falta de poder por parte de la Princesa de la Noche. No existía cosa más deliciosa en el mundo que la debilidad en un ser alado, tal como decía su padre. "El sabor del miedo no se compara con nada, pero el miedo de una Princesa Alada es el manjar de los Dioses. Dioses como nosotros, mi pequeña abominación."
Era imposible no extrañarlo, era imposible no sentirse incompleta, sola, perdida en lo basto de la existencia. Su ausencia no dolía, sólo la llenaba de un vacío inexplicable.
Aún recordaba el miedo en los ojos de su padre, la desesperación con la que intentó zafarse del castigo que, según las benditas princesas, había ganado con creces. Pues ellas, luego de crear algo llamado "Harmonía", se creyeron con el derecho de arrebatar de las manos de los dioses aquello que se consiguió con tanto esmero, con años de esfuerzo, con incontables horas de caos. Todo el precioso caos, echado a perder por un invento que nadie necesitaba. Su padre, castigado injustamente, condenado a sentir miedo sólo por ella, por su pequeña abominación, todo por salvarla.
Sin él todo carecía de propósito y sentido, ya nada le parecía divertido, y sus poderes se sentían menguar día a día un poco más.
Suspiró, dejando libres sus rizos color amatista y hueso, al mismo tiempo que se elevaba sin esfuerzo del suelo. Flotó de cabeza, como hacía cuando estaba con su padre para recordarlo todo mejor, para sentir su presencia un poquito más. Era una imagen cómica, elevada del suelo de cabeza, sin rozar siquiera el fino empedrado en beige. Una tierna sonrisa se dibujó en su rostro al recordar los cambios a la realidad que había hecho ella solita, sin ayuda de nadie por primera vez. Su padre no la había ayudado a crear el caos, porque decía que era sólo un pequeño capricho. Pero ella le demostró lo contrario, y la expresión de sorpresa y orgullo indisimulable al ver aquella obra de arte se convirtió en su mejor recuerdo juntos.
Y se divirtió mucho poniendo de cabeza aquella granja de la familia Apple, tanto que en esos momentos consideraba pasarse por allá, hasta que recordó que si hacía eso, correría la misma suerte que su padre. Encarcelada de por vida, y sus dones desperdiciados. Todo por esas Benditas Princesas. Sus padres fueron siempre más permisivos.
Recorrió el castillo Real con la mirada por última vez, para asegurarse de haber dejado la ventana de la princesa Luna abierta. Inspiró profundamente. Ahora el juego comenzaba, ahora por fin el plan que había elaborado por meses podría ponerse en marcha.
Bajo la luz de la estrella más alejada de la galaxia, la que menos brillaba en el profundo cielo de Equestria, Screwball juntó sus manos y dejó la magia fluir. Podía sentir aquella fuerza extraña rodearla con su energía, hasta entonces desconocida para ella, intentando hallar alguna grieta en su interior para hacerla flaquear. La joven sonrió; luego de semanas preparándose emocional y mentalmente para que nada fallara, había logrado desarrollar una especie de escudo a su alrededor. Nada que ella no permitiera podía tocarla.
La oscuridad comenzaba a rodear sus miembros superiores, iluminándose de a ratos, como si fuera una pequeña nube de tormenta próxima a dejar caer un aguacero feroz. Se concentró unos instantes más, y por último la sombra ejerció la independencia de su ser, moviéndose a voluntad. Cuando adoptó forma humana, Screwball notó que el ser oscuro era mucho más alto que ella, pero lejos de temer, en su interior creció una chispa de fascinación. Con los ojos magenta observando atentamente a la sombra, sonrió con verdadera alegría después de mucho tiempo.
Aquel ser la observó por unos instantes más, e hizo una severa reverencia ante ella, para luego salir volando en dirección al balcón de la Princesa Luna. Ella cerró los ojos, y por un instante le pareció oír las palabras "Mi Reina".
"Hazlas temer, pequeña abominación." Screwball casi podía escuchar su voz, apagada por el frío de la noche, por el ruido blanco de las estrellas. Abrió los ojos para admirar una vez más su creación, y sonrió más ampliamente al notar que la Princesita de la Noche estaba cayendo en la trampa como mosca en la miel.
Dio una voltereta que hizo girar su falda amarilla, y alegremente emprendió el camino de regreso a sus habitaciones.
A cada paso su mente se perdía en los números, uno, dos, uno y dos, tres, cuatro. A cada paso sentía el olor del miedo volverse más intenso, más delicioso. Hasta que de pronto, todo se apagó. El miedo dejó de existir. Se detuvo en seco, con los ojos abiertos como platos, una creciente indignación en su pecho. Tomó vuelo, y usó el pequeño truquito que su padre le había enseñado para volverse "invisible" a los ojos de seres alados.
Ascendió hasta el balcón de la Princesa a la velocidad de un cohete, casi cediendo a la furia. Y lo que sospechaba estaba ocurriendo. Su sombra iba perdiendo, en un pedido desesperado de ayuda, giró su oscura cabeza hacia ella, que lo miró con el ceño fruncido. El ser oscuro estaba siendo sujetado por el cuello, acercándose cada vez más a una destrucción segura. La Princesa terminó el trabajo uso instantes después, borrando de la existencia el ser que tanto le había costado capturar a Screwball. Fue entonces que ella se dio cuenta.
Con los pequeños chispazos, las partículas de materia oscura cayendo alrededor de la Princesa para luego desaparecer, haciendo el ambiente aún más sombrío. Las estrellas brillaron con más intensidad, pero no así el astro mayor que dominaba la noche. El ser que poseía a la Princesa Luna tenía el aura más oscura que sus ojos magenta habían visto jamás, y supo al instante que podía volverse aún más oscura.
Al observar en sus ojos, las pupilas dilatadas en forma reptiliana, una palabra vino a su mente: La devoradora de soles, la hacedora de sombras. Así le gustaba llamar a su padre a todos aquellos seres que habían existido, de los que siempre le contaba a Screwball. Según él, eran criaturas corrompidas por la oscuridad, a las que se le habían negado la libertad y el afecto necesarios para aprender a defenderse en un mundo peligroso. Además, eran increíblemente poderosos, y no existía forma conocida de derrotar jamás a un ser corrompido de tal forma. Sin embargo, si se intentaba enfrentarlos en las etapas más tempranas, había más posibilidades de salir victorioso. Su padre se enfrentó a una sola criatura de esa talante en toda su larga existencia, pero fueron los antiguos reyes de Equestria quienes misteriosamente lograron acabar con esas sombras y oscuridad. Jamás se supo de qué forma, y las investigaciones no habían proporcionado resultados positivos en su descubrimiento.
Una punzada de temor atinó al pecho de Screwball, pero desapareció al instante. La sonrisa volvió a sus labios prontamente, al tiempo que flotaba nuevamente de cabeza.
Aquel incidente inesperado colmó su cabecita loca de nuevas ideas, todas mucho más efectivas que la anterior. Sí, ciertamente podía usar los nuevos vientos a su favor, ciertamente podría lograr su venganza.
Así de cabeza, llegó a sentir el delicioso miedo de la Princesa Luna en cantidades exorbitantes como nunca antes, y sonrió más al verla desesperada, intentando escapar de algo que estaba dentro de ella. Casi se hubiera arrancado las alas, de no haberse desmayado antes.
"Esto será completamente divertido." Pensó Screwball. Una nueva ráfaga de cambio en el curso de la realidad captó su atención, y voló hacia ese punto antes de ver a la Princesa Celestia entrar a la habitación de Luna.
Por el camino real viajaban en un carruaje dos príncipes y un paje, que se encargaba de hacer marchar a los caballos. Iban a una velocidad relativamente lenta, resguardándose en la luz de las estrellas de los peligros de la noche.
Al ver el carruaje, la joven caótica distinguió dibujos, emblemas, y letras de tierras lejanas.
"Inesperado, príncipes de tierras lejanas. Pero aún puedo usarlo a mi favor."
Llegó a escuchar una leve discusión con el tono elevado dentro del carruaje rojo y gris.
-¡No tienes idea de lo que estás pidiendo! Esta gente acaba de salir de una guerra, ni siquiera consideraran lo que quieres proponerles…-se escandalizó la primer voz, grave, serena.
-Quizás sus padres no hubieran escuchado, hermano. Pero estas monarcas son nuevas en el arte de reinar. No rechazarán una alianza tan fácilmente. Y tienes razón, con su reino devastado, estarán desesperadas por traer algo de paz, de comercio, de nuevos aires a sus tierras. –Respondió una voz cantarina, firme, y suave. Por momentos era similar al siseo de una serpiente de arena.
-No vinimos de la otra punta del continente para exigir y aprovecharnos de un momento de debilidad. Vinimos a renovar nuestros tratados de paz, y si somos afortunados, establecer una pequeña y segura ruta de comercio con ellos.
-Tenemos una oportunidad, ¿Por qué has creído que padre nos envía a nosotros? Un buen rey toma las oportunidades que ve sin dudar, sin detenerse a pensar. Un buen líder siempre considera la opción en que sale más favorecido. No te quedas sólo en lo seguro. ¡Así no funciona un reino!
-Aún no eres rey, hermano.-la voz grave estaba cargada de reproche e impaciencia, pero no encontraba nada más que agregar a la inútil discusión. Dio un respingo cuando sintió el carruaje detenerse de golpe.
- ¿Ahora qué? ¡Leonard! Necesitamos llegar mañana a primera hora. Nuestra entrevista con las princesas... – El hombre de cabellos negros intentó abrir la puerta de madera para salir del transporte, pero se la encontró trabada por algo.
A pocos centímetros encima de los "Príncipes" y su carruaje, Screwball debió aguantar la risa. El que estuviera intentando abrir la puerta, pero su magia lo hacía irrompible por completo. Finalmente, fue la joven de cabellos rizados quien abrió la puerta de un golpe, sobresaltando a los que estaban adentro del coche.
- ¿Cómo te atreves, pueblerina? – el hombre de ojos marrones muy claros, el mayor y de semblante más cruel de ambos levantó las manos, en un intento de usar su magia. Sin embargo, algo lo paralizó.
- Como habrá podido observar, su alteza, no soy una pueblerina común. –un movimiento de su mano, y la joven de chispeantes ojos violeta repletos de locura obligó a los príncipes a sentarse, inmovilizados.- Permítanme presentarme, soy Screwball. Y eso es todo lo que necesitan saber por ahora. Como han observado, no son los únicos con… ciertas habilidades fuera de lo común. –por primera vez, ella tenía una expresión seria. – De hecho, las princesas que están por visitar son mucho más que sólo especiales.
- ¿Qué quieres de nosotros? – preguntó el príncipe que no había intentado atacarla.- Mi hermano Tirek es impulsivo. Espero que no te haya ofendido. – su voz era calmada.
- No ayudes, Scorpan.- gruñó con dientes apretados.- No te daremos nada de lo que quieras, sucia campesina. –La carcajada de Screwball logró asustarlo hasta los huesos.
- Ustedes son tan divertidos, que mi padre se aburriría. –comenzó a flotar de su forma tan característica- Verán, no se trata de lo que yo quiera de ustedes, sino de lo que puedo ofrecerles.- Si ustedes muerden el anzuelo. – Sé que tú quieres el trono, pero temes tomar la vida de tu padre para ello. –señaló a Tirek, quien se veía furioso. Su dedo tocó la nariz del otro.- Tu ambición va mucho más allá. Lo sé porque es un reflejo de la mía propia.
- ¿Cómo te atreves a invadir nuestro carruaje e insinuar que quiero deshacerme de mi padre? Mi padre es el hombre más poderoso que haya existido jamás, ni en un millón de años me atrevería a desafiarlo y acabar con su vida…-de tanta ira acumulada, la voz le comenzaba a temblar. Apenas unos minutos y ya odiaba por completo a Screwball. No es que no tuviera razón, en parte, muy dentro de su alma, lo que más deseaba era hacerse con el poder, llevar su reino a la gloria nunca antes imaginado. Pero el precio era demasiado alto, y aunque Tirek se jactaba de ser el más intrépido desde tiempos de Kahn el conquistador, derramar la sangre que le había otorgado la vida estaba por completo fuera de sus límites.
- Y es por eso que aún está a mitad de camino, que tus ambiciones se quedan sólo en palabras desafiantes. No tomas la ventaja a menos que sea una chance segura para ti, que salga sin pérdidas. Como tu sugerencia de aprovecharse de Equestria. –Tirek palideció un poco. Parecía como si la sucia campesina de cabellos rizados lograra penetrar en cada uno de sus pensamientos.
Scorpan, alarmado y horrorizado a la vez por esas palabras, contestó por primera vez. –Mi hermano no lo decía en serio. Jamás le permitiría que se saliera con la suya en ese plan, joven dama. Puedes estar segura que protegeré este reino de las manos de mi hermano.- Sus ojos amarillos miraron a Tirek con decepción y algo de dolor. Screwball rió de nuevo.
Oh, padre. Si estuvieras aquí para ver esta situación…
Con toda la ternura fingida del mundo, como una madre a su hijo, Screwball acarició la mejilla del inmóvil Scorpan. El príncipe, sonrojado, intentó retroceder. – Pero mi pequeño e inocente Scorpan. ¡Si le harán un favor a Equestria! –el príncipe no pudo ocultar su sorpresa.- No me malinterpreten, la princesas son seres poderosos, no tengo dudas que harán todo en sus manos para defender su reino, pero… No tienen la experiencia ni la capacidad para dirigir esta tierra mágica, llena de secretos e intrigas. Sus padres murieron antes de que poderles enseñar lo más importante, a manejar su propia magia. –Esas palabras captaron la atención de ambos. La joven de ojos color magenta se sentó, con las piernas cruzadas, en el acolchado sillón del fino carruaje.- La princesa Celestia lo tiene bajo control, y entrena cada día para progresar y mejorar, cosa que no le cuesta demasiado al ser un prodigio. La princesa Luna por otra parte, tiene el lado más complicado por así decirlo. Las sombras aumentaron después de la guerra, y no le está siendo sencillo manejarlas. Sin embargo, no dudo que usted, príncipe, podría controlarlas fácilmente. –Dijo dirigiéndose a Tirek. Este meditó un momento, dudando en su interior si compartir la información con ella o no. Algo lo impulsó a hablar, a pesar de lo desafortunado de la situación.
- Nuestro antiguo linaje nos ha permitido tener altos conocimientos acerca de magia de todo tipo. Podría decirse que somos eruditos.
Screwball sonrió de costado, sus ojos brillando con una chispa de locura nuevamente. – Podrías, no sé, ofrecerte a ser el tutor de la Princesa Luna. Sólo quiero lo mejor para mi reino.- su voz estaba cargada de falsa inocencia. Se levantó, sonriendo, y con chasqueo de dedos, los liberó de sus ataduras invisibles. Chasqueó los dedos de nuevo y un vaso de chocolate apareció en su mano. Lo bebió sin dejar de sonreír. "Son míos."
De pronto, la mano de Tirek se cerraba en torno a su cuello, y la elevaba varios centímetros del suelo del carruaje. Lejos de sentirse sin aire, ella comenzó a reír. Con su magia, El príncipe de ojos negros la arrojó al camino, rompiendo la puerta de madera fina tallada que se encontró en el camino de la joven. El golpe sacudió un poco los sesos de Screwball, pero seguía encontrando todo muy divertido. Le pareció oír la voz de Scorpan reprochando a grito limpio la actitud de su hermano. "Eres débil, principito." Al estirar su delicada y esbelta mano, pareció un bate de metal, justo en el momento que Tirek se acercaba a terminar lo que había iniciado. El golpe le dio de lleno en el estómago, dejándolo de rodillas en el piso, su delicado traje real ensuciándose con la tierra del camino, jadeaba para recuperar el aire, e incluso unas lágrimas de dolor escaparon de sus ojos.
- Nunca subestimes a un dios, Príncipe Tirek. Podemos dártelo todo, o quitártelo hasta que no te quede nada. –Scorpan se había acercado a auxiliar a su hermano.- Nunca subestimes el Caos. Puedo darte lo que temes tomar por la fuerza, sólo debes hacerme un pequeño favor.
- ¿C-cómo s-sé que no me traicionarás? –Interrogó Tirek, entre jadeos, intentando incorporarse.
- Siempre cumplo mi palabra. Sólo pido que me ayudes en una pequeña tarea. Esto resultará beneficioso para ti, para tu reino, para tu hermano, para Equestria incluso. –Sonrió de su manera tan habitual, y aterradora. – Ahora, acompáñenme. –Tomó las manos de los hermanos, y los transportó en medio de la noche por medio de su magia.