Parallel Stories
Chapter 21: 1x13 - Yell, Muffled, Yell - Parte 1
Previous Chapter Next ChapterTodos los personajes originales y el mundo pertenecen a Hasbro y a Laurent Faust. Todos los derechos les pertenecen.
Este es un fanfic de fan para fans.
Agradecimientos a todos los que me han animado, apoyado y ayudado con este fanfic y con mi vida diaria...
+A los que me han revisado el fanfic y añadido este estilo tan especial:
-Daniel Campos Fernández - Arreglos y estilos (dejó de participar en el capítulo 1x03).
-LloydZelos, Volgrand y Unade - Revisión.
+Y a vosotros, los lectores, que estáis a las duras y a las maduras.
Espero que os divirtáis tanto leyendo como lo hice yo escribiéndolo.
Capítulo dividido en 3 partes.
Tags: [Dark/Oscuro] - [Adventure/Aventura] y un poco de [Tragedy/Tragedia] - [Slice Of Life/Vida Cotidiana] - [Romance/Amor] - [Sad/Triste] - [Comedy/Comedia]
MY LITTLE PONY
PARALLEL STORIES
Chapter 1x13
Yell, Muffled, Yell
Parte 1
Wise Words miró hacia atrás. Northwest Mines Town aún no había despertado. Ataviado con la armadura, y oculto bajo una túnica, se ajustó el cinto de las alforjas. Tenía que ir a Canterlot y pedir audiencia con la Princesa Celestia para comentarle y discutir las acciones a seguir, a raíz de los últimos descubrimientos acontecidos con respecto a Gentle Colors.
El libro de magia que la unicornio de dos colores poseía era "nuevo". Nuevo en el sentido de que nunca antes lo había visto en la excepcional biblioteca que poseía Gentle, pero en realidad ese libro era viejo, muy viejo… tanto, que databa de una época anterior a las aparición de las dos Princesas e incluso de Discord. Y, a juzgar por el lujo del tomo y de los hechizos expuestos (a pesar de que el idioma era totalmente desconocido para Wise), ese grimorio no era precisamente de un mago normal, sino de un Gran Maestre de la magia arcana.
Aparte, también estaba el hecho del comportamiento de Gentle. Wise juraría que ésta había sorteado el hechizo de "olvido" que había impuesto la Princesa Celestia en Northwest Mines Town desde que se creó el pueblo… Y eso era sumamente peligroso, además de horrible. Y más aún teniendo en cuenta la situación en el que estaba sumido esa población, con un posible intento de robo que podría tener lugar en cualquier momento… Y, por eso mismo, Wise decidió llevarse la armadura, pues necesitaba desplazarse lo más rápido posible a Canterlot.
Con gran tristeza enfiló el camino hacia la encrucijada. Temía por la vida de todos y cada uno de los habitantes de Nortwest Mines Town, ya que se veía superado por la situación, a pesar de que contaba con el apoyo de todo el Consejo, e incluso con la ayuda que le había enviado la Gran Yegua, en forma de "cocinero sabelotodo". Solo esperaba que todo llegase a buen puerto, pues nadie, aparte de ellos, sabía qué objetivo tenían los ladrones, y solo podían esperar y proteger a los demás.
Con un suspiro, se encabritó y comenzó a acelerar, hasta que perdió de vista el pueblo, dirigiéndose, sin frenar, hacia la salida a Ponyville cuando llegó a la encrucijada.
Gentle Colors observaba por la ventana cómo Wise Words, ataviado con una túnica, se ajustaba los zurrones y salía del pueblo. Perfecto. Dándose la vuelta, entró en la biblioteca y, sacando un libro en concreto, pulsó el botón secreto.
Una vez abajo, entró en la cocina y abrió la nevera y entrecerró los ojos. Lo que más temía en esos momentos se había hecho realidad: se estaba quedando sin comida. Frunciendo el morro, cerró la puerta de la cocina y se dirigió hacia la habitación donde guardaba parte de su fortuna, cogiendo un pequeño saco que previamente había preparado.
Cuando volvió al pasillo principal de la mansión subterránea, sacó de su zurrón una pequeña carta. La observó durante unos segundos y pestañeó lentamente. No le gustaba recurrir a esos subterfugios para conseguir su alimento, pero no quería que nadie ahí fuera supiese en qué consistía su dieta. Solo esperaba que algún día su fisionomía volviese a ser normal para volver a comer simple e insípido heno, pero habían pasado demasiados siglos alimentándose con este tipo de comida como para volver a acostumbrar su cuerpo a una comida apta para un poni normal.
Decidió entrar en la habitación del trono real para enviar la carta, como siguiendo un pequeño "juego" para indicar a sí misma quién era la culpable de su situación… La culpable de todo su sufrimiento.
Se acercó al trono y rozó con su casco el asiento. Deseaba tanto sentarse en ese lugar que habría dado prácticamente cualquier cosa por hacerlo... Pero no debía: no había podido hacerlo en el verdadero trono, por lo que, hacerlo en el de esa habitación no era ni siquiera un símil que la reconfortase. Era un engaño hacia sí misma, y eso no lo soportaba.
Se echó a los pies del trono y, con sus cascos, dibujó unos pequeños símbolos en el aire, como si su intención fuese el rasgarlo, a la vez que recitaba un pequeño salmo. A medida que iba avanzando el hechizo, las runas tomaron forma, quemando el aire con un siseo y permaneciendo suspendidos hasta que, por encima del hechizo materializado, se abrió un pequeño portal ovalado. Gentle colocó la carta delante del portal, cuyo interior era un espiral purpúreo, y la soltó, siendo absorbida por el pórtico mágico, que se apagó al instante, así como las runas, que se desvanecieron con un sonido específico, como el de un metal al rojo vivo sumergiéndose en agua helada.
A continuación sacó un pequeño palo del zurrón y lo mordió con todas sus fuerzas… sabiendo lo que iba a ocurrir en unos instantes. En cuestión de unos pocos segundos, sus ojos se torcieron hasta que sus pupilas desaparecieron por los laterales y su cuerpo empezó a convulsionar, haciendo que cayese a plomo sobre el suelo. Por último, de su boca empezó a surgir una blanquecina espuma, que cayó al piso, empapando la mejilla en su recorrido.
Cuando acabó el ataque epiléptico, Gentle abrió los ojos y, poco a poco, se incorporó. Escupió la pequeña rama y tragó la espesa saliva que aún recorría el interior de su boca. Miró asqueada hacia el lugar donde había hecho el hechizo… Ese tipo de magia era aún peor para ella que la "unicornio", ya que no estaba hecha para ser manejada por una simple poni, y ya se encargaba su cuerpo de avisarla con efectos secundarios demasiado adversos.
Cada vez que hacía un hechizo de ese tipo de magia, cada fibra de su ser se quejaba. Y su cambio dependía del nivel, siendo un "simple" ataque epiléptico si el hechizo era de bajo nivel, como el que acababa de hacer, pero con consecuencias muchísimo peores si el hechizo era más poderoso, como ocurrió en el viaje a Ponyville cuando portaba a Reddish. En ese caso, al usar el hechizo de aceleración, vomitó sangre. Pero era aún más grave si el hechizo realizado era uno de los de ese libro que había adquirido hace relativamente poco tiempo. Entonces su cuerpo mutaba a un nivel molecular. Prueba de ello era su cuero de dos colores, cambio que tuvo lugar cuando intentó atrapar a la Princesa Celestia, cuando ésta quiso destruirla hacía ya algo más de trescientos años. Y fue en ese momento cuando se enteró de que fueron los mismísimos Señores Elementales los que la habían elegido para algún oscuro propósito. Descubrimiento que pagó con su propia vida el pobre aprendiz que tenía en ese momento su enemiga.
Pero era hora de salir al punto convenido, así que la yegua de dos colores se dirigió a la salida trasera de la mansión y, apretando un botón camuflado en la pared del fondo, accedió al cementerio de Northwest Mines Town. Solo esperaba tardar el menor tiempo posible, pues no quería que nadie advirtiese su ausencia.
Muffled había permanecido despierta toda la noche. Estaba extrañamente nerviosa. Sabía que algo inminente iba a tener lugar, y algo dentro de ella sabía que era algo horrible.
Posiblemente tuviese relación con el asunto de los robos, o quizás fuese algo más profundo, pero estaba completamente segura que iba a ser algo malo, perverso, cruel...
Pronto despuntaría el alba, y tendría que ir a trabajar a la mina, como casi todos los días. Eso no era vida, o mejor dicho, esa era toda su vida: esa maldita mina que le daba de comer y que a la vez le había hecho tan desdichada. Sabía que nunca lograría salir de esa espiral destructiva, pues sentía que había llegado a lo más alto. ¿Y qué era la cima a la que había accedido? Ser miembro del Consejo de un pequeño pueblo perdido y haber recibido heridas y más heridas en su cuerpo y, lo que era más grave, en su alma.
Estaba enamorada. De Wise Words. Pero ese poni, con su trabajo y su dedicación, era completamente inalcanzable para ella. Ese poni era demasiado importante como para sentirse atraído por una insignificante yegua minera, incluso si ésta era la jefa de la cuadrilla de mineros de Northwest Mines Town. Y todos los mensajes y gestos que había hecho Wise hacia ella seguramente habían sido interpretaciones erróneas. Incluso las palabras dichas por él, cuando volvió de Ponyville con ese colgante, no indicaban nada, pues Wise era experto en subterfugios, y posiblemente lo único que quería ese poni era jugar con ella para que desvelase la verdad sobre la figurilla de cristal.
O quizás no. Quizás Wise había estado enamorado de ella y, por pura cabezonería y estupidez, había dejado escapar la oportunidad. "Tonta, eres una tonta", pensó mientras se golpeaba la sien con un casco, "Y ahora vuelve a mirar hacia Gentle Colors… Sigue enamorado de ella, y tú no puedes competir, eres demasiado insignificante. Ella es una gran hechicera que ha hecho mucho por el pueblo, e incluso por toda Equestria… Pero tú no eres más que… que… que una mota de polvo".
No sabía qué hacer, no sabía qué decir y no sabía cómo actuar para que el poni de su vida se volviese a fijar en ella.
Flashing Hooves se despertó, completamente sobresaltada. Aún no podía creerlo… Había tenido otro de sus sueños, y, cuanto más intentaba analizarlo, más se horrorizaba.
Iba a morir. Iba a morir antes del anochecer. Y no podía impedirlo.
Una cortina se movió ligeramente, aunque desde fuera no se podía percibir, pues la luz de la casa estaba apagada.
El semental que estaba observando cómo se marchaba Wise sonrió: por fin podía tener lugar la siguiente parte del plan.
—Buenos días, Shiny —dijo Feather con alegría, mientras le tendía a ésta una carta—. Tienes correo.
—Muchas gracias, Feather —respondió sonriendo la dorada pegaso, mientras recogía su misiva. La abrió inmediatamente y comenzó a leerla, cambiando su sonrisa a un gesto de asombro, para reír de manera acentuada—. Es de mi abuelita —confesó—. Dice que va a venir dentro de poco…
La pegaso-cartero también aumentó su sonrisa. Quería conocer a la abuela de Shiny, y saber todos los detalles acerca de ella y de su relación con su amiga joyero. Pero primero tenía que repartir el correo, así que hizo un gesto de asentimiento y continuó con su tarea, dirigiéndose rápidamente hacia la tienda de Magic
Shiny empezó a bailotear en el sitio, en un gesto en parte alegría, en parte nerviosismo. Su abuela sabía de las demás del grupo únicamente por el contenido de las cartas, pero nada más. Ni ella ni las demás habían descrito sus aptitudes ni sus peculiaridades, por lo que su abuela ignoraba completamente elementos tan importantes como que Flashing no podía usar la magia o que Shadow era la herrero del pueblo. Eso sin hablar de Gentle, cuyas peculiaridades eran demasiado extensas como para relatarlas en una carta… "No hay papel suficiente en el mundo para describirla ", pensó.
Pero tenía que decir la noticia a todas sus amigas. Incluso lo debería comentar a los miembros del Consejo, ya que su abuela, a pesar de no ser de la alta sociedad, trabajaba en el Palacio, y muchos días veía y hablaba con la mismísima Princesa Celestia.
Tenía mucho trabajo que hacer, pues sentía la necesidad de que su abuelita se sintiese orgullosa orgullosa de ella, de sus amigas y del pueblo que tan bien la había acogido.
Shadow terminó demasiado pronto su tarea del día. Esos nuevos aparatos eran maravillosos, rápidos y eficientes. Por fin podía disponer de tiempo para salir con sus amigas y dejar de ser tan esclava de su trabajo.
Poco a poco fue colocando cada herramienta en su sitio correspondiente. Unos iban en los expositores y otros en su montón… Y, mientras lo hacía, estuvo manteniendo todo el rato una radiante sonrisa.
Ahora solo tenía que esperar a recibir el pedido diario que le hacía llegar Muffled, siempre a la misma hora, como un reloj perfectamente calibrado.
Knowledge llamó a la puerta de la casa de su amiga prestidigitadora. Del otro lado solo se oían unos ligeros lloriqueos, por lo que la historiadora frunció el ceño y aporreó la puerta.
—Flashing, sé que estás ahí dentro —dijo.
El llanto se hizo cada vez más fuerte, hasta que la puerta se abrió. La pequeña unicornio estaba más abatida que nunca. Knowledge se enterneció y abrazó a su amiga.
—Knowledge… —sollozó Flashing—. He tenido otro sueño… y ha sido peor que nunca.
Entonces se lo contó. Y, según lo iba narrando, la expresión de Knowledge se torció hasta mostrar un rictus de terror.
Muffled resopló después de entrar en la mina, sabiendo que, como cada día, tenía mucho trabajo por delante. Pero quería acabar lo antes posible, así que comprobó que su casco estaba bien ajustado y cruzó el gran acceso.
—Jefa… buenos días —exclamó un minero grisáceo con crin marrón oscuro.
—Hola, Muzzle Sooty —respondió la yegua, sin mucho entusiasmo.
El nombre del minero correspondía a una gran mancha negruzca que cubría todo su hocico. Muzzle sonrió y se acercó a la jefa de mineros.
—Tengo que enseñarte algo… —dijo en voz baja—, algo que se sale fuera de lo común.
—¿Más aún de lo que ocurre últimamente en la mina? —preguntó Muffled.
El minero se quedó pensativo durante un instante y, mirando fijamente a los ojos de la yegua, exclamó:
—Quizás.
Y señaló un camino en concreto, que siguieron los dos. Después de adentrarse en lo más profundo de la mina, recalaron en un pasillo en concreto. Era la misma gruta en la que había aparecido el huevo de dragón.
Muzzle señaló una gema de la pared. Era la gema negra que iba a conmemorar la entrada número cien a la mina de Gentle.
—Es esa joya —confesó el minero—. Desde que me mandaste cuidarla para que nadie más que Gentle la estrajese, han ocurrido cosas extrañas.
—¿Qué cosas? —Muffled se sorprendió.
—No sé… —Muzzle bajó la mirada, en parte avergonzado por lo que iba a decir, temiendo que su jefa la tratase de mentiroso—. A veces veo cosas ahí dentro… —señaló la gema—, como reflejos difuminados. Reflejos de algo imposible. De un yermo páramo, como si fuese Northwest Mines Town pero sin casas. Es, sin duda, el producto de los sueños de un loco.
—Comprendo —Muffled no sabía si creérselo, pero conocía a Muzzle Sooty desde que los dos eran unos potrillos, y sabía que ese poni de tierra no se amilanaba por tonterías.
—Pero lo peor de todo —continuó hablando el minero— es, sin duda, ese horrible ojo… —al mentarlo, tuvo un escalorfrío.
—¿Ojo? —Muffled entrecerró los suyos. Esa historia era demasiado insólita como para ser mentira.
—Sí, uno completamente aterrador —respondió el semental con un hilo de voz—: de dos tonos, verde oscuro y negro intenso, con una pupila vertical, como de gato —volvió a tiritar—. Afortunadamente parece ser que "mira" de pasada, como si el ser no supiese que es observado. Pero aparece cuando uno menos se lo espera.
Muffled se acercó a la gema, investigándolo. No veía nada.
—Acércate más —dijo Muzzle, posicionándose poco a poco detrás de la jefa de mineros—. Así fue como lo descubrí por primera vez, mirándolo de cerca… En mala hora lo hice.
La yegua seguía sin ver nada, así que determinó que probablemente Muzzle había sido presa de malas visiones… algo normal, viendo el opresivo pasillo en el que se encontraban, capaz de jugar malas pasadas a todo aquel que permaneciese mucho tiempo. Entonces emitió un chasquido con la lengua, sabiendo que ella había sido la culpable de que ese minero estuviese transtornado.
Decidió entonces cambiar de tema, sin dejar de mirar la gema, cada vez más extrañada, pues ésta parecía cambiar ligeramente de tonalidad.
—¿Qué tal tu familia, Muzzle? —preguntó—. ¿Siguen en Manehattan? Espero que estén bien…
El reflejo que ahora se veía en la gema era distinto. Muffled entrecerró los ojos y observó detenidamente el interior de la joya. Lo que se veía parecía una explanada distorsionada, con cosas fugaces moviéndose de aquí para allá.
—Lo están —dijo Muzzle, con un tono de rabia—. Al menos, ahora lo estarán…
Y, a continuación, golpeó con su casco la cabeza de Muffled, con tal fiereza que ésta chocó violentamente contra la gema y fue resbalando por toda la pared, hasta quedar inconsciente en el suelo.
Había empezado…
—Shadow, tienes correo —dijo Feather, entrando en la herrería—. Algo muy raro, la verdad…
La herrero se levantó del asiento, que estaba junto al fuelle eléctrico y se acercó a la pegaso-cartero. Sonriendo, cogió la carta y la volteó, intentando leer el remitente. No había nada escrito. Volvió a sentarse y, torciendo ligeramente el gesto, abrió el sobre.
—¿Ocurre algo? —preguntó Feather.
—Estoy extrañada —respondió Shadow—. Muffled no ha venido a traerme el pedido diario. Si no sé qué debo hacer y, sin la intromisión de Knowledge, estoy parada ahora mismo.
—Se habrá retrasado, seguro —la pegaso-cartero sonrió y, a continuación, salió de la herrería a seguir repartiendo.
—Sí, seguramente eso habrá sido —susurró Shadow. Pero sabía que algo andaba mal. Muffled siempre acudía exactamente a la misma hora, como si fuese un reloj perfectamente calibrado.
—Creo que deberíamos pedir ayuda —dijo Knowledge—. Esto nos viene demasiado grande…
—No quiero morir… —exclamó Flashing, volviendo a llorar.
—Vamos a convocar una reunión del Consejo —la historiadora tuvo una idea—. Aunque no seamos miembros, creo que éste es un asunto de vital importancia…
—¿Vital…? —gimió la potrilla, llorando a continuación aún más fuerte.
—¡Lo siento!, ¡lo siento! —Knowledge se disculpó y volvió a abrazar a la pequeña unicornio.
Poco a poco las dos salieron a la calle. El miembro del Consejo más cercano era Magic Sales, así que se dirigieron hacia la tienda para convocar una reunión.
Shiny estaba esperando junto a la entrada a la mina. Supuestamente Muffled tenía que haber salido del interior para conducirla a una gruta en la que ella debía escoger unas cuantas gemas para su restauración, pero la jefa de mineros se estaba retrasando...
Shadow abrió la carta, cansada de esperar. Era de Plush Padding, su hermano. Empezó a leer y entrecerró los ojos, confundida. No entendía absolutamente nada:
Saludos, hermanita:
Te felicito enormemente por tu incorporación al Grupo C. Es una gran alegría descubrir que nuestra familia es aún más importante de lo que yo pensaba, pues deberías saber que yo pertenezco al Grupo B.
Sí, tu hermano es miembro importante de otro Grupo, aquí en Detrot. No dije nada cuando te visité porque no quería desvelar este secreto, pero "Número Tres" me ha comentado que vuestro Grupo ya está formado, así que la información de los Grupos ya lo sabrá todo el pueblo.
Aquí en Detrot apenas somos conocidos, ya que aún no hemos actuado de forma "oficial", aunque sí hemos entrenado para nuestro cometido. Pero, cuando sea el momento, seremos famosos en toda Equestria, te lo aseguro… Y me encantaría pasar a la acción junto a ti y a las demás del grupo C.
Por cierto, deberías cuidarte muy mucho de Gentle Colors… Digamos que no es trigo limpio. Aunque "Número Tres" nos ha comentado de pasada que ella es el corazón del grupo, yo no me fío. Pero bueno, si la Princesa Celestia confía en ella, yo no soy quién para oponerme… Sí, ya sé que fue Gentle la que me ayudó a salir de la espiral destructiva en el que yo estaba inmerso, pero hace poco "Número Tres" me ha contado la verdad sobre ella… En un monstruo.
Mantén tu espalda vigilada y, sobre todo, no la perdáis de vista ni un solo instante. Estoy seguro de que, en el momento en que Gentle recupere suficiente poder, será capaz de hacer cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa.
Un abrazo muy grande, Plush Padding.
Shadow volteó la hoja, esperando encontrar una explicación al texto… ¿Grupo C? ¿Número Tres? ¿Qué significaba todo eso? Debía ser una broma, sin duda. Una broma de muy mal gusto. Pero lo peor de todo, sin duda alguna, era el ataque gratuito a Gentle. Shadow tuvo que reconocer que lo único del pasado de su amiga que conocía era lo que le había contado ella, pero Gentle, a pesar de ser muy orgullosa, era la primera en ayudar a todo aquel habitante de Northwest Mines Town que tuviese algún problema. Incluso a ella le había salvado la vida en Cirrus Merlon.
Lo había decidido: Entre su hermano, que aún era prácticamente un desconocido, y Gentle, ella elegiría, sin dudar, a su amiga.
Se acercó a un cuartito al fondo y sacó un papel, tinta y una pluma y escribió una escueta carta:
Querido hermano:
¡Vete a la mierda!
Con cariño, Shadow Hammer.
—¡Reunión urgente del Consejo! —oyó una voz que venía de fuera—. ¡También deben acudir las amigas de Flashing Hooves!
Extrañada, dejó la carta sobre la mesa y se dirigió hacia la casa del Consejo, no sin antes cerrar rápidamente la herrería.
Poco a poco Muffled recuperó la consciencia y, de la misma manera, abrió los ojos. Miró lentamente a su alrededor. Seguía en la mina e incluso, a juzgar por lo que veía, estaba en el mismo lugar, delante de la gema negra. Intentó alcanzarla, esperando comprender qué había pasado, pero no pudo, pues sus patas delanteras estaban atadas a su espalda.
—Ah, al fin has despertado —exclamó Muzzle, que estaba a su lado, mirándola fijamente.
—¿Qué…? ¿Qué has hecho? —la yegua estaba confundida.
—Grita —espetó el minero.
Muffled miró hacia él, primero sorprendida, pero después con un gesto rabioso.
—Suéltame —dijo, desafiando la mirada de Muzzle, hasta que éste bajó la cabeza.
—Tienes que gritar, Muffled —comentó el minero, señalando la gema negra—. Solo tienes que usar tu grito especial, después te soltaré.
—¿Por qué quieres que grite? —preguntó la rojiza poni.
—Tú solo hazlo —respondió Muzzle—. Grita y te soltaré.
Muffled comprendió que ahora tenía, por así decirlo, la sartén sujeta por el mango, pero tenía miedo… miedo de la situación y miedo de lo que podría pasar si accedía a los planes de Muzzle.
—Por favor, debes hacerlo… —suplicó el minero—. No quiero hacerte daño. Es lo último que quiero hacer…
—Entonces dime por qué lo has hecho —replicó la jefa de mineros—. No quieres hacerme daño, pero estoy aquí atada y con un golpe en la cabeza… Todavía siento brotar la sangre en la herida.
Muzzle se acercó despacio a la yegua y, alzando una pata en señal de que no iba a hacer nada, sacó un pañuelo de su zurrón de minero y empezó a limpiar la herida.
—Deberías saber que lo que te he dicho antes es verdad —dijo mientras aplicaba con suavidad el pañuelo—. Esa gema no es… natural. He visto cosas a través de él… Cosas capaces de sobrecoger el alma a cualquiera.
—Te creo… —Muffled percibió que la intención de ese minero no era malvado. Era como si se hubiese visto obligado a actuar de esa forma… Y él se resistía, como podía, ante esa decisión—. Creo que he visto algo antes… Antes de que me golpeases a traición.
—¡Por fin alguien me cree! —exclamó el minero, alzando la vista al cielo—. Eres fantástica, Muffled.
—Pues si lo soy, ¿por qué no me sueltas? —replicó ésta.
—No sin antes hacer tu grito —Muzzle volvió a señalar la gema.
—¿Pero por qué voy a hacerlo? —preguntó la jefa de mineros, reincidiendo en el tema. Necesitaba ganar tiempo, ya que estaba segura de que en esos momentos ya la estaban buscando.
—¿Quieres saber por qué? —inquirió irónicamente el semental—. Hazlo y te lo diré.
—¿Y por qué no lo haces al revés? —interrogó Muffled—. Es decir, primero me dices por qué lo haces y luego, si me convence el motivo, gritaré. Incluso lo haré de buena gana.
—¿Y si no lo haces? —preguntó Muzzle—. ¿Qué gano yo con eso?
—Estaríamos exactamente en la misma situación que estamos ahora —respondió la rojiza yegua—, así que peor no vamos a estar, ¿verdad?
El minero quedó pensativo durante un instante para, al final, afirmar con la cabeza, sin hacer nada más.
—Espera… —cortó Muffled—. Primero desátame… Me duelen las patas.
Entonces el minero montó en cólera. La jefa de mineros se apenó… Había estirado demasiado el hilo y éste acababa de romperse.
—¿Empezamos ya o qué? —preguntó Disarming, que se aferraba con sus cascos a los bordes de la mesa, producto sin duda de la impaciencia.
Todos los miembros del Consejo estaban reunidos y sentados en sus respectivos asientos, excepto Wise, Gentle y Muffled. También faltaba Magic, que había salido urgentemente para llamar a los tres ausentes.
Mientras tanto, Flashing miraba al suelo, sin saber qué decir. Knowledge le había dicho que esta reunión era una buena idea ya que, si por alguna casualidad se podía impedir el resultado final, sería con la ayuda de los ponis más sabios de Northwest Mines Town, aunque Flashing sentía que no era suficiente… De hecho, estaba segura que ni siquiera la propia Princesa Celestia podría impedir lo que iba a acontecer, ya que todos sus sueños hasta ese momento se habían cumplido palabra por palabra.
Magic abrió la puerta de la casa del Consejo y negó con la cabeza.
—No están por ningún lado —dijo, resignándose—. He preguntado a todo el mundo y es como si se hubiesen desvanecido.
—Entonces propongo empezar ahora —resolvió Disarming—, y si se presentan después, hacerles un resumen. ¿Votos a favor?
—Tú no tienes potestad para decidir los votos —exclamó Magic mientras se sentaba en su sitio, mirando directamente al hotelero.
—¿Y quiénes lo tienen? —preguntó irónicamente el aludido—. ¡Ah, sí! Wise, Muffled y Gentle… que son precisamente los que no están. Así que repito: ¿votos a favor?
Todos los miembros presentes alzaron sus cascos.
—Perfecto —Disarming se recostó hacia atrás, dejando la silla en equilibrio sobre sus patas traseras, exactamente igual que solía hacer Gentle en las reuniones.
—Comencemos pues —expuso Magic, mirando directamente a Flashing y a sus amigas—. ¿Cuál es el motivo de que hayáis pedido esta reunión urgente?
Tímidamente Flashing se adelantó, así como Knowledge, aunque esta última lo hizo para que la potrilla unicornio no se sintiese sola.
—He… He tenido otro sueño —balbuceó la prestidigitadora—. Y… y… Y voy a morir hoy.
Todo el mundo se sorprendió. Knowledge abrazó entonces a su pequeña amiga. Shadow y Feather se acercaron a su vez y también abrazaron a Flashing. Shiny bajó la mirada, imaginándose horrorizada mil posibles muertes y, alzando la vista de nuevo, empezó a llorar.
—Esperad —cortó Spoon—, ¿qué significa esto? ¿Sueños?
Rápidamente las hermanas Numbers, que estaban a su lado, le contaron al cocinero en qué consistía los sueños de la potrilla y su incapacidad para usar la magia. A lo segundo Spoon comentó que lo sabía desde la anterior reunión.
—De acuerdo —dijo finalmente el cocinero, mirando fijamente a Flashing—, entonces danos los detalles.
—¿Detalles? —preguntó Knowledge.
—Sí, detalles —respondió el cocinero—. Si hay alguna forma de impedirlo, habrá que conocer los pormenores y actuar para que el hecho no ocurra…
Flashing miró directamente a Spoon, con ojos titilantes. Decidió contar, con puntos y comas, todo el sueño.
—Me encuentro en la entrada a la mina, rodeado de muchos ponis —relató—, mirando hacia el interior. Algo está ocurriendo, pues todos están… todos estamos alterados. A mi lado están mis amigas —las señaló—, excepto Gentle. Vosotros —señaló a los miembros del Consejo— habíais entrado buscando algo… o a alguien. Bueno, esto lo sé por los comentarios que dicen los demás. Yo estoy muy asustada por algo que sé que ocurrirá. Aunque en el momento de soñarlo no sabía por qué temblaba… ahora lo sé: estaba aterrada porque iba a morir y no podía impedirlo.
+Entonces, un encapuchado, totalmente enloquecido, entra en la mina y me aparta de un empujón. Ni siquiera se da cuenta de lo que ha hecho, pues constantemente grita un nombre… un nombre que ignoro, porque tropiezo y me golpeo la cabeza contra una de las piedras del lateral. Entonces todo se vuelve oscuro.
+Lo último que noto es a Knowledge llorando a mi lado, mientras grita "¡No puedo creerlo! ¡Ha ocurrido! ¡Ha… Ha muerto!". Eso es todo...
Flashing volvió a bajar la mirada, apenada. A pesar de haber contado su sueño, no se sentía en absoluto mejor. De hecho tenía la sensación de que las piezas que no habían encajado en el sueño ahora lo hacían de forma perfecta. Instantáneamente supo que el haberlo contado en el Consejo no hacía más que confirmar los acontecimientos de su premonición.
—Lo siento, lo siento —Muffled sonrió levemente, intentando tranquilizar a Muzzle—. Nada de desatarme, lo comprendo…
—No juegues conmigo —amenazó el minero—, sabes que me caes muy bien, pero no me hagas elegir…
—Si tan bien te caigo... —dijo la rojiza yegua—, ¿por qué me has atado?
—Porque no puedo permitir que te escapes… —respondió Muzzle—. Hay demasiado en juego.
—Es hora de que me expliques por qué actúas así —indicó Muffled—, ya que estamos en un punto muerto… Me necesitas para que grite y, hasta que no sepa los detalles, no accederé a tus pretensiones, aunque ello conlleve que te enfades.
El semental se derrumbó, sabiendo que la jefa de mineros tenía razón, así que se echó en el suelo a su lado, apenado.
—Hace unos días —explicó—, empecé a ver los horrores de la gema y se lo comenté a Legs Bent… Ya sabes, mi compañero de cuadrilla base. Hablamos de ello en el restaurante. Él no me creyó, pero por lo visto alguien que me oyó sí lo hizo…
Al día siguiente, en mi taquilla encontré un mensaje… Mi familia… —bajó la mirada—, mi familia había sido secuestrada. No quería creerlo, pero, para asegurarme que estaban bien, me fui a mi casa, en Manehattan. Pero no estaban allí. De hecho, no había absolutamente nada, ni siquiera los muebles. Únicamente habían dejado un papel, que indicaba que solo los liberarían si tú hacías tu grito ante esta gema. De otra forma… De otra forma… No puedo… No puedo continuar…
Muffled comprendió la situación en el que se encontraba el minero, pero a la vez comprendió que ella misma estaba en una gran encrucijada. Si gritaba, salvaría la vida de la mujer y del hijo de Muzzle Sooty… pero el hecho de que los hubiesen secuestrado significaba que lo que querían hacer los secuestradores con esa gema era algo muchísimo peor, y que podía morir muchos más ponis…
Era una cuestión de elegir entre dos muertes seguras o entre decenas, o incluso miles, de posibles víctimas. A esto era lo que se refería Wise Words cuando le preguntó, en la estación de tren de Canterlot, si iba a defender Equestria incluso si eso significaba muertes de por medio.
—Lo… lo siento, no puedo hacerlo… —se lamentó finalmente, sabiendo que ella podía ser la siguiente en sufrir a cascos de ese minero que empezaba a incorporarse con evidente ira—. Compréndelo… Si grito, ¿cuántos ponis sufrirán por haberlo hecho? No quiero ser la iniciadora de una masacre.
—¡Pero mi mujer y mi hijo morirán! —gritó desesperado Muzzle— ¡Si no gritas serás la responsable de sus muertes!
Muffled bajó la mirada. Dos muertes seguras contra un numero indeterminado, pero mayor, de posibles asesinatos. Se imaginó una gigantesca balanza dorada en cuyo plato izquierdo reposaban, sangrientos, dos cabezas de poni: una yegua y un pequeño potrillo; mientras que en el otro platillo varias cabezas traslúcidas de diversos seres se acumulaban, hasta formar una pequeña montaña. ¿Cuál pesaba más? Incluso se veía a sí misma ensartada en la flecha que había entre los platos, de tal forma que, si la balanza se inclinaba hacia un lado, su cuerpo se rajaría dolorosamente, matándola.
Y pensó en Wise. ¿Qué haría él en este caso? Seguramente recurriría a una de sus famosas frases, pero ¿cuál de ellas usaría? Muffled no sabía mucho de refranes, pero sí conocía una que le había dicho muchas veces el espía: "Más vale malo conocido que bueno por conocer". ¡Esa era la respuesta!
—De acuerdo, lo haré —dijo, levantando la cabeza y mirando directamente a los ojos de Muzzle—. Solo espero no tener que arrepentirme por esta decisión.
El minero sonrió aliviado.
—Lo siento, pero tendrás que permanecer todo el día en tu casa —exclamó Disarming—. Es la decisión que toma el Consejo de Northwest Mines Town.
Los demás miembros del Consejo afirmaron con la cabeza, al igual que las amigas de Flashing. Ésta miró hacia todos y cada uno de los demás y, entrecerrando los ojos, exclamó:
—Os lo agradezco, pero no va a servir de nada… Va a ocurrir, es algo que no se puede evitar… —entonces empezó a llorar—. Y quiero deciros que mi vida aquí ha sido maravillosa.. Os quiero, y os echaré mucho de menos.
Se abrazó a Knowledge y lloró tan desconsoladamente como pudo. Ésta miró hacia los miembros del Consejo con furia. No había servido de nada el haberles pedido ayuda. Rodeó con una pata a la pequeña potrilla y las dos se marcharon de allí, seguido por Shadow, Feather y Shiny.
Los miembros del Consejo estaban abatidos. No podían hacer nada más.
—Si al menos hubiesen estado Wise o Gentle, podrían haber ideado algo mucho mejor... —se lamentó Magic.
—Incluso Muffled habría pensado algo mucho mejor —replicó Disarming.
—"Por cierto" —dijo Look con movimientos oculares—, "¿dónde están?"
—Wise salió hacia Canterlot… —respondió Spoon—, al menos eso me dijo él ayer. Pero no sé dónde pueden estar las otras dos.
—¡Esperad! —gritó Magic, sobresaltada—. ¡Recordad lo que nos dijo Wise el otro día! ¡Y lo que ha explicado Flashing ahora!
—¿A qué te refieres? —preguntó Reale.
—¿Es que no lo veis? —inquirió Magic—. Corremos un gran peligro con el asunto de los robos… Y ahora, en su sueño, Flashing ha mencionado la mina, ¿y quién suele estar en la mina? Precisamente alguien que no ha venido a la reunión… —se levantó y empezó a dirigirse hacia la puerta.
—¿Estás diciendo que Muffled puede estar en peligro? —preguntó Disarming.
—¡Eso es! —dijo Spoon, levantándose—. ¡Magic, eres brillante! Tenemos que buscar a Muffled. Seguramente esté en problemas.
—Pero recordad el sueño de Flashing —explicó Disarming—: "estábamos buscando algo o a alguien dentro de la mina…" Todo está ocurriendo, tal como predijo ella.
Magic se puso delante de Disarming y le miró fijamente.
—Entonces sabes que vamos a entrar a buscarla todos —exclamó, haciendo una panorámica con su pata, señalando a todos los miembros del Consejo—. Además, sus amigas estarán con ella en la entrada, así que les diremos que la protejan… Aunque Flashing ahora está encerrada en su casa, y sin muchas ganas de acercarse a la mina. No creo que su sueño se termine cumpliendo…
Magic se dirigió, completamente decidida, a la puerta de la casa del Consejo, seguida por los demás. Iban a encontrar a Muffled costase lo que costase.
—Y recuerda, no salgas —Knowledge advirtió a Flashing, acompañando sus palabras con una mirada fija.
—Como si yo quisiera hacerlo —se quejó la pequeña unicornio—. Pero las dos sabemos que al final, de una forma u otra, voy a terminar en la mina.
—Tranquila —respondió la historiadora, con ojos maternales —, si quieres me quedo aquí para acompañarte.
—No hace falta, en serio —Flashing sonrió ligeramente —. Creo que me echaré en la cama y me taparé con las sábanas…
Knowledge sonrió. Reconocía que Flashing era una gran poni, mucho más fuerte de lo que cualquier otra sería jamás. Incluso en la hora más oscura, esa potrilla seguía animosa en su sentido. Instintivamente la cogió con las dos patas delanteras y la abrazó tan fuerte y tan cariñosamente como pudo, sabiendo, en parte, que era un abrazo de despedida. Y la besó en la frente, mientras sus lágrimas resbalaban por las mejillas.
—Por favor —dijo Flashing, sollozando—, no hagas esto más difícil…
Poco a poco, con movimientos suaves, Knowledge se apartó. La potrilla entró entonces en su casa y cerró la puerta. Una vez dentro, se paró. No podía creerlo. Acababa de despedirse de su mejor amiga y había sido tan fría… Entonces volvió a abrir la puerta y, de un salto, se situó al lado de la historiadora. Y la abrazó con todas sus ganas.
Cuando Flashing volvió a entrar, se enjugó las lágrimas. Tenía en mente una convicción: no volvería a salir, bajo ningún concepto, hasta el día siguiente. En ese momento notó una pequeña brisa en su cara y se extrañó… El poco viento que ese día había en Northwest Mines Town entraba por alguna ventana, pero estaba segura que las había cerrado todas antes de salir.
Se acercó a la habitación y atrancó la ventana. Se relajó al instante, pensando que probablemente, con todo el ajetreo sufrido, se le había olvidado cerrarla. Cuando se dio la vuelta, dispuesta a echarse en la cama, una sombra se acercó rápidamente a ella.
Lo último que vio Flashing Hooves, antes de caer en redondo, fue la plancha de una pala minera impactando directamente en su cara.
Cuando los miembros del Consejo entraron en la mina, muchos ponis, extrañados, se acercaron a la entrada. Shadow, Feather, Shiny y Knowledge también lo hicieron, sabiendo que lo que iba a acontecer era parte del sueño de Flashing, pues la búsqueda que iban a hacer dichos miembros era un engranaje más de la máquina diabólica cuyo resultado sabían ya de antemano.
Magic se paró justo antes de las bifurcaciones que penetraban al interior de la montaña y decidió, en silencio, los grupos: Las hermanas Numbers irían por la salida de la izquierda, Look y Disarming irían por la del centro y ella, junto a Spoon, marcharían por la de la derecha. Todos los demás asintieron y, sin hacer ruido, como si estuviesen preparados para lo peor, se separaron.
Shadow se acercó entonces a Knowledge, seguida de Feather y de Shiny.
—Has dejado a Flashing en su casa, ¿no? —preguntó la herrero en voz baja.
—Por supuesto —declaró la historiadora—. No creo que vaya a salir por su propia casco… Ella tampoco quiere que el sueño se cumpla.
—¡Paso! ¡Paso, por favor! —un minero de cuero negro como la pez entraba en la mina, portando un pequeño carrito.
—Hola, Legs … —dijo otro minero, de color azulado, que estaba en el fondo, taponando la entrada de la derecha para evitar que los curiosos entrasen en la mina y se perdiesen.
—¡Tengo prisa! ¡Apartáos! —cortó el minero del carrito. Su grisáceo crin pareció encresparse, como si quisiera atacar a todos los presentes.
—Tengo órdenes de no dejar pasar a nadie —respondió el segundo minero.
—Me da exactamente igual —Legs miró fijamente a los ojos del azulado minero—. Tengo mucho trabajo que hacer y voy retrasado. Déjame pasar.
Los dos mineros se habían convertido en el centro de atención. Sin embargo Shiny, totalmente nerviosa, se fijó en el carrito. Este era muy corriente, ligeramente parecido al que ella tenía y portó antes de llegar a Northwest Mines Town. De hecho, el de Shiny era un carrito de carga básico, que era más barato y resistente que uno especial para muestrario, pero menos reforzado que el de una carreta especial de minería.
Del carrito que la joyero observaba sobresalían herramientas de minería, mientras que el fondo estaba cubierto por una especie de manta, seguramente para cubrir la carga y para evitar que ésta se cayese al salir de la mina con el carro lleno. Curiosamente, la manta no estaba reposando al fondo, sino que estaba a media altura, tapando cuidadosamente algo. Seguramente serían unos útiles bastante valiosos.
El segundo minero dejó finalmente pasar al minero del carro, que aceleró el paso. Shiny se quedó mirando, de forma involuntaria, la manta, mientras pensaba qué podía hacer para ayudar al Consejo o a Flashing. Debido a la prisa con la que iba Legs, el carrito traqueteó y se movió con los desniveles y baches que había en la entrada a la mina.
Una vez el minero se perdió de vista por la entrada de la derecha, Shiny salió de su ensimismamiento y entrecerró los ojos. Había algo que no cuadraba, pero ¿qué era? Y aún más importante, ¿por qué no encajaba? Sin embargo, sabía que, para descubrirlo, tenía que ver toda la situación desde un prisma más amplio, y para ello tenía que alejarse de la escena.
Salió a hurtadillas de la entrada a la mina y se dirigió lentamente hacia su casa, mientras analizaba los detalles: el sueño de Flashing que llevaba hacia su muerte, la caótica reunión del Consejo en el que faltaban casi la mitad de sus miembros, la repentina marcha al interior de la mina de todos los asistentes una vez acabada la reunión, el encierro de Flashing a su casa… "Pero", pensó entonces, "si yo fuese Flashing, me alejaría del peligro tanto como me fuese posible… Así que me iría del pueblo".
Volvió a entrecerrar los ojos y, cambiando de dirección, aceleró el paso. Pero esta vez se dirigía hacia la casa de la prestiditadora. Llamó a la puerta, con la intención de llevarse a la pequeña potrilla a la encrucijada de caminos y, de allí, hasta Ponyville, o a Manehattan, o a cualquier otro sitio. Pero, en cualquier caso, trasladarla lejos de Northwest Mines Town.
Nadie respondió. Shiny volvió a llamar, cada vez más fuerte, cada vez más desesperada, hasta que paró. "Quizás Flashing ha tenido la misma idea y ya se ha ido". Galopó hasta la salida del pueblo, pero no la encontró. Preguntó por aquí y por allá a todos los ponis que se cruzaron en su camino, pero nadie la había visto. Era como si se hubiese esfumado.
Cerró los ojos intentando pensar. Algo seguía sin cuadrar. ¿Qué haría Gentle en esa situación? ¡Gentle! Si alguien sabía qué hacer era sin duda ella. Galopó hacia la casa de la unicornio de dos colores y llamó apresuradamente a la puerta, aunque tampoco obtuvo respuesta. Volvió a llamar más fuerte, pero nadie abrió. Eso era muy raro: aunque estuviese meditando, Gentle habría abierto la puerta, por lo que era probable que ella se había marchado, aunque también cabía la posibilidad de... Abriendo los ojos como platos, recorrió los alrededores de la casa, buscando alguna ventana rota o abierta. Pero todas estaban enteras y cerradas por dentro.
Desesperada, volvió a dirigirse a la mina, mientras seguía pensando qué haría Gentle en esa situación. Cerró los ojos y, de repente, la cabeza de la unicornio de dos colores apareció. Estaba furiosa. "Shiny, qué vergüenza…", exclamó con un bufido, "Flashing ha dado todas las pistas necesarias para salvarla. Tienes que ir a la mina y vigilar el acceso. Si divisas una figura encapuchada, solo tienes que apartar a nuestra amiga… Pareces tonta a veces". ¡Esa era la solución! Rápidamente Shiny abrió los ojos y galopó, tan rápido como pudo, hasta la entrada de la mina.
Pero aún había una pieza que no encajaba.
Entrecerrando los ojos, Legs Bent frenó de repente, haciendo que toda la carga del carrito se desplazase hacia delante. El motivo de su repentina parada era porque, a juzgar por las voces que se oían desde el recodo, había alguien un poco más adelante. Con un gesto de evidente disgusto, lentamente se dio la vuelta y volvió a tirar del carrito, hasta situarse en un corredor paralelo.
Una vez desenganchado del carro, levantó levemente la manta. Al fondo de la caja, aún inconsciente, se encontraba Flashing Hooves. Entonces sonrió ligeramente: la misión aún podía hacerse y, lo que era más importante, todavía podía salvar la vida de su compañero. Las órdenes que había recibido en el interior de su mente habían sido tajantes: "Lleva a Flashing Hooves delante de la gema negra o Muzzle Sooty morirá".
Miró a la potrilla con tristeza. Ella no se merecía en absoluto esto, pero la vida de su compañero era más importante que la de una estúpida potrilla que únicamente hacía juegos malabares para ganarse el pan. De todas formas, Legs se sentía mal por haberla secuestrado y traído hasta ahí, pero ahora que estaba atada y amordazada, la trataría con respeto en la medida de lo posible. Solo tenía que llevarla delante de la gema negra y esperar a los acontecimientos. Al menos, esas eran sus órdenes.
Se acercó al carrito y levantó a Flashing, poniéndola cuidadosamente en el suelo. Entonces, con la manta con la que la había cubierto en el viaje, el minero se tapó su propio cuerpo, sabiendo que no debía ser reconocido por la prestiditadora. En ese momento, la potrilla despertó y miró a su alrededor asustada.
—Tranquila —dijo Legs, con un tono de voz que invitaba a no ponerla nerviosa—. Tienes que hacer algo por mí, algo crucial.
Los ojos de la potrilla miraron furiosos hacia el encapuchado. Ese estúpido ser la había traído, contra su voluntad, al interior de la mina, forzando los acontecimientos de su sueño y acercándola irremediablemente al momento de su muerte. Entonces forcejeó, intentando soltarse de los amarres que sujetaban sus patas entre sí.
—Hmmmm… Hmmmm… —la prestidigitadora intentó quejarse, pero el trapo que cubría su boca impedía el habla.
—Si me prometes no gritar, te quitaré la mordaza —señaló Legs Bent, acercándose a Flashing lentamente. Esta afirmó lentamente con la cabeza. Entonces el minero deslizó hacia abajo el paño, liberando la boca de la potrilla.
—Eres un ser horrendo… —susurró Flashing, con una mezcla de rabia y tristeza—. Me has condenado.
—¿Por qué dices eso? —preguntó el minero, extrañado.
—No, por… NADA… —Flashing sonrió malévolamente— POR AQUÍ, NADA POR ALLÁ…¡ALAKAZAM! —gritó, moviendo ligeramente sus flancos.
Entonces separó sus patas, libres ya de las cuerdas, y empujó a un sorprendido Legs Bent. A continuación se incorporó y empezó a galopar tan rápido como pudo hacia una de las salidas, perseguida por el minero, que se había recuperado de la sorpresa.
Shiny entró a la mina, aún insegura sobre lo que ocurría. Entonces empezó a trotetear en el sitio, nerviosa. ¿Qué era lo que fallaba?
Hasta que al final se dio cuenta: el contenido del carro que había entrado antes se había movido, durante el traqueteo, de forma demasiado uniforme. Eso solo significaba que debajo de la manta había un objeto enterizo.
Shiny rápidamente hizo unos cálculos mentales y abrió los ojos como platos… el tamaño del objeto era equivalente al de un poni.
—¡Se lleva a Flashing! —gritó la joyero, presa del pánico—. ¡Detenedle!
—¿Qué es lo que ocurre? —Knowledge también estaba nerviosa.
—Ese minero de antes… —intentó explicar Shiny—, Flashing…
"¡Explícate bien, maldita sea! ¡El tiempo apremia!", fue lo que dijo la imagen de Gentle Colors en la cabeza de Shiny. Como siempre, la unicornio de dos colores tenía razón, así que la joyero tomó aire y continuó hablando.
—El minero de antes llevaba algo en el carro, algo tapado. Pensaba que eran útiles de minería, pero acabo de darme cuenta de que en realidad solo llevaba un objeto. No me había dado cuenta hasta que he ido a casa de Flashing, pues ésta no estaba, y nadie la ha visto salir del pueblo…
—¿Nos estás diciendo que ese minero llevaba a Flashing en el carro? —Knowledge preguntó, sobresaltada.
Shiny asintió.
En ese momento todos los que habían oído la conversación se abalanzaron sobre la salida de la derecha, para interrogar al minero que guardaba esa gruta sobre el otro minero del carro, y pidiendo que le localizasen y le parasen.
Muffled cogió aire para usar su grito. Cerró los ojos, pues no quería ver lo que ocurriría justo después. En ese momento, de un pasillo cercano, empezó a oírse un grito. Un grito que, a juzgar por las palabras, que se escuchaban claramente, solo podía provenir de una potrilla… "NADA POR AQUÍ, NADA POR ALLÁ… ¡ALAKAZAM!".
Muffled sonrió, sabiendo que la salvación podía estar cerca, ya que Flashing parecía no estar sola y, si acudían en su ayuda, podrían reducir a su secuestrador y liberarla. Volvió a coger aire para emitir un grito normal, pero Muzzle Sooty le tapó la boca con su casco.
Entonces los sonidos comenzaron a alejarse. Flashing galopaba hacia la salida y alguien visiblemente enfadado, a juzgar por las expresiones que usaba, la perseguía. Muffled miró, apenada, al suelo, esperando que por lo menos la pequeña unicornio se salvase, ya que ella volvía a estar atrapada.
CONTINUARÁ...