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La Leyenda De Adenror

by Azufer

Chapter 1: 1. 1 Un conjuro a medianoche

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Esto que les presento es el primer capítulo de un fan fic de MLP al que llevó una semana dándole vueltas. Realmente es casi un boceto que requeriría mucho trabajo antes de poder ser presentado, pero aún así lo expongo para que puedan leerlo, disfrutarlo o sufrirlo –lo que cada cual considere correcto- y, si su generosidad alcanza a ser suficiente, darme su valoración. Sé que el primer capítulo es corto, pero espero añadir pronto la continuación. Aunque no tenga especial talento como escritor, me atrevo a esperar una recepción no demasiado mala.

Hablando un poco del fic en sí, es esencialmente una historia de aventuras. La historia puede que contenga algunas partes de drama, pero su tono no profundizará demasiado en lo trágico ni en lo violento. Es posible que haya relaciones entre algunos personajes y, por tanto, algo de romance, pero será secundario y algo accesorio respecto de la trama principal. Sin nada más que añadir, les dejo con la historia:

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Capítulo 1. Un conjuro a medianoche

Un pesado cúmulo de nubes negras se alzaba sobre toda Canterlot como una gruesa y oscura bóveda que opacaba totalmente la luz de la luna y las estrellas. La lluvia caía pesada y fría sobre los elegantes edificios y sus cuidados jardines, sobre las amplias plazas y los verdes parques, conformando pequeños charcos e hilillos de agua que corrían sobre el empedrado de las inclinadas calles con pretensión de ser riadas. La ciudad parecía desierta y ni un alma se aventuraba a salir fuera de los acogedores muros de su casa a exponerse al frío y a las sombras de aquella oscura noche de tormenta, sólo iluminada muy puntualmente por algún rápido y estruendoso relámpago, que parecía cortar y hendir el aire con su filo como si fuera un preciso cuchillo.

Las noches como aquella eran inusuales en la casi permanentemente idílica capital de Equestria, tanto como para que a un pony le sobrasen cascos a la hora de contar las que sucedían a lo largo de todo un año. Sin embargo, aún esas contadas y necesarias ocasiones despertaban el malestar, las quejas y los lamentos de los numerosos habitantes de la ciudad, acostumbrados a poder disfrutar de un continúo buen tiempo, tanto en verano como en invierno. No había sido diferente en aquella ocasión. Sin embargo, entre los que contemplaban a través de las ventanas como una negra y voraz oscuridad parecía anegarlo todo, se encontraba un unicornio que contemplaba con apenas contenida satisfacción el discurrir del clima.

Éste tenía ante sí, a través de la bóveda de límpido cristal que coronaba la amplia sala en que se encontraba, el espectáculo del alborotado cielo nocturno. Notaba como se acercaba la oportunidad que llevaba ya varios meses esperando, un momento propicio que probablemente no se repetiría en al menos un año. A pesar de la determinación que le movía a continuar con su plan, como en las anteriores ocasiones, una duda constreñía su mente. No tenía la plena garantía de que fuera a obtener un resultado satisfactorio y siempre estaba el miedo de que el uso de aquel especial conjuro pudiera ser percibido por otros unicornios o, peor, por cierta alicornio coronada.

El pony recorrió una vez más la estancia circular con la mirada. Normalmente aquello era el gran salón de astronomía, como testimoniaba la temática de los cientos de volúmenes que se apilaban en las librerías que ceñían la pared, el óculo de la bóveda en esos momentos cerrado que daba salida al gran telescopio y el mismo diseño y dibujo del enlosado, en el que coloridos puntos sobre el negro suelo figuraban ser estrellas y constelaciones. En ese momento, no obstante, el mismo telescopio y todos los demás instrumentos normalmente presentes habían sido retirados. Habrían sido una molestia en el ritual y, aunque con una excusa peregrina, él había logrado usar su influencia para despejar la habitación para poder usarla. Eso no había supuesto un problema. No había nadie en todo aquel centro que se hubiese negado a una petición de Brown Knowling, el más prestigioso estudioso de la magia arcana aydara y uno de los más importantes miembros del concejo rector del Celestium, quizá el centro de saber más prestigioso del reino.

A pesar del frío el unicornio sintió unas cuantas gotas de sudor recorriendo su frente y se pasó el casco derecho para quitárselas. Ante sí, sobre un improvisado atril, estaba colocado y desplegado el viejo pergamino, mostrando claramente escrito en viejas y algo descoloridas runas, el antiguo ritual de convocatoria. Él mismo, intentando reproducir la antigua ceremonia de Hiponia con minuciosidad, cubría su pelaje marrón con una réplica de las capas blancas de los magos aydaras. Tapaba también su cutie mark, un libro desplegado sobre el que se colocaban en un arco tres pequeñas estrellas negras.

Los ojos grisáceos de Brown, conforme se fue acercando la medianoche, se fueron centrando en los objetos colocados sobre una sencilla mesa, al otro lado del atril. El de mayor tamaño reposaba extendiéndose sobra la mesa como la masa aplastada de un pan sin cocer. Era una tabla de negra piedra con unas extrañas grafías en color dorado que, allí donde no habían sufrido daño, parecían representar una especie de mapa. Horas de estudio habían permitido a Knowling identificar con cierta seguridad las montañas y ríos señalados con los existentes en su época y los nombres de ciudades y villas con las viejas ruinas conocidas por los arqueólogos. Pero el uso real para el que aquel viejo mapa de Hiponia fue creado no tenía relación alguna con el aprendizaje de la geografía.

A su alrededor, las piezas clave en aquel proceso. Eran cuatro formas piramidales, de tres caras, labradas en una dura piedra negra desconocida. El unicornio había tardado varios años, revisando fuentes y referencias, rebuscando en ruinas y excavaciones, para haber podido hallarlas. Todavía estaba en ello, pues aún le quedaban pendientes de encontrar otros dos fragmentos que, con los que poseía, debían conformar la llamada gran piedra de Adenror, que según las pocas referencias legendarias que habían sobrevivido, otorgaba a quien la empleara un gran poder, el mismo que habían empleado los antiguos duques de Hiponia, un poder que fue lo suficiente incluso para gobernar, aún por dos breves siglos, al margen mismo de las princesas de Equestria.

Knowling suspiró y se concentró en su objetivo. Los antiguos ritos de la coronación empezaban, por lo que había descubierto, precisamente con la búsqueda de los seis fragmentos del Adenror, que según la tradición habían sido siempre dispersados tras cada nueva coronación y que habían permanecido perdidos tras la caída del último líder aydara. El hechizo que estaba a punto de invocar, que ya le había ayudado a encontrar el cuarto fragmento, debía darle, si tenía suerte, la indicación del quinto, pero las condiciones necesarias para su ejecución hacían difícil su empleo.

Las agujas de un reloj que reposaba en uno de los estantes no tardaron en señalar la medianoche. Era el momento de empezar y Brown inició la reunión de magia en su cuerno. Con un sencillo gesto activó el mecanismo que abría la bóveda de cristal y, en menos de un segundo, el casi total silencio de la estancia fue apagado por el estruendoso sonido del viento que entró como una tromba en la sala mientras aquella desaparecía. Sonidos de diversos golpes y estropicios restallaron por doquier mientras el viento arrancaba libros y otros objetos de sus librerías y los arrojaba y empujaba por la estancia. El suelo pronto estuvo totalmente encharcado y, aún estando el acceso cerrado, se filtraba hacia las escaleras y a los pisos inferiores. La estancia entera no tardó en ser un completo caos.

Brown, ignorando que ya estaba totalmente empapado y con su crin negra cayéndole pesadamente sobre la cabeza, comenzó lentamente a pronunciar las palabras del conjuro, dirigiendo su magia hacia los fragmentos, en su deseo de activarlos. Al principio no pudo estar seguro de si iba a lograrlo o volvería a fracasar, pero cuando una intensa luz le cegó de pronto mientras un trueno parecía retumbar dentro de la sala, supo que esa vez podía lograrlo. Los cuatro fragmentos negros empezaron a lanzar destellos y a elevarse levemente sobre el rústico mapa, puesto en seguida en conexión por una reluciente correcta que surgió entre ellos. A pesar de todos sus esfuerzos y análisis, Knowling todavía no entendía muy bien qué tipo de magia contenían aquellos extraños artefactos, pero se alegró al ver que, por lo menos, parecía que aún estaba plenamente vigente.

Los fragmentos del Adenror, poco a poco, comenzaron a moverse, girando en el sentido de las agujas del reloj en torno al viejo mapa. La atmósfera del salón estaba anegada de una extraña energía, potenciada y encendida por la tormenta, que seguía azotando con sus turbulencias a los indefensos objetos, sobre todo los libros de las estanterías, que eran arrastrados y empujados de un lado a otro por el fuerte aire. Knowling seguía pronunciando las palabras del ritual, apenas audible bajo el rugido del viento y el ruido encendido del viento y la lluvia.

El unicornio sentía como su energía mágica era drenada rápidamente. No era la primera vez que experimentaba algo así, por lo que, aún con toda la incomodidad, no se sentía nervioso y sabía bien hasta cuándo podía aguantar y cuándo empezaba a ser peligroso. Ante él, que sólo podía seguir canalizando su poder hacia los fragmentos mientras recitaba el conjuro, las piezas del Adenror habían generado ya una poderosa esfera de energía en cuyo interior aumentaron la velocidad de su movimiento. En teoría, debían ser capaces de canalizar tal poder para entrar en contacto con al menos uno de los dos fragmentos faltantes, allá donde estuviere por muy lejos que fuere, y para señalar la posición del mismo en el viejo mapa. Knowling esperaba que estuviera en una parte no dañada de aquel.

Un relámpago pareció encender de nuevo el cielo y el clamor del trueno, por un segundo, llenó el salón y por unos segundos Brown se quedó casi totalmente sordo. Con un gran esfuerzo, sin embargo, logró pronunciar las últimas palabras y, con gozo no contenido, observó como la esfera conformada en torno a las piezas del Adenror se fue volcando sobre sí misma, reduciéndose, hasta canalizarse en un haz de luz que se proyectó sobre la superficie plana que reflejaba la silueta del viejo ducado de Hiponia.

Knowling se apoyó sobre el atril, casi derribándolo, para ver lo mejor posible cuál era el lugar señalado. Su mirada ansiosa vio caer el haz de luz sobre la que fuera la capital de los aydara para luego dirigirse hacia lo que era el norte. Se movía lentamente y llegó hasta los límites del mapa, sorprendiendo a Brown, pues había ido más allá de las fronteras de Hiponia hasta un pequeño valle que quedaba no lejos de la misma Canterlot. Allí se detuvo el pequeño haz de luz durante unos segundos antes de desvanecerse.

Los fragmentos del Adenror se volvieron a posar suavemente sobre la mesa mientras el unicornio respiraba pausadamente. Aquel hechizo era rápido de ejecutar, pero intenso. Llevarlo a cabo siempre le dejaba bastante exhausto, tanto como para no importarle que a su alrededor el viento y la lluvia continuaran causando estragos. Estuvo unos minutos totalmente quieto, intentando no hacer ningún esfuerzo, antes de reaccionar. Repitiendo el gesto anterior, hizo subir nuevamente la bóveda y en cuestión de segundos un aparentemente atronador silencio se adueñó de la sala. El suelo de la misma estaba totalmente anegado, con el agua suficiente para tener medio sumergidas los primeros estantes de las librerías, y una multitud de tomos flotaban o estaban "hundidos" a lo largo de la estancia.

Knowling ignoró el agua, que le cubría por encima de los tobillos, y se acercó al mapa. Tenía la mirada fija en el punto exacto en que, si el conjuro había funcionado, debía poder encontrar el quinto fragmento del Adenror y acercarse a su más codiciada meta. Equestria había cambiado mucho desde que un mago aydara trazará el mapa, pero él lo había usado lo suficiente como para poder manejarlo e identificar casi todos los lugares que aparecían en él. El pequeño valle que centraba su mirada estaba realmente cerca de Canterlot y eso no dejaba de sorprender al unicornio. Nunca se había encontrado un yacimiento aydara por esa zona y, por un momento, incluso pensó que de alguna manera el conjuro había salido mal. Conociendo poco la geografía actual, no pudo evitar preguntarse que habría en aquel lugar en ese momento… El mapa aydara no señalaba nada. Lo más cercano que aparecía era un bosque llamado… Everfree.

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Pero Brown Knowling no era el único que aquella noche no había ido a la cita diaria con el sueño. Desde sus estancias privadas en el castillo real, una alta y blanca alicornio de colorida crin reposaba meditando, firme como una estatua, atenta a cualquier señal de la vieja hechicería aydara que pudiera percibir. Percibía bien que aquél al que llevaba un tiempo vigilando podía volver a intentar realizar aquel viejo rito y se preguntaba cuánto habría descubierto aquel profesor sobre los antiguos duques y hasta dónde sería prudente dejarle avanzar.

La princesa recordó una vez más lo que sabía de él, que era relativamente poco. No era más que un académico más, afamado y prestigioso en un campo relativamente poco cultivado, incluso entre las erudiciones más dejadas de lado que algunos practicaban con fruición entre los pasillos y estancias del Celestium, un centro del saber no conocido precisamente por su interés por el saber práctico. En uno de los pocos encuentros que tuvo con el unicornio en persona sólo le había parecido otro profesor más deseoso de prestigio y renombre, no desprovisto de algunas cualidades, y un hábil prácticamente de magias arcaicas… Pero nada que le pareciera llamativo o sobresaliente. Pero había terminado por descubrir que el profesor Knowling parecía ocultar ambiciones mucho más allá de prosperar como académico.

Estaba dándole vueltas a esa idea cuando, poco después de pasada la medianoche, sintió brevemente como si una corriente traspasara toda la estancia. No pudo evitar sentirse estremecida por un momento, no por miedo o inquietud, sino más bien casi por nostalgia. Hacía más de quinientos años, hasta que Knowling empezó a reproducir el viejo rito, que no había percibido la corriente de magia provocada por el antiguo rito de la convocatoria. Aún estaba sorprendida de que realmente aquél hubiera sido capaz de realizarlo con éxito, ¡dos veces ya en ese momento! Los avances y los planes del viejo profesor, entendía Celestia, acabarían ocasionando un problema que habría que solucionar. Existía el riesgo de que desatara una grave crisis en Equestria…

"Aunque también", pensó la alicornio, "podía ocasionarse una buena oportunidad, una ocasión para pulir aún más los talentos y dones de mi mejor aprendiz… Si es que mi memoria no me falla acerca del lugar donde quedó oculto el quinto fragmento del Adenror… Mañana temprano tendré que escribirle una larga carta a mi estimada Twilight Sparkle", se dijo, sonriendo como si la mera idea la alegrara.

Next Chapter: 2. 2 Dos unicornios sin descanso Estimated time remaining: 4 Hours, 55 Minutes
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