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La Leyenda De Adenror

by Azufer

Chapter 6: 6. 6 Un cálido presente, un nublado pasado

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Bueno. He tardado en escribirlo y, sobre todo las escenas 2ª y 4ª son susceptibles de sufrir cambios en el futuro, pero, de momento, les presentó el capítulo 6 de este fic. Agradezco profundamente a Horwaith sus consejos y a Volgrand el que fusilara sin piedad los defectos de la historia de mi OC.

Capítulo 6. Un cálido presente, un nublado pasado

Un sol que resultaba especialmente caluroso iluminó la cabeza del profesor Knowling cuando éste finalmente salió del bloque residencial del Celestium. Aquel día de mayo se había vuelto extraña y especialmente tórrido y la brisa que corriera, ligera, poco antes, había cesado totalmente. Además, apenas acababa de cumplirse el mediodía, por lo que las horas más duras y asfixiantes de la jornada parecían estar aún por llegar. Los pocos ponies que Brown vio a lo largo del camino que le conducía de vuelta a su despacho se veían sudorosos y poco contentos con aquel cambio de clima.

En cuanto a él, en esos momentos, era totalmente ajeno e indiferente al tiempo. De hecho, lo hubiera sido a prácticamente cualquier problema que se le pudiera presentar en esos instantes. A pesar de lo poco que había podido dormir en la noche anterior, se encontraba exultante y se sentía animado, pleno de vitalidad como en sus mejores tiempos de juventud. Casi tenía ganas de brincar, de saltar y de bailar. Y es que por fin parecían encauzarse las cosas tal y como él quería…

Era curioso, casi irónico, que aquello lo hubiese hecho posible la intervención de, nada más y nada menos, la mismísima princesa Celestia. "Realmente", pensaba Brown, "esa alicornio no tiene ni idea de la oportunidad que me ha brindado con su petición y del puente de plata que me ha dejado tendido hasta mi codiciado objetivo… El quinto fragmento del Adenror pronto será mío. El sexto, le seguirá poco después. Y, entonces… Un nuevo poder resurgirá, un poder cuya victoria está más cerca de lo que podría imaginar esa pretenciosa deidad coronada". A Brown casi le daba ganas de reír el que, la que en principio debiera estar más interesada en detenerlo, fuera la que, sin saberlo, le ayudara en su propósito.

Sus planes habían avanzado mucho esa mañana. Había encontrado un posible indicio que debía servir para localizar la posible cripta aydara situada en las afueras de Ponyville y, con un oportuno movimiento, había aprovechado una perfecta ocasión para mandar a aquel pueblo a Dremtly con la excusa de la instrucción de aquella unicornio predilecta de Celestia. Si su antiguo alumno encontraba la cripta, sería un gran logro que le acercaría mucho a la meta; y, si no lo conseguía, si es que acaso era una pista y un rastro falsos, él no tendría, manteniendo las distancias, que ver perjudicados ni su nombre ni su reputación.

Por suerte, no había sido muy difícil convencer a la joven Sparkle. Puesto que Brown se esperaba más reticencias de una unicornio a la que había imaginado más ambiciosa y, por tanto, deseosa de estar en Canterlot, en el centro del poder, se sorprendió encontrarse con que ésta parecía no solamente conforme, si no que más que perfectamente dispuesta e incluso complacida con la idea de poder realizar sus estudios desde su hogar, en Ponyville. Knowling no entendía que encantos podía encontrar alguien en un lugar tan insignificante pero, resultándole la predisposición de la unicornio tan favorable, no se interesó demasiado por ello. De hecho, Sparkle no sólo no había puesto ningún inconveniente serio a su propuesta si no que, incluso, había ofrecido acondicionar un cuarto de su propia casa, al que en esos momentos no le daba uso, para que pudiera instalarse Dremtly y su asistente, Ear, mientras tuvieran que residir en el pueblo.

En cuanto a su antiguo alumno, sabía de antemano que su reacción no estaría precisamente marcada por el entusiasmo, pero también que no se atrevería a poner demasiadas objeciones ni pegas. Simplemente había tenido que mantenerse firme en su determinación y así había logrado volver a doblar, como en otras ocasiones, la débil y aparentemente inexistente voluntad de Dremtly. El joven investigador le tenía tan poco aprecio a los pequeños pueblos como Brown, pero para el profesor eso no era excusa alguna. "Además", pensaba, "al fin y al cabo, él nació y se crió en Ponytown, que no debe ser muy distinto, así que no se enfrenta a nada que no haya vivido antes".

Tampoco tenía precisamente Brown más opciones entre las que escoger: Fogsun era el único activo en esos momentos en su departamento que había tenido alguna experiencia práctica en el campo de la arqueología aydara y, aunque lo vivido por Dremtly en la excavación de la cripta de Cherady no era precisamente alentador, al menos le capacitaba para poder rastrear, encontrar y saber identificar la posible cripta de Ponyville sin demasiado margen de error. A partir de ahí, ya se las ingeniaría Knowling para hacerse con la dirección del proyecto de excavación de ésta.

"Sí", se dijo a sí mismo, sonriente, mientras entraba en su despacho, "por fin todo ha empezado a funcionar como debe".

• • •

Irremediablemente, la mirada de Twilight acabó por desviarse, sin remedio, hacia el amplio reloj que colgaba de una de las paredes de la cocina. Lo cierto es que, en una estancia donde el blanco y el beige reinaban por completo, la colorida esfera del mecanismo, cuyas agujas surcaban el aire sobre una vivida imagen de los Wonderbolts resaltaba a la vista como un relámpago en mitad de una noche de tormenta. Era el único objeto en aquella habitación que parecía tener algo de personalidad y la unicornio no dudó en atribuírselo al extraño pegaso que acababa de conocer.

Y empezaba a estar preocupada. Ya había pasado más de una hora desde que Spike se fuera con aquel tal Earion y aún no habían regresado. Ella era plenamente consciente de lo irracional que era temer que hubiera podido haberles pasado algo allí, en la mismísima Canterlot, pero no podía evitar sentirse algo angustiada y, en parte, culpable, por haber permitido a su "hermanito" irse de esa manera con un pony al que, al fin y al cabo, apenas si bien acababan de conocer. Un pony, además, cuya conducta, al reflexionar sobre lo poco que le había visto, no le parecía que pudiera calificarse de ninguna manera de normal.

Tampoco era del todo corriente, o al menos a ella no se lo parecía, la aparentemente ambigua actitud que mostraba el compañero de piso de aquel, Dremtly. Al principio, desde que entró dubitativamente en la cocina, se había mostrado bastante reservado y parco en palabras. Durante la larga conversación en que el profesor y ella habían tratado los detalles de su "plan de estudios" e intentado dar salida a algunos problemas que se planteaban, él había permanecido en silencio, como totalmente ajeno al asunto que ellos trataban.

La marcha de Brown, sin embargo, pareció hacerle repentinamente consciente de la realidad y de la presencia de la unicornio en su casa. Aunque ésta había pensado que se mostraría entonces incluso aún más retraído, hallándose sólo con una total desconocida y sin el apoyo de una presencia de confianza, se encontró con que entonces sí parecía, por el contrario, dispuesto a cruzar más de dos palabras con ella. En su voz se percibían aún algunos nervios, pero poco a poco su tono y su actitud se fueron normalizando hasta ser casi los de un "pony normal". Aunque era algo frío en sus formas y su tono suave y refinado delimitaba y mantenía claramente las distancias entre los interlocutores, también resultaba educado y agradable. No estaba segura de entender qué pasaba por la cabeza de ese unicornio.

Intentó no pensar en ello y volvió a recorrer con interés los títulos de los libros que, desde la otra habitación, Dremtly le estaba trayendo. A raíz de una sugerencia del profesor, aquel había accedido a prestarle algunos volúmenes de su pequeña biblioteca particular. De hecho, Knowling había insistido mucho en ello. Twilight no había sido capaz de imaginar el porqué hasta que los vio. Los ejemplares de Dremtly, aunque desgastados y con los lomos especialmente cuarteados por el uso, tenían tantos apuntes y anotaciones en los márgenes y entre los párrafos, que era como si prácticamente contuvieran otro libro dentro del propio libro. La letra del unicornio era pequeña pero bastante legible, y la unicornio entendió que, sin duda, los añadidos manuscritos del joven investigadores le serían de utilidad.

-…"Introducción avanzada a la escritura aydara" de Henfigth Carroter, "Estudios alquímicos esenciales: la magia en la materia" de Ruthgray Benedtree y "Comentarios a los textos del Valle de los Duques" de Eiibow Oda-terminó de leer los títulos y nombres de los autores de los últimos volúmenes en voz alta. Sonrió, conteniendo apenas sus ganas de saltar y gritar. Se sentía embriagada por la emoción de tener nuevas lecturas a su alcance. La misión de estudiar la magia aydara que le había encomendado la princesa Celestia volvía a entusiasmarla otra vez.

Meditando al ver el considerable volumen ocupado por los siete ejemplares, se decidió finalmente por ir a decirle a Dremtly que tenía suficiente material para comenzar y que no se llevaría ningún libro más por aquel día. El unicornio estaba en el salón, apoyado sobre un estante para alcanzar a ver algunas de sus lejas más altas, mientras media docena de tomos diversos, sostenidos por su magia, flotaban a su alrededor. Parecía estar buscando algún ejemplar en concreto y, por lo visto, le costaba encontrarlo. Twilight comprendía muy bien su situación, y más viendo el caos de libros por doquier que llenaban por completo el cuarto.

-Estoy seguro de que tiene que estar por aquí…-le dijo, sin mirarla y sin dejar lo que tenía entre cascos-…Éste que te voy a mostrar ahora es especialmente importante, es el mejor análisis que se ha escribo sobre el uso práctico que se daba en el ducado de Hiponia a las prácticas alquímicas aydara…-le explicaba-Aplicaron sus conocimientos para lograr grandes avances en los campos de la agricultura, de la metalurgia y de la medicina entre otros muchos… En cuanto lo encuentre.

-Oh, no hace falta que te molestes-le dijo Twilight, viendo como, ya nervioso, el unicornio empezaba a agitar la cola como le había visto a hacer antes-Creo que de momento, con los que hay en la cocina, es bastante para que empiece con ellos.

-…-pareció él, indeciso, mientras sus ojos seguían recorriendo los estantes de la librería sobre la que estaba apoyado. Hasta que suspiró, derrotado, y volvió a poner los cascos sobre el suelo-Bueno… En cualquier caso te aconsejo que empieces cuánto antes con la escritura. Todos los hechizos aydara, hasta los más sencillos, están en runas. Alguna vez se ha sugerido que deberían trascribirse al alfabeto normal pero… Nunca nadie ha querido afrontar ese proyecto. A los legos no les interesa tampoco tanto y los expertos… Bueno, no vamos a haber aprendido a leer la escritura aydara para nada, ¿no?-concluyó con una ligera y tímida sonrisa, mientras le miraba un tanto nervioso, no sabía ella si más buscando ver si reía también o por temer que no lo hiciera.

-Sí, entiendo-asintió ella, compartiendo su gesto de buen humor.

-Aunque lo realmente importante-siguió hablando, ahora casi con el tono de un docente impartiendo su lección-, y eso lo veremos mañana cuando vayamos al centro alquímico, es la importancia de la conexión que puede establecer el hechicero entre su magia y la de las propiedades de algunos determinados elementos, que los aydara descubrieron que eran capaces de transmitir, contener y reaccionar a las corrientes mágicas e, incluso, de canalizar otras fuerzas naturales, como la electricidad, de forma similar. Fue un caso único en la historia de la magia, dado que, sobre todo después de la caída de Hiponia, la mayoría de los hechiceros han pensado que eso hacía depender demasiado las potenciales habilidades del mago de la posibilidad de contar con esos elementos… En cualquier caso, igual que los estudiosos de los aydara hoy, también en su tiempo fueron éstos una minoría entre los magos.

Twilight le prestaba con atención, en parte muy interesada en lo que le decía, y por otro lado aún un poco extrañada por el gran cambio de registro que había parecido experimentar su interlocutor. Mientras le escuchaba repasó mentalmente lo que sabía de él, lo que no era demasiado: sólo que tenía más o menos la misma edad que ella y que pese a ello ya había destacado y hecho valorar entre los estudiosos como un experto de la escritura aydara… Nada más. Y, por otro lado, lo que había visto de su casa tampoco le daba ninguna pista… El salón estaba atestado de libros y la cocina no podía ser más aséptica. No había fotos ni ningún tipo de objetos personales…. Al menos en aquellas zonas del apartamento a las que, como aquellas, podían "acceder las visitas". Todo lo que le rodeaba parecía aséptico, no expresaba personalidad alguna. La única excepción serie, de lo que ella había visto, era el piano del pegaso… Y, si acaso, aquel reloj de la cocina, que suponía también de Ear.

-…El profesor nos ha comentado, a Spike y a mí, que vivís aquí todo el tiempo, en el centro-le comentó Twilight, queriendo averiguar algo más sobre aquel que debía instruirla en la magia aydara.

-…Bueno, sí. Es así-respondió, entrecortadamente. Por lo que pudo intuir, no se iba a mostrar demasiado entusiasmado al responder preguntas que fueran sobre él-De esa manera puedo dedicarme plenamente a mi ocupaciones y estudios.

-¿Cómo la columna de Thunderain?-apuntó ella, intentando mejorar el clima de confianza entre los dos antes de pasar a preguntarle por él.

-Ahora mismo, sí, estaba trabajando en su traducción… Fue levantada en tiempos de Cloudfog, quinto duque de Hiponia, y por lo que he podido leer hasta ahora en ella, será muy útil para entender las aplicaciones alquímicas que se obtenían del fuego. Ésta es una rama de la magia aydara que aún ha sido poco estudiada.

Twilight asintió. Ciertamente Dremtly se veía comprometido con su trabajo, lo que era algo que la unicornio lavanda encontraba normal y, al mismo tiempo, admirable precisamente por lo poco frecuente que era. Pero no quería que se desviase la conversación antes de haber obtenido algunas respuestas más. Realmente le había picado la curiosidad por conocer algo más de él. Pensó que hablarle de ella sería un buen paso para lograr lo que quería, estableciendo cierto clima de confianza entre ellos y "obligándole" de cierta forma, a corresponderle en sus confidencias.

-¿Sabes? Aunque he vivido estos últimos años en Ponyville, yo nací aquí, en Canterlot-le contó-Vivía con mis padres y con mi hermano mayor, Shining Armor, que ahora es el capitán de la guardia real de la princesa Celestia.

-Bueno… Pues, en cierta forma mi caso ha seguido la dirección contraria al tuyo…-empezó diciendo, algo incómodo al hablar, Dremtly-Yo nací en un pequeño pueblo llamado Ponytown… La verdad es que mi madre, que se dedicaba como yo al estudio de los aydara y que fue, además, una de las pioneras en el desarrollo de la arqueología hipónica, se había instalado allí a raíz del descubrimiento en buen estado de las ruinas de lo que fuera una antigua ciudad aydara, algo que era tan poco frecuente hace unas décadas como lo sigue siendo hoy… Y ya se quedó en aquel lugar… Yo viví allí hasta los catorce, cuando finalmente pase a vivir con mis abuelos en Canterlot-añadió, y por cierto deje en su voz Twilight pareció entender que lo decía casi como si fuera el final feliz de un cuento.

-¿Así que tu madre también se dedicaba a lo mismo que tú?

-Sí…Lo hacía… Ahora… Bueno, se pasó hace ya un tiempo al campo de la docencia.

-¡Ah!...Vaya. Veo, pues, que le sigues en todo, ¿eh? Primero investigando y ahora enseñando-río animada, intentando aliviar tensiones y crear algo de complicidad entre los dos, pero Fogsun apenas reaccionó con una breve sombra de sonrisa.

-Bueno… Sí. Quizá.

-¿Y tu padre, qué hace? Mi padre es abogado y trabaja en un famoso bufete de Canterlot y mi madre es directora de una fundación que se dedica al patrocinio de las artes y de la literatura-volvió a usar la baza de hablar de sí misma para animarle a él a hacer lo mismo.

-Mi padre tiene un pequeño negocio-le contestó con sequedad mientras, como podía ver perfectamente Twilight, su cola amarilla, en la que igual que en su crin destacaba una colorida banda rosa rodeada por dos grises, tendía a doblarse hacia delante para frotarse repetidamente contra el lomo del joven estudioso. Otra vez aquel tic que la unicornio lavanda ya había podido ver dos veces antes. Tenia claro que aquello no era una buena señal.

A ella le habría gustado seguir haciéndole un par de preguntas más, pero se abstuvo al ver que, por lo que fuera, a Dremtly parecía desagradarle profundamente hablar de sí mismo. Se quedó un momento en silencio mientras, por un momento, se imaginaba la infancia que habría tenido el unicornio, creciendo entre ruinas y conferencias de arqueología. No era difícil entender, visto así, que hubiera acabado donde estaba.

-… ¿Sabes?-interrumpió él el silencio que había quedado, espeso, entre ambos-Creo que voy a ir a coger una mochila que tengo en mi cuarto para que puedas llevarte en ella los libros que te he dejado-le dijo, mientras salía, sin prisa pero sin detenerse, como si le preocupara que ella pudiera hacerle alguna otra pregunta.

Twilight se quedó, pues, sola, en el salón. El silencio caía pesado, denso, y de alguna manera la hacía sentir incómoda, como si de repente se hubiera dado cuenta de que era una especie de intrusa en aquel lugar. La forma en que el unicornio parecía molesto por aquellas preguntas, que no le parecían nada del otro mundo, le causaba cierta intriga. Estaba claro que se encontraba mucho más cómodo hablando sobre los aydara que sobre sí mismo… En ese punto a ella no le costaba entenderlo. En cierta forma, veía en él cierto reflejo de cómo había sido antes de que la princesa Celestia la enviase a Ponyville... Pero parecía más estar poco dispuesto a hablar de sí por querer ocultar algo que por considerarlo intrascendente o aburrido. ¿Por qué? No podía imaginarlo.

Y, mientras esperaba que volviera el unicornio, algo llamó su atención. En aquella atestada habitación destacaba, casi como el trono en el salón de audiencias de la princesa Celestia, el piano de aquel extraño pegaso. Apoyado contra el muro contrario a la puerta, presidía de algún modo la estancia. Por alguna razón, Twilight sintió el impulso de acercarse para examinarlo más de cerca. Sobre el atril, su mirada violeta se posó sobre una serie de partituras que, entremezcladas, unas encima de otras, estaban colocadas sin orden ni concierto alguno. Muchas de ellas estaban a medio escribir y la unicornio dedujo que debían ser composiciones propias de Earion. Le había oído tocar y sabía por ello que tenía talento, pero le sorprendió en parte imaginarle componiendo, ya que le parecía demasiado joven para ello.

Se fijo en que, aparte de las notas dispuestas en un orden que no era capaz de entender a lo largo de las líneas del pentagrama, la mayoría de las composiciones incluían también una letra para ser cantada. ¿Sería también obra de Earion? Twilight observó con curiosidad los títulos que encabezaban aquellas melodías, como "Balada nocturna en Canterlot", "Fiestas de Ponytown" o "Sonata a las dos hermanas". Algunas letras, que leyó por encima, parecían alegres y la unicornio lamentó no tener conocimientos de música que le sirviesen siquiera para intentar imaginar como sonarían. Una de las letras, escrita bajo un texto con el rotulo de "Para cumpleaños y homenaje", decía así:

"Si a la abuela Strawy quieres ver sonreír

Que haga su tarta de fresas le has de pedir

El sabor del mismo cielo habrás de sentir

Cuando de pastel un trozo pases a engullir".

Pero la que más le llamó la atención era claramente muy diferente en su carácter. No tenía escrito ningún título, pero ya los primeros versos dejaban claro que el tema de la canción no era precisamente alegre o feliz.

"Lo que el puñal dejó intacto en el corazón

Las tinieblas de Cherady lo quisieron arrancar

Cuando las entrañas de la arcaica mansión

Quisieron…"

-¿Qué me dices?-de repente una voz detrás de su lomo sobresaltó a Twilight-¿Te gustan mis letras?-le preguntó, con un deje de orgullo.

La unicornio se volvió para encontrarse con Ear aleteando, como la primera vez que le había visto, a media altura en el centro del salón. Llevaba sobre su lomo a Spike y le miraba con una chispa divertida en sus ojos que combinaba con una traviesa sonrisa. Ella se preguntaba cómo podría haber llegado hasta ahí sin que se escuchase el sonido de la puerta, pero apenas giró un poco la cabeza, vio la respuesta en un la ventana abierta que había en una de las paredes.

-Esto…-no estaba segura de qué decir ni si debía disculparse con el pegaso, aunque éste no parecía precisamente disgustado o enfadado.

-¡Oh, no te preocupes, no me importa!-la tranquilizó Ear, intuyendo lo que la unicornio estaba pensando, mientras descendía durante unos breves segundos para que el pequeño dragón pudiera bajarse al suelo-Yo siempre estoy dispuesto a enseñar mis obras, aunque estén todavía incompletas, como la mayoría de las que tengo ahora mismo en el atril. La verdad es que a veces tengo tantos proyectos empezados a la vez que me es difícil poder llevar alguno a término… Soy poco metódico en el trabajo, he de admitirlo-concluyó, encogiéndose de hombros con indiferencia.

-Bueno… No sé mucho de música, pero… Sin duda parecen buenas-comentó Twilight, en parte sincera y en parte por ser amable. Entonces recaló en que su propio asistente asistía demasiado callado a aquel cruce de palabras. Al mirarlo vio que Spike parecía un tanto adormilado, como si…-¡Oh, Spike!-se dirigió a él, sacudiéndole por el hombre ligeramente-¡Te dije que no te pasarás con el pastel!

-Lo siento, Twilight-se excusó el dragoncito-Es que… Los rubíes… Estaban… Uf…-se frotó con cuidado el abultado estómago con sus garras.

-¡Cielos, Spike! ¿Se te ocurre qué va a pensar mamá ahora?-a la unicornio, imaginando lo que diría su madre, que le saldría con que ella era la responsable del pequeño dragón y que no tendría que haberle dejado comer nada entre horas…-Bueno...-quiso dejar el tema, que no tenía ya solución ninguna-En cualquier caso, en cuánto coja los libros que Fogsun va a prestarme, podremos irnos a casa.

-Un momento…-saltó el pegaso-¿Qué Fog va a prestarte alguno de sus adorados tesoros?-pareció incrédulo.

-Sí-respondió ella, que no quiso meterse a juzgar si era raro o no que Ear mostrase esa sorpresa.

-¡Oh! ¡Vaya, vaya!-exclamó aquel rodeando por encima a la unicornio sin dejar de observarla. Ésta no quiso ni pensar sobre a qué vendría aquello.

En cualquier caso, antes de que hubiera podido tener tiempo de pensar en preguntar, el mismo unicornio hizo su entrada en el salón por el pasillo, llevando en uno de sus costados una amplia mochila a cuadros negros y grises. Al ver a los presentes se detuvo, quedándose en el umbral, de una forma parecida a como se había detenido la primera vez que Twilight le vio, en la puerta de la cocina.

-…Aquí tienes la mochila-soltó rápidamente, cabizbajo, sin mirar a nadie en concreto.

-Gracias-asintió aquella, acercándose a él para que se la acercara mientras, un tanto incómoda, sentía la mirada del pegaso y del dragón fijas en ambos-Voy a… A guardar los libros… Y nos vamos, ¿eh, Spike?-le anunció a éste antes de entrar rápidamente en la cocina.

Dremtly, por su parte, ignorando la insinuante pregunta que le dirigía Earion con su mirada, se quedó simplemente esperando a que ella volviera. Spike, mientras tanto, aunque el empacho le hacía estar algo adormilado, se dio cuenta de la forma en que el pegaso se había quedado observando a Dremtly y de cómo éste fingía no haberlo notado, pero no imaginaba qué había detrás de ello. Aquella situación estaba ya incomodando bastante al unicornio, que se limitó a esperar que el mal trago pasase cuanto antes.

-Esto…-la unicornio lavanda no tardó en salir de la cocina. En uno de sus costados, la mochila, ahora cargada con los libros que se iba a llevar, se veía pesada, cayendo sobre su costado-Pues, gracias otra vez por tu ayuda-se despidió de Dremtly con toda la formalidad que pudo en ese momento-…Y, eso, ya nos veremos mañana, como hemos quedado.

-Sí. Hasta mañana-desembuchó su interlocutor rápidamente, como queriendo poner fin cuanto antes a aquella despedida, mientras, prácticamente, la empujaba a ella y a su joven asistente fuera de su apartamento-¡Adiós!-se despidió nuevamente tras cerrar la puerta tras ellos, mientras éstos emprendían el mismo camino de salida que Knowling poco antes.

Apoyándose contra la pared, Fogsun cerró los ojos y suspiró lentamente mientras se secaba un sudor invisible de la frente. Por su respiración, pausada pero algo agitada, parecía acabar de realizar algún esfuerzo considerable. Y es que, realmente para él, interactuar con los demás, podía ser un ejercicio auténticamente agotador. Ear se acercó lentamente y esperó con paciencia a que su compañero tuviera fuerzas para hablar. Aunque tenía bastante curiosidad por saber a qué habría venido la visita del profesor y el papel de aquella unicornio en ello, era consciente, tras años de experiencia, de que debía dejar que su amigo enfocará el tema como y cuando estuviera listo, aunque pudiera tardar bastante.

-…-finalmente, tomó aire, más o menos decidido a hablar-Resulta que la princesa Celestia ha pedido al centro que su aprendiz sea instruida en los principios de la magia aydara… Y el profesor Knowling me ha encargado que yo me ocupe de ello… Y, además, quiere que lo haga en Ponyville…-le informó con el mismo tono con el que hablaría un preso de los años de condena que el juez le había asignado y de la cárcel en la que estaba destinado a cumplirlos.

-…Vaya…-no supo en principio como reaccionar el pegaso, aunque desde luego no le costaba imaginar que suponía tal petición en el ánimo de su compañero. "Cómo se le puede haber ocurrido a Knowling hacer algo tan insensato como encargarle a Fog una tarea como esa… Y, peor, pretender sacarlo fuera de Canterlot y llevarlo a un lugar desconocido…" ¿Ponyville? El nombre no le sonaba, pero no necesitaba conocer más para imaginarse que se trataría de un pequeño y rústico pueblo, uno de esos lugares donde todos se conocen entre sí y donde la intimidad es un lujo que ni todo el dinero del universo daría para comprar…No era precisamente un el sitio que su amigo tildaría de "ideal". Si lo hubiera sabido no se habría marchado y habría podido hacer algo para ponerle freno a tal despropósito. "Sí", se dijo para sí, pesaroso, "porque está claro que falta que no esté yo en guardia, ayudándole para que no sepa defenderse en lo más mínimo... Seguro que estaban ahí esos dos, decidiéndolo todo, y él sin atreverse siquiera a decir este hocico es mío"-¿Cuándo hay que salir?-le preguntó finalmente, yendo a lo práctico. Sabía que cualquier otra cosa, reproche o consejo, sólo serviría para tensar aún más sus nervios o sencillamente para nada, ignoradas sus palabras por la indiferencia que tan bien adoptaba Dremtly cuando se le hablaba de cualquier asunto que no le interesaba o no quería afrontar.

-Dentro de unos días. No es seguro. Jueves o viernes, quizá. No lo sé.

-¿Durante cuánto tiempo?

-El que haga falta-se limitó a responder el unicornio, poniéndose perezosamente a andar, en dirección a su cuarto.

-Esto va a ser complicado-dijo Ear, sin obtener respuesta. El unicornio aún tardó unos segundos en abandonar el salón, pero mentalmente ya estaba a cientos de kilómetros. O, sencillamente, no le apetecía decir nada ante lo que, sin duda, tomaba como un mero comentario totalmente gratuito. Seguramente estaría así unas cuantas horas, por lo menos.

El pegaso, un tanto cansado tras la vuelta y, necesitando pensar, se sentó con calma en su taburete, frente al piano. Miró hacía la puerta, por la que apenas hace unos instantes se habían marchado la unicornio y su bebé dragón, y luego giró la cabeza para recorrer visualmente el pasillo hasta donde se encontraba la habitación de Fog.

En cierta forma, en tanto "asistente", esa era su principal, casi la única auténtica función que tenía asignada: "Controlar". Él era, sobre todo, quien vigilaba el estrecho y escaso hilo que mantenía unido a Dremtly con el resto del mundo, asegurándose de que nadie, salvo en muy concretas y controladas circunstancias, invadía el pequeño espacio que el erudito había trazado alrededor de sí en calidad de fortaleza, santuario y prisión.

Allí, con una vida de eremita en Canterlot, no le había resultado difícil, pero, en Ponyville, si tenía alguna semejanza con Ponytown en algo más que en el inicio del nombre, la situación podía llegar a ser bastante más que meramente "complicada".

• • •

Un leve vapor todavía emanaba de los cuatro platos colocados sobre una mesa ya dispuesta para la comida. Twilight, dejando por un momento de lado las emociones y los problemas del día, se dejó llenar el olfato por el delicioso aroma del estofado especial de su madre, que provocó que su vacío estómago estallara en hambrientos y deseosos vítores. Spike, por el contrario, sentado a su lado, miraba su plato no sin algo de aprensión.

-Parece que alguien no tiene mucha hambre este domingo…-comentó un unicornio de tonos azules que se sentaba presidiendo uno de los lados de aquella mesa rectangular.

-Um…-el dragoncito sólo podía observar con desgana el plato ante sí. Le encantaba realmente aquel estofado, pero en ese momento casi sentía como los rubíes se le subían por la garganta. No tendría que haber comido tantos, pero no eran muchas las ocasiones en que tenía la posibilidad de probar unas joyas tan buenas-…Sí, es que…

-Es que antes le ha entrado de repente un terrible dolor de barriga-apuntó rápidamente, improvisando, su hermana-Quizá algo del desayuno le sentó mal, ¿eh, Spike?-le miró con una sonrisa y una mirada nerviosas, pidiéndole un poco de colaboración con su historia.

-¡Oh, vaya! ¿Te encuentras mal, Spike?-se escuchó, preocupada, la voz de Velvet, que entró al comedor trayendo una pequeña ensalada que depósito en el centro, antes de ir al lado del dragoncito-¿Sientes que tienes fiebre?-le preguntó, poniéndole la pezuña en la frente.

-¡Se siente bien, muy bien!-respondió Twilight antes de que él pudiera decir nada-Sólo que se ha quedado sin apetito… Y es una lástima, hoy, que has preparado especialmente esto para nosotros-añadió, intentando sonar lo más sincera posible.

-Eh… Sí…Eso-asintió aquel.

-Bueno. En cualquier caso, si no tienes hambre, es mejor que no comas-le dijo, comprensiva, Velvet, sentándose en la cabecera de la mesa frente a su marido-No vaya a sentarte algo mal y puedas enfermar.

-¡Sí, sí, es verdad!-asintió Twilight, que, de inmediato, quiso cambiar de tema-Por cierto, al final estaré en Canterlot menos tiempo de lo que pensaba en un principio. Hoy el profesor Knowling y yo hemos hablado de cómo será mi instrucción y, al final, podré realizar la mayor parte de mis estudios de magia aydara en Ponyville.

-Estarás contenta, entonces, por esa buena noticia-reflexionó su madre.

-Sí, la verdad es que sí-admitió ella-Además, así no correré el riesgo de faltar al cumpleaños de mi amiga Applejack, para el que ya falta muy poco.

-Así que todo ha ido bien al final-comentó Night Light, a quien antes su mujer le había hablado de los nerviosos padecidos por su hija aquella mañana.

-¡Oh, sí! El profesor Knowling ha sido muy amable y atento, tomándose la molestia de recibirme un domingo. Y el joven que me va a ayudar, Fogsun Dremtly, me ha prestado varios de sus libros, para que esta misma tarde pueda empezar a trabajar con ellos.

Ambos, su padre y su madre, sonrieron y asintieron mientras, al tiempo que procedían a comer, su hija les ponía al día de sus experiencias en Ponyville, sus aventuras con sus amigas y del contenido de sus nuevos estudios. Sobre todo les habló de esto último y casi, tanto a Velvet como a Night, les pareció por un momento ver a la pequeña potrilla tras su primer día en la escuela de unicornios superdotados de Celestia, así de emocionada estaba.

-Fogsun-les comentaba algo del unicornio-Es un poco reservado, pero parece inteligente y sé que será agradable trabajar con él. Aunque tiene una especie de asistente que es un poco… Desconcertante.

-¿Ah, sí?-se interesó su padre.

-¿Te refieres a Ear?-saltó Spike, interviniendo por primera vez-A mí no me parece nada desconcertante. Me parece que es un pegaso bastante simpático. Y toca muy bien el piano.

-¿Oh, de verdad?-preguntó con curiosidad Velvet.

-Estaba tocando el piano cuando llegamos-le relató el dragoncito-Y luego, cuando fuimos a dar una vuelta para que el profesor, Twilight y Dremtly pudieran hablar con más tranquilidad, mientras tomábamos algo me contó que incluso estuvo un tiempo en el conservatorio de Canterlot, pero que lo dejo.

-¿Cómo que estabais "tomando algo"?-le preguntó, con voz queda, la unicornio bicolor.

-Es que me invitó a un jugoso y sabroso pastel de rubíes-le respondió sin pensar Spike y antes de que Twilight, que en ese momento casi se atragantaba con un trozo de pepino de la ensalada, pudiera siquiera intentar impedírselo. El dragón tardó unos segundos en darse cuenta de lo que había dicho.

-¿Con qué un repentino dolor de barriga?-les dirigió una mirada acusadora Velvet.

• • •

Trixie se aclaró la garganta y se preparó mentalmente para lo que estaba a punto de hacer. Aquello era una ridiculez, una microscópica minucia en comparación con lo que en su pasado había sido frecuente, pero en ese momento incluso se encontró con que se sentía un poco nerviosa y un tanto emocionada. Aunque de una forma muy distinta de la habitual, por fin, tras meses de abandono, volvía a tener ante sí, de nuevo un público que debía estar expectante, deseoso de oír sus historias y ver su grandiosa magia.

La cabaña en el árbol era pequeña, pero se veía bien cuidada, pintada con vivos y alegres colores. En la pequeña sala ya la estaban esperando, charlando animadamente entre ellas, aquellas a las que la maga tomo por, según la denominación de la hermana de Applejack, las "Cutie Mark Crusaders". Aparte de Apple Bloom, estaban dos jóvenes potrillas más: una unicornio de un pelaje gris claro y pelo rosa y púrpura, y una pegaso naranja de cabello magenta. Si no se había enterado mal, la pequeña de los Apple le había dicho que se llamaban, respectivamente, Sweetie Belle y Scootaloo.

Finalmente, tomó una vez más aire y entró, atrayendo rápidamente sobre sí las miradas de las pequeñas potrillas. La bienvenida, sin embargo, no fue tan acogedora como la unicornio esperaba, ya que sólo Apple Bloom la recibió con un pequeño aplauso mientras que sus dos amigas, que si la reconocían como la causante última del incidente de la osa menor, se mostraron más bien frías, algo estupefactas de verla aparecer. Su amiga sólo les había hablado de una sorpresa y no tenían ni idea de que consistía en la promesa del relato de Trixie.

-¡Apple Bloom!-saltó Scootaloo, molesta al tener presente que aquella era la unicornio que se había atrevido a meterse con su idolatrada Rainbow Dash-¿Ésta era tu sorpresa? ¿Qué tengamos que aguantar a esta farsante?

-Fue la que convirtió la melena de Rarity en un extraño matojo verde-el tono de la pequeña Sweetie Belle era como el de su amiga pegaso-Después necesitó casi tres horas para arreglarse la crin.

-Y luego se demostró que, a la hora de la verdad, no sabe hacer nada de magia que valga la pena-siguió nuevamente la pegaso.

-¡Ja! ¡¿Qué sabréis vosotras de auténtica magia?!-saltó Trixie, ofendida por aquel inesperado ataque-La verdad es que la Gran y Poderosa Trixie podría haber acabado fácilmente con la amenaza de aquella Osa Menor…Lo único es que, para cuando iba a ejecutar mi hechizo, aquella Twilight Sparkle se me adelantó, lo que fue un error, claro. Yo estaba…preparando mi magia para destruir a la fiera con un ataque letal, lo que habría hecho que dejara para siempre de ser una amenaza, pero la tal Sparkle se limitó a calmarla y alejarla, por lo que un día podría volver perfectamente a atacar Ponyville.

-Ya. Eso dices ahora-recalcó Scotaloo con mirada acusadora.

-Bueno, bueno… Haya paz-intentó intervenir Apple Bloom, un poco desconcertada, ya que aquello no era precisamente lo que había previsto que sucediera-En cualquier caso, yo creo que nos resultaría interesante escuchar la historia de cómo Trixie encontró su cutie mark-se inclinó hacia sus compañeras del grupo-, si es que ella aún está dispuesta a contarla-se giró ahora hacia la unicornio.

Por un momento, un tenso silencio que podría haberse cortado con un cuchillo, llenó la cabaña. La maga miraba a las dos potrillas sin ocultar su disgusto y éstas tampoco se molestaban en suavizar su expresión. En principio, Apple Bloom se habría unido a sus amigas sin dudar, pero, en ese momento, tenía un gran interés y el convencimiento de que escuchar la historia de Trixie les serviría para algo.

-…Bueno. Quizá pueda ser interesante-finalmente Sweetie Belle dio un paso conciliatorio, sobre todo por cierta curiosidad que Apple Bloom había logrado contagiarle.

-Siempre y cuando sea una historia real-apuntó, todavía hostil, Scootaloo, pero aparentemente dispuesta a escuchar a Trixie, por lo que, junto a las otras ponies, se sentó frente a la unicornio, que no estaba segura de qué hacer. Por un lado, su orgullo la impulsaba a marcharse sin más, pero, por otro, añoraba sus antiguos espectáculos y algo en su interior quería asumir el desafío de ganarse el ánimo de aquellas potrillas.

-Todas las historias que cuenta la Gran y Poderosa Trixie son reales-le replicó, intentando mantener la calma y mostrarse serena-Y si queréis escuchar como esta Genial Hechicera, la mejor de toda Equestria, se hizo con su cutie mark…-se puso de costado, para que aquella resaltase en su flanco, frente a las potrillas, de entre las cuales, sólo Apple Bloom parecía seguir con interés sus palabras-…Es posible que éste dispuesta a contaroslo, pues respondió a una auténtica proeza.

Dejó que, por unos segundos, se hiciese el silencio antes de empezar con su relato.

-Cuando la Gran y Poderosa Trixie era una potrilla y tenía más o menos vuestra edad-comenzó-Ya había empezado su camino en la senda de la magia, pues desde muy pronto supo que su talento era la hechicería y su destino, ser la mayor y más poderosa maga de toda Equestria. Era por entonces la aprendiz de un famoso brujo, conocido como el Majestuoso y Poderoso Lucius, que viajaba por todo el reino deslumbrando a los ponies y a las demás criaturas con sus grandiosos espectáculos de magia.

Hizo una pausa, viendo complacida que ahora las tres ponies parecían interesadas en su relato, aunque fuera un poco.

-Yo, a pesar de mi juventud, ya destacaba como la ayudante predilecta de mi maestro, siendo uno de los principales atractivos de su comitiva. Era buena para aprender todo tipo de hechizos y trucos y el público se entusiasmaba y se quedaba sorprendido al ver el talento de la pequeña Gran y Poderosa Trixie. Tenía un gran potencial y estaba claro que la fama era mi futuro. Y un día, se vio la prueba palpable de ello.

Nueva pausa.

-Mi maestro era uno de los integrantes más reconocidos del Circo de la Estrella, que poseía todo tipo de bestias y criaturas salvajes con las que organizaba regulamente grandes y espectaculares exhibiciones. Aquel día, el dueño del circo, el señor Zoobuy, había pagado por la adquisición de una gran y fiera mantícora. Era un espécimen especialmente peligroso, con colmillos inusualmente afilados, enormes y duros como el acero, garras capaces de arrancar las alas a un pegaso de un solo tajo o de hacer juliana a una potrillo como entonces yo era, y una cola de terrible golpe, mortal y venenosa.

La unicornio contempló satisfecha como su vivida descripción, bien acompañada por sus gestos, dejaba asombradas, fascinadas e, incluso, algo asustadas a las potrillas, que ya seguían con interés su relato, bebiendo con curiosa sed cada una de sus palabras.

-Y, precisamente, por un fallo de uno de los empleados, tal peligrosa bestia logró soltarse. Por desgracia, mi maestro había salido y no había nadie más que pudiera o se atreviera a lidiar con semejante criatura. Iba de un lado a otro, libre, destrozando y devorando, sembrando el terror, ningún otro de los miembros del circo, ni uno solo de los domadores, se querían acercar. Si lo vierais, no os lo creeríais. Aquella mantícora destrozaba los carromatos y los empujaba cual juguetes, derribaba árboles como un pony pisa la hierba, su rugido y su furor daban gran pavor… A todos, ¡excepto a la Gran y Poderosa Trixie!

Se preparó para el punto crucial del relato:

-Sí, ¡la Gran y Poderosa Trixie!, aunque al principio sintió el lógico temor que embargaría a una potrilla de corta edad, logró dejar de lado el temor, y, a pesar de los peligros, plantó cara al fiero monstruo, pues sabía que con su magia tendría poder suficiente para detenerlo. La mantícora intentó saltar sobre Trixie y devorarla, más era una Hechicera demasiado poderosa para su lentitud y con un hábil hechizo, se puso sobre ella, aferrándose con sus cascos a su leonina melena. La bestia intentó resistirse, encabritarse y hacerla caer, mas Trixie se mantuvo con firmeza, esquivando los embates de su cola endiablada. Y, entonces, como muestra de su poder, la Gran y Poderosa Trixie encantó aquel ágil apéndice y, guiándolo con su magia, lo clavó en la propia espalda de la bestia, sometiéndola con su propia hiel. Y aún resistía, pues era una bestia poderosa, pero ya estaba herida de muerte.

Se giró para mirar a las crusaders:

-Saltó la Gran y Poderosa Trixie a tierra y la mantícora, todavía queriendo luchar con su enorme ferocidad, la quiso atacar, pero la Maga era demasiado hábil y rápida para ella, y aún más, con su poder mágico movió uno de los carromatos que la bestia había destruido y la terminó de noquear y derrotar con él. La Gran y Poderosa Trixie así había resultado triunfante sobre el peligro. Los presentes la aclamaron, aplaudiéndola, y, para cuando quiso darse cuenta, en su flanco lucía una brillante, reluciente y bella cutie mark, la de la unicornio destinada a ser la más grande y poderosa unicornio de toda Equestia, ¡la Gran y Poderosa Trixie!-repitió una vez más-Fue tan grande el éxito que, poco después, gracias a esa demostración, la Gran y Poderosa Trixie se ganaba la entrada a la escuela de la princesa Celestia para unicornios superdotados.

Terminó su relato, que fue recibido con animados aplausos por parte de la pequeña hermana de Applejack y, aunque con mucho menos entusiasmo, también por sus dos amigas. Un parco premio en comparación con lo que había llegado a obtener en sus mejores días de gloria pero que, tras la sequía y la total carencia, era más que bien recibido. Satisfecha de su éxito, decidió retirarse antes de que pudiera alguna de las tres potrillas empezar a hacerle alguna pregunta demasiado incómoda. Además, por alguna razón, se sentía algo cansada. Supuso que todavía se sentía algo débil y que sólo por caminar desde la casa hasta allí le había resultado ya bastante cansado.

Emprendió, pues, el trayecto para regresar cuanto antes a la casa cuando, de repente, una voz, llamándola, la retuvo. Al darse la vuelta se encontró con que Applejack, con una expresión que no terminaba de lograr descifrar, se acercaba a ella. La unicornio, que desconocía, claro, el lugar, no sabía si sería así o no, pero le parecía que viniera desde la cabaña de las tres potrillas, a pesar de que Trixie no la había visto en ningún momento por allí ni al entrar ni al salir ni durante su relato. ¿Acaso la habría estado vigilando, a escondidas? ¿Qué sentido tendría eso? "Ah, claro", pensó, molesta, la unicornio, "hay que tener vigilada a Trixie, que no es una unicornio de fiar… ¿Qué se habrán creído estos granjeros ridículos? Soy yo la que tendría que ser desconfiada con ellos, que son los que, en su momento, me tuvieron a su merced", se dijo, recordando, realmente ofendida, que alguien –había supuesto después que la misma Applejack que se le acercaba- se había tomado la descarada libertad de bañarla cuando estaba inconsciente.

-¡Trixie!-la volvió a llamar la pony rubia, haciendo finalmente que la unicornio se detuviera-Espera un momento.

-¿Hay algo que pueda hacer por ti, Applejack?-le preguntó, tratando de que sus aparentemente amables palabras reflejasen que no tenía ganas de hacer nada, y menos de tener que soportar una charla, puesto que se había dado cuenta de que había cierto disgusto en los ojos verdes de la pony

-Me gustaría hablar contigo sobre esa historia que les has contado a las pequeñas-le dijo aquella sin más.

-¡Vaya! Bueno, no me sorprende que hayas querido escucharla-le replicó Trixie, prefiriendo picar a Applejack que a mostrar lo molesta que se sentía por comprobar que, en efecto, la había estado vigilando-¡¿Quién podría resistirse a escuchar una de las aventuras de la Gran y Poderosa Trixie?!

-Ya, ya… Ahora, hablando en serio, ¿cuánto hay de cierto en ese relato de la mantícora?

-Aunque es normal que te parezcan increíbles, todos los relatos de las grandes aventuras y proezas de la Gran y Poderosa Trixie son completamente ciertos, ¡hasta la última coma!

-¿Incluyendo el relato de cómo saliste por patas tras el incidente con una osa menor que no pudiste resolver?-le preguntó, molesta ya por las formas de la maga, Applejack.

-¿Qué pasa con eso? No se os cae esa historia del hocico, ¿eh?

-No-le respondió llanamente la rubia.

-En cualquier caso, la Gran y Poderosa Trixie no necesita que creáis en la verdad de sus historias. ¡La Gran y Poderosa Trixie no necesita nada ni a nadie!

-Además, tengo una pregunta-siguió Applejack, ignorando el enfado de su interlocutora-¿Dónde dices que estaban tus padres mientras tú te dedicabas a "lucir" tus habilidades como aprendiz del "Majestuoso y Poderoso Lucius" en el circo?

-¡Dónde estuvieran! ¿Qué te importa a ti?-le respondió de forma borde, casi sin pensar, Trixie, casi para ocultar lo confusa que le había parecido la pregunta. ¿Por qué se fijaba ella en eso, qué interés podía tener? En cualquier caso, era un tema en el que no quería entrar.

-No me importa, pero me ha parecido curioso-le replicó, también un poco cortante, la granjera, sorprendida y disgustada por las maneras de la unicornio-Se supone que a esa edad una potrillo vive en casa con sus padres, no dedicándose a formar parte de un mero y simplón espectáculo circense…-añadió. Realmente algo le decía que aquello era un importante factor para entender la vida de la unicornio y que, si se mostraba tan hostil por la pregunta, debía ser porque ocultaba algo, aunque no imaginaba qué.

-Sí. Hay muchas cosas que se suponen…-masculló la unicornio, procediendo a alejarse, pues evidentemente no quería seguir aquella conversación-Pero la realidad es muy distinta de lo que los ponies se creen.

Applejack la vio alejarse, sin correr pero sin mirar en ningún momento hacia atrás. A pesar de la curiosidad que le inspiraba la historia de Trixie y de que pensaba que ocultaba algo importante de su pasado, decidió que era mejor no molestarla más por aquel día. Tarde o temprano ya lo averiguaría, si le era necesario.

• • •

La pegaso sonrió plácidamente al percibir el refrescante soplido del viento a lo largo de su lomo y en su cabeza, casi como si pareciera juguetear con su crin multicolor. Una sensación agradable en contraste con el abrumador calor que había tenido que soportar desde la madrugada. El sopor, el horrible sopor que en algunos días de verano invadía Ponyville, era la razón por la que, desde prácticamente el día en que se instaló allí, había frecuentado aquel pequeño y escondido rincón.

Se trataba de un pequeño lago alrededor del cual la tierra había quedado dispuesta en una serie de elevadas y variadas colinas, cubiertas de senderos serpenteantes y abiertos al cielo en ellas un gran número de grutas y túneles. La hondonada en cuyo fondo brillaba el agua de la laguna, tan cristalina que permitía ver su interior como si fuera cristal, parecía ser casi un tazón modelado entre las elevaciones rocosas. Apenas había en él vegetación, un poco de verdes briznas de hierba en torno al natural estanque, pero el aire arrastraba y llenaba el lugar con el aroma de los cercanos bosquecillos.

El lugar resultaba algo frío en invierno, pero perfecto en verano, por lo que aquella pegaso de pelaje azul cian no dudaba en frecuentarlo cuando los calores de la dura estación estival empezaban a azotar su pequeño pueblo. En las bochornosas tardes nada le agradaba más que arrastrar una nube que le resultara especialmente cómoda hasta el lugar y echarse una larga y reconfortante siesta. Ese era el plan que aquel domingo de mayo, como en otras tantas ocasiones, tenía en mente.

Pero, mientras se aproximaba volando tranquilamente a su estimado rincón, de repente, se sintió extraña. Al principio tardó en ver la causa de tal reacción, por lo que se detuvo, aleteando en el aire mientras recorría, extrañada sin saber por qué, el lugar con su mirada. No entendía qué le ocurría, pero presentía que debía ser algo. Sin embargo, en unos primeros instantes, todo parecía estar donde debía estar, el lago, las colinas, sus senderos, sus cavernas… Tuvo que acercarse más y subir ligeramente para sobrevolar con altura las pequeñas cumbres de aquellas elevaciones para darse cuenta.

Al principio pensó que sería un fallo de su memoria, pero, por mucho que le pareciera imposible, al final se convenció de que aquello era real: de alguna manera, las colinas parecían haberse movido, cambiado…o algo. La pegaso no estaba segura de cómo podría haber pasado ni de qué había sucedido exactamente. Sólo podía creer aquello que veía, y era que, donde no hacía más que unos meses, se alzaba una puntiaguda colina, la más alta, que llegaba a darse aires de montaña, ahora no había más que un tronco truncado, agrietado, a cuyo alrededor parecían haberse desprendido los restos de su antigua y orgullosa cresta.

¿"Habrá sido por un temblor de tierra, por un terremoto?", se preguntó la pegaso. Pero no recordaba que hubiera ocurrido ninguno en los últimos tiempos y uno capaz de hacer algo así tendría que haberse notado con total claridad en Ponyville. De hecho, aunque las colinas más cercanas al coloso caído también le mostraban ahora a la pony algunos cambios, las demás y, en general, el lugar, no parecían haber sufrido ningún cambio ni modificación. Sólo lo había hecho aquella zona específica. ¿Por qué?

-Aunque pueda no ser nada importante…-reflexionó en voz alta, acercándose cada vez más a la cima caída-…Quizá sea mejor que se lo cuente a Twilight, a ver qué le parece-añadió, mientras se posaba sobre la destruida cumbre y se asomaba a una de las grietas que surcaban su superficie. Era estrecha, pero suficiente para que pasaran hasta dos ponies lado a lado, y oscura, como si algo impidiera que entrase en ella la luz del sol. "Quizá", pensó, "debería aprovechar para explorarla, por si encuentro algo que explique lo que ha pasado o un indicio o una pista al menos". Estaba tan abstraída en intentar percibir algo en aquella insondable oscuridad que no pudo percibir lo que se le venía encima.

-¡Hey!-se encontró, al primer segundo no sabía como pero no tardó en averiguarlo, sobre el rocoso suelo, tumbada boca arriba y con el repentino peso de una conocida pony sobre sí-¡¿Qué tal, Rainbow Dash?! ¿Qué es eso que le tienes que contar a Twilight? ¿Es un secreto? ¿Puedo saberlo yo también? ¡Por fa, por fa, por fa! ¡Dímelo! ¡Quiero saberlo! ¿Me lo dirás, verdad? Porque somos amigas, y las amigas se tienen confianza… A menos que hayas prometido no decírselo a nadie, en cuyo caso tienes que guardártelo, porque si le prometes a alguien algo y no lo cumples, ¡puedes perder su amistad para siempre! ¡No, Rainbow Dash, mejor no me digas nada, no quiero saberlo!

-…Esto, Pinkie Pie… ¿Quieres quitarte de encima?-le pidió la pegaso multicolor, intentado ignorar en su cabeza cualquier pregunta acerca de la conducta de su amiga. Lo único que tenía ante sí era a Pinkie Pie siendo Pinkie Pie.

-Okey dokey lokey-asintió la pony rosada, apartándose para que su amiga pudiera levantarse.

-¿Has venido para algo, Pinkie?-le preguntó directamente, por ver si era algo que no le involucraba o que fuera breve. En ese momento, quería centrarse en el "misterio" que se acababa de encontrar.

-¡Pues lo cierto es que lo has adivinado!-le respondió la pony rosa, sonriente, con aspecto de estar sorprendida por los "poderes proféticos" de su amiga pegaso-Necesito que me hagas un favor. Es que hace un rato, mientras paseaba por el parque, se me ocurrió una idea muy buena para una broma y me dije: ¡Oh! ¡Que divertido sería! ¡A Rainbow Dash seguro que le encantaría participar!. Y, por eso, decidí buscarte. Me pregunté dónde podrías estar y, recordando que en los días de mucho calor te gusta venir por aquí, salvo que tengas otro compromiso, que yo sé que hoy no lo tenías…-no pudo seguir contando su relato porque, un poco cansada, Rainbow finalmente la había hecho callar mediante el expeditivo método de meterle la pezuña en todo el hocico.

-Ya, ya, no necesito saber tantos detalles-le dijo, sacando sólo su pata de la boca de su alocada amiga cuando quedó claro que no iba a seguir hablando en cuanto lo hiciese-Lo siento, Pinkie-se excusó la pegaso-Pero ahora mismo estoy ocupada y no tengo tiempo para ayudarte con una de tus bromas.

-¡Ohhhh!-se entristeció aquella por unos segundos-¡¿Y qué estás haciendo, Rainbow?!-le preguntó, animándose enseguida e interesada-¿Necesitas ayuda, puedo ayudarte?

-Oh…-suspiró la pegaso, mientras contemplaba la grieta. Finalmente, aunque en seguida intuyó que podría arrepentirse de lo que estaba a punto de decir, habló-Bueno… Supongo que sí, puedes ayudarme.

-¡Genial!-exclamó Pinkie Pie, saltando alegremente-¡Voy a ayudar a Rainbow Dash! ¡Voy a ayudar a Rainbow Dash! ¡Voy a ayudar a Rainbow Dash!-coreaba mientras iba dando vueltos en torno a la mencionada, hasta que, de repente, se detuvo ante ella, con una incógnita en la mirada-¿A qué voy a ayudarte?

Next Chapter: 7. 7 Iniciando cambios Estimated time remaining: 2 Hours, 52 Minutes
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